El turismo del futuro, el futuro del turismo y el Fitur más tecnológico.
Me fascina el turismo. Sus estrategias, sus marcas, sus modelos de negocio, sus posibilidades de digitalización o sus planes de transformación que tengo la suerte de poder desarrollar con algunos de mis clientes del sector. Sin embargo, es importante en cualquier análisis, ordenar las piezas y entender el contexto. Voy a reducir el foco a España. El turismo creció en 2019 un 1,5%, lo que es lo mismo que crecer por debajo del PIB y, también, el peor dato desde 2013. Es evidente que con unas cifras que suponen liderar en muchos aspectos el mercado turístico global, repetir crecimientos cercanos al dos o al tres por ciento es muy complicado. La reducción de turistas británicos y alemanes, nuestros principales mercados emisores se compensó con el turismo nacional. Además, el empleo crece a pesar de que el sector se ralentiza.
Me fascina el turismo. Sus estrategias, sus marcas, sus modelos de negocio, sus posibilidades de digitalización o sus planes de transformación que tengo la suerte de poder desarrollar con algunos de mis clientes del sector. Sin embargo, es importante en cualquier análisis, ordenar las piezas y entender el contexto. Voy a reducir el foco a España. El turismo creció en 2019 un 1,5%, lo que es lo mismo que crecer por debajo del PIB y, también, el peor dato desde 2013. Es evidente que con unas cifras que suponen liderar en muchos aspectos el mercado turístico global, repetir crecimientos cercanos al dos o al tres por ciento es muy complicado. La reducción de turistas británicos y alemanes, nuestros principales mercados emisores se compensó con el turismo nacional. Además, el empleo crece a pesar de que el sector se ralentiza.
Algunos aseguran que el turismo ha dejado de tirar del carro de la economía española. Yo no lo creo, es más considero que hay que seguir pensando que es nuestro motor. Para ello debemos asumir algunas cifras de alerta para tomar medidas. Ya en 2018 creció por debajo del PIB y en 2019 avanzará sólo un 1,5%, menos que la economía nacional que rozó el 2%. Para entender la dimensión de este frenazo sepamos que esto no pasaba desde 2010. Algo que, desde el punto de vista socioeconómico, tiene un detonante vinculado a que Alemania ha estado al borde de la recesión lo que desembocó en una caída del 6,5% de turistas germanos, la devaluación de la libra británica que procuró un descenso del 5,2% de turistas del Reino Unido y un frenazo muy importante de turistas nórdicos con múltiples causas entre las que se incluye la quiebra del operador Thomas Cook y su modelo empaquetado de experiencias turísticas de calidad más que revisable.
El saldo positivo, no obstante, se ha producido en el turismo nacional. Los españoles han sido los que este año han contribuido al crecimiento del sector aumentando las pernoctaciones en hoteles un 2,6%, en turismo rural un 3,3%, en vuelos interiores un 6,6% y en pasajeros del AVE, un 4,7%. Por curiosidad, es llamativo el hecho de que las pernoctaciones de españoles en hoteles de cinco estrellas son las que más crecen, un 4,9%, frente el aumento de apenas el 1% en hoteles de una a tres estrellas.
Este año he tenido el honor de participar en la inauguración de la feria internacional Fitur, concretamente desde el pabellón Fiturtech. El escenario de análisis, muestra y debate de hacia dónde debe ir el uso tecnológico en el sector turístico. Algo que, por supuesto, no puede ser ni secundario ni retrasarse demasiado. Más cuando la competencia por precio es un escenario complejo en el medio plazo y el de seguir vendiendo productos turísticos como el pasado siglo algo que es más que revisable.
En 2019 han caído los destinos de sol y playa pero crecen los alternativos. Las llegadas de turistas alemanes y los procedentes de países nórdicos han caído en general, pero crecen en los destinos de interior y en los de la llamada ‘España verde’. El sector, lleva tiempo intentando impulsar un cambio de modelo, que no sólo se centre en los destinos de costa. Se pretende desmasificar las zonas saturadas y desviar viajeros a otros lugares menos llenos. Considero que a este comportamiento debe unirse una apuesta profunda por la tecnología y por el turismo del futuro.
De esto último tuve oportunidad de hablar durante mi conferencia en la jornada inaugural de Fitur. De las claves de la transformación digital en el sector que ocupa más gente y pesa más en el PIB en España. Claves que se centran en una modificación notable del modo en el que se coloca al cliente en el centro de la cadena de valor, de como se obtienen datos inteligentes de cada proceso en los modelos de explotación turística, de la generación de nuevos modelos de negocio en el propio sector y de que nuevas habilidades van a tener que incorporar las personas que tengan que trabajar con entornos tecnológicos. No es lo mismo un camarero que recoge el plato y lo lleva a la mesa que otro que espera que ese plato lo lleve un robot. Cambian notablemente sus requerimientos, conocimiento y formación.
España no tiene petróleo, no es una potencia industrial y no es, atendiendo a la repercusión del PIB, un destacado centro aeronáutico. Por lo tanto, como eso va a ser muy complicado de cambiar, se debería potenciar la innovación, la modernización y la implantación tecnológica en los sectores que sí suponen una garantía de crecimiento. La idea de automatizar muchos elementos de la cadena de valor turística no tiene que suponer necesariamente desempleo sino todo lo contrario. Lo que pasa que generará otro empleo (que debemos formar) y una eficiencia inédita (para vender más).
El uso de datos para transformarlos en información y finalmente en conocimiento no es algo que se pueda hacer de espaldas a la tecnología. Es por esa razón que todo el sector, desde los grandes operadores hasta las pequeñas explotaciones turísticas no tienen otra que abrazar la tecnología y sus expectativas. Sólo de ese modo tendremos una industria (que no dejará de ser clave para la economía española) absolutamente competitiva durante un futuro digital y exponencial en el que entramos desde ya mismo.
Tenemos claro un mundo inminente que se divisa por el horizonte y que no parece reservar mucho espacio a modelos económicos dependientes de sectores sin actualización tecnológica. Un futuro que habla de pensiones en riesgo, sociedad del bienestar en jaque y modelos productivos obligados a vivir una disrupción inevitable. Una disrupción que ya vive el sector turístico. La competencia está por todas partes y dispara desde todas direcciones. Cualquier elemento imprevisto puede cambiarlo todo rápidamente. La automatización y la adaptación al mundo del dato, la robotización y la inteligencia artificial serán su muro de contención y en el que deben iniciar su transformación. Si no se transforma absolutamente, alejados de lo anecdótico, la pérdida de peso en la economía nacional, supondría una catástrofe laboral similar a la vivida hace unos años con el sector inmobiliario.
Activar políticas fiscales, laborales, formativas y de estímulo a la modernización son imprescindibles. Establecer un espacio profesional en el que subir el salario mínimo sea una obviedad factible por que esté ligado a la productividad real es absolutamente urgente. El turismo no tiene recambio y eso, de por sí, no debería ser un problema. Lo que pasa es que se tiene que ir transformando continuamente para ser, siempre, el motor actualizado que permita su liderazgo. Hablando con los responsables del gremio, percibí ese interés por liderar el cambio, continuar con esa modernización homologable y en transformar digitalmente el escenario turístico español.
He visto el grado de responsabilidad de quienes se saben clave en la economía de un país. Agradezco que me permitieran hablar no tan solo del futuro del turismo sino también del turismo del futuro. Un futuro tecnológicamente más humano, pero especialmente más eficiente y rentable. La clave estará en los procesos, en los datos, en las experiencias predictivas y en la formación de un nuevo modelo laboral. Nos va mucho en ello, no somos Arabia Saudí, Canadá o Finlandia, nosotros tenemos una estructura de crecimiento en los servicios turísticos, estimulemos su ‘update’.
El desafío económico y tecnológico de Nadia Calviño
En mi libro ‘La Era de la Humanidad’ transcribo una carta que le escribí al presidente Pedro Sánchez poco después de erigirse como jefe del ejecutivo español tras la moción de censura en 2018. En ella le sugería crear un Ministerio del Futuro o, en su defecto como mínimo, uno de inteligencia artificial. Además, le rogaba que incorporara en el máximo rango posible la estrategia de Transformación Digital en su ejecutivo. No lo hizo en aquella ocasión pero, tras los nombramientos de estos días en su nuevo organigrama, algo de eso sí refleja. Evidentemente dudo que tenga que ver con mi carta, pero nos vale igual.
En mi libro ‘La Era de la Humanidad’ transcribo una carta que le escribí al presidente Pedro Sánchez poco después de erigirse como jefe del ejecutivo español tras la moción de censura en 2018. En ella le sugería crear un Ministerio del Futuro o, en su defecto como mínimo, uno de inteligencia artificial. Además, le rogaba que incorporara en el máximo rango posible la estrategia de Transformación Digital en su ejecutivo. No lo hizo en aquella ocasión pero, tras los nombramientos de estos días en su nuevo organigrama, algo de eso sí refleja. Evidentemente dudo que tenga que ver con mi carta, pero nos vale igual.
De momento, lo que sabemos es que tenemos a Nadia Calviño como Vicepresidenta de Economía y Transformación Digital y a Carme Artigas como Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Este segundo nombramiento, en concreto, me parece especialmente acertado. Mi única duda es si el contenido de este área será realmente profundo o, p or el contrario, detrás de la nomenclatura de este cartapacio solo hay cosmética. Será relevante saber si hay realmente una voluntad política por modificar el modelo de crecimiento de este país. Confío, en este apartado, que sí.
Ahora bien, el problema radica en como combina un plan de transformación digital con el resto de carteras, fundamentalmente atendidas por los socios de gobierno de Unidas Podemos, que ya han explicado el régimen de aumento de gasto y tipos impositivos para el sector tecnológico y financiero. El primero tiene cierta facilidad para ubicarse en entornos más amables y el segundo acaba refugiándose en modelos menos intervencionistas. Veremos pues hay análisis que advierten que el déficit público se disparará este año al 3,5% del PIB si se llevan a cabo todas las propuestas recogidas en el acuerdo se contemplan 25.000 millones de euros de gasto más, pero sólo unos ingresos de 6.200 millones previstos.
Para que el cambio de modelo de crecimiento se produzca es preciso también cambiar el modelo económico que lo sujeta. La deuda española es del 100% del PIB, el segundo país del mundo con más deuda exterior. Y habrá que pagarla aunque algunos piensen que la deuda es algo onírico o virtual. Me preocupa el modo en el que se van a coordinar políticas tecnológicas con la derogación casi total de la reforma laboral, puesto que, ante la más que evidente frenada en la creación de empleo, seguir complicando la contratación, convirtiéndola en la más cara de nuestro entorno, lo complicará todo.
La desaceleración está ahí, lo niegue quien lo niegue. Crecemos al 1,9% y este año se duda que lleguemos al 1.6%. Con esas cifras no se crea empleo. Aunque en otros países europeos ese crecimiento aun es menor, hay que recordar que nuestro modelo laboral actual es débil tecnológicamente hablando y que por debajo del 2,4% sólo se crea empleo precario y de escaso valor productivo. Difícilmente se estimula un modelo laboral tecnológico en ese paisaje.
La subida de impuestos -tributación mínima del 15% a grandes corporaciones y del 18% para entidades financieras-, el gravamen del 5% sobre los dividendos que repatrían las multinacionales o la creación de tributos como la tasa Google o el referido a las transacciones financieras, no van en la línea de un modelo económico enlazado a la sociedad del conocimiento y tecnológico. Las insolvencias empresariales volvieron a crecer el año pasado por primera vez desde 2013. Mala señal. Lo hace a un 4,7%, uno de los mayores ritmos de la Eurozona. Afrontar el reto tecnológico sin asumir la situación económica y aportando incrementos en la columna de gastos y sin saber como vamos a lograr equilibrarlo con la columna de ingresos, es suicida.
Es evidente la doble vertiente de este gobierno. Una totalmente enfocada a políticas impositivas y de gasto social sin atender las verdaderas opciones existentes, donde el ‘progreso’ se define como reducción de desigualdades pero olvidándose que para distribuir primero hay que crear. Otra, más socialdemócrata, enfocada, según los nombramientos y mensajes iniciales, en atender de una vez, el cambio económico que la Cuarta Revolución industrial nos exige y que nos ofrece, a medio plazo, el modo en el que entraremos en la Quinta.
Me hubiera gustado que mi país hubiese sido el primero en disponer de una Vicepresidencia del Futuro, un ministerio capaz de proponer el modo de legislar con una visión y prospección a medio plazo. Algo que debería de ser obligatorio por cierto y que dependiera de una visión transversal que identifique la complejidad de los riesgos y retos que nos depara una revolución tecno-cultural como la que vivimos. Una buena solución, un primer paso como mínimo, bien podría ser ese Ministro del Futuro o cómo se considere que debe llamarse. Alguien que fuera capaz de aportar el conocimiento necesario, y la visión política profesional, que requeriría afrontar un futuro líquido, flexible y cambiante como el que nos espera.
Por lo menos el Consejo de Ministros ha nombrado a Iván Redondo, el director del Gabinete de Presidencia, como el director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo. Una especie de ‘foresight unit’ parecida a la que ya funciona en Canadá, EE.UU., Francia, Finlandia o Reino Unido desde hace bastantes años. Su función, en todos esos lugares, no es la de adivinar el futuro, sino la de analizar de manera sistemática los posibles retos y oportunidades que un país tendrá que afrontar en el largo plazo, y de como prepararse ante ellos.
En todo caso, el camino se hace andando y veremos si esto son fuegos artificiales o realmente responde a una preocupación real. Afrontar decididamente y de un modo estratégico y político los grandes desafíos que, la Cuarta Revolución Industrial, la deflación del capital y la automatización de todo, suponen. Los gobiernos no pueden mantenerse ajenos a la inminente llegada de los coches sin conductor, la robotización, el análisis de la renta mínima universal o, incluso, la imprescindible incorporación de la economía circular a los procesos productivos. Todo ello no se puede tratar sólo en una legislatura ni por uno o dos ministerios o cuatro secretarías de estado, es algo mucho más transversal, complejo y de largo plazo.
Al igual que las empresas establecen unidades en sus organizaciones cuyo único trabajo es predecir lo que se avecina y como afrontarlo para obtener ventajas, un gobierno debería hacer algo parecido. Un Ministerio del Futuro, con secretarias de estado de alto nivel tecnológico lideraría la investigación basada en la evidencia, coordinaría la planificación de escenarios que afectase a cualquiera de los otros ministerios o áreas. Está por ver si el de Transformación Digital liderado por Nadia Calviño pueda intentar algo así.
Tal vez pienses que no es necesario, finalmente, un Ministerio del Futuro. Pero estarás conmigo en que lo que hay que erradicar son los Ministerios del Pasado, por lo menos los que nos abocan a un pasado alejado de los tiempos que corren. El problema radica en que, a veces, el diagnóstico que se hace de la realidad es de aurora boreal y, detrás de grandes mensajes y nombramientos, se acomoda la inercia. Y la inercia no es más que táctica disfrazada de tranquilidad. La estrategia, la verdadera herramienta de los estadistas, de los países con proyección a medio plazo, ha brillado por su ausencia desde hace mucho en este país.
Proyectar no es fácil cuando lo que debes tener en cuenta un escenario futuro disruptivo y en el que muchos de los aspectos que lo regirán aun no existen o es complicado deducirlos. Confío en que hay voluntad pero no tengo claro si va a ser posible en un ejecutivo tan complejo y conformado por sensibilidades económicas tan distintas. De ahí que le pida a Nadia Calviño que asuma el reto histórico que estamos viviendo desde el punto de vista económico y tecnológico. En España, todavía, no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. Por lo menos no hasta ahora y sólo desde un modo superficial.
El desafío es enorme. Cambiar el modelo de crecimiento de este país dependiente en gran medida todavía del turismo, la construcción y sus derivados, no va a ser fácil, pero es imprescindible. Industrializar la economía desde una perspectiva que mire más a la futura quinta revolución industrial que a las reconversiones del pasado, no es algo que dependa de mensajes y fuegos artificiales. Exige comprenderlo y luces largas. Por poner un ejemplo de lo necesario de repensar los modelos. Este es un país en el que hoy las pensiones y el paro sostienen la economía de todo el oeste de España. Desde Asturias hasta Andalucía, un tercio de la renta disponible de los hogares procede de las transferencias sociales, básicamente pensiones y seguros de desempleo. Eso es insostenible sino se modifica el modelo de crecimiento estructuralmente.
Me preocupan algunas directrices que se desprenden de lo que hablaba al principio de este artículo. El hecho de elevar los costes fiscales a quienes podrían estimular el cambio de estructura económica no parece una gran idea. Aumentar costes de contratación a las empresas y castigar la inversión con tasas de todo tipo, no prefiguran una situación ideal para que todo lo que un ministerio económico y digital va a necesitar. Pero veremos. Independientemente de mis afinidades ideológicas espero que, por lo relevante del momento, este ejecutivo acierte en lo económico y en lo tecnológico. Lo que se haga estos cuatro años determinará los próximos treinta.
Entrevista en 'El Imparcial': 'Intento alejarme de la ciencia-ficción al analizar el futuro'.
En su nuevo libro, La era de la humanidad (Deusto), Vidal apuesta, entre otras cosas, por crear un "ministerio del futuro" que se ocupe de cuestiones como la Inteligencia Artificial o la robotización; implementar una renta básica universal, que sufrague la previsible destrucción de empleo derivada de la automatización; o educar a las futuras generaciones no solo para que sepan 'hablar' con las máquinas, sino también para que aporten un valor añadido ético y "humano".
Con ocasión de la ronda de encuentros con diversos medios para presentar ‘La Era de la Humanidad’, me contactó Eduardo Villamil de El Imparcial para conversar de temas que se tratan en el libro. El enlace de la entrevista publicada originalmente es este, pero si quieres leerlo aquí mismo te lo transcribo a continuación.
Marc Vidal: "En el último debate electoral los candidatos no dijeron ni una vez la palabra 'digital'"
El popular tecnólogo critica en su último libro el "cortoplacismo y la miopía" de la clase política para adaptar la sociedad a la revolución tecnológica y advierte de las funestas consecuencias en caso de que no se empiecen a tomar medidas ya.
Convertir la era de las máquinas en la era de la humanidad. Ese es, según el consultor tecnológico y popular conferenciante Marc Vidal, el objetivo al que debe aspirar nuestra especie en las próximas décadas.
Vivimos la revolución tecnológica más importante de la historia, pero muchos no parecen darse cuenta de su colosal magnitud e imprevisibles consecuencias. Según Vidal, para que los robots y los algoritmos no terminen sustituyéndonos a todos, los gobernantes deben dar un giro de 180 grados a sus políticas cortoplacistas y estrechas de miras, casi siempre más orientadas a obtener réditos electorales que a mejorar la vida de los ciudadanos.
En su nuevo libro, La era de la humanidad (Deusto), Vidal apuesta, entre otras cosas, por crear un "ministerio del futuro" que se ocupe de cuestiones como la Inteligencia Artificial o la robotización; implementar una renta básica universal, que sufrague la previsible destrucción de empleo derivada de la automatización; o educar a las futuras generaciones no solo para que sepan 'hablar' con las máquinas, sino también para que aporten un valor añadido ético y "humano".
España acaba de vivir sus terceras elecciones en un año. ¿Le sorprende que no se haya hablado prácticamente nada de los temas que trata su libro?
Me sorprende porque la clase política debería incorporar a sus programas y análisis alguna perspectiva más allá del corto plazo. Si no tienen luces largas, que sería lo exigible, por lo menos, luces cortas, pero es que están con los intermitentes puestos y parados en la cuneta, esperando a no sabemos qué. En el último debate, los candidatos no pronunciaron ni una sola vez la palabra ‘digital’, lo que sintetiza una lejanía absoluta de la política con el momento histórico que ya estamos viviendo. Vivimos en la cuarta revolución industrial. La quinta, si hacemos caso a los teóricos, comenzará alrededor del 2029 o 2030. Hay que asumir que ya estamos viviendo las repercusiones y seguimos sin abordar el asunto desde un punto de vista político.
¿Por qué?
Los políticos saben que los humanos podemos tratar solo tres o cuatro temas a la vez y por eso se centran en temas que les ofrezcan mayor rédito electoral, como las pensiones, (de ahora, no de dentro de unos años) o la integridad territorial. Por este motivo, según sus planteamientos, no es el momento de preocuparse de temas como la IA, la robótica o la automatización, aún muy lejanos en el tiempo.
¿Son los políticos un reflejo de la sociedad o la sociedad no se merece a estos políticos?
Desde un punto de vista empresarial, diría que los políticos no son nada ‘clientecéntricos’, es decir, no crean productos que los ciudadanos (sus ‘clientes’) quieren. En lugar de dar respuestas a los intereses de la sociedad responden a lo que consideran más fácil porque lo tienen dominado. En este sentido podemos hablar de políticos ‘productocéntricos’.
¿Es un fracaso nuestro sistema político?
Si hablamos en términos estrictamente aritméticos el sistema tiene problemas porque se han generado unos coeficientes que complicarán muchísimo el que un equipo de gobierno muy mayoritario no tenga que ceder ante otros muy minoritarios. En eso consiste el juego de la democracia. En que grandes partidos tengan que recurrir a pequeños participantes, a veces, con entregas desequilibradas. Otro problema es que nuestro sistema político adolece de la incapacidad de llegar a grandes pactos de Estado porque estos se penalizan electoralmente.
Pero deberá cambiar mucho para adaptarse a lo que está por venir…
La política del futuro es, por pura necesidad darwiniana, la política de la incorporación de sistemas inteligentes. La supervivencia de los sistemas políticos actuales depende de su propia eficiencia. El porcentaje de personas en contra del sistema establecido puede ir aumentando a medida que lo haga el descontento ocasionado por la lejanía de las respuestas de los políticos a los problemas de los ciudadanos. Respuestas que tienen que ver, en el futuro inmediato con cómo vamos a robotizar el mundo, generar empleo, instaurar una renta básica, en definitiva, cómo vamos a incorporar a la discusión pública asuntos que no se han debatido hasta ahora. Para que eso suceda, la política ha de ser eficiente y la eficiencia en todo hoy depende exclusivamente de la tecnología y del valor añadido que el ser humano aporte.
Apuesta por crear un ministerio del futuro, o de IA como han hecho Suecia o Arabia Saudí. ¿Cuál sería su misión?
No sé si el método pero al menos introduce el debate en un consejo de ministros. Porque tendremos que tomar medidas estructurales muy importantes sobre lo que viene. Y lo que viene no es algo que vaya a pasar dentro de 30 años. Va a suceder en los próximos cinco o diez años, como máximo. Automatización, IA, robotización… todos esos elementos han de estar en el centro del debate político.
Algunos autores sostienen que la tecnología debería ser el eje central de los nuevos sistemas educativos...
Que la tecnología sea el hilo conductor en la educación de las nuevas generaciones está bien. Ahora bien, si no incorporamos elementos que el ser humano hace mejor que ninguna máquina, será complicado encontrar empleo, porque al final la programación la harán programas. Sin embargo, criticar éticamente ese avance solo lo hará un ser humano.
¿Es sostenible el sistema de pensiones?
Tal y como está, no. Pero eso ya se ve. Por poner un ejemplo, en 2050, 79 de cada 100 personas estarán en el sistema de pensiones en este país. En 1970 eran 19 y ahora 29 de cada 100. Ya es un sistema deficitario. ¿Cómo estará dentro de cinco, dentro de diez…? Sin embargo, los políticos siguen debatiendo si las pensiones se tienen que actualizar al IPC y no hablan de cómo vamos a sujetar una sociedad más automatizada en la que trabajarán menos personas durante menos tiempo.
En el libro habla de renta básica "inevitable"...
Sí. Al final no se trata de si la renta básica será factible o no (porque deberá serlo), o de cómo se aplica, en función de si eres de izquierdas o de derechas, superponiendo o sustituyendo los subsidios existentes. Lo importante es que se introduzca en el debate porque, si no, nos encontraremos con discursos políticos que hablan de reducir la jornada a 34 horas o a cuatro días, como en estas elecciones. Para que eso suceda, primero, hay que debatirlo, y, segundo, hay que diseñar una estrategia de automatización de la economía para que podamos trabajar menos y todo siga igual.
Afirma que el gran reto tecnológico actual es eliminar la palabra inteligente de todo aquello que no lo es…
Llamamos ‘inteligente’ a muchas cosas que realmente no lo son. Cuando hablamos de ‘inteligencia artificial’ nos referirnos a un sistema experto que aprende ligeramente sobre los errores que comete. La inteligencia es algo mucho más complejo.
Hace pocas fechas el Gobierno español anunció que podría controlar las comunicaciones digitales por razones de "seguridad nacional" y "orden público". ¿Le preocupa que nos convirtamos en un estado orwelliano como China?
Me parece que no es más que la reproducción de cosas que se están haciendo en otros países. La cuestión es si a nosotros nos supone lo mismo éticamente que a otros países. Me pregunto quién es el Gobierno para decidir que, por ejemplo, a partir del 9 de diciembre, van a seguir todos mis pasos con mi teléfono móvil. ¿Alguien me ha preguntado? ¿Alguien me ha dicho cuánto me van a pagar? Saben perfectamente que aceptamos las condiciones de uso, como si fuera playback: usted hace como que lo ha leído y yo hago como que no se que no se lo ha leído. A veces tengo la sensación de que alguien está en esas políticas de futuro mal entendidas e, incluso por desconocimiento, no están tratando como a ranas en un estanque de agua caliente.
¿Teme que si no nos adaptamos a velocidad suficiente la revolución tecnológica de paso a una revolución humana violenta?
Todas las revoluciones tecnológicas han tenido un ‘cómo’, que fue la tecnología que las provocó y un ‘qué’, que fueron los seres humanos. Esas revoluciones siempre han mejorado la vida de las personas, en términos generales, y creo que esta no será diferente. Como mucho, podrá propiciar que las personas exijan que esas nuevas capacidades derivadas de la tecnología les lleguen a ellos.
Durante miles de años hemos utilizado la tecnología a nuestro servicio, pero dentro de pocas décadas, si se produce la singularidad, es decir, las máquinas nos superan, será la primera vez que la tecnología podría servir a sus propios intereses, y estos, podrían chocar frontalmente con los de nuestra especie…
Los intereses siempre los marcaremos nosotros. La ética de la robótica siempre la marcarán los seres humanos. La singularidad, como yo la entiendo, dice que una máquina será capaz de corregirse a sí misma. Nada más.
Por tanto, desestima que alguna vez alcancemos la superinteligencia de la que muchos hablan...
La mayoría de los que hablan en términos de ciencia-ficción o bien es porque les han corregido el titular de un discurso muy largo o bien porque tienen algún interés personal o profesional. Yo intento alejarme de la ciencia-ficción cuando hablo de lo que será capaz de hacer la tecnología en los próximos años.
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El resto del libro puedes adquirirlo en diferentes formatos y plataformas a partir de la página oficial de Planeta Libros donde está referenciado.
Entrevista en 'deNoticias': El valor de las empresas será el talento humano retenido.
Hace unas semanas me contactó Juan Carlos Fernández de ‘deNoticias’ para hablar de mi último libro ‘La Era de la Humanidad’. Aquello que se ejecute en los próximos cuatro años va a tener efectos en los próximos treinta. Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. De momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Hace unas semanas me contactó Juan Carlos Fernández de ‘deNoticias’ para hablar de mi último libro ‘La Era de la Humanidad’. Aquí os dejo el enlace original y debajo la transcripción de la misma.
Marc Vidal: El valor de las empresas del futuro no será la maquinaria comprada sino el talento humano retenido
Siempre he pensado que los políticos son el reflejo de la sociedad a la que representan. Recuerdo una publicación, posterior al último debate electoral, en la que dejaste patente que ninguno de los candidatos pronunció las palabras digital, transformación, robótica, tecnología o innovación ni una sola vez. ¿Estamos los españoles realmente concienciados del reto que tenemos en los próximos años?
Aquello que se ejecute en los próximos cuatro años va a tener efectos en los próximos treinta. Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. De momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Pero como dices, no tengo claro que globalmente la sociedad esté entendiendo la envergadura del problema. Seguimos pendientes del número de luces de navidad que se ponen en una ciudad o perdiéndonos en esos debates continuos de tele-realidad política que no conducen a nada más que a llenar minutos y minutos de televisión.
Desde el siglo XVIII el hombre ha visto en la evolución tecnológica una amenaza a sus puestos de trabajos. Pero, como bien dices, las calculadoras no sustituyeron a los matemáticos. No obstante, seguimos más centrados en los puestos que se pueden destruir que en los que se van a crear, que son más. ¿Cuál crees que puede ser el precio para España de no formar en nuevos campos a los profesionales frente a otros países? ¿Crees que están las universidades preparadas para estos nuevos retos?
La formación lejos del contenido y más centrada en las habilidades es un reto estructural de todo el sistema que no va a ser fácil imponer. Sin embargo no hay otra. No tiene sentido continuar mostrando interés por una educación que refuerza aquello que hará mejor que nosotros cualquier robot, sistema experto o inteligencia artificial. De ahí, que el valor definitivo de las empresas del futuro no será la maquinaria comprada sino el talento humano retenido. Una empresa podrá comprar toda la tecnología del mundo, incluso desarrollarla, pero eso lo podrán hacer todos de un modo u otro con un aspecto puramente presupuestario. El valor incalculable de una empresa será tener trabajadores capaces de hacer lo mejor posible todo aquello que no pueda ser automatizado. Sin embargo, todo lo no automatizable deberá tener un punto de enlace directo a cómo la tecnología es capaz de aumentarlo y estimularlo.
En tu libro “La era de la humanidad” recuerdas el caso de los Emiratos Árabes Unidos y de su ministerio de Inteligencia Artificial. También hablas de ese hipotético “Ministerio del Futuro” que deberían tener los gobiernos. Si los ministros se escogieran por méritos y experiencia, ¿cuál crees que debería ser el perfil de dicho ministro? ¿te gustaría ostentar dicha cartera?
Me quieres poco veo. Yo no quiero ser ministro. Ayudar a un hipotético miembro del gobierno que precisara un criterio abierto a como la tecnología va a ocupar todos los espacios y el modo en el que podemos utilizarla estratégicamente para afrontar el futuro con garantías, sí. Un ministro del futuro, un cargo público de máxima responsabilidad que sea capaz de sumar a la agenda de prioridades (en cualquier ámbito de gestión) la previsión e implicaciones futuras. Las empresas establecen unidades en sus organizaciones, o contratan consultores externos, cuyo único trabajo es predecir lo que se avecina y como afrontarlo para obtener ventajas. No hay gobiernos que hagan algo parecido. Un Ministerio del Futuro con secretarias de estado al más alto nivel desempeñaría lideraría la investigación basada en la evidencia, coordinaría la planificación de escenarios que afectase a cualquiera de los otros ministerios o áreas. No sé si es como lograr que exista un Ministerio del Futuro, pero lo que está claro es que hay que erradicar los Ministerios del Pasado.
Cuando hablas de revolución industrial, en particular de la quinta y se asocia con conceptos como la realidad aumentada, los drones, la inteligencia artificial o la nanotecnología parece algo muy lejano para la mayoría de las empresas españolas, la gran mayoría de ellas de tamaño pequeño o micro. Hablando en concreto de los empresarios, ¿crees que son conscientes de cómo les van a afectar esta revolución y los cambios que conlleva?
La quinta revolución industrial es, todavía, un concepto. En el libro aporto este término como referencia a la importancia de prever el futuro económico y relacionarlo con lo tecnológico. La cuarta nos ha llegado, dicen, sin avisar. Eso no es cierto. La revolución digital avisó y se tradujo en múltiples problemas. La deflación del capital que se deriva de la incorporación en la cadena de fabricación, distribución, etc., provocó, entre otras cosas, una crisis de ámbito global como explico en el primer capítulo de mi libro. No fue una crisis, eso fue la consecuencia. Era algo más profundo que ahora podríamos empezar a pensar en ello para evitar otro desajuste dramático. La quinta tiene que ver con la ‘singularidad tecnológica’, ese momento en el que un sistema inteligente sea capaz de mejorarse a sí mismo o fabricar otro mejor sin necesidad de un programador o de intervención humana de ningún tipo. Obviamente, ese momento, será tremendo. No preparar éticamente, laboralmente, económicamente, políticamente y culturalmente, es un error que no podemos volver a cometer.
Creo que la forma de avanzar es analizando los problemas, pero también tenemos que conocer nuestras fortalezas, para saber aprovecharlas. Cuando viajas por países con niveles similares al nuestro, Reino Unido, Francia o Estados Unidos, por ejemplo, que en muchos casos los suponemos más avanzados que nosotros, nos damos cuenta de que no siempre es así. ¿Qué destacarías, en positivo, de España frente a otros países en materia tecnológica?
Ningún país del mundo es equilibradamente superior a otros de un modo uniforme. Obviamente todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos. Ahora bien, te digo que el problema de España es en gran medida el que tiene el continente. Europa es una empresa en pérdidas. De ahí que, como le pasa a las empresas que no llegan a final de mes, está más preocupada en los pagos que en invertir en futuro. Otros, como China, Singapore, etc., especialmente en Asia, no tienen ese problema y sus planes de futuro ya no son ‘replicar el mundo’ sino liderar el existente. Pero hablando de nuestro país, el problema, de momento, es que España no se encuentra entre las primeras potencias tecnológicas a nivel internacional, aunque sí que se puede decir que nuestro sector tecnológico está creciendo y desarrollándose de tal manera que su futuro es esperanzador siempre y cuando la administración asuma su papel dinamizador, estimulador y estratégico.
Cosa que otros sí están haciendo. Sabemos que según un informe creado por el fondo Atómico ubicado en Londres, por ejemplo, colocan a España como la quinta potencia tecnológica de Europa especialmente por el nivel de inversión recibida para este tipo de negocios. En España el número de desarrolladores fue creciendo hasta llegar a los 268.149. Interesante comprobar como 104.102 están ubicados y trabajando en Madrid, considerada la cuarta ciudad europea con más profesionales con este perfil solo superadas por Londres, París y Moscú. Además tenemos a Barcelona, la tercera ciudad favorita en Europa por los fundadores de pequeñas empresas incipientes por detrás de Berlín y Londres. Por lo tanto, tenemos mucho que aportar y desarrollar. Nos falta ir todos a una y con criterio político.
Una curiosidad. Televisión, libros, redes sociales, radio, conferencias… ¿de donde sacas el tiempo?
Dirijo una empresa de consultoría tecnológica con profesionales impresionantes, lo que me permite coordinar, revisar y aprender de ellos. De esa actividad profesional deriva el conocimiento que luego traslado a conferencias, libros, redes y colaboraciones en medios. La imagen de multitarea deriva de que soy hiperactivo, muy curioso por aprender de todo, apasionado con lo que hago, no me molesta viajar a ningún lugar, ni conocer gente nueva constantemente. Además no veo televisión prácticamente, leo en cualquier momento de espera y escribo compulsivamente. Súmale que soy sistemático, muy ordenado y un poco obsesivo. Ah!! y mi familia me apoya en todo… (risas).
A continuación podéis disfrutar de una de sus conferencias: Reworking sobre Transformación Digital e Industria 4.0
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El resto del libro puedes adquirirlo en diferentes formatos y plataformas a partir de la página oficial de Planeta Libros donde está referenciado.
El primer capítulo de 'La Era de la Humanidad. Hacia la Quinta Revolución Industrial'
El pasado 20 de octubre salió al mercado mi último libro ‘La Era de la Humanidad. Hacia la Quinta Revolución Industrial’. En dos meses y medio ya han sido tres las ediciones impresas y un par las veces que he podido convertir este ensayo en una conferencia que, durante 2020, protagonizará la mayoría de mis participaciones en eventos y congresos. Como ya hice con mis anteriores libros, vuelvo a ‘regalar’ el primer capítulo (y unos párrafos del segundo) de las 424 páginas que lo componen y que también se puede encontrar en diversos modelos de promoción en algunas plataformas.
El pasado 20 de octubre salió al mercado mi último libro ‘La Era de la Humanidad. Hacia la Quinta Revolución Industrial’. En dos meses y medio ya han sido tres las ediciones impresas y un par las veces que he podido convertir este ensayo en una conferencia que, durante 2020, protagonizará la mayoría de mis participaciones en eventos y congresos. Como ya hice con mis anteriores libros, vuelvo a ‘regalar’ el primer capítulo (y unos párrafos del segundo) de las 424 páginas que lo componen y que también se puede encontrar en diversos modelos de promoción en algunas plataformas.
En palabras, que agradezco, de Ignacio González de los Reyes ‘La Era de la Humanidad es un largo ensayo sobre el futuro que aguarda a la humanidad, un futuro de una fuerte y disruptiva presencia tecnológica y una automatización masiva, un futuro que además el autor prevé como inevitable y muy cercano y para el que afirma no nos estamos preparando, especialmente desde el ámbito de gobiernos y administraciones (…), un libro interesante, apasionado, futurista, en ocasiones arriesgado y con frecuencia bastante crítico pero, en el fondo, optimista y orientado a la acción’. Un libro en el que he intentado hablar de tecnología pero desde una perspectiva no tecnológica sino de impacto económico, político y social’. Échale un vistazo a como empieza:
La Era de la Humanidad
1. La deflación del capital
¡Obedece a tu amo! Amo, amo de las marionetas,
estoy tirando de tus hilos, retorciendo tu mente y aplastando tus sueños.Letra de Master of puppets, METALLICA
Madrugada del 8 al 9 de agosto de 2007, Jean Flamcourt, un joven gestor de inversión del BNP Paribas Investment Partners, estaba sentado frente a un muro de pantallas. Las miles de líneas intermitentes que cambiaban de valor constantemente simbolizaban el universo del poder del capital; vivían conectadas a la mayoría de los índices bursátiles y a la cotización a tiempo real de los vehículos en los que su banco era partícipe. Aquél había sido un día largo, pero su instinto le decía que había algo que no encajaba. Y no podía encajar. Todavía no lo sabía, pero un buen número de los fondos que gestionaba su empresa estaban rebosantes de basura y, en realidad, no valían nada.
Jean sabía que, el pasado febrero, The Wall Street Journal publicó un artículo que denunciaba el peligro al que se enfrentaba el mundo por culpa de un tipo de hipoteca que, por aquel entonces, fue bautizado como «subprime».2 Se habían empezado a acumular los impagos en Estados Unidos. La cotización y el valor de los fondos de inversión, que estaban compuestos en su mayor parte por esas hipotecas, eran dudosos. En mayo, esos mismos productos financieros habían sido criticados por los principales inversores, los cuales, sin hacer ruido, inician una huida generalizada de esos fondos.
Pero ya era tarde. La enorme bola de estiércol que algunos divisaban en el horizonte era imparable. El banco central de Esta- dos Unidos, la Reserva Federal, decide comunicar que hay riesgo de crisis. La percepción de que las cosas pintaban bastos se generaliza, pero todavía nadie es capaz de advertir la verdadera envergadura de la tragedia. Al mes siguiente varios fondos flexibles que tenían deuda del banco de inversión Bear Stearns quiebran. A esas alturas, la «tormenta perfecta» iba a dejar de ser sólo el título de una película. En julio, la propia Reserva Federal admitía que las pérdidas generadas por los productos financieros ligados a las hipotecas subprime rondaban los 100.000 millones de dólares. Era la primera vez que se cuantificaba la herida.
Pero el detonante del desastre no se inició hasta la primera semana del mes de agosto, cuando el problema se inocula a los mercados financieros. Hasta ese momento, la «basura» parecía contenida en sus bolsas de plástico. Sin embargo, eso no era así. Blackstone quiebra el 2 de agosto. American Home Mortgage, el 6. El 7 lo hace el National City Home Equity de California. De momento, sólo un banco alemán admite tener hipotecas subprime en sus productos financieros. El Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba en un informe de que «de los 4,2 billones de euros en bonos ligados a hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos, por lo menos unos 700.000 millones no eran estadounidenses», es decir, tenían que estar en Europa. Si todo ese dinero estaba yéndose por el desagüe del viejo continente y sólo había un banco alemán que había reconocido tener 25.000 millones de ese deshecho financiero, ¿dónde estaban los otros 675.000?, ¿quién los tenía? O, mejor dicho, ¿quién estaba a punto de quebrar?
Flamcourt era un joven ávido por aprender. Le apasionaba la economía, la inversión, los fondos, tratar con clientes, la bolsa…, y se extasiaba mirando horas y horas aquellas pantallas con números intermitentes. Por eso pasaba tantas horas leyendo, siguiendo lo que se publicaba esos días acerca del desastre de al- gunas entidades estadounidenses. Le sorprendía que en Europa no se hubiera detectado nada importante, que no se hiciera caso del informe del FMI. Su interés se convirtió en sospecha, y su sospecha, en evidencia.
Llevaba muchas horas o balances, escudriñando hojas de cálculo y descubriendo de qué estaban formados algunos de los productos que él tenía que vender a sus clientes cada día. A las tres de la madrugada un golpe metálico le sacó de su fijación casi enfermiza. Era el personal de limpieza que había llegado a la planta 11 del edificio situado en el número 16 del boulevard des Italiens, en París. Aquel sonido era hueco, casi perfecto, sin reverberación. Miró en la dirección desde donde vino el sonido y saludó a un hombre de unos cuarenta años, en bata verde y con auriculares rojos. Lo saludó, pero no obtuvo respuesta. Al regresar al campo de batalla aritmético, puso su mirada en una línea de códigos. Estaba en la parte superior de una de las pantallas más alejadas de su zona de trabajo. Le había pasa- do inadvertida todo el tiempo. El título del fondo que describía era Parvest Dynamic ABS. Tenía un componente muy extraño que daba múltiplos incoherentes, su dependencia de valores estadounidenses era exagerado, y su aparente estabilidad no era normal. Buscó si había algún patrón. Lo encontró. Ese mismo modelo se repetía en dos fondos más: el BNP Paribas ABS Euribor y el BNP Paribas ABS Eonia. Todos estaban cubiertos de gloria. Ahí había un montón de hipotecas que nadie pagaría jamás en Estados Unidos.
Lo que vino a continuación está más que escrito en mil li- bros, películas y leyendas. Jean Flamcourt llamó a su superior inmediato, y éste al suyo, y este otro al superior de él…, y así has- ta llegar a quien podía dar la orden. Aquella misma mañana de agosto, antes de que los mercados hubieran abierto en Europa, el BNP Paribas Investment Partners decidió suspender el valor liquidativo de esos tres fondos por los efectos que las hipotecas en Estados Unidos estaban generando. Argumentaron que la ausencia de precios de referencia provocaba una falta de liquidez inédita. La bomba había explotado.
Jean Flamcourt se fue a su casa a media mañana. Con la sensación agridulce de que había hecho un gran trabajo a la vez que estaba siendo testigo de un desastre monumental. Sentado en el sofá de su apartamento, con un sol insolente entrando por to- das partes, se puso a contemplar cómo se hundía el mundo. El virus se transmitió durante ese mismo día y el siguiente. Todas las bolsas del planeta se descomponían. Las comparativas con otros momentos de la historia eran más que razonables. Viendo que el capital teórico perteneciente a esos fondos no valía nada, el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal inyectaron la mayor cantidad de liquidez que se recordaba y que aún se re- cuerda. No sirvió de nada.
El viernes 10 de agosto el principal banco alemán, el Deutsche Bank, reconoce que tiene fondos repletos de nada. El Banco Central Europeo comunicaba que estábamos preparados para «una crisis financiera en varias etapas por culpa del capital riesgo y de las hipotecas subprime». Diez minutos después quiebra otro banco, el Home Banc. Cada vez que hablaba un político o un directivo bancario subía el pan y cerraba un fondo.
Estuvieron inyectando dinero por todas partes hasta el 15 de agosto. Cada día llegaba un nuevo camión lleno de liquidez. Rams Home Loans perdió la mitad de su cotización en un día. Countrywide igual. Los rumores de que alguien muy gordo estaba a punto de quebrar no cesaban. Viendo que no había manera de parar la sangría, la Reserva Federal bajó los tipos. «Ya está», pensaron, «así lo pararemos». Y lo pararon, pero sólo temporal- mente. El 23 de agosto la necesidad de más inyección de liquidez se hace urgente. Por todas partes salen bancos que aseguran tener hipotecas subprime en sus balances. Empezó el «quien no corre vuela». Noventa entidades de Estados Unidos, dos docenas de Europa y el Bank of China admiten que tienen el mismo problema que el resto. Se avecinaba lo peor. El 5 de septiembre se cae todo. El pánico se adueña de los clientes del banco británico Northern Rock, que precisa ser rescatado; la financiera Victoria Mortgages se declara insolvente; el día 29 quiebra el primer banco digital estadounidense, el Netbank; el 1 de octubre, el banco suizo UBS anuncia pérdidas bíblicas, y el Citigroup, el mayor grupo financiero del universo conocido anuncia pérdidas de dimensiones gigantescas. Al día siguiente, el mayor corredor de mercados de capitales del mundo, Merrill Lynch, anuncia lo mismo. Y así hasta finales de año. No había quien pudiera orde- nar tal rompecabezas.Los bancos inyectaban liquidez, pero, lejos de ayudar, los efectos de todo ese caos financiero se contagiaban a la propia economía de las empresas y de las familias. El FMI cuantificaba ya en un billón de dólares las pérdidas originadas por la crisis subprime. Un montón de dinero que, curiosamente, no estaba en ningún lugar. Sólo se debía. Nada parecía parar el desastre. Las bolsas estaban en cifras que nunca antes se habían visto, y se avecinaba una gran recesión. Sólo faltaba una guinda en el pastel. Un año después de que Jean Flamcourt descubriera que su empresa estaba repleta del más absoluto vacío, el 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión estadounidense, que gestionaba entonces 46.000 millones de dólares sólo en hipotecas, quebró. Esa tarde, el Bank of America compra Merrill Lynch para evitar otra quiebra esa misma tarde. Un año después de que explotara todo ese desbarajuste, los efec- tos brutales de la crisis, lejos de calmarse, se intensificaron.
El entonces jefe del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, seguía diciendo que no nos pusiéramos nerviosos, que estaba todo controlado. En Estados Unidos, el discurso era parecido. Cada vez que un responsable de política económica anunciaba una medida para evitar algo, lo estimulaba. No entendían qué sucedía, y, por consiguiente, no podían remediarlo. ¿Cómo podía ser que una crisis de liquidez y valor del capital no frenara su caída inyectando lo que le faltaba? ¿Cómo podía ser que una miserable crisis hipotecaria estuviera poniendo en jaque el sistema de deuda y valor tan bien compuesto por todos? La explicación estaba muy lejos de los mercados, de los bancos, del escritorio de Jean Flamcourt. La respuesta estaba en un garaje, y muy lejos de ese ruido.
Ahora sabemos que aquel boquete que parecía inmenso era en realidad un agujero negro; que la paranoia se instaló y que le dimos a la imprenta del dinero rápido con todas nuestras fuerzas. No dejó de ser todo un insulto a la inteligencia. El agujero no se llenó, era un pozo sin fondo. Se trataba de un suceso económico cuyo embrión se situaba en otro escenario y que nadie atendió correctamente. De hecho, el consenso sigue negando que una crisis financiera sea el origen de una recesión, sino que pudiera tratarse de la consecuencia crítica de algo muy distinto, mucho más transversal y tremendamente más profundo.
En aquellos días, el mundo no se detuvo. Todo pasaba mientras el planeta seguía girando y se automatizaba. Un concepto económico empezaba a tomar sentido. Se trataba de algo llama- do «deflación del capital». Realmente fue en Davos, en 2016, que se denominó por primera vez la era de la deflación del capital. Hasta entonces, ganadores del Premio Nobel, presidentes bancarios, directivos y expertos habían bautizado esa etapa económica como «la mayor crisis financiera desde 1929».
Jean Flamcourt dejó el BNP poco después. Hubo recortes, cambios importantes y nuevas incorporaciones. Las opciones de ascender en su empresa se habían esfumado. Por lo menos en un largo tiempo. Decidió regresar al mundo académico, pero ahora para dar clases. Escribió un libro y empezó a participar en tertulias. Algunos programas de radio y televisión se lo rifaban. Su experiencia durante aquellos días del hundimiento le permitían ofrecer un discurso atractivo, subjetivo y apasionado. Se casó, tuvo una hija y fundó un espacio de reflexión junto a otros economistas e inversores con los que compartía la pasión por el análisis socioeconómico.
El 21 de enero de 2015, Jean llegó a Davos-Klosters. Se acababa de inaugurar la 45.ª edición de la Reunión Anual del Foro Económico Mundial (o World Economic Forum, WEF). Jean había organizado su agenda para asistir al mayor número de conferencias y debates. Su interés se centraba en el profundo cambio político, económico, social y tecnológico en el que el mundo había entrado. Sus dudas acerca de la dimensión real que tenía para la economía los cambios tecnológicos que se vivían por entonces le estimulaban especialmente. Tenía un interés especial por establecer los límites entre integración tecnológica y refundación de los mercados. El mal trago pasado en la época de las subprime, la crisis que todavía rezumaba por todas partes y una incipiente automatización de muchos sectores le provocaban una notable fascinación.
Participaron unos dos mil quinientos líderes, algunos de los cuales eran los dirigentes de las mil empresas más importantes del mundo. Allí estaban los jefes de Estado del G20, los dirigen- tes de las principales organizaciones internacionales del mundo, los líderes de la sociedad civil, de los sindicatos, de las principales religiones mundiales, de los medios de comunicación y del arte. Y entre ellos estaba Jean, el hombre que descubrió que el mundo se apoyaba sobre cimientos de barro. Nadie allí lo sabía. Y él era sólo un compromisario anónimo. Uno más.
Entre todas las sesiones había una que le interesaba especial- mente. Sheryl Sandberg, la que era directora de operaciones de Facebook, participaba en un panel titulado «El futuro de la economía digital», centrado en valorar el papel de la digitalización para recuperar la economía mundial, lo que ella denominó la «internet absoluta». Jean estaba emocionado. En un momento determinado, tomó su iPhone y grabó un vídeo de apenas veinte segundos; etiquetó a la protagonista, geolocalizó su creación y la subió a Instagram. Al salir, en el descanso hasta la siguiente sesión, miró la televisión desde su propio teléfono, mantuvo una conversación por Skype con sus socios en Londres, hizo dos docenas de fotos más, navegó por la red analizando varios datos que le permitieran escribir la crónica del día y, una vez escrita, entró en la sección privada del periódico que le pidió un artículo y lo subió. Recibió una llamada. Era Carol, su secretaria. Tenía dos mensajes en Whatsapp. Su mujer le pedía opinión sobre unos muebles. Adjuntaba la foto y el enlace para analizar si el precio era asequible. Lo era. Hizo la compra directamente y le envió a su esposa el recibo de la transacción con la fecha exacta de entrega en su domicilio. Asistió a la siguiente conferencia. La registró con la grabadora de sonido de su teléfono. Almacenó todo lo escrito, filmado y etiquetado en el repositorio que tenía en Dropbox. Allí nadie podía tocarlo y no se le perdería. Se fue a su habitación. Daba gusto descansar en el Steigenberger Gran- dhotel Belvédère. Puso su móvil en el altavoz con conector USB que estaba encima de la mesita de noche y que permite escuchar toda tu biblioteca musical. Jean se conecto a su lista de Spotify, jugó un partida de Candy Crush y se durmió mientras sonaba de fondo algo de Joy Division. (¡Sí!, es posible dormirse con eso si estás agotado.)
Sin apenas pensarlo había puesto imagen, y con acciones, a lo que los teóricos llamaban la deflación del capital. Lo más im- portante es que esa cadena de sucesos era similar a lo que hacían millones de personas en todo momento y en todas partes. Todo lo que hizo con un dedo y una pantalla habría requerido una de- cena de dispositivos tan sólo quince o veinte años antes. El coste de esos dispositivos también habría sido diez, quince o veinte veces más. Aquellos artilugios necesarios para hacer todo lo que se podía hacer ahora con un sólo teléfono móvil tenían una obsolescencia programada de al menos cinco o seis años. En cambio, ahora, él mismo estaba pensando en cambiarse su iPhone 6 Plus por el 6S, y no tenía ni un año y medio de uso.
La deflación del capital era el motor de todo eso. Y sigue teniendo que ver. Pensar que lo que vivíamos sólo era un derivado financiero no sujeto a un cambio productivo mundial fue el error que se mantiene en muchos casos. Todo está mutando, y a una velocidad exponencial, y aún desconocida. La tecnología está detrás de muchos de esos cambios, pero también los estimula un nuevo modo de pensar. Se acaba la propiedad tal y como la hemos entendido. El producto pasa a ser servicio, y el control del Estado es una entelequia. La economía circular, las plataformas sociales, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial y el nuevo consumo colaborativo lo están cambiando todo definitivamente.
La deflación del capital no es más que un modo de definir un mundo nuevo que ha explotado frente a uno anterior. A día de hoy, prometer empleo tal y como lo plantean nuestros gobernantes es un ejercicio de irresponsabilidad o desconocimiento que asusta, como veremos a lo largo de este libro. Bien estaría que, para abordar esa transición —a un mundo donde trabajaremos menos horas, donde trabajaremos de otro modo, donde trabaja- remos en cosas que no sean substituibles por máquinas y donde el concepto trabajo será un nuevo social a definir toda- vía—, se empezaran a establecer directrices y liderazgos realistas al respecto. Esto no va de ir prometiendo hasta meter…, como dice el refrán. Esto va de mitigar un tremendo y doloroso escenario a diez o doce años vista; va de prever el mundo de nuestros hijos.
No se trata de hablar de rentas mínimas garantizadas a jóvenes menores de no sé qué edad, ni de ajustar la vida laboral por arriba o por abajo. No va de subir impuestos para soportar una sociedad del bienestar inasumible. Va de preparar todo ello para que sea posible. No va a haber trabajo para todos, tengamos eso claro; ni aun adquiriendo nuevas habilidades. La tecnología se va a encargar de ello… Así como ya jubiló nuestra cámara de fotos, nuestro GPS, nuestra televisor del dormitorio, nuestro vídeo, nuestro ordenador de mesa o nuestro propio teléfono tradicional, así lo va a hacer también con nuestro empleo.
Por eso debemos exigir que el comportamiento de quienes dirigen no sea maniqueo. Ni blanco ni negro, ni bueno ni malo, ni rentas mínimas de derechas ni de izquierdas. ¿Cómo piensan pagar «los de izquierdas» una renta básica? ¿Cómo piensan no instaurarla «los de derechas» y que el mundo siga girando? A ver si la solución podría ser dinamizar la empresa privada, estimularla para que se modernice, y rebajar los impuestos para facilitar su competitividad. Es una opción. Tenemos otras pero no me negarán que con empresas eficientes, rentables e internacionalmente competitivas se podría plantear un mundo cuya deflación del capital podría estar ya gestando una deflación estructural, de tipo social.
El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va agotando. Seguir presionando a la empresa y a los consumidores para que paguen el dispendio y sus intereses convierte en crónica una situación que sólo tenía que ser transitoria. La llamaron «crisis», y era una «deflación del capital». Llevamos años hablando de «recuperación» y a este paso va a ser una «deflación social».
2. Un nuevo contrato social llamado «empleo»
Toda rosa tiene su espina, como cada noche tiene su amanecer.
Igual que cada vaquero canta una triste canción, cada rosa tiene su espina.Letra de Every rose has its thorn, POISON
Llamaron crisis a una deflación del capital, y llaman recuperación a una deflación social. En medio mundo se lee que el empleo se está recuperando y que, por consiguiente, lo que ha vivido el mundo en los últimos diez años no era más que un bache profundo derivado de una crisis de tipo tradicional. El mundo se recupera. Los más destacados economistas aseguran que estamos en una estancia que volverá a traer riqueza y júbilo a todos. Lo bueno es que es cierto. El paro bajará, de momento. Lo grave es que es una apreciación tan cortoplacista que asusta. Es miopía pura. Tanto la falta de análisis de lo que está pasando en el subsuelo económico como mantener el mantra de la recuperación inmediata es de una irresponsabilidad bíblica. Hay muchas cosas que no se están teniendo en cuenta y que, o nos ponemos en ello, o el pinchazo de la burbuja inmobiliaria parecerá una especie de guardería comparado con la que se nos viene encima.
Stephen Hawking decía que «estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad» y que «el ascenso de la inteligencia artificial destruirá el trabajo de manera irreversible entre las clases medias». El genio de Oxford tenía claro que sólo quedará empleo creativos y supervisores. Se preguntaba si es- tamos preparando a nuestra sociedad inmediata para un mundo con un desempleo que él calculaba que rondaría el 60 por ciento. La Casa Blanca publicó un informe hace un tiempo que profundizaba en ese escenario. El 83 por ciento de los trabajos donde la gente gana menos de 18 euros por hora ha iniciado la primera fase de automatización o reemplazo. En apenas cinco años, el mercado del vehículo autónomo será factible. En menos de una década, unos diez millones de vehículos usados en transporte y logística en todo el mundo no precisarán conductor. Es decir, unos diez millones de personas que conducen para ganarse la vida lo dejarán de hacer. Por lo menos como ahora lo hacen. En tres años, en nuestro entorno será cada vez menos habitual ver personas atendiendo en cajeros o restaurantes fast food, así como jardineros o contables. En cinco años lo será con asistentes médicos, recepcionistas, policías de tráfico, agentes de mostrador en aeropuertos, personal de oficinas o salas de cine. En ocho años costará ver taxistas y camioneros. En diez, quizá no veremos peluqueros, abogados, dentistas o directores de recursos humanos haciendo lo que hacen ahora. En veinte, no trabajaremos como lo hacemos ahora… A cada paso lo irreversible se hace más evidente.
El mundo no se va a acabar, pero va a cambiar tanto y tan rápido que no tenemos la opción de preguntarnos si está bien o mal, si es posible pararlo o no. Va a pasar. El valor añadido no estará en si te lo crees o no. La mayor ventaja estará en haberlo previsto y haber implementado una estrategia empresarial, personal, política, social y económica.
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Algunas tendencias tecnológicas para 2020
Lo recomendable es analizar los avances tecnológicos con cierta distancia y en segmentos lo más amplios posibles. Hacerlo de manera interanual no permite detectar lo importante de ese progreso tecnológico. No obstante, en la suma de esos pequeños pasos hacia el futuro, se conforma la tendencia global. La mejor manera es listar las que pueda parecer que van a suceder. El gran Alex Hern publicó en The Guardian las tendencias que, a su juicio, probablemente se van a producir en 2020 y que me he permitido seleccionar y puntualizar algunas.
Lo recomendable es analizar los avances tecnológicos con cierta distancia y en segmentos lo más amplios posibles. Hacerlo de manera interanual no permite detectar lo importante de ese progreso tecnológico. No obstante, en la suma de esos pequeños pasos hacia el futuro, se conforma la tendencia global. La mejor manera es listar las que pueda parecer que van a suceder. Este post no busca hablar de lo que va a pasar en el futuro lejano o en los próximos cinco años, simplemente se trata de relatar lo que, probablemente, será noticia en los próximos doce meses en el ámbito tecnológico. El gran Alex Hern publicó en The Guardian las tendencias que, a su juicio, probablemente se van a producir en 2020 y que me he permitido seleccionar y puntualizar algunas.
1. Continuará la decadencia de los nuevos medios y de algunas redes sociales.
En la última década, se crearon muchos medios que aprovechaban la distribución en las redes sociales y en los anuncios programáticos. Su difusión ha logrado cifras que se acercaban a las cabeceras de siempre. Sin embargo en Estados Unidos y Gran Bretaña hay muchos que están cayendo desde 2016 debido al enorme sesgo informativo de todos ellos y la limitación en la capacidad de difusión que ahora tienen en las mismas pistas en las que antes se movían. A la vez, redes como Facebook o Twitter, a pesar de los datos que ofrecen, cada vez es más gente la que evidencia un uso menor, casi residual de la primera y cansina, demasiado anónima y endogámica, la segunda. ¿Puede que 2020 sea el año en el que des de baja de tu perfil de Facebook y dejes de utilizar de manera asidua Twitter?
2. El próximo iPhone tendrá cuatro cámaras traseras.
La industria de los teléfonos inteligentes parece seguir la tendencia de Gillette que saca una maquinilla nueva de afeitar con una cuchilla más cada año. Como otros teléfonos ya tienen cuatro cámaras, lo más probable es que Apple la incorpore también.
3. El dúplex de Google no se lanzará en Europa
Duplex es uno de los productos más impresionantes y futuristas que ha presentado Google en los últimos años. Un asistente de inteligencia artificial que puede hacer llamadas a empresas en tu nombre para hacer reservar citas o averiguar los horarios de vuelos. Duplex fue muy criticada por ser demasiado buena ya que su uso podría describirse como ‘engañoso’ y no permitía obtener un consentimiento para recibir una llamada sintética, algo que exige (para los emails por ejemplo) la GDPR europea.
4. La realidad virtual vivirá un segundo boom.
La realidad virtual ha sido el ‘next big thing’ durante cinco años y, siendo importante, no ha logrado todavía que eso se cumpliera completamente. Pero al parecer, este sí podría ser gracias a una empresa de juegos llamada Valve. Se tratará de la última edición la serie ‘Half Life’ que lanzaron inicialmente en 2007 pero que en la nueva versión ‘Half Life Alyx’ podría ser el un detonante para la compra masiva de dispositivos. Veremos.
4. El cybertruck de Tesla no se venderá.
Esta es una predicción fácil de hacer, puesto que la propia Tesla está afirmando que su llamativa bestia de acero angular no estará disponible para la venta en 2020. El argumento es que la producción ni siquiera comenzará hasta 2021, y los propietarios recibirán su primeros envíos en 2022.
5. Ni rastro del cristal inteligente y el coche de Apple
Los dos secretos tecnológicos peor guardados de Apple son un par de gafas de realidad aumentada y un auto sin conductor. Las gafas tienen un plan de lanzamiento por lo menos aunque no muy definido, pero lo del automóvil, por ahora, no es más que algunas contratas a Tesla y para de contar. Las gafas serán para 2021, el coche vete tú a saber.
6. La publicidad llegará a los altavoces inteligentes.
Amazon y Google dominan cómodamente el panorama de los altavoces inteligentes, pero ninguno ha respondido una pregunta importante: ¿qué ventaja supone tener todos estos dispositivos en tu casa? Los descuentos agresivos de precio evidencia que ninguno de estos asistentes están siendo un éxito de ventas como esperaban. Amazon ha experimentado el uso de Alexa como un canal minorista, pero la única forma de ganar mucho dinero con esto es mediante el recurso de siempre, la publicidad. Prepárate para que tras tu ‘Hola Google’ te salga un anuncio ‘especialmente para ti’.
7. Google se beneficiará del artículo 13 de la Unión Europea.
Mientras la Unión Europea estaba elaborando los detalles de la directiva de derechos de autor de 2019, Google se enfureció por dos propuestas, los artículos 13 y 15 del proyecto de ley, que denominó el “link tax’ y el ‘uploader filter’. La aprobación de la directiva se decía que pudo resultar el fin de YouTube en Europa. Si bien son cada país a título individual las que ratificarán esa legislación, se esperan protestas y desafíos legales. Sin embargo, en última instancia Google puede beneficiarse del artículo 13 pues están en una buena posición para construir y licenciar los filtros de contenido necesarios para controlar el material protegido por derechos de autor curiosamente.
8. La Inteligencia Artificial emergerá en la guerra cibernética.
Simon Shooter, socio de la firma de abogados Bird & Bird, predice que 2020 verá la escalada más importante nunca vista en la llamada guerra cibernética con el uso de la IA en todos los bandos de cualquier batalla. Los hackers han estado experimentando durante mucho tiempo con herramientas automáticas para entrar y explotar redes corporativas y gubernamentales, pero la necesidad de permanecer indetectable ha limitado el uso de IA en la práctica. Sin embargo, a medida que la guerra fría cibernética se calienta, eso podría cambiar.
9. Google, Nike y la tecnología portátil.
Cuando Google compró Fitbit, evidenció sus planes en el ámbito de los wearables. Un espacio donde anteriormente había tenido problemas por cierto con las Google Glass por ejemplo. El sistema operativo Android Wear de la compañía es un ataque frontal contra Apple Watch. Sin embargo, su decisión de no dedicarse al hardware directamente parece algo miope en un sector donde el emparejamiento elegante de software y diseño es una apuesta acertada. En comparación, Nike, que ha tejido una fuerte narrativa sobre la marca impulsada por su visión creativa se asociará con uno de ellos para una nueva narrativa empresarial y tecnológica.
10. 5G será significativo
De algún modo, la tecnología 5G ya está técnicamente en marcha. Pero todavía hay pocos dispositivos que admitan el nuevo estándar, y aún menos que sean aceptables para los primeros usuarios obsesionados con los dispositivos que de otra forma serían los primeros en participar, ya que los dispositivos insignia de fabricantes como Samsung, Google y Apple continúan siendo 4G solamente. Eso cambiará en 2020, se espera que el Pixel 5, iPhone 12 Pro y Samsung Galaxy S11 admitan conexiones más rápidas.
11. Apple experimentará el activismo laboral
Las únicas personas con el poder de cambiar cómo funciona Silicon Valley están dentro de Silicon Valley. El activismo de los empleados estalló en 2018, con los trabajadores de Google y sus denuncias de acoso sexual, los trabajadores de Microsoft haciendo campaña contra el Departamento de Defensa de los EE.UU y los trabajadores de Amazon uniéndose en protestas contra el trabajo de Inmigración y Aduanas. Pero Apple, el más grande de todos, hasta ahora ha evitado que su personal exprese disidencia pública, algo que podría cambiar.
2019, el mejor año de la humanidad. ¡Feliz 2020!
Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.
Vamos a acabar el año en positivo. Según muchos indicadores, 2019 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Es cierto que seguimos con males endémicos y problemas cuyas soluciones todavía parecen a años luz, pero sin embargo, en términos generales, el mundo está mejor que nunca. Desde que los humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años, este ha sido el año en que los niños han tenido menos probabilidades de morir o los adultos menos probabilidades de ser analfabetos.
Cuando nacieron mis padres, casi en la década de 1950, la mayoría de la población mundial era analfabeta y vivía en la pobreza extrema. Para cuando yo muera, según la esperanza de vida actual en España, el analfabetismo y la pobreza extrema habrán sido erradicados. Es difícil imaginar un mayor triunfo para la humanidad que esta comparativa que afecta únicamente a dos generaciones.
En 2019, como indica el artículo del New York Times ‘This Has Been the Best Year Ever’, todos los días de este año que ya termina, 325.000 personas obtuvieron su primer acceso a la energía eléctrica, más de 200.000 accedieron al agua corriente por primera vez y unas 650,000 se conectaron a Internet por primera vez en su vida. Cada día de 2019, cifras que no se habían producido a ese nivel nunca antes.
En 1950, el 27% de todos los niños seguían muriendo a los 15 años. Ahora esa cifra se ha reducido a solo un 4%. Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford que dirige World in Data asegura que ‘si se te diera la oportunidad de elegir el momento en que nacer, sería muy arriesgado elegir un momento en cualquiera de las miles de generaciones en el pasado porque en todas ellas, excepto las últimas tres o cuatro, casi la totalidad de la población mundial vivía en la pobreza extrema. Hablamos del 90% de la gente. Además, las hambrunas y las enfermedades han sido comunes a todo ese tiempo. Lo mejor es vivir hoy, en este tiempo’.
Y viendo esas cifras, me pregunto porque seguimos atendiendo a noticias negativas constantemente. Los descubrimientos médicos se amontonan en la lista de conceptos que cambiaran nuestra vida a mejor en un breve espacio de tiempo. En este blog y en mis redes explico a diario cuales son. ¿Porque los periódicos y televisiones no encabezan sus portadas con algo así como que ‘Otros 170,000 salieron de la pobreza extrema ayer’? U otra opción podría ser ‘el número de personas que viven con más de 10 dólares al día ha aumentado en 245,000 ayer mismo’.
Hace medio siglo, la mayoría de la gente del mundo era analfabeta; ahora nos acercamos al 90 por ciento de la alfabetización de adultos. Ha habido avances particularmente grandes en la educación de las niñas, y pocas fuerzas cambian el mundo tanto como la educación y el empoderamiento de las mujeres. Además, curiosamente, cuando los padres confían en que sus hijos sobrevivirán a la vez que tienen acceso al control de natalidad, tienen menos hijos y el ciclo de crecimiento se equilibra y se hace más sostenible. Es terrible que cualquier niño muera en el mundo cada seis segundos, pero el día que se fundaba Facebook (por poner un hilo temporal reconocible), eso sucedía cada tres.
El objetivo de las Naciones Unidas de eliminar la pobreza extrema en 2030. La tecnología puede ayudar como nunca antes. La automatización, la inteligencia artificial, el uso de los datos, la robótica, la edición genética u otros avances médicos pueden lograrlo. Somos la primera generación en disposición de erradicar la pobreza global y hay que aprovecharlo. El mundo ha cambiado a lo largo de la historia y ahora es el mejor momento para haber nacido en términos generales. Sin embargo, como dice el Max Roser, ‘tres cosas son ciertas al mismo tiempo: el mundo es mucho mejor, el mundo es horrible, el mundo puede ser mucho mejor.
Tras esa reflexión global también es muy nutritivo hacer balance personal y confrontarlo al mundo en el que vivimos. En mi caso ha sido un año excepcional en lo personal y en lo profesional. Han sido más de un centenar de vuelos, veinte de ellos transoceánicos, para atender las casi cien conferencias ofrecidas este año en más de veinte países. Nuevos, y cada vez más importantes, clientes en nuestra consultora que se muestran muy contentos con el trabajo de transformación digital que les ofrecemos. Un nuevo libro tras dos años de trabajo. Más televisión y algunos reconocimientos como el TopVoices 2019 de Linkedin. En general, un buen año que no es más que el impulso para el próximo, en lo global como he expuesto al principio y en lo propio también.
Permíteme un final típico pero necesario. Deseo para este 2020 que la tendencia global de mejora en todos los campos continue y, si es posible, se acelere. También, a todos los que me seguís en todos mis canales y redes, os deseo lo mejor para este año que viene. Hay mucho que hacer, mucho que aprender.
Entrevista en La Aventura del Saber de TVE
Salvador G. Valdés me entrevistó en La 2 de TVE, en el programa uno de los programas históricos de la televisión pública, La Aventura del Saber con motivo de la publicación de mi último libro, ‘La Era de la Humanidad’. La entrevista se emitió el pasado miércoles y estuvimos hablando de muchas cosas que aparecen en el libro pero hubo un concepto en el que nos centramos en una parte de la misma. Se trataba de la idea de que tras un despliegue tecnológico siempre aparece un valor humano en todo ello y que, en este caso, podíamos incluso hablar de una especie de ‘humanidad aumentada’.
Salvador G. Valdés me entrevistó en La 2 de TVE, en el programa uno de los programas históricos de la televisión pública, La Aventura del Saber con motivo de la publicación de mi último libro, ‘La Era de la Humanidad’. La entrevista se emitió el pasado miércoles y estuvimos hablando de muchas cosas que aparecen en el libro pero hubo un concepto en el que nos centramos en una parte de la misma. Se trataba de la idea de que tras un despliegue tecnológico siempre aparece un valor humano en todo ello y que, en este caso, podíamos incluso hablar de una especie de ‘humanidad aumentada’.
Si ves los informativos generalistas, si lees los titulares de los medios escritos o escuchas tertulias de radio abarrotadas de 'expertos de todo', seguramente recordarás que ya te han presentado avances en IA que parecen ‘humanos’ y que eso ya está aquí. No es cierto. No. De hecho, ahora mismo básicamente, lo que tenemos son preguntas y esta es precisamente la razón por la cual es importante empezar a analizar el futuro en el que convivamos con ella. Lejos del alarmismo incomprensible de algunos ‘popes’ de la tecnología y la ciencia. Probablemente la respuesta no esté en poner límites a los desarrollos de Inteligencia Artificial. Posiblemente la cosa vaya de ‘aumentar’ al género humano. Estaría bien no olvidar que la IA no es nada más que una nueva herramienta que está para ayudar y beneficiar a los humanos. ¿No? Y si no lo apartamos del análisis veremos que puede ser utilizada para ‘aumentar’ a los humanos. Si hablamos de realidad aumentada, ¿por qué no hablar de humanidad aumentada?
Entrevista en La Razón: ¿Cuánto invierten los países en industria 4.0?
Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.
Blanca Capitán, de La Razón, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «Francia invierte 23 veces más que España en robots». Aunque el título hace referencia a la inversión pública en el país galo para estimular la robotización de su industria, en realidad lo que explico en la conversación es que es una inversión más genérica y que se realiza en todos los aspectos que interfieren en el desarrollo de la cuarta revolución industrial. España tiene programas de dinamización pero no llega a la potencia de otros países de nuestro entorno. Tenemos ejemplos más detallados como que nuestro país no tiene ningún plan integral sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial. Bueno, mejor dicho, si tenemos, pero se trata de un libro blanco presentado en febrero de este mismo año y que todavía sigue en blanco. Aquí os dejo la transcripción de la entrevista.
«Francia invierte 23 veces más que España en robots»
Estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad», recupera Marc Vidal de Stephen Hawking, en la antesala de su nuevo libro «La era de la humanidad». La cita con el consultor en transformación y estrategia digital tiene lugar en el centro de Madrid, en un enclave destinado a la formación de dirigentes y al impulso del emprendimiento, la emblemática Fundación Rafael del Pino. Marc Vidal, solicitado conferenciante, ha hecho gira de su pensamiento en 27 países y actualmente se encuentra en presentando su cuarto libro.
–¿Qué mensaje transmite el libro?
–Optimismo. La implantación disruptiva de ésta precisa que repensemos su uso y nos acordemos que seguimos siendo los protagonistas. La revolución tecnológica que vivimos y que viviremos es cada vez más profunda. «La era de la humanidad» supone un toque de atención para la sociedad y una crítica sobre cómo España está a años luz de otros países.
–¿Qué recetas deberían seguir las grandes y pequeñas empresas frente a un nuevo cambio tecnológico?
–Depende del sector, el tamaño e incluso de la ubicación territorial. Lo que está claro es que el cambio tecnológico interfiere en cuatro vértices claros. Por un lado, las empresas tienen que entender que el cliente quiere ser el centro de la cadena de valor, algo que no es sencillo sin la tecnología. La segunda clave sería mejorar los procesos productivos. La tercera se refiere a la generación de nuevos modelos de negocio, es decir, hacer la misma actividad pero de otro modo. Y la cuarta se basa en impulsar el desarrollo de las habilidades del equipo.
–¿A qué nivel de innovación se encuentra España respecto a otros países de Europa?
–No vamos líderes, por decirlo de manera sana. España carece de políticas fiscales. Irlanda, Berlín, París, Londres o Eslovenia cuentan con políticas de innovación tecnológica. La innovación en España está desequilibrada. Por ejemplo, en el último debate electoral, los candidatos se pasaron 178 minutos hablando: la palabra digital no salió ni una vez y la palabra tecnología salió en el minuto 171.
–¿Qué medidas pediría al Gobierno para afrontar una revolución?
–Una hoja de ruta adecuada para las empresas y las personas. Francia, por ejemplo, invierte 23 veces más que España en industria 4.0, la robotización requerida para el cambio tecnológico. España debería atacar este cambio empezando por subsanar el sector que más contribuye a su economía, el turístico.
–Al igual que los Emiratos, ¿cree que España debería crear el cargo de Ministro de Inteligencia Artificial?
–Suecia ya lo ha hecho y se llama «Ministro del Futuro». En España, el pasado febrero se presentó el «Libro Blanco de la Inteligencia Artificial» y se llamó así, supongo, porque desde entonces no ha pasado nada. Al mismo tiempo en el mundo se desarrollaron más de 18 libros con sus propios planes de inteligencia artificial. Esto quiere decir que otros países ya prevén la ética de esta materia.
–De cara a 2025, ¿cree que los robots podrían recortar puestos de trabajo?
–No deberían. Lo normal es que, a medida que la tecnología ocupe el espacio que hace un ser humano, éste vaya o se reubique. Cuando alguien te diga que un software te quitará el empleo, o que un robot ocupará tu puesto, entonces le tienes que contestar que no, que quien lo va a hacer será alguien como tú pero que se lleve mejor con ese robot o con ese software. Esa es la clave del futuro, llevarse bien con la tecnología. ¿Cuánto de computerizables somos?
–Sobre el trabajo con robots, ¿qué políticas sugiere?
–Estimular la robotización al igual que se estimuló la digitalización. Lo que hay que saber es para qué se estimula, y para eso nos haremos la pregunta de ¿quién lo hace? y ¿por qué lo hace? Este «porqué» es la clave. La tecnología solamente es el «cómo», y el «porqué» seguiremos siendo los seres humanos.
Entrevista en ABC: ¿Cómo será el futuro del trabajo?
Jose Manuel Sánchez, de ABC, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina». Hablamos de todo cuanto trata el libro de un modo general pero la parte que tuvo mayor relevancia resultó ser la que hace referencia al modo en el que trabajaremos en el futuro. En el libro destaco en la parte final este hecho y, en realidad, es el fragmento en el que mayor esfuerzo de análisis hago. No es fácil imaginar como será ir a trabajar en el futuro cuándo es evidente que no sabemos que tecnologías asociadas y derivadas de las actuales van a ser el hilo conductor. Os dejo aquí la transcripción de la misma.
Jose Manuel Sánchez, de ABC, me entrevistó para hablar acerca de mi último libro, que se publicó bajo el título «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina». Hablamos de todo cuanto trata el libro de un modo general pero la parte que tuvo mayor relevancia resultó ser la que hace referencia al modo en el que trabajaremos en el futuro. En el libro destaco en la parte final este hecho y, en realidad, es el fragmento en el que mayor esfuerzo de análisis hago. No es fácil imaginar como será ir a trabajar en el futuro cuándo es evidente que no sabemos que tecnologías asociadas y derivadas de las actuales van a ser el hilo conductor. Os dejo aquí la transcripción de la misma.
Marc Vidal: «El trabajo del futuro es probable que se parezca más a ir a la escuela que a la oficina»
El lugar no puede ser más apropiado, la Fundación Rafael del Pino. Un espacio céntrico en Madrid que se dedica a formar dirigentes, impulsar los principios del libre mercado y la libertad de empresa y emprendimiento. En ese enclave, rodeado de una escasa vegetación urbana, acude Marc Vidal, una de las figuras más influyentes en la disrupción tecnológica. Conocido conferenciante y tertuliano, el divulgador expone en su nuevo libro, «La era de la humanidad: Hacia la quinta revolución industrial» (Deusto, 2019), los cambios e innovaciones que la sociedad va a vivir en los próximos años, así como el impacto que tendrá no solo en sus vidas, sino en todos los negocios. Su mensaje, pese a la marejada que viene de otra orilla, es más optimista.
Todavía no hemos alcanzado la Cuarta Revolución Industrial y usted ya se va directo a la quinta.
Normalmente, la mayoría de las revoluciones industriales nos enteramos de ellas cuando ya estamos ahí, en medio del meollo, con lo que todas las consecuencias negativas nos las comemos antes que nada; destrucción de empleo, deflación del capital. Diferentes aspectos que son característicos de las diferentes revoluciones tecnológicas nos avisan cuando estamos en ella. La llamada Cuarta Revolución Industrial nos hemos enterado de que lo que estábamos viviendo (una crisis financiera, inmobiliaria) tenía un trasfondo que tenia más que ver con una revolución tecnológica. No es que estemos cerca de la «Quinta», pero sí la podemos prever. Podemos interpretar que la singularidad tecnológica hay diferentes aspectos que tienen que ver con la automatización de nuestra vida económica y social, y van a afectarnos y mucho.
Si alguien piensa en aquellos trabajos de echar carbón a la locomotora hace cien años, debería darse cuenta que la tecnología permitió que esa actividad fuera más eficiente y cómoda para el empleado. ¿La tecnología es una oportunidad o una amenaza?
La tecnología siempre ha traído cosas buenas en términos generales. Obviamente, el ser humano tiene una mente retorcida y la utiliza para cosas no tan buenas. En principio, en ámbitos económicos y en el sentido humano, ha aportado cosas positivas. La Primera Revolución Industrial permitió que unas personas que trabajasen 16 horas al día, en el momento en el que entraba una máquina de vapor en una fábrica textil en el sur de Londres de 400 personas, dejasen de trabajar muchos menos. En esa época, además, lo llamaban «crisis industrial» no «revolución». Ahora los cambios son más rápidos, pero con cuarenta años después se entendió que aquello era para reducir de alguna manera la jornada laboral para que la gente hiciera otras cosas. Y que esa tecnología que en esos momentos se debía ejercer la fuerza bruta -como empujar utensilios- se pudiera realizar por una máquina. Ahí es donde empieza la cadena positiva de la tecnología. Ahora, por ejemplo, un 22% de las cosas que no hacemos los trabajadores las realiza un algoritmo o una inteligencia artificial. Calculo que para 2040 se le habrá dado la vuelta, con un 80% haciéndolo la máquina.
¿Qué hacer con el tiempo que nos resta?
Esa es la clave de esta historia. Cómo convertimos este nuevo tiempo que antes ocupábamos en hacer una serie de aspectos que tenían que ver con la idea de trabajar en una actividad que nos haga más humanos, y que además no perdamos ningún tipo de flujo económico con ello.
Desde hace tiempo se nos viene diciendo que vienen los robots; que en Europa se van a eliminar cincuenta millones de empleos en los próximos años por culpa los procesos automatizados. ¿Cómo se recicla o reutiliza a la gente que se queda fuera?
Siempre habrá empresarios, como habrá trabajadores, que aprovechen esta circunstancia para convertirla en algo a favor y que, además, daña a otro sector. Pero eso ocurre en todos los ámbitos. Está claro que quien entienda bien lo que supone tecnificar y ser más eficiente lo que sucede en su empresa desde el punto de vista tecnológico sacará ventaja. Y esa ventaja, a veces, no es que vayas a reducir el número de trabajadores sino que vas a aumentar la eficiencia de esos trabajadores gracias a que ahora les voy a facilitar herramientas tecnológicas que van a ser mucho mejores. Esto va de colaborar y, cuanto colaboremos con la tecnología, más diferente va a ser nuestro empleo pero seguramente más eficiente. Y tendremos más tiempo para otras cosas. El trabajo del futuro es más que probable que se parezca ir a la escuela que ir a la oficina.
Un mensaje optimista…
Es optimista porque al final refleja la evolución. Obviamente se van a destruir empleos, se ha hecho siempre. El ser humano lo que hace al final es convertir en eficiencia todos los problemas. Y ese problema que va a tener que ver con el régimen laboral, unos países lo harán antes, otros peor, otros mejor. No sabemos si la jornada laboral será de ocho horas o seis o cuatro, ni tampoco si habrá tres días para el fin de semana, pero la propuesta de que eso se hable parte del error de que eso sea automático. Para ello, hay que cambiar el modelo de producción, el modelo de crecimiento de un país, porque tiene que ser más tecnológico.
Uno de los epígrafes del libro se titula «No era una crisis». ¿Qué era entonces?
Fue una crisis, pero fue más una consecuencia. No fue tanto el origen de nada. Desde el punto de vista técnico, y más allá de lo que significa una crisis, fue una deflación del capital. Que es una de las características que tienen habitualmente las revoluciones tecnológicas. Una de ellas es «servitizar» (sic) las cosas -que se conviertan en servicios muchos productos cambiando la cadena de valor- y otra es la deflación del capital. Si comparamos todo lo que era necesario hace quince años para hacer las cosas que hace hoy en día un teléfono móvil necesitábamos quince dispositivos. Eso antes junto costaba 15.000 euros; ahora todo eso lo hace un aparato que vale apenas mil euros. La pregunta que se hicieron los economistas en World Economic Forum hace unos años fue que «¿dónde estaba ese dinero?». El problema es que hemos vivido aparte de esa crisis que en realidad era una consecuencia de algo -la tecnología- que estaba cambiando el mundo hemos vivido otra que llaman «recuperación». Y estamos viviendo una recuperación que en realidad es una deflación social. Es decir, que todo aquello que podíamos ganar por una serie de tareas que hiciéramos durante el día,. ahora es prácticamente imposible. Es decir, hemos vivido una deflación del capital en lugar de una crisis y, ahora, estamos viviendo una deflación social en lugar de una recuperación.
Duras palabras, pero hacía dónde vamos…
Las cifras parecen indicar que vamos hacia una crisis. Las crisis son algo más complejo que una desaceleración. Estamos en una fase de desaceleración, unos países más que otros. Que eso se convierta o no en una crisis dependerá de muchos factores. Es evidente que con las pocas medidas que se están tomando en algunos países como España para enfrentarse a eso que se nos avisa con claridad, nos puede sumir en una crisis profunda. Lo más probable que como en nuestro país no va a pinchar ninguna burbuja, que fue la hecatombe anterior, el problema es que no tienes nada que recuperar. Nada que volver a construir. España depende de un 16% del turismo y un 15% del sector inmobiliario. Es decir, un tercio de la economía española depende de sectores de poco valor añadido. Como no cambiemos ese modelo económico vamos a tener un problema grave. Puede que no sea profunda, pero sí que sea larga. Y los efectos pueden ser incluso peores. El tren de la modernidad ya ha salido. Hay países que tienen un plan integral de Inteligencia Artificial en desarrollo para ver cómo se enfrenta a la próxima década. Hay países que estudian en cómo nos enfrentaremos a la reducción del empleo por la tecnología o la reducción de la jornada para que sea más eficiente. Y nosotros, España, todavía mirando a ver si ha dimitido un señor [en relación a Albert Rivera, exlider de Ciudadanos].
Los gobernantes de uno u otro signos siempre prometen que quieren crear un «Silicon Valley en España». ¿Cree que eso es posible?
Algunos se deben pensar que Silicon Valley es un polígono industrial moderno. O no han estado o no se lo han explicado bien. Silicon Valley es una cosa que es difícil incluso de reconocer. Es un espacio donde hay mucho talento, pero sobre todo mucho dinero que ha generado que ese talento tenga salida. Hay una apuesta empresarial pero también ha habido apuesta institucional desde hace muchos años. Pero además de ese capital, hay que facilitar las cosas para que ese capital tenga ganas de invertir. Hay gente que se cree que es poner varias empresas al lado en una especie de «coworking» -trabajo compartido- . Al final no es así. Y, de hecho, cada país tiene que asumir cuál es su realidad. España, por ejemplo, no tiene petróleo con lo que para qué vamos a plantearnos un futuro con combustibles fósiles. España tampoco tiene un Silicon Valley. No somos creadores de empresas tecnológicas nuevas. España es un país turístico. Tiene innovación en «biotecnología» que se podría potencial. Pero si tienes el Turismo que es un porcentaje importante de la economía española, modernicemos ese sector. En aquello que sabes que eres una potencia mundial, ¿por qué no lo reconvertimos y le damos más valor tecnológico? La idea es cómo utilizar los aspectos en los que somos mejores para que la tecnología nos lo haga mucho mejor y no tengamos competidores.
La tecnología de consumo y la innovación se maneja ahora mismo de dos frentes, Estados Unidos y China. ¿Pinta algo Europa?
El discurso fácil es que en Europa hay mucho talento, pero la realidad es que las empresas europeas que han sido capaces de convertirse en primeras potencias mundiales se han tenido que ir a Estados Unidos para buscar fórmulas alternativas u otras han tenido que relacionarse con China. Europa se ha quedado, sinceramente, detrás de la innovación. Se ha vuelto vieja. No se le hace demasiado favor que se le examine tanto a las tecnológicas. No son todo bondad, pero lo que nos han traído muchas cosas que nos hacen mejores. Habría que ser capaces de jugar otros papeles, no tanto de árbitro, pero sí de estimulante.
De hecho, pone siempre de ejemplo el modelo de Kodak.
Esta empresa vivió una realidad curiosa. Es sintomático de cómo a veces teniendo la solución delante de tus narices no se aprovecha. Kodak había patentado la cámara digital y se negaron a poner en marcha un plan de producción para sacarlo adelante y de incorporarla en su negocio porque consideraban que tenían un problema con el stock de papel. Se encontraron con el debate de que si ellos ponían la pista de que el mundo de la fotografía pasaba por la cámara digital muchas empresa que no se dedicaban a ese sector podrían ser potenciales competidores. Pero también pensaron que nunca los seres humanos preferiría ver imágenes en cámaras pequeñas. Y desaparecieron justo cuando la fotografía estaba siendo más usada. Nunca hemos hecho más fotografías que ahora. El problema no era hacer fotos sino el soporte, que ya se había digitalizado. Y en el momento en el que se digitaliza algo cambia todo.
¿Cómo superan esas grandes estructuras ejecutivas el miedo a la tecnología?
Una gran compañía que quiere enfrentarse a la potencial disrupción tecnológica tiene que asumir un comportamiento más de ser muchas «startups» dentro de ella. Una gran compañía es un transatlántico y una «startup» es una lancha. Es imposible hacer que el transatlántico funcione como una lancha, pero sí que esté compuesto por muchas lanchas. Ese modo de trabajo requiere cuatro cambios imprescindibles: modificar el conocimiento del cliente, los procesos tienen que ser inteligentes, generar nuevos modelos de negocio y, por último, es que hay que formar a las personas de una manera muy distinta. Hay que hacerse una pregunta: «¿Cuántas de las cosas que voy a hacer en dos años las va a hacer una máquina?» Y ahí descubrirás qué porcentaje de tu trabajo va a ser sustituido. El porcentaje que no va a ser sustituido es la clave, porque es el que debes potenciar.
Hace mención también al sector bancario, otro sector que ha estado sufriendo innumerables crisis. ¿Cómo vislumbra el futuro del dinero?
Que el dinero sea digital es el objetivo de la administración pública y de las entidades financieras porque es más fácil de identificar. Va a mejorar todo lo que significa el sistema monetario y esas fluctuaciones de dinero que no sabemos muchas veces qué sucede, y será además más fácil de detectar cuando una persona hace algo malo. El efectivo tiene los días contados. Incluso la tarjeta de crédito empieza a tener poco uso. La disrupción en este sector va más allá de si habrá o no dinero, si será criptográfico o no. Las nuevas discográficas son los bancos porque le van a venir sus «Spotify», su «Napster». Y tiene que ver porque la gente va a empezar a preferir tener productos financieros vinculados a aquello que compra. Esa perspectiva es en donde la banca tradicional va a tener que hacer un mayor esfuerzo.
¿Aboga por una especie de renta básica universal?
El hecho de que vayamos al trabajo a aprender no será optativo por una razón: cuando nos encontremos que hay una máquina o un software que va a hacer cosas que antes hacíamos nosotros. Sabemos que las máquinas son muy buenas respondiendo pero son muy malas creando preguntas. Las preguntas las creamos los seres humanos. Cuando más sepa de esa máquina mejores respuestas me dará. Y cuantas mejores respuestas obtenga, mejor trabajador seré. El buen matemático es aquel que interpreta que con una calculadora puede hacer grandes cálculos. La calculadora no le sustituye a él, sustituye el tiempo que antes dedicaba a operaciones a mano. La renta básica universal u otras fórmulas que se puedan adoptar digo siempre que no va ser ni de izquierdas ni de derechas, va a ser inevitable. Porque al fin y al cabo vamos a tener que racionalizar que mucha gente no va a poder alcanzar ese punto pero a la vez vamos a tener que ser capaces de distribuir lo que sí se haga a través de esas máquinas y esas personas.
¿Y si tus datos anónimos pudieran identificarte igualmente?
La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario.
La Global Alliance of Data-Driven Marketing Associations encargó una encuesta global sobre como vemos en diversos países el hecho de que nuestros datos y nuestros movimientos sean utilizados por la administración. De todo cuando se desprende del estudio destaca la diferencia de percepción que tiene por ejemplo la sociedad china y la británica en el momento de aceptar, o no, que las calles estén repletas de cámaras de vigilancia y de sistemas de reconocimiento facial activos. En China les importa más la seguridad ciudadana que la privacidad y en cualquier país anglosajón todo lo contrario.
En los días en que nuestros movimientos son monitorizados en base al macro estudio solicitado por el INE a las operadoras de telefonía, este debate es interesante. Tengo claro que las garantías de que sólo se usan los datos de forma anónima y que no hay ningún complot para observarnos son absolutas. No obstante, me molestan dos cosas que distorsionan el hecho en sí. Por un lado que sea realmente muy difícil poder evitarlo de modo particular y, por otro, que se comercialice con esa información. En teoría, las operadoras van a transaccionar con el INE a partir de la oferta de los datos que nosotros generamos al movernos.
No obstante, lo acepto, esos datos también son mercancía, casi sin saber nada al respecto, cada vez que utilizamos nuestros dispositivos en cualquier plataforma comercial, red social o aplicación. Y no nos quejamos demasiado. Solemos entender que tras esa cesión involuntaria muchas veces se esconde un beneficio u otro que nos hará la vida más fácil. Cuando el asunto es la administración pública nos intranquiliza un poco más pues no identificamos claramente cual es el beneficio que obtendremos. Hablan de facilitar la movilidad.
Pero me preocupa la asimilación de comportamientos que deberían debatirse más ampliamente. Si a una rana la tiras a un cazo con agua hirviendo, al sentir que se quema saltará herida fuera del recipiente. Si a una rana que está en un cazo con agua fría vas poniendo de manera gradual agua cada vez más tibia y caliente hasta llegar a que hierva, esa rana morirá por costumbre. No se dará cuenta de que el agua quema hasta que sea demasiado tarde. A veces uno tiene la sensación que nos van echando, tanto empresas como administraciones, agua cada vez más caliente en el cazo que contiene nuestros datos.
Es importante analizar de raíz que significa el uso anónimo de nuestros datos y si realmente, por el hecho de no asociarlos a una identidad concreta, están realmente a salvo de su identificación final. Pongamos como ejemplo a los científicos que han encontrado una manera de identificar prácticamente cualquier ciudadano a partir de cualquier conjunto de datos con el uso de tan solo 15 atributos. En principio se trata de características identificadas de cualquier perfil anónimo que no tienen asociada a ninguna persona concreta. Sin embargo, atributos tan simples como el género, el código postal o el estado civil sumados a tus registros médicos sin incorporar de quien son, pueden identificarte sin margen de error.
Es posible que tras dar tus datos en un ámbito de relación cualquiera, se te informe de que ‘se eliminaron tus datos de identificación personal’. De algún modo tenemos la sensación que una vez eliminado el link entre esos datos y tu identidad, éstos han quedado perfectamente ‘anonimizados’. Pero al parecer eso no es tan sencillo pues científicos del Imperial College London y de la Université Catholique de Louvain, en Bélgica, publicaron en la revista Nature Communications que habían ideado un algoritmo informático capaz de identificar al 99,98% de los estadounidenses de casi cualquier conjunto de datos disponible con tan solo 15 atributos básicos. Esos investigadores desarrollaron un método para volver a identificar a las personas a partir de fragmentos de lo que se suponía que eran datos anónimos.
Además aparece un interesante punto de análisis. En la mayor parte del mundo, los datos anónimos no se consideran datos personales; la información se puede compartir y vender sin violar las leyes de privacidad. Aun sabiendo que hay un mercado de datos global, que hay agentes dispuestos a pagar a brokers de datos anónimos acerca de preferencias en redes de citas, tendencias políticas, compras o selección de links favoritos, nos desinteresamos por ese hecho y continuamos con nuestra vida esperando que todo ello repercuta en un beneficio en algún momento. Esos datos vinculados entre sí, ahora ya sabemos que con tan sólo 15 atributos, se puede saber a quién pertenecen. De momento la demostración sólo se ha hecho con estadounidenses. Lo trascendente es que estos científicos publicaron ese código de software online para que cualquiera lo pudiera utilizar.
Para mayor preocupación, esta no es la primera vez que se demuestra que los datos anónimos no son tan anónimos como creemos. En 2016, se identificaron individuos a partir de los historiales de navegación web de tres millones de alemanes, datos que se habían comprado a un proveedor. Los genetistas han demostrado que los individuos pueden identificarse en bases de datos de ADN supuestamente anónimas por ejemplo.
El debate no radica en la privacidad de los datos o si son para mejorar nuestra vida en un caso u otro, si son para el gobierno o son para una empresa. El asunto debe girar en sí realmente, cuando alguien nos pide esos datos con la oferta de que nadie sabrá a quién pertenecen, éstos realmente tienen garantía de ser totalmente anónimos o no.
Debate electoral: Ningún candidato pronunció la palabra 'digital'.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
Los candidatos no dijeron ni pio sobre el futuro tecnológico y sus problemáticas que hay que prever. Los periodistas tampoco les cuestionaron por ello. Estaba pactado hablar de otras cosas. Por muy preocupante que sea, también tiene que decirse que en las tertulias de ‘tele-realidad’ y análisis ‘post-match’ tampoco se está haciendo referencia a este relevante silencio. Y no es que a mí me interese especialmente hablar de un futuro tecnológico por afinidad profesional. No, la verdad es que las cosas pintan complejas en materia económica y la única vía para afrontar el futuro a medio y largo plazo es comprendiendo que el mundo ha cambiado y precisa de planes, estrategias y modelos de crecimiento vinculados a la sociedad del conocimiento y no a la batería de temas manidos, endogámicos y retorcidos de la política de siempre.
Es cierto que cuando en la televisión generalista se trata el tema tecnológico es para empequeñecerlo. No se profundiza, no suele haber tiempo, y no se examina la inevitable reducción de puestos de trabajo tradicional que se avecina y a cambio se ofrece un robot simulando pensar o hablar. El tema es serio y se debería de poner en el centro de todo debate político. Y más cuando éste era tan importante. Llevamos años de parálisis y lo vamos a pagar. Otros países de nuestro entorno se pusieron en marcha hace un tiempo y esa ventaja no se reducirá hablando sólo con un maniqueísmo de vergüenza ajena. En 2 años, España ha caído 5 puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. El 80% de las pymes españolas desconocen que para competir en la próxima década precisarán automatizar, robotizar, gestionar datos y activar inteligencia artificial en procesos y nuevos modelos de negocio. El 100% de los participantes en el debate parece que también lo desconocían.
Si para que se discuta de un futuro tecnológico y automatizado hay que alarmar previamente con cifras de estructura económica, podemos hacerlo. Sin embargo hay que exponer una premisa. Ninguno de los datos económicos cada vez más negativos tienen que ver con una mala gestión económica de nadie, sino por una nula gestión económica de todos. Aquello que se llamó crisis era una deflación del capital, a la recuperación le vamos a acabar llamando una deflación social. De ahí deriva todo y de ahí va a derivar el desastre. No se hace un diagnóstico correcto. Si seguimos pensando en recuperar una economía que no va a ser competitiva cada vez creceremos menos y en un país donde para crear empleo antes se precisaba crecer por encima del 2,4%, eso es un problema enorme. Ahora, para crecer, con un 1,7% es factible crear empleo. ¿Cómo puede ser? Es muy fácil. El empleo que se crea es precario y precisa menos crecimiento para generarse. El ciclo es de aurora boreal y seguimos mirando hacia el océano. Y es que, ante una desaceleración económica que se acabará convirtiendo irremediablemente en crisis, estamos en una situación mucho peor que en 2007, cuando el mundo se cayó.
Hay quien defiende que la crisis no será tan dura. Lo que no será es tan abrupta, pero podría ser mucho más larga. Veamos algunos datos significativos para entenderlo. En 2007 teníamos una deuda pública sobre PIB del 37%, hoy es superior al 100%. No tenemos capacidad de respuesta a una crisis desde el ámbito público sin masacrar el tejido productivo con más impuestos. En 2007 el euribor estaba al 4,87%, hoy está en una tasa negativa del -0,46%. Ojo a esto. Tenemos el coeficiente de crédito 5 puntos largos por debajo lo que evidencia que el Banco Central Europeo no va a poder ayudarnos porque se ha quedado sin capacidad de maniobra en política monetaria. Entramos en tierra desconocida en materia económica. Nunca nadie estuvo aquí antes.
Sigamos. El paro en España en 2007, cuando explotó la anterior crisis, estaba en el 8,8%. Hoy lo tenemos en el 13,8%. El paro joven en 2007 era del 19,2% y hoy es de un dramático 32,2%. Es decir, ni con la hipotética recuperación no hemos sido capaces de crear suficiente empleo y el que se ha creado no llega a los jóvenes. Por cierto, hay un dato que dice mucho más sobre la capacidad empresarial de evitar el problema económico que se acerca. En 2007 en España había 3.420.000 empresas. Hoy hay 3.340.000 empresas, unas 80.000 menos que demuestran que estamos menos preparados aún para soportar el golpe que puede producir la reducción de inversión y de gasto privado.
Aun hay más. Las cifras de creación de empleo empiezan a ser ya una evidencia de que la máquina se ha parado. Mientras sus señorías se discuten sobre sus cosas, la gente va perdiendo su empleo de manera cada vez más rápida. Además, pocos analistas recogen algunas métricas que esconden un desastre aun mayor del que se evidencia en los datos de escaparate. Por ejemplo. Se dice que la variación trimestral de la ocupación, que ha sido la menor en siete años, en realidad ha sido buena porque se han generado casi 70.000 empleos netos. El problema es que nadie hacer referencia que de esos, la mitad del empleo creado es empleo público. Algo que nunca ha pasado. Es decir, si se elimina ese doping la variación trimestral es la peor en mucho más tiempo.
Y ahora vamos a las cifras de hoy. No me extenderé por no llorar. Se han ampliado en casi 100.000 los parados en octubre. La mayor subida del paro en un mes de octubre desde 2012. Y en términos relativos, desde 2008. Además, si analizamos los diferenciales fuera de estación veremos que estamos ya muy cerca de destruir empleo. ¿No te lo crees? Mira. En diciembre de 2018 teníamos 3.202.907 parados, en septiembre de 2019 eran 3.079.711 y en octubre ya son 3.177.659. Estamos a menos de 25.000 parados más para poder decir en términos anuales que se destruye empleo neto.
Saldrá algún ministro asegurando que la economía española es robusta y lo demuestra que, a pesar de las cifras de paro, la afiliación a la seguridad social subió un 2,3% de manera interanual. Lástima, pues esa cifra es la de menor incremento en los últimos años. Es decir, también se frena la afiliación. Se paraliza la reducción del paro pues el ritmo de descenso del paro es un 84% inferior al de 2018 y se crea un 23,8% menos de empleo que el año pasado. Por cierto, los autónomos crecen una tercera parte de lo que lo hicieron en 2018 también.
Pero nos queda el turismo, tranquilos. Lástima otra vez. El motor económico en España ya no crece. El turismo empieza también a frenar sobre todo en visitantes extranjeros. Se han encadenado varios meses en negativo y nadie ha tomado medidas para afrontar un posible desgaste del modelo. Seguimos pensando que la industria es secundaria y mientras vengan turistas y nos quede un ladrillo por poner, todo irá bien. El turismo supone el 15% del PIB y el 16% del empleo. Si sumamos el turismo y la construcción tenemos casi un tercio del modelo productivo español. ¿Que puede salir mal?
La solución no es sencilla, pero el futuro del turismo en España pasa por aumentar el gasto por turista y día. Para ello hace falta tecnología y transformación digital. Si se consigue se podrá crear más empleo y pagar mejores salario. Para ello es clave atraer más turistas americanos y asiáticos y menos europeos de tipo low cost que es tremendamente desleal y sólo busca ofertas. En muchos lugares que son competidores nuestros eso es lo que están haciendo. El sector turístico global más competitivo está profundizando en segmentos de turismo con valor añadido como el de salud, el de negocios o el de aprendizaje de idiomas que aumentan el tiempo de estancia y pueden realizarse en entornos menos masificados como la España vaciada. De momento pocos planes políticos al respecto por lo que, en resumen, la economía tradicional nos va a explotar en las narices.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. De momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar. O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos. Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez.
Estarás pensando, vale, pero ¿entonces que podemos hacer? ¿que debemos pedirles a estos candidatos?¿cómo se va a estructurar la entrada de nuestro país en el futuro? No se habla de hecho digital más que para incorporar tasas, costes o eventos diversos. Sin embargo debemos advertir al futuro nuevo ejecutivo que lo digital no sólo es algo que afecte a modelos de negocio, sino que lo hace en todos los aspectos y modelos sociales. Esta revolución tecnológica que empezó hace años, aunque algunos ni siquiera lo hayan percibido en gran medida, es como otras que ya sucedieron. Por lo menos como las que fueron relevantes. Esta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse.
Y mientras unos seguimos dando vueltas al tiovivo otros están manos a la obra. En Francia, el presidente Macron presentó hace unos meses un plan nacional de Inteligencia Artificial. Suena a película pero no es ficción. Se trata de afrontar el futuro con sus propias herramientas. El mismo presidente galo apareció en Wired explicando para que era ese plan y que perseguía. Dijo que esta revolución tecnológica era en realidad una revolución política. Y tiene razón. Es evidente que cuesta imaginarse una entrevista en un medio como ese, aportando registros de valor, a cualquier político español.
Macron no es el único de nuestro entorno que se ha empollado las Buzznews de turno o se ha pasado un montón de horas leyendo blogs tecnológicos. Hay otros. Merkel impulsó en su día medidas anticíclicas cuando apareció el concepto Industria 4.0. De hecho, es Alemania quien bautizó este momento con ese nombre. Pocos lo entendieron, pocos lo vieron factible. Invirtieron un 20% más en I+D que antes, en plena crisis. Desplegaron los centros tecnológicos Fraunhofer, una especie de plan vinculado a aprovechar el empleo potencial de automatizarlo todo. De hecho, el país con mayor cantidad de robots per cápita de Europa es Alemania y es el que más cerca está del pleno empleo. Y Alemania salió de la crisis antes que nadie y más fuerte que nadie.
Otros presidentes, que es a quienes debemos pedir liderazgo, conocimiento y valentía para afrontar este momento de la historia, hicieron lo mismo. Llevamos un retraso disfrazado de buenas cifras económicas que podríamos pagar en un par de años. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. Austria lidera la inversión en I+D por PIB en Europa. Portugal ha despegado y se avecina a los modelos de crecimiento tecnológico que se inspiran en los que disfruta Irlanda. En España no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. No hay liderazgo ni equipo vinculado a tal transformación. La sociedad civil, los agentes sociales, los partidos, la prensa y las finanzas siguen preocupados por mantener los pasivos de siempre como pensiones y estado del bienestar, renunciando a la creación de un arquetipo que sujete la construcción de activos a partir de un mundo en el que el modelo productivo no va a ser el actual.
Me gustaría que en un debate electoral alguien dijera que no piensa que la política industrial es algo que se debe dejar en manos solo de la empresa o que por el contrario la riqueza es algo que se reparte automáticamente. No es así. Las reconversiones industriales, tecnológica ahora, es una obligación política y debe marcarse políticamente. La riqueza, para repartirla, hay que crearla antes. De ahí deriva la libertad económica con liderazgo político. Alguien que admita que tiene pensado revisar los planes actuales de I+D o de apoyo emprendedor que solo son partidas presupuestarias. Un candidato que anuncie que aumentará el esfuerzo público en I+D y que logre que se ejecute todo hasta el último céntimo y que se haga bien. Ahora sólo es el 30% de lo previsto. Que reducirá la burocracia como han hecho otros países. Que le devuelva a este país lo que se invertía en desarrollo tecnológico. Hoy no llega ni al 15% de lo que se invertía hace 10 años.
La tecnología es un activo, un activo político y no parece que lo entiendan. El progreso no depende en nuestro país de las materias primas sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Que para competir no basta con hacer algo, hay que hacerlo bien. En 2020 tendremos menos para gastar debido al cumplimiento del déficit previsto. El paro empezará a crecer de manera importante pues la llegada de los robots que ahora se están construyendo según pedidos son para esa fecha. A medida que se desplieguen desaparecerán empleos porque nadie está trabajando en una nueva sociedad que debe dar respuesta a eso. En Francia, Austria, Eslovenia, Estados Unidos, China, Finlandia, etc., sí lo hacen. El tiempo se acabó. Estamos en zona de descuento y esos que ayer hablaban y hablaban mirando a la cámara no parecen entenderlo o no quieren. Ni idea, en todo caso el efecto es el mismo. Será el mismo.
Robots en el sector turístico. ¿Riesgo u oportunidad?
Las cifras de la EPA que se publicaron el pasado jueves pasaron desapercibidas en la mayoría de medios debido a que había una noticia que lo apagó todo. Sin embargo, los números que reflejaba la encuesta de población activa era suficientemente grave como para haber abierto todos los noticiarios y encabezado todos los periódicos. Se trataba de la peor cifra en creación de empleo en siete años. La mitad del poco empleo creado era público, algo que, en esa proporción, no había pasado nunca. Por otro lado también se podía interpretar que el empleo no crece en la franja de menos valor añadido o de cualificación precisa, es decir, allí donde el salario mínimo exige, desde principios de año, un aumento sustancial obligatorio. El empleo vinculado al turismo y al sector hotelero está más en juego de lo que parece y, precisamente por cierto, es el que genera una quinta parte de todo el mercado laboral en España.
Las cifras de la EPA que se publicaron el pasado jueves pasaron desapercibidas en la mayoría de medios debido a que había una noticia que lo apagó todo. Sin embargo, los números que reflejaba la encuesta de población activa era suficientemente grave como para haber abierto todos los noticiarios y encabezado todos los periódicos. Se trataba de la peor cifra en creación de empleo en siete años. La mitad del poco empleo creado era público, algo que, en esa proporción, no había pasado nunca. Por otro lado también se podía interpretar que el empleo no crece en la franja de menos valor añadido o de cualificación precisa, es decir, allí donde el salario mínimo exige, desde principios de año, un aumento sustancial obligatorio. El empleo vinculado al turismo y al sector hotelero está más en juego de lo que parece y, precisamente por cierto, es el que genera una quinta parte de todo el mercado laboral en España.
Y en esto estamos cuando la llegada de todo tipo de robots para servicios hoteleros empieza a ser cada vez más importante. Algo que no debería de ser necesariamente malo si hubiera un plan gubernamental, un plan estratégico nacional sobre robótica aplicada y de inteligencia artificial como tienen un buen número de países, aquí podría ser un desastre monumental. El problema es que para diseñar un modelo económico que soporte esta automatización es preciso estabilidad y un cierto consenso por parte de todos los agentes. Cuándo se politiza la robotización, cuando se pone o a izquierda o a derecha, se produce un retraso bíblico que vamos a pagar carísimo.
La robótica y la inteligencia artificial estancará los salarios y destruirá empleo si no se actúa estratégicamente. Hay países que están estableciendo modelos que no generan paro y además está provocando avances en este sentido. El problema es que hay que ponerse. Dejando la política económica en la deriva electoral no se logra. No es automático. La mediocridad de nuestros dirigentes se mide por el grado de desconocimiento, dejadez e inoperancia en este tema.
Veamos, el número de robots industriales se multiplicó por cuatro entre 1993 y 2007 y, según la asociación IFR, hoy hay entre 1,5 y 1,75 millones de unidades activas, llegando a más de 6 millones en 2025. Según un estudio presentado por dos economistas del MIT, ya se habrían perdido entre 360.000 y 670.000 puestos de empleo en todo el mundo por la introducción de los robots en el sector industrial. El Foro Económico Mundial augura que en 2025 esa cifra llegará a los 5 millones. La OCDE lo ve incluso peor. Asegura que el 12% de los trabajadores españoles serán reemplazados por robots a corto plazo. La Universidad de Oxford prevé una destrucción de 1.600 millones de empleos en dos décadas. El Foro de Davos afirma que más de siete millones de empleos están en peligro en dos años. Parece que el tema es serio. Luego dirán que era imprevisible, que no podían saber lo que iba a pasar.
Hasta el momento, la afectación ha sido directamente aplicable a la industria, pero esto ya ha empezado a ampliarse. El sector servicios, especialmente el hotelero y turístico, está ahora en el centro del huracán. Tengamos en cuenta que cualquier afectación laboral en el sector turístico es extremadamente sensible especialmente. Hablamos del motor económico español, de la máquina laboral que permite que no se nos vaya la ‘recuperación’ por el desagüe. ¿Llegará el momento en que los robots sustituyan a los humanos en el sector hotelero? Es evidente que no de forma general, pero se deberá convivir. Las habilidades humanas son nuestra ventaja pero la eficiencia y la rentabilidad de que algunos robots hagan tareas repetitivas y organizadas en lugar de un ser humano debe tomarse en cuenta pues es algo inevitable. En un documento titulado ‘Robots and firms’ elaborado por Michael Koch (Universidad de Bayreuth), Ilya Manuylov (Universidad de Aarhus) y Marcel Smolka (de la misma universidad) y que se basaba en el análisis de los datos sobre las empresas manufactureras españolas entre 1990 y 2016 se evidenciaba que las empresas que apostaron por la automatización aumentaron su plantilla un 10%. Robotización y paro no son proporcionales si se hace estratégicamente.
Y ahí aparece el sector hostelero, turístico y de servicios. Sabemos que la restauración está basada en procesos humanos pero también sabemos que no es ajena a la automatización. Los datos del futuro que manejan grandes organizaciones internacionales prevén drásticos cambios en los sistemas de producción. Se considera que los procesos de elaboración de alimentos y el servicio al cliente son tareas que irremediablemente tienen que realizar personas, pero las cocinas no han dejado de incorporar maquinaria, más automatizadas que han provocado un evidente resultado. Cada vez hay menos personas en las cocinas. Lavavajillas, cortadoras, envasadoras, batidoras, etc…, han ido sumándose al equipo. Digamos que la robotización empezó hace mucho y no nos hemos dado cuenta.
Pero al igual que a un cajero automático nos cuesta verlo como un robot, cuándo lo es, a un lavavajillas tampoco lo identificamos así, cuando también lo es. Por eso vamos a hablar de otros, mucho más sofisticados y capaces de, realmente, poner en juego el modelo laboral existente de manera intensiva. ¿Sabías que una de las empresas más avanzadas en Europa en este campo es española? Hablamos de la startup sevillana Macco Robotics. Una empresa centrada en el desarrollo de robots humanoides para el sector servicios. Ya ha desplegado con éxito a su robot Bibot especializado en eventos, pero ahora está instalando otro robot, en concreto el llamado Kime, cuya ventaja principal es que se puede adaptar fácilmente a cualquier medio o aplicación, para que cualquier persona sin conocimiento lo pueda reconfigurar. Lo han enfocado para el sector Foodtech, es decir, es un robot camarero. Hay dos versiones, una, que está dentro de un Kiosko, de fácil instalación, Plug and Play, enchufar y listo. Puede preparar y servir cócteles, cervezas, todo tipo de combinados, servirte un vino, café e, incluso, alimentos empaquetados.
Actualmente Macco Robotics está instalando este robot (kiosko) llamado Kime en las estaciones de servicios portuguesa Prio Energy y en las cervecerías Guadalquibeer. Por otro lado, la versión exenta o sin kiosko, se puede instalar en cualquier barra de bar, para realizar cualquiera de esas mismas operaciones. Ahora mismo lo podemos ver ya funcionando en el edificio de Coworking Inn Office de Sevilla. Puede preparar 129 platos diferentes, todo bajo una selección muy cuidadosa, primando la calidad de estos platos, asesorados por la Escuela de Hostelería de Sevilla. La robotización del restaurante les permite dos modelos de negocios: uno, la venta por Deliverys (a través de plataformas como Glovo, Deliveroo, Just eat) por lo que trabaja como dark Kitchen 24 horas; y dos, la venta de platos como restaurante, es decir, los trabajadores del edificio comen allí, así como las empresas cercanas.
Por si fuera poco, Macco ha logrado pasar de preparar 120 comidas al dia a 2900, vendiéndose en formato catering para las empresas de La Cartuja, es decir, alrededor del coworking y a un precio muy reducido. Además, han desarrollado un wearable, que el usuario se lo instala en casa y que hace un análisis nutricional del usuario a través de la orina. Esta información se sube a la cuenta de Kime del usuario, por lo que cuándo va a pedir comida, si detecta, por ejemplo, exceso de carbohidratos, Kime (a través de la app), le recomendará que tome otros alimentos. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? La relación entre salud, robótica, servicios y trabajo es algo a definir urgentemente.
En definitiva, el cambio es inevitable, por lo que hacerle frente es una mala idea. Todo aquello que una máquina pueda hacer más rápido, más barato, mejor y sin descanso, lo acabará haciendo. Localicemos que cosas deberemos de estimular, desarrollar, amplificar desde el punto de vista humano y que sean difícilmente sustituibles. Eso tendrá un valor incalculable. Por otro lado, quienes deben marcar las lineas maestras para afrontar el futuro tecnológico y laboral deberían de dejarse de debates estériles y endogámicos y empezar a pensar como nos ponemos a liderar el futuro, sea en el sector que sea, pero especialmente en aquel en el que se apoya el modelo de crecimiento de este país.
Es una ‘crisis en funciones’, no una ‘desaceleración económica’.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
Y es que el primer gran error es de análisis histórico. Recuerdo lo que escribí hace mucho tiempo. Lo que explotó en 2008 no tenía un origen en sí mismo, ni tan siquiera era sólo motivado por una exposición excesiva a la deuda privada y bancaria. La caída del modelo económico dependiente de un capital ubicado en bienes inmobiliarios no era más que una consecuencia de algo más grave que se define bajo el concepto ‘deflación del capital’ y que surge casi siempre de cualquier revolución tecnológica. Esa no fue una excepción.
Y en eso mismo estamos. La diferencia es que ahora tenemos a unos y otros anunciando la que se acerca como si fuera inevitable. Es de vergüenza ajena escuchar al gobierno preparar a la audiencia ante una ‘desaceleración’ a la vez que anuncia electoralmente un aumento del gasto y una subida de la recaudación fiscal. Ya me dirán como casa eso. Si lo que viene es una ‘nueva’ crisis, sería interesante establecer un patrón de análisis que nos fije la foto actual y las más que probables instantáneas futuras. Es el único modo en el que se puede definir una hoja de ruta, urgente, para afrontarlo con ciertas garantías
La próxima recesión económica global asoma. Ya no se trata de las predicciones o análisis de voces expertas, sino de tendencias y estadísticas apuntaladas en el tiempo. La afiliación a la Seguridad Social en España está con las peores cifras desde 2008. La creación de empleo se ha paralizado y la tendencia empieza a ser la de fabricar desempleo. El poco trabajo que se estimula es precario, de escaso valor, temporal y dependiente del turismo y servicios mayoritariamente. La creación de ocupación industrial está en parada técnica y sin embargo poco o nada se está haciendo en ese sentido. España ha dejado de crear empleo al ritmo que solía hacerlo durante el último lustro, a la vez que la economía se está contrayendo. Una contracción que se refleja en múltiples sectores. Las matriculaciones firmaron su peor agosto y su peor septiembre desde 2008, con un desplome del 30,8%.
Por si fuera poco, el turismo, el motor económico de nuestro país, se va a enfrentar a un muro digital que no sabemos si está preparado para afrontar. España pierde el 1,3% de turistas internacionales de Reino Unido y Alemania. Hay quien argumenta que lo que le va a pasar a España es inevitable porque tiene una conexión absoluta con el resto del planeta. España creció al 2,3% interanual durante el segundo trimestre de 2019, un ritmo tres décimas por debajo de su crecimiento en 2018. Si echamos la vista aún más atrás la tendencia es clara: la economía se expandió un 3,6% en 2015; un 3,2% en 2016; y un 3% en 2017. 2019 representa la desaceleración más acentuada desde 2011. Las estimaciones para 2020 oscilan entre el 2,1% y el 1,9%. Me inclino por un 1,8% incluso. Es un fenómeno común al resto de la eurozona, y a casi todas las economías del mundo. Y a eso se agarran. Francia ha pasado del 1,5% en 2018 al 1,3% en 2019; Canadá del 1,8% al 1,5%; y China del 6,6% al 6,1%. Y si Alemania es el motor de Europa y quien marca el camino, las perspectivas son aún peores: del 1,5% en 2018 a la considerada parada técnica que supone un 0,8% en 2019. El país germano está en realidad a las puertas de la recesión pues creció en negativo el anterior trimestre.
Al igual que en la ‘otra crisis’, España vuelve a estar muy mal posicionada ante esta situación. Aunque es cierto que hemos mejorado mucho en la capacidad de nuestro comercio exterior, las exportaciones son muy dependientes del automóvil, y este tiene muy malas perspectivas. Estamos mal preparados porque venimos de una deflación de los salarios muy acusada. Si bien esa contención obligada ha supuesto la facilidad para contratar, ahora supondrá un verdadero quebradero contable. ¿Recuerdas cuándo un milieurista era un pobre de solemnidad? Ahora son millones los trabajadores que aspiran a ser eso como mínimo. Estamos en la era del asalariado pobre. Una indecencia de la que no tiene culpa el sector empresarial sino la ineficiencia política por generar un entorno económico que estimule la creación de un empleo cualificado y bien pagado. No hay estímulos, ayudas, modelos de dinamización de la economía del conocimiento, industria 4.0 o de, en serio, generar un nuevo modelo de crecimiento. Llamaron crisis a una deflación del capital y ahora llaman recuperación a una deflación social.
Es hora de entender que el mundo, y España, van directos a una crisis menos rápida, menos profunda, menos intensa, pero algo más larga y sin herramientas para modificar la deriva. Tras la crisis, esta vez, no habrá recuperación, únicamente estancamiento. La vivienda ya no podrá ayudar a recomponer el rompecabezas. Ya no está de moda comprar. Hay países que invierten en modificar el modelo de crecimiento de manera robusta. Francia invierte 23 veces más que España en la estimulación de la Industria 4.0. Un modelo industrial que será el único que sobrevivirá en una década y que genera derivas en todos los sectores. Si no tienes industria no tienes nada.
La recesión es la variación negativa del Producto Interior Bruto durante dos trimestres consecutivos. Un tema técnico. Pero a diferencia de una recesión, una crisis económica es un periodo de inestabilidad que desata consecuencias durante un largo periodo de tiempo. Sacude la estabilidad financiera en las inversiones y afecta a la estabilidad adquisitiva de las familias. Suele generar una depresión si no se actúa estratégicamente.
Y es en esa que nos encontraremos. No es tan complicado verlo. La diferencia con aquello que se le llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’ o como quieras recordarla, es notable. Aquella fractura se evidenció de golpe, con un pinchazo de una burbuja. La actual quiebra no será por un reventón sino por un fallo técnico del modelo económico. Una paralización que tiene su origen, de nuevo, en la no adopción de medidas valientes, ineludibles y necesarias que adecúen un modelo económico digital, automático, robótico que llega sin avisar ni pedir permiso. Liderar esa fórmula económica es lo que podrá hacer más llevadera o no, la próxima década. Y es que esto no va de tener un plan político táctico y digital sino de entender que el mundo ha cambiado para siempre y que no hay parches que lo adecúen a tus intereses.
En un país en el que las pensiones dependen de las cotizaciones solidarias de los que trabajan, no parece una gran idea ir reduciendo el sueldo medio, incrementando la precariedad laboral y la estimulación de un tipo de empleo muy alejado de la eficiencia tecnológica, digital y automatizada. De ahí que no se comprenda la desidia política, retorciéndose en sus propio estiércol y sin indicativos de que han entendido la gravedad del momento.
No te dejes engañar por las cifras de creación de empleo. Son métricas trucadas. España requería crecer como mínimo al 2% para crear empleo, tras la reforma laboral es necesario solo un 0,7%, porque ahora se crea un empleo tremendamente precario. Es más fácil crearlo, pero no nos vale para lo que se nos viene. La evolución va a ser a peor porque vivimos en un impasse político que aumenta la incertidumbre, un nivel de la tasa de ahorro que reduce el dinamismo económico y tenemos un retraso evidente en el cambio de modelo económico que otros países ya están llevando a cabo.
La diferencia entre un gobierno en funciones y otro que no lo esté, es que el primero no puede oficializar una situación grave a nivel económico por estar sujeto con alfileres. De ahí que lo que llaman ‘desaceleración económica’ en realidad es una ‘crisis en funciones’. Como dice mi admirado Xavier Ferrás ‘la globalización, la digitalización y la innovación tecnológica están creando un triple cambio de paradigma debido a la superposición de tres factores. La convergencia global hacia un estándar económico único, la aparición de una nueva dinámica de desigualdad y el paso de una economía industrial a una economía del conocimiento, digitalizada y virtualizada’.
Sabemos que cada robot industrial destruirá dos empleos. La implantación de robots industriales supone la pérdida de casi dos empleos por cada nuevo robot, según el estudio How Robots Change the World, realizado por Oxford Economics. Según el estudio, el ritmo de destrucción se multiplicará por cuatro en la próxima década, pasando de la destrucción de 400.000 empleos en 2016 a 2 millones en 2030. Que eso no sea un drama bíblico depende de entenderlo primero, de redactar planes al efecto y de ejecutarlos. Esos empleos destruidos deben reconvertirse en ocupaciones insustituibles y que requieren una formación muy distinta, un plan muy distinto y una estrategia a largo plazo y valiente. Que chungo. Largo plazo y valiente no encajan en la misma frase en la que se incluya el vocablo ‘político’.
¿Quién está preparando nuestra economía para los cambios que llegan sin avisar (o sí)? La tecnología crea una segunda economía, cada vez más productiva y autónoma, más digital. Pero aquí seguimos con un modelo antiguo, esperando que alguien tome decisiones estratégicas, que imponga un plan integral en Inteligencia Artificial, que desarrolle un plan fiscal de estímulos para modificar la estructura de crecimiento y que, de una vez, ponga las luces largas para atender la Era de la Humanidad.
Mi nuevo libro: 'La Era de la Humanidad'
Detrás de escribir un libro hay un trabajo intenso, de largo recorrido, de mucha reflexión y de una ilusión que lo aparta todo. En unos días saldrá al mercado mi nuevo libro titulado ‘La Era de la Humanidad’ y con el subtítulo ‘Hacia la Quinta Revolución Industrial’. Un ejercicio que sintetiza, y ordena, mucho de lo que en este blog has podido leer estos últimos cuatro años. El libro, como ya hiciera con mis anteriores libros ‘Contra la Cultura del Subsidio’ y ‘Una Hormiga en París’, lo edita Planeta, esta vez a través de su sello Deusto. Repito editor, mi paciente y brillante amigo Roger Domingo. Se pondrá a la venta el próximo día 22 de octubre pero ya se puede reservar ya en Amazon, en Agapea o en Casa del Libro. Por cierto, la presentación oficial será el 12 de noviembre a las 19:00 horas en la Fundación Pons en la calle Serrano 138 de Madrid. Si os apetece venir, nos vemos allí. Estaremos acompañados de algunos robots, economistas de prestigio, tecnólogos y un montón de amigos.
Detrás de escribir un libro hay un trabajo intenso, de largo recorrido, de mucha reflexión y de una ilusión que lo aparta todo. En unos días saldrá al mercado mi nuevo libro titulado ‘La Era de la Humanidad’ y con el subtítulo ‘Hacia la Quinta Revolución Industrial’. Un ejercicio que sintetiza, y ordena, mucho de lo que en este blog has podido leer estos últimos cuatro años. El libro, como ya hiciera con mis anteriores libros ‘Contra la Cultura del Subsidio’ y ‘Una Hormiga en París’, lo edita Planeta, esta vez a través de su sello Deusto. Repito editor, mi paciente y brillante amigo Roger Domingo. Se pondrá a la venta el próximo día 22 de octubre pero ya se puede reservar ya en Amazon, en Agapea o en Casa del Libro. Por cierto, la presentación oficial será el 12 de noviembre a las 19:00 horas en la Fundación Pons en la calle Serrano 138 de Madrid. Si os apetece venir, nos vemos allí. Estaremos acompañados de algunos robots, economistas de prestigio, tecnólogos y un montón de amigos.
La historia de la humanidad está jalonada de fases decisivas para su avance social, cultural y económico. Llamamos «revolución» a cada uno de esos períodos cruciales, y denominamos «revolución industrial» a los que entrañan un cambio tecnológico profundo que mueve todos los cimientos de la sociedad, causando primero grandes desajustes y después grandes avances y conquistas humanas. Podemos contabilizar ya cuatro revoluciones industria- les, y vivimos inmersos en la cuarta (también llamada «industria 4.0»), la de la transformación digital promovida por los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones.
Tal vez no hayamos empezado a percibir esta cuarta revolución sino desde bien entrado el año 2010, pero considero que se gestó a mediados de los años noventa del siglo XX. Su inmenso componente tecnológico (nanotecnología, drones, impresión 3D, realidad virtual, realidad aumentada, primeros estadios de la inteligencia artificial, robótica, gestión masiva de datos, hiperconectividad, etc.) va acompañado de profundos cambios en lo económico y en el trabajo humano, en el empleo, las profesiones y su definición misma. Y esos cambios no han estado hasta hoy asumidos y afrontados de igual manera en los diferentes países para garantizar el bienestar y las perspectivas de futuro de las personas. A este respecto, España parece rodar en mitad de un pelotón de gregarios, incapaz de superar planteamientos ideológicos o acomodaticios para abordar las reestructuraciones necesarias en lo económico, lo político, lo social y lo educativo. Y algo similar podríamos decir de los países latinoamericanos en general.
Lo que planteo en este libro es que esta cuarta revolución es tan sólo la antesala de otra transformación de mucho más alcance, la «quinta revolución industrial», inminente y, por ello, de urgente atención. Esa quinta revolución tiene que ver con cosas que aún no han pasado, pero para las que nos podemos preparar a nivel económico, empresarial, cultural, social, laboral, político, educativo y personal. Su marca diferencial será la expansión de la inteligencia automatizada, que quizá sea incluso más perturbadora para los modelos sociales existentes de lo que podemos prever ahora. La inteligencia automatizada y la robótica avanza- das, combinadas con el trabajo físico automatizado, serán siempre más rentables que cualquier trabajo repetitivo y previsible que hagamos los humanos. Y esto plantea un reto global cuyo abordaje es de extraordinaria urgencia. No creo en el catastrofismo de quienes auguran sin más que las máquinas nos quitarán el trabajo, sino que apuesto por un futuro donde, gracias a la automatización y la tecnología, el ser humano podrá trabajar de manera creciente en ámbitos más propios de las capacidades singulares humanas, y menos en las alienantes tareas repetitivas que una máquina podrá hacer mejor. El reto es cómo orquestar ese tránsito para evitar, en lo posible, los traumas temporales que conllevan estos decisivos cambios de paradigma.
Esa hipertransformación del todo que nos espera en muy pocos años culminará con lo que se ha llamado «singularidad tecnológica», que se prevé se desarrollará en tres fases. En la primera fase, los ordenadores alcanzarán un nivel de computación que asemejará funciones propias del cerebro humano (hacia 2025-2029); en la segunda, la inteligencia artificial aplicada a ordenadores y hardware robótico empezará a tener la capacidad de mejorarse a sí misma (hacia 2029-2035); y, en la tercera fase, la más compleja, las computadoras podrán plenamente mejorar- se a sí mismas (hacia 2040, como muy tarde).
Aunque esta quinta revolución no cobrará carta de naturaleza hasta la llegada de esa «singularidad», hoy podemos intuir que algunas de sus estructuras ya se están creando. El embrión de esa quinta revolución industrial está en los cambios que han sacudido nuestra sociedad especialmente en las últimas décadas, así como en la mutación que ha vivido nuestro modelo económico y social. Ahora, y de manera inaplazable, es prioritario identificar qué ha pasado, analizar la relación de ello con otros momentos de la historia e identificar las alarmas y las claves para no cometer errores que en el pasado significaron un retraso y un dolor innecesarios y evitables.
Este es un libro para saber de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos al respecto de tan decisivo paso. Y todo ello lo explico a partir de un análisis de nuestra más reciente historia, la que confundió un cataclismo socioeconómico vinculado al parto de la cuarta revolución industrial con una crisis financiera, y también desde el análisis de las transformaciones ineludibles que está viviendo nuestro mundo. Todos los cambios que estamos viviendo tienen un detonante tecnológico y encierran, en su espíritu, una gran potencialidad para mejorar la vida de los seres humanos (como ocurrió en el pasado).
Aun con los inevitables peajes transitorios que se deban pagar como sociedad, defiendo completamente la automatización y la digitalización. Tal defensa no es meramente una opción, sino una obligación, ya que es un signo de nuestros tiempos, y sería irresponsable no implicarse. No sólo tengo claro que esta revolución es un curso que hemos de tomar irremediablemente para conquistar el futuro inmediato, sino que, además, y especial- mente, no tengo duda de que, bajo un punto de vista humanista, esta revolución industrial y tecnológica que vivimos no busca prescindir de las personas en los procesos, sino que los humanos nos dediquemos a aquello para lo que somos la única especie ca- paz de hacerlo.
Si podemos utilizar las máquinas, la inteligencia artificial, la impresión 3D, los vehículos autónomos, la automatización de todo, la internet de las cosas (internet of things, IoT), o las plataformas colaborativas a partir de una aplicación para estimular, apoyar y complementar el potencial de los seres humanos en la empresa y en la vida personal, resulta obvio que todo ello supone un avance. Negarse a verlo, y a actuar en consecuencia, pone en riesgo el papel evolutivo global de cualquier revolución humana.
Asimismo, describo el tránsito que vamos a recorrer hasta llegar a esa quinta revolución (o «industria 5.0») y a esa singularidad, y defiendo que, a pesar de la inclusión absoluta de la tecnología en nuestras vidas, tendremos la oportunidad de ser más humanos que nunca. Pero este optimismo está bañado de prevenciones también, dadas las inevitables miserias y los padecimientos humanos por los que se ha pasado hasta ahora en períodos de transformaciones de tan enormes proporciones. Y por ello ausculto el mundo presente a fin de entrever qué hay que hacer ya, ahora, para amortiguar los efectos más duros de tal revolución, tanto pensando en los empresarios e industriales como en los trabajadores, y tanto en nuestras directrices educativas como políticas y de gestión. El ser humano es el objetivo prioritario de esta fase 5.0.
Definir la «industria 5.0» será definir la «sociedad 5.0», que son conceptos indisociables. Nos dirigimos a un escenario caracterizado por un mundo automatizado (robótica), cognitivo (inteligencia artificial) y de acceso inmediato a datos (5G), y es preciso ajustar y asentar antes un sofisticado presente digital, «líquido» y exponencial. También estamos ante herramientas impensables hace pocas décadas, como el big data, la IoT o la aún por venir internet del todo (internet of everything, IoE), con la que asistiremos a un mundo en que todo estará conectado con todo, algo que puede suponer tanto una enorme liberación y oportunidad para el ser humano como su pérdida de privacidad y libre albedrío, razón por la cual se hace completamente necesario legislar decididamente y de forma global para evitar posibles intenciones de hipercontrol de ese universo de conocimiento y de datos.
Este libro contiene también una crítica feroz a la falta de análisis, de estrategia y liderazgo durante los grandes cambios de la humanidad, una denuncia de la cobardía y la visión cortoplacista de muchos líderes que deberían actuar con valentía y visión a lar- go plazo, y no sumirse en batallas partidistas o ideológicas ni en el cómodo inmovilismo. Pero es también un canto de esperanza creíble sobre la construcción de un mundo que será indiscutiblemente más humano. Para esto último, por ejemplo, planteo propuestas sobre cómo deberíamos afrontar un mundo con un empleo muy distinto (en lo cuantificable y en su propio concepto o naturaleza) y en el que la educación debería estimular nuestras habilidades más humanas. La idea es que utilicemos la tecnología para valorar mucho más el factor humano. La tecnología nos hace más humanos y nos acerca a un estado natural en el que la creatividad, la empatía y la intuición tienen un valor exponencial.
Por último, ahondo en ese nuevo papel del ser humano en esta revolución que afecta a nuestra experiencia personal vital, a las relaciones interpersonales y sociales, a las necesarias nuevas habilidades profesionales y a nuestro rol en un mundo con un nuevo equilibrio entre conciencia personal y experiencia cognitiva. Este libro deja en manos de todos nosotros la oportunidad y el desafío de que nuestro futuro inmediato no sea «la era de las máquinas», sino «la era de la humanidad».
Os dejo aquí el índice que aporta algo sobre la idea general del esfuerzo realizado durante los últimos meses y que ha supuesto uno de los sacrificios más nutritivos que existen:
INDICE DE ‘LA ERA DE LA HUMANIDAD’
PARTE 1
No era una crisis
La deflación del capital.
Un nuevo contrato social llamado «empleo».
Un Ministerio del Futuro.
Montar un siliconvalei de cartón.
La clave está en los mares del norte.
La dimensión de la tragedia.
A Europa sólo le queda Eurovisión.
La era de la incertidumbre.
No era una ráfaga, era el futuro.
La internet del todo.
PARTE 2
Un mundo automatizado.
Edison no estaba solo.
Un presente de ciencia ficción.
El mejor amigo de mi hijo es un algoritmo.
Kodak y el tipo de la bandera roja.
Fintech: los bancos son las nuevas discográficas.
League of Legends no es sólo un juego.
Del quirófano a la torre de control.
Un mundo instantáneo.
O te transformas o te transformarán.
Renta básica inevitable.
La economía automática.
La ética cognitiva.
La humanidad aumentada.
PARTE 3
La empresa autoajustable.
Nuevos modelos de negocio y una botella de agua.
Nuevos clientes en el centro de la cadena de valor.
Nueva comunicación: de la agencia al laboratorio.
Nuevos procesos: la fábrica conectada.
Nuevas interacciones en un entorno robótico.
Nuevo crecimiento: de los e-sports a la biotech.
Nuevas relaciones digitales y el sex appeal de Siri.
Nuevos escenarios en la ciudad y en el campo.
PARTE 4
La quinta revolución industrial.
Cuándo las máquinas lo hagan todo.
¿Cuán «computerizable» eres?
El ser humano es el «porqué», y la tecnología es el «cómo».
Educación freelance para un futuro laboral freelance.
La singularidad tecnológica.
La singularidad humana.
Bonus track: carta desde el año 2050.
Dueños de nada, usuarios de todo. Aquí las dos razones.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Parece que el segmento más joven de la llamada generación del milenio y los que vienen detrás, los denominados centennials, prefieren reutilizarlo todo y no practican de forma general el comprar, usar y tirar. Así justifica la marca ‘low cost’ Forever 21 el motivo por el que se han declarado en bancarrota. La enseña estadounidense advierte a otras empresas que las nuevas generaciones ya no quieren moda de usar y tirar. De hecho cada vez es más evidente que nuestra sociedad ha iniciado un camino sin retorno hacia un cambio de mentalidad contraria a la propiedad y favorable al uso de la mayor cantidad posible de cosas. Una modificación creciente en el modo en el que se consume y que está transformando la economía y el modo en que las empresas ofrecen sus productos. Algo que en los entornos urbanos es mucho más acusado pero que se expresa a partir de dejar de lado la adquisición a favor de rentar todo tipo de servicios.
No está claro si empezó por convencimiento o por necesidad, pero la cuestión es que este modelo se está desplegando de un modo exponencial. En la vertiente más ideológica, los jóvenes no sólo optan por el uso y no por la propiedad, sino que además suman un escaso interés por un consumo que no sea sostenible. Y, como decía antes, en términos más técnicos es factible que un panorama laboral demasiado precario no ayuda a querer acumular propiedades.
La bancarrota de Forever 21, tal y como apuntan en un extenso artículo en The New York Times, puede estar estimulado de manera importante por el cambio del comportamiento de sus clientes habituales. Un cliente que se transforma en usuario, que compra en línea y con criterios muy distintos a generaciones anteriores. ’El motivo más llamativo no tiene tanto que ver con la forma de consumo, sino con el cambio de mentalidad: según informan los analistas, la marca no ha sabido anticiparse y adaptarse a la creciente preocupación de los jóvenes por llevar una vida más sostenible. Los consumidores más jóvenes tienden a sentirse más atraídos por marcas que llevan la sostenibilidad por bandera. Comprar ropa de segunda mano o alquilar parte del armario, son también tendencias en alza entre muchos consumidores’.
Hace unos días hablábamos de Thomas Cook y su efecto Kodak. Ahora el caso de Forever 21 es uno más de los casos que demuestra que no hay negocio seguro, que ningún modelo de consumo tiene crecimiento ilimitado y que cuando no comprendes realmente lo que quiere tu público corres mucho peligro. Colocar al cliente en el centro de la cadena de valor exige entenderlo, darle lo que quiere y hacerlo como quiere. Hazte una pregunta sobre tu negocio, seas el empresario o seas un trabajador: ¿crees que a la generación Z le interesa lo que vendes y como se lo vendes? Piensa que ya compran mucho pero que lo harán cada vez más y en apenas una década serán una fuerza importantísima en la decisión de consumo social e, incluso, incurrirán en las compras de tipo profesional B2B2C.
Los millennial y la Generación Z han empezado a consumir menos o hacerlo de una manera más responsable. La preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o a aspectos vinculados con el medio ambiente. Tiene un punto de contacto mucho más profundo. Vivimos ya en una sociedad nueva. Por eso lo importante no es saber si tienes una estrategia digital para tu negocio, lo importante es saber si has entendido que el mundo realmente ha cambiado. Hablamos de un mundo en alquiler, de pago por acceso y de contrato por uso. Un mundo que tiende cada vez menos a la propiedad, que es más digital y menos físico. Esta modificación se está desplegando a todo tipo de productos. Desde la ropa, oficinas, licencias de software, muebles, electrodomésticos, trasteros, consumo energético, coches, a patinetes, hasta viajes o lo que se te ocurra. Todo lo que puedas imaginarte se puede alquilar o usar mediante una suscripción. Hay cosas que parecen que no son posibles de alquilar o de utilizar por uso y no por compra, pero no, cualquier cosa sufrirá ese efecto, la tecnología se va a encargar.
Piensa en este ejemplo del que escribí hace un tiempo. Se trata de como un producto de usar y tirar como son los fuegos artificiales, han pasado a ser un servicio vinculado al alquiler de drones haciendo figuras de un modo coordinado en el cielo. Piensa en otro nivel. Mucho de lo que hacemos ahora ya funciona en ese paradigma. Tus libros, tu música o tus películas que ya no están en una estantería sino en el cloud gracias a empresas como Netflix o Amazon. Vivimos en la sociedad del renting que esas empresas han desplegado de manera cada vez más profunda. Más de 140 millones de personas no compran música, la usan en Spotify, y más de 100 millones no compran películas, las usan en Netflix. Esta tendencia totalmente irreversible, y que pone a las empresas ante un desafío enorme, es la mayor evidencia de que ‘tener en propiedad está a la baja, ahora la tendencia es usar’.
Ahora bien, si hay un país en el mundo que tiene muy arraigado el concepto de la propiedad es España. Pero también está mutando. Medio millar de empresas ofrecen un catálogo de productos convertidos en servicios colaborativos, bajo uso por demanda y de acceso por suscripción. Según informa la Fundación EY, del que se hace eco el artículo con titulo muy similar al de este post y que dice que ‘la economía colaborativa representa ya un 1,4% del PIB español. En 2025 se duplicará aseguran. De hecho, para comprender el verdadero cambio y a la velocidad que se está produciendo, la misma fundación indica que tan sólo hace tres años, esas plataformas del usar y no comprar sólo eran el 0,2% del empleo y al 0,3 % del PIB de España.
La consultora PwC calculó que la economía colaborativa alcanzaría un negocio mundial cercano a los 570.000 millones de dólares en 2025. Prácticamente todo el capital que se perderá en 2020 por culpa de la guerra de los aranceles según la Comisión Europea por cierto. Vieja economía contra la nueva. Una nueva economía que no se está analizando de manera estratégica por parte de gobiernos, instituciones económicas o entidades reguladoras. Y, como siempre, las medidas para hacer de todo esto una ventaja competitiva, un modelo sostenible o un factor de cambio social a mejor, llegara tarde.
Sorprende tanta lejanía por parte de quienes deberían de diseñar como liderar una economía que ya ha cambiado definitivamente y no va a dejar de hacerlo de un modo cada vez más rápido y de una manera más intensa. Los consumidores cuyo comportamiento es el que defino en este post no va a dejar de crecer. Hablo de mercados todavía inmaduros con un perfil de cliente millennial o centennial y que son totalmente digitales. Con el tiempo, además, otras generaciones mayores irán sumándose a este modelo. En mi entorno, de aquella otra generación X, con mayores de 40 años, e incluso de 50, muchos han entrado de pleno a este comportamiento económico. Alquilan coworkings, usan coches que no han comprado, utilizan herramientas que necesitan un tiempo o lavan su ropa en espacios de lavado por uso.
En las grandes ciudades la gente está dejando de querer un vehículo que está parado el 95% del tiempo. El Foro Económico Mundial ya habla de una ‘sociedad del alquiler, un mundo en el que nadie tenga coche, nadie sea dueño de nada y base su vida en el uso eficiente de todo lo que precises’. Muchas de las noticias económicas que nos muestran sectores con problemas para crecer, que exigen ayudas gubernamentales para sobrevivir, son ejemplos evidentes de que el cambio no tiene espera. El mejor de estos ejemplos es el de automóvil.
Los jóvenes gastan la mitad en comprar un coche de propiedad que tan sólo hace una década, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones. Además, en el segmento que va desde los 18 a los 25 años los que se sacan el carné de conducir ha disminuido casi a la mitad en tan solo diez años. Los fabricantes deben estar pensando en presionar a los gobiernos reguladores con tal que aceleren los permisos para la conducción autónoma. A este paso no va a ser un problema el que la gente no quiera coches en propiedad, sino que no sabrán conducirlos. Permitidme la exageración para entender lo que realmente está pasando y que no tiene mucho que ver con la opción financiera del renting, es algo mucho más profundo y que se ubica más en el carsharing.
A una velocidad de vértigo llega el mundo del uso bajo demanda. Las empresas que sean capaces de convertir lo que venden en servicio tienen un futuro algo más diáfano que si no lo hicieran. Hablo de todo tipo de empresas, cada una en su correcta profundidad. Unos podrán servirizarlo todo, otros una parte, habrá quienes modificarán su modelo de negocio en base a procesos y otros mejorando la experiencia del cliente. Incluso, en según que sector, lo importante será el modo en el que los profesionales adapten sus habilidades para afrontar un mundo en el que nadie quiere comprarte nada pero sí pedirte que se lo dejes un rato.
Detrás de esto, si hablamos de empresa y no sólo de sociedad, aparece el concepto de la Transformación Digital. Algo que va de modificar procesos, colocar al cliente en el centro de la cadena de valor, de captar datos para transformarlos en información, de incorporar sistemas expertos de inteligencia artificial y de adquirir nuevas habilidades, pero que, en este caso, para que se cumpla aquella máxima de que ‘no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente’ se deben generar nuevos modelos de negocio.
Ahora bien, no nos engañemos. Te recuerdo lo que te dije al principio. Si bien uno de los grandes estímulos para que se esté modificando el comportamiento de consumo que tiende a preferir el uso en lugar de la propiedad, es el ideológico, el que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global, no podemos dejar de entender que otro gran dinamizador de esto es la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Es también la deflación social la que está acelerando este comportamiento del uso en lugar de la adquisición. En todo caso, gobiernos y empresas tienen que adaptarse. No hay otra.
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Picture: Eslam Mohamed
A Thomas Cook le llegó su momento Kodak.
A Thomas Cook le llegó su momento Kodak. El segundo tour operador más importante del mundo fundado como ‘Thomas Cook & Son’ en 1841, no ha podido evitar su quiebra. La historia de esta empresa es fascinante. A finales de 1920, los tres nietos de Thomas Cook vendieron el negocio a los dueños belgas del Orient Express, pero con el estallido de la II Guerra Mundial, la empresa fue nacionalizada por el Gobierno británico. Volvió a manos privadas en 1972 y en 1992 fue comprada por Westdeutsche Landesbank, el tercer banco de Alemania. En el 2001 pasó a manos de otra firma alemana, C&N Touristic. En junio de 2007, la compañía anunció su fusión con MyTravel y nacía Thomas Cook Group, una nueva empresa cotizada en la bolsa de Reino Unido y Alemania. A partir de ahí sus problemas se acentuaron.
A Thomas Cook le llegó su momento Kodak. El segundo tour operador más importante del mundo fundado como ‘Thomas Cook & Son’ en 1841, no ha podido evitar su quiebra. La historia de esta empresa es fascinante. A finales de 1920, los tres nietos de Thomas Cook vendieron el negocio a los dueños belgas del Orient Express, pero con el estallido de la II Guerra Mundial, la empresa fue nacionalizada por el Gobierno británico. Volvió a manos privadas en 1972 y en 1992 fue comprada por Westdeutsche Landesbank, el tercer banco de Alemania. En el 2001 pasó a manos de otra firma alemana, C&N Touristic. En junio de 2007, la compañía anunció su fusión con MyTravel y nacía Thomas Cook Group, una nueva empresa cotizada en la bolsa de Reino Unido y Alemania. A partir de ahí sus problemas se acentuaron.
Muchas son las causas de este descalabro pero me gustaría focalizar en aquello que tiene que ver con la disrupción tecnológica que, en un grado importante, ha sido también uno de los principales factores. Sabemos que el cambio digital no es importante por sí mismo, sino que es un mecanismo que permite identificar y materializar el impacto de las tecnologías en los modelos de negocio. Algo que a Thomas Cook le hubiera ido muy bien hace mucho tiempo. A partir de esa disrupción, las compañías redefinen sus modelos de negocio en los términos que las tecnologías actuales, como la inteligencia artificial, el procesamiento masivo de datos y la búsqueda de la eficiencia a partir de la automatización, les permiten afrontar el gran desafío digital. Pero a pesar de poner todo esto en marcha, a veces, hay compañías que no llegan a tiempo. Hacer las cosas más rápidas, más certeras y a un costo menor es la clave, pero es fundamental hacerlo en el momento adecuado.
La estrategia digital de Thomas Cook no era mala. Tuvieron grandes ideas pero llegaron demasiado tarde. La disrupción tecnológica transforma drásticamente la forma de hacer negocios. Como he dicho antes, no todo tuvo que ver con decisiones en el negocio digital, pues han jugado en su contra múltiples factores: la inestabilidad en muchos de sus destinos estrella, el aumento de compañías low cost, la incertidumbre del Brexit, la caída de la libra, la inestabilidad de los precios del petróleo y un cambio en el clima que ha incrementado el turismo local británico, se han sumado a un incomprensible retraso en activar su transformación digital de un modo integral, creando cóctel explosivo difícil de desactivar.
Thomas Cook intentó atraer al público digital adquiriendo sus propios hoteles y generar fidelidad a través de la ‘diferenciación’ y una nueva ‘customer experience’ pero, sin embargo el músculo financiero que precisaba no existía y sí una deuda inmensa. Cuando hablamos de transformación digital no hablamos sólo de procesos, datos, colocar al cliente en el centro de la cadena de valor o de cambios en el ‘mindset’ de la organización. Todos ellos muy revisables en esta extinta empresa, sino que definimos la incorporación de un elemento radicalmente imprescindible: los nuevos modelos de negocio. Si todo ello se combina aparece lo que llamamos ‘una empresa autoajustable’.
Una empresa autoajustable sería es capaz de afrontar cambios en cualquier aspecto de su negocio tradicional con garantías asignando una, dos, tres o las cuatro claves básicas de la transformación digital o las ocho si las detallamos de un modo más concreto. Y Thomas Cook no lo hizo. Se olvidó en gran medida y durante mucho tiempo, de la última en especial. Su estrategia digital es la clave de su incapacidad para evolucionar a la misma velocidad que su rival TUI o a la de los clientes a los que debería servir.
En lugar de asumir que cada vez más viajeros se sentían bien reservando sus propios viajes online, Thomas Cook decidió no adaptar su modelo de negocio tradicional. Mantuvo un modelo que todavía tiene múltiples clientes pero que no es el de crecimiento global. No obstante, es importante recordar que la llegada de Harriet Green como nueva CEO fue en 2012, lo que coincidió con una reestructuración corporativa muy compleja y las primeras señales de una estrategia digital seria.
Green explicó en una entrevista de 2014 lo que para ella fue Thomas Cook. Lo definió como ‘un negocio en crisis porque no se había adaptado a la transformación digital a tiempo’. Dijo que ‘tenían un modelo desconectado, sin experiencia omnicanal, con cero experiencia digital a nivel directivo, sin cultura digital, con una mala experiencia de cliente online, con un enfoque de silos que dificultaba la implementación de una estrategia digital y con un modelo de negocio que debía cambiar urgentemente’. Es evidente que el ‘cuándo’ importa. Green se fue un año más tarde de su llegada. Su mayor crítica se centraba en la imposibilidad de modificar la exposición del negocio con el ‘todo incluido’ que, según ella, iba totalmente en contra con el ‘poner al cliente en el centro de la cadena de valor’. Decía que ‘el cliente milenial, el nuevo usuario turístico quiere personalizar su experiencia, su viaje, su tiempo y una oferta cerrada en base a un modelo de ver el viaje como algo tradicional y cerrado no concuerda’. Thomas Cook no supo adaptarse a la creciente predilección de los turistas a reservar sus viajes por su cuenta y solo con ayuda de Internet. Y es que, especialmente entre los consumidores milenial, la tendencia de organizar cada viaje personalmente y alejarse de los paquetes de vacaciones está cada vez más presente como muestra esta infografía de Statista.
En lo doméstico, la quiebra de Thomas Cook ha dejado a 600.000 turistas colgados, una deuda de 1.930 millones de euros y a 22.000 trabajadores sin empleo. De rebote, a España, nos pilla con el pie cambiado. Algo demasiado habitual últimamente. Probablemente quienes deben pensar en el diseño de un sistema de crecimiento económico capaz de afrontar la caída periódica de modelos económicos en retroceso. La táctica no funciona y como digo tantas veces, e insistiré, el futuro no se espera sino que se conquista. España va a perder cuatro millones de turistas al año. Vamos a perder 4 millones de clientes en el sector económico que sujeta el 11% del PIB y el 14% del empleo. Casi nada.
Hace un tiempo escribí un post titulado ‘Transformarse digitalmente cuando todo va bien, el caso del turismo español’. Hice mención del modelo turístico canario concretamente. Decía entonces que los hoteles eran las nuevas discográficas, pues quienes ofrecen servicios de alojamiento fuera del circuito hotelero en la economía colaborativa son actores a tener en cuenta de manera definitiva. Por aquel entonces era evidente, ahora es inevitable. Ya sucedió con la música y pasará con todos los sectores. Todo cambiará y lo hará rápido a pesar de leyes y sanciones. Los intermediarios, la cadena de valor entre cliente-usuario y producto cada vez es menos curva, menos compleja y utiliza la tecnología para simplificarlo todo, hasta el punto que los intocables pueden estar también en fase de extinción como demuestra, otra vez, el desenlace de Thomas Cook.
La parálisis política hipoteca el futuro de nuestros hijos.
Hay quien dice que los que nos alarmamos por la parálisis política exageramos. Que la repetición electoral y la inestabilidad en el gobierno no repercuten tanto en la economía y tal. De hecho lo justifican asegurando que, en momentos parecidos a este, las cosas van tirando y los datos no suelen ser tan malos. Ejemplifican con otros países que estuvieron en situaciones parecidas y, sin embargo, no les fue mal. Aunque es cierto que hay algunos indicadores que pintan nubarrones, vamos a un caso que nos explotará en la cara en pocos años mientras seguimos dando vueltas al tiovivo de la tele-realidad política que vive nuestro sistema democrático. La política se ha convertido en un entretenimiento más, una cadena argumental día a día que diversos programas de radio y televisión desmenuzan continuamente como si de una novela televisiva se tratara. El tema que quiero tratar, en concreto, es el la falta de una estrategia, presupuesto y gestión pública en inteligencia artificial.
Hay quien dice que los que nos alarmamos por la parálisis política exageramos. Que la repetición electoral y la inestabilidad en el gobierno no repercuten tanto en la economía y tal. De hecho lo justifican asegurando que, en momentos parecidos a este, las cosas van tirando y los datos no suelen ser tan malos. Ejemplifican con otros países que estuvieron en situaciones parecidas y, sin embargo, no les fue mal. Aunque es cierto que hay algunos indicadores que pintan nubarrones, vamos a un caso que nos explotará en la cara en pocos años mientras seguimos dando vueltas al tiovivo de la tele-realidad política que vive nuestro sistema democrático. La política se ha convertido en un entretenimiento más, una cadena argumental día a día que diversos programas de radio y televisión desmenuzan continuamente como si de una novela televisiva se tratara. El tema que quiero tratar, en concreto, es el la falta de una estrategia, presupuesto y gestión pública en inteligencia artificial.
Resulta que la carrera para convertirse en el líder mundial en inteligencia artificial ha comenzado oficialmente. En apenas dos años un buen número de países e instituciones supranacionales, han puesto en marcha programas integrales para afrontar estratégicamente el desafío que supone promover el uso y desarrollo de la inteligencia artificial. En otros hemos hecho amagos en el mejor de los casos. Las preguntas que se deben responder en ese tema y de modo ciertamente urgente son el cómo vamos a afrontar los retos económicos, laborales, industriales, éticos, sociológicos e, incluso, políticos y democráticos.
En Canadá, China, Dinamarca, la Comisión de la UE, Finlandia, Francia, India, Italia, Japón, México, la región nórdica-báltica, Singapur, Corea del Sur, Suecia, Taiwán, Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido, se han puesto en marcha. Todos ellos han presentado y activado planes en cuanto al desafío que supone liderar mundialmente la tecnología que más profundamente nos va a afectar en breve.
Todos ellos trabajan hace tiempo en el diseño estratégico que afronta la investigación científica, el desarrollo del talento necesario, el mercado laboral resultante, el modelo educativo, la adopción del sector público y privado de este modelo, la ética y la filosofía de inclusión de modelos inteligentes artificialmente, los estándares a asumir legalmente y los límites y regulaciones necesarios, las infraestructuras digitales obligatorias y, finalmente, el modelo de gestión de datos y privacidad resultante. Es decir, no sólo hablamos de economía, que también, sino de todo lo que va a significar en apenas un lustro, si me apuras una década, el despliegue de la inteligencia artificial.
¿Y España? Pues el pasado 4 de marzo (ya hace bastante tiempo para intentar saber en que se ha traducido) tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Granada la presentación de las líneas maestras de la estrategia española de I+D+i en Inteligencia Artificial. Sonaba bien. Fue presentada al máximo nivel por el Presidente del Gobierno y el Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Se presentó como el ‘embrión’ del Libro Blanco o Estrategia Nacional en IA que vería la luz un tiempo después y que debería definir unos objetivos concretos y dotar de los recursos necesarios para llevarlos a cabo. ¿Usted lo ha visto? Que estemos en ‘stand by’ político no ayuda a arrancar esa maquinaria.
Lo que parecía un paso importante en el posicionamiento y la definición de la visión española en IA ha resultado insuficiente. Los países de nuestro entorno, como he dicho, se están moviendo muy rápido, con decisiones estratégicas y con la inversión radical. Mirad este listado que no pretende ser exhaustivo pero que refleja aquellos países que pusieron un plan gubernamental sobre la mesa, dispusieron de fondos y empezaron a ejecutarlo:
Australia ha dedicado 29.9 millones de dólares en el presupuesto anual del país para promover y guiar el desarrollo de la IA.
Austria tiene un Consejo Asesor de Robots que está desarrollando una estrategia nacional de IA.
Canadá tiene una estrategia nacional de IA llamada Estrategia de Inteligencia Artificial Panamericana.
China tiene una estrategia nacional de IA, definida bajo el ‘Plan de desarrollo de inteligencia artificial de nueva generación’.
Dinamarca tiene una estrategia digital que incluye un enfoque en IA junto con otras tecnologías.
Estonia está desarrollando un marco legal para el uso de IA en su país, que incluye un proyecto de ley sobre responsabilidad de AI.
Finlandia tiene un Programa de Inteligencia Artificial guiado por un grupo directivo dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Empleo.
Francia tiene una estrategia nacional para la IA llamada ‘IA para la humanidad’, que se describe en el "Informe Villani”.
Alemania adoptó su estrategia de inteligencia artificial en noviembre de 2018.
India definió una política nacional sobre IA en un documento de trabajo titulado ‘Estrategia nacional para la inteligencia artificial #AIforAll’.
Irlanda ha organizado talleres de IA y ha lanzado un programa nacional de Maestría en IA y aplicado a universidad. Ha dispuesto más de 100 millones de euros.
Italia tiene un Grupo de trabajo de IA interdisciplinario lanzado por la Agencia para Italia Digital.
Japón tiene una ‘Estrategia de Tecnología de Inteligencia Artificial’ y también ha incluido la IA en su ‘estrategia de innovación integrada’.
Kenia creó un grupo de trabajo de Blockchain e Inteligencia Artificial.
Malasia está desarrollando un Marco Nacional de Inteligencia Artificial y está estableciendo Laboratorios de Transformación Digital.
México apoyó la creación del libro blanco, ‘Hacia una estrategia de inteligencia artificial en México: aprovechar la revolución de la inteligencia artificial’ y derivó 110 millones de dólares.
Nueva Zelanda tiene un foro de IA para conectar y avanzar el ecosistema de IA del país.
Rusia está desarrollando actualmente una estrategia nacional de I+D en IA.
Singapur tiene un programa nacional de IA llamado AI Singapur y está estableciendo un consejo asesor de ética de IA.
Arabia Saudita fue el primer país en otorgar la ciudadanía a un robot y ha empezado a ejecutar con una ciudad ‘automática’ un espacio artificial y computerizado. Disponen de 3.000 millones de dólares para el proyecto inicial.
Corea del Sur tiene una estrategia de desarrollo de la industria de la información de inteligencia artificial con apoyo empresarial valorado en el 1,2% del PIB de su país.
Suecia ha lanzado un ‘Enfoque nacional para la inteligencia artificial’.
Túnez ha creado una Fuerza de Tarea y un Comité Directivo para desarrollar una estrategia nacional de inteligencia artificial.
Emiratos Árabes Unidos tiene una estrategia nacional para la IA y fue el primer país en nombrar un ministro de IA.
Estados Unidos lanzó la Iniciativa de IA estadounidense en febrero de 2019 y, aunque depende de las propuestas privadas, se calcula que ya ha subvencionado proyectos en este sentido por valor de más de 5.000 millones de dólares.
Reino Unido lanzó un acuerdo sectorial para la IA para avanzar en las ambiciones del Reino Unido en IA de acuerdo con su estrategia industrial y teniendo en cuenta el consejo del Comité Selecto del Parlamento sobre IA.
Estas son algunas iniciativas en marcha, no sólo en papel. Y si no queremos quedarnos atrás debemos activarnos. Lo grave de no hacer nada en una materia que va a ser clave en el futuro no es no hacer nada, lo grave es que tu entorno (competidores) sí lo haga. Muchas empresas españolas están trabajando muy duro para que no nos quedemos atrás, pero falta voluntad política y apoyo institucional. Y no hay porque están en otras cosas, sin presupuestos nuevos, sin capacidad de hacer inversiones estratégicas y con una interinidad que asusta.
Eso que se presentó en Granada no era ninguna ‘Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial’. Acabará el año y aquello que se presentó con fanfarrias robóticas no dejó de ser más que un panfleto ‘cool’. No culpo al gobierno, de hecho poco se puede hacer sin las manos libres para reordenar las prioridades, pero tampoco se le ha visto que, entre esas prioridades, estuviera esto dicho de paso.
Y ojo, que esto de la IA tiene truco. Si se hace bien resulta que te apuntas a una ola gigantesca que permitirá que el PIB mundial aumente en 15,7 billones, pero si lo haces mal o no lo haces, a la vez que el mundo se sube a la tabla, el 52% de los empleos españoles son automatizados. De verdad que no comprendo la desidia de dejar este tsunami a la inercia y a la suerte. Esa mutación del mapa laboral se puede producir bien o mal, como un reto de modernización económica o como un puto drama nacional. Si se prevé se podrá actuar en todos sus perfiles, si no se hace nada nos vamos hostiar de lo lindo. Por cierto, especialmente nuestros hijos.
¿Porque se presentó aquel documento borrador? ¿Porque no se ha presentado el plan completo con presupuesto real y disponible? ¿Tan difícil es mirar más allá de los cuatro años de legislatura? (Esto tiene gracia hoy en día…) Sin previsión pasarán dos cosas. Por un lado se perderá un tren hacia la modernidad laboral, productiva y de modelo de crecimiento. Por otro se agolparán los problemas éticos y sociológicos cuando las empresas inicien sus procesos de transformación más intensos. Además, un tercer factor incluso, el que tiene que ver con el envejecimiento de una administración pública alejada de la realidad tecnológica y de la eficiencia digital. Una administración contratando empleo público para amortiguar un problema monumental en términos de paro no será capaz de afrontarlo adecuadamente. Es una regla de tres muy retorcida pero factible.
¿Cuánta más tecnología menos empleo? Parece una máxima insalvable, pero no es cierto, no del todo. Si se plantean estrategias para la modernización tecnológica de un país, si se estimulan los cambios necesarios fiscalmente por ejemplo, se logra hacer más productivos, eficientes y competitivos los sectores de mayor vanguardia. Si eso no es así, si se deja todo a la inercia electoral suicida e irresponsable, lo que sucede es que la conversión tecnológica es un desastre y el desempleo aumenta de manera exponencial.
Resulta que Corea del Sur tiene 631 robots por cada 10.000 trabajadores y su tasa de paro es del 3,2%. España tiene 160 robots por cada 10.000 trabajadores y un desempleo del 14,5%. Relacionar robots y paro es un error, debería hacerse con eficiencia, productividad y generación de empleo. Alemania es el país con más robots per capita de Europa y quien está más cerca del pleno empleo. Grecia es la región europea con menos robots industriales en marcha y el país con mayor tasa de paro. Durante los últimos años, el debate sobre robots y el empleo se ha centrado en gran medida en cómo la automatización puede impactar sobre la fuerza laboral.
Pues eso, que tener gobierno igual no garantiza la gestión estratégica, pero no tenerlo de un modo estable durante cuatro años, seguro que no lo facilita. Estamos en manos de la clase política con menos clase de la historia reciente, rebosante de mediocridad, vigilando su taburete y esperando la hora de la merienda.
Es urgente formar a 120 millones de trabajadores en ‘nuevas’ habilidades.
El próximo 22 de octubre, de la mano de Ediciones Deusto de Planeta Libros, se publicará mi nuevo libro. Será el tercero en este grupo editorial y llevará por título ‘La Era de la Humanidad’. Se trata de un ensayo en el que analizo los cambios que estamos viviendo y los que vamos a vivir, no sólo tecnológicos sino también en aspectos económicos y sociales. Nos encontramos ante el mayor desafío socioeconómico de la historia, en la antesala de algo que llamaremos Quinta Revolución Industrial y que nos acercará a un mundo en el que todo aquello que hacemos ahora de un modo determinado, deberá ser repensado. En lo laboral, en lo social y en lo político. Llevo mucho tiempo defendiendo que, aunque aparentemente la automatización del mundo no parece una gran noticia, lo más probable es que la era más humana de la historia, acabe siendo la era más tecnológica jamás vista’. Algo que no es incompatible.
El próximo 22 de octubre, de la mano de Ediciones Deusto de Planeta Libros, se publicará mi nuevo libro. Será el tercero en este grupo editorial y llevará por título ‘La Era de la Humanidad’. Se trata de un ensayo en el que analizo los cambios que estamos viviendo y los que vamos a vivir. No sólo tecnológicos sino también en aspectos económicos y sociales. Nos encontramos ante el mayor desafío socioeconómico de la historia, en la antesala de algo que llamaremos Quinta Revolución Industrial y que nos acercará a un mundo en el que todo aquello que hacemos ahora de un modo determinado, deberá ser repensado. En lo laboral, en lo social y en lo político. Llevo mucho tiempo defendiendo que, aunque aparentemente la automatización del mundo no parece una gran noticia, lo más probable es que la era más humana de la historia, acabe siendo la era más tecnológica jamás vista’. Algo que no es incompatible.
Por eso hoy quiero hacerme eco de una encuesta realizada por IBM y que se suma al informe de PWC sobre el teórico robo de empleos en manos de robots. En ella se dice que más de 120 millones de trabajadores en todo el mundo necesitarán capacitación específica en los próximos tres años debido al impacto, especialmente, de la inteligencia artificial en los trabajos. Aquí no aparecen las cifras vinculadas a la robotización puramente industrial. Sin duda esta debería ser una de las grandes preocupaciones de todas las administraciones públicas. Si hay escasez de talento en las áreas dónde va a ser obligatorio enfocar el trabajo humano ¿porque no estamos estableciendo el camino para que no tengamos un choque frontal con una realidad que podría ser un drama bíblico?
Fijémonos en una cifra. Hoy en día, de media, los trabajadores necesitan 36 días de capacitación para eliminar una fisura en sus habilidades. Hace apenas cinco años se precisaban únicamente tres días. Esto se debe a que los ‘skills’ que hoy en día se empiezan a requerir, y que irán en aumento en los próximos tiempos, son de naturaleza más conductual. Hablamos del trabajo en equipo o la comunicación y de otras altamente técnicas, como las capacidades en la ciencia del análisis de datos. Amy Wright, directora del área de talento en IBM dijo en esta entrevista que ‘el cambio de habilidades técnicas generalmente se basa en una educación estructurada con un objetivo definido con un comienzo y un final claros y que desarrollar este tipo de habilidades del comportamiento conlleva más tiempo y es mucho más complejo’.
Yo no soy un experto en gestión del cambio ni en recursos humanos, pero en mi equipo hay gente que sí sabe mucho y me cuentan que, atendiendo a los cambios que la transformación digital está provocando en las organizaciones de todo tipo, esas habilidades del comportamiento, como la capacidad de trabajar bien en equipo, la comunicación, la creatividad y la empatía, se desarrollan mejor a través de la experiencia en lugar de hacerlo a través de programas de aprendizaje estructurados como un seminario cualquiera. De todos modos decir que ‘tenemos que formarnos en nuevas habilidades’ me parece curioso. Esas habilidades que se requieren son tremendamente humanas, por lo que es más hacerlas emerger que crearlas. De ahí que me cueste hablar de ‘nuevas’ habilidades y prefiera hablar de seres ‘tecnológicamente’ más humanos.
No tengo claro que la escasez de esas habilidades esté claro en todas partes. Cuando asesoro a alguna empresa en su proceso de transformación, muchas veces las preguntas desde la dirección de recursos humanos se dirigen a la voluntad de formar el talento existente en experiencias de tipo técnico. Eso es imprescindible, obviamente, no conozco ninguna revolución tecnológica sin tecnólogos por medio, pero también se debe comprender que en esa fase de incorporación tecnológica hay que abordar un nuevo papel de las personas. Cada vez que un robot, un sistema experto de inteligencia artificial o un automatismo sustituye en un proceso determinado a un trabajador humano, nace un escenario nuevo de relaciones entre tecnología y humanidad. De ahí que los empleadores que tienen claro esa visión pidan cada vez con un mayor énfasis, personal con un amplio desarrollo en las habilidades denominadas blandas. Hablan de capacidad de comunicación, de ética y de creatividad.
Solucionar el asunto está en manos de los que marcan las lineas estratégicas en materia económica, laboral, social y política establecer mecanismos para que todos lo entendamos. España, gran parte de Europa, toda Latinoamérica, no están previendo el impacto que esto va a tener en las cifras de ocupación. Es factible pensar que los avances en Inteligencia Artificial no solo desplacen los empleos sino que también creen otros nuevos. De ahí que el desafío será capacitar a los trabajadores para llenar los nuevos trabajos. Unos lo están teniendo en cuenta y otros siguen con sus cosas muy alejadas del problemón que se acerca. Si no se ejecutan planes educativos, de formación profesional, universitarios, académicos y en el sector privado, si no se premia la inversión en ese tipo de formación, si no se establecen paquetes de reducción fiscal para que las empresas puedan abordar ese reto, si no se generan planes integrales desde las instituciones, el paro se hará endémico, irreversible y con él caerá la eficiencia, la productividad real y el nivel económico.
Algo que parece complejo no lo es tanto. Se trata de poner sobre la mesa los requerimientos de la economía de la sociedad inminente, diseñar programas para cumplir con un nuevo modelo laboral, estimular su ejecución con políticas activas de todo tipo y premiar a quienes lo hagan. Finalmente acelerar el despliegue de la tecnología, ayudando a los sectores que lo permiten de un modo más rápido, y sentarse a esperar. Lamentando la caída de turistas, de los que depende en España el 14% del empleo, o de la caída de la venta de coches, de las que depende un 10% de la población activa, no vamos a solucionar nada.
La cosa no va de listas sobre empleos que van a ser destruidos por los robots. Habrá muchos casos en los que será así. Ha pasado siempre con cualquier avance tecnológico. Lo interesante no será que profesionales se van a sustituir sino que nuevos profesionales, utilizando tecnología para trabajar, seguirán en lo mismo. No te preocupes por que un robot te vaya a quita tu empleo, preocúpate por que alguien que se lleve mejor que tu con un robot te quite el empleo. De eso va. Y urge entenderlo.
Derecho algorítmico: abogados en un mundo robótico.
Soy un apasionado por la tecnología. Me especialicé en el estudio de como afecta a la economía en general y al mundo empresarial en particular. No soy sospechoso de amortiguar ninguna noticia que tenga que ver con su avance implacable en plena revolución industrial y en el tránsito que supone la transformación digital de todos los modelos de negocio. Ahora bien, desde hace un tiempo la tecnología, y una visión anecdótica de la misma, se está afianzando del mainstream de los medios. Y es de vergüenza ajena. Descubren apps que utilizan tus fotos sin tu permiso como hacen la mayoría de las que tienes en el teléfono hace años y cunde el pánico. Te advierten que un asistente de voz utiliza tu voz para espiarte cuando lo normal es que un asistente de voz utilice tu voz, digo yo. Sucede sencillamente por no profundizar o por consultar a mesías tecnológicos que no podrían identificar ni un comando en ‘html’.
Soy un apasionado por la tecnología. Me especialicé en el estudio de como afecta a la economía en general y al mundo empresarial en particular. No soy sospechoso de amortiguar ninguna noticia que tenga que ver con su avance implacable en plena revolución industrial y en el tránsito que supone la transformación digital de todos los modelos de negocio. Ahora bien, desde hace un tiempo la tecnología, y una visión anecdótica de la misma, se está afianzando del mainstream de los medios. Y es de vergüenza ajena. Descubren apps que utilizan tus fotos sin tu permiso como hacen la mayoría de las que tienes en el teléfono hace años y cunde el pánico. Te advierten que un asistente de voz utiliza tu voz para espiarte cuando lo normal es que un asistente de voz utilice tu voz, digo yo. Sucede sencillamente por no profundizar o por consultar a mesías tecnológicos que no podrían identificar ni un comando en ‘html’.
De ahí, que cada cierto tiempo, tengamos titulares de plancha galvanizada y aurora boreal. Por ejemplo. Hace un tiempo se tituló a todo color que ‘ya hay un robot abogado trabajando libremente y con total capacidad para defender a sus clientes’. Lo que es cierto, que hay una dinámica hacia algo llamado ‘derecho robótico’ debe combinarse con que nada tiene que ver con lo que se ha estado explicando en medios, conferencias, foros y bares. No enlazo ninguno pues es fácil localizarlos y no quiero evidenciar a nadie.
A lo que iba, los abogados. El pasado mes ofrecí la conferencia inaugural en el Legaltech Thomson Reuters Aranzadi precisamente para hablar de como la Transformación Digital afecta y modificará el modelo profesional del sector legal. Muchos esperaban que hablase de ‘bucles tecnológicos’, de robots legales, de abogados capaces de ver detrás de las paredes o, simplemente, de un escenario que muchos pintan y que, a pesar de que estoy seguro que la tecnología lo va a cambiar todo también en este sector, no va a ser como dicen. Curiosamente hablé más de personas que de robots. Os explico el motivo.
"Ningún robot le quita el empleo a un ser humano, ese empleo se pierde ante otra persona, que saber gestionar mejor las habilidades de ese robot" @marcvidal en el II LegalTech Forum de Thomson Reuters pic.twitter.com/QruCsc8ApK
— Thomson Reuters ESP (@TR_ESP) 26 de junio de 2019
La conferencia se desgranaba de la original ‘reWorking’, pero con una parte específica dedicada al mundo del sector legal. La empresa organizadora es líder en recursos y tecnológica de contenidos y gestión automatizada para el derecho. Unificar la realidad factible que proporciona Thomson Reuters con una visión de futuro inmediato en el ejercicio de la abogacía era un desafío interesante y donde caer en la típica ‘slide’ con un robot revisando expedientes algo demasiado previsible. No lo hice porque no va a ser así el futuro del derecho. No en esta era. Yo he escrito sobre esto y, aun siendo alguien que me gusta ir a los límites que la tecnología nos propone, he intentado exponer siempre lo que supone esa tecnología y lo que no.
Como decía, ha habido un entusiasmo ‘techy’ sobre el ‘el primer abogado robot del mundo’. El estudiante de la Universidad de Stanford, Joshua Browder, de 22 años, creador de un chatbot llamado DoNotPay, ofrece asesoramiento legal gratuito en los EE. UU. y en el Reino Unido. Y de ahí la cosa se ha desmadrado. Un chatbot no es evidentemente un abogado. A pesar de que puedes decirle a DoNotPay cuál es tu problema legal y, en algunos casos, puede dirigirlo a formularios legales y ofrecer información que considere relevante. Sin embargo, no es un abogado.
La aplicación fue creada con la ayuda de abogados voluntarios que proporcionaron a Browder material sobre las leyes locales en esos dos países. Pero la aplicación no puede representarte en un tribunal, ni firmar documentos, ni convencer a fiscales o jueces, ni negociar una resolución ni responsabilizarse de un ejercicio ineficaz o irresponsable de su cometido. Y no puede porque no es un abogado, no es un abogado robótico. Es otra cosa. Otra cosa que funciona muy bien en el sector legal, pero no un abogado.
A DoNotPay se le puede hablar pero tiene serios problemas para entender algunos matices humanos que en este escenario donde los matices son imprescindibles lo limitan, de momento, algo. No te creas todo lo que escuchas y menos en un ‘short video’ en un informativo que queda muy bien para introducir la previa de la sección de deportes o de la meteorología, pero que no responde a la realidad. Es cierto que la realidad estropearía el titular, la atención del público y el coste de oportunidad publicitaria. Cuando los redactores o analistas escriben sobre el primer abogado robótico del mundo, no buscan la precisión. Una precisión que conlleva un elemento previo: un bot no tiene representación legal y no está admitido para ejercer la ley en ninguna jurisdicción del mundo. Solo podría tramitar a partir de firmas digitales derivadas y eso, de nuevo, limita mucho.
Entonces, ¿que es el derecho robótico? ¿en que afecta la innovación y la transformación digital? Defiendo claramente que la tecnología no va a ser algo opcional en ningún campo, en este tampoco. Combinar las ocho claves de esa transformación con el reconocimiento de un futuro muy automatizado del sector legal son inevitables. Por eso me interesa mucho más otro aspecto de la tecnología cuando hablamos de legalidad. Me interesa más descubrir como enfrentarse ‘legalmente a un mundo de robots’ que a ‘un mundo de robots legales’. Es decir, una revolución como esta nos lleva a afrontar debates éticos inéditos y se tendrán que hacer en términos legales también.
El impacto de la tecnología tendrá repercusión en el desarrollo laboral del abogado, es evidente, así como en el servicio que prestarán a sus clientes. El equilibrio entre el derecho a la protección de datos y la necesidad de recopilar el mayor número de éstos por parte de entidades tecnológicas, será uno de los temas clave del futuro. Utilizar la automatización, los datos, los activos predictivos, la inteligencia artificial, el blockchain y la toma de decisiones con el uso de información analizada en tiempos impensables desde la perspectiva humana, serán temas esenciales. La clave estará no tanto en un ‘abogado robot’ sino en un ‘abogado computerizable’. Si eres abogado pregúntate ¿cuánto de computerizable eres?
Luego te preguntas que nivel de conocimiento tienes en estos temas que se trataron en el congreso Robotiuris por ejemplo: ¿de qué hablamos realmente cuando hablamos de robots?, responsabilidad civil y penal de los robots inteligentes, ¿pueden cometer delitos o ser sujetos de derechos u obligaciones y/o de una personalidad jurídica especial?, la seguridad en el mundo del Internet of Everything (IoE), la regulación de los drones y las tecnologías disruptivas, el impacto de los coches conectados y autónomos y el papel de las aseguradoras, ¿debe de evolucionar el concepto de privacidad como consecuencia de los nuevos desarrollos tecnológicos?, cuestiones éticas en relación con los desarrollos médicos y tecnológicos, el transhumanismo y mejoramiento del cuerpo humano, la automatización creciente en el mercado legal y los algoritmos que sí se utilizan en algunos despachos profesionales, la imparable irrupción de los robots sociales y asistentes personales y, en definitiva, el modo en el que la tecnología, dejando de lado titulares grandilocuentes o por el contrario los mensajes incrédulos (de todo hay), está ya afectando esa profesión y va a modificarla de manera definitiva en el futuro.
Tengo claro que esencialmente un abogado será un abogado siempre, pero el modo en el que ejerza su profesión va a cambiar tanto que al final el máster ideal no será sobre negocios o mercantil sino sobre comprensión algorítmica. De ahí que me guste más hablar de ‘abogados en un mundo de algoritmos’ que de ‘abogados robóticos’.