La clave futura será la ciudad digital. Barcelona entre las 'Smart cities' más avanzadas.
La revolución industrial en la que estamos sumergidos es vista por unos como una amenaza en todos los sentidos económicos y sociales, por otros como una gran oportunidad de crear un mundo más humano y, la mayoría, ni la tienen en cuenta. A este tercer grupo pertenecen cuantos este pasado fin de semana se entretuvieron en sus respectivos congresos. Está claro que los que aun quedan por ‘congresear’ no van a diferenciarse demasiado. Al fin y al cabo un festival de estos sólo son para mostrar músculo o para muscular.
La revolución industrial en la que estamos sumergidos es vista por unos como una amenaza en todos los sentidos económicos y sociales, por otros como una gran oportunidad de crear un mundo más humano y, la mayoría, ni la tienen en cuenta. A este tercer grupo pertenecen cuantos este pasado fin de semana se entretuvieron en sus respectivos congresos. Está claro que los que aun quedan por ‘congresear’ no van a diferenciarse demasiado. Al fin y al cabo un festival de estos sólo son para mostrar músculo o para muscular.
Sin embargo la historia no se detiene. La cuarta (revolución), la nueva o la última, llámenla como quieran (el nominativo definitivo lo pondrán nuestros nietos) es algo que en algunos lugares se está teniendo en cuenta y en otros se está dejando pasar. En España no hay mucho de lo que sentirse orgulloso o tranquilo. Mientras se discute sobre quien o como van a repartirse sus cosas, la sociedad asiste a la mutación más intensa que ha vivido jamás el sistema laboral.
No hablo de salarios precarios. Tampoco de contratos temporales. Ni siquiera de empleo de escaso valor añadido. Eso ya lo sabemos, se dice y se digiere. Estoy señalando el mayor reto socioeconómico al que en menos de dos legislaturas estos tipos van a tener que enfrentarse. Una sociedad sin empleo. Mejor dicho, un empleo muy distinto. La velocidad de cambio está creciendo exponencialmente y no se dan por enterados. No trataron nada de eso, no lo tienen en cuenta, no lo ven previsible ni inmediato y ahí radica el drama.
No obstante, en cierta manera, da igual. Una vez asumido que los pilotos que tenemos, o que podemos tener, no van a trazar una ruta directa hacia la conquista de una economía de futuro e impulsar a tiempo el cambio de modelo de crecimiento de este país, nos queda hacerlo desde la empresa o desde un lugar que será el detonante de todos esos avances. Estoy hablando de las ciudades.
El epicentro de los cambios que vamos a vivir será el modelo ciudad. Un espacio que, en cuestión de muy poco, significará un modo de vida muy distinto entre los que vivan en ciudades inteligentes y los que no. La política que adopten las ciudades en el futuro inmediato las posicionará globalmente, les concederá las ventajas económicas y competitivas necesarias y les facilitará la vida a las personas que podrán ver como las cadenas de valor entre impuestos y servicios se reducen y se hacen eficientes. Es la ley digital universal puesta al servicio de los ciudadanos.
Tiene sentido, las ciudades son el futuro en innumerables aspectos pues acudimos a ellas en masa siendo redes socializadas que permiten la interacción de los exponentes de esa modernidad que comentamos cada día. Internet de las Cosas en ciudades inteligentes, socialización y economía compartida, impresión dimensional que precisa de puntos de recogida, automóviles automatizados o gestión de datos masiva de cuanto hacemos sus habitantes. No es Asimov, es algo que ya funciona y avanza sin hacer ruido.
Un plan es imprescindible. En él debe aparecer como vamos a trabajar en el futuro inmediato, ese lugar donde el empleo no será lo que es ahora. En una década tener algo que hacer en una ‘smart city significará la garantía económica para sus habitantes. Esto no va de crear empleo, va de crear futuro. Todavía estamos en las primeras etapas de los desarrollos inteligentes de las ciudades, pero en este 2017 se van a producir grandes anuncios. Entre 2014 y 2016, el mercado mundial de tecnologías para Smart cities aumentó en 3.300 millones de dólares, pasando de 8.800 millones de dólares a 12.100 millones de dólares. Se calcula que entre el 90 y 95 por ciento de la población americana y europea vivirá en áreas urbanas para 2050. Hoy en día, el 82,3 por ciento de la población en los Estados Unidos ya vive en áreas urbanas.
A medida que más ciudades del mundo se congestionan, los gobiernos deberían prepararse para estimular iniciativas en línea con el concepto Smart city. Algo que va más allá de tener una aplicación que te dice a que hora llega tu autobús. Estas iniciativas deben beneficiarse de utilizar tecnologías de proximidad que permitan superar los desafíos de movilidad que presenta la creciente población para garantizar la seguridad pública, optimizar el flujo de tráfico, crear mejores experiencias de turismo, eliminación absoluta de barreras y oportunidades de monetización de datos. Según el informe Unacast’s latest Proximity.Directory Report (Formerly Proxbook) las ciudades del mundo con un mejor desempeño en este sentido son Oslo, San Francisco, Londres, Singapore, New York y Barcelona. Si, Barcelona.
Singapur desplegó hace un par de años una ingente cantidad de sensores y cámaras para analizar la congestión del tráfico y la densidad de la gente, permitiendo que se redimensione todo el sistema de transporte público logrando un éxito notable. De hecho, ahora, también son capaces de predecir cómo los edificios nuevos van a afectar los patrones de viento o de las señales de comunicación.
Barcelona instaló una red de sensores de tierra para regular el riego en relación con las previsiones de precipitaciones y temperatura. Los sensores ajustan el sistema de rociadores y las fuentes de la ciudad para la eficiencia, llevando a un aumento en la conservación del agua en un 25 por ciento ahorrando a la ciudad medio millón de euros al año.
La ciudad de Nueva York ha comenzado a implementar un servicio de banda ancha de alta velocidad para toda la ciudad que se completará en 2025. Dentro de esta área, los funcionarios podrán monitorear los datos sobre la calidad del aire, el tráfico y el consumo de energía.
Londres utiliza la tecnología para ayudar a combatir la congestión y simplificar el aparcamiento. Las autoridades gubernamentales han abierto datos a empresas y proyectos para aprovechar esos datos en la construcción de sus productos.
San Francisco ha implementado un sistema de estacionamiento inteligente para monitorear la ocupación y puede usar estos datos para un sistema de estacionamiento dinámico que ajusta el costo del estacionamiento dependiendo de si los puntos están ocupados o no. Bienvenidos al mundo de los sensores.
¿Los saben nuestros gobernantes, opositores y derivados?
Adictik o como cambiar el punto de vista publicitario.
Primero llegaron las cámaras digitales. Facilitaban fotografiar y ver sus efectos inmediatamente. Luego los teléfonos móviles que retrataban desastrosamente cualquier cosa y, no sin complicaciones, podías descargártelo en tu equipo de sobremesa. Era una maravilla, ¡un teléfono que fotografiaba! Más tarde los teléfonos pasaron a ser otra cosa y les pusimos el adjetivo de ‘inteligentes’.
Primero llegaron las cámaras digitales. Facilitaban fotografiar y ver sus efectos inmediatamente. Luego los teléfonos móviles que retrataban desastrosamente cualquier cosa y, no sin complicaciones, podías descargártelo en tu equipo de sobremesa. Era una maravilla, ¡un teléfono que fotografiaba! Más tarde los teléfonos pasaron a ser otra cosa y les pusimos el adjetivo de ‘inteligentes’. A la vez las redes sociales se instalaban en nuestras vidas. Habíamos pasado de una Internet unidireccional a otra socializada. La fotografía estaba lista para mutar.
De fotografiar pasamos a distribuir momentos. La mayoría de los 22 millones de fotos que se suben a la red en una hora en el mundo ya no son para la colección del autor, lo son para distribuir sensaciones, vivencias y compartir experiencias con la comunidad. En ese preciso instante en el que una fotografía pasa a ser un hecho social que supera su propia definición, la publicidad se quedó descolocada. Y sigue descolocada. Que las marcas andan algo perdidas desde que se impuso la llamada ‘conversación’ en la red es más que evidente. Muchos son los ejemplos de cómo en lugar de involucrarse han pasado a hacer un uso modernizado pero con un fondo muy tradicional. Han pasado de decir sin escuchar a escuchar y decir. Son excepciones las que han entendido que la ‘marca’ la forman sus clientes incluso por encima de su propia identidad.
De momento, los equipos de comunicación que se han lanzado a la conquista de las redes sociales no han hecho más que gestionar de un modo similar a como lo hacían en la red antes de su aparición. Ponen anuncios en mil lugares y se basan en la ingeniería inversa para detectar dónde y cómo pueden incrementar su penetración. Da resultados, pero no será suficiente en breve, fidelizar es otra cosa. De hecho, cuando deciden ‘adentrarse’ en la relación directa con sus clientes en busca de ‘fans’ de su marca no hacen mucho más que regalar productos a supuestos influencers a fin de que se hagan fotos con dichos productos. Inundan la red de contenido comprado de un modo u otro y que no es más que una réplica a contratar un famoso que muestre lo encantado que está con tu marca.
Sale más barato y cada vez más es menos eficiente. De hecho, muchas marcas están reflexionando sobre esto y se han lanzado a experimentar por otros medios. En ese punto están. Las conclusiones de algunas de ellas empiezan a ser más que clarificadoras. En un escenario donde el big-data y la gestión de datos automatizados no hace más que requerir información para analizarse, trazabilidad de usos de sus logos y de cómo se comporta todo ello, apareció una aplicación española que va a conquistar un espacio vacío hasta la fecha.
Adictik es una aplicación gratuita, de momento para iOS y en breve para Android, que viene a responder a una demanda de gente joven, y no tan joven, de sentirse parte integral de lo que representa y supone el consumo de sus marcas preferidas. De la mano de dos emprendedores, Laura Santolaria y Kilian Sevilla, expertos en eso de marcas y marketing digital aparece la que está llamada a ser una de las sensaciones del año. En apenas una semana han alcanzado miles de descargas y el crecimiento no hace más que crecer exponencialmente.
Un nuevo paradigma llegó para quedarse en el concepto publicitario digital. Cada vez cuenta menos lo que te dice la marca y más lo que la gente está dispuesta a decir o hacer por ella. Adictik juega con el concepto en si y le da la vuelta basándose en un hecho que otras aplicaciones de éxito habían olvidado, poner tu marca a cada instante que distribuyes. Los creadores de Adictik la definen como una especie de Instagram de las marcas. De hecho combina bien. Te haces una foto y pones una marca que ‘defina’ el momento y la vinculas a tu cuenta de Instagram automáticamente. No hay fricción. De ahí al resto de redes.
Cuando me presentaron este proyecto hace más de un año le vi sentido aunque en mi caso no detecté que pudiera convertirme en ‘adictik’. Parecía una aplicación destinada a gente joven, amante de sus marcas, habituados a Instagram, Snapchat u otras, que mayoritariamente están plagados de Milenials. Pero reconozco que no ha sido así. Es divertida y cuando llevas un rato usándola ves ‘anuncios’ por todas partes. Cualquier foto es susceptible de tener un logo que la defina mejor. Es curioso pero es así. Debemos estar sujetos a una especie de ley sociológica que nos vincula cerebralmente momentos y marcas sin saberlo.
Adictik permite subir fotos y añadir el logotipo o claim de miles de marcas y luego compartirlo y justo ahí entra lo que para mi realmente tiene valor más allá del juego y anécdota del uso en si. Es una demostración de que los usuarios, los individuos, tenemos el poder de las marcas, una oportunidad de convertirse en protagonistas de ellas. Ya hay acuerdos con varias de las más importantes para que valoren y atiendan a los usuarios que se fotografían con el logo de éstas. De hecho a medida que el resto de amigos votan (con un gesto llamado Shaka!) cualquier usuario ‘anónimo’ puede convertirse en el favorito con respecto a esa marca. Es el ránking de cada marca que serán premiados por las mismas. Es como darle la vuelta al tema.
Particularmente destacar que Adictik fue acelerada en la primera edición de Conector y que actualmente ya está preparando su salto internacional al ser un desarrollo claramente anglosajón. Tengo la suerte de haber podido invertir y participar desde su origen en la definición del proyecto junto a Marc Ros y Risto Mejide, expertos en marcas y publicidad.
Os invito a probarla. Es sencilla como lo fueron otras Apps de éxito. Todavía está en fase de ajustes y mejoras y por eso pueden todavía fallar alguna cosas. De hecho los emprendedores agradecen todos los comentarios en su perfil de Facebook. Los que en Dublín o San Francisco ya la han visto la definen como una de las Apps a tener en cuenta. Os va a gustar.
Airbnb superando barreras legales en San Francisco
Publica hoy Techcrunch que después de seis años de operar en San Francisco, Airbnb finalmente pasará a ser una empresa con un producto totalmente legal en el lugar que lo vio nacer. Esto trastoca muchos mensajes en contra del modelo y de la viabilidad de esta disruptiva empresa que está revolucionando el sector hotelero del mundo.
Durante dos años la ciudad de San Francisco ha discutido este tema hasta llegar a la pieza argumental de ayer. La escasez de vivienda parece estar detrás de la evolución del tema, lo que, por otra parte, también podría estar dando las pistas de un mundo inminente en cuanto al formato inmobiliario que Airbnb plante de manera derivada.
La limitación de un alquiler ‘no organizado’ de hasta noventa días en un año intenta defender los intereses precisamente del sector de la vivienda y sus afectaciones en un mercado saturado de demandantes y escasez de oferta. Además los ‘anfitriones’ deberán inscribirse pagando una cuota de cincuenta dólares al Departamento de Planificación y comprometerse a pagar impuestos de tipo hotelero.
Tengo la impresión que poco a poco, cada una de las barreras que suponen un freno hacia algo irremediable, irán cayendo. Unas por su propio peso, otras por la vista inteligente de mandatarios que observarán el transcurso inevitable de la economía digital y distribuida y otras por los nuevos intereses económicos a los que se irán incorporando modelos y agentes más tradicionales e, inicialmente, reacios a dichos cambios.
Ya pasó con la música, pasará con los libros, pasó con los viajes y pasará con miles de millones de empleos, todo cambiará y lo hará rápido. Los intermediarios, la cadena de valor entre cliente-usuario y producto cada vez es menos curva, menos compleja y utiliza la tecnología para simplificarlo todo, hasta el punto que los intocables pueden estar también en fase de extinción.
Airbnb no deja de ser un exponente más, como tantos, de que los intermediarios, en todo, desaparecerán y lo harán rapidito. Ser el de en medio no tiene futuro. O eres cliente o eres productor. Lo único que se necesita ahora es un canal que los vincule y este ya no precisa de una cadena de sucesos, de procesos encadenados que encarecen. Ahora solo es preciso tecnologia. Uno de los proyectos en los que acabamos de consignar nuestra entrada societaria y que en breve comunicaremos, responde precisamente a este modelo social en una franja demográfica con un enorme potencial.
Recordemos que, en estos momentos, Airbnb vale 10.000 millones, Hyatt Hotels 8.000, y Wyndham 9.400. Escribí que si yo fuera taxista me daría de alta en Uber, ahora pienso que si tuviera un hotel encantador y pequeño mutaría el negocio a Airbnb. Si tuviera una idea de negocio nueva, la galvanizaría en una plataforma social capaz de integrar toda la filosofía de este tipo de modelos.
Airbnb y los hoteles del futuro
La semana pasada estuve en las oficinas de la central europea de Airbnb en Dublín aprovechando la invitación de sus responsables locales. Ya conocía a la empresa que cubre cerca de medio millón de propiedades en 192 países y casi 34.000 ciudades del mundo. Relativamente joven, fue fundada en San Francisco en 2008, ya vale más de 10.000 millones de dólares. No es sólo una de las nuevas socias del selecto club de las megastartups, también es un referente más de lo que aquí definimos a veces sobre el futuro de la economía y sus procesos en plena metamorfosis.
Darle la espalda al tsunami no garantiza que no se te lleve por delante, lo único que pasará, si te giras, es que no sabrás cuándo sucederá.
Ya pasó con la música, pasara con los libros, paso con los viajes y pasará con miles de millones de empleos, todo cambiará y lo hará rápido. Los intermediarios, la cadena de valor entre cliente-usuario y producto cada vez es menos curva, menos compleja y utiliza la tecnología para simplificarlo todo, hasta el punto que los intocables pueden estar también en fase de extinción.
Las agencias de viajes vieron su negocio quebrado cuando desde un ordenador cualquiera podía organizarse un viaje, comprar un billete de avión o relacionarse con el hotel o guía en la otra parte del mundo. Luego esas plataformas vieron como en algunos casos los usuarios-clientes ya no estaban solo dispuestos a reducir costes con webs donde paquetizar todo eso. Poco a poco el usuario deja de ser cliente y pasa a ser otra cosa difusa que la Nueva Economía esta descifrando todavía. Es en ese momento exacto que toman fuerza y valor proyectos que se llevan por delante el asunto.
Airbnb no deja de ser un exponente más, como tantos, de que los intermediarios, en todo, desaparecerán y lo harán rapidito. Ser el de en medio no tiene futuro. O eres cliente o eres productor. Lo unico que se necesita ahora es un canal que los vincule y este ya no precisa de una cadena de sucesos, de procesos encadenados que encarecen. Ahora solo es preciso tecnologia. En 2012, estos de Airbnb cuya sede europea abarrota una nave industrial al norte de la ciudad, gestionaron 10 millones de noches en reservas de habitaciones, apartamentos y casas particulares.
Es cierto que la economía digital y sus procesos requieren muchas mejoras y adaptaciones cuando la traspasas a lo analogico. El ejemplo de Airbnb es evidente y fueron muchos los problemas que vivieron en el pasado. Problemas que surgieron de demandas por destrucción de algún apartamento, situaciones irregulares en el uso de los mismos, redadas por prostitución, huéspedes insatisfechos y que provocaron que la empresa lanzara una ‘garantía para anfitriones’ consistente en una protección de daños hasta el millon de dolares con Lloyd’s of London.
Con el tiempo, algunos de los impedimentos a ejecutar una transacción ‘hotelera’ en algunos países y ciudades desaparecerán. La evolución natural de la economía nos lo garantiza. Mas facil, mas barato, mas rapido y con menos complicaciones. Aunque en enero de 2013, un usuario de Airbnb fue condenado a pagar una multa de 2.400 dólares a la ciudad de Nueva York por el alquiler de su habitación en Airbnb con el tiempo esto será una anécdota.
Los hoteles se la tienen jurada. Como se la tuvieron jurada antes a otros actores del tema. Por ejemplo, los hoteles y las grandes cadenas se enfrentan de cara a los cupones descuento o al método grupal. Es un error ponerse de culo al progreso. Darle la espalda al tsunami no garantiza que no se te lleve por delante, lo único que pasará si te giras es que no sabrás cuando sucederá.
En estos momentos, Airbnb vale 10.000 millones, Hyatt Hotels 8.000, Wyndham 9.400. Me imagino a una gran cadena hotelera ‘mutando’ su negocio, comprando a los de ‘las habitaciones’ y estimulando un modelo de negocio aparentemente antonimo a ellos pero que no deja de ser un modelo de hostelería del futuro. Al tiempo.
Cómo las secuoyas
Hoy replico uno de los capítulos de mi último libro. En concreto el que trata del valor de emprender en red, de la capacidad humana de pensar colectivamente y de estimular con ello los modelos de creación de proyectos emprendedores. Este episodio motiva normalmente, cuando lo aporto en las reuniones de trabajo, una dinamización sistemática e inmediata de la voluntad de colaborar, de crecer en grupo.
Existen muchos modelos de emprendeduría. La que me interesa a mí es la que encaja con los tiempos que me ha tocado vivir, tiempos de tecnología, de redes, de fuegos artificiales y de conversaciones. Precisamente en ese nuevo modelo digital de proyectar empresa está el de actualizar una nueva economía basada en la colaboración y en la experiencia colectiva.
No hay nada más importante en un mundo como el actual, en el que las manadas duermen en las planicies esperando que alguien les informe por donde deben escapar, y donde lo más probable es que nadie cambie si no lo hacemos colectivamente, el valor de lo enredado, de lo cambiante y dinámico se hace tremendamente imprescindible.
Existe un árbol que ha alcanzado los 115 metros de altura. Está al norte de San Francisco y es una secuoya. La altura media de este tipo de cupresácea está cerca de los 80 metros. Son muy longevas, existe una secuoya roja de más de dos mil años que ahí está, esperando que todo cambie a su alrededor.
Lo más extraordinario de este tipo de árbol no es la longitud vertical que logra sino como el mecanismo que utiliza. ¿Qué profundidad deben tener las raíces de un árbol que alcanza esa tremenda altura? Cuando cuestiono esto a conocidos o en charlas públicas, las respuestas son de todo tipo. Cien metros, doscientos, cuarenta, diez, hay de todo. Sin embargo la sorpresa es general cuando descubro la gráfica que demuestra que la profundidad de las raíces de este tipo de planta es muy inferior a lo previsto.
Apenas tienen unos pocos metros de profundidad, hay casos incluso que muestran árboles de casi un centenar de metros de alto con unas raíces de apenas uno de profundidad. El método para soportar la presión lateral es una maravilla de la naturaleza. Las secuoyas sólo pueden crecer en grupo. Las pocas que hay de modo aislado en alguna zona europea (tras una replantación en el siglo XIX) no alcanzan apenas los treinta metros de talla.
Para alcanzar su altura media y su longevidad, las secuoyas son los únicos árboles capaces de enlazarse los unos a los otros hasta el punto que llegan a perder el sentido de quien es uno y quien es otro. Se han hecho pruebas de inyectar un líquido coloreado en la raíz de una de ellas ubicad en un punto concreto y esperar unos años. Tras ese tiempo se descubre como ese líquido puede detectarse en todo el bosque.
Aunque estén unidos hasta el punto de fundirse los unos a los otros, lo cierto es que mantienen su propia individualidad genética y biológica pero si uno de ellos precisa savia por algún motivo, el bosque entero en general, y los árboles más cercanos en concreto, le proveen.
Ese lazo extremo entre todos permite enfrentarse a la inclemencia atmosférica aunque estén a tanta altura y tan expuestos, les permite crecer hasta una altura inconcebible por la naturaleza de un modo lógico.
Estos árboles representan un modelo de gestión en equipo, global, comunitario. Si una de las secuoyas empieza a ceder, si su verticalidad se pierde por algún motivo, el bosque hace fuerza contraria durante décadas hasta que recupera el eje. Todo el conjunto de árboles ayuda a recuperar el punto de equilibrio. Es tremendamente emocionante pensar como se produce ese efecto extraordinario.
Pensemos que importante es esto. Cuando una sociedad es capaz de estructurarse hasta el punto de llegar a la excelencia de grupo es porque es madura, capaz y autosuficiente como colectivo. Pensemos también que atendiendo al ejemplo de estos maravillosos seres vivos que son las secuoyas, y observando lo que pasa cuando no están en un bosque, sólo es posible alcanzar grandes alturas si están juntas, y lo más asombroso es detectar que son todas las secuoyas al unísono las que logran tales cotas. El éxito no es para una, sino para todas. Trabajar en red proporciona el valor a todos. Este proceso de emprender es clave en una sociedad enfrentada a la competitividad mal entendida.
La comunidad es capaz de estructurarse en red, lo demuestran miles de actos y acciones digitales que se han sucedido en los últimos años. Diseñar modos que permitan convertir tanta energía en proyectos y empresas es el reto de nuestra sociedad actual.
Las secuoyas son una lección que como sociedad no debemos obviar. Convencer a nuestro entorno del valor de enredarse y hacerlo digitalmente en una amalgama desordenada de individuos vinculados en redes sociales complejas es la opción que nos queda.
Nadar a contracorriente es divertido
Me vais a permitir que replique un fragmento del último capítulo de uno de mis libros. En concreto el que da pie al que estoy escribiendo ahora. Hace unos minutos dejé el procesador de textos donde avanzo día a día en un contenido que simula una conversación entre emprendedores que no se han cruzado jamás, y al parar, me vino a la cabeza que, antes de iniciar una crítica a los acontecimientos que la economía actual vive y a los hecho que se precipitarán sin remedio, sería bueno dejar en la huella digital cuanto pienso sobre “tomar las riendas de nuestra propia vida”. Se avecina el mayor de los desastres conocidos a nivel económico y nada ni nadie parece hacer nada por evitarlo. Seguramente ya nada se puede hacer, pero no por ello debemos abandonar. Hace unos días vendí otra de mis participaciones en una empresa y algunos de vosotros me propone que “coja el dinero y corra”. No os miento si digo que lo he pensado, pero al final siempre me viene la misma ilusión: ¿porque no poner en marcha otro proyecto? ¿porque no ahora que todo parece que se pone del revés? Cuanto más difícil más divertido.
Cuando leí que Martín Varsavsky (Fon), Anill de Mello (Mobuzz), y Michel Jackson (Skype) desestimaron utilizar Alcobendas a cambio de ir a Suiza, como sede central de una compañía nueva que estaban montando llamada Spotnik, una especie de operador móvil virtual para conectar todo tipo de chismes, pensé que era normal. ¿Pero porqué puede parecernos normal algo así? ¿Qué sucede en gran parte del mundo civilizado que nosotros no sabemos (o no queremos) reproducir?Mientras que en Irlanda se dispone de programas dotados en su conjunto con más de 300 millones de euros aquí las ayudas brillan por su ausencia. No quiero decir que, al contrario de lo que titula este libro, ahora solicite subvenciones a los emprendedores, no, lo que digo es que en este país se está llevando una política de ayudas y programas de tipo subsidiario a acciones que nada tienen que ver con impulsar a la sociedad a tomar una actitud activa en su propia vida y en sus propios proyectos. A diferencia de cómo en Suiza, Varsavsky y sus socios pudieron activar un modelo de negocio imponiendo 50.000 euros. El gobierno suizo entregó medio millón, las oficinas y aportó personal para llevar a cabo el crecimiento inicial de ese proyecto. Las subvenciones públicas suizas encaminadas a la parálisis o a pagar el té y las pastas no existen. Han sustituido los subsidios por ayudas, el empujón para emprender ha enterrado las limosnas para sobrevivir.
Hay modelos sociales como en Irlanda que el gobierno se hace cargo del coste del despido en las empresas de nueva creación. En España, una start-up media suele fracasar por culpa del coste laboral de renovar sus estructuras. Un despido suele ser el fin.
Hace un par de años, durante la fiesta de celebración de la victoría electoral de Barack Obama, en una sala reservada y apartados del bullicio, en el Circulo de Bellas Artes de Madrid, Martóin Varsavsky me confesó que cuando él decidía apostar en un territorio cualquiera a la hora de montar un nuevo proyecto su pensamiento era siempre el mismo: “voy, llevo dinero, tecnología y empleo, si sale bien, perfecto y si sale mal no perjudico a nadie, lo importante es probar. Las ayudas en esos países permiten que muchas cosas acaben funcionando, creando empleo y, en gran medida, tecnología y modelos de crecimiento más cualitativos”. Está claro que en gran medida el hecho de que España tenga estructuralmente el doble de parados que el resto de Europa, siempre, está motivado por esa falta de capacidad para entender el “fenómeno emprendedor”, un aspecto que va mucho más allá del mero hecho de impulsar negocios tecnológicos o de “catalogar créditos ICO”, es generar tendencias de opinión y flujos presupuestarios hacía el valor fundamental de poner en marcha proyectos innovadores, que en la jungla de la economía actual, son los que acabarán perviviendo.
Si se potencia la cultura emprendedora de un país, si se le inyecta la obligación de no esperar los subsidios, la innovación llega tarde o temprano. A medida que los proyectos arrancan, estos se hacen cada vez más innovadores y las ayudas ofrecidas cada vez son más rentables. Poco a poco se genera una economía productiva de mucho más valor y de mayor competitividad. Apoyar la emprendeduría es más que aportar dinero a proyectos de Internet, es intensificar el estrato económico con la más alta tasa de cambio económico. Para ello, cuando hablamos de emprender lo hacemos desde el punto de vista de todo lo que tiene que ver con intensificar el movimiento de toda una sociedad que se ha adormecido creyendo ser (o estar) en la cúspide del bienestar, un bienestar ficticio proveniente de haber vivido en una especie de limbo diseñado por otros y que se la ha venido a llamar “clase media”. Un fragmento social que cada vez está compuesto por menos personas.
¿Por qué en España no hay esa mentalidad de cambio de manera más extendida? Fundamentalmente porque es una directiva inconsciente. Bernardo Hernandez (Google) nos comentaba a un grupo de analistas de inversión extranjera como se había comportado el gobierno español con Tuenti. Decía que, mientras que con la red social española líder las cartas y requerimientos eran continuos acerca del tema de la protección de datos, regulaciones, fotos y la manía de colgarse monedas que no se habían ganado, con Facebook Europa las cartas y solicitudes se morían por silencio administrativo ya que ni tan siquiera había un seguimiento de las mismas.
Hace un año conocí a Elisabet de los Pinos, una emprendedora seleccionada por el Foro Económico de Davos. Durante una cena tuvo el detalle de explicar el modelo de puesta en marcha de su empresa Aura Biosciences. La había instalado en Boston. Elisabet me comentó que “cada vez conocía más gente que, viendo que en España no hay opciones, se va fuera”.
En mi caso, en este preciso instante de internacionalización de dos empresas en las que participo plenamente, ese escenario lo reconozco como mío. Está claro. Incluso ahora, que he decidido emprender otro proyecto vinculado a un tema de aeronáutico, mis socios están en Boston y se relacionan a partir del Massachussets Insititut of Technology ya que aquí nadie me está ayudando a saltar los obstáculos tecnológicos, técnicos y legales para afrontar ese proyecto: un modelo de negocio que, si las cosas van medianamente bien, aportará empleo a mucha gente innovando a la vez.
No me rindo, espero que la alteración del ecosistema laboral y económico español se produzca hacía el camino que he pedido en este libro y que, con el tiempo, ese curso nuevo influya en la mutación de todo un espíritu social que ahora mismo está narcotizado.
Hay casos muy esperanzadores de cómo el “capital riesgo” español es capaz de impulsar proyectos. Softonic, Idealista, Infojobs, eDreams, Privalia, Atrápalo y un centenar de empresas de las cuales más de la mitad están fuera de Internet y tienen que ver con innovaciones en otros campos como el de procesos o el de la logística. Esto y que los jóvenes españoles que no se han pateado el año de Erasmus entre cervezas, están preparados para establecerse en otros países, puede ayudar a un retorno a medio plazo de una generación dispuesta a afrontar el reto de mejorar nuestro entorno económico y social.
Para ello hace falta perseverancia. El emprendedor que sabe que depende de si mismo el espíritu de sacrificio y la confianza es fundamental. Y en eso estamos. Imagina que estás en medio del desierto, sin nada. La certeza de que nadie vendrá a rescatarte es obvia y que la dirección correcta de escape la desconoces. Sólo puedes hacer dos cosas: o te quedas allí esperando un milagro o empiezas a andar en rumbo desconocido. Esa es la gran decisión. Yo siempre tomo la segunda, es la que recomiendo y la que las sociedades más prósperas suelen adoptar en su conjunto.
Cuando inicies el camino buscando un oasis, una salida, un lugar habitado que te permita sobrevivir a ese desierto, la opción tomada será siempre la buena pues en el mero hecho de ponerse en marcha está el éxito. A medida que el trayecto vaya aumentando podrás admitir dos posibilidades: la de admirar las dunas, el sol, el horizonte, la de disfrutar del propio recorrido o la de quejarse continuamente de la mala racha que llevas y de lo fastidioso de la situación. En ninguna de las dos estará la clave para llegar al final, el elemento fundamental será el tesón, la insistencia, el empeño, la constancia, la tenacidad y la firmeza que le pongamos al asunto. Intentarlo será el premio, no lo olvidemos.
Cuando te pongas en marcha poco importará la tipología de emprendedor que seas, pero bien irás definiendo tu propio estilo a medida que las ayudas y los subsidios se alejen irremediablemente de tu curso. Puedes ser un emprendedor soberbio, magnífico, ese vigoroso proyectista de empresas sin límite. Suelen pensar en grande y no temen a nada. Su vocación y su pasión van al unísono. Otros tipos en los que puedes verte reflejado son los exploradores, aquellos que antes de tomar decisiones analizan todo. Estos emprendedores tan racionales suelen venir de empresas grandes o de un mundo laboral muy seguro.
El emprendedor que invierte es el que pone el dinero y apoya relativamente el proyecto. Suelen acabar implicándose más de lo previsto y eso es bueno la mayoría de las veces. El emprendedor activo es el que más innova pues, habiendo tenido éxito habitualmente en todo tipo de negocios, sabe que hay que innovar continuamente y aportar nuevos elementos para afrontar nuevos retos. Estos tienen la habilidad de “estar en todo”. El emprendedor “starter” es otro espécimen. Se dedica a montar negocios, muchos, y su estrategia de éxito es la de tener pequeños fragmentos en diversos proyectos. Suelen equilibrar los desajustes por mayorías de inversión y en un momento u otro les proponen el “gran negocio” que suelen rechazar puesto que lo que les interesa es estar en el principio de las cosas y no en el crecimiento final de las mismas. El emprendedor persistente es el que no desiste. Suelen ser muy sistemáticos y acotan bien las posibilidades pero insisten hasta lograrlo. Son directivos más que emprendedores pero responden al criterio de la apuesta personal bajo un plan de Negocios exhaustivo.
Hay tres tipos más de emprendedores a mi entender. El que sagaz, el desarrollador y solucionador. El primero suele visualizar muy rápido el proyecto pero le cuesta focalizarlo, el segundo es un “artista” en desarrollo tecnológico pero le cuesta modelar una empresa y el tercero es un experto en dar soluciones a problemas existentes.
En definitiva, si eres un emprendedor o quieres serlo verás que no es una especie uniforme y adoctrinada, es muy heterogénea y depende en gran medida de las casualidades y de las causalidades. Lo importante es levantarse y poner pies sobre el tartán.
No todo el mundo debe ser un “emprendedor que monta empresas”. Sería absurdo, como tampoco podemos reducir todo esto a un mensaje de que “para salir de la crisis es preciso que todo Dios se ponga a emprender”. No tendría ni pies ni cabeza. Lo que si tenemos que procurar es incentivar que la mayor parte de gente que está en condiciones de ser emprendedor lo sea”. Sean cien o mil, pero buenos serán. Ese nuevo curso deberá impulsar otros cambios y entre ellos el de una generación aburguesada en la nada y que peligra como clase.
¿Te has preguntado si eres uno de esos emprendedores de antes? ¿Te has preguntado previamente si tienes los rasgos de un emprendedor? ¿Estas dispuesto a arriesgar tiempo y dinero tuyo y de otras personas? ¿Estas en condiciones de enfrentarte a las dificultades que supone ese desafío? ¿Has inventado algo? ¿Estás dispuesto a que tu empresa deje de funcionar sin ti algún día? ¿Has entendido que significa que la sociedad está aletargada, adormecida, insensible, y somnolienta?
Si has aceptado que tanta analgesia social no es buena ni para ti ni para los que vengan en el futuro, que existen opciones para cambiar el mundo que nos rodea desde una actitud crítica pero activa, de disposición al cambio y de puesta en marcha del motor colectivo, entonces este libro habrá servido de algo.
Habrá servido para interpretar un método, uno más de tantos, pero que sin lugar a dudas puede ser efectivo. Sigo intentando situar el escenario, hablar de un ecosistema que se resiste a morir pero que se regenera poco a poco hasta el punto que pronto parecerá otro. Es imprescindible buscar nuevos modelos de creación económicos, de territorios de conquista para los nuevos emprendedores y de que podemos hacer para padecer lo mínimo posible como sociedad que despierta de su largo letargo.
Durante un viaje en el Tren de Alta Velocidad francés, entre Bruselas y París, Loic Lemeur y yo estuvimos listando las oportunidades que considerábamos nos ofrecía el futuro: “es preciso que hablemos de talento global, de pensar diferente, de pensar compartiendo, de conectar cerebros, de cuenta de resultados de las ideas, del efecto contagio de la colaboración, de la garantía de la exclusividad como valor del compartir, del caudal de pensar conjuntamente y no tanto en equipo, de cambios inevitables, de gestión del conocimiento en las organizaciones del futuro, de modelos y razones de las comunidades virtuales, de alianzas de éxito como valor democrático de las empresas más débiles, de sociedades dinámicas, de las ventajas de esta crisis, de los negocios transparentes y de la recesión permeable.
Al llegar a Chatelet pensé que en eso debía ponerme y por ello nació este libro. Tuve claro que los que entendieran que esos conceptos son los vértices de un polígono repleto de ventajas, tendrían muchas más herramientas para decidir. Cuantos más seamos más sentido tendrá llevar ese brazalete, esa pulsera de la verdad que decíamos hace unos cuantos capítulos, del conocimiento, del pensar por nosotros mismos. Es momento de razonar, de emprender, de construirnos de manera individual a partir del conocimiento y no tanto del discurso oficial, para entre todos ir estimulando nuestro entorno en modelos económicos nuevos.
Estamos a las puertas de una revolución como ya lo estuvieron otros antepasados, sólo que esta vez es digital, orgánica, distribuida y global. Hace algún tiempo, al confluir diversos factores se reprodujeron sistemáticamente otros grandes cambios. La revolución industrial y tecnológica fueron grandes elementos de cambio, y convivieron con una crisis sistémica que adelantaba una mutación real y evidente en todos los estadios de la economía. La manera de traducir aquellos cambios siempre condujo a mejores escenarios pero también con una fractura notable del propio sistema. El modelo financiero actual que se sustenta en un crecimiento del valor del dinero por encima del coste real del capital, ha provocado un desajuste insalvable a estas alturas, pero considero que más que una causa, no deja de ser una consecuencia de algo mucho más transversal y que la tecnología de la información ha acelerado, en definitiva es la gran oportunidad que unos pocos, espero que miles, sepan aprovechar para cambiar el mundo de otros muchos, espero millones.
La revolución del conocimiento surgirá del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorías de ideas, de pensamientos, de dudas, de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo, de emprender para convertir los sueños en realidad. En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.
No es momento de subsidios sino de purgas, no es momento de alargar agonías sino de amputar aquello que está podrido. El sistema es demasiado duro y robusto como para permitir un parto sin dolor, pero el sistema no es inmune. El momento está cerca y me ilusiona enormemente que así sea. Deseo un mundo mejor para mi hijo, mejor que este.
El ADN emprendedor
Dicen que las crisis son tiempos para las oportunidades. Eso es demasiado genérico como para aceptarlo como norma. Una época de dificultad como la actual no deja de ser un escenario de dificultad añadida al ya difícil mundo de la emprendeduría. El coste de poner en marcha una empresa o un proyecto cualquiera es muy alto en tiempo, esfuerzo y sacrificios. Se debe asumir desde el principio el enorme reto que se te presenta en frente justo en el instante en el que decides arrancar.
El emprendedor tiene una morfología particular. Se diferencia de otros individuos por ser creativo en mayor o menor medida, disponer de una gran intuición, incluso si fracasa, de un grado de optimismo patológico que puede perfectamente mezclarse con un espíritu crítico y analítico de la realidad, un emprendedor no es un iluso, es un valiente que decide tirarse por un acantilado sin saber, muchas veces, que le espera allí abajo.
El emprendedor tiene un ADN compuesto por empuje, decisión, observación y energía para soportar los temporales que se encontrara en su camino. En España, además, el emprendedor suele tener dos caracteres más: la paciencia para tolerar la pesada administración pública y su burocracia e inconsciencia bien entendida para sobrellevar el riesgo de exclusión si te arruinas en este país.
Me gustaría destacar que no sólo de emprendedores es la tarea de mejorar nuestro entorno, tiene que ver con muchos otros elementos sociales. La multitud es el todo y es quien debe poner en marcha los resortes del cambio. Los gobiernos y los poderes políticos, públicos, financieros y privados, todos son la clave, pero la sociedad en su conjunto, emprendedores y emprendidos, todos adeudan ese impulso hacía un futuro más equilibrado y activo, donde ser concursante de Gran Hermano no sea el objetivo de millones de jóvenes por que consideran que siendo famoso la vida será más fácil.
No sólo de emprendedores va esto, también de todo lo que conlleva estimular cambios de conducta para tomar las riendas de tu propia vida, seas o no empresario, joven o anciano. No hablamos de estereotipos, pero si de actores. Hay personas que han nacido con una actitud en la vida que los posiciona como agentes de cambio, otros que se ven impulsados a ello.
La crisis debería despertar en muchos ciudadanos su inquietud por emprender. Este momento, aparentemente poco propicio para poner en marcha proyectos, es uno de los más complejos por los que pasará la mayoría de las generaciones que les tocaron vivir. Con un endurecimiento del crédito, sin dinero público para invertir en reflotar la economía, con el consumo cayendo y sin expectativas de mejora, el horizonte no parece el más brillante para los que han decidido arriesgarlo todo por una empresa.
El emprendedor no deseo feliz 2010 la nochevieja de 2008. La broma por aquellas fechas era no desear un buen año 2009 ya que todo hacía presagiar que sería un año lleno de calamidades en lo económico. Así fue no obstante, pero los que tenían en su mente emprender o hacía poco que se habían puesto en marcha con un nuevo proyecto (como era mi caso), desearon un 2009 lleno de éxitos. Eso no sé si está en el ADN, pero donde seguro reside es en el deseo de impulsar cosas, de no acomodarse a un mundo cada vez más incierto y donde no es preciso hacer nada para vivir puesto que “alguien” se encarga de borrar tu voluntad a cambio de que tus necesidades mínimas queden cubiertas.
Tengo claro que sembrar en tiempos de crisis repercute en una empresa mucho más robusta posteriormente. Enfrentarse al paro estructural de países como España sólo se podrá hacer a partir de la creación de negocios nuevos y eso si que tiene que ver con una manera de interpretar la vida y la existencia por parte de los que nos sentimos emprendedores.
Las dudas sobre el perfil de un tipo que se dedica a montar empresas y casi ni a disfrutarlas es algo difícil de calibrar. Es posible que esté tatuado en alguna especie de versión molecular de su organismo. No lo sé pero suena siniestro que así fuera. Es como si el resto de la sociedad, esa que duerme la siesta en el sofá social sin inquietarse, no tuviera ninguna función más que esperar a que les despierten puesto que los “emprendedores con ADN de emprendedor” ya se encargarán de poner patas arriba esta sociedad. Pues no.
Creo que todos tenemos esa titularidad. Plantearse un objetivo y un plan para lograrlo es algo que ha hecho todo el mundo en algún momento de su vida. Calcular como se logrará, que exactamente, quien nos ayudará, cuanto costará y desde donde lo haremos son las preguntas que cualquier individuo se plantea ante un reto personal. Lo mismo que los negocios, pero al igual que en lo cotidiano, las empresas requieren que arriesguemos, que nos la juguemos. En esas preguntas hay alguna que va implícita como ¿qué me va a pasar si no lo logro? Precisamente esa última cuestión es la que frena muchos proyectos.
Fragmento que aparece en el libro “Contra la Cultura del Subsidio”
Cortocircuito social
Escribo camino a Los Ángeles para cerrar un importante acuerdo. Lo hago pensando en lo que se avecina. Hace años comenté que por el horizonte se avecinaba una enorme bola de mierda. Poco después hablé de quiebras bancarias, cierres de empresas y aumento de paro que multiplicarían por cinco los que había entonces. Más tarde empecé con lo de que la cosa se ponía fea en los circuitos bancarios, en los ayuntamientos y derivados. Ahora todo eso es ya una evidencia y el peso de lo cotidiano es tan alto que no podemos ni respirar. Hoy no voy a hablar de emprender, ni de huir, ni de internacionalizar, ni de redes sociales, ni de nada. Lo volveré a hacer mañana, hoy estoy bajo de moral.
Esta noche he hablado con un amigo en Grecia que dirigía una de las empresas más importantes de Tesalónika. Ahora se dedica, tras desayunar en casa de su madre, a tirarle piedras a cualquier coche oficial que pase frente suyo. Lo hace en equipo y rodeado de parados y embargados cada día durante cuatro o cinco horas. Como uno tiene amigos en medio mundo a veces hago la ronda para ver como andan. Ayer hablé con otro amigo, este portugués que vive en Oporto. Me describía su vida. Nadie mueve dinero, crece el trueque y los parados no se ocupan por no tener que facturar con el 24% de IVA que ahora les imponen. Quien sabe cocinar cocina a quien sabe cortar el césped, y éste se lo corta a quien tiene ropa que vender. Poco a poco se está desintegrando el modelo tradicional del capital y el valor asignado. Resulta que como no se puede pagar a los funcionarios, éstos se están convirtiendo en inspectores que lo inspeccionan todo para generar multas que subvencionen sus propios puestos públicos. Una cadena que sólo conduce al desastre.
En España las cosas no serán muy distintas me temo. Ahora ya sabemos que las elecciones serán en noviembre. No lo serán por un aspecto político, ni tan siquiera por que la evidente pérdida de sintonía entre el PSOE y la ciudadanía sea insoportable, que tampoco es para tanto, sino porque la segunda fase y definitiva del deterioro del modelo económico español se acerca irremediablemente. De acuerdo que “no nos dejarán caer”, seguramente no veremos la evidencia de la suspensión de pagos de la mayoría de organismos públicos, pero si notaremos la estrechez financiera.
Que hay que emprender, fijo, que hay que pensar en hacerlo fuera, lo recomiendo, pero que independientemente de eso vamos a asistir a la deconstrucción de una sociedad que se alimentaba de sus propia desidia y de sus márgenes comisionados también. Emprendiendo uno se enfrenta al sistema e incomoda al establishment también. Bienvenidos a la era de los recortes y de los pagos tributarios.
Hace unos días me confesaba un directivo de una entidad financiera española: “si la gente supiera la verdadera liquidez que tiene el sistema no se lo creería”. Y a todo eso la gente salió a la calle y se habló mucho de ello. Ahora algunos regresaron a sus ordenadores, otros a sus reuniones de barrio y la mayoría a un limbo líquido donde se regeneran las pasiones. Veremos en breve como todo esto del 15M y ahora 19J no era más que una mota de polvo que empezó a matizar un modelo social que va a tener que escuchar si o si a grupos sin portavoces ni líderes. El nuevo modelo requiere a los de dirigentes de siempre aunque ahora muchos digan que “han escuchado al pueblo“. Los indignados sólo es gente harta, exhausta de tanta humillación y en pleno proceso de recuperación de sus sueños.
Os dejo con el video que emitió hace pocos días France 2 sobre todo esto. Lo han subtitulado, pero os recomiendo que escuchéis el tono y la frecuencia de la voz en Off. Mañana volveré a intentar dar las claves de cómo tirar para delante, pero hoy no he sido capaz. Por mucho que hagamos el agujero es tan profundo y oscuro que nos engulle inapelablemente. Les pasa a irlandeses, griegos y portugueses y nos va a pasar a nosotros, a los italianos, belgas y derivados. En ese planteamiento de incerteza siniestra hay que poner los tacos y preparar el punto de partida.
Salir Fuera Y Salir Bien
Aquí os dejo un video que, de manera resumida, muestra uno de los proyectos en los que mi empresa Cink está metida. Junto a un pequeño grupo de compañías que han decidido afrontar el reto de salir fuera de España, nos hemos puesto en marcha para arrancar en Silicon Valley. Desde San Francisco pretendemos iniciar nuestro modelo de desarrollo tecnológico, investigando, confrontando y atendiendo al talento que allí se concentra. En el vídeo aparece Sergio Cortés, mi socio, el cual regresa a San Francisco en breve para continuar con el proyecto de instalación. En paralelo a esto, os enlazo con el reconocimiento internacional a uno de nuestros proyectos. Desde Cink hemos trazado la net estrategy para Museo Picasso, esa acción ha sido premiada en los EUA, lo que por supuesto ha significado un impulso a esa intención de poner una banderita en el epicentro de la vanguardía digital del mundo. Quería compartirlo con vosotros.