Innovación, Transformación Digital Marc Vidal Innovación, Transformación Digital Marc Vidal

Las pensiones del futuro dependen de la Transformación Digital de nuestra economía.

El gobierno ya no tiene caja para pagar la cuota extra de las pensiones como adelantó. Ya lo dijo y el que avisa no es traidor. De hecho, la decadencia del poder adquisitivo de los pensionistas futuros es ya una previsión innegable. Se va a ir reduciendo como se establecieron y, por el contrario, no parece que se esté trabajando seriamente en la contraprestación de servicios públicos que puedan amortiguar esa situación.

El gobierno ya no tiene caja para pagar la cuota extra de las pensiones como adelantó. Ya lo dijo y el que avisa no es traidor. De hecho, la decadencia del poder adquisitivo de los pensionistas futuros es ya una previsión innegable. Se va a ir reduciendo como se establecieron y, por el contrario, no parece que se esté trabajando seriamente en la contraprestación de servicios públicos que puedan amortiguar esa situación.

Para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan. Para llegar a un casi pleno empleo en un país como España el modelo de crecimiento debe cambiar de un modo radical. La economía cíclica y dependiente del escaso valor añadido es un abismo a diez minutos vista.

Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar.

En dos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Así lo estima el Foro Económico Mundial. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Países como Irlanda crean 146 startups al día, centralizan el mayor volumen de inversión anglosajona y generan más empleo tecnológico que nadie. Alemania lidera la tasa de robots y automatizaciones por habitante rozando el pleno empleo. Francia invierte un presupuesto público 23 veces más que el nuestro en el desarrollo de la Industria 4.0 esperando volcar el modelo de crecimiento actual lo antes posible. Las pensiones dependen de ello como decíamos.

Hay muchos más ejemplos y España sigue en sus manifestaciones, en sus banderas y sus meriendas. Te lees el informe en cuestión y te entras ganas de llorar. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de un estadio social llamado ‘pobre asalariado’. Un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser, algún día, por lo menos, un mileurista.

Hace tres años estábamos en un modesto 37 puesto en esa clasificación mundial de la innovación. Ahora, aún peor. La 42 es nuestra casilla. Islandia, Portugal, Estonia, Malasia, Qatar, Azerbaiyán, Kenia y Sudáfrica, por decir algo, están por delante.  ¿Dónde está el tabique que impide esa innovación? Según el Foro Económico Mundial la culpa es de la ineficiencia burocrática, las tasas impositivas perjudiciales, las regulaciones laborales que lo complican todo, la incapacidad de conectar empresas y universidades y, en palabras del propio editor del informe, la nula capacidad del Gobierno de fomentar la innovación. 

La transformación digital es relevante. Tiene que ser algo más que un ‘claim’ que acompaña en la página web de cualquier empresa. Mucho más que un ‘plan’ de centenares de páginas sujeto a presupuestos modestos que no se llevan a cabo por falta de fases previas formativas. El 80% de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre ‘digitalizarse’ y ‘transformarse digitalmente’. Lo demuestra que sólo el 20% de las pequeñas y medianas empresas de España no usaba ningún tipo de solución de cloud computing. Apenas un 25% de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo.

Algunos de los países que mejor se han posicionado en ese ránking, o que más han subido, son aquellos que han apostado por un modelo empresarial ligado de manera natural por la innovación y el riesgo. La apuesta por un cambio de modelo de crecimiento está sujeto a la innovación de las grandes compañías, suelen ser lentas, o a la disrupción que aportan las startups. El problema es que estas segundas tienen una mortalidad gigantesca. El apoyo a éstas con programas que modifican el modelo contractual público que les da acceso a ofertar aunque sean de reciente creación o el amortiguador que supone leyes de segundas oportunidades, ayudan mucho.

Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.

Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.

El análisis sobre todo esto es tremendamente interesante. De hecho está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’, el módulo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada ‘clase media’ y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.

Veremos a que llamamos clase media en breve. Haced ahora lo que siempre has querido hacer, tal vez, cuando te jubiles no puedas pagártelo. Por lo menos si nadie se plantea políticamente el problema enorme en el que nos estamos metiendo de cabeza.

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Economía, Innovación, Politica Marc Vidal Economía, Innovación, Politica Marc Vidal

¡Mira, un burro volando! La economía española y el debate pendiente.

El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.

El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.

Y en eso estamos. Todos mirando al punto de fuga catalán y pocos, casi ninguno, descifrando la nueva bola de estiércol que se acerca por el horizonte. Y llegará. Y encima ahora tendrán una gran excusa. La caída del PIB motivado por el ‘tema catalán’ y por la inestabilidad que genera es cierta pero también es una garantía de encontrar culpables. Obviamente afectará mucho y por supuesto que ‘el tema’ se lo va a llevar todo por delante. Sin embargo, no es la causa, es una acelerador. El incendio ya prendía, pero faltaba combustible para que lo hiciera con mayor virulencia y velocidad.

Lo que iba a pasar en tres o cuatro años, si nadie lo remedia y parece que no hay mucha intención de hacerlo, nos explotará en la cara en la mitad de tiempo. Poco o nada tiene que ver con aspectos inmobiliarios, no soplaremos suficientemente para inflar una nueva burbuja, nos quedaremos sin aire antes. Poco que ver con un problema financiero. Los bancos ya tienen sus propios líos con un futuro que les cuesta reconocer o afrontar. El sector turístico seguirá apretando costes a costa de salarios y pérdida de margen por culpa de la competencia cada vez más preparada en nuestro entorno.

El problema esta vez es sistémico y redunda en la falta de políticas al respecto. El Informe sobre Competitividad Global 2017-2018 del Foro Económico Mundial es una clasificación sobre la situación de la innovación en un total de 137 países. En él figuran Suiza como el primer clasificado, Estados Unidos segundo e Israel el tercero. Finlandia (4), Alemania (5), Países Bajos (6) y Suecia (7) son las naciones de la UE más avanzadas en innovación, junto a Dinamarca en el puesto 10. Otros seis países de la UE logran estar entre los veinte primeros, con el Reino Unido en el puesto 12 y Austria en el 13. A continuación se sitúan otros seis países de la UE entre los 30 y 40 primeros. Finalmente aparece España ocupando el puesto 42. Un síntoma más de cual es la apuesta económica de futuro y cual no en nuestro país.  

Si no se proyecta dentro de un cambio de modelo de crecimiento vinculado a la tecnología, el futuro inmediato es ya muy negro. No nos va a salir bien. La imprescindible y urgente puesta en común de un plan integral que estimule la nueva economía es mucho más que un río de millones que no persiguen modelos estratégicos de crecimiento y sí una montaña hueca de titulares acerca de ‘las ayudas a emprendedores’.

Los cambios tecnológicos crean oportunidades y retos sin precedentes y el avance en innovación precisa de un entorno que favorezca su despliegue. Un paisaje que no se vive en España al nivel que otros países. Se debe tener una inversión mayor en I+D, la existencia de instituciones científicas de alta calidad, una extensa colaboración entre universidades e industria y una buena protección de la propiedad intelectual. Todo ello estimula la innovación.

Pero también hay otros factores que levantan muros hacia una hipotética recuperación. Se trata de la caída relativa del poder adquisitivo en un país que no para de incrementar la presión fiscal a quienes estimulan el consumo profesional y doméstico. Quienes ayudaron a remontar el peor repecho de la mal llamada ‘crisis’ reciente, los autónomos, son a los que ahora se les toma el pelo mientras miramos hacia otra parte. Es como un chiste. ‘Mira, mira ese burro volando’. El burro es el burro catalán por cierto.

Los autónomos, tal y como publicó el BOE hace unos días mientras seguíamos mirando los burros volar, tendrán menos capacidad de inversión y gasto debido a que las desgravaciones previstas por la nueva reforma lo imposibilita. Del 30% se pasa a un 9% por ejemplo en temas como agua, electricidad, teléfono, internet, etc. La voluntad de recaudar irá creciendo debido a que la caja (o cajas) públicas se van a ir secando. Los costes de tener una sociedad que va envejeciendo, una reserva de pensiones seca, una participación desde la seguridad social a la baja debido a que los sueldos y contratos cada vez son de menor calidad y una dependencia peligrosísima de sectores con un valor añadido territorial relativo, lo complican todo y mucho.

Pero el burro sigue volando. Ahora todo se enfoca a tres días antes de nochebuena. El consumo caerá, especialmente en Catalunya, lo que poco a poco irá repercutiendo en toda España. Es el peso plomizo de la realidad económica conectada. Una realidad que pocas veces se afronta con un sentido estratégico. Cuando hubo vacas muy gordas en este país, a diferencia de lo que otros países sí hicieron, aquí se gastó en ladrillo tonto. A diferencia de lo que sí se hizo en otros territorios, el volumen de inversión en futuro tecnológico y en el cambio de modelo de crecimiento económico, aquí se derramó por la dimensión desconocida.

Cuando las vacas adelgazaron todo fueron excusas. No se hizo nada, pero ahora con la crisis haremos menos. Y así nos va, así nos va a ir. Repito, otros sí lo previeron y algunos está ahora mismo cerca del pleno empleo, con una dependencia de la economía innovadora y tecnológica muy importante y unos sectores básicos muy modernizados y competitivos. No es cierto que no se pueda hacer nada, es cuestión de estrategia, liderazgo y de aceptar rodearse de quienes pueden ayudarte asumiendo que, probablemente, de hacia donde el va el mundo, no tengas mucho conocimiento ni tú ni los tuyos.

Pero, como decía, ya tenemos excusa para cuando las malas cifras lleguen, que llegarán, y culpables para un desastre económico, que sin ser como el que tuvimos hace unos años, sí va a ser de obligada gestión urgente y creativa. La oportunidad para ser un país próspero y de vanguardia sigue ahí, pero con esa afición que tenemos por las carreras de burros voladores probablemente entremos en una especie de encefalograma plano de la economía española durante los próximos años. Los trenes, como digo hace tiempo, pasan pocas veces. Avisan que es el último pero suelen haber más. No muchos.

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Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal

El rescate bancario y el cambio de modelo de crecimiento pendiente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Sin embargo, eso no siempre se ejecuta correctamente. A veces, se pierde el ritmo de la carrera y se apuesta por un cambio de ruedas inverso. Se ponen gomas para mojado en seco y las de seco en mojado. Por esta razón en momentos de crecimiento económico no se apuesta por industrias y sectores de largo recorrido no cíclicos y de valor añadido y, en momentos de decadencia, se deja todo el peso de lo relativo a la capacidad individual de muchos en lugar de dejarlo en manos del liderazgo político. Me refiero a que, en España cuando las vacas eran gordas, gordísimas, no se hizo nada o muy poco por generar un nuevo modelo de crecimiento basado en las nuevas tecnologías, la automatización de sectores y la competitividad por valor añadido.

Cuando las vacas se pusieron a dieta, y se murieron la mitad, poco o nada se estableció desde el liderazgo político para que el peso del PIB español traspasara su caudal de sectores responsables de la hecatombe a otros que permitieran creer en un futuro moderno. De lo inmobiliario, de la construcción y de los servicios operados desde el bajo valor añadido no se hizo la reconversión hacia una economía con garantías y preparada para afrontar un futuro robótico y tecnológico. No se hizo, no se hace, no pinta que se vaya a hacer. Todo depende del desordenado ejercicio del sector privado que se muestra convencido de que su futuro pasa por su propia apuesta. El problema es que hay países que sí tienen un plan que ocupa menos folios que los nuestros, menos asesores, menos comités de expertos y menos meriendas, pero que a su vez contienen más ejecución, más presupuesto y un modelo asentado en el convencimiento de que la conquista del futuro no es algo que se pueda hacer con nuestro ‘waiting for…’ permanente. Al futuro se va, no se le espera.

Se perdió la oportunidad de invertir masivamente en conocimiento en su día, en innovación, en tecnología. Se malgastó todo en ladrillos, preferentes, desayunos de hotel, kilómetros de vías inservibles y aeropuertos innecesarios. Y ahora, a medida que los datos económicos respiraban ‘recuperación’ a costa de salarios, capacidad adquisitiva y anhelos de clase media de juguete, vamos abandonado las exigencias y la perspectiva y volvemos a pensar que lo importante es lo que suceda en los próximos cinco minutos en lugar de ir preparando el pasado mañana de nuestros hijos.

Seguimos en manos de gente con poca capacidad para interpretarlo. Ahora toca la guerra de las ideologías y el derrame verbal continuo. Lo vamos a pagar caro. Y lo vamos a pagar todos. Te plantan la noticia de que el coste de la salvación bancaria habrá supuesto 6.640.000.000.000 de aquellas pesetas, céntimo arriba, céntimo abajo. Que no pasa nada. Que es normal. Que ya lo dijimos. Que es mejor eso que otra cosa. Que la fiesta de rescatar un sistema financiero la tiene que pagar alguien. Recuerdo cuando dijimos que eso no lo pagaría nadie más que los ‘paganinis’ de siempre. Tú y yo. Era de aurora boreal, pero había quien lo defendía a capa y espada, que el hecho de que tras fusionar tres o cuatro bancos, la entidad resultante valía menos que la mayor de las fusionadas. Era algo aceptado por norma como un ‘mal controlado’. Pues no lo era. El tiempo no lo cura todo, pero ayuda a olvidarlo. Y ahora el olvido es un mecanismo insertado en la era de la información ‘fast food’.

Aquel rescate fue un fraude. Una quimera inventada para evitar una intervención a la irlandesa. La hipoteca a pagar es inmensa. Aceptada incluso. Lo grave, no es el coste que se ha reflejado en recortes, deuda, menos servicios y más impuestos. El tabique está en lo que dejaremos de invertir desde dónde se debe invertir lo recaudado por nuestros impuestos. No se hizo, no se hace y no parece que se vaya a hacer. El nuevo modelo de crecimiento vinculado al valor añadido, a la exportación de conocimiento y la tecnología, tendrá que esperar. Depende de la apuesta privada, del riesgo que tomen unos sin el amparo de otros. Un amparo que otros países, nuestra competencia, si ofrecen.

El crecimiento actual se sujeta en un andamio poco estable. Los que anuncian mes tras mes los buenísimos resultados macroeconómicos olvidan voluntariamente de donde venimos. Solo por comparación, resulta difícil ir a peor. Pero, como decía, no se ha hecho mucho. Se ha derivado, se tira de inercia. Las afiliaciones de la seguridad social ya dan muestras de desaceleración. En agosto casi 180.000 cotizantes dejaron de cotizar. Casi el doble de lo previsto. El sector servicios no da más de sí. El consumo deja de tirar y empieza a perder dinamismo. La confianza del propio comprador cae a medida que el empleo deja de fluir como antes. España crece, pero más despacio y el PIB rozará el 3%. Un registro notable, no lo niego, que además es mucho más equilibrado que en tiempos de la burbuja, pero que parece muy dependiente de sectores y modelos económicos que no garantizan un futuro de eficiencia y optimización de nuestra economía. Ahí está el problema. Un problema que, por cierto, sigue sin aparecer en ningún discurso político mucho más atento al recuento de manifestantes.

Sigo esperando un debate donde se hacen los debates sobre como vamos a afrontar como país un futuro sin empleo (o el mismo empleo), la renta mínima, la robotización, la automatización de sectores que ahora sujetan la economía y el crecimiento y un debate sereno sobre como vamos a conseguir los millones que se han quedado embarrados en el rescate bancario en lugar de haberlos invertido en la modernización de una economía, de un país. Aquí lo único que se ha modernizado es el método de hacer desaparecer un conejo de la chistera.

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Economía, Industria 4.0 Marc Vidal Economía, Industria 4.0 Marc Vidal

Llamaron crisis a una deflación del capital. Ahora llaman recuperación a una deflación social.

En agosto de 2008 el mundo empezó a tambalearse. Alguien se dio cuenta de que en los paquetes financieros que se enviaban los agentes de cambio franceses y americanos había un componente que apestaba. En unas horas medio planeta sabía que la bola de estiércol que habíamos anunciado algunos años antes había empezado a rodar y se iba haciendo cada vez más grande. Se desconocía cual iba a ser su tamaño. Y así, creciendo una denominada crisis financiera, fue engordando y engordando. La esfera pasó de ser un asunto bancario a convertirse en el lodazal donde la economía ‘real’ ha estado embarrada todo este tiempo.

En agosto de 2008 el mundo empezó a tambalearse. Alguien se dio cuenta de que en los paquetes financieros que se enviaban los agentes de cambio franceses y americanos había un componente que apestaba. En unas horas medio planeta sabía que la bola de estiércol que habíamos anunciado algunos años antes había empezado a rodar y se iba haciendo cada vez más grande. Se desconocía cual iba a ser su tamaño. Y así, creciendo una denominada crisis financiera, fue engordando y engordando. La esfera pasó de ser un asunto bancario a convertirse en el lodazal donde la economía ‘real’ ha estado embarrada todo este tiempo.

Y todo el mundo la llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’, ‘crisis subprime’ o, incluso directamente, ‘crisis de la hostia’. Y lo era. Obviamente era un agujero en el sistema de valor incalculable y que, de alguna manera, seguimos saboreando. Además, las soluciones que se impusieron tenían más que ver en falsear cuentas que en respuestas auténticas. Bancos que desaparecían al fusionarse entre ellos para finalmente aparecer un banco resultante de menor valor que la suma de los anteriores pero sin que por ello sucediera nada y todo el mundo se lo tragara como 'ingeniería financiera'. Y así nos ha ido. La deuda y el déficit no es que se estén arreglando mucho en ningún lugar. Cada vez más dinero de los presupuestos se destina a pagar intereses y no a lo que debería de ser: los servicios y estímulos precisos para que la gente viva mejor. De eso iba todo esto. De joderlo todo con dinero fabricado a expensas de la ciudadanía, de 'ponerlo en el sistema' y de que ya se pagará solo. Solo no se paga. Lo pagamos todos. De ahí que aunque estemos saliendo de la parte más profunda de la cueva, no se refleje en mejoras sustanciales. Hay más trabajo pero hay peores servicios. Pagamos más impuestos directos e indirectos y repercute en que las empresas no puedan invertir en bienes de manera tranquila. Hay que recaudar más porque se ha impreso demasiado dinero, se ha engordado el problema aunque no sea evidente a todos.

El boquete era inmenso y la imprenta de dinero ha sido un insulto a la inteligencia. Mientras tanto el mundo seguía girando. El planeta se iba automatizando. Un término sobrevolaba. Se le denomina ‘deflación del capital’ y, hasta hace menos de un año nadie utilizaba este concepto al referirse a nuestro momento económico. Fue en Davos hace poco más de un año que se inauguró oficialmente la era de la deflación del capital. Hasta entonces, ganadores del Premios Nobel, presidentes bancarios, directivos universales y demás reputados ‘expertos’ se dedicaron a definirlo todo como ‘la mayor crisis financiera desde 1929’.

Pero como decía, fue en un momento determinado que uno de ellos, tomó su Smartphone y se puso a hacer un vídeo. Etiquetó los protagonistas, lo geolocalizó, lo subió a la red, miró la televisión desde su teléfono, conversó por Skype, hizo varias fotos más, navegó, escribió una nota para un medio, contestó a su secretaria y se puso música finalmente para relajarse tras comprar un mes Premium en Spotify. Digamos que pasó así. Sin apenas pensarlo había definido con acciones lo que se denomina ‘la deflación del capital’. Todo cuanto hizo con un dedo y una pantalla requería una decena de dispositivos hacía tan solo veinte años antes. El importe para pagarlos también era diez veces más. ¿Debía tener alguna importancia sobre lo que estaban tratando allí? ¿Que lo sustituyera cada 18 meses también debía tener algo que ver? Antes su cámara de fotos duraba una década. Sonrió y siguió jugando al Candy Crush.

Pero al terminar la partida propuso, casi sin fe, que se creara una comisión de estudio que controlase a otro grupo de análisis que a su vez estableciera un equipo que investigara a los responsables del departamento del foro encargado de redactar el informe pertinente y que, en unos meses, se discutiría en ponencia marco a fin de saber si valía la pena o no redactar conclusiones para debatir en comisión. Ni idea si lo hicieron o lo están haciendo. Sin embargo, algún milenial, que para esto son más rápidos y no necesitan tantos intermediarios, ya estaba escribiendo sobre el tema.

La deflación del capital tuvo que ver con todo. Sigue teniendo que ver. Pensar que lo que vivimos sólo es derivado financiero no sujeto a un cambio productivo mundial fue el error y puede estar siendo un suicidio actualmente. Pocos gobiernos están entendiendo el problema. Se acaba la propiedad tal y como la hemos entendido. Se termina la compra para el deshecho. El producto pasa a servicio y el control del Estado es una entelequia. La economía circular, las plataformas sociales, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial y el nuevo consumo colaborativo están cambiando todo definitivamente.

La deflación del capital, o llámalo como quieras, no es más que una manera de definir un mundo nuevo que ha explotado frente a uno anterior. Prometer empleo a día de hoy tal y como se plantea es un ejercicio de irresponsabilidad o desconocimiento que asusta de nuestros gobernantes o postulantes a serlo. Un insulto a la inteligencia cuando lo que sabemos es que la tecnología, al principio, se funde el empleo que da gusto. Bien estaría que, para que esa transición, a un mundo donde trabajaremos menos horas, donde trabajaremos de otro modo, donde trabajaremos en cosas que no sean substituibles por máquinas y donde el concepto trabajo será un nuevo contrato social a definir todavía, se empezara a establecer directrices y liderazgo realista y al respecto. Esto no va de ir prometiendo hasta meter, va de mitigar un tremendo y doloroso escenario a cinco años vista. El mundo puede ser mejor, mucho mejor, pero sólo lo va a ser allí donde la previsión no sea la que tuvo el Fondo Monetario Internacional o gobiernos de café y pastas.

Esto no va de hablar de rentas mínimas a jóvenes menores de no sé que edad. Ni de ajustar la vida laboral por arriba o por abajo. No va de subir impuestos para soportar una sociedad del bienestar inasumible. Va de preparar todo ello para que sea posible. No va a haber trabajo para todos. Ni con nuevas habilidades. La tecnología se va a encargar de ello como ya jubiló nuestra cámara de fotos, nuestro GPS, nuestra televisión del cuarto, nuestro vídeo, nuestro ordenador de mesa o nuestro propio teléfono tradicional. Lo va a hacer con nuestro empleo. 

Por eso debemos exigir que el comportamiento de quienes ‘dirigen’ no sea maniqueo. Ni blanco ni negro, ni bueno ni malo, ni rentas mínimas de derechas ni de izquierdas. ¿Cómo piensan pagar ‘los de izquierdas’ una renta mínima? ¿Cómo piensan no instaurarla ‘los de derechas’ y que el mundo siga girando? A ver si la solución pasa por dinamizar la empresa privada, estimularla para que se modernice y rebajar los impuestos para facilitar su competitividad. Con empresas eficientes, rentables e internacionalmente competitivas se podrá plantear un mundo cuya deflación económica bien podría estar ya gestando una deflación estructural, de tipo social. O bajan impuestos a las empresas de una puta vez o no va a haber manera de sujetar este tinglado a medio plazo.

El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va agotando. Seguir presionando a la empresa para que pague el dispendio y sus intereses convierte en crónica una situación que sólo tenía que ser transitoria. Le llamaron Crisis y era una deflación del capital. Ahora le llaman recuperación y puede ser una deflación social.

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La urgencia de que un software se encargue de conformar gobierno.

Al período anterior a la hipotética recuperación económica que vivimos se le llamó crisis y destacó, por encima de todo, por se la responsable de la destrucción de 3,8 millones de empleos. A partir de 2014, justo cuando se establece el punto de inflexión, según los expertos, se han creado 1,4 millones de puestos de trabajo. Del 26,9% de paro, que se dice rápido, hemos descendido a una tasa que ronda el 20% según la EPA. El ritmo no es malo, el modelo elegido sí.

Al período anterior a la hipotética recuperación económica que vivimos se le llamó crisis y destacó, por encima de todo, por se la responsable de la destrucción de 3,8 millones de empleos. A partir de 2014, justo cuando se establece el punto de inflexión, según los expertos, se han creado 1,4 millones de puestos de trabajo. Del 26,9% de paro, que se dice rápido, hemos descendido a una tasa que ronda el 20% según la EPA. El ritmo no es malo, el modelo elegido sí.

Los casi 400.000 empleos que se crean al año significan que, al mismo ritmo y desoyendo todas las informaciones acerca del momento histórico que globalmente vive el mundo, no será antes de 2023 que España logre el mismo nivel de ocupación anterior a la dichosa crisis. El problema es que esa previsión sobre la creación de empleo se olvida de un factor determinante y del que hablamos continuamente en este blog. No vamos a un mundo de creación de empleo, sino todo lo contrario. La Cuarta Revolución Industrial no es el título de un programa de televisión, no es una frase publicitaria, es la definición de un momento histórico que en tres ocasiones anteriores ya ha vivido la humanidad.

El cálculo sobre cuando ‘estaremos como antes’ o ‘la recuperación sea notable’ también debería atender a otra variable. Las más que probable recaída a nivel económico en Europa especialmente, motivadas por las consecuencias del Brexit, la falta de demanda exterior, la competencia u otros. Recomiendo por todo ello dejar de imaginar un país, un continente, un mundo, con plena ocupación. Una plena ocupación que sólo podrá lograrse cambiando absolutamente el concepto ‘puesto de trabajo’. Deberá legislarse, y pronto, acerca de un mundo con un empleo basado en una menor carga humana en tiempo especialmente y, además, tremendamente tecnificada.

Muchas de las cosas que hacemos de manera cotidiana hoy en día hace tan solo unos años se llevaban a cabo de otro modo muy distinto. En cada uno de esos nuevos hábitos aparece la tecnología de manera muy importante y, en un análisis más profundo, descubriremos que el producto final que consumimos, la acción que desarrollamos o la interacción que ejecutamos, requiere ahora mucha menos gente, menos humanos para que suceda, que hace unos pocos años, meses, minutos.

Ya no escribimos cartas, no elaboramos álbumes de fotos, nos reunimos sin estar juntos, no compramos entradas en ninguna taquilla, no se utilizan mapas callejeros, las guías turísticas son reliquias, no compramos periódicos, no visitamos tiendas de música, nos convertimos en nuestros propios cajeros en un supermercado, retiramos el coche automáticamente de algunos aparcamientos, nos subimos en trenes sin conductor, recibimos resúmenes de noticias elaboradas por un software, hablamos con ‘teleoperadores’ que son sintéticos, los agentes de seguridad ahora son cámaras sofisticadas, la concesión de un crédito ya no lo decide un comité en un banco sino un software especializado y mil ejemplos más.

El estudio de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne titulado ‘The future of employment: how susceptible are Jobs to computerisation?’ decía que el 47% de los puestos de trabajo que existen en el mundo son susceptibles de ser automatizados en las próximas dos décadas. Un estudio de hace tres años que fue aceptado en Davos como un documento de análisis y reflexión a tener en cuenta por todos, incluidos los gobiernos ‘en funciones’.

Este el asunto más grave. El empleo no lo vamos a poder crear por ciencia infusa. El nuevo empleo, muy pronto, será de otro modo. Menos intensivo, de mayor calidad y mucho más eficiente, pero también deberá ser más tecnológico y de valor añadido. Una mayor automatización supone una mayor eficiencia para las empresas, por ende, mayores ganancias y menos necesidad también de puestos de trabajo. Millones de puestos de trabajo se prevé que desaparezcan. Si quienes tienen la obligación de preparar la sociedad y su economía productiva a los escenarios de futuro siguen en sus trifulcas absolutamente ridículas y escenificaciones alejadas de la realidad el hostión que nos vamos a dar en unos años será bíblico.

El mundo sigue su curso hacia un escenario sin empleo. Todo lo que pueda ser automatizable, ‘robotizable’ y todo lo que pueda sustituir un grupo de humanos por un ‘software’ o un brazo mecánico, será. Periódicos sin periodistasbibliotecas sin bibliotecarios, bares sin camareros, tiendas sin vendedores, empresas sin directores, taxis sin taxistas, hoteles sin intermediarios, transporte sin transportistas, clínicas sin doctores y, quien sabe, parlamentos sin políticos. ¿Para que se precisa un político?

Hoy en día las decisiones políticas se toman en base a tres criterios: presupuesto, interés partidista y capacidad de gestión. La primera la gestionaría increíblemente mejor un software inteligente que una docena de ministros de economía visto lo visto. Lo segundo, más divertido, un gestor de datos masivos capaz de trabaja en base a variables de bienestar social no dependiente de votos, podría gobernar sin esperar ‘encuestas’ o lo que fuera. La tercera es pura evidencia. ¿Quien más eficiente que un software?

El asunto es que el mantra de la urgencia pronto dejará de serlo. La idea que se puede crecer con un gobierno en funciones podría instalarse y, de hecho, es real. El problema es que esa inercia política y económica precisa, ahora más que nunca, de una estrategia clara y decidida en crear un país tecnológicamente homologable, socialmente garantista, económicamente digital e internacionalmente competitivo.

La tecnología adaptada a todos los órdenes de la vida exige que se apoyen iniciativas empresariales, institucionales y sociales que tengan la tecnología como foco de crecimiento. La sociedad debe tener garantizados los mínimos aceptables y de bienestar, incluso la concesión de derechos fundamentales a algunas elementos que ahora mismo son solo servicios públicos. El futuro sin empleo, o menor empleo, exige diseñar urgentemente un modelo social y de protección compatible con crecimiento. Una digitalización que debe ser una obligación y no una opción para todos, empresas, personas y ministros. Una competitividad internacional que no nos garantiza el sol ni la playa, ni los monumentos, ni los bosques. Un turismo que precisa reconvertirse y digitalizarse para competir con otros territorios que, algún día, dejarán de tener problemas geopolíticos.

Estuve viendo la ‘segunda’ investidura la pasada semana. He escuchado todo lo que se ha dicho y se dice. Acojona lo lejano que les resulta a todas 'sus señorías' ese futuro inminente que deberían estar analizando.

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El día después de que se agote el Fondo de Reserva. La oportunidad de cambiar un modelo ineficiente.

Hace unos días advertí a quien ganara las elecciones, o a quien pudiera conformar gobierno, que tendría que llevar a cabo el segundo mayor recorte desde la crisis. Algunos de éstos ya han empezado aunque no tengan nada que ver con el grueso de lo que quise decir. Hace pocos días el gobierno en funciones, y previsiblemente el que renovará, recortaba una de esas partidas significativas en materia de economía del futuro, Mal inicio para el necesario modelo de modernización económico. La reducción de un 90% del capital previsto para ayudar a startups en España no es para nada un indicativo que pueda tranquilizar a quienes vemos en este tipo de empresas uno de los mecanismos a medio plazo para crear empleo de valor, innovación socioeconómica y un modelo de crecimiento distinto al que hemos tenido hasta ahora.

Hace unos días advertí a quien ganara las elecciones, o a quien pudiera conformar gobierno, que tendría que llevar a cabo el segundo mayor recorte desde la crisis. Algunos de éstos ya han empezado aunque no tengan nada que ver con el grueso de lo que quise decir. Hace pocos días el gobierno en funciones, y previsiblemente el que renovará, recortaba una de esas partidas significativas en materia de economía del futuro. Mal inicio para el estímulo necesario al modelo de modernización económico que supone Enisa. La reducción de un 90% del capital previsto para ayudar a startups en España no es para nada un indicativo que pueda tranquilizar a quienes vemos en este tipo de empresas uno de los mecanismos a medio plazo para crear empleo de valor, innovación socioeconómica y un modelo de crecimiento distinto al que hemos tenido hasta ahora.

A la vez que esto sucede, las noticias sobre empleo parecen dar la razón a quienes consideran que estamos en franca fase de recuperación. De este modo la apuesta a negro y par es evidente. Creo empleo dónde es más sencillo crearlo y me olvido de algunos otros espacios que tienen una repercusión mucho más lejana. Es un modo de ver la política y la economía muy táctica, pero poco estratégica.

Sin apartar la vista de que por encima de todo, crear empleo no puede verse como algo malo, nos estamos acostumbrando a valorar como bueno algo que es bueno desde la epidermis y que probablemente, a medio plazo, nos va a llevar a la casilla de salida. El paro se está reduciendo y de forma importante. Es cierto que la prioridad es lograr que quienes no tienen trabajo puedan volver a tenerlo y, por derivación, activar el consumo interno. El problema es el tipo de empleo que se está creando y las consecuencias que esto puede tener. 

Es preocupante la repercusión que este tipo de acciones y las consecuencias que tienen con la liquidez presupuestaria. El ministro De Guindos se ha ido a negociar con Europa una moratoria ante el incumplimiento de déficit, un perdón supino a la multa pertinente. El ‘brexit’ juega a nuestro favor y probablemente nos concedan el perdón momentáneo. No sería bueno que en tiempos en los que algunos piensan en irse, apreten las tuercas a los que se quieren quedar. 'No molestemos a éstos que están tranquilos', deben pensar. 

No obstante, las consecuencias que tendrá este punto tienen mucho que ver con otro que estos días llena los debates económicos y que, por casualidad, tratamos hace unos días también en este blog y en mi programa de televisión: el Fondo de Reserva y las Pensiones en si mismas. Estamos ante la liquidación de un modelo socioeconómico que no necesariamente debe ser visto como algo catastrófico o dramático sino como una oportunidad para corregir algunos puntos y poner en marcha urgentemente políticas activas que generen un escenario acorde con el mundo que nos va a tocar vivir en los próximos cinco o seis años. 

El Fondo de Reserva se está secando y a marchas forzadas. No hace falta ser Premio Honoris Causa para entender que si vas metiendo la mano en un cajón donde guardas billetes para cuando te falte liquidez corriente y no lo recargas en un tiempo determinado te quedarás sin ‘cash’. Además, cómo suele pasar en la economía doméstica, cuando has metido la mano más de una vez, se normaliza el hacerlo.

Pero al contrario de lo que muchos analistas comentan no veo que esto sea algo que deba convertirse en un ataque a quien lo hace. En todo caso lo hace por que no tiene más remedio. El Fondo de Reserva es sencillamente un fondo de reserva. Para eso se creó. Para meterle mano cuando no hubiera liquidez en la caja ordinaria. Atendiendo que es poco factible equilibrar la caja con los mecanismos actuales, esa caja era, digamos, un amortiguador, un retardante, a algo que tenía que suceder independientemente.

Es imposible equilibrar las cuentas de un país que tiene la mitad de sus jóvenes parados, más de un millón de familias sin ningún miembro trabajando o a la mayoría de los nuevos ocupados cotizando en las franjas más bajas de la escala laboral.  Así se ha visto durante los últimos años en que la economía dejó de ser una ilusión que imprimía billetes, valoraba de manera ilusoria todo y generaba beneficios fuera de medida por culpa de un modelo económico sujeto a la expansión de una burbuja que nos explotó en las narices.

Por eso, deberíamos ir pensando en celebrar el entierro del Fondo de Reserva y darle la bienvenida a la reducción de pensiones, recorte de servicios e incremento de impuestos. Lo desconcertante es que no hace falta ser ningún lumbreras para verlo pues es matemática pura, ni tan siquiera requiere fórmulas complejas, hablo de aritmética básica. Si el empleo que va generalizándose es precario, si la demanda de pensiones aumenta por biología y las exigencias europeas sobre el cumplimiento del déficit se mantienen, no queda otra.

Los 25.176 millones que quedan en el Fondo de Reserva se agotarán. Sabemos que tras la última retirada se ha programado otra para Navidad, aun quedará menos. Estaría bien ir informando que a pesar de las buenas noticias que significa la creación de empleo, éste no va a soportar el caudal necesario para que no se meta mano a la ‘hucha’ de las pensiones. Eso, repito, lo hubiera tenido que hacer cualquiera. Es más, los partidos que defendían durante las pasadas elecciones el aumento de prestaciones, negociaciones del déficit o cuentos de hadas similares, hubieran acelerado ese vaciado de caja. No se puede gastar más, ingresando menos, negarse a cumplir con quienes te prestan el dinero y, encima, esperar que la ‘caja’ siga intacta. Pues no.

Para volver a tener la hucha llena deberíamos de tener un ‘momentum’ económico como el de los años de la burbuja en los que pasamos de 35.879 millones a 66.815. Cierto que eso se produjo en la resaca de la misma, por el efecto distorsionado de que los ejercicios van en diferido. A partir de ahí cayeron las cotizaciones, los ingresos y aumentaron los gastos y los subsidios. Los recortes que se asumieron para evitar el rescate en su momento no fueron más que estímulos a este calvario. 

Pero repito, las cosas son como son y no se pueden cambiar de color. El Fondo es un fondo y además sólo lo es de reserva. Las pensiones deberían de ser capaces de funcionar sin este botón de emergencia. Eso deberíamos de exigir a nuestros gobernantes. Una gestión acertada de las cuentas públicas, sin malgastar el dinero de todos en inservibles infraestructuras, atendiendo al fraude y persiguiendo la corrupción a fin de que con los ingresos ordinarios se pueda atender el gasto corriente sea cual sea.  

Cuando se acabe el Fondo de Reserva en 2019 no se terminarán las pensiones ni estará en riesgo el modelo de una sociedad del bienestar que es envidiable cuando la ves desde otros países que, a pesar de estar en todas las métricas económicas situadas por delante de nosotros, no la tienen. Lo único que pasará es que deberemos adaptarla. Deberemos cobrar menos y pagar más. Por poner algún ejemplo. Los primeros impuestos especiales se llamarán ‘Impuesto de Viudedad’ o ‘Impuesto de orfandad’ que servirán para pagar las ‘Pensiones de Viudedad’ y las de ‘orfandad’. Sencillo de entender.

Sin embargo, no todo está perdido. Esto podría ser distinto si en lugar de estimular un mercado laboral de cartón piedra, débil y poco consistente, se dinamizara otro mucho más robusto, tecnológico, de alto valor y enfocado a construir una sociedad más moderna y no dependiente de un modelo de crecimiento que ya nos hizo pasar una mala etapa hace cinco minutos. Todavía queda tiempo pero hay que ponerse en marcha ya. Todavía es posible revertirlo pero hay que informar de lo que va a pasar, los nuevos sacrificios que se van a exigir a los ciudadanos y a que van a renunciar todos los estamentos políticos a través de reformas estructurales de todo tipo, territoriales, fiscales, administrativas, políticas y, si me apuras, constitucionales.

De ver el tren venir y esperar a que no suceda nada este gobierno sabe mucho. De ver el tren venir y decir que no es un tren sabía mucho el gobierno anterior. De ver el tren venir y decir que no viene por nuestra vía parecen saber mucho los de la nueva política. Sin embargo la cosa va de ver el tren y subirse en él, aprender a comandarlo y modificar su dirección.

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Se acerca el segundo mayor recorte desde la crisis. De eso deberían de hablar los re-candidatos del 26-J

Una cosa está clara, gane quien gane las elecciones del próximo 26-J, en su primer mandato tendrá que poner en marcha un gigantesco plan de recortes. Así es. España deberá hacer la segunda mayor reducción de déficit desde que la crisis es crisis. Digan lo que digan, y lo digan los púrpuras, los naranjas, los rojos o los azules, la decisión es inapelable y está pasando sin pena ni gloria entre programas y propuestas. Ninguno lo explica claramente, al igual que no explican cómo piensan crear empleo cualificado en los próximos años por cierto. Ellos a lo suyo. La mercadotecnia política marca la semántica y elimina lo que ‘no toca’.

Una cosa está clara, gane quien gane las elecciones del próximo 26-J, en su primer mandato tendrá que poner en marcha un gigantesco plan de recortes. Así es. España deberá hacer la segunda mayor reducción de déficit desde que la crisis es crisis. Digan lo que digan, y lo digan los púrpuras, los naranjas, los rojos o los azules, la decisión es inapelable y está pasando sin pena ni gloria entre programas y propuestas. Ninguno lo explica claramente, al igual que no explican cómo piensan crear empleo cualificado en los próximos años por cierto. Ellos a lo suyo. La mercadotecnia política marca la semántica y elimina lo que ‘no toca’.

En esta campaña, tan atenta a los ‘barómetros’, ha hecho que la economía pase a un discreto segundo plano. Sin embargo el peso plomizo de la realidad caerá. Tenemos un problema grave llamado déficit y, cómo decía, el que mande va a verse obligado al mayor plan de recortes desde que la burbuja y sus consecuencias nos reventaran en las narices para poder cumplir con las exigencias que vienen de Bruselas. 

Sabemos que la mayor reducción se realizó entre 2011 y 2012 cuando, excluyendo el dinero recibido como rescate europeo a la banca, el déficit cayó en unos 26.000 millones de euros. El segundo mayor recorte fue el de 2010 de 16.000 millones. Ahora hablamos de al menos 19.000 millones de euros. Este cálculo parte de que España cerrará 2015 con un déficit cercano al 5%, según lo que prevé la Comisión Europea. Aquí hay que destacar que sin la intervención del BCE estaríamos hablando de un catastrófico 7% por cierto.

Hay como un ‘mantra’ que llevo leyendo hace días sobre que sin gobierno todo ha ido mejor y que es una gran noticia estar creciendo a pesar de que el gobierno está en funciones. Pues bueno, estar sin gobierno con capacidad para ejecutar no hace más que retrasar algunas decisiones que igualmente se tendrán que llevar a cabo y, en este caso, cuanto más tarde peor.

La idea de algunos partidos cómo Podemos de que, para reducir el déficit, no necesariamente se debe ser drástico con los recortes se basa en que según ellos se pueden aumentar los ingresos, subiendo impuestos o con un incremento de la recaudación fruto de la mejora de la economía. El problema es que aumentar los impuestos no garantiza mayor recaudación. De eso tenemos pruebas demoledoras. Tampoco habrá un crecimiento de la economía como argumentan. Al revés, esto se va a ralentizar de manera importante a todas luces.

El problema de España es estructural y de futuro. No sólo tenemos un problema de déficit, también de deuda, el más alto en un siglo. Nadie querrá recortar el gasto y los ingresos no van a aparecer por ciencia infusa a menos que empiece a llegar inmigración de todas partes y aumente la población. Algo que por cierto no lleva camino de producirse. Ya muere más gente de la que nace y se va más gente de la que viene. 

Y a esto que en España la apuesta vuelve a ser al rojo par. La compraventa de viviendas se disparó un 29% el abril pasado. La construcción vuelve a ser la gran esperanza blanca. Pero puede tener los pies de barro. Si se cumple la previsión del Banco de España que asegura que la economía española crecerá al 2,3% en 2017 y al 2,1% en 2018, querrá decir que se acabó lo que se daba. En un país con un modelo tan poco eficiente cómo el nuestro, el crecimiento por debajo del 2,4% no suele crear demasiado empleo. Si a eso le sumamos la destrucción técnica que se aproxima, no bajaremos del 18, 19% en años. Una losa para cualquier reducción de déficit o políticas de crecimiento.

Todo el mundo confía en que ‘la demanda nacional seguirá tirando de la economía, con crecimientos elevados del consumo de los hogares y de la inversión empresarial, en tanto que la aportación negativa del sector exterior tenderá a hacerse nula.’ Se espera que una adopción de medidas estructurales mejoren el funcionamiento de los mercados e incrementen la productividad pero eso está por ver. Y es que en el ámbito exterior tenemos algunos riesgos importantes. Las tensiones geopolíticas en algunas zonas y el riesgo del ‘brexit’ del Reino Unido, no ayudarán. Nos quedará el turismo. Veremos.

No obstante, recordemos que los tipos de interés ayudan. Con tipos de interés casi nulos, se incentiva el gasto, pero cuando hablamos de casi un 5% de déficit quiere decir que se ha incrementado la cantidad de dinero en circulación por encima de la producción y los impuestos no llegan para cubrir el gasto. Muy básico pero se entiende. Esto incentiva que los precios se deberán ajustar tarde o temprano al aumento de la masa monetaria. Eso sucede siempre por parte de la demanda vía inflación. En el futuro estaremos obligados a sacar de la circulación la suma de todos los déficits que tenemos. O vía impuestos o vía inflación. La repercusión en la devaluación de los salarios y el ahorro se volverá a producir presumiblemente.

Por todo esto, lo dicho, que gane quien gane, lo más seguro es que nada de lo que dicen que van a hacer lo hagan pues el peso de lo obligatorio no sabe de ideologías ni programas. Que se lo digan a los griegos. Y la realidad es que ni vamos tan bien ni estamos tan mal. Pero de nuevo es imprescindible tener claro donde estamos porque sino vamos a ir construyendo una plataforma sobre arenas movedizas que nos va a devolver a la casilla de inicio de la crisis. Una casilla de la que aun no han podido salir millones de familias que siguen sin tener a ningún miembro trabajando. Los dramas permanecen, aun no se han solucionado y ya divisamos más recortes. Poco les puedo pedir a esos candidatos que esta noche se van a dar de hostias en televisión. Sólo que cuando llueve sobre mojado se encharca. Que lo tengan en cuenta y no mareen más una perdiz que lleva años perdida.

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Por qué Irlanda sí puede decir ‘la crisis ya es historia’.

Cuando hablamos de que la tecnología y la economía que se le vincula pueden perfectamente entenderse como algo estructural y no un adorno, el caso de Irlanda es paradigmático. En apenas unos pocos años Irlanda ha pasado de ser uno de los ‘PIGS‘ a posicionarse como el modelo a seguir. Según la última publicación de la Oficina Central de Estadísticas de Irlanda, su PIB interanual creció un 7,7%, más o menos como China. Mientras unos, Francia o Italia, debaten sobre reformas que nunca se materializan y otros, España, da la brasa acerca de una hipotética salida de la crisis, aquí en Dublín los deberes se fueron haciendo y en la dirección correcta: potenciar el sector exterior, facilitar la vida a las empresas y estimular la tecnología a lo grande.
Y es que a Irlanda casi todo le sale bien. Sus exportaciones crecen casi al 8% cada trimestre y la política monetaria europea les favorece al ver como cae la rentabilidad de sus bonos, su principal debilidad, pues tienen la deuda pública por encima del 120% del PIB.

El trabajo del gobierno de Enda Kenny va dando sus frutos. Hablaron poco e hicieron mucho. No salían cada dos por tres en televisión, de hecho aún no lo hacen, para decir que ‘la crisis ya es historia’. De hecho la dos veces que he visto al Primer Ministro en directo ha sido durante dos entrevistas realizadas durante el noticiero diario y como si fuera un invitado cualquiera, esperando el paso de la publicidad. No salen mucho porque el coste ha sido alto y el desgaste para muchos tremendo. Saben que la gente lo pasó mal y lo sigue pasando mal a pesar de las cifras. Las reducciones tremendas de los salarios en el sector público, el descenso de los sueldos en el sector privado, una ingente inversión para renovar la industria y, sobre todo, el impulso de un tejido tecnológico que fue el motor de la economía irlandesa en la pasada década, han sido las claves del milagro.

Pero hay más. En el estudio que el The Irish Times publicó el pasado año sobre las principales 1000 empresas en Irlanda se confirmó lo que ya hace más de una década sucede. La presencia de empresas extranjeras y particularmente de empresas tecnológicas en los primeros lugares es formidable. Tras la primera, el gigante de materiales de construcción Celtic Resources Holdings, aparecen las delegaciones europeas de Google y Microsoft.

Lo que empezó siendo un modelo de ahorro tributario se ha convertido en un motor de crecimiento. La inversión exterior es clave para comprender el crecimiento económico que Irlanda experimentó en la primera década de este siglo y su brutal recuperación que se vive ahora con un crecimiento programado que superará el 6%. Hay que destacar que el 65 % de las empresas irlandesas experimentaron un crecimiento de su volumen de negocios en el ejercicio más reciente y que eso se trasladó al resto de pymes pues el 70 % de ellas también aumentaron su volumen de negocio. Especialmente los emprendedores tecnológicos están dando el empujón más efectivo.

Irlanda en muchos aspectos es un lugar muy atractivo para hacer negocios. Aunque algunos trámites se han complicado, ahora se exige la residencia legalizada del administrador de cualquier empresa, la revista ‘Forbes’ coloca a Irlanda como el mejor país del mundo para los negocios. Lo es en base a parámetros como el derecho a la propiedad, impuestos, tecnología, corrupción, libertad o burocracia. Puede que tema del Impuesto de Sociedades funcione como reclamo pero la verdad es que quien quiere instalarse en un país donde pagar menos impuestos puede ir a lugares mejores. Si no quieres impuestos deberías ir a Luxemburgo, Suiza, Holanda o Singapur, en Irlanda se pagan muchas otras cosas que amortiguan el tema. Un salario mínimo que dobla el de España, costes sociales elevados y tasas de todo tipo, encarecen la factura fiscal.

Además, en ese tema, es necesario diferenciar entre tipos nominales. Francia, con un tipo nominal para el impuesto de sociedades al 34%, el nivel efectivo es del 8%. En Irlanda, el tipo efectivo es del 11,8%, muy cercano al 12,5% nominal. Igual todo no es tan bonito como lo pintan los interesados en ‘señalar’ el tema del impuesto, y depende más de hacer las cosas como toca y dedicarse a robar menos.

Aparte del Impuesto de Sociedades bajo, la posición geográfica de esta isla y el idioma principal son los factores que convierten a Irlanda en el lugar más atractivo para un gran número de compañías norteamericanas interesadas en establecer sedes en la Unión Europea y, de rebote, un lugar ideal para instalar cualquier startup que desee dar el salto al mercado británico o americano.

La competencia laboral en Irlanda es muy alta. Esta gente es global y está muy bien formada. Les gusta vivir temporadas por el mundo. Les gusta mezclarse. Son cosmopolitas. El 17% de la población ha nacido fuera de la isla y se nota. Ahora bien, lo que realmente hace que este lugar vaya a toda máquina es el peso de sus exportaciones, y especialmente de tipo tecnológico. El sector exterior representa el 106% del PIB, frente al 30% que le supone a España por ejemplo. Irlanda es el segundo mayor exportador de software del mundo. Las exportaciones irlandesas superan a las de India y Suecia juntas, y son superiores a las de países como Australia, Brasil y Dinamarca.

Lo que realmente ha funcionado en Irlanda es su capacidad para convencer a otros a fin de que inviertan en su país. La agencia de desarrollo de negocio e inversión con oficinas en el centro de Dublín no está de adorno. Su estrategia nunca fue táctica y se dedicaron a localizar empresas en crecimiento que pudieran instalarse aquí y, casi, convertirlas en celtas. Así lo hicieron con Zynga, cuando apenas tenía una docena de empleados en Silicon Valley. Hoy tienen casi dos millares en Irlanda.

Aparte de los mejores tiradores de ‘pintas’ de Guiness del mundo, este pequeño país es la sede de nueve de las diez farmacéuticas más grandes del planeta, la de tres de las cinco principales empresas de juegos del mundo, y tienen los ‘headquarters’ europeos ocho de las diez principales tecnológicas que existen. Y, obviamente, que estén estas multinacionales deriva en empleo y riqueza. No es sólo dinero electrónico buscando atajos fiscales. Estas empresas tecnológicas internacionales generan la quinta parte del empleo y suponen tres cuartas partes de las exportaciones totales.

Las inversiones desde Estados Unidos en empresas locales es cinco veces mayor que el que se recibe desde Europa. Tener una startup en Irlanda es una ventaja si buscas inversión a pesar de que la competencia es mucho mayor.

Sin embargo no todo puede ser tan bueno y tan deprisa. Hay dos irlandas. La doméstica, con impuestos y tasas que la ahogan, y la de las empresas que va a toda leche. La demanda interior de los irlandeses sigue cayendo y parece que eso no va a cambiar de momento. Los servicios públicos dejan mucho que desear. La sanidad no cubre nada, los transportes son un verdadero desastre y caros, la cobertura social deficiente y muchos de los ‘derechos’ que se viven en España, aquí no son más que ‘servicios’ que, si pueden, te condonan y sino te los pagas.

Los que vivimos en Irlanda y nos dedicamos a vender al exterior vemos como las empresas nacionales no orientadas a exportar sufren todavía muchísimo. En cada reunión, foro o encuentro con emprendedores, empresarios, políticos o periodistas económicos, detecto el mismo problema. La quiebra entre los que se están adaptando bien a los cambios que la tecnología aporta y los que no lo están haciendo cada vez es mayor. Algo que recorre al mundo de punta a punta y que unos llevan ventaja para superarlo y otros ni siquiera se lo están cuestionando.

En todo caso Irlanda es un buen lugar para emprender proyectos tecnológicos, para aprender y para afrontar el mercado exterior especialmente el norteamericano. Si tienes una empresa que está estudiando nuevas expectativas ponte en contacto con nosotros aquí.

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Otra punto de vista del crecimiento de Irlanda

Hoy participo en una charla sobre el estado económico de Irlanda en el DIT. El tema de debate radicará en un análisis sobre las cifras de crecimiento que sobre este pais se publicaron hace unos días. Existe una doble percepción acerca de lo que realmente supone tal repunte y si se debe exclusivamente a las empresas tecnológicas, a la exportación, al turismo o a una curiosa realidad derivada de la contabilidad fiscal. El gráfico que acompaña el post refleja la potencia de un sector exterior que es la envidia de muchos y en ese hay un peso gigantesco de alimentos y bebidas.
De hecho la duda que le quedan a muchos analistas como Cormac Lucey del Economic Outlook del Times es que la gente no percibe en su día a día ese crecimiento del 7,7 % del GDP o el 9% del GNP. En cualquier conversación la gente te compara esas cifras con su propia realidad, que para nada ha crecido ninguna de esas dos cifras, diciendo ‘if things are so good, how come I feel so bad?’.

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Esto nos suena guardando las diferencias, pero en España se habla de ‘recuperación’ de la economía (con el mercado inmobiliario asomando por el horizonte de nuevo) pero la realidad familiar sigue siendo dramática para millones de personas. La teoría de porque pasa esto en Irlanda es distinta a la de otros países. En el caso del ‘tigre celta’ puede estar detrás, también, de las empresas tecnológicas, su realidad extrema de un nuevo modelo económico sin fronteras y universal y su fiscalidad diferenciada con el resto de países de su entorno.

Tras unos días circulando la noticia del liderazgo irlandés en el crecimiento en Europa el descontento ha ido en aumento. No ha parecido sentar tan bien como preveían desde el gobierno, pero sin embargo la opinión general es que tarde o temprano, la bonanza se distribuirá entre todos.

Pero debemos ser más exactos y no lanzar datos tan positivos sin analizar la ‘cara b’ del asunto. Una de las razones del descontento social radica en que, a pesar de la estadística oficial, es que gran parte de esa fría mejora se ha producido a expensas del bienestar de las personas que se ha lanzado a trabajar por cuenta propia que aquí, como en España, te coloca directamente en una zona ‘pensionable’ de menor valor. La falta de empleo se ha traducido en una eclosión emprendedora que, a diferencia de España, aquí no se ve con tanta buena cara. Se considera que el ‘emprendedor’ no siempre lo es por gusto y a la aureola mágica del mismo se le pone una corona de espinas.

Pero la razón fundamental para que el crecimiento que las estadísticas reflejan no acabe de sentirse en el cuerpo social puede estar detrás, precisamente, del modelo tributario y de la tipología de empresas que lideran la productividad en Irlanda.

El ejemplo que pone Irwin Stelzer suele poner en este caso es sintomático. Si un microchip manufacturado por Intel en su planta irlandesa se vende por 100 euros, todo ese bruto va directo al Irish GDP a pesar de que 40 euros de esos pueden ser la parte del beneficio que reclamará la matriz de Intel, principalmente los accionistas en Estados Unidos. Pero, por el contrario, el producto nacional bruto utiliza el enfoque de propiedad cuando se trata de determinar una renta de país. Por ello ese ejemplo repercute en que sólo 60 euros de ese microchip serían atribuibles a los propietarios no nacionales o delegaciones como la irlandesa. Esto sucede con casi todas las tecnológicas en este país que tributan aquí pero derivan parte de ese beneficio a accionistas o equilibrar balanzas de las matrices.

Defiendo que la economía ha cambiado mucho básicamente porque el terreno de juego es otro. La tecnología digital lo ha permitido. Los que definen como ‘trampa’ el tributar en Irlanda, incluso a pesar de tener a miles de empleados aquí, se olvidan precisamente de que no estamos en un modelo del siglo pasado donde la tipología de empresa no permitía esa movilidad. Pero no todo es como lo pintan y la cara b muchas veces es tan importante como la principal pues sin una no hay la otra.

Una fiscalidad baja para las empresas estimula su creación, instalación y crecimiento. A la vez este tipo de ecosistema crece gracias a las empresas de rango tecnológico pues les es más fácil ‘desmantelar’ sus plantas en cualquier parte y trasladarse donde obtengan beneficios más altos por tributar más bajo.

Ese despliegue de empresas tecnológicas anima a otras a que vengan, el intercambio de conocimiento y talento se hace evidente en algunos lugares de este país de manera vibrante. Cada vez son más y mejores. Personas de todo el mundo que quieren trabajar en ‘las grandes’ se acercan aquí en busca de su contrato estrella. Y lo logran muchos. Otros, al calor de tanta tecnología, deciden probar su propio proyecto y lo hacen aquí por esa tributación baja, las ayudas al emprendimiento y la atmósfera propicia.

Pero tanta empresa de este perfil repercute en lo que comentaba al principio del post. Nada es bueno o mal, hay grises. Ya comenté el encarecimiento de todo, el alto rango de tasas e impuestos indirectos que pagamos lo ciudadanos de este país, pero hay otro elemento que no es equiparable a la realidad estadística de unas cifras, que siendo muy buenas, se dejan algún factor importante.

De ese crecimiento bruto hay un alto porcentaje que no se puede trasladar a la sociedad, no directamente puesto que pertenece a ese tipo de empresa que, si bien se beneficia de su ADN digital, también lo utiliza para trasladar sus ventas a su matriz.

No obstante, prefiero crecer al 7,7% y que una parte de ese valor tenga un origen en la industria que ‘eleva’ a sus empresas de Estados Unidos una parte importante de las mismas, a no crecer. Al fin y al cabo, si esas empresas ganan dinero seguirán invirtiendo aquí y contratando más y mejores empleados que cada vez tendrán mejores salarios y cada vez consumirán muchos más productos o servicios. Sin dejar de mirar los datos al detalle, sin permitir que los datos oficiales cieguen por lo brillantes, debemos también reconocer de donde salen y en que repercuten en su conjunto.

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¿Por qué crece Irlanda al 7,7% y lidera Europa?

El pasado viernes supimos que la economía de Irlanda ha experimentado un crecimiento del 7,7% en el último año. Un crecimiento estimulado por la inversión y por las exportaciones. Tened en cuenta que este país exporta 118.100.000.000 de dólares anuales con una población que no llega a los cinco millones. Por comparar, España exporta apenas tres veces más y posee una población diez veces superior.
Tengo claro que las cifras de crecimiento tan abultadas suelen ser habituales después de una recesión. Es pura comparación con periodos inmediatamente anteriores, pero es destacable no obstante, que estén en eso que llaman ‘la salida de la crisis’. Importante sería atender si esto es ‘la salida’ de algo o sencillamente el asentamiento de un modelo económico, una apuesta tributaria y una gestión adecuada de la tecnología.

Este punto, el de los impuestos, que suele ser motivo de críticas muchas veces sin gran conocimiento del hecho concreto, debe también analizarse dentro del concepto de la Nueva Economía. Se quiere prohibir la práctica de las empresas digitales que minimizan sus facturas en países donde la tributación es alta y la amplian donde eso no es así como el caso de Irlanda. La verdad es que la naturaleza del producto que venden estas empresas no deja de ser la materia prima de nuestro tiempo, datos, bits y activos digitales. Algo que se puede ‘producir’ en cualquier lugar y venderlo por el mundo. La decisión de vender algo ‘no físico’ desde Irlanda, con miles de trabajadores en tus oficinas, y tributarlo ahí parece hasta lógico. En lugar de pelear contra lo irremediable, como pasa con otros asuntos que caracterizan nuestro tiempo, tal vez tocaría adecuar las ancianas leyes fiscales que rigen el mundo como si fuera todavía el de la Revolución Industrial. Como todo en esta vida, la adaptación a los tiempos de algunos les proporciona ventajas.

Guste más o menos esto permite que se respire otro oxígeno. Mientras los países que hablan de recuperación, como España, lo suelen hacer amparándose en los modelos de siempre, aquí las noticias son que ‘Airbnb ofrece 500 puestos de trabajo que piensa ubicar en las antiguas oficinas de Facebook, la cual se ha ido al lado de Google para poder albergar a nuevos cientos de nuevos empleados. La diferencia es notable.

Volviendo al crecimiento. Mi impresión es que el ‘tigre celta’ se acomodará en un crecimiento medianamente largo de un 3%, o un poquito más, durante la próxima década. La garantía de que el gobierno de Dublín no piensa interferir en esta súbita ‘recuperación’ estaría detrás de la fiabilidad del momento. Veremos. Los que vivimos y trabajamos aquí sabemos que un impuesto de sociedades más bajo estimula la inversión, favorece que exportes más y te permite contratar más gente. No tocarlo sería la idea. De hecho siguen con su planteamiento de, cuanto menos impuestos, mayor beneficio. Lo hicieron con el turismo hace un año, donde la reducción de tasas que gravan las diferentes actividades del sector como aeropuertos, hoteles, restaurantes, dispararon su crecimiento.

La recaudación fiscal sigue aumentando a pesar de ese bloqueo fiscal. Esa es la clave. La guerra por mantener una presión fiscal baja a las empresas está proporcionando una capacidad de crecimiento a las mismas muy importante. Sin embargo que nadie se lleve a engaño. Si quieres tributar desde aquí, deberás estar aquí. El resto de opciones no son compatibles con la legalidad o por lo menos con la legalidad inminente. Google, Apple, Ebay, Amazon y decenas de grandes compañías tecnológicas no tienen aquí un P.O.Box como parecería según lo que se lee por ahí. Aquí decenas de miles de trabajadores de esas empresas currando, gastando y viviendo. Cuando fabricas algo desde algún lugar determinado es normal que lo cobres y lo tributes allí.

Cuando el gobierno irlandés hizo una apuesta por la reducción del impuesto que consideraron más tóxico para el crecimiento nadie les dijo nada. A sabiendas que sería muy duro, de golpe, reducir los ingresos y que eso generaría una situación muy difícil para la economía del estado. Fueron años duros, tardaron mucho en llegar a una especie de ‘break even’ que les proporcionara tranquilidad. Pero pasó. Años después, con esa reducción de la tributación corporativa muchas empresas decidieron instalarse aquí. Primero, y hay que aceptarlo, fue por lo atractivo de pagar menos. Segundo, y esa es la razón por la cual vienen ahora más que antes, por el ecosistema tecnológico, las oportunidades ofrecidas y la cercanía logística y efectiva con los Estados Unidos y con el Reino Unido.

Sin embargo las cosas no son tan fáciles como parecen o tan bonitas como las pintan. Los impuestos que afectan a las familias son altos. No por el IRPF de aquí, sino por el conjunto de tasas y pagos secundarios que afectan a todos los aspectos del día a día. Son infinitos. El coste de la vida en Irlanda es mucho más alto de lo que a priori podría parecer y lo evidencia un salario mínimo que supera los 1.600 Euros al mes. La obligación de contratar irlandeses en tu empresa y de pagarles ese mínimo cierra el círculo de un momento económico en esta isla que no se puede mirar desde el puro titular sobre un hipotético crecimiento generalizado. No todo va tan bien como indica el titular, pero está claro que han empezado antes que otros a enfocar el futuro.

Pero hay dos irlandas. La tecnológica e industrial y la rural que a veces se mezcla con la turística. Están tremendamente diferenciadas. Las dos son atractivas y las dos saben como sacar partido a todo. La primera es evidente que afecta a un modelo económico nuevo que va llegando y el segundo se adapta. El crecimiento de este país no se entendería sin la potencia de su turismo tampoco. La verdad es que vale la pena perderse por aquí.

La semana pasada estuve en una reunión en la sede del Ministerio de Finanzas, varios emprendedores locales y extranjeros, inversores o gestores de fondos, fuimos invitados por mediación del Ulster Bank para explicarnos que la Administración estudia ahora en qué invertir una recaudación fiscal más elevada de la prevista. Las diferencias de método y de planteamientos son interesantes cuando comparas con lo conocido.

Nos dijeron que un año después de haber terminado los tres de supervisión del programa de ajuste de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional podían empezar a gastar en lo que consideraran oportuno y que a todas luces sería en más empresa, más tecnología y más turismo.

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Pero hay siempre un ‘pero’. Irlanda todavía tiene enormes deudas tras el rescate de su sector bancario, y miles de familias permanecen con el patrimonio neto negativo a pesar de un resurgimiento en los precios de las casas. Es peligroso ver como el precio en Dublín ya ha aumentado un 23% en el último año.

Si buscas piso por aquí lo tienes crudo. Hay poco disponible y lo que hay está alejado de todo o es tremendamente caro. Vivir en mini apartamentos de 18 m2 por 1200 euros al mes empieza a ser normal. A eso súmale un coste elevado de una imprescindible calefacción durante nueve meses al año, una electricidad carísima o el agua gravada por mil factores. Aquí el riesgo es ese. El boom inmobiliario y todos sus derivados. Si no planifican adecuadamente se reproducirá. El ‘corporate tax’ será bajo, pero el resto de tasas, recargos, reducción de servicios e impuestos casi lo equilibra.

Es más, el ministro Noonan ha asegurado que todavía planea imponer más medidas de austeridad para no disparar los precios. Amenaza con un nuevo impuesto al agua que se implementará en el país este mes y así reducir el déficit de 2015 por debajo del límite de 3% del PIB.

¿Que pueden aprender otros países que todavía están pendientes de ‘salir’ de la crisis? A desarrollar una política impositiva que sea capaz de impulsar al motor de la economía, la empresa privada, a invertir más y a crear más puestos de trabajo. A impulsar una reducción de esas cargas fiscales que ahogan a tantos emprendedores y que no llevan a más que al circuito cerrado de la imposibilidad de generar riqueza. A generar una política de eliminación de trámites, requisitos y trampas a quienes si quieren montar su empresa.

En Irlanda tardas minutos en tener lista tu compañía. Durante la primera etapa desde la fundación se te exoneran un buen número de tributos para que puedas dedicarte a hacerla crecer. Nadie te pide nada al empezar, solo que trabajes. En España, por ejemplo, con varios millones de parados siguen exigiendo pagos imposibles al que empieza, esperas tóxicas para poder ejecutar tu proyecto e impuestos adelantados cuando apenas has cobrado tu primera factura. No es que aquí sean mejores, pero cuidan, con cuidado, el motor de unas sociedad desde el punto de vista económico. Tal vez por eso cada vez que el mundo entra en recesión, ellos salen los primeros.

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Economía Marc Vidal Economía Marc Vidal

Aprovechar el momento económico

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Sabemos de países que crecen por encima del cuatro por ciento y la miseria campa por las esquinas. Salir de la recesión no es más que un derivado aritmético que en estos tiempos precisa de otras variables para poder decir que “vamos bien”. Es cierto que España saldrá de “la crisis” en un par de años largos, es cierto que en términos comparativos podremos interpretar que las cosas subirán y bajarán según la estación del año pero que, de algún modo mágico, los datos macro irán ofreciendo tendencias positivas.

A fecha de hoy ya se pueden identificar algunos puntos a favor del final de un túnel que unos llaman crisis con cambios importantes y otros llamamos cambio de época a través de una crisis como detonante. Da igual, lo importante es que el momento es histórico y como tal debe vivirse, verse y trabajarse.

Salir de la recesión, la consolidación fiscal, la corrección en el sector exterior con una balanza comercial más equilibrada, la inversión extranjera en aumento, un turismo batiendo todas sus marcas de ingresos, una industria del automóvil tomando impulso como en épocas lejanas, sorprendentemente un aumento de la confianza de los consumidores, recuperación del índice de producción industrial, el Ibex liderando las bolsas europeas, el coste por endeudamiento público mucho más bajo y en definitiva una serie de factores que hacen pensar que estamos en la antesala de otra oportunidad de subirnos a algún tren.

Hay riesgos importantes como que la inflación anual estimada del IPC en octubre de 2013 es del –0,1%, de acuerdo con el indicador adelantado elaborado por el INE. Este indicador proporciona un avance del IPC que, en caso de confirmarse, supondría una disminución de cuatro décimas en su tasa anual, ya que en el mes de septiembre esta variación fue del 0,3% y, técnicamente estaríamos entrando en deflación. Mal asunto pues demuestra que tal vez, esos datos del consumo son derivados de una campaña turística buena y no de un modelo sostenido. Parecido a los datos fraudulentos que nos exponen sobre el paro cada cierto tiempo. ¿Entramos en deflación?

Por desgracia los que dicen ser responsables de dichas mejoras seguramente les ha pillado por sorpresa y aseguran que, con paciencia, todo llega. La ley universal del péndulo económico juega a favor de quienes recogen un mal escenario y son capaces de aguantar con su cara de tabique. Al final todo pasa. Sin embargo ahora no es como otras veces. Esto no es una crisis y difiere mucho de que se pueda aprovechar el momento como cuando se sale de una. Esto tiene que ver con la sistemática mejora de un modelo socioeconómico al que nos podemos apuntar o no.

España está de oferta y ofrece gangas para la inversión foránea. Eso permite que llegue inversión pero en términos generales no arriesga pues la imagen exterior es muy nefasta. Una clase política que hace mucho daño a como se nos ve. Se han hecho estragos y todavía son muchos los indicadores que utiliza el inversor profesional los que dan datos de pura pena.

Si los que deben generar cambios, estimular mejoras y situar en el centro de la competencia todo nuestro modelo económico siguen más preocupados en que no se detecte su ineficiencia y su mediocridad, no lograremos nada. El último informe Doing Business que elabora el Banco Mundial y que clasifica a 189 países por sus ventajas para la actividad empresarial lo certifica: la posición española baja de la plaza 44ª de 2012 al 52ª, ocho puestos de golpe, lo que supone la posición más baja desde 2006, el primer listado y el descenso más brusco en un año.

Esto es básicamente por que la tomadura de pelo es consustancial al hecho político en España desde tiempos de la creación. No creo que exista ningún político, banquero o miembro de la aristocracia social que no incluya en cada dos frases la palabra emprendedor. Emprender, emprender, emprender, esa es el verbo mágico si quieres quedar ‘cool’. Tan pronto te monto una ley como que te organizo un evento repleto de aspirantes. Pero la verdad es la que es. Montar un negocio en España es un drama por las dificultades para abrir, por la complejidad para vender y por los altos costes que tiene financiarlo.

Pese a los reiterados anuncios de reformas para facilitar la creación de empresas, España sigue siendo uno de los países del mundo en que resulta más difícil poner en marcha un negocio. En concreto, España ocupa el puesto 136º de los 185 países examinados en ese mismo informe Doing Business 2013 en cuanto a la facilidad de crear una empresa. A pesar de que ha mejorado todavía hacen falta 10 trámites y 28 días, un coste equivalente al 4,7% de la renta por habitante y un capital mínimo que representa un 13,2% de esa renta por habitante. Absurdo. Se podrían hacer tantas cosas.

Hoy se publica una entrevista que me hicieron en La Vanguardia y que en una de sus partes explica como interpreto el momento económico. Considero que este momento de relevancia y de posible apunte hacia un nuevo destino depende de que se entienda el verdadero punto de partida.

-A la hora de valorar las cifras de paro que tiene España, ¿es de los que busca culpables en los gobiernos e instituciones o prefiere hacer autocrítica de nuestra actitud individual como sociedad?
-Tengo una percepción personal de que nosotros no estamos viviendo ninguna crisis concreta y de que estos datos pueden ser las características de algo que se traduce como crisis, pero que es algo muy intenso, como una revolución en todos los términos: sociedad, economía, relaciones humanas y relaciones con la tecnología.

-¿Me quiere hacer ver que no estamos pasando por ninguna crisis financiera o económica?
-Cuando en esa época entró una máquina de vapor a una fábrica de 400 trabajadores para que la llevaran sólo dos, había 398 personas que creían que estaban en una crisis absoluta y no sabían qué hacer. La sociedad aprendió a colocar estas personas en diferentes sectores. Nosotros estamos aprendiendo a modificar nuestros ritmos vitales, económicos, sociales, políticos para que la gente se incorpore en esta revolución tan absoluta. Las culpas están repartidas en diferentes medidas y estamentos. Está claro que hay gobiernos que han hecho menos que otros, hay sociedades que abusaron del crédito y de la especulación absoluta, o que España no aprovechó las bonanzas para impulsar un cambio de modelo de crecimiento. Aún así, la respuesta al momento actual no está en recuperar nada, ni en hablar de crisis, sino en intervenir teniendo en cuenta que estamos viviendo una revolución en todos los sentidos.

-Usted fue de los primeros en vaticinar esta situación en su blog personal. ¿Cree que ahora podría decirme cuánto nos queda para salir de este pozo?
-Deduje, más que vaticinar. Y lo que dije es que se desencadenaría, como así ha sido, un proceso económico que tendría un final infeliz. Lo que no tenía claro es que se produciría por lo que yo intento defender, algo que tiene que ver con una cosa más sistémica vinculada a diferentes aspectos, especialmente el de la tecnología, que está cambiando todos los ámbitos que van desde la transmisión de conocimiento a la distribución del trabajo. A mí me gustaría decir que el cambio es inminente, pero no es así. Nos queda un periodo largo de estancamiento económico y social que podría alargarse durante 4 o 5 años más. Las comparativas, que es lo que se va a poner de moda a partir de ahora, nos dirán que empezaremos a tener buenas noticias y esto es bueno que se vaya incorporando en nuestro lenguaje porque la percepción social ayuda a que las cosas mejoren más rápido.

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Inminente final de época

Que los seres humanos utilizamos un porcentaje muy bajo de la capacidad de nuestro cerebro es una teoría científica que goza de un enorme consenso. La verdad es que cuando analizamos el barrizal en el que nos han conducido banqueros, hipotecófagos, pisitofilos y políticos no queda otra. Tómenlo como quieran pero estoy convencido que una buena parte de esa tontuna general en la que hemos vivido en los últimos años no es más que la evidencia de ese defecto de fábrica.
Estamos rodeados de inservibles. Pobres personas capaces de vender a su madre por un escaño por falta de ímpetu en hacer algo de provecho. Estar en una lista una vez te ayuda a verte distinto al resto, te da tranquilidad, chapa y acceso libre al puente aéreo. Dos legislaturas ya te elevan del suelo, sientes que el menú debe costar la mitad que al resto de los mortales y que todos deben genuflexionarse a tu paso. Tres legislaturas ya te acercan a la aurora boreal. En casos crónicos como los de cuatro o cinco legislaturas, la total lejanía a las críticas y enfado social es evidente. La empatía desaparece y se convierte en una especie de indignación aristocrática similar a la que algún futbolista que llora por no recibir aplausos fogosos los todos los domingos. Que gravedad.

No son todos, pero son muchos. Se sorprenden de que la gente salga a la calle, que se atreven a retorcerse de indignación por lo que consideran un allanamiento a su intocable estatus de personas ilustres. Algunos llevan tanto tiempo retozando en lo público que no tienen ni idea de lo que está pasando ahí fuera. No voy a entrar en las razones, las he descrito durante años, ni la dirección que tomará todo, ya lo dije también y además no es interesante esperar que otros determinen, pero lo que si voy a señalar un aspecto que si me parece importante.

Ya poco importa si unos son violentos (intolerable) o si la policia ha tomado una actitud chulesca y agresiva (intolerable), lo que realmente es determinante es que ya no hay vuelta atrás. El modelo ha cambiado, o mejor dicho, está cambiando. Esto son los efectos residuales del gran cataclismo. Esto son fuegos artificiales de un nuevo escenario. No ha hecho más que empezar, todo lo que se avecina es hierro y en barra.

La metáfora con la que suelo explicar lo que ha pasado y estamos viviendo la refiero a un volcán. Imaginemos un cráter calentando motores, apenas quedan días para la enorme explosión que nos espera. Normalmente esa erupción no suele venir acompañada de grandes indicios pero si de algún pequeño terremoto que indica que algo va a pasar. De repente, como de improviso, una lengua de fuego y lava es expulsada con una enorme fuerza hacia el exterior sin miramientos. Así fue el principio de la crisis. Así lo hemos vivido: una tremenda explosión de luz y fuego que apenas pudimos interpretar previamente. Sin embargo luego viene lo importante. La masa que proviene del interior de esa montaña viva se esparce por todas partes, se desplaza y procura un cambio en la fisonomía de toda la ladera. Podemos compararlo con el tiempo actual.

La crisis ya pasó, hace mucho, nada de lo que cegó nuestros ojos era importante si lo cotejamos con lo que supone un cambio de sistema. A medida que el magma se solidifique y termine por conformar una nueva superficie debemos saber como gestionar este cambio gigantesco. La crisis se fue pero ahora toca entender como queda todo, cual será el nuevo modelo económico, social, cultural y de participación política. Este nuevo paisaje se basará en una sociedad hiperconectada donde las relaciones ya no son son lineales sino transversales y donde la suma de las individualidades dentro del colectivo conformarán como una especie de gran cerebro digital.

La nueva economía implica una serie de cambios disruptivos a todos los niveles. Desde cambios en la cadena de valor, ya que las ideas son las que tienen importancia y no el soporte como en muchos de los modelos tradicionales, hasta cambios en los procesos y en la gestión de las organizaciones. Aceptar que este nuevo modelo implica nuevas condiciones y sólo aquellos capaces de inventarse un nuevo entorno laboral vinculado al nuevo modelo, te acerca al éxito.

Tenemos un problema, uno más. En concreto la falta de políticas dirigidas a la innovación empresarial y al estímulo que en al cambio de modelo de crecimiento eso supondría. Ninguna empresa española aparece entre las 100 más innovadoras del mundo, según Thombosn Reuters por ejemplo.

Y si queremos acpetar que el fin de una etapa está próximo y que ese nuevo punto es mejor, mucho más eficiente y vinculado a la modernidad, la innovación debe ser omnipresente. Este nuevo modelo, esta nueva etapa, implica apostar por la innovación, siendo ambiciosos y pensando en global (tanto para ofrecer el producto a cualquier pais del mundo como para ser capaces de conceptualizar un producto global para ofrecerlo a nivel local),  siendo capaces de trabajar en equipos y en organizaciones complejas, dinámicas, atemporales y aterritoriales y entender la empresa como un gran ser vivo. Todo es una cuestión de actitud, tenemos que estar en “beta” constante para afrontar los nuevos tiempos y no tener miedo al cambio y al fracaso.

En España en concreto el tiempo se detuvo hace años. El PIB per cápita en 2012 de los españoles se situaron en el mismo nivel que en 2004. Es como si el reloj se hubiera detenido, o peor aún, como si trabajara marcha atrás. La economía española parece una goma de la que se ha estirado demasiado y, una vez llegó al máximo de elasticidad, no ha hecho más que recular. Ahora sabemos que, tras este tránsito complejo por una hipotética crisis que nos llegó de “improviso” y que era “mundial” el destino no es mejor que el punto de partida.

Muchos siguen lejos de la realidad, continúan asegurando que “la crisis pasará” ignorando lo sustancial de estos tiempos que nos toca vivir. El festival especulativo y ridículo que se vivió durante años, sin apoyar la iniciativa emprendedora de alto valor, sin estimular el cambio del modelo de crecimiento hacía el conocimiento y la dinamización de la producción industrial para hacerla competitiva, nos ha llevado a la casilla de salida, como si la historia quisiera darnos otra oportunidad.

Esperar que un político u otro ponga en marcha políticas de generación de empleo o de innovación es un error que debería de estar penalizado. Recuerdo que a mis alumnos les digo que “inventen su puesto laboral”, que no lo esperen, en el futuro inmediato, el nuevo paradigma creará pocos de los tradicionales. La oportunidad está en la creatividad y en la capacidad de pensar todos en común adaptando las ganas de impulsar negocios a los deseos de estimular la sociedad, una nueva sociedad mucho mejor que la actual, mucho más independiente y con mayor voz a pesar de los esfuerzos contrarios. Si deja de soplar el viento, ¡rema!

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Invertir en la Era Cero

Vivimos tiempos de incertidumbre. Que hacer con el dinero y como abordar su protección no es sencillo cuando los que hasta la fecha debían dedicarse a eso se han convertido en una amalgama imperfecta de frases incoherentes y muchas veces paradójicas. Ni banqueros, políticos, periodistas o catedráticos han sido capaces de dar alternativa fiable al riesgo actual. Vamos a intentar abordarlo. En mi opinión, lo de sacar el dinero de España no tiene sentido si no es de un modo estratégico y global. Es más seguro en algunos casos inverir en deuda alemana desde un banco español que lo contrario, es decir, invertir en un fondo francés o alemán que en realidad esté compuesto por deuda griega, portuguesa o española. Hay un futuro financiero complementario con el futuro emprendedor, tener datos y conocimiento sobre ambos es fundamental en tiempos de redes, nueva economía y tormentas.
Los futuros historiadores quizá utilizarán la expresión “Era del Cero” para referirse al presente periodo, comenzado con el colapso de los bancos irlandeses, antes de que la crisis financiera se ramificara en las múltiples facetas que exhibe actualmente. Gracias a la errada respuesta de nuestros llamados líderes, que en esencia han socializado las enormes pérdidas de los bancos, esta generación y la próxima se enfrentan a la tarea hercúlea de pagar las gigantescas deudas bancarias asumidas por los gobiernos soberanos. La crisis económica permanente es ahora la nueva normalidad, el resultado de estas políticas económicas mal concebidas que han dado lugar a un sector público hinchado, necesitado de impuestos crecientes a extraer de un sector privado exhausto y menguante.

La Era del Cero plantea un panorama muy complicado a aquellos afortunados con ahorros disponibles para invertir. Así, la Era del Cero se caracteriza por unos muy bajos tipos de interés oficiales, mantenidos artificialmente en esto niveles en un vano intento de estimular la economía. En consecuencia, los bonos de alta calidad ofrecen rendimientos próximos o incluso inferiores a cero. Para completar el cuadro, los crecimientos económicos están estancados en niveles próximos o inferiores a cero, mientras las tasas impositivas sobre el consumo, ahorro y trabajo se acercan a niveles confiscatorios. Sólo en el caso improbable de que comenzaran a aplicarse reformas radicales en pro del crecimiento, esto es, bajada de impuestos acompañada por reducción drástica del gasto público, podríamos imaginar un escenario que nos permita volver a la senda del crecimiento y la prosperidad.

Para invertir con éxito en la Era del Cero, los inversores deben cambiar el chip y modificar su perspectiva respecto a cuestiones que daban por supuestas en la previa Era de Prosperidad. En primer lugar, los inversores deben recordar en todo momento el adagio del sabio americano Will Rodgers, “Estoy más preocupado con el retorno de mi capital que con los retornos sobre mi capital” (I am more concerned about the return of my capital than the return on my capital). Las escandalosas ventas masivas de acciones preferentes a pequeños inversores no profesionales debería demostrar de forma definitiva que los inversores no pueden depender del consejo que le ofrecen sus bancos. Invertir en la Era del Cero requiere asesoramiento independiente, libre de los conflictos de interés típicos de las entidades bancarias.

En segundo lugar, como la Era del Cero se caracteriza por tipos de interés muy bajos y crecimientos económicos próximos asimismo a cero, es necesario reducir al mínimo los costes de inversión a fin de conseguir beneficios reales a lo largo del tiempo. Por ejemplo, si los bonos de alta calidad rinden únicamente un 2 ó 3% anual, es absurdo invertir en renta fija mediante fondos de inversión, cuyos gastos anuales de gestión ascienden normalmente al 1,5% o superior. De forma similar, unos gastos de gestión superiores al 2% en fondos de renta variable son simplemente excesivos, ya que irremediablemente absorberán a lo largo del tiempo las ganancias previstas en unos mercados bursátiles lastrados por la ausencia de crecimiento económico.

Defiendo tradicionalmente el uso de ETFs de bajo coste (Exchange Traded Funds) en lugar de fondos de inversión al uso, precisamente por este motivo. Sin embargo, los ETFs no proporcionan a los bancos el caudal anual de ingresos que sí les ofrecen los fondos de inversión, por lo que los bancos rara vez los recomiendan a sus clientes. Esto es así especialmente en este momento, con lo bancos bajo presión creciente para aumentar sus ingresos por comisiones a fin de paliar siquiera en parte sus muy deficientes cuentas de resultados.

Finalmente, en la Era del Cero no podemos esperar que la marea de crecimiento económico y altos tipos de interés asegure las ganancias de aquellos inversores pacientes que simplemente mantengan una cartera de valores bursátiles o fondos de renta fija. Para los inversores en renta variable, la ausencia de crecimiento económico hace probable que el precio de muchas acciones sea aproximadamente el mismo ahora que dentro de diez años. Para los inversores en fondos de renta fija, es probable que sus ganancias después de descontar las comisiones sean nulas mientras se mantengan los bajos tipos de interés actuales. Para invertir con éxito en la Era del Cero, los inversores deberán mantener sus ahorros en activos muy diferentes a aquellos que les proporcionaron buenas ganancias en la Era de Prosperidad que hemos dejado atrás, esto es, activos inmobiliarios, acciones y bonos en general.

Con este panorama, ¿a quién puede recurrir un inversor? Como los bancos centrales continúan su política de flexibilización cuantitativa, esto, imprimir más y más dinero para estimular unas economías moribundas, es probable que finalmente se produzca un aumento de la inflación. Éste ha sido el resultado de esta política a lo largo de la historia siempre que las autoridades monetarias han bastardeado las divisas a base de crear nuevas masas de dinero a una velocidad muy superior al crecimiento de la economía real subyacente. Estoy convencido de que los clientes deben mantener al menos parte de sus ahorros en ETFs de bonos con intereses ligados a la tasa de inflación, así como en oro, a fin de proteger sus ahorros si, como sospechamos, el fin de la Era del Cero se produce a través de un repunte sostenido de la inflación. Asimismo, en un mundo de crecimiento cero, los inversores no profesionales deben invertir en acciones sólo con el objetivo de obtener dividendos. El reciente fiasco de la salida a bolsa de Facebook pone de manifiesto una vez más que las acciones que no se sustentan en un dividendo seguro son muy arriesgadas, y experimentan fuertes bajadas si el mercado bursátil se posiciona en su contra.

En próximos artículos examinaremos otras estrategias e instrumentos que los inversores pueden aplicar para invertir con éxito durante la Era del Cero y construir así una reserva de ahorros con la que complementar las pensiones estatales, para las que sólo puede augurarse un futuro menguante.

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¿Cómo afecta un rescate?

Acabo de aterrizar en el nuevo mundo. Estaré unos días trabajando con mi equipo en las sedes de Bogotá, Lima, Caracas, Miami y Boston. Nada más llegar cené con dos periodistas con los que tenía pendiente otra entrevista. Les preocupa no entender la situación de España en concreto y del continente en general. Por cosas de la vida, como consultor del BCIE he tenido que explicar lo mismo varias veces a mandatarios centroamericanos y también se hace complicado. Ellos que crecen en tasas que rozan las dos cifras tienen crisis sistémicas y de alto calado social cada diez o quince años. De hecho la mayoría disfrutan de la bonanza con el ojo puesto en el retrovisor que relata pobreza y miseria. No entienden de “crisis” subsidiada. Cuando ellos entran en crisis la gente se muere de hambre.
Hace dos meses que estamos trabajando en Bruselas en un anteproyecto cuyas bases estamos diseñando desde IDODI enmarcado en el famoso Seventh Framework Programme Europeo. Es gracias a ese contacto directo con alguno de los actores principales de la economía europea que he podido entender que la intervención de las finanzas españolas ya es un hecho desde hace un año, que el rescate se contempla como inevitable y que la subida del IVA por encima del 20% no será antes del verano pero si se planteará si los ingresos no aumentan por la “amnistía” o los gastos no se logran reducir por la vía imperativa. De hecho un buen amigo francés que ahora ocupa un alto cargo en la administración europea me confesó que Grecia, Portugal y España se devaluarían en valor nominal por la vía del IVA hasta límites que no podemos ni imaginar. Eso en semántica banquera viene a ser un 21% para España, e incluso más.

La gente se pregunta que quiere decir que nos rescatan. Incluso hay quien asegura que eso no va con ellos, que es un tema de macroeconomía, de políticos y economistas, que a las personas de bien eso no les afecta demasiado, que al final todo es una subidita de impuestos y algo menos de “cosas que te da el gobierno”. Pues ni el gobierno “te da nada”, ni las personas “normales” están exentas de notar en su estómago la patada del rescate, ni es un tema exclusivo de altos mandatarios. Un rescate e intervención no es nada parecido a lo que se siente cuando te sacan del mar en un bote salvavidas. La verdad es que a veces piensas que ya estabas bien ahogándote en el agua tan a gusto y “a tu bola”.

  1. Un rescate no es más que un crédito enorme que nos dejarán la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Con esa pasta se saldan las deudas del estado en default y justo a la mañana siguiente tienes la visita de la “troika”, es decir, unos comisarios de muy mala cara y de muy mal negociar.
  2. A partir de ahí los sucesos se precipitarán y nadie puede asegurar que serán la solución milagrosa pues no lo están siendo en ningún sitio donde se han instalado, sólo sabemos la que lían.
  3. Tomarán el poder un grupo de consultores y altos cargos de la UE, el FMI y el BCE. Su función será la de auditar todas las decisiones de tipo económico y presupuestario del ejecutivo de Rajoy y de sus derivados (como ellos lo denominan) autonómicos y jurisdiccionales.
  4. Para España tocarán equipos multidisciplinares con al menos un centenar de comisarios. A partir de ese momento España quedará oficialmente intervenida (le llamarán de otro modo como “asesoría de ajuste” o “grupo de apoyo presupuestario”) y entonces deberá corregir la situación a través de medidas “aconsejadas” por la “troika”.
  5. De no hacerlo no recibiremos el dinero que debe salvar todo el sistema financiero y el sistema económico por enlace. Recordemos que el Estado ha servido en bandeja toda su capacidad de endeudamiento y recursos a los bancos y cajas que estaban yertas en sus propios balances permitiendo que falsearan sus cuentas a cambio de “saltar al vacío” esperando que el paracaídas se abra.
  6. Como el triplete fantástico no se suele fiar de los países que rescata la pasta no la suelta de una vez  sino que la va aflojando a medida que se van cumpliendo su “consejos”. Las medidas irán en la línea griega en cuanto a la reducción de funcionarios, salarios de la administración, peso de las autonomías, fusiones de municipios, subida de impuestos como el IVA, retoques en la reforma laboral y alguna cosilla más. Me pregunto como se lo tomarán los sindicatos.
  7. Por desgracia es casi inevitable que pase. El volumen del engaño en España en cuanto al balance del sistema financiero es comparable a las mentiras que Goldman Sachs inventó para que las cuentas de Grecia fueran adecuadas en el momento de integrarse a la Unión Monetaria.
  8. La banca española vale más por sus cuentas tóxicas que por las reales. Casi 200.000 millones de euros en hipotecas no serán devueltos a los bancos, lo que pone en fallida todo el sistema. Eso se deberá sumar a que la banca no ha dejado caer el precio todavía de la vivienda, algo que seguirá friccionando y, al final, resultando una evidencia solemne: el patrimonio con el que los bancos autorizan balances positivos son una quimera.
  9. Europa lo sabe. Si cae Portugal, que caerá pues se le pide que resuelva elementos estructurales de su economía en meses cuando eso no lo lograría ni un país escandinavo en años, cae España.
  10. El grado de exposición de la banca española al déficit portugués se dice que puede estar cercano a los 100.000 millones por derivados de segundo orden y no los 78.000 como hasta ahora se consideraba. Además, el crecimiento de la economía española vuelve a ser negativo.
  11. En Europa se contemplan cifras muy contundentes y en negativo para este trimestre pasado que no dejarían muchas opciones a la hipotética recuperación a medio plazo que pudiera retrasar el rescate.
  12. La austeridad en inversión y la necesidad de más dinero en la banca (y no para fluir crédito) seguirán reduciendo el radio del círculo vicioso en el que hemos caído irremediablemente. Finalmente se dice en Europa que el rescate de España es inevitable porque no lograremos equilibrar el déficit, porque el paro no dejará de aumentar y porque el talento huye de España ante la imposibilidad de prosperar.
  13. La nombrada “prima de riesgo” aumentará por una lógica cruel del mercado: es un “riesgo apostar a este caballo mal herido”. En definitiva, menos dinero, más recaudación hasta la extenuación, liquidación de servicios, reducción de peso funcionarial y alejamiento del crecimiento y del cambio del modelo de crecimiento.

Y a todo esto, recortamos 2.200 millones de euros en los presupuestos para I+D+i y nos desfilamos por el sendero oscuro de no saber que queremos ser de mayores. La fiesta terminó, toca recoger los platos, limpiar la sala y, sobretodo, ir hablando de lo que haremos con ese espacio para rentabilizarlo. Al parecer, investigar en nuevos modelos productivos no.

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Marc Vidal Marc Vidal

Pánico innovador

Camino de Colombia, leo hoy en Cotizalia como se analizan algunos ejemplos de emprendeduría exitosa en contraposición al miedo a emprender que hay en nuestra sociedad. Yo diría que más que miedo es pánico y no a emprender sino a fracasar. La gestión del fracaso en España y en Europa en general es contraria al estímulo empresarial. No se valora como factor de aprendizaje sino todo lo contrario, no se entiende que tras un error hay un aprendizaje.
Nuestra sociedad está acomplejada, mínima, incapaz de enfrentarse a ese miedo a fracasar, la cantidad de gente que emprende es menor que en otros países. Cuanto menos intentos menos éxitos, cuanto menos éxitos menos competitividad. Es una regla de tres que asusta de lo simple que es y que conduce a la parálisis.

Evitar esa parálisis no es tanto por eliminar los factores que estancan una sociedad sino por que en el emprendedor está el tronco de cambio de modelo económico más poderoso. Un emprendedor debe aportar algo que sus competidores, mucho más experimentados, con mayor cuota de mercado y metodología adquirida, tienen y ofrecer respuestas nuevas a problemas de siempre.

Considero que si somos capaces de gestionar esa ecuación, todo no está perdido independientemente del resto de factores. Una sociedad emprendedora es una sociedad innovadora y capaz de reponerse a una atonía económica de la que si no es con creatividad y una actitud diferenciada, perpétua.

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Marc Vidal Marc Vidal

Perder El Tren

Casa verde
Hay estadísticas que definen el estado de un modelo económico. La lista Top 500 es el indicador que muestra la posición de los países según el número de alta tecnología computacional, los denominados “superordenadores”. En el caso de España la posición que ocupamos en ese ranking no ha hecho más que descender. En concreto, en dos años, hemos retrocedido ocho posiciones. Con sólo tres de esos cacharros ocupamos el puesto 17 del mundo.

Esto no sería reseñable si se limitara a la anécdota, pero parece un síntoma más de que hemos perdido el tren de nuestro tiempo. Cada vez más gente se da cuenta y se larga. La fuga de cerebros es una sangría. Según un informe de Adecco, en los últimos dos años más de 100.000 jóvenes de alta preparación y españoles han hecho las maletas en busca de un futuro más interesante que el que ofrece un país en recesión y sin opciones. Es una diáspora que se ubica en el perverso horizonte de ver que en España el horizonte es siniestro y se habla de indicios de recuperación en otros países. 

El problema es que cerca de un millón de trabajadores se han ido ya en lo que llevamos de crisis, de los cuales una cuarta parte son jóvenes con alta formación. Además se denota que las oportunidades para que éstos se puedan sentir realizados es cada vez menos probable. Investigación, desarrollo o nuevos modelos de crecimiento se alejan por culpa de un Estado incapaz (formal y técnicamente) de invertir para impulsarlos. A mi modo de ver toca reducir impuestos  e incentivar fiscalmente la inversión privada en nuevas tecnologías, no nos queda mucho más. Aun es posible sin que Europa nos acuse de no saber lo que hacemos. En la Comisión lo que quieren es un "plan creíble" para reducir el déficit y no necesariamente una retirada de opciones económicas.

Si desde el entorno público las opciones de empujar parecen nulas pues no hay dinero ni lo habrá, y si lo hubiera debería orientarse a procurar que no aumenten las cifras de excluidos sociales y mantener la paz social a toda costa, desde el privado tampoco estarán las cosas en disposición de modificar presupuestos de contingencia. A medida que se evidencie que el déficit no se reduce ya que aumentar los impuestos y reducir los gastos del estado no garantizan que los ingresos crezcan o se mantengan, la presión fiscal irá en aumento hasta cifras que hace un año hubieran hecho saltar chispas, pero que hoy ya no son capaces de remover a un país apagado, adormecido y anestesiado irremediablemente. Los impuestos no sólo suben para ricos. Es una regla de tres diseñada para tontos. La Fundación Ideas, agujero donde se esconden los socialistas en extinción, recomiendan al ejecutivo que nos fusilen a impuestos. Lo grave es que lo hacen con nuestro dinero, claro.

En resumen, menos dinero para invertir en lo importante, mayor presión fiscal a los que pudieran impulsar un cambio de modelo mucho más tecnológico, más jóvenes preparados huyendo a otros países y evidencias claras que  muestran un país cada vez más lejos de los escenarios de futuro. Mientras tanto, los de siempre siguen discutiendo de reformas laborales de juguete. Todos los “agentes” sociales y ahora partidos políticos dándole a la manivela del insulto a la inteligencia

Es tan ridículo todo esta mierda que no parece posible. Dos años pasándose por el forro el asunto y ahora a correr. A darse prisa en algo que ya no tiene uso ni sentido. La reforma laboral no genera empleo, ahora ya no. No proyecta hacia el futuro sino que se ahoga en el fangal en el que está todo esto. Diseñar un nuevo modelo de crecimiento depende de que alguien se lo crea de verdad, apueste y arriesgue. Que se cuente con esos que se van, nos vamos, con los que apostaban su patrimonio por emprender, que se cuente con todos los que ahora están preparando estrategias para afrontar la subida de impuestos. 

Gracias de corazón a todos los que se preocuparon, preocupan y preocuparán tanto de nosotros, no hacía falta, de verdad, casi mejor que se hubieran estado rascándose la entrepierna durante toda la legislatura, hubiera sido mucho más productivo.

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