Tecnología, pensiones y miopía política. El desastre bíblico que se avecina.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Tenemos muchos problemas, que según como se analicen pueden verse como grandes oportunidades. Así lo vieron nuestros antepasados. Ante una revolución tecnológica habitualmente el ser humano suele afrontar el reto como si se tratase de una crisis transversal pero focalizada en el empleo. Ese empleo a sustituir por avances tecnológicos. Pasó en cada una de las revoluciones industriales que hemos vivido ya y vuelva a pasar en la que estamos sumidos. Ahora bien, la historia nos explica que cuando estos momentos de la historia han estado liderados por quienes fueron capaces de identificarlos y a afrontar con decisiones con visión estratégica, las cosas marcharon bien. Cuando eso no fue así, la derrota estaba asegurada. Ahora vivimos una encrucijada que voy a intentar explicar brevemente y que en próximos artículos desarrollaré. Algo que también tengo el placer de poder hacer en mis conferencias y talleres en los que presento el modo de afrontar este desafío histórico a nivel económico, empresarial, social y personal.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. Podemos seguir tocando la flauta, insistir en debates sobre banderines o atender a los chanchullos del político de turno, pero el problema se avecina y, al parecer, la decisión tomada por nuestros políticos es la de no hacer nada relevante y de valor que pudiera cambiar el asunto. Nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Lo jodido no es que esto parezca inevitable, no, lo peor es que en otros países las medidas para enfrentarse a este Miura es totalmente distinta.
Pero vayamos por partes. Parece ser que el Consenso Económico para el primer trimestre de 2019 refleja un deterioro progresivo de las expectativas de crecimiento de nuestro entorno. Algo que no hace más que reforzar la urgencia de la toma de decisiones, decisiones que de momento no hay manera que nadie tome con algo de luces largas. La desaceleración se extiende a la mayor parte de las economías del mundo y se puede ver con especial preocupación la situación de nuestra Unión Europea. ¿Porque pasa esto? por varias razones detrás de las cuales está una revolución tecnológica que va arañando las estructuras económicas mientras nadie hace absolutamente nada.
La primera es que la eurozona se desfonda. Muchos de los indicadores de la economía internacional reflejan una ralentización de la actividad. La pérdida progresiva de pulso en la actividad económica europea se prolongará durante los próximos meses. A las vez que el Brexit se enquista, la economía española va retocando sus previsiones de crecimiento desde hace meses a la baja de manera periódica. Así duele menos. La menor velocidad del aumento del PIB de otros grandes países europeos comprime la demanda externa y lo complica todo.
Sin embargo el gran asunto es cómo convertimos en una oportunidad histórica el hecho de abrazar un cambio socioeconómico provocado por un revolución industrial y tecnológica como nunca antes ha habido. El reto demográfico es el mayor desafío y riesgo social y económico al que nos enfrentamos y sólo la tecnología asociada y aplicada es capaz de darnos una solución. No hay otra. Ni la subida de impuestos, ni la inclusión constitucional de una pensión digna va a garantizar su estabilidad y supervivencia, ni pactos en Toledo o en Cordobilla de Lácara. Sólo será factible si conjugamos adecuadamente productividad, eficiencia, tecnología y garantías sociales.
No somos conscientes del desafío demográfico. Ni los ciudadanos ni las empresas ni los políticos entendemos en términos generales la gravedad del problema. Entre las opciones planteadas para abordar el reto las más respaldadas son la promoción de la inmigración ordenada, el fomento de la natalidad y, en menor medida, incentivar la actividad laboral de los mayores, si bien los encuestados creen que lo más eficaz sería adoptar todas a la vez. Pocos se plantean asumir que este modelo está finiquitado, que ya toca fondo y que es insostenible. No lo es bajo los parámetros de una economía incierta, analógica y dependiente de ciclos. Toca otra visión, otro modelo, toca equilibrar el valor tecnológico con el peso de lo social.
En España y el resto del mundo, la tónica dominante es de desaceleración de la actividad. Algo que acentuará cada vez más, gobierne quien gobierne, el problema demográfico y de pensiones. La renta universal se irá planteando como opción inclusive antes de tener el modelo resuelto. La idea que se nos va a presentar erróneamente, pues sólo será un parche, será una especie de jubilación flexible. Las dos razones más importantes de la no sostenibilidad del sistema español de pensiones son la disminución del número de trabajadores en proporción al de pensionistas y el aumento constante de la esperanza de vida. Teniendo en cuenta estos dos factores, y otros que amenazan la supervivencia del modelo actual, ¿cómo se puede plantear un sistema soportable? Con tecnología, con una economía capaz de producir más con menos. Con eficiencia, competitividad y con estrategia de transformación social y de estructura de crecimiento. Todo lo que ahora nadie plantea en ninguno de los programas ‘electorales’ que se presentan.
Como parches tenemos varias opciones. Ninguna resuelve el asunto de verdad, el de un mundo automático con menos empleo, empleos temporales y con cada vez más gente sin nada que hacer. Algo que evidencia la solución: un sistema productivo tecnológico, vinculado a la sociedad del conocimiento, reconvirtiendo industrias que ahora parecen muy eficientes pero que en breve lo dejarán de ser en un mundo global y apartándose del modelo de crecimiento cíclico y de escaso valor.
Escucharemos que sería bueno elegir la edad de jubilación, dentro de un rango amplio, sabiendo las consecuencias que dicha decisión tiene en términos de descuento o mejora de su pensión. También que, cualquiera que sea el criterio para elegir la edad de jubilación, se pueda compatibilizar de forma eficaz la pensión con la actividad laboral remunerada. Otros dirán que habría que ajustar automáticamente la edad de jubilación en función del aumento de la esperanza de vida. Parches, luces cortas.
Pues vamos a buscar el modo de que tú que rozas los cuarenta, y yo que rozo los cincuenta, tengamos pensiones dignas. De tus hijos y los míos no hay que preocuparse pues sus pensiones ya serán por definición ‘rentas mínimas’ a las que nosotros no llegaremos. Y es que, de momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar.
Y los escucharemos, a los políticos y derivados, hablar de que las pensiones por aquí o por allí, que hay planes de solución, modernización, impulso de la economía digital y meriendas de todo tipo. Pero la verdad es que hablar de digitalizar es ir muy por detrás de otros. De lo que hay que hablar es de inteligencia cognitiva. Hola Pedro, Pablo 1, Albert, Pablo 2, Santiago… ¿sabéis la diferencia que hay entre inteligencia artificial e inteligencia cognitiva? Sería interesante, así igual lo podríamos incorporar en los planes de desarrollo económico de una sociedad moderna y competitiva. Es sólo un ejemplo anecdótico de cuanto hay que poner en las comisiones de trabajo político.
Veamos el motivo. El motivo de la urgencia. En dos años, España ha caído cinco puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. Nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo. Atraemos talento y capital riesgo pero se rentabiliza muy mal. Países como Irlanda crean 146 startups al día, centralizan el mayor volumen de inversión anglosajona y generan más empleo tecnológico que nadie. Alemania lidera la tasa de robots y automatizaciones por habitante rozando el pleno empleo. Francia invierte un presupuesto público 23 veces más que el nuestro en el desarrollo de la Industria 4.0 esperando volcar el modelo de crecimiento actual lo antes posible. Las pensiones dependen de ello como decíamos. La garantía de cubrir las pensiones del futuro está más cerca de esos modelos que no del nuestro. Lo digo a título personal como futuro pensionista francés, irlandés y español por haber trabajado en todos esos países.
Y es que agota el debate político. Lo vivo en mis colaboraciones televisivas. Es imposible introducir temas de interés real y sólo es factible hablar de exhumaciones, lazos y fichajes sin interés en listas electorales. Seguimos siendo una potencia económica, cierto, pero persisten un enorme paro y un desequilibrio en el poder adquisitivo que desemboca en la creación de un estadio social llamado ‘pobre asalariado’. Un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser, algún día, por lo menos, un mileurista. Los que deberían de pagar las pensiones no están ni para pagar el alquiler.
Mientras España vive en la inopia, lo relevante sigue su curso. El 80% de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre ‘digitalizarse’ y ‘transformarse digitalmente’. Lo demuestra que sólo el 20% de las pequeñas y medianas empresas de España no usaba ningún tipo de solución de cloud computing. Apenas un 25% de esas mismas compañías apostó por formar a sus trabajadores en competencias digitales, lo que demuestra que, aunque hubiera un plan, de momento hay poca predisposición a aprovecharlo. Así va a ser complicado. Depende de que empresarios y trabajadores lo vean como prioritario pero también que alguien les estimule a verlo. Fiscalmente por ejemplo, como hacen un buen número de países que nos están adelantando y, de paso, asegurando sus pensiones.
Las pensiones están en juego. Todo un modelo de convivencia también. Hay que darse prisa y hacerlo con inteligencia y conocimiento. Bajo mi punto de vista, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.
Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.
Y es ahí cuando de repente te tienes que zampar el discurso de que ‘los robots pagarán nuestras pensiones’ y que ‘deberán cotizar a la seguridad social’. Tela marinera. Hay quien considera, como decía al principio, que los robots nos lo van a solucionar todo y por arte de magia y sin estrategia previa. Algo que, me vais a perdonar es más que revisable. Un robot puede ser una pantalla táctil o un algoritmo informático. Un robot que no ves. Por lo tanto nunca habrá un robot que sustituya al humano y cotice por él, porque muy probablemente no habrá un robot, sino que sea algo intangible como un software. Por lo tanto, cuando hablamos de que un robot pague las cotizaciones sociales en realidad nos estaríamos refiriendo a que sea la tecnología la que cotice a la seguridad social más o menos. Por supuesto eso parece una soberana tontería.
Esto en realidad esconde lo de siempre: una subida de impuestos a las empresas. Y es una malísima idea. Un impuesto sobre la tecnología castigará los sectores que apuesten por un cambio tecnológico, por ser competitivos y exonerará a los que sigan sin apostar por un modelo menos tradicional y analógico. Estar en manos de esta gente es desesperante.
O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos.
Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez. La inercia, en este caso, solo conduce al desastre. Mi consejo, haz ahora lo que siempre has querido hacer, tal vez, cuando te jubiles no puedas pagártelo. Veremos a que llamamos clase media en unos años.
Pic: Rybakov
Prepárate para ser el valor añadido del empleo robótico inminente.
En días de ataques a sistemas masivos por todo el planeta y de anuncios apocalípticos, parece imprescindible que busquemos explicaciones serenas y alejadas del sensacionalismo habitual. Es obvio que estamos gestionando muy mal el asunto de los datos, la seguridad de los mismos y el importantísimo aspecto de la privacidad en la era de la información. También es más que evidente que las informaciones que se lanzan por todas partes sobre el hipotético mundo robótico que se avecina son de una falta de rigor preocupante.
En días de ataques a sistemas masivos por todo el planeta y de anuncios apocalípticos, parece imprescindible que busquemos explicaciones serenas y alejadas del sensacionalismo habitual. Es obvio que estamos gestionando muy mal el asunto de los datos, la seguridad de los mismos y el importantísimo aspecto de la privacidad en la era de la información. También es más que evidente que las informaciones que se lanzan por todas partes sobre el hipotético mundo robótico que se avecina son de una falta de rigor preocupante.
Suplementos dominicales que hablan de la deshumanización de todo, del catastrófico horizonte de un mundo sin empleo o repletos de ridículos comentarios sobre el dichoso asunto de que los robots paguen impuestos. Obviamente vamos a tener que modificar muchas cosas y adaptar nuestro modelo económico, productivo y laboral, ¡faltaría más!, pero eso no es compatible con el continuo discurso sobre el futuro de mierda que nos espera a todos los que no nos enchufamos a una toma de corriente para cargarnos las baterías.
Siempre ha pasado. Una tecnología ha modificado todo y ha generado complicaciones mientras se asimila su potencial. Ahora no es diferente, es únicamente más rápido. El futuro reflejado en una innovación exponencial está provocando que las tonterías también lo sean. Pegas una patada a una piedra y de debajo salen decenas de expertos asegurando que vamos a ser inmortales, no vamos a trabajar, la renta mínima es la solución y en tres décadas no sé qué. Sólo uno de cada mil millones de personas es capaz de decirnos como va a ser todo esto en treinta años. Arthur C. Clarke habló de una especie de Internet en los años setenta pero en la Expo de Sevilla, a tres años de la llegada masiva de la red, ningún pabellón mostraba alguna cosa que tuviera que ver con ella. Pues eso, que ni puta idea de lo que será de nosotros en cinco años, a saber que sucederá en treinta. Mirar el video inferior y la actitud del niño es ilustrativo.
Podemos intuir pero no saber. No soy experto, es imposible. Soy especialista. Que es muy distinto. Ser experto hoy en día en todo esto de lo digital o lo robótico es imposible y además no puede ser. En seis meses todo lo que consideras que conoces lo puedes desconocer totalmente. Sólo puedes ser especialista y estar al día de las cosas que pasan, llegan o aparecen. Un especialista investiga y muestra lo que aprende. Experto sólo se puede ser en materias cuya mutación sea lenta. No es el caso. De ahí que sorprenda como el discurso aceptado por los medios proveniente de expertos sea el que habla de un mundo interpretado desde el miedo, el temor, la falta de comparativa histórica y la nula confianza en el propio ser humano.
La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, incluso, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. Es obvio que los avances tecnológicos obligan a sustituir personas en muchos lugares por inteligencia artificial, robots y automatismos. Pero no deja de ser cierto que muchas empresas que abordan esa transformación con energía y estrategia decidida alcanzan pronto resultados muy positivos que les lleva a contratar más personas para nuevos espacios laborales que no existían hace unos meses.
Las cadenas de montaje en múltiples sectores son territorios sin humanos hace tiempo. Esas fábricas no están destruyendo todo el empleo neto que resultaría. En realidad están generando nuevo basado en el diseño, la creatividad y el valor añadido que supone hacer cosas que ningún robot podrá hacer en mucho tiempo. Tal vez el problema está en que seguimos pensando que lo que viene es una agresión y no una oportunidad. Deberíamos pensar que mucho de lo que hacemos ahora en nuestro tiempo libre, en el futuro, será empleo. Todo va a cambiar pero con según que titulares, políticas pérdidas y meriendas diversas no lo vamos a solucionar.
El ejemplo más notable está en la educación. En toda. La formación profesional sigue ocupando horas y horas de jóvenes que quieren prepararse para empleos del futuro inminente y la oferta no se adecua a lo que van a tener que saber. Menos soldar y más diseñar. Seguramente cuando aterricen al mercado laboral esos jóvenes no podrán soldar nada. Lo hará una máquina. En la educación, en general, seguimos preparando a nuestros hijos en lo que consideramos el mejor escenario posible. Se les dice que tienen que saber programar, calcular, saber de memoria listas infinitas, leyes o lo que sea, pero, con toda seguridad, lo que deberían de desarrollar son habilidades muy alejadas de todo ello.
La creatividad, la intuición, el valor de la sociabilidad, la sostenibilidad en la economía circular o la propia ética. Expliquemos a los jóvenes como se ejecuta un algoritmo, su naturaleza, su composición, su estructura, pero dejemos que lo desarrolle un software y ellos ocupen su tiempo, comprendiendo el modelo, en crear.
El reto es enorme. Dejar de escuchar jinetes del apocalipsis y empezar a exigir una nueva formación social y educativa a todos a fin de que en el futuro incierto veamos un territorio de conquista y no un campo arrasado. A cada revolución tecnológica surgió una industrial y a cada industrial le sucedió una sociedad exigiendo derechos, amortiguando el cataclismo. Sucedió antes y sucederá ahora. En lugar de temer un futuro robótico, prepárate para él. El ser humano siempre lo ha hecho. ¿Por qué esta vez iba a ser distinto?
¿Qué es la Transformación Digital? ¿Una revolución social o tecnológica?
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Sin embargo, aunque esté por todas partes, no es algo que todo el mundo tenga tan claro como debería. Lo más confuso del concepto Transformación Digital es precisamente lo ‘digital’. Y lo es porque precisamente esa transformación tiene que ver muy poco con la tecnología a la que se le asocia constantemente. La tecnología, ya sea robótica, digital, inteligencia artificial, automatismos o de cualquier otro tipo, facilita que se produzca una transformación, pero en realidad tiene que ver más con un modo de pensar, procesar y de comportarse debido a la llegada de esa tecnología.
La tecnología digitaliza, pero no transforma. No siempre por lo menos. Cuando Spotify nació revolucionó el modo en el que las personas accedían a la música. La tecnología fue el detonante porque permitía acceder desde cualquier lugar a la librería de canciones más grande del planeta. Sin embargo, el éxito se debió a un cambio de pensamiento. El usuario pasaba de comprar productos a consumir servicios, de comprar discos a consumir música. Este nuevo modo de pensar generó un nuevo modelo de negocio que ahora replican muchos otros y en muchos campos.
¿Por qué es tan importante la Transformación Digital? La transformación digital es fundamental porque altera las estructuras de la sociedad de punta a punta. Un buen número de las compañías más grandes del mundo no existían hace tan sólo una década. El impacto de éstas ha sido realmente intenso y profundo. Han sido disruptivas no por la tecnología aportada sino por el modo en el que han modificado las reglas y relaciones sociales. Uber, Amazon, Facebook, Twitter, Airbnb, Netflix y tantas otras.
Cuando se obvian esos cambios y se incumple la tendencia del mercado el resultado ha sido desastroso. Le pasó a Blockbuster o a Kodak, pero también a centenares de empresas consolidadas y con altos ingresos que de la noche a la mañana vieron como un nuevo agente disruptivo, un competidor que hacía las cosas distintas, los borraba del mapa.
Es importante prestar atención a esa Transformación Digital urgente que deben afrontar todos los negocios del mundo. De un modo u otro te va a tocar. No es bueno esperar a que aparezca esa disrupción en tu sector y luego reaccionar. Netflix interrumpió su modelo de negocio inicial basado en el alquiler de DVDs. Al observar el mercado y predecir los avances tecnológicos, Netflix se arriesgó e invirtió en tecnología de transmisión de video. La apuesta dio sus frutos. En 2017 Netflix registró unas ganancias récord y es el mayor proveedor de contenido de video del mundo.
¿Se puede transformar digitalmente todo? En 1876, Alexander Graham Bell inventó el primer teléfono. En 1905 2,2 millones de personas usaban teléfonos. En 1910 esta cifra creció hasta 10 millones. Lo mismo con la TV. Puesta en marcha por primera vez en 1927. En 1939 existían 7.000 aparatos de televisión en los Estados Unidos. En 1959, esta cifra era de 67.145.000. A esto se le llama crecimiento exponencial. La adopción tecnológica en nuestra sociedad es extremadamente rápida. Facebook fue lanzado en 2004 y apenas 10 años más adelante, tenía 1.390.000.000 usuarios activos.
Es importante destacar que la Transformación Digital, que a mi me gusta llamar Revolución Digital, está significando un reordenamiento de todos los vínculos y contratos sociales que teníamos establecidos rígidamente a partir de los estímulos que concede la propia tecnología. Hablamos de un reto empresarial y personal, de una revolución tecnológica pero también íntima. No hablo de algo a temer sino a desafiar.
Algunos clientes me comentan que sienten cierta angustia cuando se dan cuenta de la velocidad de todo y la cantidad de cambios a efectuar. Cierto que hace 20 años pocos creían que llevaríamos en estas fechas una computadora capaz de navegar por internet, una cámara de vídeo de alta resolución, un geolocalizador sin margen de error, un video teléfono capaz de conectar sin coste con cualquiera en el mundo, un entrenador personal o mil cosas más, en el bolsillo y por 200 dólares.
A ellos les digo que la pregunta no es si les va a llegar o no el momento de la disrupción. La pregunta correcta es ¿cuándo y con que tecnología? Se trata de aprender cómo van a cambiar las cosas para que tu empresa pueda estar lista a tiempo. La falta de previsión y estrategia podría convertir un negocio rentable en irrelevante. Esta afirmación sirve para empresas y, sobretodo, para personas. La transformación no atañe a las empresas únicamente, también a sus miembros en todos los estadios.
En los cursos que ofrezco, la parte más importante de los mismos no es el 'cómo se crea una estrategia empresarial de transformación', que también, sino especialmente cómo los miembros de una empresa comprenden que transformarla digitalmente no es enseñar habilidades tecnológicas a sus empleados, sino ofrecerles las vías para revolucionar su modo de entender la empresa, la competencia y el sector.
El mayor reto económico de España en décadas y la subida de impuestos que nos viene gane quien gane.
Nos van a subir los impuestos y nos van a reducir los servicios. No es necesario poner frases yuxtapuestas, adjetivos ni metáforas. Nos van a crujir a impuestos y nos van a reducir el catálogo de lo que contemplamos como servicios públicos que en algunos casos ya contemplábamos como derechos fundamentales. Da igual quien gane, es irrelevante en ese sentido quien conforme gobierno a partir del 27 de junio. Cualquiera que sea la fórmula que resuelva la ecuación de esta segunda vuelta electoral deberá de hacerlo. No hay otra. Se acerca una ola de recortes que sino ponemos orden rápido a la estrategia económica del país, amenaza no con ser el ‘segunda mayor ajuste’ y convertirse en el más dramático de cuantos ya se han producido.
Nos van a subir los impuestos y nos van a reducir los servicios. No es necesario poner frases yuxtapuestas, adjetivos ni metáforas. Nos van a crujir a impuestos y nos van a reducir el catálogo de lo que contemplamos como servicios públicos que en algunos casos ya contemplábamos como derechos fundamentales. Da igual quien gane, es irrelevante en ese sentido quien conforme gobierno a partir del 27 de junio. Cualquiera que sea la fórmula que resuelva la ecuación de esta segunda vuelta electoral deberá de hacerlo. No hay otra. Se acerca una ola de recortes que sino ponemos orden rápido a la estrategia económica del país, amenaza no con ser el ‘segunda mayor ajuste’ y convertirse en el más dramático de cuantos ya se han producido.
Cuantos años perdidos. Cuanta energía intelectual que se ha ido por el sumidero en la última década. De todo lo que se pudo hacer en las vacas gordas no se hizo nada y de cuanto pudo hacerse para preparar el futuro durante las flacas menos aún. Una década perdida que no ha terminado y de la que van a tener que recuperarse ya nuestros hijos, pues a nosotros no nos va a dar tiempo a menos que alguien tome decisiones estratégicas urgentes. La modernización de la industria no es un ‘mantra’, la tecnología no es una moda, la educación digital no es un rollo escandinavo, el cambio de modelo de crecimiento no es un titular de un programa electoral. Todo ello es una necesidad real e imprescindible sino queremos perder definitivamente el tren del futuro.
El futuro ya no va en cercanías. No es un tren que circule a una velocidad razonable y que podamos abordar aunque vayamos andando. No pasa cada 15 minutos. El futuro es un tren de alta velocidad (tal vez no es la mejor metáfora, lo sé) que pasa a toda leche y al cual para subirse tienes que esperar en el andén con tu asiento reservado. ¿Quién está trabajando o tiene claro como hacerlo para reservar esa butaca al futuro?
Se lo debemos a nuestros hijos. Les vamos a dejar un desastre monumental, un país con una baja productividad y una incapacidad competitiva que los expulsará cuando detecten que su talento no se puede desarrollar o atrapará a los que no puedan o quieran irse en una especie de segunda división económica. Una revolución industrial que se nos está plantando delante de las narices y que por unos o por otros nadie atiende adecuadamente.
Hay países que sí lo están haciendo. Sería maravilloso que el nuestro también lo hiciera. No pasa todos los días que la historia tiene reservado un espacio de cambio tan intenso como el que vive el mundo ahora. Aprovecharlo, estimular cambios abrazados a ese curso de la historia, debería ser la primera línea de cualquiera de los programas electorales de los señores y señoras que se presentan a las re-elecciones del 26j. Política social, económica, cultural y territorial dependen de una premisa superior les guste o no a todos ellos.
Es más sencillo meterse con una bandera o un idioma, sea del bando que sea, es más simple lanzar soflamas sobre cómo de malos son banqueros y dirigentes, es fácil meterse con las políticas imposibles de algunos y es menos complicado enzarzarse en los asuntos de corrupción por ejemplo. Desconozco si es porque no saben más, porque en sus carreras políticas al fin y al cabo la lejanía sobre algunos asuntos esenciales es el elemento natural de crecimiento en el político tipo español o es que electoralmente es obvio eso no vende.
Pero el problema es que hablan de cosas que no van a pasar y no hablan de lo que va a pasar. Luego unos prometen bajar impuestos y los suben y otros prometen aumentar gasto social cuando en realidad tendrán que reducirlo se pongan como se pongan. La matemática tiene una cosa muy jodida, resulta que si te piden 20.000 millones y nadie te los presta o los obtienes subiendo impuestos o se los recortas a tus gastos corrientes (léase servicios).
Además, da la sensación que la memoria de los españoles es de pez. Parece como si lo vivido en los años de la explosión de la burbuja ya sea sólo un eco en la distancia y se empiece a reactivar sectores que deberían de estar en cuarentena durante mucho tiempo. Es como si las causas de la Recesión que hemos vivido se hayan perdido en los periódicos y la gente no la recuerde. Pues hay más de un millón de familias que la tiene tatuada en la piel tras embargos o paro crónico.
El gobierno resultante deberá trabajar en ese sentido de manera urgente, sea de derechas o de izquierdas. Pienso que cada vez eso tiene menos importancia. Al fin y al cabo cuando bajamos a la ejecución política veremos que una calle no se puede asfaltar de derechas o de izquierdas, se asfalta o no se asfalta y, si me apuras, se asfalta bien o se asfalta mal. Aunque en mi caso añadiría, lo asfalta un equipo humano o lo hace un grupo de robots armados y software inteligente.
En España hay un problema de modernización evidente. Un agujero que aumenta en aspectos de transformación digital en todos los campos, públicos y privados. Una inexistente política al respecto. Nadie está procurando de manera estratégica, con un programa orientado al 2020 por ejemplo que tenga claro dónde y cómo llegar. ¿Cómo vamos a afrontar un mundo sin empleo? ¿Cómo queremos ser líderes en sectores de la industria del conocimiento? ¿Por qué hay países que del nuevo empleo que crean dos terceras partes es tecnológico cuando hace unos pocos años fueron rescatados por Europa? ¿Por qué el empleo que se crea en España vuelve a encaminarse a un modelo caduco y peligroso?
Y es que España podría ser líder en muchos campos. La oportunidad es histórica. Se puede. Si se puede (siento el eslogan). No digo que no deba aprovechar todo lo que sea creación de empleo. Así se empieza. Hablaba con el agregado de la embajada española en Irlanda hace unos días sobre este hecho. Yo me quejaba de que la creación de empleo es de baja calidad y no responde a una voluntad de cambio de modelo. Él respondía que de momento es lo que hay. Crear empleo es importante, no hay otra. Lo de crearlo en otros sectores de valor añadido ya vendrá, lo urgente ahora es ofrecer empleo del que sea a los millones de españoles en paro. Tiene razón a medias. Es preciso equilibrar eso o nos encontraremos en otro callejón sin salida que cuando te explota un crecimiento fantasma no tienes por donde escapar.
El riesgo de parar las reformas y el ajuste fiscal, un mercado laboral deficiente con mucho paro aún, una productividad que debe mejorar claramente y los riesgos que supone que otros países estén haciendo sus deberes hace años, son las grandes claves a resolver por sus señorías en los próximos años y empezando urgentemente. Me temo que vamos a tener ‘semanas de negociación’, titulares que sólo interesan a ellos, endogamia por la mañana y por la noche, politiqueo de segunda clase y mucho pasillo que nos aleja del verdadero problema que tiene el país.
Cómo entiendo que no van a cambiar sus dinámicas y considero que el tiempo es oro, para adelantarle algo de trabajo, les doy alguna clave sobre los problemas que hay que resolver urgentemente para que España se reindustrialice y lo haga bajo una dinámica tecnológica y generadora de empleo de valor añadido y de futuro.
En primer lugar reduciendo los costes energéticos, elevando la inversión en I+D y creando un nuevo marco educativo son los cambios que reclama la Nueva Economía. En segundo lugar es imprescindible preparase para las vacas flacas que tarde o temprano volverán con virulencia en unos años. La economía es cíclica y así suele pasar. Par sobrevolarlo el tejido empresarial español debe lograr que el peso industrial en la economía sea absolutamente mayor, decisivo. Cuando explosionó la burbuja inmobiliaria se dijo que la industria tomaría el relevo y así nos fue. El camino en ese sentido se ha iniciado y con un poco de esfuerzo podemos mejorarlo. El peso del sector industrial en la UE es del 18,9%, en España ya alcanza el 17,5%. Aunque no está lejos es notable pues hay países mucho peores que bajan la media.
Para que la industria sea realmente el tronco económico y con ella se logre pagar todo eso que dicen deberemos de asumir a medio plazo es preciso que los costes de la energía no sean tan altos como ahora, se pueda acelerar la baja inversión en I+D actual, se exija cambiar el marco de regulación en el que se mueve la industria y la nueva economía, enfrentarse de verdad con el modelo educativo, y estimular el crecimiento del tamaño de las empresas de este país a partir de las opciones de exportación. En Alemania las pymes son las verdaderas responsables de que ese país sea una potencia exportadora, no sólo las multinacionales por cierto.
El problema no está en que se abrace o no la nueva economía, las startups, la tecnología. El asunto es de raíz. No hay transferencia tecnológica entre universidades y empresas. Hay mucho maquillaje y poco bisturí. El problema de la inversión en I+D lo vamos a pagar caro. En concreto nuestros hijos. De hecho, el peso de la I+D en España respecto al PIB cayó al 1,24% frente al 1,27% del año anterior. En Alemania e del 2,83% o en Francia del 2,24%.
En definitiva, que termine ya este calvario electoral que sólo interesa a periodistas políticos, tertulias de bar y a los que llevan la vida en el círculo del politiqueo de partido y sus derivados. Es urgente que se pongan en marcha. Hace tiempo que el mundo nos avisa, que nos ha ido dando hostias con la mano abierta en ambas partes de la cara. Seguimos en muchos casos sin despertar. Por eso sería interesante que, cómo decía, se dejen de mercadotecnia, de frases hechas, big data político y gestos estudiados. La cosa nos va a ir de minutos. La sociedad sólo precisa que le marquen algunas pautas. Otros hemos pensado en volver incluso para empujar en el mayor reto que tiene España en décadas. Incorporarse a la Cuarta Revolución Industrial y hacerlo en cabeza. Liderando. Para ello estaría bien que nos explicaran la situación real y cómo la piensan afrontar. Es matemática pura por cierto y cuanto más sepamos, mejor podremos estructurar nuestras propias estrategias y empujar todos juntos a un gran país, a un tejido innovador, emprendedor y con grandes oportunidades. Sino saben que hacer o no quieren hacerlo, mejor nos dejan a los demás que lo hagamos. No molesten por lo menos.
Davos y la dimensión de la tragedia.
Fue en 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el Foro Monetario Internacional que se avecinaba un desastre económico monumental, las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y al escepticismo con el que se tomaban algunos anuncios de este tipo le ha sucedido la escucha activa y la actualización de discursos. Por eso este año, en el Foro de Davos, se intenta dimensionar la magnitud de la tragedia que podría estar fraguándose. Este año se ha centrando en analizar y debatir acerca de un mundo incapaz de generar empleo al ritmo en el que se destruirá debido a la automatización de procesos y la sustitución de seres humanos allí dónde un robot o mecanismo inteligente sea capaz de ser más eficiente.
Fue en 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el Foro Monetario Internacional que se avecinaba un desastre económico monumental, las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y al escepticismo con el que se tomaban algunos anuncios de este tipo le ha sucedido la escucha activa y la actualización de discursos. Por eso este año, en el Foro de Davos, se intenta dimensionar la magnitud de la tragedia que podría estar fraguándose. Este año se ha centrando en analizar y debatir acerca de un mundo incapaz de generar empleo al ritmo en el que se destruirá debido a la automatización de procesos y la sustitución de seres humanos allí dónde un robot o mecanismo inteligente sea capaz de ser más eficiente.
Oficialmente ya estamos en la Cuarta Revolución Industrial. Así la llamamos algunos hace tiempo pero por fin es un término que podemos dar como aceptado. El problema es que, cómo pasó en otros momentos de la historia, a este período no podemos ponerle el adjetivo que nos parezca mejor, sino el que defina de un modo más acertado lo que sucede realmente. Digamos que, al igual que los contemporáneos de la Revolución Industrial del siglo XIX llamaron Crisis Industrial a aquella etapa de la historia, nosotros deberíamos también tener en cuenta que, mientras no se organizan las cosas, las revoluciones económicas y productivas son, sencillamente, crisis de dimensiones bíblicas.
Las tres revoluciones que precedido la actual cambiaron el mundo completamente y se llevaron por delante modelos de vida y crearon otros. En términos generales siempre nos fue mejor tras esas etapas, pero también fueron partos dolorosos. La primera fue la mecanización de la producción gracias al vapor y al agua. La segunda tuvo que ver con la división del trabajo al aparecer la producción en masa y la electricidad.
La tercera parte de la automatización vinculada a la informática y la electrónica. La cuarta revolución que Davos anuncia es, como decíamos, la de la transformación digital causada por los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones. Esta revolución ya nada tiene que ver con planteamientos ideológicos o posiciones políticas, es sencillamente irremediable e irreversible. Afecta a la vida empresarial, institucional y, sobre todo, a los hechos cotidianos. La sociedad ya no es la misma de hace apenas unos minutos y nada tendrá que ver con la de los próximos segundos.
La diferencia con respecto a otras épocas es que ahora vivimos la revolución más compleja jamás vivida. Se suman varias. Por un lado transmitimos el conocimiento de un modo inédito. No precisamos de intermediarios y la distribución de lo que queremos comunicar es en red y masivo. Sólo es precisa la tecnología digital. Otra revolución es la que afecta a la organización del trabajo. Ésta también está radicalmente cambiando. No precisa de la cadena de valor en la mayoría de los casos que tenía apenas una década o dos. La misma tecnología digital ha transformado centenares de productos en simplemente servicios.
Hay más revoluciones. La gestión predictiva de datos, la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la conexión absoluta de objetos inteligentes, la Internet de las cosas, la Internet del Todo, la conducción exenta de humanos, la automatización de los servicios o la impresión 3D, son piezas de este rompecabezas que no es más que un cambio de época sin precedentes.
La suerte es que lo sabemos. La desgracia sigue siendo la misma de siempre. Quienes deberían establecer políticas destinadas a minimizar los daños mientras evoluciona todo, siguen perdidos. Escuchan y se lamentan, pero no toman decisiones. Mientras tanto, el mundo gira y lo hace a una velocidad que nada tiene que ver con el ritmo de Davos.
Avanzo que en menos de un lustro, si vamos bien, hablaremos de la Singularidad, ese momento en el que los automatismos no precisen de la intervención humana para nada. Para entonces igual unos ya tendremos acuerdos parlamentarios, otros estarán oficializando en Davos el hecho, algunos países ya se habrán preparado para un mundo sin empleo y otros se aproximarán a la etapa clave de todo este proceso de cambio sin precedentes.
La nueva sociedad que se está fraguando y a la que nuestros dirigentes deben proporcionar elementos para gestionar esta etapa se caracterizará por un ecosistema empresarial surgido del mundo ‘startups’ que se llevarán por delante a las grandes corporaciones incapaces de adaptarse. Una sociedad cuyo poder político perderá la seguridad tradicional y que se fragmentará como nunca antes había sucedido. La velocidad a la que irá la incorporación de nuevos actores politicos sin voz previamente a la política será inversamente proporcional a la que tendrá el ‘establishment’ en asumir los cambios.
Una nueva sociedad está naciendo y lo hace de las entrañas de esta Revolución Socio Tecnológica sin precedentes. Una sociedad vinculada a un mercado de trabajo dual entre trabajadores de alta cualificación especialistas en algún campo tecnológico y los de baja cualificación y de bajo salario.
Esto será, cómo mínimo, curioso por no decir terriblemente injusto. Un planeta dónde construir algo, desarrollar cualquier cosa, producir lo que sea será más barato, fácil, rápido y eficiente, será un mundo en el que la diferencia entre todos cada vez será más desigual. Sino se toman medidas así será. Pero si hemos aprendido algo, está por ver, del pasado podríamos hacerle frente con una apuesta por políticas sociales transformadoras que eviten la exclusión y sean capaces de redistribuir la ingente riqueza que se genera cada día gracias a tanta tecnología. Es inaceptable que ese reparto sea tan poco equitativo.
Podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar que nos arrolle el futuro. También es posible hacer lo contrario. Depende de la actitud. En lugar de esperar a la desaparición del empleo como lo conocemos a fecha de hoy podemos ir pensando en una nueva filosofía socioeconómica que sea capaz de redistribuirlo todo.
Para algunos será tarde. Hay países que hace mucho tiempo que lo interpretaron, otros no. Unos van ajustando políticas de base tecnológica a necesidades socioeconómicas y otros siguen prometiendo empleo masivo en sectores donde no va a crearse trabajo ni echando agua caliente.
Cuatro (hay más) aspectos de esta revolución socioeconómica
Llevamos apenas veinte años de algo que tiene que durar cincuenta. La dificultad para adaptarnos no es más que algo tremendamente normal a lo que cualquier sociedad debe enfrentarse. Lo de ahora es como un parto, doloroso, pero que el tiempo mostrará que no era más que una revolución. Como ya lo fue en su día la Revolución Industrial (a la que sus contemporáneos le llamaron ‘crisis industrial’) o la revolución en la distribución del conocimiento que supuso la imprenta y que sus contemporáneos vivieron con incertidumbre pues retiró el privilegio y control del ‘saber’ y la información que tenían unos cuantos.
Y dolió. Fueron momentos duros, de difícil adaptación y en algún aspecto hay cosas que todavía vivimos hoy en día con desequilibrio que son herencia de haberlo hecho mal en aquel entonces, de no haber entendido que sucedía por parte de muchos y en haberle dado valor de ‘crisis’ a lo que no era otra cosa que ‘una oportunidad de mejorar el mundo’.
En este tiempo unos vivirán su crisis y otros su revolución. De hecho esa revolución, en lo íntimo, es normal que se viva como una crisis pues debe ser aceptada en cuatro factores que interpreto como destacables. Una vida de incertidumbre, una vitalidad extrema, saborear la inestabilidad y practicar la deconstrucción.
1. La incertidumbre. Hace años que desconozco que me espera en mi despacho, que riesgos nuevos asumiré o que personas conoceré. Hace años que, tal vez toda la vida, que persigo un lugar definitivo. Sueño con que ese lugar no exista y así poder seguir en su búsqueda hasta el final de mis días. El desconocimiento de cuanto nos espera nos obliga a estar en alerta, en aprendizaje, a permanecer en beta constante. ¿No es cierto que como emprendedor tu proyecto es cada vez mejor si eres capaz de gestionar ese redireccionamiento constante?
2. La jubilación. Que al final de tu vida haya como una compensación por los servicios prestados que en la mayoría de los casos es para sobrevivir, es humillante. Es como anestesia. Me preocupa que muchas personas consideren que la jubilación es un puerto seguro, el destino garantizado, el punto tranquilo hasta el último aliento. Y es que considerar que el futuro está garantizado por algún elemento es un error. Creer que los planes de jubilación, pensiones o meriendas similares financiarán nuestra etapa final es, como menos, dudoso. Debemos aceptar que los ingresos de la madurez no serán los mismos, obviamente, pero no va de eso. Va de tener fuerzas para hacer lo que te gusta y que cuando no pueda ser físicamente, lo sea mentalmente. ¿Desear la jubilación es en si misma la prejubilación? ¿Odiar que llegue un lunes más no quiere decir que no te dedicas a lo que te gusta?
3. La deconstrucción. Ya todo está en fase de implosión. ¿No lo ves? En apenas unas décadas todo el plan de gestión de una empresa era el de tener claro cada día lo que le tocaba a todo el mundo hacer. Ahora eso ha cambiado radicalmente. La clave del éxito estaba en que todos los integrantes de una estructura tuvieran claro que les tocaba hacer al despertar cada mañana. Romper esas cadenas suponía un deterioro en el proceso que repercutía en graves consecuencias. Pongo un ejemplo en la agricultura. Imaginemos el campo donde todos los integrantes de una granja tienen claras sus funciones, taras y actividades durante todos los días de la semana y horas del día. Eso nunca cambió y permaneció siglos igual. Hoy en día nada es así y los procesos ya no pertenecen a los protocolos sino a los análisis de necesidad, riesgo y acción. Un sistema inteligente modifica cada día lo que hay que hacer en función de lo que realmente es preciso y no de una agenda intocable. Esa deconstrucción de procesos está llevando a industrias poderosas a reinventarse. ¿Por qué no lo hace tu empresa menos grande y dónde sería más fácil hacerlo?
4. La inestabilidad. Hace siglos, cuando trabajé en Bolsa, mi obligación era avanzar en la escala salarial y subir en el organigrama. Todo era como tenía que ser. Cada cierto tiempo un ascenso, una mejora, un nuevo despacho. Era tremendamente tranquilizador saber hacia donde iba, cual era el destino y donde se fijaba la nueva meta. Todo estaba escrito, como un libro de vida por cumplir. La hoja de ruta me relajaba. La evidencia de la estabilidad empezó a angustiarme hasta tal punto que abandoné. Esa estabilidad era paralizante, algo cobarde. La tranquilidad impide pensar en grande. Dejé aquel trabajo y monté un negocio. Muchas personas ansían ser funcionarios, respetable, desean tener una estabilidad en un mundo donde eso cada vez es más complejo y difícil. No todos somos iguales y se debe respetar.
Pero pensemos que si es cierto que vivimos un momento excepcional de la historia ¿no será algo maravilloso ser parte de ella a partir de las características que nos impone este preciso instante? Estos son cuatro, de muchos, aspectos que comento en una de mis conferencias y que marcan el día a día inmediato de cuantos estamos viviendo estas cuatro o cinco décadas que marcarán, como ya sucedió en el pasado, todo el futuro a medio plazo.
(Foto AP Photo/Victor R. Caivano)
Cuando tu jefe sea un algoritmo
Starbucks emplea un programa de software muy utilizado que analiza los patrones de ventas y otros datos para elaborar los horarios de sus empleados. La práctica salió a relucir en un reportaje de New York Times que documentaba las consecuencias de un horario dictado por un algoritmo para trabajadores de carne y hueso.
Eso de que un despacho de dirección esté ocupado por un robot, un autómata o un sistema digital cada vez está más cerca. Cada vez son más las funciones vinculadas a la gestión de personas que se están transfiriendo a la inteligencia artificial. Un futuro cada vez menos sorprendente y que, cuando llegue, se vivirá con la misma naturalidad con la que se ha digerido el uso de Internet, la telefonía móvil o la automatización de miles de procesos de nuestra vida cotidiana. Serán artilugios sin forma, fundamentalmente programas complejos, un software capaz de decidir por encima de las percepciones que la mente humana suele incorporar en la toma de decisiones.
Sepamos que se va normalizando. Un estudio reciente del Laboratorio de Interacción Ser Humano-Computador de la Universidad de Manitoba, en Winnipeg, mostró que los seres humanos están dispuestos a acatar órdenes del computador, pero en grado menor que las órdenes procedentes de otros seres humanos. Ya hubo gente que predijo la era digital cuando ni tan siquiera era una entelequia. Gente como Marshall Mcluhan habló de algoritmos sustituyendo acciones humanas. Ahora parece que la velocidad es exponencial y que aquellos sueños extraños de algún loco van tomando fuerza.
Su modelo de evaluación y de rendimiento se basará en aspectos de juicio sintéticos y ordenados por el análisis de datos masivos. No descansará ni perderá horas que tengan que ver con aconteceres humanos o familiares. Trabajará sin descanso y sin margen de error. Serán estos robots de la próxima generación los que se sumen a los que ya, ahora mismo, están dirigiendo departamentos de recursos humanos o de inversión. Vamos camino de la dirección general como plan final de esta conquista de la automatización.
No es ni bueno ni malo. Es sencillamente el tiempo que pasa y la búsqueda de la eficiencia. Puede dar miedo, incluso se puede sentir una especie de frialdad profesional, un vacío emocional que aleja el trabajo de las relaciones humanas, pero seguramente nos adaptaremos bien y recibiremos como natural todo ese conjunto de interacciones hombre-máquina. Ya lo hacemos cada día en estos momentos. Son ordenadores relativamente accesibles los que seleccionan los currículos de los demandantes de un puesto de trabajo.
Evalúan factores que antes no eran analizables o que podían afectarse desde un punto de vista subjetivo. Ellos determinan incluso la rentabilidad a la hora de contratar a un trabajado u otro, determinan con exactitud el tiempo que dicho candidato va a ser capaz de permanecer en el puesto que se le oferta. Es punzante pensarlo. Máquinas examinando humanos hasta el punto de desestimar a buenos trabajadores por el hecho de que no van a ser fáciles de retener. La búsqueda de la rentabilidad basada en factores egoístas. El egoísmo de un robot.
Actualmente existen prototipos de análisis de la gestión profesional en muchas empresas. Realizan seguimientos de correos (no de sus contenidos), llamadas en origen y destino, encuentros y el tiempo de los mismos en las oficinas, duración y resultado de reuniones, etc…, para determinar y recomendar modificaciones en todos los procesos, equipos o modelos de interacción. Son esos mismos algoritmos de análisis los que incorpora un nuevo factor que ningún jefe de recursos humanos podría efectuar con la precisión y velocidad que hace uno de estos sistemas en la actualidad: la afectación de todo ello en el consumidor. Este software utilizado en centenares de compañías del mundo en versiones ‘adhoc’ analiza todos los datos disponibles del cliente y los cruza con los de gestión de personal. Finalmente diagnostica, genera cambios, los propone y ejecuta.
Es habitual la defensa del director ‘humano’ por parte de aquellos que le conceden una facultad al mismo que depende de la intuición, la capacidad de cambiar de decisión a medio proceso, de generar decisiones cualitativas y no cuantitativas u otras que se aguantan en la imprevisión más que en la previsión. Durante varios años fui ‘interim manager’ y mi función era dirigir en diferentes puntos y escalas empresas que me contrataban para ello por unos meses. No recuerdo que se valorara algo más que la previsión por cierto.
Considerar que un software no es capaz de cambiar decisiones en base a un cambio imprevisto es no conocer como funcionan estos sistemas. Precisamente su rapidez para interpretar y tomar decisiones en un instante con el mayor cálculo de opciones existente es su ventaja y la cualidad a la que ningún humano será capaz jamás llegar.
Seguimos acumulando tipologías de empleos con fecha de caducidad. Ahora incluso la de los que decidirán que empleos sustituir por máquinas. Se puede dar el hecho de que en breve un consejo de administración, que ya sabemos que tendrá consejeros no humanos, determine que el nuevo director general sea un software inteligente capaz de llevar la empresa a destino mucho mejor que el anterior gerente.
Existe otro tópico muy extendido entre los que si aceptan esa intromisión del robot en la toma de la riendas de una empresa. Se suele decir que un jefe automatizado se ajustará a las funciones rutinarias de un jefe para dejar al humano las tareas de las decisiones más importantes. Esto no se aguanta mucho puesto que parece absurdo desestimar la capacidad precisamente de la toma de decisiones de una software basado en el big-data, la inteligencia artificial y la reducción de riesgos, en lugar de dejar tanta capacidad en simples tareas que cualquier software de segunda división fuera capaz de hacer.
Hay teóricos que asumen el futuro con mayor tranquilidad. Shawndra Hill, defiende que los problemas cuyas respuestas son más subjetivas y difíciles de evaluar son históricamente aquellos que las personas creían que no podrían ser bien resueltos por el computador, pero es totalmente contrario a la realidad, pues si existen datos que se pueden vincular a resultados, es posible construir modelos a resolver’. Cada vez más, las empresas están lidiando con esos problemas subjetivos de maneras que antes no imaginábamos.
Cuando se publicó el artículo sobre la gestión del horario en Starbucks, surgieron centenares de casos alrededor de los Estados Unidos. Grandes empresas, pero tambien de tamaño menor, bancos, hospitales e incluso un museo de arte, explicaron que sus vidas estaban supeditadas a una ecuación que media el tiempo trabajado y sus interacciones desde hacía meses y, en algunos casos, un par de años.
Tengo conocidos que son directores de recursos humanos. Y, permitidme la ironía, algunos son más fríos que algunas máquinas. Exigentes hasta la extenuación, con márgenes de análisis que dudo procedan de un ser humano y con un sentimiento de culpa nulo. Casi, a veces, puesto a ser despedido por algún motivo, uno preferiría un algoritmo que según que tipo.
Las funciones automáticas y las decisiones basadas en algoritmos forman parte cada vez más del lugar de trabajo. En prácticamente todas las categorías relacionadas con los Recursos Humanos, desde el reclutamiento a la gestión del rendimiento, que se desprende del estudio de Investigación de Sistemas Cedar Crestone 2013-2014 a partir de estudiar a casi 20 millones de empleados, la mayoría de ellos de EEUU. Vived Wadhwa dijo en el Washington Post que esto ya no es un capítulo más de una novela de ciencia ficción. Es sencillamente el futuro inminente. Cuando algo es irremediable hay que gestionarlo, no evitarlo.
Como hemos dicho poco a poco los empleos que desarrollan humanos van desapareciendo. La velocidad e intensidad aumentará como lo hará el abanico afectado. No es posible detenerlo. Se llama revolución digital, tecnológica, la tercera revolución industrial. Los que ‘mandan’, aquellos que lideran las políticas que deben acomodar estos cambios, deben aceptarlo, trabajar en hacer esta transición más llevadera y en permitir que todo ello acabe en algo mucho mejor. Como pasó en otros momentos de la humanidad, cuando parecía que el mundo se detenía, no fue así. Giró y lo hizo más rápido y mejor.
Recordemos que un estudio de la Universidad de Oxford de 2013 analizó 702 ocupaciones y calculó que la automatización del trabajo amenazaba ya en apenas una década a un 47% de la fuerza laboral del mundo occidental. Por poner un ejemplo claro y radical, diremos que los profesionales del área de financiera se verán sustituidos por un computador es del 98%. Otras funciones vulnerables: personas que trabajan en mostradores de informaciones y recepcionistas; asistentes y técnicos jurídicos, e incluso cocineros y camareros de locales de comida rápida. Cada vez más y de manera irremediable. La historia se repite, es apasionante. Escribe Susan Adams, en Forbes dijo que, tal vez en el futuro nadie trabajará.
¿Cómo afrontar la próxima 'recesión'?
Que hay mar de fondo se sabe hace meses. Que lo seguirán nombrando como la tercera etapa de una recesión a plazos también. Probablemente sea complejo otorgar a lo que se avecina el mismo catálogo de elementos que le dimos a las anteriores bofetadas recibidas. Mientras unos culpan políticas monetarias por un lado, fiscales y económicas por otro e, incluso, procederán a satanizar a los mercados como si con ellos fuera este lío.
Cuando parecía que aumentaba la opinión de que cuanto nos pasa tenía que ver con algo menos visual y que se escondía tras el velo de un cambio de época sofisticado y revolucionario, va y se divisa en el horizonte otra recesión de narices. Y es que los palos que van a caer son destacables. Avisan porque no son traidores. Dicen que viene de todas partes. De un mundo emergente con problemas para mantener su emergencia, de un mundo sumergido con cifras de paro que lo anclan al fondo de su propia miseria y de un mundo arrogante que descubre que depende de elementos que desconoce.
Pero no viene nada. Estaba aquí. No se ha acabado. Este parto es de los largos, de los dolorosos. Cuando leáis que se detiene la máquina exportadora alemana, que los americanos han dejado de consumir, que cae la demanda en los supermercados, que la deflación avisa, que China se embarranca, que falta gas o que no hay manera de ofrecer empleo a tantos millones de personas que llevan años esperando un milagro, aceptad que todo ello no es más que reflejo de cuanto llevamos tiempo diciendo y que se trata de cómo el mundo se adapta a este cambio absoluto de patrones.
Las exportaciones alemanas caen como no lo hacían en cinco años. Una de las máquinas exportadoras más completas y eficientes del planeta se ahoga y con ella el tren se detiene. Francia ha pasado el peor verano en este sentido de los últimos años al igual que las ventas en los emergentes se caen. Algunos, como España, sufren de rebote y dejan de vender pues sus clientes, a un lado y a otro, no están para leches.
El caso español es para enmarcar no obstante. Si tuviéramos algo que exportar, si hubiéramos preparado los cimientos con tecnología, ahora estaríamos exportando conocimiento y no, como sucede, lo que enviamos al exterior son jóvenes hartos de esperar. Si se hubiera decidido activar políticas destinadas a modificar un modelo de crecimiento que ya no crece y que cuando parece que lo hace es de juguete, otro gallo cantaría.
Y seguirán perdiendo el tiempo. No parece que nadie tenga intención de transformar nada. Es difícil que tomen directrices hacia un nuevo modo de entender la vida y la economía aquellos que difícilmente la entienden. No hablo de saber usar un smartphone. Eso, sus señorías, lo hacen muy bien sobretodo en época electoral. Me refiero a descubrir el ‘big picture’ de lo que está pasando y de los retos como sociedad que nos ha tocado disfrutar. Cambiar el mundo no es fácil, pero si ni siquiera se sabe que hay que participar, es imposible.
Leer que el descenso de venta de mercancías retrocedieron significativamente en España por culpa de todo ese barrizal que comentamos, lo cual ponía en riesgo la ‘frágil recuperación de España’, es como un insulto a la inteligencia. Que recuperación, que fragilidad. Aquí no se ha hecho nada que pueda considerarse que está en riesgo de haberse hecho para nada. Nada es nada, aquí y en la China popular.
Todo gira en torno a una curiosa estadística inmediata, tóxica, que se esfuerza en retorcer los números cuando te concede un rédito positivo al comparar el desastre miserable absoluto con el siguiente mes algo mejor. El titular interesado suele ser ‘ya nos recuperamos’. Lo grave es que, estando muy abajo, en el comparativo inmediato sigas bajando.
No obstante, cada vez que escucho la palabra recuperación tiemblo. ¿Qué querrán recuperar? Cuando admiten que ‘sus políticas han iniciado la senda de la recuperación’ quieren decir que sus conservadores y acomodados sistemas socioeconómicos se sienten más tranquilos. El riesgo, la apuesta, el cambio de paradigma podrá esperar. Eso es la recuperación para todos ellos.
Pero el mundo no se detiene a pesar de la colisión. Unos lo miran desde la ventana y les parece que se mueve lento, pero la verdad es esa, que no se detiene. Modelos de negocio cambiando todo, inventos que se vuelven cotidianos, conexiones completas en redes permanentes, un mundo conectado hasta el extremo, un mundo abandonando su dependencia de sistemas autocráticos a otros mucho más distribuidos y sin intermediarios. Vivimos en un Berlín permanente. No dejan de caer muros, económicos, políticos, formativos y sociales. Todo está retumbando y eso es lo que los diarios económicos se esfuerzan en llamar ‘tercera recesión’, crisis, o lo que les quede bien a cinco columnas y con un fondo salmón la mar de bonito.
En agosto las exportaciones alemanas se redujeron un 1% con respecto al mismo mes de 2013 y las francesas cayeron un 5,7. También retrocedieron las ventas al Reino Unido, que sufrieron de nuevo una importante caída del 20,5%, acumulando en su caso ocho meses consecutivos de descenso. El resto del mundo va igual. Cae un 7,1%, sobre todo a América Latina (-28,8%), Brasil (-22,3%) y México (-16,5%). Con decir que es por que hay menos demanda se termina el análisis.
Lo que hay que explorar es porque cae la demanda o, mejor dicho, porque esa demanda no satisface la expectativa. Si revisamos muchos de los negocios que hace apenas unos años tenían una cadena de valor determinada con diversos procesos físicos, humanizados y plagados de intermediaciones, ahora, cada vez más veremos procesos digitales, automáticos y huérfanos de intermediación. Algo que, por cierto, sólo hará que aumentar.
Parece mentira en que gastamos el tiempo. En que lo gastan los que deberían procurar por el futuro a medio plazo. Para los que las etapas vitales son tramos de cuatro años, es complicado ver más allá, pero haberlo haylo. Un mundo automatizándose a toda velocidad, revolucionándose y jodiéndole la vida a mucha gente que no es capaz de atrapar un tren en marcha. El maquinista no escucha, los jefes de estación no escuchan, los pasajeros no escuchan. Aquí no escucha nadie y una multitud corriendo tras el tren y otros esperando el próximo que no llegará.
Y es que todo está cambiando a tal velocidad que ni lo percibimos hasta que lo tenemos encima. En la actualidad, menos del 1% de los objetos del mundo físico están conectados, lo que significa más de 10.000 millones de un total de 1,5 trillones de objetos. Y cada uno de esos objetos con acceso a redes IP de ordenadores, teléfonos, tablets, sistemas GPS, coches, TVs, máquinas, teniendo el potencial de conectarse a ese otro 99% de objetos que todavía no están conectados. A la vuelta de la esquina, en el año 2020, el número de conexiones ascenderá a 50.000 millones (el 2,7 por ciento del total de objetos en el mundo). Así, pasaremos de los miles de millones de objetos conectados hoy a cientos de miles de millones o incluso billones en un futuro inmediato. Ese mundo automático se lo va a llevar todo por delante, por lo menos eso que dicen que ‘se estaba recuperando’. Cuanto más malo pinte todo, más intenso estará siendo el cambio.
Nadie puede parar las revoluciones, ninguna. Nunca pasó. Pero todo ello se puede ver desde la ventana, divisando las luces del cambio que lo retuerce todo, esperando los titulares alejados de lo que realmente pasa sumidos en miles de intereses creados o, sencillamente, ser una de las luces que otros solo alcancen a mirar. Al final, todo lo que viene, y a pesar de que mucho de lo que suceda, y del modo en que suceda, dependerá de quienes nos gobiernan, hay algo sustancialmente íntimo y que siempre derivará de ti y de como quieras vivirlo. ¿Protagonista o espectador?
Sobre desapalancamientos, tropezones y el futuro digital
Hace apenas unos dos días un informe alteró muchas oficinas de inversión, despachos de análisis financiero y foros donde hace mucho se debate sobre si la ‘recuperación’ que vive el mal llamado occidente es real o no. Lo curioso, de nuevo, resultó ser lo difícil de localizar algún medio que referenciara dicho documento que, repito, puso de vuelta y media a muchos centros de análisis e inversión a lo largo y ancho de Europa.
Se trataba del informe del ‘International Center for Monetary and Banking Studies’ con sede en la calle Chemin Eugène-Rigot de Ginebra y en la Bastwick Street de Londres, titulado ‘Deleveraging? What Deleveraging?’ (‘¿Desapalancamiento? ¿Qué desapalancamiento?’) firmado por Luigi Buttiglione de Brevan Howard Investment Products, mi conocido Philip R. Lane del Trinity College Dublin, Lucrezia Reichlin de la London Business School y Vincent Reinhart de Morgan Stanley. En el han participado un buen número de gente significativa en el contexto del estudio económico mundial.
Dicho informe asegura que estaríamos ante una nueva crisis inminente por culpa de que nadie ha hecho su trabajo correctamente. El solicitado ‘desapalancamiento’ de deudas diversas no se ha producido sino que se ha engordado lo que se debe y eso, como ya sucedió antes, podría estar conduciendo el tren directamente contra un muro. Hay alguna frase memorable acerca del ‘no hemos aprendido nada’ o ‘estamos en manos de irresponsables‘ que, con educación suiza, viene a decir que hay dirigentes más preocupados por sus próximos cuatro meses que por los siguientes cuatro años.
De hecho el número 16 de los informes publicados por este Instituto es claro en su planteamiento y horizonte. Asegura que ‘la ruta de la política actual con respecto a la dinámica de la deuda es suicida. Que para evitar la reedición de todo ello se debe procurar un bajo crecimiento prolongado o una nueva crisis vendría en camino’
Que los que tienen que dirigir el mundo no lo hacen muy bien parece obvio. Que no se ha comprendido la dimensión de los cambios que vivimos como sociedad parece que tampoco está en la agenda de muchos de estos señores. Solicitar a quien apunta sus citas con pluma y tinta en una cartera de piel que guarda en el bolsillo interior de su chaqueta, que comprenda hacia donde van todas las nuevas lógicas económicas que rodean la gestión de datos, el dinero electrónico o la eliminación de intermediarios en casi todos los procesos económicos en los que nos vemos envueltos cada día, es complejo.
Y son ya varios los avisos en muchos foros los que regresan al discurso de ‘tengamos cuidado’ que nada está sujeto a no volver a tener problemas. Tras los discursos de políticos y mandatarios que permiten el gasto sin mesura para poder vender y venderse se esconde nuestro futuro y puede que, otra vez, estén jugando con él.
Es global. La economía china va entrando de nuevo en zona inestable últimamente. Las ganancias de las grandes empresas industriales se redujeron un 0,6% en agosto respecto al año anterior, tras crecer un 13,5% en julio. Y los datos recientes sugieren que está siendo muy difícil para estimular la economía a través de dinero barato. Si la desaceleración de China sigue así, podría ser un drama para los países que venden metales y energía a China.
Pero no es solo Europa y su deuda, o China y su desaceleración. En Estados Unidos no han aprendido nada. Increíblemente, los préstamos de alto riesgo están impulsando la economía americana de nuevo. El gasto que los consumidores de Estados Unidos es de casi el 70% de toda la actividad económica en los Estados Unidos y, curiosamente, una vez más impulsado por el auge de los préstamos subprime. Basta con mirar a los datos de los gastos personales de estos días y se detecta que la gente compra coches y productos de consumo doméstico a plazos como no lo hacía desde antes de la hecatombe de finales de la década pasada.
Y por España similar, aunque hay casos cuanto menos divertidos, la tendencia habla de cosas muy diferentes. Como dice el Financial Times, mientras se recuperan las ventas de viviendas, se conceden más hipotecas y barrios fantasma empiezan a tener habitantes que deberán hasta la vida de sus nietos, el mundo gira a su ritmo implacable. No aprendemos. El mundo cambia, se retuerce en sus viejos pliegues, en aquellas tramas que nos dijeron que eran lógicas. Supimos que todo aquello temblaba, que nada estaba anclado a una base sólida, y se cayó. Ahora cuando todos vamos aceptando la realidad, cuando la tecnología nos da la clave para enfocar un escenario nuevo con ilusión y esperanza, la política y sus derivados nos ponen el caramelo de consumir lo que consumió nuestro futuro.
Que los que mandan son tela marinera fijo, pero que los mandados tienen lo suyo también. No voy a escribir mucho más de esto. Agota y deprime. Por eso, aquí, seguiremos interpretando todos juntos hacia donde va este barco que ha entrado de pleno en una revolución gigantesca con decenas de factores que nos dan pistas y que son apasionante. Impresión 3D, drones, big data, vehículos autopilotados, economía distribuida, reducción de intermediarios, automatización de los comercios, internet de las cosas y tantos otros. Ahí esta el verdadero futuro, que no nos jodan los que todo eso no lo entienden o, por el contrario, entienden muy bien que pone en riesgo sus privilegios. Por suerte, el peso de lo inevitable, siempre, les pasó por encima. Es cuestión de tiempo. Ellos suelen procurar evitarlo, pero solo lograrán retrasarlo. Algo es algo.
La banca deberá conjugar el verbo 'compartir'
El tiempo apremia. Los sectores ajenos a la revolución cada vez son menos. El futuro acecha y no piensa detenerse ni ante los que no se prepararon ni ante los poderosos que lo negaron. La economía social, la que pone por delante del poseer el compartir, va calando. La economía colaborativa y el consumo derivado cambiará el mundo tal y como lo conocemos. Hay evidentes síntomas que se van a llevar por delante al paciente. Una revolución sujeta a las nuevas tecnologías que tiene un potencial absolutamente bíblico.
Si estás peleándote con tus ganas de emprender o de poner en marcha algún proyecto no te alejes mucho de ese modelo que incorpora todo tipo de opciones y que el mundo está explorando. Desde compartir coche a ofrecerse para cuidar una mascota por unos días, todo está en una mutación irreversible. Aplicaciones que evitan la fricción entre las fases de una cadena de valor económico o plataformas que conectan el tiempo libre de las personas con la posibilidad de obtener algo de ello.
La humanidad ha vivido varias revoluciones a lo largo de la historia. Han sido en cuanto a la distribución del trabajo y en cuanto a la transmisión del conocimiento, pero también ha habido momentos en los que lo que ha cambiado disruptivamente ha sido el modo en el que el ser humano se adapta a ello. Ahora está en juego un tercer elemento que gira en torno a un modelo de emprender totalmente distinto por lo abierto del planteamiento y, sobretodo, a un inédito valor de la propiedad que ya no está tan delimitado como pensábamos en la economía capitalista.
Y será en el corazón de esa economía financiera donde se vivirá la batalla más sangrienta. Lo vivido hasta ahora no ha sido más que fuegos artificiales. La crisis de hace unos años, los bancos cayendo y las entidades siendo rescatadas no era más que la escenografía engañosa de cuanto en realidad está pasando. Un negocio en declive y no sabe porque. Cuatro de cada diez jóvenes afirma que estaría dispuesto a cambiarse a un banco que sólo operase por Internet. Se llama, como en el mundo de la música, los libros, el cine o lo que sea, retirar intermediarios. Parece muy absurdo que sigamos manteniendo rentabilidades inmensas y propiedades insultantes con edificios enormes a bajo rendimiento para simular no sabemos que exactamente.
¿Qué modelos económicos o negocios son susceptibles de perder su ‘presencia’ analógica? Aquellos que no necesitan algo físico y pueden gestionarse únicamente de forma digital. Como le pasó a la música, que no precisa de ‘tiendas’ en cada esquina, le pasará a la banca.
Obviamente si la banca se ‘abre’ y localiza nuevos actores como ha pasado en otros ámbitos, ‘los de siempre’ las van a pasar maduras. Miremos pues quienes son ahora los grandes distribuidores de música. Aquellos que crearon y desarrollaron plataformas donde ubicar todo ese modelo nuevo de transacciones comerciales. Pasó en la fotografía que pasó de necesitar a cuatro mil empleados en Kodak a los cuarenta de Instagram para hacer lo mismo. Pasará en toda la banca del mundo que pasará de necesitar millones de empleados a ninguno. Los banqueros seremos todos.
Google, Amazon y Apple serán los bancos del futuro. Bancos que si adaptan la tensión social y los cambios, que hasta la fecha han ido incorporando bien a sus dinámicas, ofrecerán un nuevo punto de visión entre clientes y gestores económicos. Imaginemos pues que quienes ahora controlan una gran mayoría de transacciones comerciales en el mundo actualmente pasaran a gestionar créditos y ‘productos financieros tradicionales’ a fin de permitir acceder a todos ellos desde las plataformas sociales y abiertas de colaboración masiva e inteligente. Cuando eso pase, que pasará, será demasiado tarde para algunos.
Veamos dónde nos lleva todo esto. Poco a poco la necesidad de ser propietario va derivando a otros modelos más permisivos, menos prisioneros y ahí juega un papel relevante aquello que la gente joven exigirá a sus bancos: más servicios y soluciones y menos modelos de inversión. Hablamos pues de análisis en tiempo real sobre gastos, que previsiones de gasto e inteligencia artificial adaptada a los datos sobre tu gestión económica personal o empresarial. Hablamos de sumar Internet de las Cosas, Big data y modelos robotizados cuando nos referimos a todo ello. No está tan lejos como puede parecer.
Con todo esto tiene que ver mucho esta sociedad saciada en la que vivimos. De necesitar de todo hemos pasado a que nos sobren inmensas cantidades de cosas. De ahí que hemos pasado a valorar compartir como un elemento natural y no como una acción caritativa. Hoy en día tener no es importante, lo verdaderamente interesante es probarlo y por eso no hay forma artificial de detener un inminente modelo socioeconómico que se rige por el ‘trying’ en lugar de por ‘buying’.
Cuando hablamos de economía abierta o colaborativa no solo hablamos de ecuaciones y plataformas, estamos describiendo el final de una etapa donde, a partir de ese ‘matching’ entre datos y personas con diferentes activos, se divisa un mundo desequilibrado e ineficiente.
Como todo esto no se puede parar habrá que legislarlo y así lo ralentizamos un poco. Eso es lo que pensó la Unión Europea al divisar la que se le viene encima a todos los poderosos. Siempre fue así lo seguirá siendo. Estos modelos colapsan la economía tranquila y orientada por los de siempre. Cualquier industria que ha visto tambalear su estabilidad ha puesto en marcha sus mecanismos de defensa más artificiales y desesperados que efectivos.
Taxistas con Uber, operadores turísticos con Airbnb o en cualquier otro sector, el asunto no tiene manera de regularse como se regularon las cosas antes. Un bit es un bit y por mucho que quieran los gobernantes seguirá siendo un bit hasta el final del universo conocido. Es decir, lo que es analógico no puede jugar la liga de lo digital porque tarde o temprano perderá y entonces el destrozo aun será mayor.
Pero ahora el sector financiero está acorralado y no se quiere enterar. Cree que tras la quiebra que vivieron ya todo está solucionado. No entendieron nada. Que se lo digan a la prensa, mucha aun sigue pensando que eso de innovar en esta época es poner artículos de pago en sus ediciones digitales. Así les irá.
Los bancos van a tener que conjugar verbos nuevos como compartir. Deberán dejar de decir tonterías como que ‘las sucursales van a ser más amplias y lugares donde los clientes podrán vivir la experiencia de la banca inteligente’. Lo van a tener difícil, distinto, mejor si quieren.
Soy optimista por que al final de todo esto nos queda el espíritu de supervivencia que todos tenemos. Disfrutar del futuro inmediato es cuestión de aceptar los tiempos que vienen, seas un arrendatario de tu tiempo o un director de un banco cotizado. Ya está aquí.
El antídoto digital
Confieso que llamarle antídoto a la tecnología digital es como aceptar que lo que ahora vivimos es una especie de tránsito venenoso al que hemos caído por sorpresa. Nada más lejos de la realidad. Estamos donde nos toca estar por nuestra mala cabeza. Unos le llaman crisis y otros seguimos insistiendo en que es un nuevo modelo que está ajustándose. En esta época unos la visualizan sólo desde la incertidumbre y con preocupación y otros la vemos como una oportunidad para pensar y actuar de una forma nueva y distinta; nuestros hábitos diarios de consumo, ocio y economía cotidiana se van adaptando a nuestro estatus económico. Hay días en que nos privamos de caprichos o otros en los que aparcamos los quebraderos de cabeza para permitirnos un pequeño lujo en honor a la microburguesía low cost, la nueva clase social la que la mayoría de nosotros ya pertenecemos.
Nuestra adaptación al cambio no se rige únicamente por la variable económica. En nuestra sociedad tiene un papel cada vez más relevante la economía digital y la tecnológica. Hablo de ese paso, casi inconsciente, de lo analógico a lo digital que nos ha permitido hiperrelacionarnos adaptando la comunicación y el consumo a los nuevos tiempos.
Desde esta nueva perspectiva, nuestro umbral de precios se va adaptando a los cambios a la fuerza. Ya nos pasó la primera vez que vimos un producto a 999 pesetas y directamente creímos que estaba rebajado porque en lugar de cuatro cifras en el precio había tres, una sola peseta cambió por completo nuestra percepción. Lo mismo, cuando los mensajes SMS valían 30 pesetas más impuestos. Hoy los usuarios de teléfonos inteligentes, con su consumo, han llevado a la empresa desarrolladora de mensajería para teléfonos móviles más usada a nivel mundial a cambiar su política de pago al pretender cobrar 0,89€ al año por un servicio de mensajes ilimitados, sin horarios, sin límites de territorio, pero lo más sorprendente es como el whatsapp ha conseguido cambiar los hábitos de comunicación de los consumidores y ha generado una necesidad de hacerse con un Smartphone, incluso entre los más reacios.
La nueva tecnología digital nos permite vivir conectados como una especie de ciencia ficción, que recibamos esa imagen eléctrica que nos cambia de estado de ánimo o que en cualquier momento podamos comprarnos comparar, decidir y finalmente comprar cualquier cosa sin ir a ningún lugar.
La integración de los cambios depende de cada uno de nosotros, como consumidores o como creadores, como noveles o como expertos, como conocedores de la tecnología necesaria o como descubridores de ella, de esa tecnología que en conjunto puede facilitarnos la tarea de mandar newsletters a todos nuestros clientes, de organizar los eventos que tan complicados nos parecen o de vender desde la red llegando a cualquier persona.
Sigo pensando que la función de los que desarrollamos proyectos tecnológicos es hacerlos cada vez más sencillos, fáciles de usar, potentes y capaces de ser asequibles a cualquiera por muy poca digitalización que le defina. Rapidez, gratuidad y comodidad en distintos momentos, procesos y hábitos de nuestra vida diaria. ¿Te atreves a adaptarte y a adoptar el constante cambio en el que vivimos?
Ideas como antídoto
Tengo mil ideas y muchas no son mías. Tengo mil proyectos y muchos provienen de mi equipo y de la gente que se aproxima para compartir conmigo sus sueños. Hay personas con ideas brillantes. Ideas, ideas e ideas. Ideas que nos deben llevar a pelear contra todo eso despropósito y esa parálisis, a buscar la oportunidad, a buscar valor, a diseñar modelos de negocio inexistentes, a versionar los que tenemos, a darle la vuelta a la caja y dejar que caiga lo ineficiente, a pactar con los socios, trabajadores, amigos, competencia, proveedores, universidades, administraciones, agentes, con quien sea para sobrevivir en este puñetero barrizal en el que se está convirtiendo emprender en España.
Como emprendedor que se juega su patrimonio cada cierto tiempo, llevo en crisis toda la vida. Lo he hecho sin quejarme como otros miles. Emprender es estar en crisis constantemente, pues cuando tienes algo, lo inviertes, cuando por fin un proyecto está maduro, generas otro.
Pero emprender no significa enmudecer. Bajo ningún concepto debemos callar, no aceptemos que nos condicionen las críticas y avisos sobre los responsables de una mala gestión. Para que un emprendedor se calle suelen acusarte de “catastrofista” o de ser “el quinto jinete de la Apocalipsis”. Eso es una trampa, un cepo de mal tertuliano. Justifica y ampara a los que debieron hacer algo y no lo hicieron, permite que la gente siga en la inopia empujados hacia una miserable oferta de recortes en las capacidades de cada uno de sentirse libre de decir lo que piensa. Como emprendedores debemos adoptar una actitud crítica y demoler esa barrera social, anestesiada, que se bebe el cloroformo para desayunar como si fuera un baso de leche caliente y responder con proyectos y con contundencia. Ponerse en marcha es el mejor mecanismo para responder a una estructura de poder diseñada para el silencio social.
Hay cuatro maneras de ver el vaso. Medio lleno si eres optimista, medio vacío si eres pesimista, medio vaso que sobra si eres un tipo racional y medio vaso por llenar si eres un emprendedor. La primera es la manera en como ven el recipiente algunos de los que están apunto de perder su trabajo o pagar más impuestos que nunca. La segunda forma es la de los que la situación les ha vencido ya. La tercera es la modalidad menos arriesgada y suele adoptarse por aquellos que se huelen que lo peor está por llegar. La última es la buena. Lo debemos llenar con agua de cualquier parte, pero el vaso tiene que rebosar de agua.
¿Una revolución o una devolución?
Recuerdo la primera pregunta que me hizo Inma Sanchís durante la entrevista para La Contra de La Vanguardia hace ya un par de años. Me cuestionaba si estábamos en el final de la crisis. Mi respuesta entonces fue que efectivamente, pero que eso no nos llevaba a nada mejor ni peor, simplemente similar. Sigo pensando igual y los hechos no hacen más que ratificar que se entró en una dinámica de parálisis definitiva a pesar del estribillo ridículo y pueril que los ministros sucesivos se esfuerzan en pintar de colores diversos.
Está interesante leer aquella entrevista de nuevo y descubrir que si no actuamos, si no hacemos nada, la oportunidad histórica que tenemos ante nosotros pasará como pasan los trenes de mercancÍas que no paran nunca. Es ahora que en la lectura de cosas antiguas, donde deducíamos lo que pasaría, los comportamientos y la realidad siniestra de una subida de impuestos, una huida de jóvenes y no tan jóvenes, de una sociedad esclerotizada, de una clase media hundida y de una política plomiza e intratable, descubres que no ha pasado casi nada. La reacción es mínima y ahora, incluso, inexistente. Es tanto el pavor a perder lo poco que nos queda que hemos enmudecido.
Creemos que un post, un twit o una cena sin vino nos hace revolucionarios o algo parecido. Las revoluciones se vivieron como crisis en su momento, pero se “revolucionó” tarde o temprano. Los contemporáneos llamamos crisis a este momento histórico que sufrimos pero ya hemos dicho y definido que con toda seguridad estamos en una Revolución. El problema es que hay que empujar, insistir, arriesgar, soñar, luchar, o corremos el riesgo que esta revolución se torne en devolución. Nos van a devolver nuestra apatía con miseria en cápsulas. Una sociedad en encefalograma plano, incapaz de desempolvar sus razones, es una sociedad muerta y sin esperanza. Creo que hemos pasado de las protestas revolucionarias a las revoluciones expresivas. En todo caso, seguimos en fechas de devolución.
El silencio de los corderos, las voces de los corruptos y la estupefacción de los que se marchan mirando de reojo como se queda todo yermo y asqueroso. El miedo es el arma que gastan estos tipos. Tenemos tan poco que pensamos indispensable vivir conservando la nada más absoluta. Nos estamos quedando sin libertad.
Que cada uno haga lo que considere. Yo me monto mi vida a cada instante y como puedo, lo hago montando negocios. Decidí hace años viajar, y viajo. Decidí rodearme de gente que sabe más que yo, y aprendo. Decidí no necesitar mucho, y comparto. Decidí vivir mi vida, y emprendo. Seguramente soy de los que mucho dicen y poco hacen. Tal vez, pero a medida que siento el aliento de esos desgraciados más lejos, más tranquilo me quedo de saber que mi revolución íntima ha dado sus frutos. Te animo a que hagas la tuya. Busca lo que es útil, seguramente está tremendamente cerca y accesible y poco tiene que ver con lo que ahora ves.
Al final de este artículo replico la entrevista de La Vanguardia comentada y el video a continuación es pura metáfora sobre lo innecesario de algunas cosas y lo mucho que se esfuerza el sistema en repetir que lo necesitamos.
LA VANGUARDIA 22 DE FEBRERO DE 2011
“Somos una sociedad anestesiada a base de subsidios”
Estamos al final de la crisis?Sí, pero lo que hay es lo que va a quedar.
No es muy halagüeño.
En el nuevo modelo económico mundial unos países emergen y otros se estabilizan en un lugar más bajo del que estaban; y España, en un lugar extremadamente más bajo.¿Nos subirán más y más los impuestos?
Sí, los irán subiendo progresivamente y en cuatro años la presión fiscal será altísima porque alguien tiene que pagar todo esto.¿La clase media se hunde?
Se estrecha, porque depende en gran medida de que el consumo se mantenga, y el consumo se está reduciendo sin remisión.¿Y emerge una nueva clase?
Sí, la que yo llamo microburguesía low cost: millones de personas que se manejan con apenas 1.000 euros al mes. Una clase social satisfecha por comer en el Pans & Company, viajar con EasyJet y montarse sus propios muebles de Ikea.Es usted cruel.
La sociedad está cloroformizada, es drogodependiente: vive de ayudas, subvenciones, soportes del Estado, servicios que acaban reclamando como derechos fundamentales. Y a la Administración ya le va bien una sociedad anestesiada a base de subsidios y entretenimiento, no sea que salgan a la calle.¿Una clase social formada por la clase media que ha ido cayendo?
Sí, la sociedad se está desequilibrando, hay una clase baja y una alta que se mantiene por la endogamia del consumo entre ellos, pero cuando uno cae, lo hace abajo del todo.¿Sin remisión?
En España el número de familias que tienen a todos sus miembros en paro supera ya el millón y medio; y hay un millón largo de personas (entre 45 y 50 años) que llevan más de un año en paro y que no volverán a encontrar trabajo. No hay una respuesta laboral prevista para ellas ni ningún impulso para que se pongan en marcha por sí mismas. Vivirán de los subsidios y las ayudas.¿No se acabarán?
No, simplemente nos subirán los impuestos, hemos llegado al límite de la deuda externa. En Occidente muy pocos trabajarán mucho para que muchos no trabajen. El Estado providencia ha convertido a la sociedad en un grupo homogéneo que vive a la expectativa, esperando que alguien les solucione sus problemas.... Es sangrante con la Administración.
El Estado es interventor e inconveniente para los ímpetus emprendedores. Las cargas que debe soportar una persona que monta su empresa o se declara autónomo son un peso insignificante en otros países. En el Reino Unido apenas hay cláusulas para iniciar una actividad, a medida que la empresa crece van apareciendo requerimientos.¿Con qué resultados?
Como muchos lo intentan, son más los que lo logran, y con el tiempo el empleo se multiplica. Nuestro país tiene la tasa de paro más alta del mundo civilizado porque aquí no hay manera de montar una empresa con pocos recursos. Si aun así lo logras, los salarios con sobrecoste acaban contigo.También hay ayudas, ¿no?
Sí, que acaban siempre en manos de los grandes grupos financieros e industriales y nunca en las pymes y los autónomos. Es un error histórico de este país gastar demasiado en estimular sectores desde arriba en lugar de dinamizar desde abajo. Además, las ayudas a los emprendedores suelen ser más un discurso que una realidad.Aquí el que innova es el inmigrante.
Sí, sólo un 7% de los españoles decide poner en marcha un negocio, mientras que más del 14% de los inmigrantes lo hacen. Somos uno de los tres países europeos con el nivel más bajo de empresa innovadora de nuevo cuño; y la mitad de los nuevos negocios cierra en menos de un año.La burocracia no ayuda mucho.
Para montar un negocio en España requieres una media de cuarenta y siete días, en EE.UU., tres. Y las teóricas ayudas de la Administración acaban siendo un inconveniente porque ralentizan el proceso.¿Qué podemos hacer?
Reducir impuestos, porque aumentándolos lo único que logramos es que las empresas tengan menos capacidad de inversión; apostar a largo plazo, hay que empezar a pensar de qué vamos a vivir, e impulsar la internalización de las pymes, porque si no es en el exterior no van a crecer.Y nadando en esas aguas coloca usted a la generación perdida.
Sí, gente entre 35 y 45 años que debe una hipoteca a 30-40 años y que está a las puertas del embargo. Toda una generación hipotecada en un patrimonio que no vale lo que cuesta y que los bancos ejecutan como parte del botín.Menudo panorama.
Son la generación de las tarjetas de crédito sofocadas, de yeseros cobrando como ingenieros de la NASA. Gente que pensó que sus negocios no requerían esfuerzo, que tuvieron en sus manos la opción de mejorar su entorno y sólo mejoraron su trono.Puro pelotazo, ¿pero ahora qué?
En el tercer mundo los emprendedores están por todas partes porque es la única opción, aquí la opción es el subsidio. Los poderes políticos y económicos son siempre los mismos, muy poca gente accede ahí y muy pocos caen, y eso se logra cloroformizando a la sociedad; hay que reaccionar.
¿Crisis o revolución?
Yo no soy emprendedor, soy saltador. Tenemos la suerte de estar viviendo un instante en la línea del tiempo que trastocará definitivamente el mundo que conocemos. Considero que lo que seamos en este período no es lo fundamental sino que lo esencial es como lo vivimos y en que participamos. La cosa no está en ser emprendedor, funcionario o asalariado, lo destacable es integrarse en el proceso que define este extraordinario momento de la historia. Todas las revoluciones se vivieron como crisis en el momento que sucedían. Suelen ser llamadas crisis por quienes son contemporáneos a esa franja de la historia y revolución por quienes la sobreviven o estudian años después. Este es nuestro caso pues vivimos revoluciones asociadas y en un cruce extraordinario de tipologías.
Lo de ahora es como un parto, doloroso y crítico, pero que en el tiempo nos mostrará que no era más que una revolución como lo fuera en su día la industrial o la imprenta. En estas cuatro o cinco décadas, mientras muchos conviven con su crisis, otros disfrutamos de nuestra revolución. Para dejar de vivir en crisis y vivir la revolución yo incorporo a mi vida cuatro rasgos: la incertidumbre, la vitalidad, la inestabilidad y la deconstrucción.
Hace años que interpreto mi vida como una constante búsqueda (deseo de innovar) de retos, experiencias y sueños. Siempre lo hago bajo la esperanza de que, si este es un momento excepcional de la historia, que no se me pase la oportunidad de haberlo vivido. Las características de mi circuito son la incertidumbre, la vitalidad, la deconstrucción y la inestabilidad. ¿Los tuyos?
¿Estás haciendo lo que te apasiona?
Me dijeron hace muchos años que eso de montar un negocio era una mala idea. En un par de ocasiones lo comprobé. En otras tantas lo pensé y todavía hoy, a veces, la energía se resiente por tanto esfuerzo y puede jugarte un mal rato. En esos momentos suelo cambiar mi manera de pensar y me refugio en otro lugar. No tiene nada que ver con los beneficios, la facturación o los resultados como empresario. Suelo pensar si hago realmente lo que me apasiona, si lo hago desde la convicción de que es lo que quiero hacer. Es en ese preciso instante que lo siento en lo más exacto y procedo a soñar despierto. Me pregunto si en ese preciso instante, ¿estoy haciendo exactamente lo que me apasiona? La respuesta sigue siendo si. Elegirlo no es fácil, pero tienes la obligación de perseguir aquello que querías ser. Os dejo con el video en inglés “all work and all play” y que os traduzco justo a continuación más abajo. Defiende la teoría de que, si pasamos la vida trabajando, si en el mundo que nos ha tocado vivir ya no proceden las fronteras entre lo laboral y lo personal y si por ello, la mayoría del tiempo sucederá en ese escenario nuevo, deberíamos poder pasarlo disfrutando.
La verdad es que esa generación representa la nueva fuerza del trabajo global y tienen grandes aspiraciones. La mitad de ellos ya posee o planea tener su propio negocio. Debido a su mentalidad digital, fluida y colectiva están afectando la manera en la que vamos a trabajar en el futuro. En realidad mantener las cosas simples era la forma de trabajo de la generación Baby Boomers en los años 60 y 70. Las reglar eran muy claras en esa época. El espacio de trabajo se limitaba a la oficina, las responsabilidades eran individuales y muy específicas y sabías exactamente cuando empezaba y terminaba tu jornada laboral.
En aquella época las instituciones representaban la estabilidad. Tenía sentido ser un buen empleado de la compañía y responder bien a las rígidas estructuras lineares y jerárquicas. Sin embargo una vez que elegías una carrera era algo que te acompañaría el resto de tu vida. Los más viejos enseñaban siempre a los más jóvenes, pues era la experiencia dentro de una empresa lo que determinaba tu conocimiento en teoría. Tener un empleo garantizaba un estatus social y era un primer paso para el matrimonio y los hijos. El trabajo no se mezclaba con la vida personal y el trabajo no se llevaba a casa. No obstante los ‘baby boomers’ trabajaban mucho por disciplina y sentido del deber. Eran sacrificios diarios para garantizar los mínimos de la familia. Todo el mundo esperaba la gran recompensa.
Mientras tanto la generación “X” redefinía la relación entre trabajo y recompensa. Gente segura, extrovertida y competitiva buscando crecimientos rápidos. Buscaban siempre mejores propuestas y una idea rentable los colocaba en un lugar de liderazgo. Aparece la meritocracia que no tiene demasiado que ver con la experiencia. Para ello se apoyan en todo tipo de titulaciones y másters para diferenciarse de sus competidores. En esa lógica individualista un buen armario y una tarjeta personal ayudaba a expandir contactos. Estar en el lugar y en la hora correcta era el plan de trabajo muchas veces. A partir de ahí empezaron a surgir los adictos al trabajo y se mezcló con la vida personal. Ser adicto al trabajo era sexy y el vencedor era el primero en llegar a la mesa de Director. Se pasaba de la carrera rápida por ascender a disfrutar de los premios.
Ahora todo es distinto. Parece ser más importante disfrutar del camino que llegar al destino final. Irónicamente, los “milennials”, jóvenes impredecibles, son los que traducen perfectamente esa nueva visión. En una era donde el placer determina la dimensión de los logros profesionales, ellos saben como nadie reconocer oportunidades que conectan pasión y trabajo. La economía creativa, nuevas profesiones, el boom de una actitud emprendedora y la nueva fuerza colectiva están decorando un inédito escenario. Ya no impresiona que los “millennials” sean impacientes pues la velocidad en como se conectan a la vida y al mundo les permite vivir a otro ritmo. Proyectos que solamente marcan la diferencia a largo plazo no les interesa, no les esitmulan, y necesitan constante “feedback” para sentir que sus esfuerzos están siendo reconocidos.
La pirámide tradicional de las compañías no les sirve a estos jóvenes ansiosos. Se entusiasman trabajando con otras generaciones pero desde una base de igualdad y respeto. Es una cuestión de intercambiar conocimientos, no importa la edad porque para esta nueva generación la fortaleza está en querer descubrir las cosas por ellos mismos. De aquí nace el “enpowerment“. Es natural para ellos diversificar los canales de información y buscar fuentes alternativas de información. Al final, comprometidos con lo profesional es algo más que una norma, es algo que emerge de las experiencias y el “enagadgement” que tienen con su entorno.
Vivimos tiempos en los que además de tener un empleo, es importante tener un propósito y que sea factible llevarlo adelante de distintas formas al unísono. Movilidad, espacios de trabajo compartidos, teletrabajo, la oficina en casa y la dirección de tus propios horarios logran que el trabajo esté en todo momento presente, en cualquier momento, en todos los lugares. Por ese motivo personas con distintos estilos de vida tienen ahora más libertad para desarrollar su talento. Gente introvertida ha logrado convertir una idea en una empresa multimillonaria.
Hoy en dia puedes quedarte en pijama mientras tus perfiles en las redes sociales sigan bien cuidados. Flexibilidad es el camino a seguir. Los millennials se siente fascinados por los proyectos en constante progreso y cuando perciben que logran adquirir nuevas habilidades. Se entusiasman por un mundo abierto y en beta constante donde probar e intervenir en algo inacabado para poder así crear algo nuevo. Los millennials necesitan sentirse autónomos pero colaborando para crear colectivamente. Son capaces de cambiar de dirección con rapidez para vivir mejor el presente sin la ilusión de que el futuro esté bajo control. Esto es por una sola razón: quienes se adaptan mejor, pueden evolucionar con los cambios.
Pero, ¿Estás haciendo lo que te apasiona en este preciso momento? Tu vida tiene prisa y el despertador está sonando. Descubre tu propósito en esta vida y conviértelo en tu realidad. Si amas tu trabajo te activarás pues es la única manera de vivir una vida plena todos los días.
Soy digital y me siento bien
Soy digital y me siento bien, por lo menos más vivo. Soy amante de la tecnología porque me ha hecho más humano y porque gracias a ella, mi epidermis se estremece con todo cuanto ve y siente. Como hoy. Un día en el que te despiertas a golpes de metralla y piensas que los sueños de tanta gente siguen desparramados por el suelo de una avenida de Boston. Es el mismo día que todo demuestra la mutación de nuestro entorno y de cómo llegamos a saber de él. Llegamos a la información de un hecho tan despreciable de otra manera. Antes de que muchos medios supieran que estaba sucediendo, en la red y de la mano de una aplicación que subía videos de 5 segundos de manera automática desde un móvil ya lo habíamos podido deducir. (El vídeo que enlazo es anterior a los atentados, quien quiera ver el resto de desagradables imágenes las puede localizar fácilmente).
Las cosas pasan por que deben pasar, pero también empiezan a pasar irremediablemente. No vivimos una época de cambios, vivimos un cambio de época. Estamos en medio de una erupción gigantesca que lo cambiará todo. Vivimos en un mundo líquido, complejo y al que o te adaptas e innovas o te devora. La globalización avanza sin descanso y permite que los más flexibles y rápidos se acomoden antes a sus beneficios. El poder económico se está moviendo de manera radical a Asia fundamentalmente diseminándose el conocimiento por lugares no previstos.
A medida que avanza este escenario complejo una nueva clase media aparece en ese entorno. En apenas quince años una sexta parte de la población mundial, más de mil millones de personas, serán miembros de esa clase media acomodada y consumista al extremo. Para satisfacerlos nacerán industrias nuevas y segmentadas. En ese escenario ilógico las grandes compañías se concentrarán y se despedazarán las unas a las otras hasta llegar a la atomización absoluta. Sin embargo aparecerán nuevas industrias, nuevos modelos de negocio desconocidos a fecha de hoy, y surgirá una nueva percepción de la realidad.
Hoy en día consideramos que estamos en la más absoluta ruina o en “crisis” cuando perdemos algunos elementos vitales que consideramos imprescindibles. Si comparamos ese listado con el que mantenían como necesario en apenas unas cuatro o cinco décadas se nos caería la cara de vergüenza. Ni siquiera compararé con un siglo o más. En este tiempo aumenta la desconfianza en las instituciones que representan lo viejo y lo estático. La falta de transparencia repercutirá en la necesidad de cambiarlas, de rebuscar en el exterior de ellas para renovar su esencia. Seguramente el cambio no ha hecho aun ni acto de presencia pero en los próximos años viviremos cosas que hasta hace apenas una década eran impensables absolutamente.
En ese mundo inminente cada vez se precisa un personal más especializado y con un conocimiento y habilidades de mayor firmeza. A medida que los años avancen ese bien será el más escaso. En un mundo robotizado el ser humano será imprescindible. Pero lo será en áreas de conocimiento. En ese campo también se producirán grandes cambios. En el mundo denominado subdesarrollado hay ya el doble de universitarios que en el primer mundo y esa proporción va en aumento.
En apenas quince años, también, la expectativa de vida en muchos países rozará el siglo. Evidentemente la población envejece y precisa de nuevos recursos, modelos fiscales, conciencia vital y generosidad. Nuevos “targets” comerciales aparecerán y con un modelo de consumo muy concreto y adaptable. La tercera edad se dedicará a interpretar el momento y a digerirlo. La tecnología en la mano de los abuelos es algo ya visible. La cuarta y quinta edad harán acto de presencia y nos mostrará que jubilarse es algo voluntario y casi un lujo. No parece sostenible una sociedad con personas que empezaron a trabajar (decentemente) a los 34 (media sur de Europa), se jubilaron a los 62 (media europea) y murieron a los 98.
La tecnología modificará la manera de hacer las cosas. Todos estamos interconectados en todo momento y lugar, las redes son el oxígeno y el aire y es a partir de todas las interacciones en las redes que lo rutinario se automatiza. Parece evidente que la tecnología y lo digital cuando está al alcance de todos mejora la vida pero amenaza los recursos. Por eso vivimos una época donde crece la conciencia y la responsabilidad sobre nuestro entorno, sobre este planeta mal herido.
Tenía ganas de escribir algo así, un resumen desordenado y sin pretensiones. Simplemente quería relatar que en un día triste como hoy el hecho evidente de que la hipersociedad quiere ya otras cosas. La falta de trabajo, de expectativas o de futuro en muchos casos no puede tumbar las necesidades vitales como especie. Una cosa es quedarse sin trabajo y otra es quedarse sin propósito. Que no le pase a nadie y que si no tiene empleo no se sienta parado, que si no encuentra trabajo y no está en condiciones de emprender o inventárselo pues los cantos de sirena de muchos le ensordecen, que se lance a la lucha íntima y revolucionaria para cambiar la vida, la de todos, no sólo la suya. En ese activismo personal, digital y emocionante se conectará colaborativamente. Le llaman cerebro global, inteligencia colectiva, sociedad expandida o mil cosas más que en realidad solo quieren decir “transparente”.
Si no ves esa luz, haz otras cosas. La ética no precisa de ayudas públicas ni de planes de negocio. Hay quien me pregunta en ocasiones, y de ello escribiré en breve, cómo pude salir de dos fracasos emprendedores y de que calibre fueron. Puedo decir que el primero con apenas 24 años fue devastador y me dejó con una deuda olímpica tras la Barcelona’92. Miré hacia fuera en lugar de hacia dentro. Pagué mis deudas y retomé la energía. Puedo decir que la palabra “arruinarse” se pronuncia en apenas 2 segundos pero se sufre durante por lo menos 4 años. Sin casi ayuda familiar (mi familia sufrió igual destino) tuve que enfocar hacia lo que “venía” y en como sería el mundo inmediato en el que yo, seguro, tenía algo que ofrecer.
La segunda fue aun más dura en lo emocional pero menos en lo económico y la verdad, salvo en el valor que cada uno le de a la amistad y a los socios, no hay mucho más interesante que contar. Sólo puedo decir que correr me dio vida y volví a estar bien conmigo mismo. Sentirse bien física y emocionalmente ayuda a entender, a cada kilómetro, el mundo de cambios que se nos viene encima.
Creatividad y revolución
Cuesta andar por Europa sin tropezarse con una protesta, manifestación o queja social. No me extraña. De todos modos, prepárense o sublévense pues esto no ha hecho más que comenzar. A uno le entra vergüenza ajena escuchando ministros, consejeros o derivados de cobre asegurando que (de nuevo) hemos tocado fondo y que (eso si) viene un período de estancamiento. Como modelo económico seguiremos en caída libre. Ni tan siquiera sirve eso de “moderándose el descenso”. No, lo que viene es sencillamente otra fase de ajuste a esa nueva sociedad, a ese nuevo modelo económico y todo un nuevo escenario global al que, o te adaptas o te apartas. Los grandes cambios en la historia de la especie humana fueron similares. Un montón de inútiles rigiendo, ordenado y procurando sus meriendas, mientras miles o millones de indivíduos sufrían la mutación en su epidermis. Sin embargo tengo buenas noticias: al final ganan los buenos y el tiempo, visto desde lejos, explica claramente cual era realmente la situación. Ahora la situación es una revolución inédita que atiende a un cambio histórico en la distribución del trabajo y en la transmisión del conocimiento, todo justo cuando esos dos elementos se reproducen exponencialmente en las redes digitales y sociales.
El primer pago que hace una sociedad ante un proceso como ese es que se deteriora el cociente de creatividad. El verdadero emprendedor lo que busca es el cambio sustancial de los resortes de la economía en los que se va a mover. Esto suele ser típico de sociedades en las que el volumen de emprendedores lo son en su mayoría por necesidad y no por oportunidad. Esto no deja de ser una apreciación, pero observando como gestionan su “empresa” muchos de esos “emprendedores” se te quitan las ganas de escribir libros sobre la bondad de “emprender”. He visto centenares de empleados mucho más emprendedores que sus jefes.
España va tercera. Tercera por la cola en una curiosa clasificación publicada en el Eurobarómetro seguimos tras los belgas y lituanos. Los españoles son los ciudadanos europeos con mayor porcentaje de población que no se ha planteado en la vida iniciar un negocio por su propia cuenta. Ese es el problema, Europa en general pero España en especial, somos una sociedad que monta sus empresas mayoritariamente porque no tiene más remedio, ya me dirán que nivel de innovación puede esperar de su ejército de emprendedores.
Revolución íntima
Si tienes opción pon música. Te recomiendo algo suave, casi imperceptible que te permita reflexionar mientras lees. Un piano tal vez. Este post precisa de que lo leas con un poco de distancia, la que te otorgará un conjunto de notas preciosas y que servirán como gasa entre lo cierto, lo exacto y lo que percibo y siento. No estoy seguro pero estos conceptos me arañaron sin piedad hace unos días. Hace tiempo hablo de que el mundo vive una revolución histórica y así lo sigo pensando, sin embargo he ido notando que parte de mi discurso sobre que el punto de inflexión fue la erupción de un volcán en 2008, podría ser un error o estar incompleta. Tal vez no estamos ante ese punto exacto de la historia. Empiezo a pensar que estamos ante algo más complejo.
El pasado viernes volando por la zona andina el Boeing que nos llevaba a destino, pasó por encima de varios volcanes activos de alguna u otra manera. Lo cierto es que muchos aun restaban dormidos. Mientras mis ojos escudriñaban los que exhalaban humo y los que no me vino a la cabeza mi vieja teoría del volcán y la lava depositándose conformando una nueva ladera y su relación metafórica con la sociedad y los cambios que estamos viviendo estos tiempos. Pensé que tal vez me equivoqué al describir ese momento histórico y en reducirlo a una sola explosión. Tengo la impresión, viendo como todo se complica cada vez más, sintiendo como los responsables de estimular la mutación no se mueven y apreciando como los protagonistas de despertarse en ese instante no reaccionan, pienso que posiblemente ese vómito de fuego no fue el único y último sino el primero de un conjunto que se irán produciendo. Está por ver si ese enorme cambio sistémico que vamos a vivir se generará con erupciones similares, más leves o mucho más dolorosas. Me temo que debemos conectarnos todos y mucho para no desfallecer en perseguir nuestros sueños colectivamente y en una revolución íntima que se traslade a cada uno de nuestros semejantes. Deberíamos ser capaces de detectar nuestras opciones, sueños y acciones pendientes como indivíduos y sumar como colectivo. Tenemos pendiente una gran revolución económica que se producirá de manera inércica, una social que vendrá atada al curso de los tiempos y una íntima que tendrá que producirse en el interior de cada uno de nosotros.
Hace muchos años me explicaron la historia de un niño que fue al circo con su padre y quedó fascinado con la actuación de un enorme elefante de fuerza descomunal. Al terminar la función, el pequeño vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, le sorprendió constatar que si bien la cadena era gruesa, la estaca era un minúsculo pedazo de madera. –Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?–, le preguntó. Y su padre le dijo: –Porque está amaestrado–. –Si está amaestrado–, insistió, –¿por qué lo encadenan?–. El padre no supo qué decirle. Antes de marcharse a casa, un anciano que había escuchado la conversación le reveló la respuesta que andaba buscando. –El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Posiblemente, al principio tratara de soltarse, empujando con todas sus fuerzas. Pero siendo un pequeño elefante, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Por eso ahora, siendo un elefante poderoso, sigue siendo preso de sus cadenas. Está convencido de que no puede liberarse de ellas. Lo que no sabe es que le bastaría con decir no…
Lo que no sabemos seguramente es que bastaría con decir no a muchas cosas, o tal vez, bastará con abrazar esos cambios con todas nuestras fuerzas y la cuerda se desatará sola.
La revolución del conocimiento
En una ocasión un senador romano propuso que los esclavos llevaran brazaletes blancos, porque según él, éstos se habían hecho tan ubicuos que ya no había manera de distinguirlos de la ciudadanía. Su idea fue rechazada por el Senado, con la razón de que “si los esclavos supieran cuán elevado es su número podrían acabar con nosotros“. Quienes nos gobiernan piensan parecido. Creen que si los ciudadanos supieran cuan elevado es el número de individuos interconectados en red, y sobretodo la capacitación de esos enlaces, seguramente su estatus peligraría.
Durante estos tres años se han producido en el conjunto del mundo más cambios que en el conjunto de los últimos dos siglos. La centenaria banca de inversión desapareció y los sistemas reguladores están todavía bajo revisión. Fue necesaria una masiva inyección de dinero público para salvar el sistema en el momento que la economía tradicional y sus modelos se pusieron en entredicho. Es por eso que, si analizamos con exactitud que representa todo ello, nos daremos cuenta que estamos sufriendo un cambio de paradigma, una regeneración estructurada a partir del conocimiento y el valor del talento global.
Sigo intentando situar el escenario, hablar de un ecosistema que se resiste a morir pero que se regenera poco a poco hasta el punto que pronto parecerá otro. Es imprescindible escribir de modelos de creación, de territorios de conquista y de que podemos hacer para padecer lo mínimo posible. Me apetece explicar la forma poliédrica de ese nuevo sistema que se agarrará con fuerza a conceptos como la inteligencia distribuida, a los prejuicios dospuntoceristas, a la gestión moderna y a la gestión del futuro.
Es preciso que hablemos de los cubículos del conocimiento, del talento global, de pensar diferente, de pensar compartiendo, de conectar cerebros, de cuenta de resultados como deceso de las ideas, del efecto contagio de la colaboración, de la garantía de la exclusividad como valor del compartir, del caudal de pensar conjuntamente y no tanto en equipo, de cambios inevitables, de gestión del conocimiento en las organizaciones del futuro, de modelos y razones de las comunidades virtuales, de alianzas de éxito como valor democrático de las empresas más débiles, de sociedades dinámicas, de las ventajas de esta crisis, de los negocios transparentes y de la recesión permeable.
En eso me pongo ahora mismo, los que entiendan que esos conceptos son los vértices de un polígono repleto de ventajas, tendrán muchas más herramientas para decidir. Cuantos más seamos más sentido tendrá llevar ese brazalete, esa pulsera de la verdad, del conocimiento, del pensar por nosotros mismos. Es momento de razonar, de emprender, de construirnos de manera individual a partir del conocimiento y no tanto del discurso oficial, para entre todos ir estimulando nuestro entorno en modelos económicos nuevos.
Estamos a las puertas de una revolución como ya lo estuvieron otros antepasados, sólo que esta vez es digital, orgánica, distribuida y global. Hace algún tiempo, al confluir diversos factores se reprodujeron sistemáticamente otros grandes cambios. La revolución industrial y tecnológica fueron grandes elementos de cambio, y convivieron con una crisis sistémica que adelantaba una mutación real y evidente en todos los estadios de la economía. La manera de traducir aquellos cambios siempre condujo a mejores escenarios pero también con una fractura notable del propio sistema. El modelo financiero actual que se sustenta en un crecimiento del valor del dinero por encima del coste real del capital, ha provocado un desajuste insalvable a estas alturas, pero considero que más que una causa, no deja de ser una consecuncia de algo mucho más transversal y que la tecnología de la información ha acelerado.
Hace ocho décadas vivimos el crack del 29, hace 15 la crisis de la década de los 90 y hace cinco la primera terquedad del sistema expansivo basado en las punto com. Hoy vivimos un modelo crítico que parece disponer de las caracterísiticas de las tres. Esa encrucijada de modelos en crisis nos habla de una crisis mucho más compleja. Un final de fiesta que no debe ser visto como algo negativo. Es una gran oportunidad para atender con ímpetu y valentía esa nueva revolución, una nueva etapa que me gusta definir como la revolución del conocimiento.
La revolución del conocimiento surgirá del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorías de ideas, de pensamientos, de dudas, de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo. La especulación no es mala por definición pero si por derivación. Especular es algo intrínseco al hombre pero cuando lo que genera es desvalorar otros elementos de las cosas entonces es nocivo. La especulación es esencial cuando valora expectativas, cuando anima, cuando genera riqueza de pensamiento.
Ahora que el dinero es un bien natural y no un elemento práctico para la compra, el valor ya no se da por el interés de las cosas si no por la producción de las mismas. El sentido del patrimonio ha cambiado y con ello el paradigma económico también cambiará. Esta crisis es la mayor de las oportunidades que hemos tenido en los últimos dos siglos para establecer nuevos modelos de negocio, nuevos sistemas de relación financiera, nuevos vínculos entre empresa y gobierno, nuevas estrategias mucho más justas y, en definitiva, una nueva generación de ideas que fuercen los cambios imprescindibles que este mundo precisa.
En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.
No es momento de subsidios sino de purgas, no es momento de alargar agonías sino de amputar aquello que está podrido. El sistema es demasiado duro y robusto como para permitir un parto sin dolor, pero el sistema no es inmune. El momento está cerca y me ilusiona enormemente que así sea. Deseo un mundo mejor para mi hijo, mejor que este. La oportunidad está a diez metros de nuestra propia existencia, algunos amigos que aquí se dan cita ya han empezado a caminar hacia ella, otros lo harán pronto, al final todos.
¡Felices vacaciones a todos!