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Atresmedia lanza 'Levanta la Cabeza' para el necesario uso responsable de la tecnología.

La tecnología se ha instalado en nuestras vidas, pero todavía no somos conscientes de cuáles son sus amenazas u oportunidades. Nuestros hábitos han cambiado y no solo a nivel personal. Nos relacionamos de una forma diferente: las instituciones, las empresas, contactan con nosotros de una manera distinta y la tecnología se ha convertido en parte imprescindible de cualquier tarea o acción que desarrollamos. Para tratar ese tema, Atresmedia lanza el proyecto 'Levanta la Cabeza', un plan vinculado al movimiento social por un uso responsable de la tecnología. Tengo el honor y el privilegio de haber sido invitado a pertenecer al comité de expertos que le dará contenido.

La tecnología se ha instalado en nuestras vidas, pero todavía no somos conscientes de cuáles son sus amenazas u oportunidades. Nuestros hábitos han cambiado y no solo a nivel personal. Nos relacionamos de una forma diferente: las instituciones, las empresas, contactan con nosotros de una manera distinta y la tecnología se ha convertido en parte imprescindible de cualquier tarea o acción que desarrollamos. Para tratar ese tema, Atresmedia lanza el proyecto 'Levanta la Cabeza', un plan vinculado al movimiento social por un uso responsable de la tecnología. Tengo el honor y el privilegio de haber sido invitado a pertenecer al comité de expertos que le dará contenido.

Esta iniciativa es propia de Atresmedia y a través de ella se busca fomentar el debate sobre el entorno digital y tecnológico en el que vivimos y cómo debemos afrontar los cambios y retos que supone. Una propuesta diferente, seria y rigurosa, pero cercana, sin prejuicios ni condiciones previas, cuyo principal objetivo es promover el uso de la tecnología desde un punto racional, responsable, constructivo y positivo. Porque ha llegado el momento de reflexionar, tener un pensamiento crítico y ‘levantar la cabeza’ para afrontar esta nueva realidad con todos los interrogantes que la rodean.

¿Afecta todo esto a nuestras capacidades cognitivas? ¿Estamos ante el fin de la conversación? ¿Existen nuevas conductas personales derivadas del uso de la tecnología? ¿Nuevas enfermedades? ¿Los monopolios tecnológicos amenazan la democracia?. Así, en este contexto de constante cambio, y en algunos casos de incertidumbre ante las nuevas realidades, desde Atresmedia creen que es necesaria la puesta en marcha de una iniciativa social que ayude a las personas a obtener respuestas a estas y otras preguntas y promueva hábitos de uso responsable y consciente.

Desde Antena 3laSexta y Onda Cero se recogió el lanzamiento de este movimiento, mientras que ‘laSexta columna’ analizará en mayor profundidad este viernes, 21 de diciembre, en el prime time de la cadena, el fenómeno que ha supuesto la inclusión y dependencia de las tecnologías en nuestras vidas con el programa de esta semana titulado ‘Yonquis de las pantallas: Levanta la cabeza’.

Como parte fundamental de la propuesta, en enero se pondrá en marcha la plataforma levantalacabeza.info, un punto de encuentro para resolver dudas, generar debate y recoger propuestas. Un foro de reflexión de carácter abierto y colaborativo con intención de convertirse en la plataforma de referencia y consulta sobre temas relacionados con la transformación digital para todos los actores sociales, desde instituciones a las familias, profesorado y entorno educativo y empresas, entre otros.

La iniciativa se apoyará, asimismo, en un comité de expertos compuesto por profesionales especializados en diferentes ámbitos, que aportarán su punto de vista y nuevos temas sobre los que debatir. Ese comité lo formamos Antonio Rodríguez de las Heras, filósofo y director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III de Madrid; Silvia Moroder, presidenta de la fundación ANAR; Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española de la UB; Carina Szpilka, directora general de ADigital; Alicia Richart, directora general de digitales; Mar Abad, periodista y cofundadora de Yorokobu; Jorge Barrero, director de Cotec; Elena Alfaro, Data and Open Innovation en BBVA; (yo mismo) Marc Vidal, consultor en transformación y estrategia digital; Ofelia Tejerina, abogada de la Asociación de Internautas; y Mario Tascón, asesor general de Levanta la cabeza, son algunos de los integrantes de este observatorio tecnológico, que irá aumentando según vayan surgiendo nuevos aspectos sobre los que trabajar.

Levanta la cabeza se articulará en siete grandes líneas de trabajo, que van desde los cambios en hábitos y conducta (nomofobia, phubbing, el fin de la conversación), a la brecha digital, la relación entre jóvenes y tecnología, las fake news, el control de los monopolios tecnológicos, la privacidad y la ciberseguridad. Estas categorías irán aumentando en función de los nuevos desafíos que se vayan planteando.

Privacidad, legislación y ética. Internet y las nuevas tecnologías abren nuevos debates legales, nuevas obligaciones y nuevos derechos, como el tratamiento de los datos, la propiedad intelectual y el derecho al olvido.

  • Jóvenes y tecnología. La precocidad en el uso de tecnologías y la disparidad en el conocimiento sobre las mismas entre generaciones trae nuevos problemas, como el ciberacoso o la adicción a videojuegos.

  • Cambios de hábitos y conducta. El uso de la tecnología ha provocado cambios en la conducta de los seres humanos, nuevos hábitos y nuevas patologías, como el ‘ningufoneo’ (phubbing), pérdida de la conversación, la nomofobia o adicción al móvil, el aumento del sedentarismo o el impacto en la familia.

  • Fake News. Los bulos y noticias con ánimo de distorsionar la opinión pública han proliferado y encontrado un caldo de cultivo impresionante en políticos y ciudadanos polarizados.

  • Brecha digital e inclusión. Reducir la brecha digital social y empresarial, así como procurar acercar a los más desfavorecidos a este nuevo mundo que, con sus peligros, se hace imprescindible.

  • Vigilar los monopolios tecnológicos. ¿Quién vigila a las grandes empresas tecnológicas? ¿Cómo se reclama su responsabilidad? ¿Cómo se establecen mecanismos de control y regulación?

  • Ciberseguridad. La seguridad nacional, pero también el comercio y las personas, se ven afectados por las infiltraciones, los cibercrímenes, los asaltos digitales.

Me hace especial ilusión participar en un proyecto como este y de la mano de mi nueva relación con esta gran corporación que es Atresmedia porque cero en el poder transformador de la televisión, en el compromiso del cambio, siempre con la complicidad y la ayuda de todos. Si a este medio que se reinventa a diario se le suma el uso responsable de la tecnología, podríamos ser optimistas en su hibridación.

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Democracia, tecnología y ciudadanía: 'Le Grand Débat National' de Macron.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso en marcha hace unos días la iniciativa ‘Le grand Débat National’, una iniciativa que pretende dar voz, y estructura para encauzarla, a los ciudadanos galos. La implementación se extenderá hasta el 15 de marzo y, según él, pretende ‘transformar la práctica democrática’. Para ello ha vinculado un modelo tecnológico que permita abordarlo con la promesa de llevar adelante las medidas que se negocien finalmente.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, puso en marcha hace unos días la iniciativa ‘Le grand Débat National’, una iniciativa que pretende dar voz, y estructura para encauzarla, a los ciudadanos galos. La implementación se extenderá hasta el 15 de marzo y, según él, pretende ‘transformar la práctica democrática’. Para ello ha vinculado un modelo tecnológico que permita abordarlo con la promesa de llevar adelante las medidas que se negocien finalmente.

Para el desarrollo de esta serie de consultas públicas, el presidente envió una “Carta abierta” a los ciudadanos en la que propuso 35 preguntas, que fueron estructuradas en los ejes de transición ecológica, organización del Estado, fiscalidad, democracia y ciudadanía. Según Macron, la idea es que se registre la mayor participación posible en este debate. Entre las 35 cuestiones destacan 10 que entran en el verdadero asunto de la financiación de los servicios públicos y el modelo socioeconómico que pueda enfrentarse a los retos del futuro inmediato. Dudas que perfectamente podrían extrapolarse a cualquier país de la Unión. 

Macron sabe que en las redes sociales está la batalla. El germen de todo conflicto social aparece ahí y se vuelve exponencial rápidamente. Los chalecos amarillos surgen de una organización asíncrona digital y obliga a dar respuesta en el mismo espacio. De ahí el valor trascendental de tres herramientas tecnológicas al alcance del presidente francés y que se derivan de este debate nacional: la recolección de datos de manera masiva, recuperar la iniciativa digital que ya tuvo Macron cuando se alzó con la victoria electoral en su día y, sobretodo, comprender el lenguaje, modo y uso que se hace hoy en día de la práctica política sin encabezamientos ni estructuras tradicionales. Es como jugar en campo contrario pero habiendo visualizado muchos partidos de tu rival en video.

Cuestiones directas que los franceses están debatiendo ya en entornos digitales y presenciales como ¿qué impuestos hay que bajar, a su juicio, según la prioridad? ¿hay que suprimir ciertos servicios públicos demasiado caros para su utilidad? ¿cree usted que hay nuevas necesidades de servicios públicos? ¿cómo financiarlos? ¿es necesario reforzar la descentralización y dar más poder de decisión a la acción más cercana a los ciudadanos? ¿A qué niveles y para qué servicios? ¿cómo financiar la transición ecológica: con impuestos, tasas y a quién debe afectar prioritariamente? ¿qué propuestas concretas haría usted para acelerar nuestra transición medioambiental? o ¿cómo podemos compartir estas decisiones a escala europea e internacional para que nuestros productores no se vean penalizados con respecto a sus competidores extranjeros? 

Otro grupo de preguntas inciden en la fase quirúrgica en la que se encuentra la propia fórmula democrática. Para debatir al respecto hay tres aspectos concretos que también me parecen muy interesantes como ¿hay que reconocer el voto en blanco? ¿hay que hacer obligatorio el voto? o ¿hay que incrementar el recurso para los referéndums y quién debe ponerlo?

Dejando de lado el hecho de que hay quien considera que este podría ser el último recurso que le queda a Emmanuel Macron tras la crisis de los ‘chalecos amarillos’ y que podría ser una especie de burbuja de oxígeno para intentar salir de la profunda crisis social y política que atraviesa Francia, que no dudo, prefiero analizar el hecho de que estamos ante la obligatoria modificación de los modelos de uso que tiene nuestra democracia. 

Dos de cada tres franceses son escépticos ante la utilidad de este gran debate nacional. Hay quien considera que este debate no es más que una precampaña electoral de las europeas y que lo que va a provocar es lo contrario de lo que busca: abrir la caja de Pandora. No obstante, es indudable que los ciudadanos tienen ahora dos meses por delante para expresar su planeamiento político y económico y hablar de sus propuestas sobre cómo afrontar el futuro. Algo que va más allá de organizaciones establecidas o comicios programados. Los debates, organizados en su mayoría en los ayuntamientos, han comenzado a partir de un modelo híbrido entre lo digital y lo analógico y los resultados serán canalizados y estudiados por el Gobierno en abril.

Independientemente del uso que hagan los franceses, de la utilidad del proceso y de los efectos políticos que tenga, algo es algo. No se trata de ‘trending topics’ o de ‘likes’ colectivos, ni siquiera de salir a la calle a gritar ‘estoy en contra de todo’. Independientemente de que nos parezca una estrategia electoral o de un salto arriesgado frente al follón que tienen allí, la verdad es que ofrecen una metodología y un contenido interesante para debatir. Veo muy positivo aprovechar lo que nos permite la vanguardia tecnológica, y una nueva cultura de uso de la misma socialmente, para algo más que ofrecer videos ocurrentes en las redes sociales. 

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El peligro de unos presupuestos que van en dirección contraria.

El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo  por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.

El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo  por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.

Y es que no aprendemos. El modo que mejor conozco para interpretar la proyección económica que se avecina es a partir del análisis de los presupuestos generales que un gobierno presenta y, por derivación, de su capacidad para aplicarlo. Así ha sido siempre y en la mayoría de las ocasiones, la tipología presupuestaria cómo la que ha presentado el gobierno de Sánchez, nos ha llevado a un desastre importante si ha sido con el ciclo económico a pie cambiado. El primer intento de poner en práctica políticas expansivas en democracia fue del gobierno socialista de Felipe Gonzalez. Partía de una tasa de paro, inaceptable para un país que quería plantearse su ingreso en Europa, del 16,6%. De la promesa para crear casi un millón de empleos se pasó a la cruda realidad y que supuso la terrible cifra de paro de un 22,8%. Más tarde lo volvió a intentar Zapatero. La situación no era mala, la economía iba como un tiro y se crecía como nunca. El empleo se creaba automáticamente gracias a un modelo económico que necesitaba revisión y preparación para más que posible desaceleración. Algunos lo avisamos poco después. A principios de 2007, mucho antes de que explotara todo, se nos llamaba ‘agoreros’ a los que gritábamos que se avecinaba una explosión brutal del modelo expansivo

La miopía o desidia sobre el análisis de una realidad económica que no aventuraba nada bueno, le sobrevino la acumulación de déficit en cuanto se quiso amortiguar el desastre inicial. Se le llamó ‘pequeña desaceleración’ y nos comimos un déficit comercial y otro, de regalo, en el sector público. El crecimiento se paró y se reprodujo algo que tiene un consenso unánime: España no crea empleo por debajo de un crecimiento del 2,3%. De ahí, a los diez años que vinieron de crisis, recesión e, incluso, depresión, todo fue un castillo de naipes. El paro superó el 25% y el que afectaba a los jóvenes alcanzó cifras tercermundistas. Las medidas, una vez se vio inevitable el hostión, fueron puramente expansivas de nuevo, gasto y más gasto poco estratégico que supuso el alejamiento a un planteamiento necesario para modernizar el modelo productivo. El uso de dinero impreso artificialmente pasa factura.

Y la catástrofe llegó. Atendiendo a los que gobernaban, lo hizo sin avisar. Y ahora tenemos otro intento expansivo. El del gobierno legítimo de Pedro Sánchez. Su voluntad, a tenor de unos presupuestos de aurora boreal, es la de estimular la economía a partir del gasto y de la protección social. Para ello, el truco consiste en incrementar la recaudación a la vez que advierte que no sube los impuestos casi a nadie. El gobierno actual ha reinventado las matemáticas. Por experiencia sabemos que las crisis económicas que ha vivido España han sido estimuladas por la coyuntura internacional y dinamizadas por la acción política local. Tras épocas de bonanza vienen otras de estancamiento y es en éstas que es imprescindible establecer modelos de gasto estratégicos que sitúen el esfuerzo anterior en un espacio de competitividad y modernidad. Ni antes ni después. Sin embargo, visto lo visto y viendo lo que veremos, una nueva oleada de millones se irán depositando en agujeros no productivos para garantizar el aplauso fácil y rápido, pero que a la vez irán envejeciendo un modelo de crecimiento cíclico cada vez menos competitivo. Al final, el resultado será el de siempre: paro y una crisis a medio plazo. Hay manera de revertirlo pero hay que saber dónde, cómo y con quién.

¿Sabías que el 40% de los trabajadores ocupados en investigación y desarrollo en nuestro país tienen contratos temporales y precarios? Nadie niega que las coberturas de una sociedad moderna como la nuestra deba de cubrir obligatoriamente a todos sus ciudadanos. Para ello las políticas sociales deben ser prioritarias, pero no es menos cierto que acentuarlas a expensas de un castigo recurrente a la fuerza productiva, tecnológica o de vanguardia, es un suicidio a medio plazo.  Subir el salario mínimo es algo de pura decencia social, pero esperar que eso genere empleo es muy naif. En un país como este, dónde el principal problema que tiene, y que va a tener, es el paro, proponer medidas que compliquen la generación del mismo es una irresponsabilidad brutal.  Hace muchos años describíamos esto como una especie de ‘realismo socialista’.

Los presupuestos que se están discutiendo y que se aprobarán sí o sí, son un peligro formidable. Está claro que no hay ecuación de segundo grado capaz de resolver que se llegue a una recaudación récord de 227.000 millones de euros, a la vez que no le subes los impuestos a ‘todos’ como se dice. Tampoco es demasiado creíble que un país que ha iniciado una desaceleración, tal y cómo demuestran las sucesivas revisiones a la baja del crecimiento del PIB previsto, vaya a recaudar más que nunca y eso no genere consecuencias. No sale bien nunca. Subes impuestos a sectores productivos tecnológicos y a la vez esperas que las empresas tecnológicas elijan tu país para prosperar. Ni de coña. Eso sí, mientras tanto te montas un ‘tour’ exponiendo la nueva ley para startups que así nos entretenemos todos y te olvidas de aplicar inversión al I+D de manera ordenada. Con el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado ya presentado, se puede comprobar que el gasto del Gobierno en investigación, desarrollo e innovación sigue siendo algo secundario. Ante un récord de recaudación y gasto, el I+D español solo sube un 5%, lejos todavía de los 8.200 millones de euros que se destinaron en 2009.

En la carta que le escribí a Pedro Sánchez le pedía que trabaje en el cambio del modelo productivo de este país, para que sea capaz de enfrentarse al desafío del futuro inmediato. Una carta que no quiso ser dramática, sólo proyectar un futuro de vanguardia, el que merecemos, el que se supone debe darles una sociedad con menos empleo humano y más tiempo para ser humano. Un modelo básico que otros países han empezado a tener claro y que supone abrazar la tecnología industrial para afrontar la robotización de todo. Pero nada, seguimos en el lodazal. Y es tremendamente preocupante la falta de conciencia de que todo ha cambiado y lo ha hecho muy rápido. Que aquello que unos llamaron recuperación no recuperó nada, que el hipotético viento de cola no era más que una brisa y que ahora es viento de cara. Suave todavía, pero que ganará virulencia. Volverán a llamarnos agoreros, mesías de la recesión, gurús de la tecnología como solución, lo dirán, seguro. Pero el susto será mayúsculo de nuevo, porque muchos seguirán evitando los datos que advierten del desastre diciendo que sólo son coyunturales. Que al igual que hizo el estadista Zapatero, ante la ‘desaceleración’, aumentan el gasto. Ante la crisis, optimismo tributario. Ante el colapso siempre saldrán los que dijeron que era inevitable y que nadie lo pudo ver venir. Pues eso, lo dejamos aquí escrito. 

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En 2019 se hablará de estas tendencias tecnológicas. ¿Deducciones o predicciones?

A medida que avance este nuevo año vamos a llevarnos una sorpresa inesperada. Del mensaje repetitivo acerca de que los robots van a quitarnos el empleo, que van a ser el futuro de todo y de maravillarnos con titulares descontextualizados sobre robots capaces de hacer casi de todo, pasaremos a otro en el que será más cercano a la realidad inminente y que tiene que ver con el uso racional de este tipo de dispositivos. No olvidemos que, de momento, no son  más que eso, máquinas al servicio de unas funciones concretas.

A medida que avance este nuevo año vamos a llevarnos una sorpresa inesperada. Del mensaje repetitivo acerca de que los robots van a quitarnos el empleo, que van a ser el futuro de todo y de maravillarnos con titulares descontextualizados sobre robots capaces de hacer casi de todo, pasaremos a otro en el que será más cercano a la realidad inminente y que tiene que ver con el uso racional de este tipo de dispositivos. No olvidemos que, de momento, no son  más que eso, máquinas al servicio de unas funciones concretas.

El gran reto tecnológico de 2019 es eliminar la palabra ‘inteligente’ de todo aquello que realmente no lo es. De ahí que uno de los grandes objetivos será detectar el valor real de la robótica de consumo y la industrial, su estado concreto y su uso factible. Entre el resto de aspectos a tener en cuenta destacarán este año aquellos que tengan que ver con la ética, los datos, el blockchain, la tecnología 5G aunque no se despliegue, los mundos virtuales pero desde el punto de vista aumentado y la modificación de los procesos productivos que pasarán a ser ‘tiempos de prueba’ más que ‘tiempos de comercialización’. Esto último lo explicaré en un artículo futuro. 

Ahora bien, será importante que pongamos en posición de alerta todos nuestros mecanismos cuando nos describan mundos futuros. Cada vez sabemos más de tecnología, de lo que significa la transformación digital y de lo que supone vivir una revolución industrial del este calibre. Por eso debemos tener cada vez más claro que muchos emisarios del futuro que disfrutan como niños imaginando mundos que nadie sabe si serán posibles puede que en realidad estén hablando a la vez de mundos que no existirán jamás. Me gusta más hablar de deducciones para el año 2019 en lugar de predicciones. Creo más en deducir que en predecir, en la astronomía que en la astrología.

Aun así, ¿qué nos depara esta año? ¿qué tendencias tecnológicas se confirmarán durante 2019? En su artículo ‘Predicciones tecnológicas para 2019’, Jordi Pérez hace un listado interesante y el informe anual sobre tendencias tecnológicas estratégicas que Gartner ha publicado también aunque en este caso sus análisis van más hacia 2022 que sólo en el año actual.

  1. Se hablará de silencio tecnológico basado en la tendencia de las grandes empresas de limitar el tiempo que pasamos frente a una pantalla, dónde mirar el móvil constantemente en público será cada vez algo peor visto.  

  2. Se hablará de rostros artificiales y de cómo modificará de manera notable el modo en el que nos relacionamos con la verdad o no de aquello que vemos y por quién pueda estar protagonizado.

  3. Se hablará de cosas autónomas. Ya se trate de autos, robots o agricultura, las cosas autónomas usan la IA para realizar tareas que tradicionalmente realizan los humanos. La sofisticación de la inteligencia varía, pero todas las cosas autónomas utilizan la IA para interactuar de forma más natural con sus entornos. Esto pinta un panorama amplio de aplicaciones potenciales, y prácticamente todas las aplicaciones, servicios y objetos de IoT incorporarán algún tipo de IA para automatizar o aumentar procesos o acciones humanas. 

  4. Se hablará de analítica aumentada. Dada la cantidad de datos, explorar todas las posibilidades se vuelve imposible. Esto significa que las empresas pueden pasar por alto las perspectivas clave de las hipótesis que los analistas de datos no pueden explorar. La analítica aumentada representará una tercera ola importante para la comprensión de esos datos. La analítica aumentada identifica los patrones ocultos mientras elimina el sesgo personal. El crecimiento de este tipo de necesidad laboral no parará de crecer en 2019 y 2020. Gartner predice que para 2020, más del 40% de las tareas de la ciencia de datos estarán automatizadas, lo que, curiosamente, aportará un nuevo valor a la gestión humana de los mismos.

  5. Se hablará de salidas a Bolsa de grandes empresas tecnológicas que aun no pisan parquet se centrarán en Uber, Lyft, Slack, Airbnb y Pinterest.  

  6. Se hablará de desarrollo impulsado por Inteligencia Artificial. Las herramientas utilizadas para crear soluciones basadas en la inteligencia artificial se expandirán desde herramientas dirigidas a científicos de datos hasta herramientas dirigidas a la comunidad de desarrolladores profesionales. La analítica aumentada, las pruebas automatizadas, la generación automatizada de código y el desarrollo automatizado de soluciones acelerarán el proceso de desarrollo y permitirán a una gama más amplia de usuarios desarrollar aplicaciones. Cada vez tendremos soluciones tecnológicas más rápidas y generadas con mayor velocidad. Todo más rápido y sin fallos, sin ensayos, cada vez antes. El tiempo se convertirá en una moneda como nunca antes. 

  7. En 2019 hablaremos de Facebook cada vez con menos anuncios y más enfocado en la emisión de criptomonedas. Al parecer la red social más importante del planeta tiene dudas de su capacidad de crecimiento y, especialmente, de que el tiempo de uso de sus usuarios también crezca. De ahí que va a profundizar en campos en los que ahora está iniciando su camino. Desde seguir apretando en contenidos propios, en la compra de derechos de emisión y, especialmente, en el despliegue de proyectos paridos en el departamento ‘blockchain’ dirigido por el ex presidente de PayPal. ¿Será 2019 el año en el que Facebook lance una moneda descentralizada para 2.000 millones de usuarios? ¿Llegarán a establecer WhatsApp como un monedero de moneda electrónica?

  8. Se hablará de gemelos digitales. Un gemelo digital es una representación digital que refleja un objeto, proceso o sistema de la vida real. Los gemelos digitales también se pueden vincular para crear gemelos de sistemas más grandes, como una planta de energía o una ciudad. La idea de un gemelo digital no es nueva. Se remonta a representaciones de diseño asistidas por computadora de cosas o perfiles en línea de clientes, pero los gemelos digitales de hoy son más robustos, más reales, interactúan mejor con escenarios del tipo ‘qué pasaría si’. Se avecina un tiempo en el que muchos procesos que hoy en día ocupan nuestra vida, tendrán un gemelo que habrá testado todo el conjunto. Los errores costosos en el mundo real irán desapareciendo.

  9. Se hablará de Instagram. Parece que Instagram aspira a ser mucho mas que una red social de ególatras, influencers y amantes de los videos de 12 segundos. Podría ser que la aplicación que en su día compró Facebook quiere llegar a ser un centro de compras con una app independiente. De esto se habla hace tiempo pero no acaba de aparecer. Todo el mundo coincide que si la quiere lanzar no puede esperar mucho.

  10. Se hablará de tecnologías inmersivas. Hasta el 2028, las plataformas de conversación, que cambian la forma en que los usuarios interactúan con el mundo, y tecnologías como la realidad aumentada (AR), la realidad mixta (MR) y la realidad virtual (VR), que cambian la forma en que los usuarios perciben el mundo, conducirán a una nueva Experiencia inmersiva como nunca antes. Lo vemos en avances en medios de comunicación, en entretenimiento y en relaciones sociales pero lo que viene es absolutamente brutal. Cada vez será más difícil gestionar lo virtual y diferenciarlo de lo real. Para el año 2022, el 70% de las empresas experimentarán con tecnologías inmersivas para uso de los consumidores y el 25% lo habrá desplegado en sus modelos de producción. El futuro de las plataformas de conversación, que van desde asistentes personales virtuales hasta chatbots, incorporará canales sensoriales expandidos que permitirán que la plataforma detecte emociones basadas en expresiones faciales, y se volverán más conversacionales en las interacciones.

  11. Se hablará (y mucho) de Blockchain. Blockchain es un tipo de libro mayor distribuido, una lista en orden cronológico en expansión de registros transaccionales irrevocables y firmados criptográficamente que comparten todos los participantes en una red. Blockchain permite a las empresas rastrear una transacción y trabajar con partes no confiables sin la necesidad de una parte centralizada (un banco). Esto reduce en gran medida la fricción en los negocios y tiene aplicaciones que comenzaron en las finanzas, pero que se han expandido gobiernos, la salud, la fabricación, la cadena de suministro y otros. Blockchain podría potencialmente reducir los costos, reducir los tiempos de liquidación de las transacciones y mejorar el flujo de efectivo. Desde la propia industria bancaria, es decir, los actuales ‘enemigos’ del asunto, se descuenta ya que el blockchain generará 3.1 trillones de dólares en apenas una década.

  12. Se hablará de espacios inteligentes. Será importante definir bien que es eso de un espacio inteligente. Se trata de un entorno físico o digital en el que los humanos y los sistemas habilitados por la tecnología interactúan en ecosistemas cada vez más abiertos, conectados, coordinados e inteligentes. El ejemplo más extenso de espacios inteligentes son las ciudades inteligentes, donde las áreas que combinan comunidades comerciales, residenciales e industriales se diseñan utilizando marcos inteligentes de ecosistemas urbanos, con todos los sectores vinculados a la colaboración social y comunitaria. Cuidado con esto. Muchos hablan de Smart cities y en realidad no dejan de ser sólo ciudades con wifi compartido.

  13. Se hablará de ética digital y de privacidad. Las empresas que no presten atención a estos dos conceptos correrán el riesgo de una reacción negativa desde el consumidor. Las conversaciones sobre la privacidad deben basarse en la ética y la confianza. La idea que las empresas se irán preguntando pasará del ‘¿Cumplimos?’ al ‘¿Estamos haciendo lo correcto?’.

  14. Y se va a hablar de computación cuántica. La computación cuántica es un tipo de computación no clásica que se basa en el estado cuántico de las partículas subatómicas que representan información como elementos denotados como bits cuánticos o "qubits". Tela. Si no lo has entendido tranquilidad. Vamos con un ejemplo que el propio Gartner aporta en el informe. Una forma de imaginar la diferencia entre las computadoras tradicionales y cuánticas es imaginar una biblioteca gigante de libros. Mientras que una computadora clásica leería todos los libros de una biblioteca de forma lineal, una computadora cuántica leería todos los libros simultáneamente. Las computadoras cuánticas son capaces de trabajar (teóricamente) en millones de cálculos a la vez. La computación cuántica en la forma de un servicio comercialmente disponible, asequible y confiable transformaría la mayoría de las industrias. Las aplicaciones del mundo real van desde la medicina personalizada hasta la optimización del reconocimiento de patrones. Esta tecnología aún se encuentra en un estado emergente y parece ser que esto no es para 2019, pero todo el mundo implicado asegura que estamos en la antesala de otra revolución enorme de tipo cuántico.

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Así compraremos (y deberás vender) en el 2027.

Mucho se ha hablado de ese nuevo cliente, de lo que está cambiando el consumidor en general. En una encuesta de ámbito global, el World Economic Forum identificó ocho cambios muy significativos. Aspectos conocidos, como que tres de cada cuatro compradores utilizan Internet para investigar productos y servicios durante un viaje de cliente (el famoso ‘customer journey’) cada vez mas largo y complejo, con una mayor diseminación de datos desestructurados. Aspectos como que los patrones de lealtad se han derrumbado, creando nuevas formas de comunidades comerciales y modificando el proceso de compra. Poco más de la mitad de los consumidores en todo el mundo dicen que consideran cada vez más el impacto ambiental del producto o del fabricante antes de comprar.

Mucho se ha hablado de ese nuevo cliente, de lo que está cambiando el consumidor en general. En una encuesta de ámbito global, el World Economic Forum identificó ocho cambios muy significativos. Aspectos conocidos, como que tres de cada cuatro compradores utilizan Internet para investigar productos y servicios durante un viaje de cliente (el famoso ‘customer journey’) cada vez mas largo y complejo, con una mayor diseminación de datos desestructurados. Aspectos como que los patrones de lealtad se han derrumbado, creando nuevas formas de comunidades comerciales y modificando el proceso de compra. Poco más de la mitad de los consumidores en todo el mundo dicen que consideran cada vez más el impacto ambiental del producto o del fabricante antes de comprar.

Según la encuesta señalada se interpretan ocho puntos que desde el mundo del ‘retail’ se deberán tener en cuenta para generar valor comercial a sus productos y servicios y que se deberán atender desde una perspectiva comercial si te dedicas al comercio minorista o ‘retail’. Gobiernos y empresas acabarán entendiendo que el consumo es el mayor estimulante para generar nuevos modelos de crecimiento, estructuras económicas más fuertes y capaces de afrontar los retos del futuro. Empezar por modificar el modo en el que las empresas ‘venden’ porque su cliente ya no es el mismo puede ser un primer paso determinante. ¿Cuáles son esas claves para entender el nuevo ‘retail’?

  1. Los datos obtenidos de la actividad online de los consumidores y su historial de compras aportan de manera cada vez más eficiente elementos para generar ofertas personalizadas y predictivas. En el espacio físico esto se multiplica con dispositivos que permiten una experiencia de cliente híper personalizada.   

  2. Eliminación de la relación tradicional entre comprador y dependiente al sustituirse por estantes automatizados e inteligentes. El número de empleos vinculados al ‘retail’ se desplomarán de manera importante a medida que se entreguen los pedidos de este tipo de automatismos en los próximos dos años.

  3. El pago de la compra se realizará de forma remota incluso después de haber abandonado el centro comercial o la tienda de proximidad. Desaparecerán las colas  las esperas para pagar tu compra. Poco a poco, esas esperas evitables, se verán como un factor muy negativo en la experiencia del cliente.

  4. Se establecerán rutinas de compra automatizada con dispositivos inteligentes en nuesrra vida. Algo así como el uso actual que le damos a una aplicación de geolocalización para movernos por una ciudad. No utilizamos nuestro conocimiento, asumimos que sabe más el software porque tiene más datos de tráfico. La entrega de la compra irá sufriendo cambios también cada vez más automáticos. Sin tener claro si serán drones o no, está claro que la recepción de nuestra compra se formalizará a partir de autos de entrega autónomos, taquillas inteligentes o similar. En apenas una década se naturalizará este concepto de recogida autónoma.

  5. La tendencia es modificar el uso de las grandes superficies. Seguramente continuará aunque sólo en lo que tiene que ver con alimentación y uso doméstico, pero sufrirán los centros comerciales debido a que soportar su modelo es imposible en un entorno de venta online creciente. No dejará de ser un valor añadido el espacio reducido y especializado, pero el cliente precisará de tecnología asociada. Una tienda pequeña sin sistemas tecnológicos se verá superada por una manera de ver la vida de sus clientes. Los centros comerciales tienen una reinvención pendiente y que les explotará en las narices como no lo acepten.

  6. En apenas una década y al ritmo actual de crecimiento, las ventas online pasarán del 10% del total que suponen ahora al 40%. En algunos sectores superarán el 60%. Esto conlleva a mantener estrategias, independientemente del tamaño o productos, digitales cada vez más sofisticadas. Datos, inteligencia de negocio o entrega inmediata deberán ser parte de cualquier comercio, ya sea un gigante global o una tienda de barrio.

  7. La impresión aditiva llamada 3D, e incluso la de tipo mixto denominada 4D, habilitarán a los comercios a crear productos bajo demanda y de un modo cada vez más perfeccionado. Obviamente se va a modificar toda la cadena de valor y suministro de muchos productos permitiendo el nacimiento de nuevos tipos de tiendas muy pequeñas pero capaces de enfrentarse a grandes corporaciones.

  8. La realidad virtual, la realidad aumentada y, de alguna manera, la realidad mixta, van a cambiar la experiencia vinculada a comprar, pero sobretodo van a modificar el comportamiento tradicional del comprador al iniciar su interés de compra. Compradores potenciales en remoto interactuando con vendedores virtuales o, incluso, dependientes reales pero en espacios no existentes.

Este último nos lleva a un debate acerca de las habilidades que los profesionales del retail deberán tener: vendedores adaptados a mundos inexistentes, directivos capaces de entender la analítica de datos, etc. En breve lo trataré aquí mismo, de momento ves pensando en cuales de estas tendencias las tienes ya en tu hoja de ruta si eres un comerciante y cuales empiezas a exigir si eres consumidor.

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Sobre la Inteligencia Artificial y la estupidez artificial.

Ayer leía la noticia de que un cineasta americano le abrió un perfil en Tinder a una ‘robot sexual’ con fotografías que dejaban claro que no era un ser humano y si una especie de juguete erótico bastante realista. En apenas unos minutos logró casi un centenar de pretendientes. El autor del ‘experimento’ decidió responder a todos ellos haciéndose pasar por la chica sintética y proponiendo un encuentro sexual con ellos. La mitad confirmaron el interés mutuo y creyeron realmente estar chateando con una especie de inteligencia artificial especializada en conversaciones ‘calientes’.

Ayer leía la noticia de que un cineasta americano le abrió un perfil en Tinder a una ‘robot sexual’ con fotografías que dejaban claro que no era un ser humano y si una especie de juguete erótico bastante realista. En apenas unos minutos logró casi un centenar de pretendientes. El autor del ‘experimento’ decidió responder a todos ellos haciéndose pasar por la chica sintética y proponiendo un encuentro sexual con ellos. La mitad confirmaron el interés mutuo y creyeron realmente estar chateando con una especie de inteligencia artificial especializada en conversaciones ‘calientes’.

Esta noticia no deja de ser una curiosidad sociológica que demuestra lo pasado de vueltas que van algunos por la vida y que estarían dispuestos a mantener relaciones hasta con un tubo de escape. No obstante hay otra que es de aurora boreal y que, probablemente, sea digna de análisis por parte de los medios de comunicación y del modo en el que trasladan algunas noticias de tipo tecnológico. Resulta que hace un par de semanas la prensa de medio planeta tituló como ‘un acto sin precedentes, que el robot Pepper compareciera ante el Parlamento Británico, convirtiéndose en el primer humanoide en ser interrogado por parlamentarios en todo mundo’. A parte de ser mentira la primera afirmación, es falsa la segunda. Ni era el primer robot que comparecía ante un parlamento (solo se precisaba hacer una búsqueda simple en la red), ni tampoco fue interrogado. El teatrillo es de un ridículo supino. Ver a ‘sus señorías’ en una conversación preparada y preguntando al robotillo sobre sus habilidades de debate acerca del futuro de la convivencia con los seres humanos es de vergüenza ajena si no fuera incluso peligroso.

Es peligroso mostrar una serie de avances que no existen y que probablemente no exisitirán jamás de ese modo. La inteligencia artificial es algo mucho más serio que esa escenificación. Reconozco que puede ser nutritivo, interesante incluso, mostrar un ejercicio hacía el debate y popularizarlo, pero al terminar el evento no estaría de más comentar en prensa, y reflejarlo así, que todo es un bulo notable y que ni el robot piensa ni va a pensar. Lo peor no es que los presentes lo saben, lo jodido es que la prensa se lo cree o se lo quiere creer, lo publica, lo emite y lo replica hasta llegar al punto de que parezca que el estado del arte de la Inteligencia Artificial en el mundo es similar a la que se ve en ‘Her’, en ‘ExMachina’ o en cualquier peli de ciencia ficción. Y estamos, hablando en términos científicos, a años luz de eso.

Hay quien se descojona con el asunto. De ahí que sea interesante poner el asunto en su justo lugar, por dos razones. Por un criterio comercial y económico, la inteligencia artificial, los sistemas expertos y el aprendizaje profundo nos van a modificar el modo de trabajar pero no porque hablen como nosotros o piensen sino porque son más rápidos, eficientes y económicos que nosotros en hacer lo que nosotros hacemos. La otra razón, porque las empresas que se dedican a la fabricación y distribución de este tipo de productos, se encuentran con el famoso ‘yo pensaba que hacía más cosas’. Vamos a ver exactamente donde está el asunto pues teniendo en cuenta que hay algún desarrollo realmente avanzado como Sophia, de la que hemos hablado, con la que he tenido ocasión de ‘hablar’ y con la que, tras las últimas ‘actualizaciones’ realmente sorprende en el juego dialéctico y en el aprendizaje aparente. Sin embargo no piensa, no tiene conciencia artificial. Una cosa es la robótica y otra la inteligencia artificial. Una cosa es que un sistema sea tremendamente eficiente resolviendo cosas y otra es que piense.

En un momento dado, David Hanson, el locuaz CEO de Hanson Robotics, la empresa que ha desarrollado a Sophia, dijo que ‘ella (el robot Sophia) estaba básicamente viva’ en uno de los programas de televisión más vistos del mundo, el Tonight Show de Jimmy Fallon. Sophia mantuvo una conversación con el presentador y todo se precipitó. La adoración de la prensa se extendió por el mundo de modo inverso a la crítica sobre lo que realmente sucedió allí. Sophia empezó a recorrer el mundo, a participar como ‘ponente’ en un montón de conferencias, congresos y eventos. La cúspide fue en Arabia Saudita donde se le concedía la ciudadanía con derechos y deberes. Se dijo que era ‘la primera ciudadana no humana del mundo’. Representaba un antes y un después. Se dice que la conclusión del jurado ‘legal’ que determinó esa condición se basó en una pregunta final que le hicieron. Se le cuestionó sobre si ella podía saber que ‘estaba viva’. Sophia, que no estaba programada por ningún gallego, respondió preguntando a los asistentes: ¿y ustedes? Después la hemos visto en una cita muy divertida junto a Will Smith en la que explicó correctamente que la búsqueda de respuestas no es más que eso, búsqueda de respuestas o simulaciones de sensaciones.

Si has podido estar con Sophia en los últimos meses te habrás dado cuenta que ha mejorado mucho, muchísimo. De una primera versión hace años que era una especie de Siri con tronco robótico y cara de silicona, ha pasado a algo realmente sofisticado, capaz de aprender de las conversaciones, con gestos muy reales. No hay duda de que Sophia es una impresionante obra de ingeniería. Hanson Robotics y SingularityNET, que colaboran con empresas de tecnología de todo el mundo, equiparon a Sophia con redes neuronales sofisticadas que le dan la capacidad de aprender de las personas y detectar y reflejar respuestas emocionales, lo que hace que parezca que el robot tiene personalidad.  

Sin embargo, debemos ver en Sophia una especie de experimento complejo de sociología, un análisis de las expectativas. Ben Goertzel, director general de SingularityNET y científico jefe de Hanson Robotics, ya dijo que Sophia y los otros robots no son sistemas de aprendizaje puro, pero sí implican el aprendizaje en varios niveles como el que realiza en sus sistemas visuales de redes neuronales, aprendizaje en sus sistemas de diálogo OpenCog u otros que tiene diseñados. Eso me parece justo. Es eso realmente, a la vez que es interesante la percepción pública de Sophia en sus diversos aspectos, su inteligencia, su apariencia y su amabilidad. Ahí nos situamos cerca de la realidad. 

El problema viene cuando proyectos altamente publicitados como Sophia nos convencen de que la verdadera inteligencia artificial (similar a la humana) está a la vuelta de la esquina cuando en realidad, ni siquiera estamos cerca. El verdadero estado de la investigación de la IA ha quedado muy por detrás de los cuentos de hadas tecnológicos que se nos hacen creer. Y si no tratamos la IA con algo de realismo y escepticismo, su avance puede estar amenazado. Trabajo con modelos de inteligencia artificial, business intelligence, sistemas expertos y todo tipo de gestores inteligentes de datos, pero ninguno tiene conciencia. He estado en Japón, Israel y Estados Unidos en centros donde la IA está realmente muy avanzada, pero por eso, es interesantes decir donde está exactamente, lo que es, para lo que sirve y negar todo lo demás. Por el bien de su avance. 

Para definir bien lo que es la IA, constantemente modificada por los nuevos desarrollos y los cambios en los objetivos, se describe mejor explicando lo que no es. La gente piensa que AI es un robot inteligente que puede hacer las cosas que una persona muy inteligente haría: un robot que sabe todo y puede responder cualquier pregunta, pero esto no es lo que realmente quieren decir los expertos cuando hablan de IA. En general, AI se refiere a programas de computadora que pueden completar varios análisis y usar algunos criterios predefinidos para tomar decisiones. Nada más, que no es poco, de momento.

Desde hace un tiempo tenemos una variante, la que sería lo que se llama HLAI, inteligencia artificial a nivel humano. La capacidad de ciertos sistemas de comunicarse de manera efectiva. Los chatbots y los procesadores de lenguaje basados ​​en el aprendizaje automático se esfuerzan por inferir significados o comprender matices, y la capacidad de continuar aprendiendo a lo largo del tiempo. En este momento, la inteligencia artificial no tiene libre albedrío y, ciertamente, no es consciente: dos supuestos que las personas tienden a creer cuando se enfrentan a tecnologías avanzadas. Los sistemas de IA más avanzados que existen son simplemente productos que siguen procesos definidos por personas inteligentes. No pueden tomar decisiones por su cuenta.

En el aprendizaje automático, que incluye el aprendizaje profundo y las redes neuronales, no es más (ni menos) que un algoritmo con una gran cantidad de datos recolectados constantemente hasta que pueda completar la tarea por sí solo. Para el software de reconocimiento facial por ejemplo, esto significaría introducir miles de fotos o videos de caras en el sistema hasta que pueda detectar de manera confiable una cara de una muestra sin etiquetar. Más o menos es eso, pero nunca ‘entenderá’ lo que esta haciendo, ni podrá dejar de hacerlo porque lo decida el algoritmo por si mismo. 

Nuestros mejores algoritmos de aprendizaje automático son generalmente mecanismos de memoria y ejecutan modelos estadísticos. El problema está en que a eso lo llamamos ‘aprender’ y así le damos un valor humano a unas máquinas que no tienen nada que ver con un cerebro humano. Ahora todo es inteligente. Cafeteras, neveras, coches, teléfonos, relojes, etc. Eso lo confunde todo. Para que se entienda. Si un algoritmo está diseñado para que sume, sumará siempre. Después de saber que cinco más dos son siete, un humano podría darse cuenta de que siete menos dos son cinco. Una deducción compleja si no sabes restar previamente pero posible. Ahora bien, si le pides al mismo algoritmo que reste dos números después de enseñarle a sumar, no podrá hacerlo.  La inteligencia artificial de ese algoritmo, por decirlo de algún modo, fue entrenada para sumar, no para entender lo que significa sumar. Si quieres que reste, deberás entrenarlo de nuevo en ese espacio. Un proceso que borra notoriamente todo lo que el sistema de inteligencia artificial había aprendido previamente. Un humano aprende del error, una máquina, de momento, sólo identifica que se equivocó pero no lo que significa.  

Entre investigadores que necesitan crear expectativas, desarrolladores que precisan inversión y periodistas que no pueden saber el fondo técnico de lo que les presentan, se está creando un potencial problema a medio plazo que podría, realmente, ser muy perjudicial para la evolución real del sector. Esta promoción injustificada podría estar impidiendo un progreso real y útil. Las inversiones financieras en inteligencia artificial están inexorablemente vinculadas al nivel de interés y publicidad que surja del sector. Ese nivel de interés, y las inversiones correspondientes, fluctúan enormemente cuando Sophia tiene una conversación forzada o algún nuevo algoritmo de aprendizaje automático logra algo ligeramente interesante. Eso hace que sea difícil establecer un flujo de capital constante y de base en el que los investigadores puedan confiar y de ahí que muchos desarrolladores se presten al espectáculo.  

A menudo mis clientes solicitan ‘algo de inteligencia artificial’ en el plan de ejecución de transformación digital que les proponemos. Antes les decimos que es importante saber de donde va a capturar los datos masivos para esa ‘inteligencia artificial’. Una vez definido pasamos a presentarles lo que realmente es y lo que no es un sistema experto. Cuando les decimos que una ‘capa de inteligencia artificial’ refuerza su modelo actual de análisis de negocio vinculado a los datos existentes, entienden muy bien el estado real del asunto. Es tremendamente útil, incluso un chatbot que simule el lenguaje natural, pero lo importante es saber que hace, como lo hace, hasta donde es capaz de llegar y como podemos lograr que aprenda para hacer más cosas y mejor. Pero definitivamente, ningún software actual piensa como un humano, ni tiene conciencia de su propia existencia. Simulan muy bien, pueden mantener conversaciones, pero no piensan.

He dado conferencias junto a un robot, trabajo con ellos habitualmente desde su modelo en software y hasta he salido en televisión con otro. Por eso creo que, la verdad, antes de tratar el asunto de la inteligencia artificial deberíamos asegurarnos si no estamos desbordados por la estupidez artificial.  

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El videojuego 'Fortnite' causa del 5% de los divorcios en Reino Unido.

Mientras Tinder u otras aplicaciones han sido culpabilizadas de muchos matrimonios fallidos, resulta que el enemigo dormía en casa. Según un informe publicado por Divorce Online, un ‘site’ del Reino Unido que ofrece información y servicios a las parejas que se están separando, al menos doscientas solicitudes de divorcio presentadas en ese país este año citaron el videojuego en línea ‘Fortnite’ como una de las razones de la ruptura. Te dejo sobre el nombre el enlace a su página. Como dicen, juega con moderación.

Mientras Tinder u otras aplicaciones han sido culpabilizadas de muchos matrimonios fallidos, resulta que el enemigo dormía en casa. Según un informe publicado por Divorce Online, un ‘site’ del Reino Unido que ofrece información y servicios a las parejas que se están separando, al menos doscientas solicitudes de divorcio presentadas en ese país este año citaron el videojuego en línea ‘Fortnite’ como una de las razones de la ruptura. Te dejo sobre el nombre el enlace a su página. Como dicen, juega con moderación.

Pues como lo oyes, estas cifras equivalen aproximadamente al 5% de las 4,665 peticiones de divorcio que esa empresa ha manejado desde el comienzo de año. Sin duda se puede tomar como estadística interesante. Cómo mínimo es un indicador de cómo la tecnología del entretenimiento digital en red puede ser un verdadero problema personal y social.

De momento no sabemos las especificaciones que estos jugadores apasionados consideraron que Fortnite contribuyó a sus rupturas pero esta claro que su naturaleza adictiva genera muchos problemas. La adicción a las drogas, al alcohol y al juego se suelen mencionar a menudo como razones para que las relaciones terminen y, a medida que la tecnología digital se hace cargo de nuestras vidas, muchos ya argumentan que las redes sociales, y su deriva como juego, pueden ser tan adictivas como las drogas.

Si alguien pensaba que la sensación del ‘gaming’ mundial actual, ‘Fornite’, era una cosa de adolescentes se equivoca. Este y otros juegos similares lo están modificando todo. Aproximadamente la mitad de los jugadores son adultos. De acuerdo con las últimas estadísticas de la firma de inteligencia de mercado Newzoo, un total del 40% de los jugadores de otros fenómenos como ‘League of Legends’ juegan a ‘Fortnite’ y a ‘Pubg’, otro muy parecido. Te cuento que es Fortnite por si no estás familiarizado. Se trata de un juego de supervivencia cuyo modo más popular, es un concurso multijugador de secuencias de acción al estilo Hunger Games (Los Juegos del Hambre) en el que el objetivo es acabar con todos los demás jugadores. Te tienes que quedar solo. Mi hijo lo ha logrado varias veces.

Lanzado por Epic Games el año pasado, Fortnite se puede descargar gratis y está disponible en casi todas las plataformas de juegos. Casi el 70% de los jugadores de Fortnite compran elementos digitales, como nuevos accesorios para sus personajes. Este grupo de jugadores que compran se ganstan un promedio de 70 euros mensuales en el asunto.

Tomando los datos del pasado mayo, Fortnite facturó casi 300 millones de dólares. Aproximadamente 125 millones de personas en todo el mundo jugaban Fortnite en todas las plataformas a partir del pasado junio y más de 40 millones inician sesión cada mes. Un escenario que exige que lo tengamos en cuenta a nivel económico y social. Si no habías oído hablar de todo esto, va siendo hora de ver que se cuece en entornos virtuales como este.

Lo preocupante de estas estadística radica en lo que realmente supone un mundo vinculado al gaming masivo, conectado y con millones de aficionados en el mundo. Estos datos son solo una minucia en el debate más amplio sobre cómo las pantallas están afectando a los activos más importantes en nuestras vidas: el tiempo y nuestras relaciones.

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Haz la siguiente prueba. Lee estas preguntas y se honesto contigo mismo considerando si sabías las respuestas, si te sorprenden o si por el contrario todo esto ya lo conocías. Aunque Fortnite no es directamente un eSport si podemos extrapolar la importancia del sector videojuegos y la nueva realidad social y económica que se está generando de manera exponencial a su alrededor. ¿Sabias que…?

  • ¿Los eSports recaudaron 700 millones en 2016 y en 2020 serán 2.000 millones?

  • ¿La final del League of Legends World Champion tuvo 90 millones de espectadores? Para comparar, la SuperBowl fue seguida por 112.

  • ¿En 15 dias ese torneo tuvo 370 millones de horas de visionado digital en 18 idiomas?

  • ¿Que el egamer estrella se llama Saahil Universe Arora, se calcula que gana al año entre torneos y publicidad algo más de 4 millones de dólares.

Fortnite no hace mucho más que lo que hace la televisión con tu vida sexual: la amortigua por decirlo de una manera suave. Si tu pareja se pasa mucho rato encerrada en algún lugar de casa con un dispositivo conectado y sin salir, no pienses lo peor, sólo está jugando a Fortnite y eso no tiene que ser motivo de separación. Igual hablando lo arregláis.

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Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal

Signos de desaceleración, los retos del futuro y la Tierra es plana.

Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.

Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.

Algo así pasa con el debate político en España estos días. En lugar de alarmarnos ante un futuro realmente incierto, el que va a afectar a nuestros hijos, el de la automatización de todo, el de la incorporación de la inteligencia artificial en nuestro entorno, el de cómo una economía no robotizada va a ser capaz de soportar la competitividad y a su vez pagar nuestras pensiones, en lugar de todo eso, el debate está ubicado en una aurora boreal parlamentaria y periodística que asusta.

Cuando acabe este año, 300.000 robots destinados a realizar tareas básicas en cadenas de producción, cocinas industriales, obras públicas y privadas, grandes almacenes, zonas de vigilancia, etc., y más de 120.000 sistemas de software inteligente creados para instalarse en despachos profesionales de todo tipo, habrán sido solicitados por empresas de todo tipo en Europa. A finales de 2020 los pedidos de este tipo de automatismos en hardware o software alcanzarán el millón. Los pedidos a estas empresas que los están desarrollando así lo certifican. Cuando se entreguen estas comandas, al no haber preparado el cuerpo laboral para ser colaboradores imprescindibles de estos robots, la mayoría de trabajadores serán sustituidos irremediablemente. La forma vencerá al fondo.

Se puede impedir no obstante el colapso con la formación específica, la transformación del empleo buscando los sectores que generan valor y en valorar lo que significará trabajar en un futuro inmediato entendiendo una estrategia empresarial y económica para afrontarlo. El liderazgo debería ser político. Es lo único que se les pide. Es la política quién debe marcar el modelo de transformación necesario, estimularlo y dinamizarlo. La hostia va a ser inmensa como no se haga y se haga ya. Lo que pase en Europa nos afecta, pero lo que no hagamos aquí nos sentencia.  

El futuro económico de un país se puede afrontar de dos maneras. Por un lado con la inacción de quienes desconocen el verdadero alcance de los cambios que se están produciendo en el mundo o, por otro, con la ilusión que tal desafío supone. En el primer caso se puede simular un interés por la tecnología y los cambios sociales aunque simplemente supongan pura cosmética. En el segundo se incluyen las políticas activas a fin de prever las necesidades de un futuro complejo y en el que pocas cosas van a mantenerse como ahora las entendemos. Los grandes contratos sociales van a modificarse integralmente y de manera rápida. Es en esta última manera con la que un país que depende del sector terciario, de los servicios y de una industria tradicional, debería apresurarse a trabajar. Las pensiones, el estado del bienestar y una clase media que no para de menguar sólo se pueden garantizar afrontando ese futuro inmediato con una estrategia económica y política que apueste claramente por modificar su modelo de crecimiento y sus estructuras sociales resultantes. 

España, y otros países, parecen vivir de espaldas a la realidad que se avecina. La automatización va a expulsar del sistema laboral a millones de personas y nadie está haciendo nada relevante para evitarlo. El tiempo pasa y el mundo gira. Mientras la hipotética bonanza económica se iba afianzando en nuestro país, un sedimento que ya denuncié hace tiempo lo embarraba todo. Crecer a expensas de un empleo sin valor añadido, dependiente de ciclos estacionales y con cotizaciones insuficientes para soportar el estado del bienestar, no parecía una buena idea. Mientras, otros países de nuestro entorno han apostado decididamente por generar valor en una economía tecnológica más allá del titular o del ‘programa’ de turno, el nuestro se frena irremediablemente antes de tomar medidas relevantes.

España ya está en plena desaceleración. Tal vez nunca aceleró. Los datos macro a veces no muestran adecuadamente lo que está pasando. Por lo menos si no los descuartizas y los repasas en detalle. Creábamos empleo pero era un empleo de guardería. Un empleo que, como se ha visto a finales de agosto, dependía de un sector que como se resfríe vamos a pasar la madre de todas las gripes. Depender del turismo tiene su cosa. Y es que la propia OCDE avisa que la actividad nacional se deteriora más que en el resto de países. La pérdida de velocidad de la economía europea, de la que España parecía estar exenta, ya nos arrastra también. El bajón de la actividad en el mes de julio en España fue mayor que en sus parientes de la UE. El gobierno sigue considerando que vamos a crecer al 2,7% aunque ya hay quienes advierten que esa cifra podría verse recortada en una o dos décimas. Esto es muy destacable. En el caso de España, crecer al 2,7% o al 2,5% representa estar en zona de creación de empleo o todo lo contrario. Sabemos que nuestro país es incapaz de crear empleo neto por debajo del 2,4% de crecimiento. Ni tan siquiera empleo precario. No hablemos de empleo de alto valor.

 

Seguimos sin estrategia real hacía donde dirigir nuestro modelo productivo. Mantenemos la inercia de lo que siempre nos ha ido bien. Incluso de lo que nos dio el mayor de los sustos. España estimula la economía vinculada al turismo y al sector inmobiliario, lo hace por falta de acción política y por un factor cultural y social. Pero la menor actividad de Europa será el detonante de una recesión inminente, ya que el 70% de nuestras exportaciones se dirigen a los países de nuestro entorno. Las muestras son pura estadística, pero vale la pena abordarlas en su conjunto: la demanda exterior ya restó 0,2 puntos al crecimiento del PIB anual en el segundo trimestre. Entre abril y junio, las ventas al exterior menguaron un 1% frente a los tres meses anteriores. El consumo pasó de crecer un 0,7% en el primer trimestre al 0,2% en el segundo. El paro registró su peor agosto desde 2011. Es decir, los vientos favorables que llegaban de Europa con su recuperación, ahora es viento en contra. Lo jodido es que España no se preparó durante la bonanza de principios de este siglo, no supo abordar correctamente la crisis, no ha sabido estructurar un nuevo modelo de crecimiento aprovechando estos últimos años de recuperación y no está en la mejor condición para enfrentarse ahora a una mala racha en la economía global. No se han hecho los deberes y no hay intención de hacerlos visto lo visto. Hay temas más importantes parece ser.

Para que no me llamen catastrofista, eso ya lo sufrí hace más de una década, diré que una desaceleración no es algo de lo que preocuparse. Lo grave es cuando se ignora como dice Daniel Lacalle. Como se ha ignorado en general el futuro al que se avecina nuestro mundo, no teniendo en cuenta cual debe ser el modo de afrontar este desafío que supone una sociedad vinculada a la Cuarta Revolución Industrial.

Quedaremos a la espera de que se sintetice un plan económico lo más detallado posible por parte del gobierno actual una vez terminen los fuegos artificiales. Un plan que sea claro, que se deje de globos sonda, de opiniones dispares y de planteamientos que afectan y mucho a las opciones de inversión de empresas de tipo tecnológico. Al fin y al cabo son éstas las que suelen estimular los cambios en el modelo productivo. Así ha pasado en otros países. Flexibilizas el mercado laboral y haces atractivo el modelo fiscal y las empresas que protagonizarán el futuro, las que van a crear empleo de valor, se aproximan y te ayudan a transformar tu estructura económica. A cambio, nosotros tenemos sólo preguntas en el aire: ¿Será verdad lo del 15% de Sociedades? ¿Habrá impuesto a las transacciones financieras? ¿Y a las tecnológicas? ¿Se endurecerá la tributación de las sicavs? ¿Seguirán teniendo deducciones los planes de pensiones?

Nos dirán que la desaceleración no es para asustarse. Probablemente no, pero los indicadores que la explican si son destacables. Las ventas minoristas disminuyeron en julio, el indicador de sentimiento económico que retrocedió al peor nivel desde abril de 2017, las ventas en grandes empresas y el índice de producción industrial perdieron impulso en junio, el mismo mes que se amplió el déficit comercial, la constitución de hipotecas y la cifra de negocios empresarial se desaceleraron en junio, las salidas netas de capital fueron por valor de 11.127 millones, muy superior a la de mayo en que salieron 884 millones.  

Y, por si fuera poco, tenemos el asunto del turismo como decía antes. La caída del número de visitantes se achaca a diversos motivos: recuperación del sector en el entorno mediterráneo, el mundial u otros. Son ciertos. Como también que asegurar que los turistas gastan más y con ello se compensa la caída bruta de unidades es hacerse trampas al no contemplar la propia inflación que maquilla resultados cuando nos interesa. El problema no es ese, el verdadero asunto es que pocos ven el aviso que supone que el turismo tenga momentos mejores o peores dependiendo de factores externos.

La economía española tiene una dependencia de este sector cercana al 15% y posiblemente si aplicamos factores secundarios un poco más. El empleo vinculado roza el 17% directo. Ojo a esto. Da bastante igual si la caída depende de Turquía o de la lluvia. El problema es que dependemos de su crecimiento. Si este motor se detiene no hay sustituto. Ya pasó con el sector inmobiliario, se detuvo y el motor que debía sustituirlo, la industria, no estaba engrasado. Ahora ¿qué motor tenemos listo? Deberíamos correr para preparar uno que tenga que ver con un nuevo mundo, el que gira ahí afuera y el que a muchos de sus señorías les va a explotar en las narices. Lo chungo es que a nosotros también nos va a manchar. Por eso, si tienes una empresa, si eres un directivo con responsabilidades, déjate de titulares, de lecturas ajenas a la realidad que se muestran por todas partes, y ponte en marcha, transforma tu empresa, fórmate y construye tu futuro. El tiempo vuela.

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Amazon supera el billón de dólares de valoración, casi el PIB español.

Ayer las acciones de Amazon subieron un 1.9% permitiendo que superara por primera vez la valoración de un billón de dólares. Recordemos que el PIB de España supera ligeramente los 1,2 billones, es decir, una barbaridad. Apple había llegado a superar esa gigantesca barrera del billón de dólares de valoración bursátil hace muy poco tiempo. Con esta gesta ya son tres empresas las que lo han logrado alguna vez. La tercera fue la energética PetroChina Co. que cruzó brevemente esa valoración a finales de 2007. Sin embargo se desplomó rápidamente debido a la caída de los precios del petróleo en la crisis financiera.

Desde que Jeff Bezos fundara Amazon en un garaje de Seattle en 1994 vendiendo libros, hasta que ahora él mismo sea la persona más rica del mundo, la evolución de su compañía se ha caracterizado por la diversificación absoluta y por la búsqueda de poner al cliente en el centro de la cadena de valor a partir del conocimiento y estudio de su comportamiento con diversas fórmulas digitales y seguimiento.

Amazon factura 200 mil millones anuales y tiene más de 575.000 empleados. Para analizar esas cifras tenemos que centrarnos en el crecimiento de los últimos años. Es a partir de 2015 que la cosa se dispara notablemente. Las acciones se han triplicado en apenas 3 años, alcanzando un valor máximo de 2.050 US$ ayer mismo. Hay que decir que, sin embargo, tras cruzar la marca del billón, la valoración de Amazon bajó a 988 mil millones poco después. Por cierto, ese club de ‘billonarios’ tiene dos candidatos más que tardarán poco en unirse si todo sigue como hasta ahora. Se trata de la marca global de Google, Alphabet Inc, y de Microsoft Corp.

Yendo mucho más allá de los libros, Bezos imaginó la experiencia minorista de un nuevo modo al ver desde el principio cómo Internet podría conectar a los compradores con una selección de productos mucho más grande de lo que encontrarían en los estantes de las tiendas fueran cuales fueran. Por eso amplió el negocio de libros a música y películas, luego agregó juguetes y electrónica.

La primera revolución vino en 2001, cuando Amazon lanzó un Marketplace digital que quería expandir el inventario más rápidamente al invitar a comerciantes independientes al sitio y cobrarles una comisión por cada venta. Ese modelo participado ahora representa más de la mitad de todos los productos vendidos en Amazon, y muchos de los comerciantes pagan a Amazon tarifas adicionales por el almacenamiento, el embalaje y la entrega. Una idea que en su momento fue discutida por el coste que tenía pero que a la larga ha permitido al gigante americano ofrecer un gran inventario sin tener que comprar nada, una ventaja competitiva clave sobre los competidores del retail que llevan años defendiéndose como pueden.

Otra revolución interna que lo estimuló todo fue cuando en 2006 lanzaron la división de computación en la nube Amazon Web Services. Replicaron lo que ya habían planteado con el Marketplace pero ahora en el ámbito puramente digital y en la nube. Cualquiera puede, en lugar de comprar y mantener sus propios servidores, alquilar la capacidad de la computadora de turno y el almacenamiento de datos en los centros de datos centralizados que administra Amazon. La clave está en que diseñaron un modo de pagarlo en función de cuánto se usaban, algo así como una factura de electricidad. Hoy Amazon lidera el mercado de computación en la nube y Amazon Web Services proporciona más de la mitad de las ganancias de la compañía.

A partir de ahí, Amazon decide colarse en todo. Desde Amazon Kindle para leer todo lo que puedas a Amazon Web Service con todos los servicios web necesarios y pasando por Amazon Market Place para que vendas o compres lo que quieras, el gigante del comercio electrónico no ha hecho más que aumentar sus servicios y buscar con ellos obtener cada vez más datos de sus clientes o usuarios. Amazon Contenidos para ver videos y películas, Amazon Prime, una logística de cuota fija que en realidad se ha ampliado hasta convertirse en una especie de ‘membresía’ con privilegios. Amazon Cash inicia algo parecido a un banco, Amazon Go, las primeras tiendas físicas sin cajeros, Amazon Fresh, la entrega rápida de alimentos o Amazon Echo, el asistente personal que se mete en tu casa con Alexa. Amazon por todas partes. Como he comentado esta mañana en mi colaboración sobre economía del programa Arusitys de La Sexta, Amazon está detrás de casi una cuarta parte de los envíos minoristas en un país como España.

En Arusitys hablando de la valoración de Amazon.

En Arusitys hablando de la valoración de Amazon.

Sin embargo Amazon es un caso a estudiar en cuanto a la fórmula de crecimiento y soporte de los resultados financieros cuando estos no son buenos. Les tomó un tiempo a los inversionistas apreciar las estrategias a largo plazo de Bezos. La acción se ha disparado en los últimos años, en gran parte en base a las apuestas que hizo hace más de una década. Existía la preocupación de que Amazon fuera una empresa sin beneficios porque Bezos invirtió tanto en el crecimiento que a menudo se perdían los trimestres o los resultados con márgenes estrechos.

Se han equivocado varias veces y en lugar de lamentarse han aprendido mucho. El teléfono inteligente Fire fuen un desastre en 2014. Fue quizás, el mayor fracaso de la compañía. Pero Amazon se recompuso y lanzó  el altavoz activado por voz ‘Echo’ y el asistente digital ‘Alexa’. El éxito que significaron no fue previsto por nadie. El uso de un nuevo interface por voz que Apple lleva insistiendo desde que nos instaló a Siri en todos los iOS, Amazon lo sintetizó con un notable éxito rápidamente.

Ahora bien, el mayor éxito de Amazon es Prime. Esta especie de ‘tarjeta digital de fidelización’ fue lanzada en 2005. Bezos tomó prestada la idea de los clubes de compras de almacenes de descuento y ofreció tarifas de envío casi gratuitas a los clientes que pagan una cuota anual. La membresía convierte al comprador ocasional en un cliente atrapado en los descuentos por envío de Amazon. Clientes ansiosos por obtener rendimiento de esa membresía gastando en Amazon una y otra vez. Prime ahora es la puerta de entrada a un coste muy interesante a todo tipo de productos de la compañía. Transmisión de video, almacenamiento de fotos en la nube o los descuentos más recientes en Whole Foods Market, que Amazon adquirió el año pasado. Amazon tiene más de 100 millones de miembros Prime, que utiliza para atraer más inventario a su tienda web por parte de miles de vendedores. La clave es que debido a la gran cantidad de comerciantes la competencia entre ellos provoca que los precios sean extremadamente bajos. Todo ello sin mojarse mucho. Es una obra maestra.

De momento parece que pocos puedan con Amazon. Cualquier batalla la gana. Es difícil pensar quien puede destronarlos a medio plazo. Sin embargo probablemente su talón de Aquiles está en su propia desmedida. La preocupación ante una campaña antimonopolio gubernamental en Estados Unidos o Europa no es algo menor. De momento no hay visos de que eso pueda ser puesto en marcha debido a que Amazon es una máquina de creación de empleo. El ejemplo, como ya expliqué, fue el proceso de licitación de una segunda sede de Amazon en Estados Unidos. Se lo rifaron. ¿Seguirá creciendo? ¿Hasta donde puede crecer? ¿Será finalmente un banco con servicios complementarios? ¿Cuándo empiecen a automatizar en serio toda la cadena de valor que sucederá? Amazon es una de las big companies que marcan la línea de cómo entender la economía del futuro, concentrada y gigantesca, lo hace para descifrarla en lo bueno, pero, atención, también para lo malo. ¿Cuándo valdrá 2 billones?

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Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal Economía, Politica, Sociedad Marc Vidal

El debate de ideas (económicas) aparece en las primarias del PP

La exministra Celia Villalobos consideró que una de mis afirmaciones durante el programa de La Sexta, ‘Liarla Pardo’, en el que participo semanalmente, no era correcta. Ella consideraba que decir que en las primarias del PP no hay debate ideológico era una afirmación fuera de la realidad y que sí se estaba produciendo. Realmente, hasta hace muy poco no he visto ese debate. Es justo ahora que parece se inicia un ligero análisis de ideas en el ámbito de la economía. Bienvenido sea y mejor si en ese debate los que lo estimulan son gente como Álvaro Nadal y, especialmente, Daniel Lacalle.

La exministra Celia Villalobos consideró que una de mis afirmaciones durante el programa de La Sexta, ‘Liarla Pardo’, en el que participo semanalmente, no era correcta. Ella consideraba que decir que en las primarias del PP no hay debate ideológico era una afirmación fuera de la realidad y que sí se estaba produciendo. Realmente, hasta hace muy poco no he visto ese debate. Es justo ahora que parece se inicia un ligero análisis de ideas en el ámbito de la economía. Bienvenido sea y mejor si en ese debate los que lo estimulan son gente como Álvaro Nadal y, especialmente, Daniel Lacalle.

Y es que sin duda alguna, el asunto sobre como vamos a pagar la fiesta y como se pretende afrontar el gasto creciente del estado del bienestar y sus garantías, es el dilema. Es el principal, es el que determina el modo en el que otros asuntos podrán afrontarse. Sin riqueza, sin medios, es imposible atender necesidades, ni distribuir nada. En ese escenario se sitúan dos maneras de ver el mundo económico, o bien incrementando impuestos o bien apostando por reducirlos. De subirlos o bajarlos se derivan dos temas: el tiempo de espera obligatorio en el primer caso para poder atender necesidades sociales. Y en el segundo, el incremento de déficit mientras no llegan los ingresos, pero aplicándose previamente el gasto que se prevé poder saldar después.

El centro derecha presume de crear riqueza y el centro izquierda de redistribuirla. Los primeros suelen acusar a los segundos de malgastar su esfuerzo y de subir impuestos para equilibrarlo. Los segundos consideran que los primeros no atienden a las desigualdades con la suficiente sensibilidad. De esto se deriva que la derecha presenta su política económica con un deseo de reducir impuestos y la izquierda de subirlos selectivamente. El problema es que ni unos los rebajan siempre ni los otros son tan selectivos.

Estamos ante el anuncio de una subida importante de tributos, así nos lo han ido contando. De hecho se buscan 6.500 millones para reducir el coste sobre el déficit que tendrán un buen número de medidas que exigen 8.500 realmente. De eso trató mi intervención precisamente en el programa. De cómo se está planteando un inicio de nuevo gobierno a nivel presupuestario atendiendo a las subidas de impuestos que se han anunciado.

Para ello el catálogo Otoño Invierno de esa subida de impuestos es de aurora boreal. Subidas al gasóleo, impuesto de sociedades, tasas a tecnológicas, a la banca, a la renta del capital, etc., suponen la voluntad de reducir el déficit público, el de la seguridad social, cumplir con las exigencias de Bruselas y paliar el deterioro de las pensiones. El riesgo que con estas subidas se penaliza al sector productivo, provocando a medio plazo que pase todo lo contrario a lo que se espera. Pan para hoy y paro para mañana.

En esto de atacar el Impuesto de Sociedades hay indicadores que muestran que no todo es tan fácil como subir impuestos y recaudar más. En 2017 se recaudó por esta vía 23.000 millones. En 2003, hace una eternidad, se recaudaron 21.900. Mientras que el PIB español ascendía en el mismo período un 45%, algo así como 360.000 millones de euros, la recaudación apenas aumentaba. Mucho cuidado con penalizar impuestos que deterioran la capacidad de inversión, contratación y, sobretodo, investigación. Te puedes encontrar que no aumente la recaudación, te cargues el sistema de crecimiento de esas mismas empresas y, lo peor, limites las opciones de hacerse competitivas en un entorno tremendamente cambiante y exigente.

Un tema mayor. España se está quedando en un vagón incómodo. La falta de un plan transversal, ambicioso y agresivo para revertir el retraso tecnológico que vive nuestro modelo de crecimiento, anclado en aquello que nos aporta facturación y beneficio a costa de sueldos miserables, lo vamos a pagar caro. La lejanía absoluta de la ‘clase política’ de la realidad digital y tecnológica es de susto o muerte. De ahí que le escribiera esta carta a Pedro Sánchez. 

Volvamos al debate. Sólo cuando toca mostrarse moderno aparecen las ideas. En este caso, es una buena noticia que los candidatos del PP en las próximas primarias tengan un debate sereno sobre el futuro económico. O por lo menos lo tengan otros en su nombre. El de Santamaría suena a discurso de manual no obstante, digitalización manida y mucho texto de catálogo. El de Casado, gracias a la aportación de Daniel Lacalle, es mucho más entero y pragmático: rebaja de impuestos a empresas tecnológicas al más puro estilo irlandés. Si se puede hacer, ¿por qué no hacerlo mientras no hay una política fiscal europea equilibrada?

El plan de Lacalle puede sin duda alguna, al final, atraer empresas tecnológicas en algo más que en aquello de montar un ‘call center’ o de montar unas oficinas de ‘investigación’ por parte de algunos que ya estaban por aquí. Se trata de poner en marcha políticas fiscales que aceleren una modificación del modelo de crecimiento y estructura económica de nuestro país. Digitalización, sin aceptar lo que supone analizar un país automatizado, no vale. Robotización sin hablar de cómo socialmente lo vamos a afrontar, tampoco. Sin fiscalidad atractiva no vamos a ver por aquí los motores de cambio que se van a necesitar. Depender de los sectores de siempre no va a ser una solución y esos que debemos estimular precisan de medidas concretas que los animen a venir.

No se trata de un mundo lejano. Se trata de incorporar en el análisis político y económico aquello que lo va a cambiar todo en muy poco tiempo. Ya lo está haciendo. Es inevitable. Cambios que muchas veces ignoramos por que son a tiempo real. No nos damos cuenta pero están. En diez, quince años las computadoras cuánticas serán algo normalizado y exponencialmente cambiarán nuestra relación con la información y el cálculo. Estaremos bajo redes 10G y los sensores de la Internet de las Cosas junto a dispositivos de realidades virtual y aumentada, en apenas una década, estimularán la llamada Internet del Todo. ¿Está nuestra economía preparada para ello? ¿Qué piensan los políticos que deben conducir esa transformación económica y social en un país como el nuestro? ¿Tenemos el talento suficiente? ¿Qué empresas van a ser los motores de cambio? ¿Cuántas vendrán sin modificar nuestra fiscalidad? ¿Podemos crear grandes actores económicos y empresariales para la economía del futuro con las herramientas actuales? Aquí hay talento y capacidad, ¿se lo ponemos fácil? ¿Se está fabricando un ecosistema entre universidad, empresa, innovación y acción política?

Es evidente que sólo con la acción política no se produce ningún cambio de este tipo, sólo se lidera. Para ser parte esencial de esa revolución que acelera cada vez más, debemos atraer a quienes lo van a protagonizar, los que van a generar el empleo cualificado y nos van a dar las opciones de permanecer en el mundo del conocimiento. Eso son empresas de todo el mundo, inclusive las nuestras, tecnológicamente avanzadas. Por eso, prefiero la propuesta de Daniel Lacalle que indica claramente como afrontar uno de los primeros peldaños en esa gran escalera que deberemos subir.

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La Inteligencia Artificial y el control de los trabajadores sigue sin legislación.

Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.

Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.

Veamos como afecta en el empleo y en el modo en el que las empresas utilizan el uso de la Inteligencia Artificial en estos momentos. Lo contaba The Economist. Nadie está regulando al respecto de un modo coherente y adecuado. Empresas de todo tipo ya aprovechan la Inteligencia Artificial para pronosticar su demanda, contratar trabajadores y tratar con sus clientes. En 2017, las empresas gastaron alrededor de 18.000 millones de euros en fusiones y adquisiciones relacionadas con la Inteligencia Artificial, unas 26 veces más que en 2015. Existen informes que aseguran que en la próxima década el beneficio que puede repercutir en el mundo empresarial a partir de la utilización de la IA en marketing, logística y ventas superará los 2,5 trillones de dólares. De hecho, el máximo responsable de Google ha asegurado que la Inteligencia Artificial será más determinante para la humanidad que el fuego o la propia electricidad.

En frente de este mensaje tan positivo aparecen voces que aseguran lo contrario. Hay quien teme que la IA destruya empleo de manera indiscriminada y que las barreras de acceso a esta tecnología creará un espacio de empresas dominantes y de compañías dominadas. No obstante, pocos delimitan con claridad que supondrá la implementación general de tecnologías inteligentes capaces de ‘razonar’ en base a criterios empresariales. Los ejemplos que tenemos en la mayoría de los casos derivan del ‘machine learning’, de sistemas expertos, de desarrollos cognitivos dependientes de Watson u otros, pero pocos, repito, son capaces de mostrarnos que la Inteligencia Artificial es algo más que un módulo más eficiente, sofisticado e incomprensible para un humano de lo que hemos llamado durante mucho tiempo sencillamente ‘business inteligence’.

Pero es evidente que la IA va a transformar el puesto laboral. Ya lo hace. Hoy en día muchos directivos pueden obtener un control extraordinario sobre sus empleados que rozan los límites éticos asumidos durante décadas. Por ejemplo, Amazon ha patentado una pulsera que rastrea los movimientos de las manos de los trabajadores de almacén y usa vibraciones para estimularlos a ser más eficientes. Workday, una firma de software, analiza alrededor de 60 factores para predecir qué empleados se irán de la empresa y cuales no. Humanyze, una startup que vende credenciales de identificación inteligentes, permite rastrear a los trabajadores en la oficina y revelar qué tan bien interactúan con sus colegas. Y es que, de momento, la IA tiene un uso que ha dinamizado el control laboral. Algo que no es nuevo pero ahora es realmente preocupante. En un mundo que se dirige a un modelo ‘freelance’ donde la productividad queda asociada al cumplimiento de tramos de proyecto, parece poco adecuado un control tan férreo de la jornada laboral. No obstante, desde el punto de vista de la eficiencia, no se puede negar que la IA es tremendamente exacta en el momento que se le requiere para mejorar la gestión y los procesos.

De hecho es difícil negarse a los beneficios empresariales de la Inteligencia Artificial aplicada a los procesos de empresa y, especialmente, en la gestión de los recursos humanos. Sin duda mejora la productividad en casi todos los casos. Como decía, la empresa Humanyze combina los datos que generan los empleados de cualquier departamento con los calendarios y correos electrónicos de éstos para determinar, por ejemplo, si el diseño de una oficina o un almacén favorece el trabajo en equipo o no. Otro ejemplo es Slack, una aplicación de mensajería en el lugar de trabajo, que ayuda a los directivos a evaluar la rapidez con que los empleados realizan sus tareas. Las empresas ven cuándo los trabajadores no sólo se despistan, procastinan o, sencillamente, hacen algo inadecuado, sino que combinada con Cogito, otro desarrollo con una génesis de IA, puede escuchar las llamadas del servicio de cliente y asigna una valoración de empatía basada en cómo han interactuando con el consumidor y la capacidad de respuesta. Un algoritmo juzgando nuestras competencias humanas. Temazo para debatir. El mismo debate que surge cuando hablamos de que los jueces olímpicos en Tokio 2020 serán sistemas inteligentes combinados con comisarios humanos.  

Sigamos viendo lo que la IA está ya haciendo en algunas empresas y que, sin un coste demasiado elevado, ya puede hacer por la tuya. Las máquinas pueden ayudar a garantizar que los aumentos salariales y las promociones vayan a quienes realmente las merecen. Las personas a menudo no son fácilmente medibles en sus competencias por culpa de las valoraciones no reflexivas o las que sufren influencias puramente humanas, pero los algoritmos, si se diseñan correctamente, pueden ser más imparciales. El software puede marcar patrones que un humano no aplicará nunca del mismo modo. Por ejemplo, Textio, una startup que usa IA para mejorar las descripciones de trabajo, descubrió que las mujeres son más propensas a responder a un trabajo que menciona ‘desarrollar’ un equipo en lugar de ‘administrarlo’. Los algoritmos recogen las diferencias salariales entre géneros y razas, así como el acoso sexual y el racismo que los humanos ignoran consciente o inconscientemente en la selección de personal o en el ejercicio de sus funciones directivas.

Es cierto que da reparo. Hemos visto demasiadas películas donde robots inteligentes eran malos y nos daban la vuelta. Se daban cuenta que los esclavizábamos y se revelaban. Nunca pasará. Los robots del futuro inmediato, esos a los que vamos a irnos acostumbrando la próxima década, se parecerán más a un cajero automático que a Sophie. La Inteligencia Artificial no es algo negativo de por sí. En todo caso el uso que le demos lo puede llegar a representar, pero el control de su utilización también estará basado en el sistema operativo cada vez más global en términos de ética digital. Y es que no hay beneficios sin inconvenientes. Los algoritmos podrían no estar libres de prejuicios. Sus programadores los tienen y pueden derivarlos en sus creaciones. El personal de mayor edad podría trabajar más despacio que los más jóvenes y podría correr el riesgo de perder su empleo si lo único que busca la IA es la productividad en lugar de aplicar factores no tan evidentes.

Lo humano será siempre el valor añadido, pero no será fácil confrontarlo a la eficiencia. El futuro inmediato es el campo de batalla. Todo aquello que un software no sea capaz de hacer tendrá un valor incalculable. Seguramente, el factor humano, tendrá que ser ese elemento diferencial. Los humanos nunca resolveremos un cubic rubik tan rápido como un robot, pero sin embargo, localizaremos como exponer el resultado desde un punto de vista emotivo, creativo y atractivo. Esa combinación no está claro que se esté entendiendo.

A mi, realmente, lo que me preocupa es el riesgo de la vigilancia orwelliana. Algo delicado atendiendo incluso a la comparecencia del creador de Facebook ayer ante los congresistas de Estados Unidos. Veriato, una firma de software, rastrea y registra cada golpe de teclado que los empleados hacen en sus computadoras para medir qué tan comprometidos están con su compañía. Las empresas pueden utilizar la IA para examinar no solo las comunicaciones profesionales de los empleados, sino también sus perfiles de redes sociales. Es como curioso que una de las herramientas de trabajo colaborativo de mayor crecimiento en el mundo, Slack, tenga un nombre que surge del acrónimo de ‘searchable log of all conversation and knowledge’, algo así comno ‘registro de búsqueda de todas las conversaciones y del conocimiento".

A medida que diversos gobiernos analizan como regular la utilización de la IA estaría bien que tres elementos se tuvieran claro. Primero, los datos deben ser anonimizados cuando sea posible. Microsoft, por ejemplo, tiene un producto que muestra a los individuos cómo administran su tiempo en la oficina, pero brinda información a los gerentes solo en forma agregada. En segundo lugar, el uso de IA debe ser transparente. A los empleados se les debe decir qué tecnologías se usa en sus lugares de trabajo y qué datos se están recopilando. Como cuestión de rutina, los algoritmos utilizados por las empresas para contratar, despedir y promover deben ser evaluados por si tuvieran sesgos y consecuencias involuntarias. Por último, los países deben permitir que las personas soliciten sus propios datos, ya sean ex trabajadores que deseen impugnar un despido o personas que buscan trabajo con la esperanza de demostrar su capacidad a posibles empleadores. Estaría bien, como decía al principio, se empiece a regular, legislar o, cómo mínimo, hablar en sede parlamentaria de estos temas. Probablemente esto no sucede porque nadie sabría que decir.

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El día que ‘supimos’ que nos manipulaban y el mundo post-Facebook.

Noam Chomsky fue considerado por The New York Times como uno de los más importantes pensadores de nuestro tiempo y, en especial, por todo aquello que hace referencia al análisis que hace de las estrategias de manipulación masiva que existen en el mundo de hoy. Entre las muchas y complejas formas que el Chomsky relata en diversos ensayos me gustaría señalar tres que tienen mucho que ver en cómo se va a librar la batalla de los datos en el futuro inmediato, justo después de la pesada digestión que supondrá el asunto de la venta de datos en Facebook.

Noam Chomsky fue considerado por The New York Times como uno de los más importantes pensadores de nuestro tiempo y, en especial, por todo aquello que hace referencia al análisis que hace de las estrategias de manipulación masiva que existen en el mundo de hoy. Entre las muchas y complejas formas que el Chomsky relata en diversos ensayos me gustaría señalar tres que tienen mucho que ver en cómo se va a librar la batalla de los datos en el futuro inmediato, justo después de la pesada digestión que supondrá el asunto de la venta de datos en Facebook.

Todos sabíamos, o como mínimo imaginábamos, que Facebook y otros utilizaban, y de algún modo también vendían, nuestros datos e históricos de navegación. Lo sabíamos y lo aceptábamos mirando hacia otro lado. Digamos que tenemos claro que ‘cuando no pagas por el uso de algo, tu eres la moneda’. El hecho de que en gran medida pensásemos que nuestros datos se utilizaban para ofrecernos ‘publicidad inteligente’ era algo así como un poco naïf. El jarro de realidad que se ha derramado con el caso Cambridge Analytica era una verdad que en general se obviaba. Nuestra identidad digital a partir de nuestro comportamiento en las redes supone un nutritivo manjar de datos para la acción política.

Es por eso que las teorías de Chomsky sean tan relevantes acerca de cómo se han usado esas fórmulas en Estados Unidos y, date por visto, en muchos otros países también. No es demasiado complicado poner en marcha modelos de uso de comportamientos de ti, de tus amigos en algunas redes y obtener todo cuanto necesites para estructurar campañas o mensajes. Sino quieres estar expuesto, lee esto.

Como resume muy bien José Daniel Riveros, decía el bueno de Chomsky que para manipular a la sociedad de forma masiva sólo tenías que (1) ‘distraer a la gente atiborrándola de información’ orientada a temas irrelevantes o banales. De este modo la gente se olvida de sus verdaderos problemas. Otra fórmula utilizada para la manipulación según Chomsky es la de (2) 'crear un problema que no tiene esa relevancia' para buscar una reacción y finalmente aportar una solución impopular. Esto me suena. Con los mecanismos de conocimiento que los datos aportan y el como se pueden utilizar esta fórmula puede ser muy eficiente.

Sigamos con el asunto de cómo conducir a la masa pública a partir del uso de sus datos en, por ejemplo, una red social como Facebook. Gracias a esos datos se puede (3) manipular gradualmente. Ese ecualizador sociológico que las redes aportan permite introducir medidas poco a poco para que resulten imperceptibles. Otra medida que puede ir muy de la mano de los datos existentes es la de (4) infantilizar al público. No hay que ser honoris causa para comprobar que estamos en medio de una especie de guardería inmensa. Millones de personas ya de cierta edad siguiendo las idioteces de miles de individuos/as cuyo valor principal es elegir bien el pinta labios a juego con su bufanda. Mensajes y publicidad que tratan a los adultos como si fueran niños con palabras y gestos ingenuos. Manejando datos hay quienes pueden neutralizar el sentido crítico de la gente en lo que verdaderamente importa.

Facebook permitió seguramente que los que usaron los datos de Cambridge Analytica, y estoy seguro que otros desarrollos están haciendo lo mismo, (5) acudieran a las emociones del público. De ese modo se evita la reflexión. Esto explica muchos de los mensajes recibidos por el cuerpo electoral americano. El dónde, el quién y el cómo, lo establecían ese big data que vendió (o permitió usar) Facebook. Cómo decía, Chomsky relató varias estrategias de manipulación. A las que he señalado se pueden sumar la de (6) crear públicos ignorantes, (7) crear públicos complacientes creando tendencias ‘de moda’ o, para mí la trascendental (8) conociendo minuciosamente al ser humano.

Por suerte, o no, nos hemos dado cuenta. De ahí que vamos a intentar despejar lo que pasará a partir de ahora a medida que avancen los próximos años y de cómo el sistema operativo social que había supuesto Facebook pueda digerir este pollo. Hace unos días John Oswald se trasladaba al futuro inmediato e imaginaba un mundo sin Facebook. De hecho, en base a que la mayoría de aspectos que describía Chomsky dejen de ser posibles en la red de redes, la propia esencia de la red dejará de ser útil para marcas o para lo que sea. Tengo la impresión que a medida que llegue la regulación del uso de datos, de esa privacidad imprescindible y esa educación por la privacidad urgente, ya nada será igual. En 2020 podríamos estar hablando del mundo post-Facebook.

En su artículo Oswald asume que una combinación de demandas colectivas y regulaciones estrictas en todo el mundo después del escándalo de Cambridge Analytica llevará a la fractura o colapso de algunas redes monstruosas como Facebook. Los consumidores tendrán el control de sus datos personales y de la configuración de la economía de esos datos. El impulso regulatorio será doloroso. A partir de esa caída y nacimiento de otros modelos de relación masiva que complique los principios que Chomsky comentaba y que deberán impregnar la cultura digital futura serán:

1. Se generalizará la defensa del consumidor. Poco a poco la seguridad de los datos personales en sí misma será un negocio. En cuanto la cultura y conocimiento sobre todo esto sea general (y estos escándalos lo aceleran) todos tendremos un mayor control de nuestra vida digital a partir de la ayuda de empresas dedicadas a eso. Ya existen aunque su uso es muy profesional todavía. En 2020 será doméstico. En su aspecto más básico, este servicio permitirá a los clientes elegir y ajustar los algoritmos que sustentan sus servicios sociales y de noticias.

2. La descentralización de datos empoderará a las comunidades. Los grupos de consumidores inteligentes combinarán sus datos y se comportarán más como proveedores de ellos, exigiendo desde un punto de vista comercial valorar el coste y beneficio del uso y cesión de sus datos.

3. Nacerá el ‘datavismo’ o activismo de los datos. Acciones organizadas en contra del uso masivo de nuestros datos creará movimientos que exigirán un cambio real en todo ello. Seguramente demandas colectivas a medida que se vayan conociendo más casos como Cambridge Analytica acelerarán todo. Aumentará el número de usuarios escépticos de la capacidad de los gobiernos para proteger nuestros datos. Se sabrá que marcas lo han utilizado y sufrirán las consecuencias por parte de los consumidores. La ética de los datos y del valor de los mismos será un valor añadido en un par de años.

4. La publicidad ‘predictiva’ tendrá auténticas dificultades para desarrollarse. En 2020 los consumidores de muchos países sabrán que sus datos personales están siendo usados o no en algún lugar y podrán verificar cualquier aspecto sobre su uso. De ahí que se paralizarán las ‘inspecciones’ de éstos por parte de un futuro plan de emisión publicitaria en tu teléfono o tu computadora. Se pasará del ‘tengo lo que quieres comprar, lo sé’ al ‘dime algo sobre ti si quieres, para ver que puedo ofrecerte’.

Espero que 2018 sea el año en el que entendimos que el uso de datos no era algo comercial únicamente. Se trataba de manipular. Veremos como se mantiene todo ese andamio de gestión de datos a medida que se impongan reglas que dificulten el uso indiscriminado. Hablamos de ver como modifican su esencia Facebook, Twitter, Amazon, Google y alguno más. Hablamos de un mundo post-Facebook.

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De la Inteligencia Artificial a una Humanidad Aumentada.

El debate acerca de que ‘límites’ se le deben poner a los sistemas expertos capaces de llegar a ser artilugios pensantes es siempre el mismo. Se trata de incorporar barreras éticas. El problema es que la ética y las leyes no siempre van de la mano. En ocasiones, lo que se considera aceptable en un entorno, es inasumible para otro. Derechos de privacidad, derechos de las minorías u otras no son fácil de equilibrar. Otro aspecto complicado trata de quién va a liderar esta transición. De hecho, aunque nos pongamos a definir quién, cómo y qué sobre el modelo de uso y convivencia con la inteligencia artificial del futuro, resulta que llegamos tarde a muchas cosas. El control de los datos de las personas en muchos países ya está en manos de sistemas inteligentes que ignoran la ética y la privacidad en la mayoría de los casos. A eso va a costar ponerle límites.

El debate acerca de que ‘límites’ se le deben poner a los sistemas expertos capaces de llegar a ser artilugios pensantes es siempre el mismo. Se trata de incorporar barreras éticas. El problema es que la ética y las leyes no siempre van de la mano. En ocasiones, lo que se considera aceptable en un entorno, es inasumible para otro. Derechos de privacidad, derechos de las minorías u otras no son fácil de equilibrar. Otro aspecto complicado trata de quién va a liderar esta transición. De hecho, aunque nos pongamos a definir quién, cómo y qué sobre el modelo de uso y convivencia con la inteligencia artificial del futuro, resulta que llegamos tarde a muchas cosas. El control de los datos de las personas en muchos países ya está en manos de sistemas inteligentes que ignoran la ética y la privacidad en la mayoría de los casos. A eso va a costar ponerle límites.

En esto de limitar éticamente el futuro tecnológico nos encontraremos con legislaciones muy diferentes que va a costar cohesionar. En casi todo el planeta se tiene claro que la edición genética de seres humanos está prohibida, pero en China, por ejemplo, no hay ninguna ley que prohíba la edición de genes y, de facto, los ensayos en ese sentido están haciéndose hace tiempo. Los avances en Inteligencia Artificial van, como diría aquel, a buen ritmo. Sin embargo está muy lejos de lo que se vende en algunos entornos. En la mayoría de los casos, aquello que algunos presentan como cerebros sintéticos capaces de discernir, pensar o deducir de un modo brillante, no son más que sistemas expertos capaces de solucionar problemas por la suma de pruebas ejecutadas y aprendiendo de ello. Habrá quien diga que Sophia ya piensa, pero no es verdad. Estamos muy lejos aún de todo eso, pero no por ello no es importante empezar a razonar acerca de algo que, eso sí, con toda probabilidad va a pasar en los próximos años aunque no como nos lo presentan.

Si ves los informativos generalistas, si lees los titulares de los medios escritos o escuchas tertulias de radio abarrotadas de 'expertos de todo', seguramente recordarás que ya te han presentado avances en IA que parecen ‘humanos’ y que eso ya está aquí. No es cierto. No. De hecho, ahora mismo básicamente, lo que tenemos son preguntas y esta es precisamente la razón por la cual es importante empezar a analizar el futuro en el que convivamos con ella. Lejos del alarmismo incomprensible de algunos ‘popes’ de la tecnología y la ciencia.  Probablemente la respuesta no esté en poner límites a los desarrollos de Inteligencia Artificial. Posiblemente la cosa vaya de ‘aumentar’ al género humano. Estaría bien no olvidar que la IA no es nada más que una nueva herramienta que está para ayudar y beneficiar a los humanos. ¿No? Y si no lo apartamos del análisis veremos que puede ser utilizada para ‘aumentar’ a los humanos. Si hablamos de realidad aumentada, ¿por qué  no hablar de humanidad aumentada?

No es ningún disparate. Hace tiempo que utilizamos la IA para mejorar nuestra actividad y ‘aumentar’ nuestro trabajo. Cuando agarras eso que llamas ‘teléfono’ y con el que haces de todo menos hablar, pulsa el icono de Facebook por ejemplo. Ahí vas a ver como la IA está currando duro para que veas lo que ‘tienes’ que ver y no pierdas el tiempo en otros asuntos. Abre Google y ¡ahí va! Resulta que tienes que escribir muy poco, el formulario se adelanta a tus ‘intenciones’. Compañías como LawGeex, que usan algoritmos de Inteligencia Artificial para revisar automáticamente los contratos ahorra costes a los clientes, pero el beneficio real es el ahorro de tiempo. De manera similar, la IA se está convirtiendo rápidamente en un recurso imprescindible en medicina. Se utiliza para clasificar qué tipo de lesión cutánea es cancerosa, para diagnosticar el cáncer en una etapa muy temprana con una prueba de sangre, para predecir enfermedades cardiacas, para determinar los componentes en los humanos y los animales que podrían extender la expectativa de vida y para muchas otras cosas. La U.S. Food and Drug Administration aprobó recientemente un algoritmo para predecir la muerte. Como suena. Ejemplos de cómo la IA ya se están utilizando para aumentar nuestro conocimiento y nuestra capacidad de buscar y encontrar respuestas, de cómo están transformando la forma en que trabajamos y vivimos nuestras mejores vidas.

¿Es esto una humanidad aumentada? Probablemente sí, pero nos queda mucho por aumentar y, seguramente, tendrá que ver con ‘hasta donde aumentarnos’ y no tanto ‘hasta donde limitar’ la Inteligencia Artificial. De momento nos queda ver como cambian los negocios y pensar como adaptarnos para ser una sociedad aumentada, una empresa aumentada o un consumidor aumentado. Cuando pensamos en la IA aumentando a los humanos, frecuentemente pensamos en modo ‘ciencia ficción’. Error. Pensamos en implantes cerebrales como los de mi amigo Neil Harbisson. Imaginamos un auricular del futuro que será un chip intracraneal traduciendo a tiempo real idiomas extraños que no entendamos en una conversación. Esa es la evolución prevista, por lo que, como demuestra la historia, no será exacto. Es aquello de la innovación real y la propuesta y lo que dijo Henry Ford acerca de innovar entre un coche de caballos y uno de motor.

No se trata de adivinar el futuro. Se trata de deducirlo. No creas que hay alguien en este mundo capaz de imaginar tu vida o la de tus hijos en 50 años. Si lo hay, está encerrado en un laboratorio y no lo conoce casi nadie. La tecnología que va a cambiar todo, absolutamente todo lo que hacemos, nuestros modelos de gestión social, cultural, política, económica y de distribución del conocimiento serán modificados de un modo completo en los próximos años y no tenemos ni pajolera idea de cómo será nada. Nadie podía imaginar el futuro como ha sido el presente hace 30 años. De hecho hace una década y algo, el 90% de las interacciones que intervienen en tu vida cotidiana no las hacías con dispositivos que ahora son cotidianos.  De ahí que me interesa más saber como vamos a ‘aumentar’ a la humanidad y no tanto como vamos a ‘limitar’ a la inteligencia artificial, pues no dejará de ser, por muy sofisticada que parezca, una herramienta. De ahí que toca un debate ético profundo y un plan para crear una humanidad más completa. Ser más humanos gracias a la tecnología y que esta llegue a todos sin distinción es el gran reto.

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La generación ‘streaming’.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

Hay cierto consenso entre bancos de inversión e inversores que consideran que Spotify llegará a valer más de 20.000 millones de dólares cuando salga a bolsa a mediados de año. Actualmente supera los 140 millones de usuarios de los cuales un 40% son de pago. Spotify no es más que una de las consecuencias de la transformación digital de un modelo de negocio que ha extremado la mutación de cualquier producto, que pueda convertido a digital, en servicio. Una transformación productiva y económica que llevaba asociada una transformación social. De la sociedad que adquiría cosas a la que vive en streaming. Un modelo de vida que recurre a la economía circular, a la automatización, a ofrecer datos recurrentes y masivos y a la relación cada vez más intensa entre sistemas inteligentes y actos humanos.

La relación profesional entre directivos de generaciones anteriores con la del milenio no está siendo fácil. La capa demográfica que va aproximadamente de los 18 a los 35 años actuales solicitan un puesto de trabajo que aporte algo más que un salario. Hablamos de un modelo de vida que se impone. A veces pienso que soy casi un ‘viejenial’, un tipo que nació demasiado pronto ;-) y que ya supera los 40 y largos y que tiene una percepción del mundo conectado y en beta constante. No tengo coche, compro pocas cosas, utilizo muchos servicios y prefiero vivir en streaming.

La generación del milenio probablemente ha permitido intuir como será la que le va a suceder. La que viene. La denominada Generación Z, algunos miembros de la cual acaban de cumplir la mayoría de edad. Ya han empezado a ir a la universidad y es más que probable que su idea de lo que ahora denominamos empleo va a ser muy distinta a la que les vamos a poder ofrecer. Si hace 15 años a un vendedor comercial de tornillos industriales lo hubieras visto el 90% del tiempo frente al ordenador no hubieras entendido que hacía o, peor aún, le hubieras recriminado que no estuviera en la calle ‘vendiendo’. Era difícil, por aquel remoto 2002, pensar que frente al ordenador se replicaba todo un mundo de relaciones sociales capaces de generar ventas. Ahora, si un comercial de tornillos industriales se pasa el 90% de su tiempo en la calle en lugar de estar analizando perfiles de clientes con su tablet, entrando en redes, solicitando amistades, etc., pensarías que pierde el tiempo.

Como he dicho en alguna ocasión, no van a nacer nuevos empleos de manera sustitutiva a los actuales. No masivamente. Lo que va a pasar es que las tareas actuales se van a hacer de otro modo. La generación Z lo va a cambiar todo otra vez. Ellos viven vinculados a un entorno virtual en mayor medida que incluso aquellos que se llaman nativos digitales. Son los primeros descendientes de éstos. Son, más que la Generación Z, los Millenial segunda edición. Una versión avanzada que acusará las características de sus antecesores pero al extremo.

El instituto de investigación de ADP, un grupo de administración de empresas que produce datos sobre tendencias de trabajo y salud económica, encuestó a 2.400 empleados de diferentes edades, incluidos los millenials, que trabajan en empresas con más de 250 personas, para averiguar cómo el lugar de trabajo había cambiado. Su estudio asegura que los millenial han empujado a las empresas a cambiar en áreas clave, dando a los empleados más libertad para trabajar desde donde quieran y con mayor autonomía para autogestionarse en lugar de ser administrados.

Pero hay un detalle de ese estudio que me ha llamado la atención. La sección más joven de la Generación del Milenio enfatiza extremadamente en la búsqueda del propósito laboral. Mucho más que sus compañeros de mayor edad y de su hipotética misma generación. Indican la tendencia que se mostrará con mayor intensidad en los que ahora entran en la universidad. Adecco encuestó a 1,000 estudiantes universitarios, de primer y último curso de carrera, y descubrió que el 41% de los jóvenes de la generación del milenio querían empleos que ofrecieran posibilidades de crecimiento, pero solo el 30% de los encuestados de la Generación Z pidieron lo mismo. Para éstos últimos, eso del ‘crecimiento’ es demasiado abstracto.

Probablemente algún sistema sofisticado, entre inteligencia artificial, sistema experto o datos masivos, está trabajando para interpretarlos y ofrecerles una respuesta satisfactoria antes de que ni tan siquiera ellos sepan que es la que esperaban. Una generación sujeta a la venta predictiva y al análisis matemático continuo de sus movimientos. Una generación algorítmica que corre el riesgo de mostrarse incapaz de convertir a nuestra especie en un valor añadido sino les ayudamos.

Nuestra sociedad cambia por suerte. Vivimos mejor que nunca en términos generales. A pesar de que en este mundo la lista de asuntos a mejorar y solucionar es inmensa, es más corta que en otras épocas. Nos cuesta verlo pues pensamos comparativamente con nuestro entorno y no con nuestra historia. En gran medida, esa mejora social, económica, cultural, informativa y científica, proviene de una poderosa herramienta que lo facilita todo: la tecnología.

La tecnología que estimula una revolución económica e industrial no puede desvincularse del papel que la humanidad debe tener reservado. Ese es el gran reto de las generaciones previas a la Z. Nos toca enfocar sin interferir. De una sociedad que acumula pasaremos a una sociedad que utilice. De la compra de productos al uso del servicio. Pero si todo ello sólo es cosmético no servirá. Lo complicará todo. Este es un mundo que va mejor pero no está asegurado que siga siendo así.

Lo veo en mi hijo. La Generación Z es autodidacta, son la generación tutorial. Son maduros, autosuficientes y creativos. Hablan de empleos del futuro que mejoren el mundo. Vienen de la cultura del 'do it yourself' por lo que están acostumbrados a enfocar en los problemas y a construir su propio entorno. Son inquietos y tremendamente impacientes. Son la generación zapping. Prefieren la privacidad como demuestra que sus perfiles en Instagram estén siempre protegidos o que su aplicación hasta hace poco favorita era un espacio privado. Además son tremendamente moviles. Ellos no reconocen que es un ordenador de sobremesa. Consumen en cualquier lugar y a tiempo real. No descargan si es factible consumir en la nube. Son definitivamente la generación Streaming. 

Una generación en streaming permanente precisa de una formación en streaming permanente, un comercio en streaming conceptualmente hablando. Viven a tiempo real, ¿Tu negocio está preparado para esa transformación que exigirá tu clientela inminente? ¿Y tú, lo estás para competir laboralmente con esa realidad? Si consideras que falta mucho, pues justo ahora entran en el mercado laboral los 'streaming', no te olvides que al futuro se puede viajar no sólo con el tren que anuncian por megafonía, sino que también puedes ir con el que está ahora mismo parado en la misma estación.

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Las claves del empleo en el futuro inmediato: dónde, cómo, quién y qué.

Desde el laboratorio del Mobile World Capital, una órgano creado para identificar los desafíos sociales que significan las nuevas tecnologías, tengo la suerte de ser testigo directo, no sólo de los formidables cambios que se están sucediendo en todos los ámbitos sociales, económicos e industriales por culpa de la tecnología, sino también de la velocidad a la que se está produciendo todo ello. Uno de los temas recurrentes en todas las reuniones que tenemos se refieren a la afectación de toda esta revolución al mundo laboral. Un escenario que se libera cada vez más rápidamente de los hábitos de una era industrial pasada. Un escenario laboral que muta irremediablemente para garantizar un futuro más productivo y equitativo y cuyas características se podrían englobar en los siguientes aspectos:

Muchos me preguntáis que deben estudiar vuestros hijos para tener trabajo en el futuro. Difícil saberlo. Pero desde el laboratorio del Mobile World Capital, una órgano creado para identificar los desafíos sociales que significan las nuevas tecnologías, tengo la suerte de ser testigo directo, no sólo de los formidables cambios que se están sucediendo en todos los ámbitos sociales, económicos e industriales por culpa de la tecnología, sino también de la velocidad a la que se está produciendo todo ello. Uno de los temas recurrentes en todas las reuniones que tenemos se refieren a la afectación de toda esta revolución al mundo laboral. Un escenario que se libera cada vez más rápidamente de los hábitos de una era industrial pasada. Un escenario laboral que muta irremediablemente para garantizar un futuro más productivo y equitativo y cuyas características se podrían englobar en los siguientes aspectos:

1. ¿Dónde? Las ciudades competirán por el talento.

Cuando Amazon reveló sus planes de invertir más de 5 mil millones de dólares en la construcción de su segundo cuartel general, recibió más de 200 candidaturas de diferentes ciudades. La guerra por el talento del futuro ya no será entre empresas, será entre ciudades. Como la tecnología une a la sociedad, y el trabajo a distancia se convierte en la norma, las personas vivirán en las ciudades que elijan, en lugar de las que están más cerca de donde trabajan. Las ciudades tendrán una especie de ecosistema que ofrezca opciones de vida atractivas en entornos amigables con la tecnología. Las políticas activas desde las administraciones para atraer ese desembarco es clave. De nuevo, no todo depende de la inercia sino de la acción política coordinada con el sector privado.

2. ¿Quién? La mayoría de la fuerza laboral será ‘freelance’ en diez años.

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Hoy en día, más de 57 millones de trabajadores, alrededor del 36% de la fuerza laboral de los Estados Unidos, trabajan por su cuenta. Si nos basamos en la tendencia que refleja el informe Freelancing, en Estados Unidos y en apenas una década, la mayoría del empleo será 'freelance'. La generación de ese empleo está liderado por ‘millennials’ que han decidido no depender de ninguna empresa aunque se alíen con ellas. Recordemos que estamos a minutos de que la generación con mayor peso en las decisiones económicas y políticas sean los nacidos a partir de 1980. Si te pasa como a mí y piensas como ellos, eres un ‘viejenial’. No lo desaproveches.

Pero, combinando lo que significará el crecimiento de grandes compañías buscando ciudades ‘talentosas’ con esa tendencia por el trabajo no dependiente, habrá una adopción a gran escala de un cuerpo laboral distinto, ‘freelance’ pero comprometido con nuevas habilidades y un nuevo modo de entender el empleo.

3. ¿Cómo? Formación ‘freelance’ para empleos ‘freelance’.

La forma en la que educamos a las generaciones futuras ya no es suficiente. Para las habilidades y los trabajos de hoy no son relevantes. Es de aurora boreal pensar que se les prepara para el futuro. La idea de que estudies matemáticas, ciencias y arte como disciplinas separadas, y luego trabajes para resolver el problema del mundo real en la economía actual, no tiene mucho sentido.

Preparar a los estudiantes para los trabajos del mañana requiere romper las barreras que existen dentro de la educación. Una educación que, como el empleo ‘freelance’, también deberá hacerse más flexible. Formación ‘freelance’ para empleos ‘freelance’. Parece hasta lógico. Educación orientada a proyectos y no a asignaturas como defienden en la Wildflower School en Boston. Un cambio total que, ¡vaya!, vuelve a necesitar de cierta actitud política para cambiar programas educativos, leyes y reformas derivadas.

4. ¿Qué? La AI y la robótica crearán empleos que ahora no existen.

La Inteligencia Artificial y la robótica crearán más empleos en lugar de una destrucción masiva de puestos de trabajo, como defiende la versión oficial. Algo que sólo sucederá si el hilo conductor de esta transición se ejecuta bajo la responsabilidad y la innovación socioeconómica. Países como Alemania, cercanos al pleno empleo, son los que mayor densidad de ‘robots per cápita’ tienen y otros, como España y Grecia, con las mayores tasas de paro son los que menos robots tienen de media. ¿Podría ser que cuanto más automatismo bien organizado, mayor eficiencia y, en definitiva, mayor contratación cualificada?

El problema es que vemos mucho Black Mirror y mucho Electric Dreams. La ciencia ficción defiende un mundo donde las máquinas roban el empleo, y casi la capacidad de organizarse a los propios humanos. Sin embargo, esta no es una idea capaz de sujetarse en la historia y en los datos. De hecho, el mayor enemigo para la humanidad es la propia humanidad. No vas a perder tu trabajo en manos de una computadora inteligente, lo vas a perder, en todo caso, en manos de un humano que maneje mejor una computadora que tú.

El impacto de la Inteligencia Artificial en el futuro no significa el fin del empleo. Por mucho que algunos lo consideren probable, las máquinas no se hacen a si mismas y necesitan que los humanos estructuremos la innovación derivada y necesaria de un modo responsable. Digamos que un futuro del empleo robótico abre ventanas de oportunidad en lugar de cerrar puertas dramáticas. El problema estará en el liderazgo político que tiene que estructurar esa transición. De momento, que yo sepa, pocos son los países que han asumido este reto como un elemento prioritario. Por cierto, entre los afortunados, no hay ninguno en el que se hable en español.

Estamos entre dos opciones. O vamos a un mundo con más empleo o nos dirigimos a un mundo sin empleo. Tengo la sensación que la escasez no será de puestos de trabajo, no, la escasez será de habilidades para cubrirlos. Esa es la clave. La formación necesaria, dejar de ver la máquina como una agresión para empezar a contemplarla como una colaboradora. Sino se plantea en ese sentido, el desastre podría ser monumental y ni la renta básica ni meriendas parecidas lo podrá amortiguar.

En definitiva, al igual que en las conclusiones que ya citaba Stephane Kasriel en un brillante artículo del WEF, en el que se basa éste, hay que repensar el empleo y, por supuesto, la educación profesional. Es necesario que se ofrezca una formación auténtica y útil. Hay quien ya lo está haciendo, quienes no lo ven tan urgente y otros que ni tan siquiera se les ha pasado por la cabeza este tremendo desafío. La gasa que separa un reto social y un desastre monumental es muy fina. A veces se rompe por la inacción.

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Hatsune Miku, la estrella pop virtual que modifica el negocio musical otra vez.

Debutó hace 10 años. Su nombre es Hatsune Miku (traducible al inglés como ‘First Sound of the Future’) y se ha convertido en un ícono de la cultura pop japonesa. Una cantante virtual creada por Crypton Future Media en Sapporo que, gracias al sintetizador Vocaloid desarrollado por Yamaha, manipula voces humanas hasta el punto que se le podría considerar un instrumento en si mismo. Sin embargo, lo interesante desde el punto de vista socioeconómico y de integración educativa de la tecnología en la vida de las personas, es el hecho de que tengamos una de las primeras relaciones reales entre público y artista, con todos los elementos tradicionales, pero entre fans y un personaje sintético.

Debutó hace 10 años. Su nombre es Hatsune Miku (traducible al inglés como ‘First Sound of the Future’) y se ha convertido en un ícono de la cultura pop japonesa. Una cantante virtual creada por Crypton Future Media en Sapporo que, gracias al sintetizador Vocaloid desarrollado por Yamaha, manipula voces humanas hasta el punto que se le podría considerar un instrumento en si mismo. Sin embargo, lo interesante desde el punto de vista socioeconómico y de integración educativa de la tecnología en la vida de las personas, es el hecho de que tengamos una de las primeras relaciones reales entre público y artista, con todos los elementos tradicionales, pero entre fans y un personaje sintético.

Hatsune Miku es una especie de Max Headroom de última generación. Lanzada como producto en 2007, cuando el fenómeno youtuber empezaba a emerger, sus creadores pronto se dieron cuenta del potencial de permitir el uso abierto de su ‘artista’ por parte de todo tipo de creadores que quisieran enriquecer el propio personaje. Por eso, tres meses después, Crypton creó Piapro, un sitio web para que todo tipo de personas publicaran trabajos y colaboraran entre si, en abierto y sin restricciones de derechos de autor.

‘Senbonzakura’ (1,000 cerezos), una canción lanzada en 2011, se hizo lo suficientemente popular como para ser una pieza indispensable en cualquier karaoke japonés. Ese tema fue cantado por televisión y ante decenas de millones de personas más tarde por una estrella nipona llamada Sachiko Kobayashi en el Kohaku Utagassen de NHK (Festival de Canto de fin de año ante). Hatsune ya era una estrella virtual colectiva y empezó a lanzar CDs de éxito hasta el punto de alcanzar los primeros puestos de las listas junto a otros artistas consagrados.

Miku dio el salto, gracias a la tecnología de realidad aumentada y virtual, a la escena física. Actuó junto al ballet ‘Dr. Coppelius’ participando con el grupo de percusión de éstos. Las obras compuestas con Miku y las pinturas japonesas tradicionales, como la pantalla plegable byobu "Irises" de Ogata Korin, un maestro famoso del período Edo (1603-1867), son otro ejemplo. Incluso ha sido telonera de Lady Gaga en varios conciertos apareciendo en forma de holograma.

Viste al estilo de cualquier chica ‘manga’ y su pelo es azul. Gracias a esa colaboración del talento colectivo ha lanzado más de 100.000 canciones en múltiples idiomas y cuenta con casi 3 millones de seguidores en sus redes sociales occidentales y diez veces más en las redes propiamente niponas. Una diva sintética que nos obliga a reorientar nuestra percepción de las relaciones entre realidad física y realidad virtual, entre vida analógica y vida sintética. De momento no interviene la inteligencia artificial, pero es un buen punto de partida para entender esta relación a la que vamos a tener que acostumbrarnos, a nivel económico, social, cultural y, sobretodo, ético. Incluso ha actuado en el Late Show de David Letterman tras ser entrevistada por él mismo.

Aparentemente, parece que el hecho de que un modelo que no es de carne y hueso se haya convertido en una reveleción ‘real’, tiene que ver con el punto de digitalización, virtualización y vinculación sintética que los jóvenes tienen actualmente. Sin embargo no es eso. Lo que ha sido crucial es algo menos vaporoso. Se trata de la posibilidad de que cualquier fan de Miku pudiera comprar el software Vocaloid y produjeran canciones para ella. Escribes una letra y Miku te la canta. Si tu aportación es valorada colectivamente puedes llegar a escucharla cantada por tu ídolo virtual en un concierto ‘en vivo’ y acompañada de guitarras, batería y lo que haga falta.

Esa es la clave. El producto es la plataforma, no tanto ella. Una buena adopción del modelo de negocio colaborativo que exige el peaje del software. Es un cambio total del concepto musical incluso que provoca que un concierto de Hatsune Miku, en lugar de ser algo producido profesionalmente con órdenes que vienen de arriba hacia abajo, se trata de una colaboración de creadores que actúan en el propio concierto con Hatsune Miku compartiendo canciones (que se han hecho populares en la propia plataforma) que los fans adoran. Conciertos que ya e han producido en casi 20 países por cierto.

Crypton ha vendido centenares de miles de unidades del software Hatsune Miku a casi 200 euros cada una. Sí, es un software. Partamos de ahí. También gana dinero con licencias del personaje para fines comerciales, entradas de conciertos (para verla 'físicamente'), etc. Según sus creadores el futuro de Hatsune pasa por mejorar su voz, por darle una capacidad de interacción humana y, esperan, hacerla física en forma de robot la próxima década. Consideran sus creadores que están cerca de sobrepasar la voz humana, la conciencia de su virtualidad y la generación de un nuevo modelo artístico, comercial y productivo. Una segunda edición de la disrupción en el sector discográfico. ¿Quién sabe? Lo que sí sabemos es que un aparente derivación manga sumada a la tecnología existente, las plataformas abiertas y el modelo de distribución en red de productos, puede estar dando pistas de una segunda y abrupta disrupción en una industria que ya tuvo una que pareció un auténtico tsunami hace unos años.

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Mass-media o mass-tontos. La Transformación digital no era para esto.

Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.

Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.

La confianza bajo mínimos. Por lo menos por mi parte. La industria de los medios de comunicación vive su peor momento. No sólo se enfrenta a la disrupción digital sino que también los medios digitales se enfrentan a la disrupción que provoca la falta de análisis. Una falta bíblica de objetividad en la mayoría de ellos los ha conducido a una falta de confianza histórica por parte de sus audiencias no tradicionales. Crecen en oyentes, lectores digitales y posiblemente en espectadores, pero a la vez, éstos, parecen exigir tertulias con aspavientos, detalles sin importancia pero muy efectistas y analistas de todo hablando de nada. En un mundo de medios dirigidos por partes interesadas que tan bien y detalladamente explica el ensayo ‘Power is everywhere’, éstos tienen un público muy claro en mente, y ni siquiera se esfuerzan en buscar otros lectores. Prefieren representar nichos subjetivos en lugar de arriesgar en praderas objetivas.

Es posible pensar que la prensa, técnicamente, sigue sin asumir la disrupción. La información se derrama por miles de canales alternativos y la réplica de titular no es mucho más que eso, una réplica en pocos caracteres y donde la profundidad del epicentro no parece importar a la mayoría. Otras industrias han entendido y sufrido que pasa cuando te llega la disrupción. La compañía de taxis mas grande del mundo no tiene taxis. La compañía hotelera más grande del mundo no tiene ni un solo hotel. La empresa más grande de telefonía no tiene infraestructura propia. La mayor empresa de retail del mundo no tiene inventario propio. La empresa que posee más contenidos del mundo no crea contenidos. El banco que más crece no tiene dinero. La empresa de cines mas grande del planeta no tiene ni una sala propia. En la mayoría de los casos, el concepto ‘user generated’ está encima de la mesa.

Todo ello tiene mucho que ver con la mutación de toda la cadena de valor que está transformando el ‘producto a servicio’. El escenario ha cambiado definitivamente. Ese cambio de liderazgo se sustenta en una estrategia a medio plazo que va más allá de la cosmética. Es una mutación profunda. No se trata tanto de plataformas dónde las personas intercambian productos sino de un lugar dónde se vinculan a servicios. No se trataría tanto de un lugar donde las personas intercambian enlaces informativos o participan de la información y de la opinión. En todo caso se debe profundizar en la idea de que el lector, el consumidor de información, se ha convertido en un agente activo y en un plano muy distinto al que la prensa tradicional le sigue reservando. No consumen, interpretan. E interpretan muy distinto a como otras generaciones lo hacen por cierto.

Reina la idea acerca de los millennial, que para que te lean (lease hagan click) debes hablar de nimiedades y poner muchas fotos. Así corre el contador de páginas vistas. Que les importa más lo que dice una alienada ‘influencer’ a lo que se aporta en la profundidad de un análisis complejo. Y eso no es cierto. Lo que pasa es que el consumo informativo de esta generación es muy heterogéneo y se aparta de lo convencional, de lo prediseñado o de lo que otros, generaciones X o superiores, podemos entender. Resulta que los millennial navegan por los medios mientras hacen otras cosas. En el curso de su trayecto informativo seleccionan y revisan a posteriori lo que han decidido. La guerra estaría en ser relevante y no únicamente 'fast-food'. Lo primero exige objetividad, lo segundo efectos visuales o titulares de autobús.

Esto no va de ‘views’, ni de ‘clicks’. Es muy serio y parece que nadie se entera de que, en la guerra del consumo maniqueo e irresponsable por parte de muchos, está el vacío futuro y la lejanía de la prensa con respecto a sus consumidores inmediatos. Este es un mundo donde la tecnología simultáneamente ha liberado y restringido el contenido que consumimos, con las plataformas periodísticas están haciendo más para dividir que para unir. En este punto habrá un lugar crucial para los editores que puedan ofrecer contenidos en el que se pueda confiar. Ese es, después de todo, el papel tradicional de los medios de comunicación. Parecía que la conquista digital de la prensa nos aportaría inmediatez, objetividad, una visión poliédrica y comparada y un modelo informativo mucho más razonable, pero no ha sido así. El negocio digital de la prensa tradicional no es más que una búsqueda incansable de ‘pageviews’ sin control empujados por sus lectores ideológicamente afines. Lo peor es que muchos de los ‘nuevos medios’ hacen lo mismo.

Las cifras de consumo de los medios tradicionales cae. Suelen remontar puntualmente en momentos de barullo informativo como el actual, pero globalmente, cae. Cae en cantidad, pero también en calidad. La alocada búsqueda del lector ahora ha dado paso a la caza del visualizador de videos. Ya así nos va. Este es uno de esos momentos. Por lo menos por estos territorios. El Brexit, Trump o El Chapo Guzman fueron otros. Sin embargo la tendencia es la que es y el peso de lo inevitable es inmenso. Mucha gente se ha dado cuenta de que no está recibiendo una imagen completa de lo que está pasando a través de los canales en los que confió siempre o le dijeron que eran fiables.

Por si fuéramos pocos, parió la abuela. Y parió un algoritmo. Bueno, varios. Rutinas aritméticas que nos están cegando con opiniones ilustradas de opinadores de ‘todo’ y que aportan más ruido en el griterío pero que, según la inteligencia artificial o el big data, son informaciones que ‘debemos’ leer. Sabemos desde hace tiempo que los medios digitales funcionan haciendo suposiciones acerca de quiénes somos y la clase de cosas que nos gustan. Si bien puede haber algunos aspectos positivos en esto, si ampliamos el diafragma el asunto es terrible. Los medios son cada vez menos medios. La caza del ‘like’ o el ‘retuit’ no dejan de ser una anomalía informativa, un escenario muy poco nutritivo, un McDonals de la información sin sobremesa y sin cubiertos.

A medida que el análisis deja paso a la difusión gigantesca de párrafos ocurrentes, que la lectura del detalle se queda en el bajo título y que el relato prefabricado argumenta el hecho, nos iremos desvaneciendo como sociedad crítica y nos convertiremos en una especie de 'followers' de la 'post-verdad'. Tal vez ya hemos llegado demasiado lejos, quien sabe, y el retorno está complicado. Y es que la tecnología no era para esto. Era para componer opinión con mayor grado de conocimiento. No estamos haciendo mucho con lo que la digitalización nos aporta. La culpa es de todos. Del que lee y del que escribe. Del que emite y del que mira. A veces parece que la tecnología aplicada a los ‘mass-media’ nos está haciendo ‘mass-tontos’. A las pruebas me remito.

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El rescate bancario y el cambio de modelo de crecimiento pendiente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.

Sin embargo, eso no siempre se ejecuta correctamente. A veces, se pierde el ritmo de la carrera y se apuesta por un cambio de ruedas inverso. Se ponen gomas para mojado en seco y las de seco en mojado. Por esta razón en momentos de crecimiento económico no se apuesta por industrias y sectores de largo recorrido no cíclicos y de valor añadido y, en momentos de decadencia, se deja todo el peso de lo relativo a la capacidad individual de muchos en lugar de dejarlo en manos del liderazgo político. Me refiero a que, en España cuando las vacas eran gordas, gordísimas, no se hizo nada o muy poco por generar un nuevo modelo de crecimiento basado en las nuevas tecnologías, la automatización de sectores y la competitividad por valor añadido.

Cuando las vacas se pusieron a dieta, y se murieron la mitad, poco o nada se estableció desde el liderazgo político para que el peso del PIB español traspasara su caudal de sectores responsables de la hecatombe a otros que permitieran creer en un futuro moderno. De lo inmobiliario, de la construcción y de los servicios operados desde el bajo valor añadido no se hizo la reconversión hacia una economía con garantías y preparada para afrontar un futuro robótico y tecnológico. No se hizo, no se hace, no pinta que se vaya a hacer. Todo depende del desordenado ejercicio del sector privado que se muestra convencido de que su futuro pasa por su propia apuesta. El problema es que hay países que sí tienen un plan que ocupa menos folios que los nuestros, menos asesores, menos comités de expertos y menos meriendas, pero que a su vez contienen más ejecución, más presupuesto y un modelo asentado en el convencimiento de que la conquista del futuro no es algo que se pueda hacer con nuestro ‘waiting for…’ permanente. Al futuro se va, no se le espera.

Se perdió la oportunidad de invertir masivamente en conocimiento en su día, en innovación, en tecnología. Se malgastó todo en ladrillos, preferentes, desayunos de hotel, kilómetros de vías inservibles y aeropuertos innecesarios. Y ahora, a medida que los datos económicos respiraban ‘recuperación’ a costa de salarios, capacidad adquisitiva y anhelos de clase media de juguete, vamos abandonado las exigencias y la perspectiva y volvemos a pensar que lo importante es lo que suceda en los próximos cinco minutos en lugar de ir preparando el pasado mañana de nuestros hijos.

Seguimos en manos de gente con poca capacidad para interpretarlo. Ahora toca la guerra de las ideologías y el derrame verbal continuo. Lo vamos a pagar caro. Y lo vamos a pagar todos. Te plantan la noticia de que el coste de la salvación bancaria habrá supuesto 6.640.000.000.000 de aquellas pesetas, céntimo arriba, céntimo abajo. Que no pasa nada. Que es normal. Que ya lo dijimos. Que es mejor eso que otra cosa. Que la fiesta de rescatar un sistema financiero la tiene que pagar alguien. Recuerdo cuando dijimos que eso no lo pagaría nadie más que los ‘paganinis’ de siempre. Tú y yo. Era de aurora boreal, pero había quien lo defendía a capa y espada, que el hecho de que tras fusionar tres o cuatro bancos, la entidad resultante valía menos que la mayor de las fusionadas. Era algo aceptado por norma como un ‘mal controlado’. Pues no lo era. El tiempo no lo cura todo, pero ayuda a olvidarlo. Y ahora el olvido es un mecanismo insertado en la era de la información ‘fast food’.

Aquel rescate fue un fraude. Una quimera inventada para evitar una intervención a la irlandesa. La hipoteca a pagar es inmensa. Aceptada incluso. Lo grave, no es el coste que se ha reflejado en recortes, deuda, menos servicios y más impuestos. El tabique está en lo que dejaremos de invertir desde dónde se debe invertir lo recaudado por nuestros impuestos. No se hizo, no se hace y no parece que se vaya a hacer. El nuevo modelo de crecimiento vinculado al valor añadido, a la exportación de conocimiento y la tecnología, tendrá que esperar. Depende de la apuesta privada, del riesgo que tomen unos sin el amparo de otros. Un amparo que otros países, nuestra competencia, si ofrecen.

El crecimiento actual se sujeta en un andamio poco estable. Los que anuncian mes tras mes los buenísimos resultados macroeconómicos olvidan voluntariamente de donde venimos. Solo por comparación, resulta difícil ir a peor. Pero, como decía, no se ha hecho mucho. Se ha derivado, se tira de inercia. Las afiliaciones de la seguridad social ya dan muestras de desaceleración. En agosto casi 180.000 cotizantes dejaron de cotizar. Casi el doble de lo previsto. El sector servicios no da más de sí. El consumo deja de tirar y empieza a perder dinamismo. La confianza del propio comprador cae a medida que el empleo deja de fluir como antes. España crece, pero más despacio y el PIB rozará el 3%. Un registro notable, no lo niego, que además es mucho más equilibrado que en tiempos de la burbuja, pero que parece muy dependiente de sectores y modelos económicos que no garantizan un futuro de eficiencia y optimización de nuestra economía. Ahí está el problema. Un problema que, por cierto, sigue sin aparecer en ningún discurso político mucho más atento al recuento de manifestantes.

Sigo esperando un debate donde se hacen los debates sobre como vamos a afrontar como país un futuro sin empleo (o el mismo empleo), la renta mínima, la robotización, la automatización de sectores que ahora sujetan la economía y el crecimiento y un debate sereno sobre como vamos a conseguir los millones que se han quedado embarrados en el rescate bancario en lugar de haberlos invertido en la modernización de una economía, de un país. Aquí lo único que se ha modernizado es el método de hacer desaparecer un conejo de la chistera.

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Lo que puede afectarnos se está creando en algún garaje y lo que afectará a nuestros hijos no lo sabe nadie.

Ahora son las Universidades de Oxford y Yale. Ambas han publicado un estudio que asegura que ya podemos ir buscando que hacer con el tiempo libre porque solo tendremos eso, tiempo y libre. Lo diferencial de este informe con respecto a otros es que en este caso se sustenta en el consenso de 352 investigadores que trabajan a diario con Inteligencia Artificial. Según ellos, en 2027 no vas a ver camiones conducidos por humanos, ni a ningún tipo de cirujano en 2053. Aseguran que en 50 años desaparecerán las ocupaciones vinculadas al beneficio económico ejercidas por personas. Y se quedan tan tranquilos. Se apoyan en la alarma que la propia Casa Blanca emitió hace algún tiempo. De análisis sobre la 'robocalipsis' hay por todas partes.

Ahora son las Universidades de Oxford y Yale. Ambas han publicado un estudio que asegura que ya podemos ir buscando que hacer con el tiempo libre porque solo tendremos eso, tiempo y libre. Lo diferencial de este informe con respecto a otros es que en este caso se sustenta en el consenso de 352 investigadores que trabajan a diario con Inteligencia Artificial. Según ellos, en 2027 no vas a ver camiones conducidos por humanos, ni a ningún tipo de cirujano en 2053. Aseguran que en 50 años desaparecerán las ocupaciones vinculadas al beneficio económico ejercidas por personas. Y se quedan tan tranquilos. Se apoyan en la alarma que la propia Casa Blanca emitió hace algún tiempo. De análisis sobre la 'robocalipsis' hay por todas partes.

La diferencia con otros estudios está en que en este caso, la directora del trabajo Katja Grace, asegura que la sustitución ya no será únicamente relevante en empleos mecánicos y repetitivos sino que se tratará de todo tipo de ocupaciones. De hecho llega a la conclusión de que se va a sustituir todo, todito, todo. Considera que la traducción lingüística artificial superará el rendimiento humano en 2024 y el software robótico escribirá ensayos al nivel de cualquier estudiante de secundaria en 2026. No se detiene ahí. Que los robots compondrán hits musicales en 2027 o que en 2047 el New York Times lo escribirá un software por completo. Dice que las tareas más complejas y creativas, como escribir libros y realizar matemáticas de alto nivel serán sustituidas por máquinas como máximo en 2051. De hecho asegura que a partir del 2060 y con el 2136 como hito final, ¡ole! no quedará nada que hagamos los humanos. ¿2136? Eso si que es previsión. Me recuerda a los que aseguran que será opcional a partir de 2050. Es un buen negocio. Lanzas previsiones a medio siglo vista y, a menos que se cumpla eso de la inmortalidad, no vas a estar vivo para que te dejen en evidencia.

Lo complicado es deducir a 3 o 4 años vista. Ahí está la dificultad y la hemeroteca (ahora llamada Internet). Se cumplieron predicciones recientes sobre la IoT, los wearables o la impresión 3D, pero no se cumplieron jamás otras como la que hizo Steve Jobs que decía que 'nadie se compraría un teléfono grande', la de Kenneth Olson, fundador de Digital Equipment que decía que 'no había razones para que alguien quiera tener una computadora en su hogar' o la de Robert Metcalfe, fundador de 3Com que aseguraba que 'Internet pronto estallará en una Supernova y en 1996 se colapsará catastróficamente'.

Dejando de lado que cualquier cálculo sobre el futuro a medio siglo vista es cuanto menos de aurora boreal, también es cierto que los cambios se van a producir sí o sí. El problema es que publicar según que cosas desacredita a todos en general, a los que se les va la olla y a los que intentamos aterrizar tanto avance a la realidad aceptable. La aceleración real de esa mutación social y económica está por ver. Las cosas están cambiando y rápido. No obstante, cómo y donde se producirán esos avances es la clave. En apenas 15 años hemos vivido más innovación que en los 150 anteriores y en ese siglo y medio más que en 150.000 años. Dicho así parecería que en tres lustros hemos avanzado más que desde que el Neanderthal se pateara el sur de Europa en busca de cuevas donde cobijarse. Aún eso, sin embargo, aún quedan zonas en este mundo que parecen ancladas en el neolítico. En lo tecnológico, en lo político y en lo social.

Por eso, lo que más me preocupa no es si va a suceder o no. Sucederá. Seguramente no se va a parecer en nada a lo que dicen la mayoría de esos estudios, pero sucederán cosas que ahora no podemos ni imaginar. No podemos saber que avance tecnológico va a desencadenar la próxima cadena de innovaciones a medio plazo. Sabemos que va a ser relevante en cinco años, no mucho más. En 1992, durante la Expo de Sevilla, ningún pabellón llevaba entre sus avances nada parecido a Internet. Uno de los más vistosos estaba en el pabellón de Rank Xerox que presentaba un revolucionario artefacto que hacía fotocopias en color. En 1992 faltaban tres años para que medio planeta iniciara la conquista digital e incorporara la red a su vida cotidiana y lo único que pudimos probar fue una especie de Intranet a la que podías acceder desde diversos puntos colocados por todo el recinto de La Cartuja y consultar la prensa y datos a una velocidad 'espeluznante'. La previsión más cercana a como sería nuestro mundo la había hecho Julio Verne asegurando que el mundo estaría conectado de algún modo a mediados del siglo XX. Arthur C. Clarke también se acercó al explicarnos a finales de los sesenta que las computadoras del mundo acabarían conectadas y que de ahí surgiría una nueva manera de entender la vida, el empleo y la sociedad en sí misma.

En 2003 le explicabas a alguien que iba a significar Facebook y se hubiera reído intensamente. En 2005 pocos medios de comunicación entendieron la que se les venía encima. En 2009 hablabas con los taxistas y ni las veían venir. Ahora es difícil saber donde está la próxima disrupción ni que tecnología la va a provocar. Lo interesante, en todo caso, para una empresa que no quiere vivir una situación como esa es la de incorporar a su modelo de gestión escenarios de innovación, estudio y análisis sobre que es lo que pasa en su mundo. En eso trabajo, eso es lo que hago y a muchas empresas les está suponiendo un acierto importante de cara a definir nuevos modelos de negocio y, por supuesto, afrontar un futuro que por mucho que nos lo encuadernen en Oxford, es difícil de prever a tantos años vista. Tal vez, lo mejor, es ir revisando el presente y sus derivadas para afrontar con garantías los próximos cinco o seis años, sea pensar que lo que puede afectarnos ya se está creando en algún garaje y lo que afectará a nuestros nietos no lo sabe nadie. Una cosa es deducir y otra predecir. El negocio de lanzar predicciones que difícilmente se podrán comprobar es una deducción.

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El ser humano es el ‘porqué’, la tecnología el ‘cómo’.

Es como cansino soportar día sí y día también escuchar que una horda de robots se van a llevar por delante nuestros empleos sin pedir permiso. Titulares sensacionalistas basados en sesudos estudios que se esfuerzan en crear una sensación de que la cosa pinta apocalíptica para todos y que, nos guste o no, nuestro futuro se parecerá a una habitación repleta de sueños tirados por el suelo, aparecen por todas partes. Hay países que eso lo evitan y, siendo los más robotizados como Alemania, están muy cerca ya del pleno empleo. Curioso. Muchos no paran de repetir que conviviremos con robots, que charlaremos amigablemente en el salón con ellos y, si nos lo proponemos, acabaremos teniendo un romance con alguno. El debate sobre un impuesto robótico o un mundo certificando la vida sin empleo sujeta a rentas mínimas de alto standing, está impregnando el mensaje oficial y llevándolo a un estado lisérgico totalmente ridículo.

Es como cansino día sí y día también escuchar que una horda de robots se va a llevar por delante nuestros empleos sin pedir permiso. Titulares sensacionalistas basados en sesudos estudios que se esfuerzan en crear una sensación de que la cosa pinta apocalíptica para todos y que, nos guste o no, nuestro futuro se parecerá a una habitación repleta de sueños tirados por el suelo, aparecen por todas partes. Hay países que eso lo evitan y, siendo los más robotizados como Alemania, están muy cerca ya del pleno empleo. Curioso. Muchos no paran de repetir que conviviremos con robots, que charlaremos amigablemente en el salón con ellos y, si nos lo proponemos, acabaremos teniendo un romance con alguno. El debate sobre un impuesto robótico o un mundo certificando la vida sin empleo sujeta a rentas mínimas de alto standing, está impregnando el mensaje oficial y llevándolo a un estado lisérgico totalmente ridículo.

Nos estamos preocupando de algo que sucederá en siglos si es que sucede. No nos preocupamos del planeta que le vamos a dejar a nuestros hijos y nos ponemos tensos con algo que no tenemos ni idea de cuando va a pasar. Los robots no tendrán conciencia nunca y lo que llamamos inteligencia artificial no es más que un montón de circuitos aprendiendo de la ejecución de rutinas en un complejo sistema experto. La inteligencia artificial la podemos nombrar, claro que sí, pero no es exacto establecer la relación entre ese modelo de razonamiento tecnológico y lo que hacemos los seres humanos. Los mayores especialistas del mundo, los que están en contacto diario con esa fórmula sintética de pensamiento advierten que estamos a años luz de lograr algo similar, tan siquiera, a lo que indican las películas menos llamativas.

A diario trabajo con empresas que nos solicitan entrar en la era de la transformación digital, en la implementación tecnológica necesaria para afrontar con garantías la Cuarta Revolución industrial y evitar, en la medida de lo posible, que su sector, su negocio, sufra de la disrupción que otros muchos sí están viviendo. Sin embargo, a medida que desarrollamos esos planes, en el proceso de cambio de esas empresas, detectamos que la realidad aparente, la que perciben o escuchan, no es la que les afectará en los próximos cinco años. Los robots, el software simula bien, ejecuta tareas de muchos tipos mucho mejor que nosotros, pero sin embargo no crean, no desde el principio. Ahí, en el modelo de gestión y en la integración de todo ello es donde debemos ser exactos y dejarnos meriendas diversas.

No hay expertos en esto de la Transformación Digital. No lo acepten. Cómo mucho hay especialistas. A eso aspiro y a eso deben aspirar los gestores del cambio en las compañías que han decidido iniciar el tránsito complejo y apasionante de modificar modelos de negocio y procesos de trabajo. Ser especialista es ocupar el tiempo en aprender. Es asistir donde los que están inventando un futuro con sus descubrimientos y desarrollos exponen su trabajo. Entrevistarse, compartir tiempo y trabajar con ingenieros en robótica, analistas en inteligencia artificial del, matemáticos que resuelven los vínculos entre el movimiento y el caos, biotecnólogos que experimentan con materiales sintéticos que sustituirán órganos, filósofos que analizan la repercusión ética de cuanto representa la innovación exponencial y, también, con las grandes corporaciones que preparan sus productos de un futuro inmediato a partir de la tecnología existente. Gente que está en Boston, Dublín, Silicon Valley, Tokio, Berlin, Barcelona y en infinidad de lugares. Todos ellos, o la mayoría, no hablan de un mundo próximo a la ciencia ficción. Explican con detalle donde estamos y donde vamos a ser capaces de llegar en un tiempo determinado. Como va afectarnos, como puede cambiar todo y hasta que punto. Sin embargo, avisan, que es imperativo estar atentos a la velocidad del cambio. A prepararnos socialmente, culturalmente y políticamente. Algo que, por cierto, sucede en muy pocos lugares.

El tiempo es un bien preciado y gastarlo en discursos interesados de políticos y medios asociados es un grave error. Esos discursos sobre el apocalipsis, sobre un mundo tecnológico que parece sacado de un cómic es perverso. Sirve para lo que sirve pero no es respetuoso con lo que pasa y pasará. De hecho es perjudicial. Muchas personas están en condiciones de adoptar su propia innovación íntima y se paralizan ante el aterrador escenario de verse inservibles. Hay empresas que deciden esperar a ver que sucede si es que el futuro va a ser tan automático, tan metálico y tan cegador. Se paran y no inician una hoja de ruta que exige un primer paso, no tan complejo, apasionante y potencialmente válido. Se paran porque llevan el susto en el cuerpo. Hay mucho discurso sujeto a la recopilación de discursos y poco discurso nuevo.

Y es que un cajero automático es un robot. No hacemos pelis de de cajeros automáticos porque no es ‘cool’. Es más interesante hacerlo sobre androides que llegan a tomar conciencia de su existencia y deciden, de un día para otro, liberarse de su condición de esclavo y tomar las riendas de su vida infinita. Y hay quien se lo debe tomar en serio. Hay, incluso, quien lo escribe en periódicos de gran difusión, lo explica en charlas, en televisión o donde haga falta hablar de tecnología futura que ni por asomo se acerca todavía. Lo que sí viene es la convivencia obligatoria entre avances inéditos y nuestro modo de vida tradicional, entre ‘chatbots’ capaces de simular nuestro lenguaje y clientes humanos, entre recepcionistas digitales y clientes que precisan servicios, entre robots que sustituyan a personas en trabajos repetitivos y seres humanos exigentes de servicios rápidos, eficientes y baratos. La hibridación entre hombres y máquinas será menos romántica y cinematográfica de lo que nos muestran. Tendremos que aprender a tratar con un chatbot, pero será eso, tratar. Nos ubicaremos en fronteras desconocidas, pero serán eso, fronteras. Debatiremos sobre el papel del ser humano en muchos tipos de trabajos y será bueno hacerlo pues, como siempre ha pasado, nos toca conquistar espacios que la tecnología nos va a entregar, no eliminar.

Eso es lo que viene, nada más. Eficiencia, optimización, cambio en el modelo de empleo y fórmulas cada vez más exigentes en la competencia entre empresas que demandará empleados muy distintos. La tecnología será la herramienta no el motivo. El ‘porqué’ seremos los humanos y los robots serán el ‘cómo’. Hoy en día el debate sobre el ‘futuro del trabajo’ se ha convertido en un negocio en sí mismo. Existe una aceleración innegable, pero esa aceleración puede ser más un buen modelo de diagnóstico optimista que una consecuencia negativa. Siempre ha sucedido y aunque es importante utilizar la historia con algo de recelo, hay mucho en lo que inspirarse para entender que este momento, por mucho que nos parezca inédito, no lo es tanto.

Están todos por ocupar el tiempo en esto. The Economist y New York Times han organizado conferencias durante los dos últimos años explorando la evolución del trabajo, al igual que las consultorías PwC, Deloitte y McKinsey. Muchos piensan que tras esta fase en la que el software ya analiza textos, los escribe, diagnostica enfermedades, conduce camiones y cocina, vendrá la eliminación del empleo de forma masiva. Algo así como pensó a finales del siglo XVI Elizabeth I. La señora negó una patente a la inventora de una nueva máquina de tejer automatizada porque temía que destruiría el trabajo de ‘jóvenes doncellas que obtenían su pan de cada día con esa tarea’.

Como es el caso hoy, los pesimistas a lo largo de la historia se han preocupado por el impacto de las nuevas invenciones en el valor del trabajo humano, mientras que los optimistas hemos señalado ejemplos anteriores (que se deben tomar con todas las reservas) e cómo la tecnología ha mejorado la condición humana años después. En 1933, el New York Times argumentó que la tecnología de la época tendría consecuencias por la amenaza de la edad de las máquinas. Decían ‘estamos asustados porque en el pasado nunca conocimos tal impulso, tal vibración, tal dislocación’.

En 1850 un grupo de sastres de Nueva York amenazaron a su patrón si no paraba la compra de máquinas de coser. En 1895, como ya expliqué en un post anterior, la ley de la Bandera Roja exigía que un tipo fuera delante de cualquier auto a motor por miedo a lo que eso supondría de riesgo al dejar el total control de potencia a una máquina en manos de un ser humano en lugar de en manos del instinto de los caballos.

En 1930, Keynes pronunció el término ‘desempleo tecnológico’ y aseguró que llegaría en 100 años la era de la abundancia y del ocio cuando las máquinas lo hicieran todo. Nos quedan 13 años. Hoy se dice que la gran amenaza de la logística es la impresión 3D. No digo que no. Quién soy yo para saber donde estará la disrupción de la logística, pero parece más interesante preocuparse de los actores que la están revolucionando como podría ser Amazon que por un mundo impreso globalmente.

Mecanógrafos, traductores, recepcionistas, contables, delineantes y así hasta centenares de ocupaciones lo tienen crudo. Cierto. Pero no es tanto pensar en los oficios del futuro lejano como pensar en los procesos del futuro inmediato. El mundo dentro de cinco años es el importante atendiendo lo que podemos predecir. El qué será dentro de doscientos es divertido imaginarlo con dos gintonics en el estómago a las tres de la madrugada pero tiene poco de científico o racional.

Y están pasando cosas. Obviamente. Cosas que no podíamos imaginar hace años. La innovación exponencial nos entrega la vida exponencial y es brutal. Su velocidad es la clave como decía y abordarla es esencial. Sin embargo debemos abordarla bajo la crítica exacta, el análisis correcto y dejarnos de cantos de sirena como dice Enrique Dans. Debemos contemplar este renacimiento exponencial que vivimos. Tecnologías que han explotado en los últimos años y que ahora se están conjugando en resultados concretos.

Las empresas, los trabajadores y los directivos deben adaptarse al cambio, abrazarlo y explorar su hoja de ruta en los próximos tres o cuatro años. Ir más allá, hablar de la inmortalidad del ser humano, de bodas entre robots y personas o de un futuro parecido a una película de ciencia ficción no es una buena apuesta. El miedo paraliza. El análisis genera parálisis. Es momento de, como siempre ha pasado, tomar decisiones estratégicas con lo que ahora mismo tenemos sobre la mesa: nuevas tecnologías, metodologías innovadoras y requerimientos inéditos. En cualquier caso, todo ello, precisará de humanos. Humanos formados en todo ello y empresas preparadas para ese salto cualitativo que, es cierto, va a toda leche.

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