En Youtube: 'La mayor revolución económica inminente'
Os invito a echarle un vistazo a la última reflexión que he subido a mi canal de Youtube. Desde mi punto de vista entramos de pleno en el siglo XXI, un lugar en el que no habíamos entrado de pleno aún. Un instante que nos invita a entender la 'Era del Desorden', de la incertidumbre, de la flexibilidad. Pero mientras afrontamos los problemas inmediatos estamos dejando de lado otro desafío que resultará determinante.
Os invito a echarle un vistazo a la última reflexión que he subido a mi canal de Youtube. Desde mi punto de vista entramos de pleno en el siglo XXI, un lugar en el que no habíamos entrado de pleno aún. Un instante que nos invita a entender la 'Era del Desorden', de la incertidumbre, de la flexibilidad. Pero mientras afrontamos los problemas inmediatos estamos dejando de lado otro desafío que resultará determinante.
Control simultáneo de dos prótesis a través de una interfaz cerebro-máquina
A la vez que seguimos inmersos en lo que nos ocupa mayoritariamente, el mundo sigue girando y lo hace en base a cosas maravillosas. No podréis negarlo si veis este video que con el que acompaño. Se trata de algo que sucedió en octubre pasado y que a día de hoy no ha hecho más que evolucionar y mejorar.
A la vez que seguimos inmersos en lo que nos ocupa mayoritariamente, el mundo sigue girando y lo hace en base a cosas maravillosas. No podréis negarlo si veis este video que con el que acompaño. Se trata de algo que sucedió en octubre pasado y que a día de hoy no ha hecho más que evolucionar y mejorar.
Investigadores del Laboratorio de Física Aplicada (APL) y la Facultad de Medicina (SOM) de The Johns Hopkins University demostraron, por primera vez, el control simultáneo de dos de las prótesis más avanzadas del mundo a través de una interfaz cerebro-máquina. El equipo actualmente está desarrollando estrategias para proporcionar retroalimentación sensorial para ambas manos al mismo tiempo mediante la estimulación neuronal.
Me gusta difundir este tipo de noticias, de descubrimientos. En la medida que puedo lo hago para contrarrestar los análisis y debates menos optimistas que leemos a diario. Dale difusión a cosas como esta. Lo merece.
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Crisis económica 2021: los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Sucedió un día que hablaba con un gran amigo, mentor y motivo de inspiración. Estábamos en plena crisis de los años noventa. Yo era muy joven y no entendía muy bien la verdadera magnitud de aquel momento y, mucho menos, podía tener idea de lo que podía suponer en general. No tenía modelos de comparación verificables por mí. Le dije que todo pintaba muy mal, que todo el mundo tenía problemas. Me miró y, con entusiasmo me dijo: ‘tengo una mala y una buena noticia. La mala es que los problemas no se acabarán nunca. La buena es que, las soluciones, tampoco’.
Tengo claro que vienen tiempos extremadamente duros. También, que por mucho aforismo o párrafo naïf de libro de autoayuda, las cosas no se van a solucionar solas. Sin embargo, desde una óptica realista igual podemos comprender la verdadera dimensión de la tragedia y con esa información, cometer menos errores y localizar soluciones.
¿Qué información? Veamos, según Randstad Research, la tasa de paro en España ya ha llegado técnicamente al 19% si se clasifican como parados a las personas que han perdido su empleo en el pasado segundo trimestre. Para que una persona que no trabaja sea contabilizada como desempleada estadísticamente se exige el requisito de que busque activamente empleo, lo que parece lógico, puesto que de esta manera se la diferencia de la población inactiva. Algo que en la EPA del segundo trimestre resultó ser una cuestión de enorme interés, puesto que hay una diferencia gigantesca entre la pérdida trimestral de ocupación (superó ligeramente el millón de personas) y el aumento del paro (sólo creció poco más de 50.000 personas). Curiosamente, a la vez, la población activa disminuyó en un millón de personas.
Algo que no se cuestionó entonces y que, supongo, no se hará cuando se publiquen los siguientes datos del tercer trimestre, es saber que le sucedería a la tasa de paro si la recalculamos teniendo en cuenta ese aumento de personas que se contabilizaron como inactivas, pero que lo son porque por las extraordinarias circunstancias no pudieron buscar empleo. Con los datos del segundo trimestre, la tasa de paro (no oficial) aumentaba hasta un 18,45% de la población activa. Y si incluyésemos a los ocupados que han perdido su empleo, la tasa llegaba a un 19,27%. La oficial se situó en el 15%.
Cuando afirmo que para poder afrontar con garantías el enorme desafío al que nos enfrentamos, desde la administración, desde la empresa y, por supuesto, desde lo personal, es imprescindible que los datos no se disfracen o se refugien en cifras válidas revisables. De hecho, recalculando el aumento de personas inactivas o incluyendo en los datos el millón de ocupados que perdieron su empleo, las mediciones reflejarían de manera mucho más realista el impacto en el mercado laboral de la crisis del covid-19.
Es como cuando lo que se busca es ‘recuperar’ la economía previa a la crisis del confinamiento. ¿Qué recuperación? ¿Hablamos de una economía que empezaba a demostrar su ineficiencia, a parar su crecimiento o a destruir empleo? Algunos lo dijimos, repetíamos que venían tiempos duros y todavía no sabíamos nada de todo esto. Tal vez, esta crisis pueda servir de revulsivo por su profundidad, la anterior, la que ya venía como reflejo de una ineficiente capacidad para generar un nuevo modelo de crecimiento en España, iba a ser larga aunque menos profunda y nadie se hubiera puesto a cambiar nada.
Pero atentos a los datos reales que, a mediados de julio, cuando la temporada de verano se pretendía poner en marcha y que la realidad se dio de bruces contra nuestra economía dependiente del turismo, eran los que sumaban una tasa de paro virtual del 31%, al suponer que 7 millones de personas en España no estaban trabajando (casi 4 millones de parados, 1 millón en ERTE y alrededor de 2 millones de autónomos sin actividad). Esos datos reflejan que en España sólo quedaban a mediados de julio 16 millones de ocupados en activo, donde por cierto 3,25 millones trabajan en el sector público. ¿Porque regreso a datos de julio? Por que es muy probable que sirvan para entender la realidad laboral en septiembre. Lo que no ha pasado en agosto, no pasará ya, lo que no era capaz de reactivar el tejido productivo en julio no logrará hacerlo en octubre y, quien crea que tras seis meses en ERTE o cese de actividad, tiene alguna opción de volver a trabajar, se engaña. Esa empresa es un zombie si sigue cerrada o, si abrió recuperando parcialmente algunos ERTE, a él ya no lo necesita.
Sabemos que hay españoles de bien con apenas cincuenta años que no volverán a trabajar jamás. No hay reciclaje factible y la economía no volverá a buscar dependencias de sectores donde se les ocupaba con sueldos escasos, contratos precarios y fácilmente automatizables. La competencia ya no está en Túnez, Italia, Egipto o Croacia en el ámbito turístico. Ahora, la competencia es un software automatizado que genera ofertas en base a criterios de puro broker. Las tendencias turísticas que nos permitían crecer cada año han cambiado y lo han hecho para siempre. Toca reconvertir el sector y depender de él como máximo un 5 o un 6%, el resto es estimular una economía más diversa. El turismo es el negocio más rentable que hay, cierto, por eso lo quiere todo el mundo: exportas tu producto a gente que se lo gasta en tu casa. Lo puedes hacer una y otra vez y es tremendamente escalable. Pensemos que pasaría si el turismo como lo conocemos no vuelve. ¿Alguien tiene una idea para evitar el cataclismo? Pues eso.
Ideas pocas, pero a los que son responsables de tenerlas se les ocurren cosas tremendamente creativas para manejar los datos y la comunicación de los mismos. Se aprovechan de una baja capacidad para interpretarlos por regla general. Si no fuera así ¿qué hacían las familias españolas (y otras) comprando viviendas como si no hubiera mañana con hipotecas al 120% a 50 años con incrementos de precio interanual de aurora boreal?
Y ahora el gobierno se reúne con las empresas y les pide unidad, esfuerzo y sacrificio. Y las empresas piden que se mantengan los ERTE. Y los sindicatos también. Suena rarísimo cuando todos piden lo mismo. Es normal, empresas y trabajadores saben que si retiran los ERTE muchas de esas empresas no existen. Esperan que el tiempo surta el milagro y lo inevitable no se produzca simplemente ganando tiempo. Pero eso sólo es retrasar el problema para las empresas y, por derivación, para los trabajadores. El propio Banco de España, que suele ser el más certero en sus predicciones y avisos, ya han advertido de que ‘los ERTE solo retrasarán el proceso de destrucción de empleo pues cuando ha pasado ya tanto tiempo, la reestructuración de la empresa es inevitable’. Mantener los ERTE sin límite solo retrasará el problema, pero no lo evitará.
Y ahora algo más, el nuevo mantra. Durante este mes vamos a convivir con un mensaje robusto de que ha empezado la ‘recuperación’. El modo con el que van a sujetar esa afirmación será el ‘crecimiento del PIB intertrimestral’. Ya lo indicó la AIReF, que rondará el 15%, y lo ajustó la ministra Calviño en un 10%. Es tremendo como medios y dirigentes políticos son incapaces de retorcer eso y darle el verdadero significado. Se emite que vamos a crecer en el tercer trimestre y se acabó. Y, sin ser falso, no es exactamente así. Me explicaré.
El PIB lo calcula trimestralmente el Instituto Nacional de Estadística sumando el consumo, la inversión, el gasto público y las exportaciones menos las importaciones y se ajusta por inflación con una cosa llamada 'deflactor del PIB'. Si comparamos el PIB de un trimestre con el anterior, obtenemos crecimiento intertrimestral. Si comparamos el PIB de un trimestre con el del mismo trimestre de hace 12 meses obtenemos el crecimiento interanual. Cuando el PIB intertrimestral mejora tras una caída abrupta, no quiere decir que sea positivo, sino que es menos negativo.
Como dicen, todo apunta a que el tercer trimestre del 2020 quizá tengamos crecimiento del 10% sobre el dato del trimestre anterior, en el que la caída fue de un 18,5% sobre la caída del primero que ya cayó un 5%. Es pura aritmética. No es un rebote, es la activación de la economía que estuvo parada y congelada. Para entenderlo, metáfora:
1. Estábamos en la Planta Tercera de un edificio
2. En el primer trimestre bajamos a la Planta Baja.
3. En el segundo caímos al Sótano Quinto
4. En el tercer trimestre subiremos al Sótano Segundo
Atendiendo a esta metáfora y vinculándola a la versión oficial, hemos subido tres plantas pero si aplicamos el tipo interanual seguimos en pleno sótano.
El dato de crecimiento interanual del PIB trimestral es la suma de los crecimientos intertrimestrales de 4 trimestres. Pero esto no es el crecimiento del PIB anual, es sólo el crecimiento del PIB del trimestre comparado con el del mismo trimestre de hace un año. Esta cifra tiene 'jet lag' con respecto al crecimiento intertrimestral. Por ejemplo, llevamos dos trimestres con crecimiento intertrimestral negativo (-5% + -18,5%), pero la cifra de crecimiento interanual podemos estar en -11% aproximadamente aunque en el cuarto trimestre sea plano si no se reactiva algo más la economía o, incluso negativo, si empiezan los despidos masivos.
Pero lo grave, lo absolutamente importante, no es una cifra u otra. El drama es la afectación en la economía real y que medidas se van a adoptar en paralelo para solucionar o amortiguar el impacto más severo de la crisis que viene. El asunto tratará, y no parece que nadie esté pensando de manera seria en esto, de como atajar la sangría de desempleo inminente. Algo que sólo se puede lograr con empleo ineficiente, de escaso valor, subvencionado e innecesario. Una especie de Plan E laboral. El reto reside en cómo equilibrar el escudo social con la modernización y digitalización del modelo productivo cuyas soluciones pasan por diseñar y ejecutar una estrategia macro y microeconómica destinada a paliar los efectos inmediatos de la crisis y propiciar la recuperación basada en la iniciativa privada y apoyándola.
Pero no quiero quedarme sólo en el análisis crítico. Quisiera ofrecer, al menos, algunas ideas que pudieran ser potenciales modos para salir adecuadamente de la crisis. Entre esas medidas antepongo una de tipo fiscal. La necesidad urgente de reducir los costes fiscales, regulatorios y sociales de las empresas, así como proporcionar a las solventes la liquidez suficiente para evitar su bancarrota. Para ello, mientras el déficit y la deuda aguanten, sería muy efectivo aplicar una reducción de los impuestos y de las cotizaciones empresariales a la seguridad social en lugar de aplazamiento transitorios de la factura tributaria como se está haciendo. Retrasar sólo estimula el ahorro y la no inversión. La reducción dinamiza el gasto.
Es obligatorio mantener empresas que puedan generar empleo a medio plazo. Como sea. Sólo esas. Seguir disfrazando a otras que no van a sobrevivir exige un coste que bien podría invertirse en éstas otras que se están ahogando. Es cuestión de focalizar adecuadamente. El dinero público no es infinito, ya lo sabemos. Es evidente que reducir impuestos genera una disminución adicional de la recaudación y un alza del déficit inmediato, pero ayuda a sobrevivir a empresas con incentivos adecuados para reactivar la economía.
Otro camino para solucionar el desastre tiene que ver en cómo se transita desde un modelo económico en cierre a otro más innovador. Eso no es sencillo ni rápido. Sabemos que el mayor problema va a ser el empleo, con una destrucción masiva y creciente durante 2021, por lo que no es factible esperar a que el cambio de modelo de crecimiento más tecnológico y de alto valor se genere de un modo veloz. No podemos esperar años y por eso se debe eliminar toda fricción posible a la hora de contratar. Es esencial eliminar todos los impuestos a la contratación. En Irlanda, por ejemplo, el empleo perdido en un mes se recupera entre en máximo un trimestre, en España, de media, hablamos de más de un año y tiene mucho que ver con el coste que supone contratar. En tiempos de escasa oferta laboral, complicar la demanda es suicida.
Otra solución es la de estimular la inversión externa. Habrá inversión, no lo dudemos, la economía se mueve siempre pero el dinero va hacia donde se le trata bien o se le deja cierta libertad. No es factible esperar años para recibir permisos de inversión en España. Se deben eliminar todas las barreras burocráticas para atraer toda la inversión posible. Esto no es fácil, pero es una tarea pendiente que se podría acometer ahora de una vez. Tiene componentes de modelo económico, de mercado y de sentido político, pero no hay otra. Sin dinero externo privado no vamos a salir rápido. La lección de 2008 es que salir tarde, es salir peor.
Más soluciones. Recortar lo público o, al menos, hacerlo más eficiente. Aplica al gasto para modernizar y transformar digitalmente la economía que debe pasar por la conversión de un sector público digital, más barato, ágil, moderno, eficiente y tecnológico. Y, hablando de eficiencia, no estaría de más que, tras todas las palabras habituales de ‘ayudas a las empresas’ se entendiera bien a quién se pretende ayudar y cuál es el destino final del crecimiento de esas empresas. Ayudar a empresas tradicionales es lógico y necesario. Ofrecer créditos tradicionales a empresas tipo startups, tecnológicas o Pymes innovadoras cuyo ADN es muy distinto, no sirve de nada. Funcionan de manera distinta.
En resumen, las soluciones son muchas y muy complejas. Las directrices desde mi punto de vista tienen que ver en el tránsito entre un modelo u otro sin dañar empresas, manteniendo protección social y, sobretodo, no incrementar el coste y el volumen de empresas o modelos económicos que no tienen ningún tipo de encaje en un tejido productivo con futuro y moderno. En ese sentido no nos podemos permitir que, tras esta crisis, no queden empresas que pensaban fabricar el futuro. Muchas están sufriendo por la dificultad que supone alcanzar las líneas de liquidez. El 97% de las empresas de España son microempresas, y de ellas, la mayor parte de empresas muy innovadoras con apuestas de futuro tecnológico que requieren tiempo para materializar sus proyectos, no tienen acceso a esos préstamos porque no tienen activos mobiliarios o estaban en pérdidas en 2019.
Problemas y soluciones, dan para un trabajo más extenso. Es normal, pues los problemas no se acabarán nunca, pero las soluciones, tampoco.
De robots éticos a personas éticas con robots
“Un robot ha presidido nuestra cena de fin de año”. Con este pensamiento concluyeron los comensales una Nochevieja de 1884. Habían sido invitados por William J. Hammer, antiguo ayudante de laboratorio de Edison, a una amena y sorprendente “cena eléctrica”. En la sala donde se celebró la velada, Hammer aparejó una gran mesa alargada, sobre la cual dispuso cuidadosamente un “electrificante” menú, compuesto, entre otras delicias, por “tostada eléctrica”, “pastel de telégrafo”, “pastel de teléfono” o “limonada incandescente”.
“Un robot ha presidido nuestra cena de fin de año”. Con este pensamiento concluyeron los comensales una Nochevieja de 1884. Habían sido invitados por William J. Hammer, antiguo ayudante de laboratorio de Edison, a una amena y sorprendente “cena eléctrica”. En la sala donde se celebró la velada, Hammer aparejó una gran mesa alargada, sobre la cual dispuso cuidadosamente un “electrificante” menú, compuesto, entre otras delicias, por “tostada eléctrica”, “pastel de telégrafo”, “pastel de teléfono” o “limonada incandescente”.
La mesa estaba presidida en su extremo por un autómata llamado Júpiter. A las 12 en punto de aquella noche, la luz se apagó y distintos elementos de la sala se fueron encendiendo. Entre fogonazos eléctricos, el pastel de telégrafo comenzó a emitir mensajes y la limonada incandescente se iluminó; Júpiter levantó su copa y empezó a beber, sus ojos brillaron con un verde intenso, su nariz enrojeció, en su pecho brillaron luces diamantinas y con voz profunda y jocosa empezó a gritar: ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz año nuevo! Al finalizar la velada los invitados de Hammer partieron con la inquietante sensación de haber vivido acontecimientos con medio siglo de antelación.
Hoy en día esta “cena eléctrica” y el propio robot Júpiter no tienen misterio para nosotros. Todo ese aparato eléctrico no era más que un conjunto de artilugios electromecánicos operados por Hammer mediante una serie de interruptores controlados desde un cuadro de mandos que descansaba en su regazo. Júpiter era capaz de hablar porque disponía de un fonógrafo ubicado en el interior de su cuerpo, accionado también por Hammer. Todo el invento estaba alimentado por unas baterías colocadas debajo de la mesa. ¿Podemos afirmar que era un sistema inteligente?
Depende de lo que entendamos por inteligencia y de lo que incluyamos dentro del sistema. De manera simplificada podemos asimilar por inteligencia la capacidad de pensar y actuar de manera racional como un ser humano. Si por sistema consideramos solo al autómata Júpiter, no podemos decir que exista comportamiento racional, pues todo él estaba accionado por Hammer. Por el contrario, si por sistema entendemos todo lo anterior junto al propio señor Hammer, entonces no tendremos duda en admitir que estamos delante de un sistema inteligente (considerando al señor Hammer racional, a pesar de su locura de cena).
El autómata Júpiter es un rudimento aproximado pero válido de lo que hoy entendemos por inteligencia artificial. ¡Qué dislate!, se podrá pensar. Júpiter no tomaba decisiones. La inteligencia artificial actual tampoco; sus decisiones están condicionadas por un software desarrollado por unas personas. La confusión viene de creer que la inteligencia artificial es autónoma y nos ilusionamos hablando de vehículos de conducción autónoma.
Sin embargo, en estos vehículos, quien se encuentra al volante es un, o una, ingeniero, a quien no conocemos, que toma sus decisiones sobre qué interruptor activar para, por ejemplo, en caso de accidente salvar a éste o aquél. En lugar de vehículos de conducción autónoma deberíamos llamarlos vehículos de conducción desconocida. Al menos en la “cena electrificante”, Hammer estaba en la mesa con sus invitados y estos le conocían.
La inteligencia artificial solo simula autonomía. Un sistema inteligente ajusta sus acciones según el entorno para conseguir un objetivo dado. Este ajuste lo realiza en un proceso de prueba y error llamado “aprendizaje”, el cual, junto con sus acciones de adaptación al entorno, simulan una ilusión de autonomía.
Una ilusión, pues tan solo es el resultado de un software que le hace actuar según la intención de su desarrollador, de igual manera que Júpiter se movía según sus piezas mecánicas activadas por Hammer. La inteligencia artificial no es un sujeto, sino un objeto sujeto a un software.
Dado que un sistema de inteligencia artificial está sujeto a un software, deberemos crear un software ético. Pero ¿con qué ética? Y, si encontramos una ética adecuada, ¿será ésta computable?
Con la primera pregunta llevamos 2 500 años y no hemos llegado a una solución concluyente. Una agrupación, que no la única, de los tipos de éticas que se han sucedido a lo largo de la historia divide a éstas en dos categorías: éticas teleológicas (o de las consecuencias) y éticas deontológicas (o de los principios).
Las éticas teleológicas determinan que una acción es correcta en función de su resultado o consecuencia. Así para Aristóteles, una acción es buena si consigue la felicidad; o para los utilitaristas, si se consigue el mayor bienestar para el mayor número.
Ahora bien, ¿obtener el mayor bien para muchos es lo que se debe hacer? Con esta pregunta entran en juego las éticas deontológicas, donde lo correcto viene determinado por el cumplimiento del deber, con independencia de sus consecuencias.
En un principio, ambas éticas pueden ser computables. Las más sencillas de programar serían las deontológicas. Bastaría con incluir estos imperativos categóricos como órdenes expresas para que el sistema inteligente realice u omita una acción. Pero, ¿qué mandato programamos? ¿Sería universal o puede depender del usuario? Si queremos cumplir con una ética teleológica, el sistema debería hacer una predicción sobre las consecuencias de sus actos, para lo cual tendría que plantearse varias acciones posibles y hacer un cálculo estadístico y predictivo de la probabilidad de bondad o beneficio de cada consecuencia, actuando entonces con la acción de beneficio probable más alto. Esto reduce la ética a un cálculo matemático. Entonces, ¿cómo calculamos la bondad o beneficio de una acción? ¿Es la ética una cuestión de estadística? Si finalmente no sucede el beneficio más probable, ¿quién responde?
Afortunadamente hay una posible solución a este círculo filosófico entre las éticas deontológicas y las teleológicas. La solución está en la llamada ética aplicada, que consiste en circular entre la ética de principios y la ética de las consecuencias con la mediación de las virtudes.
Para Aristóteles, la virtud consiste en realizar bien su función. Así, un ser humano virtuoso sería aquel que realiza bien su función ¿Y cuál es mi función como ser humano? Entramos de nuevo en siglos de debate. Actualmente hablamos de virtud en el sentido de la excelencia en la persona que busca un comportamiento moral, es decir, que busca la vida buena. En palabras de Alasdair MacIntyre, la vida buena para el hombre es la vida dedicada a buscar la vida buena para el hombre, y las virtudes nos capacitan para entender más y mejor lo que es la vida buena para el hombre.
De todas estas cuestiones filosóficas extraemos dos conclusiones relevantes para una computación de la ética. Primero, que esto mismo resulta complicado. Un código ético computable debería tener éticas deontológicas, éticas teleológicas y virtudes: las dos primeras podrían ser computables, como hemos visto, pero veo complejo cómo convertir la virtud en un algoritmo.
Por consiguiente, y esta es la segunda conclusión, la única salida para disponer de un sistema inteligente ético no es tanto computar un código ético, cuestión ardua, sino considerar al ser humano dentro de dicho sistema —como el sistema formado por el autómata Júpiter y su hacedor Hammer, donde la ética de Júpiter es la ética de Hammer—. De esta manera, tener una inteligencia artificial ética es tener seres humanos que buscan ser mejores personas usando la inteligencia artificial mediante la ética aplicada.
La ética aplicada intenta resolver problemas éticos de actividades humanas concretas. En este sentido ha sido el modelo para crear marcos éticos como la bioética, ética de la economía o ética de las profesiones. Siguiendo a Adela Cortina, proponemos usar la ética aplicada mediante este método circular —llamado hermenéutico— entre la ética de los principios y la ética de las consecuencias, con una mediación de las virtudes, de la siguiente forma:
Determinar el fin específico —o bien interno— por el que cobra sentido y legitimidad social la inteligencia artificial.
Esclarecer los medios que usa la inteligencia artificial para producir dicho bien en la sociedad.
Indagar qué virtudes, valores y principios debemos incorporar para alcanzar ese bien interno, dentro de una moral cívica de la sociedad en la que se inscribe y mediante lo que se llama la ética del discurso.
Dejar la toma de decisión en manos de los afectados, los cuales, con asesoría y con datos precisos y claros, puedan ponderar las consecuencias, sirviéndose de criterios tomados de distintas éticas —una de ellas podría ser la utilitarista—.
Por tanto, la ética en la inteligencia artificial no es cuestión —solo— de emitir códigos de buenas prácticas por parte de las organizaciones (códigos deontológicos), sino de profundizar en cuál es el fin específico de la inteligencia artificial, qué virtudes queremos desarrollar para conseguir tales fines y cuáles son sus consecuencias. Sobre este último punto todavía necesitamos más investigación. Para los dos primeros, lanzo una propuesta inicial:
La inteligencia artificial es una herramienta, como lo es una palanca o un martillo, por tanto, su fin es aumentar las capacidades del ser humano; el fin de la inteligencia artificial es ayudar al ser humano.
Para conseguir este fin, una de las virtudes que debemos aplicar es la autonomía, que consiste en obedecer a esa parte de cada uno que es libre porque está sujeta a la razón. Así, un sistema inteligente dejaría de ser ético si usurpa dicha autonomía y evita que nosotros tomemos decisiones. Puede sonar algo brusco, pero la decisión de atropellar a alguien o estrellar el coche debe seguir siendo nuestra, porque eso es una decisión del ámbito de la ética y la ética es algo específicamente humano. Para tomar la decisión correcta tenemos la ética aplicada.
En la cena de fin de año de 1884 hubo un sistema inteligente formado por el autómata Júpiter y por Hammer, un ser humano autónomo. Esta idea nunca debemos perderla.
La versión original de este artículo aparece en el número 114 de la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
Juan Ignacio Rouyet, University Lecturer, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
¿Qué pasará con la economía 'contactless'?
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Cuando todo cambia, el que cambia no gana siempre, pero el que no cambia casi siempre pierde. Supongo que estás pensando, me parece muy bien pero ¿qué hago yo con mi pequeña empresa? ¿qué hago si soy autónomo? ¿cómo le digo a mi jefe que tiene que innovar ahora más que cuando las cosas iban bien? Cuando todo va mal, lo va para muchos. La mayoría deja de invertir. Es momento de adelantarles. Con precaución, con estrategia, pero es tiempo de acelerar. Lo veo cada día. Entre nuestros clientes, algunos han decidido detenerse por completo, otros reducir velocidad y, unos pocos, han empezado a acelerar y a plantear modelos de innovación. Éstos últimos, ya empiezan a tener resultados muy esperanzadores. No sabemos en gran medida como va a ser esa Nueva Normalidad, pero se puede empezar a interpretar. En una economía en caída, en retroceso, donde se venda menos, deberá ser más certero en las ventas y eficiente en los procesos. Para eso hay una llave maestra: la transformación digital.
Y si estás pensando que mejor esperar, lo respeto pero no comparto que deba ser por mucho tiempo. El movimiento es lo correcto. Moverse es experimento. Es riesgo, pero es oportunidad. Evita el riesgo extremo, vaciar la caja a una sola apuesta o a contratar perfiles que no sabes si van a ser útiles en el medio plazo. Innova con tu conocimiento, con la experiencia. Aparta un fragmento del presupuesto de emergencia, para innovar. Hazlo sin abandonar tu negocio actual. En la medida que el mundo se vaya equilibrando, parte de lo que vendías hace unos meses, volverás a venderlo. Tal vez menos, pero seguirá siendo parte de tu negocio. Mientras llega, paraliza lo no rentable, lo que no se vende. Intenta conocer a tu cliente, el que tenías, el que tienes y el que tendrás. Averigua qué compra y el motivo. Utiliza tecnología para lograrlo. Ejecuta un plan. Solicítalo si no sabes como hacerlo. Trabaja en equipo, busca la colaboración.
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Reducción del 80% viajes internacionales y gasto turístico y un aumento considerable del turismo interior. Preparemos la plataformas para ello.
Aumento del comercio electrónico. Han aumentado las entregas: lo entregado en 8 semanas equivale a lo entregado en 10 años. El que no venda por la red perderá clientes.
No habrá recuperación en V o U ni asimétrica ni nada. En Europa se paliarán las pérdidas con la deuda y el impacto económico será más atenuado, pero hay 4 años por delante de duros ajustes. Aumentará todo lo que tienen que ver con las aplicaciones y los modelos de negocio de la economía circular.
Aumento del comercio de proximidad. En la cadena agroalimentaria será clave. Las tiendas de productos de proximidad y las ventas por internet crecerán. Todas.
El hogar se re-configura como la nueva cafetería, restaurante, centro de ocio y entretenimiento. Allí se concentrará el entretenimiento y la televisión en múltiples dispositivos y será clave el streaming.
El teletrabajo ha aumentado exponencialmente. Se ha multiplicado por 30 el uso del teletrabajo en 6 meses. Las videoconferencias son la clave pero hay que diferenciar entre teletrabajar y trabajar desde casa. El uso de Zoom se ha multiplicado por 30. Teams le sigue en segundo lugar.
En Telemedicina el aumento de citas virtuales se ha multiplicado por 20 durante la crisis sanitaria. El seguimiento online del paciente será una tendencia creciente. Las apps moviles y conectadas a todo tipo de dispositivos serán claves
Respecto a educación y formación, más de 250 millones de estudiantes en todo el planeta fueron el mayor experimento de formación a distancia de la historia. Será necesaria una revisión de los modelos para una vuelta a las aulas con otro modelo híbrido, presencial y virtual. Es interesante saber que el 35% del contenido en Netflix ya se usa en educación.
Los eventos tendrán que adaptar su oferta. Todos los grandes eventos han migrado a plataformas tecnológicas online y aunque volverán los eventos estamos ante una nueva configuración de la capacidad híbrida de éstos.
Los pagos online con tarjeta y contactless han experimentado un fuerte crecimiento y posiblemente el dinero en metálico comience a tener un uso minoritario. No obstante vamos hacía un pago totalmente digital sin contacto y vinculado a bancos digitales y ofertas en criptomonedas probablemente.
Recuerda que la sociedad contactless no consistirá en que llevemos mascarilla todo el día. Tampoco que nuestra privacidad se vea comprometida por culpa de apps que nos digan si estamos contagiados o no. Y por descontado, no pasearemos a expensas de que un robot nos avise si no respetamos la distancia de seguridad. En un tiempo, todo volverá a ser como era, solo habrán cambiado aspectos metodológicos o tecnológicos. Pero hay algo que sí debemos tener en cuenta: quien está dispuesto a adaptarse al cambio, por muy acelerado que sea, tiene muchas posibilidades de ganar.
Transhumanismo, humanismo, posthumanismo y singularidad tecnológica
Aún puede parecer pronto para sacar conclusiones filosóficas de la pandemia –ya decía Hegel que la lechuza de Minerva emprende el vuelo al anochecer–, pero nunca está de más obligarse a la reflexión para intentar traducir el presente en conceptos. La irrupción del coronavirus ha puesto en evidencia, entre otras cosas, la volatilidad, inconsistencia y falta de solidez de algunos de los discursos dominantes.
Aún puede parecer pronto para sacar conclusiones filosóficas de la pandemia –ya decía Hegel que la lechuza de Minerva emprende el vuelo al anochecer–, pero nunca está de más obligarse a la reflexión para intentar traducir el presente en conceptos. La irrupción del coronavirus ha puesto en evidencia, entre otras cosas, la volatilidad, inconsistencia y falta de solidez de algunos de los discursos dominantes.
Por supuesto, esos discursos eran igualmente endebles hace unos meses. Pero ahora, ante la certeza de una realidad tan categórica y contundente como la pandemia, ¿seguirán gozando del mismo prestigio social, mediático e incluso académico? ¿Continuarán defendiendo algunos científicos sociales que todo es cultural y no hay nada biológico en el ser humano? ¿Seguirá la moda antiespecista negando la existencia del género humano? ¿Insistirá el poshumanismo en anunciar la inminente singularidad tecnológica que dará lugar a la superación del hombre, panacea mitológica que acabará con las enfermedades, el envejecimiento y la muerte?
Hasta hace dos días estábamos a punto de celebrar la inmortalidad cibernética y ahora estamos sucumbiendo en todo el globo –la más letal de las globalizaciones– por un virus. Nos hemos dado de bruces con la cruda realidad. En expresión orteguiana, el hombre es un ser indigente, vulnerable, menesteroso, y la vida humana es drama, problema, aventura, riesgo constante, radical contingencia e incertidumbre sustancial.
Profecías poshumanas
Ensalzado como un movimiento cultural, intelectual y científico que propone la mejora constante de las capacidades físicas, genéticas y cognitivas de la especie humana mediante los avances tecnológicos, el poshumanismo se ha convertido en los últimos años en la nueva religión de los tecnófilos, aunque el invento no sea tan reciente.
Al menos desde que el biólogo Julian Huxley acuñara el término para designar la manera en que la humanidad puede trascenderse a sí misma, el transhumanismo postula que el ser humano conseguirá ir eliminando los aspectos nocivos que le condicionan –la enfermedad, el dolor, el envejecimiento, la muerte– hasta el punto de que se produzca un cambio en la misma naturaleza o condición humana, que ya no será la misma. De ahí la pertinencia de los prefijos trans- o pos-: el transhumanismo correspondería al periodo de transición de las personas, las tecnologías, los estilos de vida y las visiones del mundo a esa pronosticada condición poshumana.
Imbuido de este pensamiento futurista y mesiánico que confunde la tecnofilia con la ciencia ficción, uno de los adalides del transhumanismo más visibles y mediáticos, el ingeniero de Google Ray Kurzweil, pronostica la próxima venida de un gran acontecimiento, denominado “singularidad tecnológica”.
Kurzweil vaticina que dicho acontenicimiento tendrá lugar cuando el desarrollo de la inteligencia artificial y de las tecnologías NBIC (nanotecología, biotecnología, tecnología de la información y ciencia cognitiva) alcance tal nivel de sofistificación que se produzca una fusión entre la tecnología y la inteligencia humana, dando lugar a una especie de ser natural-artificial de “potencialidades aún inimaginables”.
Una de las consecuencias de este proceso sería la superación de la condición biológica y la indiferenciación o eliminación de las fronteras entre lo humano y lo tecnológico, lo natural y lo artificial. El poshumanismo se suma de esta forma a los sucesivos anuncios de la muerte del hombre, cuya acta de defunción trató de redactar Michel Foucault en las páginas finales de Las palabras y las cosas, y se incorpora al omnímodo post-ismo que ha sido norma, costumbre y género de referencia en las ciencias sociales de las últimas décadas
El ser poshumano, convertido en cíborg o ser biónico, estaría dotado de nuevas capacidades físicas y cognitivas gracias a los implantes o chips integrados, mientras que paradójicamente las máquinas y ordenadores lograrían replicar la amplia gama de funcionalidades y matices de la inteligencia humana.
Según Marvin Minsky –maestro de Kurzweil–, “la nanotecnología permitirá crear cuerpos y cerebros de repuesto. Entonces viviremos más, poseeremos mayor sabiduría y gozaremos de facultades inimaginadas”. Y Hans Moravec ha tratado de imaginar cómo se podría separar lo mental-espiritual de lo material-biológico para transferirlo a un soporte material computacional más eficiente y duradero.
Algunos transhumanistas incluyen también la muerte como uno de esos pequeños inconvenientes del que el ser poshumano habrá conseguido liberarse. Quizá una de las secuelas más dañinas del poshumanismo, y una de las que más hay que luchar por erradicar en el ámbito de las ideas, ha sido su obsesión por evidenciar la incompatibilidad entre el desarrollo tecnológico y la asunción de lo humano –incluida su inherente mortalidad–, dejando el camino expedito para que los tecnófobos más recalcitrantes entonen sus jeremiadas.
El ser humano asediado
En su polémica conferencia Normas para el parque humano, Peter Sloterdijk defendía las bondades de la ingeniería genética como un camino posible, y plausible, para la mejora del ser humano mediante la “selección prenatal” y la posterior “domesticación y cría” del “animal humano”. Afirmaba el filósofo alemán que el ser humano tiene que aprender no solo a convivir con las máquinas y la tecnología sino también a integrarse con ellas, desterrando la interpretación moderna del mundo en términos de sujeto-objeto.
No es casual que Sloterdijk utilizara dentro de este contexto de la antropotecnología un léxico que, atribuido al ser humano, lo ponía en pie de igualdad con el resto de los animales: “domesticación”, “cría”, “doma”, “animal-hombre”, “zoológico humano”, etcétera. A partir de la identificación entre educación y domesticación, Sloterdijk podía proponer la selección y cría de los humanos mediante instrumentos biotecnológicos en sustitución de la tradicional –y, según él, fracasada– educación humanista.
Ya Nietzsche había apuntado en varios pasajes de su obra esa capacidad de domesticación y amansamiento de los hombres por los propios hombres a través de la educación, la religión y la moral. El pasaje sobre la “virtud empequeñecedora” del Así habló Zaratustra lo formulaba nítidamente: “Virtud es para ellos lo que vuelve modesto y manso; con ello han convertido al lobo en perro, y al hombre mismo en el mejor animal doméstico del hombre”. Hay cierta similitud estructural entre el concepto nietzscheano de educación y la idea transhumanista de mejora.
Tampoco nos parece casual o anecdótica la coincidencia en los últimos años de ese planteamiento poshumanista radical –que trata de borrar las fronteras entre lo tecnológico y lo humano– con un movimiento global de defensa de ideas antiespecistas –que trata de borrar las fronteras entre lo animal y lo humano—-.
Estamos asistiendo, pues, a un asedio de la concepción del ser humano tanto por arriba como por abajo: es decir, tanto desde los sueños utópicos/distópicos que postulan un perfeccionamiento infinito de la condición transhumana a través de los avances tecnológicos, como desde la defensa a ultranza de los derechos de los animales al precio de un repudio sin ambages de la singularidad humana –de su valor intrínseco, de su estatuto especial y, en definitiva, de su dignidad–.
Tanto el posumanismo, bajo la supuesta pretensión bienintencionada de mejorar las capacidades humanas y acabar con nuestras deficiencias naturales mediante la tecnología, como el animalismo o antiespecismo, bajo la supuesta pretensión bienintencionada de extender la compasión al resto de los animales y propiciar una suerte de vuelta a la naturaleza, encubren una posible dimensión letal para el ser humano al poner en jaque su propia dignidad y dejarlo al albur de la manipulación biotecnológica, en prosecución de intereses más o menos confesables o como mero instrumento de eventuales planificaciones políticas totalitarias.
Ahora bien, ante la nueva realidad de la pandemia que nos azota, ¿dónde queda la credibilidad de esos discursos?
Es normal que ante una situación tan extrema y novedosa como la que vivimos tengamos una sensación de antes y después radical, de cambio de época sin remisión, aunque todavía no sepamos muy bien cómo ni hacia dónde.
Si en los últimos quince años hemos asistido casi a diario a un “acontecimiento histórico único” –eso decían, al menos, los reporteros en los informativos–, ¿cómo no vamos a experimentar ahora una sensación de que el mundo está cambiando para siempre? Si el 11-S puso en evidencia la inconsistencia e inoperancia de las filosofías posmodernas –aunque algunos sigan fingiendo que no se han dado cuenta—–, ¿qué impacto puede ocasionar la pandemia del coronavirus sobre ciertos discursos dominantes?
Ojalá la respuesta sea una vuelta a lo humano, incluida una tecnología humana y humanista que busque el beneficio real de las personas y no absurdas utopías de tipologías fantásticas, más o menos frívolas o insustanciales, nacidas como de un cómic futurista de Silicon Valley. Una tecnología desprovista de arrogancia e infantilismo que recupere la prudencia, humildad y seriedad de su madrina: la ciencia. Pero es demasiado pronto, todavía, para intuir los paraderos del futuro.
_______________La versión original de este artículo aparece en la Revista Telos, de Fundación Telefónica. | Ernesto Baltar, Profesor visitante, Universidad Rey Juan Carlos
El futuro de la conducción será autónoma, pero antes será 100% eléctrica.
En 1895, si querías conducir un vehículo a motor en Londres, debías contratar a un 'red flager’. Su cometido era marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndose delante del mismo. Algo que, por cierto, anuló la innovación en el mundo del automóvil durante media década. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes otorgaba el control de la conducción a los conductores humanos, algo que podía ser un desastre según ellos.
En 1895, si querías conducir un vehículo a motor en Londres, debías contratar a un 'red flager’. Su cometido era marcar la velocidad máxima a la que podía circular un vehículo a motor poniéndose delante del mismo. Algo que, por cierto, anuló la innovación en el mundo del automóvil durante media década. Por aquel entonces la gente se mostraba muy preocupada porque la retirada de los caballos de los carruajes otorgaba el control de la conducción a los conductores humanos, algo que podía ser un desastre según ellos.
Ahora la innovación en el sector automovilístico tiene mucho que ver con la conducción autónoma, pero también con el desarrollo de coches 100% eléctricos. Si por aquel entonces se temía dejar el control de un carro con motor a un ser humano, ahora la conducción autónoma también recibe una precaución similar. Se considera que dejar en manos de un cerebro sintético el control de la conducción es algo, que de momento, se tiene que regular y controlar. No obstante, el caso de la conducción de coches eléctricos vive en un escenario distinto pero con condicionantes que ha ido complicando su despliegue.
Ahora bien, algunos muros se van derribando. En un informe, el banco de inversiones UBS asegura que la fabricación de coches eléctricos costará lo mismo que los modelos dotados con motor de combustión interna en el cercano 2024. Algo que el estudio indica podría acelerar la transición de muchas marcas a la vista de que el futuro está mucho más cerca de lo estimado hasta ahora.
Según ese informe, el coste adicional de fabricar coches eléctricos a batería frente a sus equivalentes con motor diésel o gasolina se reducirá a solo 1.600 euros en menos de dos años. A partir de ahí, los costes de producción bajarán de tal forma que en 2024 esta diferencia habrá desaparecido por completo. Un hito clave que permitirá acelerar todavía más la transición hacia los sistemas eléctricos. Sin embargo, esa diferencia empieza a ser algo residual en muchos modelos desde ya mismo.
Esto es imparable y además se está acelerando. La denominada ‘sociedad contactless’, derivada de la actual situación sanitaria que vivimos, no ha hecho más que acelerar la transición hacia el coche eléctrico, puesto que el sector de la automoción está inmerso en tres grandes disrupciones impulsadas por la sostenibilidad: el cambio al motor eléctrico, el vehículo compartido y la digitalización. Es cierto que queda mucho por hacer en el terreno de las infraestructuras para nuestros desplazamientos más largos pero eso es algo que también está mejorando rápidamente.
Termino hablando de mi propia experiencia. Conduzco un coche 100% eléctrico, en concreto un Mercedes Benz EQC400. Una maravilla de vehículo que se comporta como un deportivo aun siendo un SUV. Es puro confort y mantiene un rango de autonomía ligeramente superior a los 400Km con una carga completa. Se trata de un ‘cero emisiones’ que precisa de apenas 40 minutos en un cargador ultra rápido o un par de horas en los cargadores rápidos para ponerte en marcha. Otro día hablaremos de la diferencia entre la red de cargadores alemana o francesa y la española. Otro día…
Permíteme una reflexión final. La definición de ‘coger el coche’ y lanzarse a hacer kilómetros, es una experiencia distinta. Con un coche eléctrico eso se hace con algo de previsión que tiene sus ventajas. Por ejemplo, si vas de Madrid a Barcelona, tienes la extraordinaria opción de parar en Zaragoza y disfrutar de la ciudad durante un par de horas, estirar las piernas, comerte unas migas en y retomar la ruta dos horas después con tu coche repleto de ‘combustible cero emisiones’, descansado y sin posibilidad de contaminar el medio ambiente.
Mientras seguimos ocupados con la pandemia, algo inevitable se está desarrollando.
A pesar de la reticencia humana hacia los robots autónomos, alimentada por el miedo a que su implementación a gran escala acabe con el empleo de muchas personas, la realidad es que allí donde hay mayor densidad de máquinas de este tipo también hay una mayor ocupación en términos generales. Es cierto que un alto grado de robotización en sectores específicos puede desencadenar una reconfiguración importante del mercado laboral, pero si comparamos las tasas de desempleo con el grado de robotización por país, vemos que no existe una correlación entre el número de robots implementados y las tasas de desempleo. Eso suele ser porque hay un modelo estratégico de implementación, un estímulo real al cambio orientado a que no sea una agresión. El problema viene cuando eso sucede sin haberlas visto venir. El desastre puede ser monumental. Estamos hablando de algo que va mucho más allá del concepto Transformación Digital, mucho más.
A pesar de la reticencia humana hacia los robots autónomos, alimentada por el miedo a que su implementación a gran escala acabe con el empleo de muchas personas, la realidad es que allí donde hay mayor densidad de máquinas de este tipo también hay una mayor ocupación en términos generales. Es cierto que un alto grado de robotización en sectores específicos puede desencadenar una reconfiguración importante del mercado laboral, pero si comparamos las tasas de desempleo con el grado de robotización por país, vemos que no existe una correlación entre el número de robots implementados y las tasas de desempleo. Eso suele ser porque hay un modelo estratégico de implementación, un estímulo real al cambio orientado a que no sea una agresión. El problema viene cuando eso sucede sin haberlas visto venir. El desastre puede ser monumental. Estamos hablando de algo que va mucho más allá del concepto Transformación Digital, mucho más.
Defiendo el papel relevante de la robótica en el futuro inminente. De hecho no será factible evitarlo por lo que es mejor prepararnos para esa nueva realidad que se avecina. Es más, mientras la crisis sanitaria, económica y social, se desplieguen en toda su magnitud, por debajo, arriba o al lado, da igual, la automatización del mundo, su robotización y la incorporación de la inteligencia artificial se está produciendo sin pausa. Cuándo todo esto se termine, que terminará, el mundo no habrá cambiado hacia la dichosa ‘nueva normalidad’ o por un modelo de relaciones ‘contactless’, ¡no!, descubriremos que el cambio se habrá producido en capas ocultas pero relevantes. El mundo se habrá robotizado mientras estábamos pensando en otras cosas. No prever eso, supondrá una crisis laboral que dejará como si fuera un juego de niños la crisis que se vaticina provocada por los confinamientos y los cierres de sectores económicos que estamos viviendo actualmente en medio planeta.
Es más, hay cosas que están pasando frente a nuestras narices y no nos damos cuenta de lo importantes que son para normalizar y estimular ese proceso de cambio en las relaciones humanos-robots. La inmunidad para actuar en entornos que se han vuelto temporalmente peligrosos para los humanos hace que sea más importante que nunca el aprovechar el potencial de los robots sociales. Es posible que la vía de entrada hacia ese nuevo ecosistema de relaciones humano-robot se produzca a partir de esos robots de tipo social y que, ahí sí, se acelere todo de manera exponencial.
Durante la emergencia sanitaria, los establecimientos comerciales han priorizado la utilización de estos robots para la promoción de medidas de prevención contra el virus. Debido a la emergencia, el miedo a la interacción con los robots sociales se está desvaneciendo ante un frente común: la lucha contra el virus, contra la soledad, por la seguridad y por la investigación. Diversos indicios evidencian también estos cambios a nivel institucional, como la flexibilización de las normas de circulación para robots mensajeros en algunos territorios de China, Reino Unido, Suecia, Corea del Sur o Estados Unidos. Los vehículos autónomos que entregan material sanitario tienen vía libre en muchos lugares donde la norma lo impedía hace muy poco. Drones y vehículos de entrega autónomos se han normalizado en algunos lugares. Incluso hemos visto al famoso ‘Spot’ de Boston Dynamics procurando por la distancia social en un parque de Singapore.
El rol de los robots sociales durante la pandemia ha superado cualquier otro tipo de tecnología o herramienta utilizada para el cuidado físico y mental de las personas o la reducción del riesgo de contagio entre los trabajadores. La demanda de estos robots se ha incrementado produciendo su rápida adopción en respuesta a la crisis, lo que ha potenciado que los beneficios de su implantación se hagan visibles en la sociedad. Una sociedad que poco a poco se está familiarizando con estos robots sociales y entendiendo que están para ayudarnos cuando sea necesario.
En este sentido resulta importante examinar cómo estos robots que están siendo utilizados para paliar los efectos de la pandemia, permiten esa llegada masiva del uso de mecanismos no orgánicos a nuestra vida cotidiana. En esas actividades está la clave de lo que comento. Era este el estimulante, el detonante del que hablaba en mi último libro.
Su normalización se evidencia por su utilidad y esa utilidad los ubica en la normalidad. En breve, si no se hace una previsión de su impacto, el problema será enorme y de difícil digestión. Es el momento de incorporar a las estrategias económicas para afrontar la mayor crisis económica y social que hemos vivido los que tenemos edad de trabajar en el mundo, si es que las hay realmente, un factor que será central: el tránsito hacia la singularidad tecnológica, la quinta revolución industrial y la sustitución por parte de robots y sistemas inteligentes a humanos en tareas determinadas.
Algo que bien podría ser un beneficio enorme para la economía y la sociedad si se hace bien y con previsión, puede convertirse en un escenario trágico y demoledor si se deja a la inercia. Lamentablemente la inercia y el ‘ya veremos’ es una de las habilidades mejor desarrolladas por la casta de inútiles que determinan el camino a recorrer políticamente.
¿Por qué el tomate holandés es más barato que el tomate marroquí?
A diferencia de lo que pudiera parecer, en una época de crisis la mejor respuesta a la misma es automatizar procesos. Los países que más rápido salen de una recesión siempre son los que tienen una composición laboral más tecnológica. Por ejemplo, una de las reivindicaciones del sector agrícola suele ser que los costes salariales les impide vender más barato que otros agricultores de países donde no hay garantías laborales y por eso pagan mucho menos y no hay seguridad social o similar. Es el ejemplo de España criticando que los productos marroquíes sean más económicos y se vendan en mercados europeos.
A diferencia de lo que pudiera parecer, en una época de crisis la mejor respuesta a la misma es automatizar procesos. Los países que más rápido salen de una recesión siempre son los que tienen una composición laboral más tecnológica. Por ejemplo, una de las reivindicaciones del sector agrícola suele ser que los costes salariales les impide vender más barato que otros agricultores de países donde no hay garantías laborales y por eso pagan mucho menos y no hay seguridad social o similar. Es el ejemplo de España criticando que los productos marroquíes sean más económicos y se vendan en mercados europeos.
Sin embargo, aun siendo cierto, es importante saber que, por ejemplo, el precio del tomate más barato de Europa es el holandés. Cuatro veces más económico en su producción que el español, más incluso que el del norte de África. El motivo es que tienen tecnología aplicada y RPAs de última generación. Esto va de #transformaciondigital, de #agricultura40 y de innovación. El empleo del futuro no estará donde no sea eficiente y rentable. Al final se destruye irremediablemente y sólo florece donde sí lo es. Que esta crisis inminente sea una oportunidad dependerá de que consideremos el cambio de modelo productivo de una vez. Todos.
Veamos el caso de Holanda, un país del tamaño de Aragón y que es el segundo exportador de alimentos de Europa. Ahí se producen muchos más tomates y patatas que en nuestro país y, además, usando mucha menos agua. ‘Holanda está en los primeros puestos del ranking europeo de exportaciones de hortalizas y, en la producción y venta al exterior de cebollas, flores y bulbos, ya son los número uno del continente’. El motivo fundamental radica en que la productividad holandesa por hectárea agrícola es 2,5 veces superior a la media europea. Para lograrlo, la tecnología agraria ha sido un factor determinante en el despegue del sector primario holandés, gracias a invernaderos de última generación.
Tengamos en cuenta que Holanda tiene menos horas de luz y hace mucho más frío que en España, pero sus agricultores han sido capaces de producir de forma sostenible y a gran escala frutas, verduras y, sobre todo, flores. Por poner un ejemplo de su eficiencia y productividad, cabe destacar que en el sur de los Países Bajos más de 10.000 hectáreas de cultivos bajo cristal producen más de 1.700.000 toneladas de hortalizas. Otro dato demoledor es el que afirma que la superficie dedicada al tomate tiene una productividad que cuadruplica la media de 20 kilos por metro cuadrado y año de un invernadero español por ejemplo.
¿Como lo logran? Con múltiples aplicaciones tecnológicas que se iniciaron a implementar hace más de una década. Las ayudas públicas a retornar a veinte años sirvieron para modernizar el campo, hacerlo eficiente y amortizar las inversiones derivadas. Tecnología como la difusión de los haces de luz, que aumenta la productividad hasta un 8% desde el minuto cero. La falta de luz ha creado de la necesidad una virtud. En los invernaderos holandeses aplican bombillas LED de más potencia y de menor consumo. Utilizan la inteligencia artificial para medir cada aspecto de esos cultivos y los datos para generar nuevos modelos de explotación ahorrando energía y reduciendo costes.
Electromiografía para determinar con precisión los movimientos de los dedos
Mark Zuckerberg anunció que lanzarán unas gafas de realidad aumentada en 2021, pues creen que esa será la próxima frontera en la tecnología social. Facebook está trabajando con Luxottica para unas gafas inteligentes atractivas bajo la marca Ray-Ban.
De ahí tomarán importancia los controladores basados en la muñeca que usan la electromiografía para determinar con precisión los movimientos de los dedos hasta casi el nivel de 'intención de movimiento', lo que permitirá a los usuarios escribir en un teclado virtual con una precisión de calidad real. Entre otras aplicaciones, esperan que las gafas de realidad aumentada se utilicen para superponer datos de navegación y datos personales relevantes sobre las vistas en vivo de la realidad del usuario, lo que permite a las personas ubicar objetos y destinos sin la necesidad de mirar teléfonos inteligentes u otras soluciones de mapas.
📌 Fuente → https://lnkd.in/g9pH52C
Tutorial sobre el Plan de Recuperación del Gobierno de España.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
Entre los acuerdos estuvo la creación de Next Generation EU. Un programa que pondrá, entre 2021 y 2023, 750.000 millones de euros al servicio de la recuperación y transformación de la economía europea. Su objetivo es apoyar a los Estados y sus reformas, incentivar las inversiones privadas para dinamizar la economía y reforzar los sistemas nacionales de salud. A España le tocaron 140.000 millones. Una pasta. La idea, según lo presentado ayer por el gobierno español, es dar prioridad en el uso de estos recursos a acuerdos internacionales, como la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y programas europeos, como el Pacto Verde Europeo que se traducirán en volcar un 37% de esos recursos a la transición ecológica, un 33% a la transición digital y el resto a cohesionar la sociedad y el territorio y a la igualdad de género.
¿Como te quedas? Pues en realidad estos ejes ya estaban en los programas como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima o la agenda España Digital 2025 que ya se habían presentado y que vivían en la mayor ineficiencia pública conocida. El plan no es más que el resultado de un ‘mix’ de planes ya existentes que buscaban modernizar nuestra economía pero que no lo ha logrado todavía. Una de las explicaciones bien podría estar en la incapacidad para gestionar fondos europeos. La prueba más evidente de esto es que España solo ha ejecutado el 39% de los fondos estructurales, por lo que, cuando estamos a punto de empezar a recibir todo ese dinero que tiene que engrasar el ‘Plan’, aparecen muchas dudas de si vamos a ser capaces de utilizarlos correctamente o con garantías.
De las promesas de creación de empleo y de crecimiento del PIB gracias a estos planes y estos recursos, si acaso no digo nada. Felipe González ya prometió en 1982 la creación de 800.000 puestos de trabajo. Años después lo que había creado eran 800.000 parados más. El mismo expresidente dijo una década más tarde: ‘he aprendido que el empleo no se prometen desde un gobierno pues el empleo lo crean empleadores y empresas’. Pues eso. Y no seré yo quien niegue que, una fuente tan importante de recursos orientados a la modernización del modelo de crecimiento de este país, es algo positivo y que, obviamente, se convierte en una oportunidad única. El problema no radica en las intenciones, el asunto está en la capacidad y en la dimensión exacta de esas transferencias y créditos que vendrán de Europa. Hablamos de un monto que, bien analizado, igual no es suficiente.
Podría no ser suficiente dadas las elevadas previsiones de deuda y déficit (11,3% del PIB en 2020 y del 7,7% en 2021). Veremos como se conjuga la obligación de colocar deuda a niveles inéditos cuando Europa deje de comprarla como si fuera un pozo sin fondo. Eso no durará siempre. Por eso, lo que se haga o no se haga en los próximos tres años repercutirán en los próximos treinta. Y es que hay algunos escollos que se van a presentar y que requerirán de que este gobierno, y los que vengan, se dejen de modelos de comunicación y espectáculos diversos y se centren en la capacidad de gestión. La deuda bruta de las Administraciones Públicas, es decir, los pasivos en circulación a 30 de junio sumaban 1.886.011 millones de euros, el 161% de nuestro PIB que se estima en 1.171.748 millones de euros para este año. De momento lo que sabemos es que este gobierno es buenísimo endeudándose. En seis meses han crecido en 125.000 millones. Si añadimos la deuda de empresas públicas, 38.282 millones, el monto total de la deuda bruta asciende a 1.924.293 millones: 164% del PIB. El remate. El déficit público cosechado hasta 30 de junio se eleva a 61.589 millones de euros, cuando el año 2019 se saldó con un déficit 35.195 millones. Pinta complicado.
Y entonces, ¿va a servir este plan? ¿va a ser capaz de generar un nuevo modelo de crecimiento? ¿es factible crear empleo en sectores verdes y digitales sin afectar al resto del cuerpo laboral? Es posible que sí, pero alguien debería decir que la transición no es neutra. Rediseñar todo un modelo productivo no se hace en tres años ni se puede plantear sin una acción real sobre la educación y la formación. Por eso observo ausencias importantes en este plan que se presentó con tanta modernidad. Hablo de cómo se soporta unas cifras de paro absolutamente brutales que se irán evidenciando cuando los ERTE se conviertan en estructurales. Hablo de la nula referencia a la sostenibilidad de las pensiones. Hablo de cómo se piensa flexibilizar el mercado laboral para que sea atractivo contratar. Hablo de cómo piensan reducir el coste fiscal para las empresas que necesitarán capacidad de inversión y no de pagos impositivos. Hablo de que no aparece nada en ese plan que se refiera a la necesidad de aumentar la dimensión de las empresas que ahora son demasiado pequeñas para ser eficientes y con excesivas barreras para incorporarse a la corriente de la digitalización, la internacionalización o la innovación. Hablo de cómo se piensa adoptar una reforma en profundidad para modernizar el sistema fiscal.
También hablo de que no veo ni una referencia a la economía del dato, del estímulo de la inteligencia artificial, de la dinamización de la investigación tecnológica, de la atracción de empresas innovadoras y tecnológicas de otros países con un plan fiscal que les haga atractivo venir. Y hablo de que el desembolso de las transferencias del fondo de recuperación a España, dependerá de que cumplamos con las reformas y criterios de inversión establecidos y que se refieren en gran medida a ejecutar algunas políticas muy distintas a las que defiende el gobierno actual. Veremos cómo se conjuga esto.
Recordemos, también, que si obviamos las reformas estructurales y fiscales necesarias, las inversiones provenientes del fondo de recuperación no podrán obtener el máximo rendimiento, lo que establecería una mayor desigualdad económica entre el norte y el sur de Europa. Nosotros más deuda y dependencia de Europa y mayor justificación para los ‘frugales’ para no autorizar más transferencias. España no se había recuperado de la crisis de 2008, no hizo los deberes y no parecía importarle hasta marzo pasado que nos explotó todo esto frente a nuestras narices. Por eso, Europa, no tiene tan claro que seamos capaces de implementar todas las condiciones que se nos va a exigir. Por eso incorporaron mecanismos de ‘veto’ a las transferencias y ayudas. Una vez se envíen los proyectos para utilizar esos fondos, se tendrán que autorizar por todos. Ya verás como eso no va a ser tan sencillo, ya verás.
Articular políticas para ayudar a que las empresas inviertan más en innovación de manera más sostenida en el tiempo con resultados positivos es más difícil que crear kilómetros de AVE infrautilizados o aeropuertos que sólo sirven para filmar anuncios publicitarios en sus pistas de aterrizaje. No critico al actual gobierno, eso lo han hecho todos. De un color u otro. La mala previsión estratégica no tiene color. La conveniencia de no hacer reformas cuando todo parece ir bien, no tiene ideología. La clase política no suele arriesgar, no suele ser atrevida y vienen tiempos en los que tocará arriesgar y conquistar el futuro en lugar de esperarlo. De ahí que sería fundamental tomar decisiones duras pero imprescindibles. Es obligatorio saber ya cuantos ERTEs son paro, cuantas empresas sujetas a un ICO son empresas zombies y, cuantos modelos productivos y de crecimiento son factibles ahora mismo de abrazar esa tecnología verde y azul. Si no se hace, partimos de un punto inicial incorrecto, falso y abocado al error.
Estos microrobots son capaces de eliminar las bacterias del agua
Estos microrobots son capaces de eliminar las bacterias del agua. Aunque el cloro u otros agentes consiguen desinfectar el agua en gran medida, algunas bacterias y otros microorganismos son muy resistentes y resultan difíciles de eliminar. Además, en ocasiones los componentes de estos desinfectantes pueden ser perjudiciales para la salud humana.
La investigadora postdoctoral Diana Vilela del Instituto de Bioingeniería de Cataluña trabaja en el desarrollo de pequeños robots que pueden nadar en el agua y limpiar a su paso las bacterias causantes de enfermedades. Estos robots son diseñados como partículas esféricas con dos hemisferios diferenciados. Una cara está hecha con magnesio, que reacciona con el agua para producir burbujas de hidrógeno que propulsan los microbots. La otra cara está formada por capas alternas de hierro y oro cubiertas por nanopartículas de plata. Las bacterias se adhieren al oro y son eliminadas por las nanopartículas de plata.
✔️ +info → https://lnkd.in/gMxiVX6
¿Los informativos televisivos tienen los días contados?
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Cuando la crisis sanitaria pase, que pasará, llegará la crisis económica, que llegará. Pero la recesión derivada de todo cuanto ahora nos está sacudiendo también pasará. Y lo hará en dos frentes. Por un lado superando debates que no volverán, como la digitalización de muchos modelos de negocio y, por otro, recuperando el ritmo de lo que ya se preveía inevitable pero que la pandemia dejó en segundo plano. Hablo de la robotización, la automatización y la sustitución laboral en múltiples aspectos de la economía.
Lo relevante será quién lo tuvo en cuenta durante este tránsito y quién no. Aquellos que planteen mantener su hoja de ruta para modernizar, automatizar e incorporar la inteligencia artificial en sus relaciones comerciales, en sus procesos, en su generación de modelos de negocio y en, especialmente, estimular la formación de los equipos humanos para trabajar en un mundo nuevo, robótico, automático, sacarán la ventaja que en cada crisis unos pocos logran. Voy a poner un ejemplo que ocupa uno de los sectores aparentemente, y hasta hace muy poco, nadie consideraba amenazado laboralmente por los avances tecnológicos.
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Fran Unsworth dijo que el boletín ‘News at Ten’ podría sobrevivir pero que seguramente el ‘News at Six’ u otros no. De hecho dijo que ‘el periodismo televisivo seguirá existiendo debido al poder de las imágenes para contar una historia, pero no necesariamente será recibido en el formato que tiene actualmente’. Desde su punto de vista todo ‘estará en el espacio digital y exigirá que se piense de otro modo, en otra dirección’.
Cuando ITN creó el primer boletín de noticias de media hora del Reino Unido en 1967, solo se encargó durante 13 semanas, porque los jefes temían que los espectadores lo encontraran demasiado aburrido. El Six O'Clock News de la BBC tenía, en ese momento, menos de 10 minutos de duración, mientras que el Nine O'Clock News tenía 15. Cincuenta y tres años después, los cuatro principales boletines de noticias diarios de la BBC son en este momento los programas más vistos en BBC One. Pero las cosas pueden cambiar rápidamente, algo que se puede trasladar a cualquier país, a cualquier sociedad. Digital News Report de Reuters señaló que el número de personas que sintonizan las noticias de televisión ha comenzado a disminuir de forma importante. Durante muchos años, el 75-80% de las personas veían regularmente un boletín de televisión, pero en enero de 2020 dijo que había caído al 55%. Aunque la crisis sanitaria lo ha ralentizado, la derivada es inevitable.
Probablemente siempre habrá una audiencia para un resumen diario de los informes de noticias de televisión, pero el mundo digital ofrece muchas opciones nuevas para presentar las noticias con mayor profundidad y claridad. La narración visual no está desapareciendo, está pasando por un momento extraordinario de innovación y transformación. El boletín de televisión tradicional con sus rígidas fórmulas de narración será para un número cada vez menor de personas, pero la pregunta es si los que hoy tienen entre 20 y 30 años desarrollarán ese hábito en años. Sospecho que no.
El asunto es más profundo. La televisión en sí misma es lo que ha dejado de interesar a muchos jóvenes y no tan jóvenes. El formato, el modo en el que se consume esa televisión es lo relevante. El contenido se ha convertido en el principal factor diferenciador, mientras que las tecnologías como la distribución, la búsqueda y la recomendación están utilizando los datos y la inteligencia artificial cada vez mejor. Las plataformas digitales se han convertido en meros canales de distribución, focalizadas únicamente en los aspectos técnicos de la entrega. El modelo de negocio de las empresas digitales ha cambiado ya que los consumidores no pagan por una plataforma específica, sino directamente por su contenido preferido.
En este escenario, los canales tradicionales han logrado con éxito su transformación digital y han asegurado una posición fuerte en el ecosistema de TV y vídeo. Los canales han evolucionado hacia plataformas digitales, estableciendo relaciones directas con los clientes y entregando contenido bajo demanda. Han incorporado nuevos servicios como la publicidad dirigida y las funciones de recomendación, que anteriormente estaban dominadas por las empresas de plataformas digitales. En el mercado coexisten las plataformas digitales, que desarrollan contenidos globales, y los canales tradicionales, centradas en el contenido local. Pero deberán mantener su reinvención. Nada es gratis.
Tengo claro que en el futuro, ver la televisión será una experiencia diferente para cada usuario y cada quien disfrutará de contenido distinto. Cada aventura televisiva será única donde la televisión tradicional y el contenido digital en vídeo se combinarán y se adaptarán a cada espectador con recomendaciones personalizadas creadas mediante tecnología de aprendizaje automático y opciones sociales para que la vida de los usuarios forme parte de sus experiencias.
La casa del futuro según la imaginaban en 1987
En 1987 me escribí una carta a mí mismo que tenía que abrirla 30 años después. Lo hice, lo que viví y sentí lo describo en un libro y en un post. Abajo os lo enlazo. Un ejercicio interesante. No acerté ni una, era muy joven tal vez y leía demasiada ciencia ficción, pero hay personas que son capaces de deducir el futuro de manera ajustada.
Este clip del programa de la BBC "Tomorrow's World" se emitió en 1989 y tenía algunas predicciones sorprendentemente muy precisas sobre cómo sería la tecnología en nuestros hogares hoy. Una especie de 'smarthome' vista desde entonces. El programa tuvo expertos que revelaron sus predicciones para el futuro de los hogares británicos en 2020. Luces que se encenderían y apagarían automáticamente al caminar. Hoy a eso le llamamos #domótica o similar. Lo más divertido es ver como muestran las órdenes controladas por voz como Amazon Echo y Google Home.
Post 'una carta al futuro' → https://lnkd.in/gWrcutG
La importancia de 'RadarCovid' para convivir con el virus
Es evidente que el plan previsto para afrontar una segunda batalla contra la pandemia del Covid19 es la de convivir con el virus. Es más que evidente que nadie se plantea tomar medidas como las que vivimos en la pasada primavera pase lo que pase. Se van a establecer ‘acciones quirúrgicas’ a partir de confinamientos selectivos y cierres puntuales de algunas actividades económicas o sociales. Podría ser una buena idea. Al fin y al cabo, disponemos de una capacidad tecnológica inmensamente superior a la que tuvieron nuestros antepasados en otras crisis de este tipo.
Es evidente que el plan previsto para afrontar una segunda batalla contra la pandemia del Covid19 es la de convivir con el virus. Es más que evidente que nadie se plantea tomar medidas como las que vivimos en la pasada primavera pase lo que pase. Se van a establecer ‘acciones quirúrgicas’ a partir de confinamientos selectivos y cierres puntuales de algunas actividades económicas o sociales. Podría ser una buena idea. Al fin y al cabo, disponemos de una capacidad tecnológica inmensamente superior a la que tuvieron nuestros antepasados en otras crisis de este tipo.
En concreto, a diferencia de las catástrofes sanitarias medievales o de principios del siglo pasado, ahora tenemos la capacidad de saber la temperatura de cualquier persona a tiempo real, de cruzar sus datos con la de otras variables y, por supuesto, la de utilizar aplicaciones tecnológicas que nos aporten de manera pro activa donde está el potencial contagio. Así lo han hecho en algunos países, así debería ser en el resto. Pero, la realidad a veces se queda lejos de las expectativas.
En España, tras muchos meses hablando de ello, tenemos una aplicación llamada Radar Covid. Tenemos pero no tenemos. Aunque ha costado un dineral para ser lo que es, que se ha pasado de una prueba piloto de algo que ya estaba más que pilotada en algunos lugares del mundo y de que, finalmente te la puedes descargar, resulta que ahora depende de que las comunidades autónomas les venga bien implementarla. Tranquilos, no hay prisa. A fecha de hoy son ya siete comunidades las que lo han hecho.
Novedades en #RadarCOVID:
— S.E. Digitalización e Inteligencia Artificial (@SEDIAgob) August 24, 2020
📍 Baleares ha completado el proceso técnico necesario y el sistema ya está plenamente operativo
Ya son siete las CCAA en las que la app está en marcha https://t.co/yv8Q3ppaPF
Un tipo de aplicación que algunos países han tenido que obviar por la falta de penetración social mientras que otros pueden alardear de que son un éxito notable. En este segundo caso destaca Irlanda. La aplicación de Irlanda tiene una de las mejores tasas de adopción del mundo: el 37% de la población descargó la aplicación en su primera semana y su aparente éxito nos da las claves de que debemos de hacer el resto para que un desarrollo tecnológico como este sirva para algo más que para montar una campaña publicitaria de lo modernos que somos.
Tengamos en cuenta que, si como he dicho antes, la idea es convivir con el virus, más vale que adoptemos todas las opciones disponibles para atajar cadenas de contagio, reduzcamos las exposiciones de asintomáticos y generemos el menor caos económico posible. Para ello el tiempo es crucial y seguir asistiendo a esta merienda ridícula sobre que comunidad tiene o no tiene implementada la aplicación es deplorable. Además, una aplicación de una sencillez extrema que ha precisado meses de trabajo, pruebas y ventoleras, ahora se suma como la gran esperanza ‘tech’ contra el bicho.
En todo caso, dejando de lado el retraso y la fiesta burocrática, veamos que hay que tener en cuenta para que, por lo menos, nos amortigüe la hostia santa que nos vamos a dar en otoño. Hablamos de temas técnicos, matemáticos y sociológicos. Por un lado hablamos de lograr que un buen número de personas la utilicen. No deben ser todos, pero sí debe haber una tasa mínima.
Otra clave será la de coordinar la aplicación con el rastreo manual y humano. La aplicación de Irlanda se adapta perfectamente a su programa de rastreo manual que es igualmente importante para mantener a raya al coronavirus. Por lo tanto, ¿cómo vamos de rastreadores? En cuanto se ponga en marcha el aparatito se van a precisar centenares o miles de nuevos rastreadores que puedan hacer frente al seguimiento de todas las cadenas que surjan. El paralelismo con el asunto de las mascarillas es innegable. Mientras no había stock de mascarillas no fueron obligatorias. Mientras no hay garantía de que va a haber rastreadores humanos suficientes no hay aplicación.
"Solo de la última semana hay miles de positivos a los que no se les ha llamado. No sabemos cómo se han contagiado, dónde, a quién han podido contagiar. Hemos perdido el control de la pandemia", resume una epidemióloga de la comunidad de Madrid https://t.co/rj2PX0G5bp
— EL PAÍS (@el_pais) August 24, 2020
Más claves. Disponer del código en abierto para que la comunidad realmente sepa hasta que punto se está respetando su privacidad y su seguridad es clave. No basta con decirlo, hay que demostrarlo. Mientras exista una sola duda, habrá alguien que no se la descargará por ese motivo. En Irlanda, los equipos de desarrollo adoptaron un enfoque colaborativo y cooperativo, trabajando en múltiples agencias y empresas, todos enfocándose en un solo objetivo por el que todos podrían trabajar. Igual esto ayudó a que fuera un éxito desde el principio.
¿Que hemos aprendido de la primera y apocalíptica ola? A veces parece que poco y ante la aparente segunda tanda (o rebrote de la primera) el uso de tecnología sigue siendo una asignatura pendiente. El ministerio de economía y transformación digital y la secretaría de estado de inteligencia artificial permanecen como una anécdota en todo este cruce de sucesos. Podríamos esperar mucha más tecnología, agilidad y modelos inteligentes y todo lo que tenemos son fallos en la tramitación de expedientes de la administración, errores en el seguimiento de datos y una aplicación de una sencillez absoluta como factor estrella.
Ni teníamos el mejor sistema sanitario del mundo (cómo mucho teníamos a los mejores sanitarios del mundo), ni el turismo era un modelo de crecimiento robusto, ni la innovación es el paisaje de nuestra economía. Así nos va. ¿Donde están los modelos matemáticos que muchos científicos están pidiendo? Y es que es evidente que, tal y como ha nacido Radar Covid, no va a significar un antes y un después en la lucha contra la pandemia. En cualquier caso, nos dirán que es la leche y que va muy bien. Algo parecido al discurso oficial sobre que ‘lo peor ya ha pasado’ y tal. Pero la realidad pesa como el plomo. Si no es muy usada, fracasará. Si se usa mucho colapsará el sistema de rastreadores tal y como ahora lo tenemos dispuesto.
En todo caso, descárgatela aquí o aquí. Yo la tengo y sigo pendiente de cuando me digan que ya funciona en todo el territorio. La app utiliza un protocolo Bluetooth de bajo consumo que aprovecha una API de Apple y Google. Así, si una persona confirma que ha sido diagnosticada con COVID-19 en la aplicación, el sistema enviará automáticamente una alarma a los potenciales contactos de riesgo, fuesen conocidos o simplemente personas con las que te has cruzado por la calle o donde sea. Dicen que el 15 de septiembre ya funcionará en todas partes. No hay prisa.
La ley no escrita de la proporcionalidad entre éxito de un producto y el tiempo de expectativa sobre la opción de utilizarlo, dice que si pides descargarte una aplicación que no se va a poder utilizar hasta un mes después, la apatía se generaliza. Apatía y borrado de la aplicación van juntos en este caso. Radar Covid no se ha podido poner en marcha al 100% porque las competencias sanitarias están transferidas a cada comunidad y estas tenían que establecer un circuito para notificar el positivo.
Sinceramente creo que no es culpa ni del Ministerio de Economía, ni de la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial. Estoy seguro que han hecho lo que han podido. Se han enfrentado a una amalgama de trámites, aprobaciones y cortinas para encargar a alguien que la hiciera. Luego, estoy seguro, la puesta en marcha del proyecto tuvo que gustarle muy poco a Sanidad, que siempre ha mostrado cierto escepticismo ante este tipo de soluciones de rastreo.
No puedo ni imaginarme como debió ser la conversación entre los responsables epidemiológicos, algunos ministros, asesores medios, ayudantes de asesores, responsables de validación, analistas de procesos públicos, verificadores de analistas, responsables de comunicación, coordinadores de verificadores y los gestores del proyecto. Tuvo que ser como pasarte una hora viendo videos de TikTok sin parar y sin beber. Lo dicho, descárgatela y así el 15 de septiembre ya lo tienes hecho. Si la idea es convivir con el virus, se nos tienen que ofrecer todas las herramientas posibles y lo antes posible para que esa convivencia sea factible y no un desastre monumental.
¿Qué aplauden exactamente? La primera etapa del optimismo es el realismo.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El asunto no es si comparativamente hemos llegado a lo más profundo. Eso ni de lejos se ha producido. El mercado laboral esta intervenido, la liquidez a las empresas se ha estimulado con préstamos y el pago de tributos se ha aplazado sin intereses durante un tiempo. De ahí que las impresiones de tipo inmediato son, en la comparación también inmediata, hasta favorables. Pero nada más lejos de la realidad objetiva y científica. El desastre en economía, por lo menos no en los países con ciertos amortiguadores casi automáticos que se disponen en momentos de quiebra, suelen retrasarse unos años. Lo vimos en la anterior crisis, la inmobiliaria y financiera. El sistema mundial se desplomaba en 2008 pero hasta bien entrado el 2010 no lo vimos reflejado en la economía real. Los datos indicaban estabilización, una pequeña recesión o, incluso, una recuperación que se llamó ‘brotes verdes’. Después vino el diluvio universal.
Ahora todo es distinto, en su génesis y en su embrión, pero no en sus efectos. Afecta a otros sectores, especialmente a otro motor, el turístico, pero derivará a toda la economía. Primero, los elementos estabilizadores que se pusieron en marcha aumentando el gasto y prometiendo alcanzar una deuda impagable, disfrazan la realidad. Incluso, no lo dudes, a finales de este mismo año alguien hablará de ‘nuevos brotes verdes’. De hecho una ministra que optaba a presidir la comisión europea, con una formación excelente y un alto grado de perspectiva en materia económica, ha llegado a decir que ‘lo peor ya ha pasado y que se inicia la recuperación’. Eso ni es cierto, ni puede serlo.
Lo peor vendrá en dos oleadas. Una cuando el mercado laboral deje de estar dopado y otro cuando venzan los créditos públicos que se han ido otorgando a empresas con dificultades de liquidez. Si me apuras hay otra tercera oleada que será más sutil. Las prórrogas tributarias y los retrasos concedidos a los pagos se irán actualizando y cumpliendo. Cuando eso pase, todo a la vez, el agujero será de tal calibre que cabrá toda la economía productiva española y, potencialmente, la de algunos países de nuestro entorno.
España ha ido decreciendo en innovación, en inversión tecnológica y en aportar presupuesto en cambiar un modelo de crecimiento que supone demasiada dependencia. Nadie podía esperar lo que nos ha pasado, o sí, pero lo cierto es que estamos en un muy mal puesto de salida. En la ‘pole position’ están muchos por delante. Desde el final de la parrilla vemos al resto. Rugen sus motores. El nuestro sigue parado y en manos de un ERTE.
El escudo social era y es imprescindible pero no puede dirigirse todo en ese sentido. Se debe equilibrar o lo pagaremos muy caro. Esto no va de tener que devolver las ayudas europeas, ya se verá, tampoco de aguantar la presión social gracias a subvenciones y rentas básicas, tampoco se tratará de aplanar la curva de datos negativos en lo económico o de interpretar una recuperación económica cuando los cocientes sean algo favorables. El problema es otro. Esto va de cómo vamos a quedar al final de esto. En que puesto de la parrilla estaremos al terminar. En 2023 la cosa podría rozar una potencial igualdad de producto interior bruto. Podría ser. No obstante, más que nunca, será el momento de detectar si ese PIB surge de lo mismo de siempre o de un escenario más moderno y tecnológico, menos dependiente de ciclos y menos frágil cuando se produce una crisis.
Cualquiera que sea tu opinión sobre el impacto de la automatización en la mano de obra, podemos estar de acuerdo en que el trabajo futuro requerirá un análisis profundo de en que vamos a ocupar a todo el mundo. Una sociedad que alcanzará la cuarta edad cada vez con mayor intensidad y número, un planeta tecnológico y competitivo, un modelo exportador distinto donde el producto quedará sustituido por el servicio y donde el capital deflacionará en beneficio del valor de las cosas y no de su coste de producción, ese mundo, será otro y será pronto.
¿Qué hay pensado? ¿Quién está al volante? ¿Qué podemos hacer los empresarios y los trabajadores? ¿Cómo pensar en el futuro a medio si mi presente y futuro inmediato pinta gris marengo? Tengo la impresión que no hay mucho pensado, que quien dirige esto o quién pretende dirigirlo algún día no lo están pensando y que lo que podemos hacer nosotros tiene que ver con un nuevo modo cultural de entender las crisis. Tengamos en cuenta que la crisis no se irá por mucho que lo digan los noticiarios o una ministra. No se irá, se instalará por tiempo. Tengamos en cuenta que la nueva normalidad no era lo que describió el presidente del gobierno en base a unas normas y protocolos de seguridad en el día a día, no, era otra cosa. La nueva normalidad no era más que la aceptación de paradas técnicas de la economía, de la incertidumbre y de la fragilidad. La nueva normalidad no es teletrabajar, es convertir el teletrabajo en un modelo de rescate laboral y de seguridad en lo imprevisible.
Verás en los próximos meses como el cierre de comercios, locales de ocio, restaurantes y hoteles se generalizará. Después, por pura deriva y de ‘vasos comunicantes’, se irán clausurando empresas de servicios, despachos profesionales, autónomos que dejarán de estar en alta y despidos masivos. Llegaremos a cifras inéditas. Y en todo ese desastre, a lo lejos, quedará una luz brillante indicando el camino. El inevitable camino. La modernización de una economía que ahora depende de la mano de obra mal pagada y temporal y de un consumo ineficiente e ineficaz. Una luz indicando que la economía de un país debe ser diversa y su estructura de crecimiento no puede depender de ningún sector más allá del 5 o 6%. Para eso hay que reflexionar, rápido, y ejecutar un plan que no sólo puede ser un ‘escudo social’. Esa trampa nos lleva al desastre.
El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’.
Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata. Confío en que vamos a ponernos en marcha, pero no confío en quienes dicen que nos van a ayudar a hacerlo. Por lo menos no puedo confiar mientras el discurso se disfraza, los datos se manipulan y a todo se le pone un cenefa de aplausos. No hay demasiado tiempo. Una vez pase medio año, el punto de no retorno se habrá alcanzado. Lo hagamos en los próximos cinco meses, afectará a los próximos quince. Esto no irá de recuperar nada, se tratará de reinciarlo todo. Para ello hay que reventar violentamente la burbuja de protección publicitada lo antes posible y descubrir el desastre bíblico al que nos enfrentamos.
Como consultor de empresas, en cada plan de modernización que ahora estamos desarrollando, incorporamos la realidad económica, la ineficiencia política y la interpretación tecnológica. Al final, todo va a depender de empresas, autónomos, directivos y emprendedores. El resto serán palos o ruedas, ya veremos.
Cuándo todo cambia, el que cambia casi siempre gana y el que no cambia, siempre pierde.
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’
Todo es cierto, es real que una crisis, por enorme que sea, puede convertirse en un punto de inflexión y se puede aprovechar su intensidad para tomar un impulso distinto y hacia otra dirección. Una dirección mejor. Pero para que eso suceda hay que hacer algo, algo que va más allá de la capacidad de las personas, de las empresas, de los proyectos. Es imprescindible que se planteen políticas activas que permitan esa reactivación, reinvención e innovación. Penalizando la tecnología o presionando sobre la recuperación del empleo de menor valor añadido, peor pagado y dependiente de los ciclos positivos no se logra. Seguir conjugando el verbo ‘reconstruir’ no vamos a mejorar nada, no vamos a aprovechar esta oportunidad histórica y la vamos a convertir en una nueva y más profunda recesión. Lo peor es que, a los países que no interpreten este momento adecuadamente, la historia los juzgará obligándolos a descender de categoría.
El verbo no es ‘reconstruir’, el que debemos conjugar es el de ‘reiniciar’. El sistema operativo no podemos cambiarlo, como mucho actualizarlo. El software sigue siendo el mismo, pero en nuestro computador existen cadenas rotas, archivos que ralentizan nuestro sistema y, múltiples fotografías repetidas. Si lo reiniciamos es factible construir algo nuevo y no rehacer lo que ya no iba bien o no iba a ser competitivo en el futuro. No hacerlo es como si tuviéramos una copia de seguridad, un backup de lo que funcionaba, para volver a instalarlo sobre las cenizas de esta gigantesca crisis.
Y es muy sencillo entender lo que viene. De hecho tenemos la hoja de ruta redactada. Se trata de lo que iba a pasar en cinco años, en diez, que ahora pasará en cinco meses, en un año. La robotización de todo se ha iniciado a una velocidad que pocos detectan. La automatización de casi todo acelera. Mientras tanto unos siguen pensando que hay que recuperar el empleo en suspensión a medio plazo, otros están definiendo el futuro de un modo muy distinto. Los países que han estructurado un escudo social dependiente de ERTEs (Expedientes de regulación de empleo temporal) o por el Ingreso Mínimo Vital, no están pensando en una economía futura más tecnológica, más eficiente y competitiva. El motivo es claro y respetable: primero demos empleo, que la gente pueda vivir, luego ya veremos.
El problema radica en lo que supone hibernar el empleo, intervenir el mercado laboral con un artilugio administrativo como los ERTEs, que estaba pensado para utilizarse durante 15 días, perpetuado en el tiempo. Manteniendo este recurso la herida no hace más que crecer. No se está presionando al tejido productivo y empresarial para que se adapte a la economía del futuro inmediato, una economía de escaso contacto, más estrecha. Los patrones de demanda de los ciudadanos van a cambiar y el tejido de producción económico deben cambiar también, no hay otra. De ahí que mantener esta intervención tan radical de la economía en muchos países lo único que hace es, desde lo público un desgaste de deuda brutal, y desde lo privado, un retraso evidente de actualización de negocios. Ambos efectos son muy tóxicos y de no retorno.
Las empresas deben asumir que van a vender menos. Sin embargo, vendiendo menos se puede ganar más, pero para ello hay que ponerse ya en marcha. Hay que detectar las oportunidades, identificar los procesos y acelerar la transformación digital. No la de Zoom y Whatsapp, hablo de la transformación digital de verdad. Los negocios de hace unos meses que eran exitosos, hoy pueden ser obsoletos, irrealizables e invendibles. Mantener este tránsito anestesiado por la ‘crisis’ lo rompe todo. Si la economía no se adapta a lo que viene, si las empresas no tienen presión para hacerlo y los trabajadores no sienten la urgente necesidad de entender un nuevo mercado, esto se va a convertir en el mayor lodazal que hayamos visto cuantos estamos vivos.
Un ejemplo entendible. Si esta crisis se estuviera produciendo en otro momento y por otro motivo, habría un tipo de fabricante y de un producto determinado que estaría frotándose las manos. Históricamente, cuando se avecina una crisis económica se disparan las ventas de pintalabios de color rojo. Hay múltiples teorías al respecto, pero parece ser que tiene mucho que ver con una instintiva reacción de contención del gasto. Parece ser que en el caso de las usuarias de este tipo de complemento, en momentos de recesión, deciden suprimir de sus compras productos más caros como zapatos o ropa y lo sustituyen por algo más accesible que responda al mismo motivo estético. Un pintalabios no sustituye a unas botas, pero si funcionan con un objetivo similar. El color rojo, además, según algunos fabricantes responde a su versatibilidad y precio como la mejor opción. Pero esta vez no va a ser así. Resulta que ese producto recurso en épocas de crisis, no puede ser el sustitutivo de nada en tiempos en los que su efecto queda bajo una mascarilla de seguridad sanitaria. De ahí que las ventas de pintalabios se ha desplomado en todo el mundo. Los gigantes de la cosmética se han visto sorprendidos por una recomendación u orden, según el caso y país, de llevar mascarilla.
Por eso, en países con el mercado laboral intervenido, a los fabricantes de pintalabios no se les ejerce presión sobre su modelo laboral, productivo y organizativo. Nadie puede garantizar que el mercado volverá a ser el mismo en el futuro. Esperar a que eso suceda no ayuda. Esperar nunca ayuda. El cloroformo es muy tóxico en economía. Es preciso que la presión laboral se produzca sobre las empresas y la presión empresarial sobre las administraciones. En Dinamarca las ayudas no fueron destinadas a los trabajadores, fueron a las empresas que tuvieron que diferirlas a cubrir los sueldos de los trabajadores en empresas que sufrían la parada de la economía. El resultado es una urgencia por poner en marcha la innovación y los modelos de producción tecnológica. Donde no hay presión no hay innovación.
Para terminar. El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’. Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata.
En la economía 'contactless' la única opción es innovar
El futuro no se espera, se debe conquistar. Algo que obviamente no es fácil pero que en un momento como el que vivimos se convierte en un debate de perspectivas. Si decides invertir, arriesgas en el peor momento posible, si decides esperar tal vez en un tiempo no puedas vender lo que hasta ahora había sido rentable. Además, según un estudio realizado por Innovation Leader, a más de 750 empresas, solo el 24% ha realizado inversiones para innovar en los últimos tres meses y así afrontar la crisis que vivimos de un modo más agresivo. La mayoría había dudado, en lugar de realizar experimentos más pequeños o recortar costos en un esfuerzo por proteger su negocio principal y capear la tormenta inicial.
El futuro no se espera, se debe conquistar. Algo que obviamente no es fácil pero que en un momento como el que vivimos se convierte en un debate de perspectivas. Si decides invertir, arriesgas en el peor momento posible, si decides esperar tal vez en un tiempo no puedas vender lo que hasta ahora había sido rentable. Además, según un estudio realizado por Innovation Leader, a más de 750 empresas, solo el 24% ha realizado inversiones para innovar en los últimos tres meses y así afrontar la crisis que vivimos de un modo más agresivo. La mayoría había dudado, en lugar de realizar experimentos más pequeños o recortar costos en un esfuerzo por proteger su negocio principal y capear la tormenta inicial.
Las crisis deben ser una gran oportunidad para innovar. No hay otra en la mayoría de los casos, aunque también puede ser un lugar siniestro donde cueste ver por donde hacerlo. Dependerá de la actitud del tejido industrial, de la capacidad de estimular el acceso a la tecnología y de la hoja de ruta que marcan los gobiernos. El problema, el más grave, es que en base a las decisiones y desafíos que se asuman, un país entero, una empresa o un trabajador, pueden quedarse relegados a un vagón del que sea difícil salir en el futuro. Por el contrario, una planificación innovadora, un modelo de inversión en transformación digital y una estructura fiscal y de ayudas públicas, puede convertir el peor de los escenarios en uno de crecimiento a medio plazo. Lo que se haga en los próximos cinco meses determinará los próximos cinco años.
Es muy complicado, pero en otras crisis otros lo lograron. Hay quien asegura ya quién podría ser el ganador de la crisis actual. Algunos gobiernos están tomando decisiones que comprometen gastos estructurales y dejan poco margen a la inversión tecnológica mañana. Es normal que se quiera salvaguardar el estado del bienestar y sus amortiguadores, pero se está castigando el tejido productivo de una manera brutal en los últimos meses. Hablo de muchos países europeos. Mantener los expedientes de regulación temporal de empleo impide entender la verdadera dimensión del problema a nivel laboral y productivo y, además, retrasa la necesidad de las empresas a ajustarse a la realidad al no tener la presión salarial. Esta crisis, inédita, de proporciones bíblicas, se va a llevar por delante mucho de lo construido, mal, en los últimos años. De ahí que no es tiempo de esperar, es tiempo de actuar. Es momento de revoluciones, públicas, empresariales e íntimas.
Tal vez, lo más inteligente sea esperar, observar y actuar. Ninguna de las tres fases debe ralentizarse. Esperar a ver las objeciones fiscales y tributarias que nos vamos a encontrar cuando se tenga que pagar la fiesta de las ayudas públicas, observar en que se traduce eso de la Nueva Normalidad y que negocios van a ser potencialmente rentables y, finalmente, actuar en base a eso, probando, abaratando los costes de la prueba y error con ejercicios digitales y tecnológicos que lo permitan ¿Que sabemos sobre el modo en el que las empresas están afrontando la necesidad de modificar procesos, contacto con sus clientes, metodologías y modelos de negocio? ¿Cómo están afrontando la llamada economía ‘contactless’? ¿Que están haciendo para capear las limitaciones de la ‘low touch economy’?
Pues según la encuesta que he nombrado al principio desarrollada por Innovation Leader a Pymes especialmente europeas, el 60% de las empresas analizadas mantienen las ofertas comerciales existentes a través de optimizaciones incrementales, el 23% está asumiendo riesgos para proyectos a largo plazo y el 17% se dirige hacia proyectos que, aunque se basan en el largo plazo, sean en realidad planes de transformación. Para ello, el 75% ha decidido probar con el diseño de un nuevo producto o servicio, el 52% se ha aventurado en un nuevo mercado o segmento de clientes y el 45% ha intentado ambas cosas a la vez. Cuanto más pequeña es la empresa, mayor es, curiosamente, la tendencia a esta última de diseñar cosas nuevas, para mercados nuevos. A esto se la llama, en realidad, innovación disruptiva.
La innovación disruptiva era algo que explicamos en consultorías o talleres, es un modelo de mejora que decide enfocar nuevos productos en nuevos mercados. Eso es mucho más que la conocida como innovación incremental, la que intenta innovar para vender lo mismo a nuevos mercados o vender cosas nuevas al mercado de siempre. Vemos así, que las crisis, y esta va a ser la más profunda que vayamos a vivir probablemente en nuestra vida, tienen un punto de contacto inmenso con la disrupción. Disrupción tecnológica, social, política y cultural. Todo tiene que ver.
Veamos que han hecho algunas empresas durante la fase más dura de confinamiento. Hay empresas ayudan a inspirar en ese sentido. Pepsico es una de ellas. Cuando el bloqueo llegó a sus mercados clave, el equipo de PepsiCo decidió aprovechar el hecho de que las personas tendrían que comer en casa durante un período prolongado. En menos de un mes, desarrollaron dos nuevas plataformas directas al consumidor: Pantryshop.com y Snacks.com. En la primera los consumidores pueden solicitar paquetes especializados de las marcas más vendidas de PepsiCo, y la segunda es una tienda electrónica de bocadillos. Tal cual. No es reinventar la rueda, pero sí es completamente distinto a lo que hacían justo el día antes de decretarse la pandemia.
Hay más ejemplos. Con el transporte aéreo bloqueado globalmente, Emirates se enfrentó a la posibilidad, incluso, de tener que declararse en quiebra. En cambio, decidieron poner en marcha rápidamente el modelo vinculado a ‘cargo’ y ofrecer prácticamente sólo vuelos de transporte de mercancías. Este movimiento proporcionó un flujo de ingresos adicional cuando la empresa más lo necesitaba. Nuevo cliente, nuevo producto.
Incluso, hay ejemplos de cómo se puede ganar más ahora que no puedes llevar a cabo tu negocio de siempre. El ejemplo son los eventos multitudinarios. Si manejas bien tu marca y aplicas tecnología adecuada, puedes convertir un problema en una virtud. Puesto que hay un temor enorme a como van a sobrevivir los grandes eventos, algunos se lanzaron a organizarlos de modo abierto y gratuito. Puede estar bien, pero otros optaron por darle valor a su trabajo y a su esfuerzo y no diferenciar uno de otro. El cambio sería de precio, pero no de concepto. Entre ellos hay uno que destaca, Tomorrowland. Ante la imposibilidad de poner en marcha el festival como cada año, decidieron convertirlo en uno virtual de 2 días. Curiosamente, esto les ha permitido algo que antes no podían hacer. Vender entradas sin fin. Este festival belga siempre colgaba el cartel de ‘entradas agotadas’, pero eso ahora no es así. Han podido reducir el precio de entrada accediendo a un nuevo target, con un nuevo producto, virtual. El efecto es innovación disruptiva y un mayor beneficio.
Muchos piensan que como sus empresas son muy pequeñas estos ejemplos no sirven. Pero la realidad es que las empresas más pequeñas tienen una virtud y un defecto en este sentido. Pueden modificar sus negocios de un modo más veloz, pero tienen menos capacidad de maniobra debido a las estructuras económicas de menor importe. Ejemplos, los hay. Emicontrols, una empresa dedicada a los cañones de nieve se quedó sin negocio de la noche a la mañana. No se quedó esperando a la próxima temporada invernal. Decidió apuntar a un mercado completamente diferente modificando su producto para la desinfección de grandes espacios abiertos. Funciona genial.
Existen más ejemplos. Negocios capaces de modificar un servicio de hostelería para convertirlo en uno de ayuda digital para aprender a cocinar, peluquerías que han creado plataformas modestas de relación con sus clientes para el asesoramiento estético y muchos otros. No se trata de acometer el momento más duro con soluciones de urgencia, sino que esas innovaciones podrían bien ser modelos de negocio futuras. Una tienda de comestibles que ha decidido abrir un canal online por WhatsApp puede estar creando, sin saberlo, una comunidad de clientes a subscripción. Dependerá de que cambio cultural está dispuesto a aceptar en el futuro medio.
Supongo que sigues pensando, ¿y que hago yo con mi Pyme? ¿Que hago si soy autónomo? ¿Cómo le digo a mi jefe que tiene que innovar ahora más que cuando las cosas iban bien? Cuando todo va mal, lo va para muchos. La mayoría deja de invertir. Es momento de adelantarles. Con precaución, con estrategia, pero es tiempo de acelerar. Lo veo cada día. Entre nuestros clientes, algunos han decidido detenerse por completo, otros reducir velocidad y, unos pocos, han empezado a acelerar y a plantear modelos de innovación. Éstos últimos, ya empiezan a tener resultados muy esperanzadores. No sabemos en gran medida como va a ser esa Nueva Normalidad, pero se puede empezar a interpretar. En una economía en caída, en retroceso, donde se venda menos, deberá ser más certero en las ventas y eficiente en los procesos. Para eso hay una llave maestra: la transformación digital.
Y si estás pensando que mejor esperar, lo respeto pero no comparto que deba ser por mucho tiempo. El movimiento es lo correcto. Moverse es experimento. Es riesgo, pero es oportunidad. Evita el riesgo extremo, vaciar la caja a una sola apuesta o a contratar perfiles que no sabes si van a ser útiles en el medio plazo. Innova con tu conocimiento, con la experiencia. Aparta un fragmento del presupuesto de emergencia, para innovar. Hazlo sin abandonar tu negocio actual. En la medida que el mundo se vaya equilibrando, parte de lo que vendías hace unos meses, volverás a venderlo. Tal vez menos, pero seguirá siendo parte de tu negocio. Mientras llega, paraliza lo no rentable, lo que no se vende. Intenta conocer a tu cliente, el que tenías, el que tienes y el que tendrás. Averigua qué compra y el motivo. Utiliza tecnología para lograrlo. Ejecuta un plan. Solicítalo si no sabes como hacerlo. Trabaja en equipo, busca la colaboración.
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? ¿No vas a formarte? Cuando todo cambia, el que cambia no gana siempre, pero el que no cambia casi siempre pierde.
Mejor 'Reiniciar' que 'Reconstruir' en la 'Nueva Normalidad'
El pasado 5 de febrero publiqué un artículo titulado ‘Invertir en innovación cuándo las vacas gordas se ponen a dieta ’ en el que explicaba la cruda realidad de la innovación y la inversión en desarrollo tecnológico en la que estábamos por aquel entonces. Nadie hablaba de ‘nueva normalidad’ por aquel entonces. Pero, aunque cueste acordarse, el punto de partida que teníamos ya era malo. Ahora hablamos de reconstruir, de volver a poner en marcha o de meriendas diversas, pero la realidad es que el punto de partida no es el mejor lugar.
El pasado 5 de febrero publiqué un artículo titulado ‘Invertir en innovación cuándo las vacas gordas se ponen a dieta’ en el que explicaba la cruda realidad de la innovación y la inversión en desarrollo tecnológico en la que estábamos por aquel entonces. Nadie hablaba de ‘nueva normalidad’ por aquel entonces. Pero, aunque cueste acordarse, el punto de partida que teníamos ya era malo. Ahora hablamos de reconstruir, de volver a poner en marcha o de meriendas diversas, pero la realidad es que el punto de partida no es el mejor lugar.
Por aquel entonces sabíamos que España, algo trasladable a todos los países latinoamericanos, invertía mucho menos en industria 4.0 que los países de nuestro entorno. En concreto, 23 veces menos. Y ahora estamos ante el mayor desafío económico al que nos hemos enfrentado los que estamos en edad de pagar impuestos. Los datos son terribles. Cuando termine la crisis del coronavirus, el déficit estructural de España superará ampliamente los 30.000 millones de euros. Esta cuantía es superior a la recaudación anual del impuesto sobre sociedades y un 50% superior a toda la recaudación de los impuestos especiales. Tal desequilibrio no se corrige sin esfuerzo y, por mucho que se quiera ganar tiempo y trasladarle el problema a otro ejecutivo posterior, la realidad es que se tendrá que acometer el año que viene. De ahí que vivamos como en una prórroga lisérgica que no nos deja ver la realidad económica. Los ERTEs y las ayudas a autónomos, intervienen el mercado laboral con cifras que no responden a la dimensión de la tragedia.
Todo esto imposibilita, de momento, un discurso sobre la innovación. No se ha sido capaz de poner tecnología en la propia administración para tramitar desempleo y expedientes de regulación temporal, o no se disponía de tecnología e inteligencia artificial para luchar contra la crisis en el ámbito sanitario, no se sabía ni para que servía el propio ‘blockchain’ para gestionar la logística de mascarillas o lo que fuera. Se venden ministerios de ‘transformación digital’ o secretarías de estado de ‘inteligencia artificial’ que ni se les ha visto, ni se les espera. Mucho me temo que seguirán siendo un adorno en los presupuestos, un moderno epígrafe con poca aportación real a la ‘reconstrucción’ (prefiero llamarle ‘reinicio’) de nuestro modelo productivo, industrial y económico.
La deuda pública se va a desmadrar. En 2021 se situará en el entorno del 122% del PIB y todavía seguirá subiendo, ya que el déficit público será superior al crecimiento del PIB. Esto significa que estará ya casi 30 puntos por encima del nivel de deuda que había en 2019. Para corregir esa deuda serán necesarios muchos años y un enorme sacrificio que todos sabemos a quién se le va pedir que lo asuma. Nos van a crujir a impuestos y no sólo a los ricos. Por cierto, quién te diga que los impuestos en España son los más bajos del mundo mundial o que hay margen para subirlos, le puedes decir que ‘la presión fiscal en España es un 8% superior a la media europea y que, por poner un ejemplo que afecta a la capacidad de inversión de las empresas, el impuesto de sociedades, es un 16% superior a la misma media europea’. Nos superaran en esa presión países escandinavos y alguna excepción. Pero nosotros no somos Finlandia.
Para comprender la magnitud de las cifras, basta comprobar que en los años de la burbuja inmobiliaria, con el PIB y la recaudación de España repleta de dopamina, se tardaron diez años en rebajar la deuda esos 30 puntos referente al PIB. Ahora hay que hacer esa increíble gestión sin ninguna burbuja a la vista, sin ningún pinchazo real de un sector ni con la economía saneada previamente. Veníamos de un problema estructural: una economía débil en innovación y en la que se invertía poco en transformación digital.
Por todo esto es urgente plantear si la ‘reconstrucción’ es volver a un modelo anterior o aprovechamos para replantearlo todo. La ingente inversión pública que se destinará al llamado ‘escudo social’ debe tener en cuenta que amortiguar la crisis social está ligada a la composición de un nuevo modelo de crecimiento. Visto que no se puso la economía a cero podríamos ponerla en un punto de partida lo más adecuado posible para afrontar los desafíos inminentes. De quedarnos fuera del espectro tecnológico global para siempre dependerá lo que se haga ahora.
Vivimos una transformación social y económica como nunca antes. Vamos paso a paso a un mundo en el que no será necesario trabajar como ahora lo hacemos. Aunque parezca un guión de una película de ciencia ficción no lo es. Piensa en el mundo hace veinte o treinta años. Míralo ahora. Piensa en el mundo en diez o quince años. Casi todo es susceptible de ser automatizado. Lo iremos viendo. La transformación digital es la antesala a un universo robotizado, automático. Un mundo robotizado para hacer más humana la vida pero no sin estrategia previa. Para ello se precisa una 'transición tranquila hacia el mundo de la ‘abundancia'. Curiosamente lo que estamos viviendo ahora bien podría ser el detonante de un mundo mejor. Un mercado complejo pero interesante, donde, pequeñas empresas, nacidas con una buena idea se convierten en un proyecto capaz de integrar los elementos que nos llevarán a la Quinta Revolución Industrial.
Nos van a pedir retrasar esa innovación. La excusa será que hay que crear empleo donde sea. Que con un 25% de paro no estamos para ponernos exquisitos. Que lo primero es comer. Que hay que dar peces, que lo de la caña de pescar no es prioritario. Sabemos que por cada 10 personas que obtienen acceso a Internet, se crea un empleo y una persona sale de la pobreza. Así lo aseguraba el fundador de Facebook en el Foro Económico Mundial de Davos de 2016 en la presentación del informe ‘The Future of Jobs’. No debe ser tan malo eso de aportar tecnología a cada rincón del planeta, tampoco lo es en la integración de sistemas tecnológicos en cada rincón de la economía. Probablemente, este cambio precisa de tiempo, de una transición compleja, de mucho sacrificio. Pedirle a todo el mundo que afronte esas dificultades durante cuatro o cinco años y que el producto final de ese esfuerzo sea volver a un modelo económico antiguo, de escaso valor añadido, con sueldos precarios y fácilmente sustituibles por máquinas y automatismos, sería terrible y desolador.
El mayor riesgo es hacerlo sin un plan. Si las empresas y los gobiernos no comprenden que antes de iniciarse en la innovación intensa y profunda, en focalizar en los avances tecnológicos, en la ‘Era de las Máquinas’, no se invierte antes en las personas que deberán comprender esos cambios, el error puede ser mayúsculo. Para que esa ‘Era de la Tecnología’, esa ‘Nueva Normalidad’ a la que nos querrán meter tarde y mal, sea realmente la ‘Era de la Humanidad’, se deberá utilizar este momento inteligentemente. Toda la inversión pública prevista, todo el esfuerzo fiscal y laboral que se va a necesitar, tiene que ir destinado a ‘reiniciar’ el mundo, no a reconstruirlo.
Hay gobiernos que no lo han entendido. Hay empresas que tampoco. La mayoría de personas que esperan que sus ERTEs se transformen en su puesto de empleo tradicional siguen sin verlo. Todos asumimos que ‘el mundo no se acaba’, pero dependerá de cada hoja de ruta prevista que sí se acabe ‘un mundo’. Un mundo ineficiente, incapaz de aprovechar lo que la tecnología nos proporciona, de como nos hace más humanos y de como nos permite hacer lo que mejor sabemos hacer: crear ideas, pensar, ser creativos.
La dichosa nueva normalidad no es más que la ‘nueva realidad’ social y de comportamiento. Que sea o no un espacio de crecimiento o por el contrario se acabe convirtiendo en un barrizal, depende de lo que hagamos ahora mismo, de lo que se determine desde las estructuras de estado y supranacionales. Lo que decidan sus señorías en los próximos cinco meses, afectará a los que vivamos los próximos quince años. No es una broma. Verlos discutir sus mismas miserias de siempre no es ‘reiniciar’, es ‘recuperar’ su política pequeña y miserable, su minúscula capacidad para interpretar que la historia nos reservaba un punto y aparte. Eso de la nueva normalidad no es vivir encerrados en una especie de burbuja protectora temporalmente. Nada nos va a proteger de la ineficiencia económica. A ver que tal…
¿La Nueva Normalidad será el detonante de la Realidad Virtual?
Muchas empresas han acelerado sus planes de transformación digital con el convencimiento de que o te digitalizas o el mercado tal vez no te acepte en eso que llaman ‘nueva normalidad’. Realmente el término casi orweliano en realidad viene a decirnos que vamos a un modelo económico de menor movimiento y contacto. Un modelo económico que requiere tecnología y metodologías nuevas. En ese entorno de cambios la adopción de soluciones de realidad virtual y de realidad aumentada durante la pandemia han crecido de manera importante. Lo he vivido con algunos clientes e, incluso, lo hemos probado internamente. Si bien hace unos meses, nos sorprendíamos con los efectos producidos en la emisión con realidad mixta de algunos medios de comunicación, a continuación la pregunta que muchos nos hicimos fue si el futuro conllevaría una nueva manera de vivir la propia realidad y, si esa, tendría que ver con la realidad virtual.
Muchas empresas han acelerado sus planes de transformación digital con el convencimiento de que o te digitalizas o el mercado tal vez no te acepte en eso que llaman ‘nueva normalidad’. Realmente el término casi orweliano en realidad viene a decirnos que vamos a un modelo económico de menor movimiento y contacto. Un modelo económico que requiere tecnología y metodologías nuevas. En ese entorno de cambios la adopción de soluciones de realidad virtual y de realidad aumentada durante la pandemia han crecido de manera importante. Lo he vivido con algunos clientes e, incluso, lo hemos probado internamente. Si bien hace unos meses, nos sorprendíamos con los efectos producidos en la emisión con realidad mixta de algunos medios de comunicación, a continuación la pregunta que muchos nos hicimos fue si el futuro conllevaría una nueva manera de vivir la propia realidad y, si esa, tendría que ver con la realidad virtual.
En tiempos en que millones de empresas en todo el planeta han vivido su día a día atrapados en sus casas y conectados a la plataforma Zoom y tal y como explican en Protocol, otros modelos de relación virtual ganaban espacio también. Entre ellos, algunas empresas han experimentado con sistemas inmersivos que permitieran replicar a los participantes de una reunión como si estuvieran a nuestro lado. La economía ‘contactless’, también llamada ‘low touch economy’ representa dos características principales: una falta de relación directa entre personas y la limitación de viajes y desplazamientos que puedan sustituirse con avances tecnológicos. Sin embargo la realidad virtual se han mantenido en estos tres meses todavía como un producto muy reducido, casi de nicho.
Aún así, algunas compañías han acelerado sus esfuerzos para lograr que los trabajadores colaboren en entornos virtuales desde la comodidad de sus hogares. Muchos han iniciado experimentos que superaran las herramientas de comunicación empresarial como Slack, Zoom o Microsoft Teams, las más habituales. El teletrabajo ha puesto sobre la mesa un debate que analiza el hecho de que muchos equipos puedan deshacerse de las oficinas físicas y, cuando eso pasa, la necesidad de hacer lo más real posible un espacio de reunión, se acelera y se vuelve necesario.
Entre las soluciones existentes hay una que ha trabajado duro este factor de vinculación entre personas en entornos virtuales. Se trata de Spatial, una herramienta para crear salas de reuniones con realidad virtual y que ofrece una plataforma Virtual Reality o Augmented Reality, capaz de sumar a personas que utilicen cámaras web normales. He podido saber que algunas compañías como BNP Paribas Real Estate, han estado utilizando Spatial para convocar equipos repartidos por todo el mundo estos meses. También he conocido el ejercicio que ha hecho en este sentido el Instituto Englander de Medicina de Precisión en la escuela de medicina de Cornell adoptando esta tecnología para hacer frente al confinamiento. Los médicos del hospital de Cornell utlizan las Microsoft HoloLens 2 y el Magic Leap AR para pasearse por el hospital sin moverse de casa gracias a otros compañeros que recorren las salas del hospital al realizar sus rondas. Con esa percepción del espacio y la realidad aumenta la capacidad de entender la situación real del momento.
Desde hace meses, en este sentido de experimentación virtual, algunas multinacionales ya trabajan con el objetivo de conectar a sus empleados de manera productiva, efectiva y real. BNP, como decía, consideró la realidad virtual como una forma de reunir equipos, pero estos días fue más allá. Decidió convocar a sus clientes en las visitas a inmuebles de un modo virtual. De hecho, Spatial permite actualmente a los agentes inmobiliarios desarrollar modelos 3D que pueden manipular ellos mismos. El efecto final les permite a ellos, y a sus clientes, caminar por el edificio o la casa a fin de lograr ventas durante la pandemia sin tener que moverse de casa. Al parecer esta metodología se va a intentar mantener en la ‘nueva normalidad’. Los vendendores que conozco que han utlizado este modelo, aseguran que han cerrado ventas que no hubiera sido posible de otro modo.
Muchas compañías están aprovechando este momento tan disruptivo, para desarrollar nuevas formas de trabajo y muchas de ellas tienen que ver con la tecnología, concretamente con la realidad virtual por ejemplo. El 13 de marzo, poco después de que Ford les dijera a los trabajadores que no volverían a la oficina el lunes siguiente, el vicepresidente de diseño de la compañía, Moray Callum, le preguntó al gerente de diseño Michael Smith qué tan pronto podría llevar la tecnología VR a las casas de los empleados. Ahora, tres meses después, Ford utiliza un programa de Autodesk llamado VRED para revisar versiones fotorrealistas de futuros modelos de vehículos en realidad virtual. Al igual que con Spatial, pueden tomar notas y las personas se representan como avatares. La realidad virtual no puede reemplazar lo físico de momento, pero el camino ya se ha empezado a andar. Durante mucho tiempo se ha hablado de que ‘ahora es el momento de la realidad virtual’, pero nunca llegaba ese momento. El detonante podía ser, como está pasando con la robotización de todo y como expliqué en mi último libro, sin duda este momento. Le llamaremos ‘salidad de la crisis’ pero deberíamos llamarle ‘transformación digital’. Le llamaremos ‘nueva normalidad’ pero se la conocerá como ‘normalidad virtual’.
No me quiero quedar con Spatial aunque la conozca mejor que otras. También hay más compañías de realidad virtual que buscan capitalizar la tendencia del trabajo remoto. Primitive, por ejemplo, permite a los usuarios de VR revisar el código como grupo para ver posibles fallos. Doghead Simulations ofrece Rumii, The Wild y AltspaceVR para colaboración social y visualización de trabajos colectivos. Si el futuro ha llegado ya o aún esta en camino está en manos del capital riesgo. En este sentido parece que pinta bien para el sector. El dinero parece estar dirigiéndose en proyectos de realidad virtual a un ritmo que no se había visto desde que Facebook comprara Oculus.
De momento, los inconvenientes tienen que ver con los costes y la experiencia de usuario. La mayoría de dispositivos en el mercado actual son voluminosos y socialmente incómodos. La mayoría oscilan entre los 400 y los 2,900 euros. Si quieres algo ya a un nivel de resolución importante, el coste de Vario ronda los 9,000 euros. Mientras la tecnología va mejorando, los dispositivos VR y AR serán una venta difícil el uso laboral de largo plazo. Se deberá trabajar en hacerlos más ligeros, con mayor resolución y que se integren bien con el mundo real para cuándo el interlocutor no disponga de este tipo de enlaces. Mi buen amigo Bruno Cendón, de Facebook, siempre dice que el camino se ha iniciado y que es cuestión de tiempo. Creo que a mediados de 2022, los dispositivos idóneos estarán en el mercado de manera definitiva y todo cambiará. Es preciso, incluso, que nos adaptemos a este tipo de relación social. Generacionalmente, los gamers lo tienen más fácil. A medida que los ‘zetas’ vayan llegando al entorno laboral, esto ser irá normalizando. En un futuro no muy lejano, cuando no solo tengamos dispositivos más potentes, sino también redes de datos inalámbricas en 5G muy robustas en todo el mundo tengo claro que nuestro entorno laboral va a ser mucho más próximo a lo que vemos en este video que a las sesiones tediosas con Zoom y sus sucedáneos.