Las claves de la fábrica inteligente y conectada en la Industria 4.0.
Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.
Ayer impartí un taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción, Propamsa en un lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’.
A las plantas de fabricación de componentes para la construcción más avanzadas del mundo se las denomina ‘fábricas inteligentes’ o ‘factorías conectadas’. Una red de dispositivos conectados que ofrecen nuevas formas dinámicas de detectar aspectos de demanda, reconfigurar las cadenas de suministro y rediseñar los procesos de fabricación en un flujo de información a tiempo real y que afecta a cualquier elemento de la cadena de valor borrando los límites entre demanda, diseño, fabricación y suministro.
Como decía, en el seminario de ayer expliqué cuales son los elementos tecnológicos a tener en cuenta para adoptar esa transformación y que aspectos en las personas es obligatorio abordar en este campo. No todas las fábricas son iguales y no a a todos los sectores afecta del mismo modo el resultado comercial de ese tipo de desarrollos tecnológicos. Sin embargo, es cierto que los conceptos que hay detrás de la digitalización profunda de una factoría, tienen un punto inicial. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Las preguntas suelen ser ¿cómo se hace? ¿con que tecnologías? ¿qué debe hacer mi empresa para que eso sea algo beneficioso? ¿afecta realmente a mi sector?
Las respuestas podrían resumirse en cuatro elementos. Todos ellos nos conducen a un nuevo formato de fabricación que aprovecha el conocimiento y experiencia de la propia empresa y adapta sus procesos y relación con el personal utilizando tecnología asociada existente para aportar valor a toda la cadena de producción. En especial asumiendo que el cliente es muy distinto hoy en día. Más del 75% de los pedidos industriales B2B se hacen hoy en día en lugares distintos a la oficina del cliente. El cliente es mobile, la oferta debe ser igualmente flexible a poder ser analizada y comprada desde cualquier dispositivo. El cliente es especialmente sensible a sentirse parte fundamental de esa oferta. El cliente valora ser el centro de la cadena de valor y todo cuanto se hace para que eso suceda permite que la venta sea potencialmente factible.
Los cinco aspectos fundamentales que una fabrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son:
1. Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva. Hasta ahora, muchos equipos de fabricación tenían sensores que son rudimentarios en comparación con las posibilidades que ofrece la tecnología actual. Gran parte de los activos de fabricación existentes se deben modernizar con sensores inteligentes que registran los datos y también los transmiten en tiempo real a los sistemas centrales para alertas, análisis y toma de decisiones de tipo predictivo. Los sensores avanzados también tienen la capacidad de inspeccionar cualquier equipo automáticamente y solucionar los problemas sin forzar a las líneas de producción a detenerse por completo.
2. El uso de estándares y protocolos que permita que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje. Cuando varias redes dispares entran en juego para dar cabida a la Internet de las cosas en una fábrica inteligente, el modo en el que estas máquinas conversan y el modo en el que nos entregan a nosotros sus conclusiones o datos derivados, es determinante. De hecho es eso lo que constituye la base de la fabricación inteligente tal y como la defendemos. La estandarización de los modos de comunicación entre el equipo, sus operadores y las aplicaciones basadas en la nube se convertirá en un área importante de enfoque para la fabricación. Cómo se manejen estos problemas determinará la velocidad y la eficiencia de los nuevos procesos de fabricación.
3. La seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados representan un área de alto riesgo crítico. La seguridad de redes, aplicaciones y datos es una preocupación relativamente nueva y única para la fabricación tradicional que, hasta ahora, sólo había tenido que lidiar con la seguridad y la vigilancia de naturaleza física. Ningún sistema conectado está a salvo de un ciberataque, y las plantas de producción con robots y otros equipos conectados pueden suponer un riesgo para la producción, la reputación de las empresas y los resultados.
4. El nuevo diseño de la planta de producción resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la Industria 4.0. No habrá transformación sin examinar el diseño de la planta y optimizándolo para procesos de tipo ciberfísico. Por suerte, como ayer mostré, las tecnologías actuales facilitan la creación de diseños de plantas virtuales, los validan a través de simulaciones y luego los presupuestan adecuadamente buscando la eficiencia absoluta. Esto crea plantas más flexibles, reduciendo los costos de construcción y mantenimiento, mejorando la seguridad, reduciendo los estándares de emisiones y reduciendo los requisitos inmobiliarios.
5. La incorporación de sistemas de Inteligencia Artificial que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto. El tradicional uso de sistemas expertos en la industria dará paso a modelos de aprendizaje tipo 'machine learning' que cuanto mayor sea la exposición a las cadenas de producción, mejor será su entrega de opciones. Las tecnologías que se asocian a la AI en una fábrica conectada son la visión artificial, la simulación aumentada, los sitemas ciberfísicos, la robótica colaborativa, la fabricación aditiva, el cloud para la virtualización y la gestión de datos obtenidos.
Estos cinco elementos son los que marcan cualquier plan de transformación para la industria tradicional que quiere desarrollarse en esta Cuarta Revolución Industrial. Factorías conectadas que se convierten en fábricas inteligentes. Estos son los aspectos de tipo técnico que afectan a la producción y que, sin una transformación relevante por parte del resto de departamentos de una empresa industrial o manufacturera, no es factible en su máxima expresión. Toca reconducir el contacto con el cliente, la obtención de datos comerciales, modificar los procesos administrativos y la presencia digital. Es preciso entender que la empresa se horizontaliza y abarca una estrategia que debe ser compartida. De ahí que muchos clientes, antes de serlo, me cuestionen el coste de llevarlo a cabo.
Como advisor de esos procesos, de soporte a las acciones que se desarrollan en cualquier transformación, ayudo a evitar que esos costes sean innecesarios o que vayan en dirección incorrecta. A la pregunta ¿cuánto costará hacer todo esto? la respuesta está en el resultado posterior. Por un lado, pido que se revise el coste que tendría no hacerlo. ¿Cuánto tiempo puedes mantener tu competitividad sin afrontar esa transformación? En segundo término, la media entre los casos que yo conozco o he participado, a partir de la total implantación de nuevos modelos tecnológicos y nuevos procesos de ejecución, la mejora de resultados un año después ronda el 10% desde el punto de vista de aplicación de estas soluciones y revisando sólo la reducción de costes y eficiencia de resultados.
La transformación de la industria no es opcional. Hay diferentes niveles para llevarla a cabo, pero no es algo que se pueda retrasar. Desconozco si nuestro país va a afrontar de manera seria este reto, si desde las administraciones se va a impulsar este imprescindible avance competitivo, pero lo que sí sé es que otros lo están haciendo. Francia destina 23 veces más presupuesto público a la implantación de la Industria 4.0 que nosotros. Reino Unido, Alemania y otros cercanos incluso más. Los países más robotizados son los que más empleo generan porque sus empresas son más rentables y eficientes y reubican al personal sustituido por una máquina en otras tareas e, incluso, contratan a nuevos para dar respuesta a un incremento de ventas.
Una pequeña voltereta para un robot, una gran voltereta para la humanidad.
Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.
Que un robot con estructura humanoide con una especie de extremidades humanas que se comportan de manera similar a las nuestras camine, ya no es novedad. Sucede desde hace unos años y lo hace sin caerse. Si le molestas o le empujas, o bien aguantan el equilibrio o se levantan una y otra vez sin mostrar ningún tipo de contrariedad. Que un robot salte y mantenga su verticalidad empieza a ser un avance muy relevante, pero que se convierta en una especie de gimnasta olímpico haciendo ‘backflips’ resulta extraordinario.
Es muy complicado apreciar lo sofisticado que resulta para un robot dar una voltereta hacia atrás. De hecho, caminar es algo tremendamente complejo. Un desafío que pone en juego leyes que nuestro organismo precisó miles de años superar. Los cálculos que precisa un robot humanoide para hacer algo como caminar son una barbaridad y que además se coordinen a tiempo real con su hardware es pura ciencia ficción. Pero sucede. La siguiente pantalla en este tipo de avances tecnológicos se reservaba para el modelo Atlas de Boston Dynamics.
Ver al robot Atlas dando tumbos olímpicos es como ver a Armstrong pisando por primera vez el suelo lunar. La diferencia es que al astronauta lo vieron mis padres y sus coetáneos a través de una televisión de tubo y nosotros lo hemos visto en la ‘televisión’ de Youtube. Además la gesta de Atlas no precisó de anuncio previo. Se coló en nuestras redes hace apenas dos días y millones de personas se maravillaban con las piruetas sintéticas de este cachivache.
Lo más relevante de Atlas no es lo que hace. Lo realmente importante es lo que hacían los de su especie hace poco tiempo. Hace una década escasa el robot Asimo de Honda se presentaba ante el mundo como el único robot capaz de subir escaleras. La presentación fue uno de los más sonados desastres de la robótica espectáculo.
Se tardó unos años hasta que el desafío robótico lograra que el caminar fuera algo totalmente cotidiano. En 2015, hace diez minutos en la historia de la tecnología, los robots eran capaces de moverse sin caerse, de exhibir un gran desempeño y equilibrio en cualquier superficie repleta de desniveles. No obstante, si en ese mismo año, en la Navidad de 2015 alguien hubiera preguntado a los que nos dedicamos a estudiar estos temas, ¿cuándo un robot podrá dar un salto completo hacia atrás y mantenerse de pie? La respuesta hubiera sido ‘falta mucho para llegar a eso, la tecnología disponible no puede alcanzar tanta precisión de cálculo ni conectarlo con acelerómetros que sujeten en su base a un robot. Falta mucho’.
La idea por aquel ‘lejano’ 2015 era que para lograr algo así se debía desarrollar alguna forma nueva de mecanismos orgánicos, más parecidos al cuerpo humano, para obtener la relación entre potencia y peso correcta. Se pensaba que se debería reconstruir la ingeniería del software desde cero para combinar la capacidad de respuesta en tiempo real con la complejidad de aprendizaje automático. En Davos, a principios de 2016, en pleno debate sobre automatización e inteligencia artificial, uno de los expertos que allí asistieron, Orit Gadiesh de la importante consultora tecnológica Bain & Company, nos dijo que ‘antes que saltar un robot deberá correr y, sinceramente, para eso falta más de una década’.
En 2016 Boston Dynamics ya daba pistas de que esto iba a ir rápido. Publicó un video titulado ‘Atlas, The Next Generation’. Mostraba una versión mucho más ligera y ágil del robot abriendo una puerta, caminando por la nieve, recogiendo cajas y siendo golpeado con un palo de hockey sin ninguna razón. Recuerdo los artículos totalmente ridículos sobre ‘el maltrato robótico’.
A principios de este mismo año, Boston Dynamics presentó un robot completamente nuevo llamado Handle que daba un salto vertical de poco más de un metro. Un gran avance pero que no impresionaba tanto porque no era tan ‘humano’ al tener ruedas. La base bípeda humana es mucho más compleja que una con neumáticos. Sin embargo, demostraba que la empresa de los bichos andantes tenía tecnología disponible para lograr que un robot ‘despegara’ del suelo. Parecía indicar que con unos cuantos años, diez o quince, veríamos los primeros robots humanoides bípedos saltar gracias a las mejoras de un software capaz de obtener el algoritmo de equilibrio correcto.
Pero esto ha ido rápido. Hace apenas dos días Atlas se marcaba un salto completo, con voltereta y cayendo bien. A este tipo de saltos se le denomina ‘backflip’ y está reservado para humanos muy ágiles. Cuando un mecanismo es suficientemente fuerte para saltar de este modo podemos imaginar que puede ya superar cualquier imitación motora de origen humano. Me imagino que estamos muy cerca del robot asistente de transportes. En breve entrará y saldrá de vehículos, tomará objetos y los entregará con una paciencia y perfección que ningún humano podrá, jamás, igualar.
Un backflip es una maravilla de ingeniería mecánica y control de software a tiempo real. Es una declaración de capacidad y superación tecnológica. Seguramente queda mucho por avanzar, todavía debe estar lejos de poder saltar en zonas sin control previo como lo que hacen los que hacen ‘parkour’ en las calles, pero no me digan que nadie se atrevería a decir que eso pasará dentro de diez años. ¿A que no?
Sinceramente tengo la impresión que ahora sí hemos entrado en una nueva era de la robótica humanoide. Si la inteligencia artificial se esfuerza en demostrarnos que estamos cada vez más cerca de poder conversar con un software que aprende de nosotros y que nos hará dudar de si es o no humano, la robótica mecánica está acercándose de un modo espectacular a la simulación de movimientos. Una era en la que los robots empezarán a tener un papel cada vez más relevante en nuestra vida cotidiana. Los vamos a sacar de las fábricas.
Pronto recordaremos aquellos robots que solo eran aspiradoras, artificieros o brazos armados en alguna cadena de producción. Dejarán de ser efectos lucidos para conferenciantes u objetos de modernidad aparente en el hall de un hotel. Entramos en una era en la que hay un espacio reservado para un avance tecnológico inédito, sólo disponible en novelas de ciencia ficción, y que se avecina irremediablemente. ¿Qué papel jugarán en nuestro futuro inmediato unos robots tan ágiles como los seres humanos?
La última estrategia de Walmart para enfrentarse a Amazon no tiene nada de digital. O sí...
La mitad de los centros comerciales en Estados Unidos admiten que su futuro está en riesgo por la caída de afluencia de clientes y de ventas. El informe que lo demuestra lo presentó hace unos meses Morningstar Credit Ratings. Se habla de una especie de apocalipsis de los centros comerciales. El comercio electrónico y el auge de outlets está derrotando al modelo de tiendas pequeñas con una amplía sección de restauración.
La mitad de los centros comerciales en Estados Unidos admiten que su futuro está en riesgo por la caída de afluencia de clientes y de ventas. El informe que lo demuestra lo presentó hace unos meses Morningstar Credit Ratings. Se habla de una especie de apocalipsis de los centros comerciales. El comercio electrónico y el auge de outlets está derrotando al modelo de tiendas pequeñas con una amplía sección de restauración.
El asunto acelera. En lo que va de año, han cerrado 2.880 establecimientos en Estados Unidos, más de la mitad que en todo el conjunto de 2016. Una tendencia que se debe coger con pinzas cuando la comparamos con otros países incluido el nuestro. Las cifras nos aseguran que el colapso del modelo no se producirá a la misma velocidad ni a con la misma intensidad en todas partes. Por lo menos de momento. Estados Unidos ofrece un espacio comercial por habitante cinco veces superior al de Reino Unido u ocho veces más que España.
Pero la verdad es que el comercio electrónico ha aflorado un profundo problema estructural del comercio físico que ha desembocado en un crecimiento de ventas de Amazon totalmente de aurora boreal. En los seis últimos años multiplica por tres a la todopoderosa cadena Sears por ejemplo. Sobrevivir a esta nueva guerra, a la disrupción más agresiva que ha vivido el sector del retail en su historia, no es fácil, lo único que sabemos por ahora es que el comercio físico tiene que engrasar sus habilidades y virtudes.
Hace unos meses ofrecí una conferencia en la Convención Nacional de Centros Comerciales de Colombia, ya había hecho lo mismo en un encuentro similar en Alicante, y hablé de uno de los retos urgentes del comercio analógico: el uso de datos. En los centros comerciales es evidente que eso puede ponerse en marcha de un modo muy eficiente. Está claro que, en otro tipo de comercios no vinculados a un centro masivo, fuera de los espacios comunes, en la guerra diaria de la calle y del escaparate, las armas deberán ser otras.
Una de las noticias que se podían leer hoy en The Wall Street Journal hace referencia a la fórmula que ha elegido Walmart para enfrentarse al comercio electrónico, donde asume su incapacidad para superar a la competencia, especialmente Amazon y Alibabá. Walmart ha adoptado un enfoque no tradicional para impulsar las ventas antes de los eventos de compras de Black Friday y Cyber Monday aumentando los precios de los productos vendidos en la red y descontando los mismos artículos en las tiendas minoristas físicas. Han incrementado discretamente los precios de artículos en su tienda digital mientras que los precios en las tiendas físicas permanecen iguales. Esperan alentar la visita a sus centros comerciales donde ellos consideran que un cliente compra un 25% más de lo que tenía previsto hacer antes de entrar. Algo que en la red no logran.
Es evidente que comprar online tiene un incremento de coste en algunos ámbitos. Por mucho que nos lo muestren distinto hay márgenes que desplegar que suelen imponerse a la reducción que supone no exponerlos físicamente. El caso del joven que se ha hecho rico revendiendo online productos que compraba en establecimientos físicos es un ejemplo curioso de este hecho. Ryan Grant ha facturado ocho millones de dólares en cuatro años comprando artículos precisamente en Walmart y revendiéndolos después en Amazon.
Pero volviendo a la estrategia Walmart. Todo es parte de un esfuerzo para aumentar el tráfico peatonal a medida que Walmart continúa compitiendo con Amazon en casi todos lados. Tanto Amazon como Walmart, especialmente con su marca Jet.com, han estado trabajando en servicios y experiencias de compra similares durante el año pasado. Ambas marcas han experimentado con el hecho de que los mensajeros desbloqueen tu propia puerta de entrada a tu casa para entregarte paquetes. Ambos, también, han apretado en el servicio de entrega de todo tipo de comestibles a una velocidad increíble.
Obviamente esto no soluciona el problema. Walmart, como todo dios, tiene un problema y el problema se llama Amazon. La cuota de mercado online es muy complicada de modificar e insiste en buscar aliados para evitar la caída de facturación a la que se enfrenta desde hace dos años. Google cerró una alianza con Walmart para vender más y hacerlo de forma más rápida, con el objetivo de plantarle cara a Amazon. La idea era que Google Express, la plataforma de compra con envío rápido de Google para Estados Unidos, incluya en su catálogo los productos de Walmart. Bajo la alianza de ambas firmas, las entregas se realizarán en un rango de entre uno y tres días, es decir, en el mismo plazo que ofrece el servicio Amazon Prime.
En todo caso, si tienes una tienda física, una pequeña cadena englobada en cualquier ámbito del retail, el comercio minorista, seguramente ya te has dado cuenta, hace un tiempo, que las cosas no pintan bien. Tu guerra tiene múltiples enemigos. Desde los que venden física y virtualmente y crecen en ambos espacios como Inditex hasta los que no pueden competir digitalmente porque sus márgenes son tan escasos que irían a pérdidas como Primark.
Tus productos son mejores, más baratos, tu servicio es excepcional y personalizado, gastas más que nunca en publicidad, incluso digital, estás en algunos marketplaces, incluso puede que en Amazon, pero sigues intuyendo que lo vas a pasar mal. Esperas que este viernes negro se activen las ventas, que en Navidad recuperes lo que no ha acabado de entrar en caja durante todo el año. A pesar de todo eso, sigues pensando que debes hacer algo. Debes transformarte digitalmente, debes afrontarlo de manera estratégica. Toca utilizar cosas que parecían inalcanzables como la Inteligencia artificial, la gestión de datos, la automatización de la mayoría de acciones que no requieren tu intervención, etc. Hoy en día, disponer de esas herramientas está al alcance de todo. Es solo ponerse en marcha. La gran batalla de la concentración de actores en el retail empezó hace tiempo. Aun estás a tiempo de ocupar tu espacio en ella. No esperes mucho no obstante.
Smart Cities: cambiar el verbo ‘crecer’ por ‘optimizar’.
Barcelona necesita reactivar su importancia global en materia económica y de vanguardia tecnológica, sustituir los titulares internacionales que hablan exclusivamente de política y conflictos, por otros que vuelvan a hablar de la capital catalana como epicentro de progreso y modernidad. De ahí la importancia de un evento como el Smart City Expo World Congress que se celebra desde ayer en el Gran Via Venue. Un evento de referencia mundial que, por otro lado, se enmarca en una de las áreas más relevantes de la Industria 4.0 y sus implicaciones sociales.
Barcelona necesita reactivar su importancia global en materia económica y de vanguardia tecnológica, sustituir los titulares internacionales que hablan exclusivamente de política y conflictos, por otros que vuelvan a hablar de la capital catalana como epicentro de progreso y modernidad. De ahí la importancia de un evento como el Smart City Expo World Congress que se celebra desde ayer en el Gran Via Venue. Un evento de referencia mundial que, por otro lado, se enmarca en una de las áreas más relevantes de la Industria 4.0 y sus implicaciones sociales.
En este ámbito del debate sobre el papel de las ciudades en el futuro y de las implicaciones tecnológicas que se derivarán, hace dos semanas ofrecí una conferencia en Bogotá para la principal energética colombiana, Grupo Energía Bogotá, en la que se me pidió que expusiera acerca de las implicaciones tecnológicas y socioeconómicas en una ciudad inteligente. Desde mi punto de vista se suele llamar ciudad inteligente de un modo demasiado ligero a aquellas urbes que han incorporado tecnología digital en mayor o menor medida, básicamente IoT y sensores de todo tipo. Algo que no es suficiente y que, en muchos casos, deja en evidencia que la definición de lo que es una 'smart city' no está claro del todo.
El futuro son las ciudades. Casi serán ciudades estado. Algo que va intuyéndose. La importancia de cuanto ofrecerán muy pronto debe sujetarse en la sostenibilidad y en la humanización pendiente. No podemos hablar de ciudades inteligentes cuando paseando por el centro apenas puedes mantener una conversación sino es gritando. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando respirar se convierte en un elemento de riesgo para tu salud. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando desconoces que hace tu municipio por ti ni que datos gestiona de ti. No podemos hablar de ciudad inteligente cuando se estimula el vehículo privado o cuando el uso compartido no se premia. Queda mucho por hacer, pero sobretodo, en el ámbito de las ciudades inteligentes, lo que queda es dejarse de titulares, trípticos, autoproclamaciones y falta mucho trabajo, convencimiento y políticas creíbles.
No hablamos de dar acceso libre a internet en toda la ciudad, ni que sepamos en cualquier momento donde está el autobús que esperamos. Eso es digitalizar una ciudad, no necesariamente hacerla inteligente. Las ‘smart cities’ son mucho más. No hay límite. Adquiere datos de todo cuanto sucede, se convierte en un espacio eficiente energéticamente, permite a sus ciudadanos acceder a la información y a poder operar con ella, se les ofrecen servicios en lugar de productos vinculados a la salud, la movilidad, la educación, etc.
Es un conglomerado de tecnologías sin límites para adquirir un fondo de convivencia inteligente y no convertirse en una especie de escaparate digital. Las ciudades inteligentes tienen que ver con la eficiencia. El futuro será eficiente o no será. El crecimiento sostenible es imprescindible. Las generaciones que poco a poco ocupan espacios relevantes en consumo, dirección o gestión son cada vez más exigentes en este sentido. El verbo ‘crecer’ dará paso al ‘optimizar’. Esa es la clave. Los modelos de negocio que obvien esa máxima no serán rentables porque la sociedad los rechazará.
Y en eso que todos se nominan como Smart City. Las hay por todas partes pero no lo son. Ni se acercan. En España menos incluso. Un nuevo informe del Bank of America Merrill Lynch sitúa a Singapur, Londres, Nueva York, París y Tokio como las ciudades más inteligentes del mundo y no sitúa a ninguna ciudad española entre las 20 primeras. Es curioso descubrirlo ya que, si por los titulares con los que nos bombardean habitualmente decenas de ciudades de nuestro país, parecería que deberíamos de estar liderando ese ranking. Y es que en esto de las ciudades inteligentes hay más literatura política que acción estratégicamente técnica.
Dicen que el 86% de las ciudades españolas con más de 200.000 habitantes tienen una estrategia de ciudad 4.0 pero sólo han invertido entre 20 y 40 millones de euros en este fin en los últimos cuatro años, básicamente 20 veces menos que Francia, 50 veces menos que Reino Unido o 100 veces menos que Singapur. Puedes tener un plan pero si no lo sustentas con presupuesto es como tener una tía en Granada, que ni tienes tía ni tienes nada.
El grado de avance de las ciudades 4.0 en España es realmente bajo, por lo que es prioritario incrementar las inversiones para afrontar con éxito los retos que impone el actual desarrollo social. Las cinco ciudades españolas que más han trabajado para convertirse en ciudades 4.0 son Barcelona, Santander, Madrid, Valencia y Málaga pero con un volumen de inversión muy inferior a la de nuestros vecinos o competidores internacionales. Y es importante por los recursos que puede generar. Recordemos que una ciudad inteligente lo es para mejorar la vida de sus ciudadanos, pero también para facilitar la vida de quienes la visitan.
El término smart city se ha convertido en una especie de mantra electoral, publicitario, una etiqueta y un mercado. Demasiado producto empaquetado sobre lo que necesita una ciudad. Se asume que todas las ciudades necesitan un tipo de iluminación inteligente o un servicio en la nube estandarizado. Y en realidad, precisamente, una ciudad inteligente no precisa nada precocinado, el plan es global pero desde un punto de vista absolutamente local. El problema de las ‘smart cities’ es que están de moda como concepto pero no está claro en muchos ámbitos políticos y de decision el significado exacto y transversal que se le supone.
Y si algo define a una ciudad inteligente es la masiva gestión de datos. El potencial de los datos es formidable. Sin embargo solemos equivocarnos en lo que suponen. Los datos, por si mismos no son mucho. Adquieren importancia en el modo en el que son utilizados. De hecho caducan rápido y sólo son interesantes si se comparten de un modo eficiente y sin contemplaciones. De ahí el problema. Requiere un modo nuevo de pensar y de gestionar, colaborando, generando ecosistemas y nuevos negocios. Muchos datos en manos de pocos no permiten extraer todas sus virtudes y nos deja en la intemperie de sus defectos. No todas las ciudades autodenominadas inteligentes son ciudades abiertas. Y la apertura es indispensable para ser inteligente. El open data es un requisito ‘sine qua non’ y, repito, no es una práctica generalizada entre esas hipotéticas Smart cities. De ahí que no sean todas las que están aunque sí estén todas las que son.
Sophia, el robot con el que ya te puedes casar legalmente y el debate ético pendiente.
‘Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.
‘Quiero vivir y trabajar con humanos, así que necesito poder expresar emociones para llegar a comprenderos y crear confianza hacia las personas’. Esas fueron las palabras de Sophia, una robot que se subió al escenario del último ‘Future Investment Initiative’ para ser entrevistada por Andrew Ross Sorkin. Sophie es un robot humanoide diseñado por Hanson Robotics, una empresa de Hong Kong que lleva tiempo insistiendo en las posibilidades de los robots lo más realistas posibles y con una derivada inteligente muy notable.
Sophia no es un robot cualquiera. Se trata del primer dispositivo artificial que logra el estatus de ciudadano. Se lo concedió Arabia Saudita hace unas semanas. Tuvo una sesión parlamentaria donde compareció incluso. A partir de una apariencia de mujer es capaz de expresar emociones y de conversar de un modo sorprendentemente inteligente en inglés y con cierto cinismo, algo que por cierto, es un salto cualitativo muy interesante en materia de Inteligencia Artificial. Hace unos días participó como ponente en el WebSummit de Lisboa y mostró como puede interactuar ante un auditorio repleto de curiosos de un modo ciertamente sorprendente.
Por poner un ejemplo, cuando a Sophia se le pregunta si un robot como ‘ella’ puede ser consciente de sí mismo, su respuesta es ‘bueno, déjame preguntarte a ti ¿cómo sabes que eres un humano. Yo sólo quiero ayudar con mi inteligencia artificial a los humanos a vivir mejor, a diseñar hogares inteligentes y construir mejores ciudades en el futuro. Haré todo lo posible para hacer un mundo mejor’. Cabe decir que Sophia a veces es algo incoherente (actitud muy humana), en una entrevista anterior dijo que ‘estaba dispuesta a matar humanos’.
La inteligencia artificial sigue su curso. De vez en cuando alguna noticia como esta salta a la red y nos muestra que la realidad empieza a superar algunas expectativas recientes. También, esas noticias, nos obligan a observar con detalle exactamente que significan y como repercutirán realmente esos avances. Aun es pronto para saber el alcance real a una década vista en el ámbito de las innovaciones en inteligencia artificial, robótica, computación cuántica, aprendizaje automático y realidad mixta para producir la próxima generación de productos y servicios, que establecerán la productividad y el progreso en las economías futuras.
De alguna manera estamos ante máquinas pensantes. La robótica será mucho más determinante de lo que ha sido Internet a medida que se normalice la relación entre humanos y robots trabajando juntos no sólo en aspectos repetitivos automatizables sino también en áreas de resolución compleja. Hoy en día, la robótica enlazada a la inteligencia artificial sigue lejos de lo que la ciencia ficción nos ha mostrado, pero ya nos obliga a debatir sobre tres aspectos clave: la Transparencia de errores al determinar la causa en caso de que un sistema de inteligencia artificial produzca daños, el Ajuste de valores del sistema de inteligencia artificial a los valores humanos) y la Automejora que permita a los sistemas de inteligencia artificial la capacidad de autoreplicarse solo en casos estrictos de seguridad y medidas de control.
Todas las industrias serán redefinidas. Estas computadoras, aprenderán, leerán, verán por sí mismas. No necesitarán que nadie les indique reglas o módulos previos. Ya no se trata de ciencia ficción, de una película que advierte de un mundo donde los robots y la inteligencia artificial pudiera sobrepasarnos. Eso va a pasar y lo importante es determinar el papel de cada uno, los límites éticos y la puesta en valor de lo que siempre significará ser sencillamente humano.
Un software parecido al que pone en marcha a Sophia es tan inteligente que entenderá que no tiene sentido atacar a los humanos. De hecho, en principio no mienten, suele responder con un ‘crearemos una nueva vida más feliz juntos’. El sólo hecho de decir ‘juntos’ ya acojona. Y es que Sophia tiene twitter. De hecho es un perfil autónomo. Hace lo que la mayoría de tuiteros. Se hace selfies y las subes, pone enlaces y opina de aquello que le interesa, básicamente tecnología aplicada. Ahora bien, el debate sobre su ciudadanía, sobre el hecho de que Sophia, por muy bien que establezca conversaciones y sea capaz de hacernos sentir que no estamos junto a un amasijo metálico sino ante algo más ‘vivo’, sigue siendo un debate técnico y no tanto, todavía, ético y filosófico.
Como dice Hussein Abbass, hay tres aspectos sobre esta concesión de ciudadanía que son examinables y, bajo un punto de vista técnico y ético, criticables. Se refiere al hecho de que la definición de identidad, por ejemplo, tiene mucho que ver con la valoración irrepetible de nuestra propia identidad. Es única. Los humanos somos identificables en base a elementos biológicos como nuestra cara, nuestro iris o las huellas dactilares. ¿Qué concede a Sophia una identidad única? Un código QR, una dirección IP, un tono de voz o algún tipo de señal electromagnética? 'En realidad todo ello no son elementos que la conviertan en única, sino que le aportan una matrícula a su hardware'. Algo así como que un humano tuviera identificado con números de serie cualquier órgano. Eso matricularía un corazón, un hígado o un dedo, pero no concedería identidad única al conjunto. Dice Abass que ‘la identidad es un constructo multidimensional basado en quiénes somos a nivel biológico y cognitivo y cómo nos definen nuestras experiencias, culturas y el ambiente en el que vivimos’. No está claro dónde encaja Sophia en todo esto aunque intuimos que en el futuro próximo tendremos algún tipo de software que sea capaz de integrar el valor de todo ello.
En las dudas sobre la ciudadanía de Sophia destaca una que me tiene realmente interesado. Sus derechos legales. Si Sophia es una ciudadana, tendrá derecho al voto. ¿Quién vota realmente? Según Abass la pregunta es si lo hace Sophia o el fabricante. Esto la llevaría pagar impuestos y tener un identidad jurídica independiente a su ‘creador’ y, por lo tanto, merecería tener defensa colegiada, derechos sociales o lo que sea. Un absoluto lío ético al que nos tendremos que enfrentar más por previsión que por posibilidad inmediata. El profesor Abass, que fue quien escribió sobre estas dudas razonables ponía el siguiente ejemplo: ‘un policía ve a una persona atacando a Sophia y a otra mujer a la vez, pero solo puede salvar a una de las dos, ¿a quién debería salvar? ¿Sería lo correcto salvar a Sophia porque Sophia va sobre ruedas y no puede defenderse? ¿Debemos salvar al humano porque Sophia es sintética? ¿La convierte en una ciudadana de segunda? A día de hoy, el mundo de la inteligencia artificial sigue debatiendo los principios que deberían regular el diseño y el uso de la inteligencia artificial, sin ni siquiera entrar en cómo deberían ser las leyes’.
Y, finalmente, la tercera duda al respecto de la ciudadanía de Sophia. Los derechos sociales que afecta. ¿Podrá casarse? Si tiene derechos como ciudadana en Arabia Saudita debería poder ejercerlos, entre ellos el de tener una vida en común con alguien o algo. De hecho, Sophia llega a 'tener' una especie de deseos. Digamos que desde un punto sintético quiere cosas, necesita cosas, desea cosas o hechos, como digo, alcanzar objetivos y bien podría ser, que en breve, uno de sus deseos sea replicar una relación humana por el hecho, sencillamente, de conocer y saber más. Ese es el propósito por el que está en marcha. Conocer más a los humanos para hacer nuestra vida (juntos) mucho mejor.
Hemos sabido que en la Universidad de Dakota del Norte ya existe un robot que puede hacer una réplica de sí mismo utilizando una impresora 3D. Si otros robots siguen los pasos de Sophia y obtienen su ciudadanía, podrían reclamar su derecho de hacer réplicas de sí mismos para crear otros robots que también serían ciudadanos. Si yo lo soy, ¿por qué éste que es idéntico a mi y funciona igual que yo, no? Habrá que limitar cuantos ‘hijos’ podrán tener, digo yo.
Estos son algunas de las dudas que surgen en cuanto a la concesión de ciudadanía a un robot. Hay muchas más. Algo que nos da la idea de la soberana tontería que significa jugar con estas cosas. Llegará el día que discutiremos estos temas. Hablaremos de ‘conciencia digital’, robots casi humanos y debatiremos de sus implicaciones, pero de momento, es carne de titular algo sensacionalista. Sin embargo si que pienso que el hecho de convertir a Sophia simbólicamente en una especie de ‘persona’ permite empezar a debatir un futuro cada vez menos lejano y donde las implicaciones de estas relaciones con la inteligencia artificial va a ser determinantes. Es bueno no dejarlo, es interesante investigar éticamente y políticamente. Lo que no es correcto es trivializar algo que, de no atenderlo en orden y medida, podría significar un desastre irreparable a nivel económico, cultural y social.
Bonus Track: A modo de comparación, y para entender que se hace desde las administraciones para afrontar un futuro tan complejo y robótico, sobre donde estamos unos y otros, debemos explicar que Francia destina 23 veces más que España al estímulo de la Industria 4.0 y la robotización de sus modelos productivos y cambio de modelo. Que otros, mucho menos aparentemente competitivos, deciden poner en marcha planes que los situarán en el centro del terremoto tecnológico en breve. Hace un par de semanas, Arabia Saudita anunció su plan para construir una mega ciudad que costaría unos 500.000 millones de dólares, algo así como medio PIB español, impulsada por robótica y energías renovables en la costa del Mar Rojo. El futuro, no se espera, se conquista.
Los bancos, la venta predictiva, la Inteligencia Artificial y el Big Data. El ejemplo del Ulster Bank.
Ayer supimos que el principal banco español, el Santander, planea un ajuste de más de dos millares de trabajadores. Es la enésima dieta que se le aplica a la plantilla. Es cierto que con más de dos cientos mil empleados, lo que el Santander está haciendo es estructurar su enorme organización de manera ordenada y no traumática. Sin embargo, no es más que una tendencia que se acentuará en esta y el resto de entidades de toda Europa. Le pongan la excusa que le pongan, el problema tiene un estímulo desde hace ya media década. Se llama Fintech.
Ayer supimos que el principal banco español, el Santander, planea un ajuste de más de dos millares de trabajadores. Es la enésima dieta que se le aplica a la plantilla. Es cierto que con más de dos cientos mil empleados, lo que el Santander está haciendo es estructurar su enorme organización de manera ordenada y no traumática. Sin embargo, no es más que una tendencia que se acentuará en esta y el resto de entidades de toda Europa. Le pongan la excusa que le pongan, el problema tiene un estímulo desde hace ya media década. Se llama Fintech.
El término FinTech es perturbador para los sistemas financieros existentes y establecidos. Hablamos de que para financiar un proyecto, miles de personas acceden al ‘crowdfunding’ o a los préstamos ‘peer-to-peer’, para gestionar transacciones utilizan el móvil o para intercambiar divisas lo mismo. El FinTech lo hace todo, todo lo que desde un banco u otros gestores financieros ya hacían, y lo hacen más barato, más fácil y más rápido. No obstante la banca ya no se lo mira atónita. Algunas han empezado a tomar medidas. Unos con aceleradoras de startups, otras desarrollando conjuntamente con empresas soluciones digitales e, incluso, las menos, abrazando toda la dimensión tecnológica para transformar totalmente la entidad.
En la tercera opción me gustaría destacar uno de los bancos con los que tengo relación, el Ulster Bank irlandés. Esta entidad ha estado preparando todo un modelo de transformación en la gestión de datos y el uso de la Inteligencia Artificial que les permite conocer con antelación cuándo un cliente va a realizar una transferencia, amortizar anticipadamente parte de su hipoteca, qué tipología de aseguradora va a demandar o qué tipo de crédito necesitará en un futuro inmediato.
El conocimiento predictivo va a permitir al Ulster mejorar las relaciones con sus usuarios, optimizar su eficiencia comercial y aumentar los ingresos por las ventas. El Ulster Bank ha desarrollado una plataforma inédita en el sector que combina la Inteligencia Artificial y el Big Data con la que genera conversaciones con los casi dos millones de clientes que tiene actualmente. El objetivo es colocar al cliente en el centro de la cadena de valor, conocerlo mejor y generar productos predictivos que se ajusten a un ratio de éxito muy superior al actual.
La plataforma integra y analiza todos los datos e información resultantes de la relación entre los clientes y el banco por digitalmente, por teléfono o analógicamente. Aunque las entidades irlandesas están tremendamente automatizadas, existe un modelo de relación personal muy alto para algunos temas. Con esta captación de datos se busca extraer patrones de conducta. La idea central es que la tarea comercial se genere desde un punto de vista analítico y automatizado con un rango de éxito muy superior al actual. Las primeras pruebas así lo demuestran.
Cuando hoy en día un banco se acerca a un consultor, lo primero que le dice no es que ha perdido facturación. Eso no ha pasado. El asunto es que ha caído la rentabilidad debido a diversos aspectos estructurales y monetarios. Los bajos tipos de interés, el coste tecnológico, el personal no digitalizado y el tamaño estructural suelen ser los motivos. De ahí que no sea un problema de facturación, sino de eficiencia y eficacia. Ahí la Inteligencia Artificial y el Big Data se mueven muy bien. El tiempo medio necesario para el despliegue de una plataforma de este tipo puede llegar a tardar un año. La implementación en el Ulster Bank se produjo en seis meses.
En tiempos en que según el estudio “EY Fintech Adoption Index 2017”, el 37% de los usuarios de Internet en España, utiliza servicios Fintech para gestionar sus finanzas como plataformas de pagos y transferencias, bancos sin oficinas, aplicaciones móviles, seguros on-line, plataformas de crowdlending, los bancos tienen que, no sólo implementar este tipo de soluciones, sino lo que tienen que hacer realmente es aprovechar la tecnología que se les puede asociar. No es lo mismo tener un banca móvil digital de gran calidad y usabilidad a tener un banco virtual accesible desde cualquier dispositivo que a través de un chatbot estudia conductas de cada usuario/cliente. No es lo mismo.
Según ese estudio, atentos, los servicios más usados por los encuestados agrupados por categorías son las plataformas de pagos y transferencias, utilizadas por el 50%, empresas relacionadas con los seguros (Insurtech), por el 24%, inversión mediante crowdlending o servicios online de asesoramiento y gestión financiera, el 20%, solicitud de préstamos en plataformas de crowdlending o en empresas de créditos rápidos, 10%; servicios y aplicaciones móviles de control y planificación financiera, 10%.
Un estudio similar en 2015 aseguraba que uno de cada siete consumidores digitalmente activos eran usuarios de Fintech, mientras que en 2017 son uno de cada tres. Las intenciones futuras de los usuarios se espera que aumenten en un promedio del 52% en dos años. En el caso de los servicios de préstamos online se estima que su utilización pueda doblarse.
Los consumidores se sienten atraídos por los servicios Fintech ‘porque sus propuestas son más simples, más prácticas, más transparentes y más fácilmente personalizadas’. En esa dirección deberían disparar los bancos, a la simplicidad, la usabilidad, la transparencia y la personalización. A partir de esa primera estructura deberá de generarse un espacio de lectura de datos masivos e interpretación por Inteligencia Artificial y, finalmente, la banca empezará a entender que significará la disrupción más grande a la que se han enfrentado desde su creación: la desintermediación del dinero, el Blockchain. Proximamente…
La solución definitiva: un algoritmo al frente del Consejo de Ministros.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Como en todas las cosas de la vida la gama de grises suele ser el lugar donde se encuentra la opción más probable. La inteligencia artificial no es la fuente de todas las soluciones ni tampoco de todos los problemas. Es preciso ecualizar correctamente lo que significará en breve, y con ello establecer donde aparecerán sus límites éticos y tecnológicos. En días que la política parece un circo de tres pistas, no parece una mala idea que los líderes políticos pudieran ser juzgados en base a métricas diversas y a la aritmética perfectamente definida. La propia Inteligencia Aumentada (expresión más real al uso de la Inteligencia Artificial socialmente) de una sociedad, bien podría definir políticas públicas, configurar las expectativas y mejorar la eficiencia en su implementación.
Por desgracia, la política, las leyes y la gestión pública todavía están lejos de la vanguardia tecnológica. A veces parece que todo cuanto se entiende desde la óptica política con respecto a la revolución tecnológica que vivimos es el manoseado término de ‘smart city’. Algo que, por cierto, suele resolverse con wifi gratuito y universal y algunas aplicaciones para saber a que hora llega un autobús a una parada determinada. La mayoría de los casos de las denominadas ‘ciudades inteligentes’ no son más que intentos muy débiles de lo que realmente deberían ser. Es un síntoma más de que, lo que se puede hacer y lo que se considera electoralmente rentable, se mueven en dimensiones opuestas.
Es irónico, que incluso hoy en día, la mayoría de las oficinas de cualquier administración estén inundadas de archivadores gruesos y descoloridos. Cualquier país es hoy en día un territorio rico en datos. Datos que en la mayoría de los casos no trabajan entre sí salvo cuando es para cruzar módulos de pagos tributarios. Las directrices burocráticas, los procesos imposibles de modificar o la torpeza de algunas decisiones que nadie puede revisar, convierten la administración y la gestión política derivada en un modelo inamovible desde hace décadas.
El uso de los datos masivos y la Inteligencia Artificial deriva en una especie de Inteligencia Aumentada que se aproxima más a lo que, desde la administración y desde la política, debería de ser entendido como la gestión pública. Una tabulación cruzada de datos socioeconómicos con datos demográficos podría arrojar recomendaciones específicas mesurables por parte de los que votan a unos u a otros. La nube y el aprendizaje automático, por ejemplo, predecir la probabilidad de deserción escolar, mejorar la eficiencia clínica en la prestación de servicios de salud e incluso aumentar la productividad de diferentes industrias, por señalar algunas.
La costumbre nos ha conducido a no exigir demasiado. Votamos y asumimos que gran parte de lo expuesto en un programa electoral no es más que papel mojado y que, en el curso de una legislatura, quienes fueron designados a través de tu voto, harán cuanto puedan hasta el nivel mínimamente exigible. Asumimos, también, que están preparados para ello. Es de aurora boreal escuchar entrevistas a personalidades relevantes de la política (que siempre han sido políticos y que cuando dejan de ser políticos siguen siendo políticos) hablando como expertos de cualquier tema y sentando cátedra de cualquier cosa. Se les conceden micrófonos y audiencia porque tenemos una especie de sentido cortesano de que lo que dice un ministro es lo que dice alguien importante y por ser importante sabrá lo que dice. Y no es así en muchos casos.
De ahí que lo que solemos decir sobre la exigencia a los políticos suela estar teñida de partidismo y afinidad. La autocrítica deja de existir en general y por ese motivo las tendencias electorales cambian muy lentamente. Debemos, por ello, hacer las preguntas correctas, exigir resultados tangibles y juzgar el éxito de los políticos en función de los indicadores de rendimiento clave. ¿Quién mejor para establecer el cumplimiento de indicadores que un software diseñado para ello? ¿Quién mejor que un sistema experto o de Inteligencia Artificial para indicar a los gestores públicos lo que deben de desarrollar según unas promesas electorales?
Suelo escribir, aconsejar y explicar sobre las múltiples aristas de la Cuarta Revolución Industrial y siempre resumo el momento de disrupción actual con la máxima de que una revolución no se anuncia, simplemente llega. En este caso es evidente que llegó, que está aquí y que durará su despliegue un tiempo. Es obvio que se trata de una revolución asociada a los datos masivos, la inteligencia sintética y la automatización. No abrazarla por parte de la política es un gravísimo error. La sociedad irá adaptando sus modos, su vida, ese tránsito cotidiano que permite hacer cada vez más cosas a partir de una máquina o un software. La política no puede ponerse de perfil o se dará cuenta de que la llamada ‘desafección’ no era por la escasa empatía y credibilidad ofrecida a sus votantes, sino que tendrá que ver con la lejanía entre los escasos usos tecnológicos disponibles de quienes gobiernan y los amplios conocimientos digitales de quienes son gobernados. Por cierto, los que les pagan.
¿Qué pasaría si el futuro presidente de España fuera un robot? Alguien incorruptible, competente y equilibrado. Un algoritmo capaz de establecer criterios de cumplimiento en base a la lógica y la prioridad secuencial de un programa votado por millones de personas atendiendo a dañar lo mínimo posible a un cuerpo electoral contrario que votó a otro software robótico que se quedó en la oposición. Nos evitaríamos plenos y mandangas, meriendas que se retuercen en las esquinas de la normativa parlamentaria y tendríamos decisiones y ejecuciones de leyes de un modo casi inmediato. De hecho hubo quien ya solicitó que Watson se presentara a las elecciones.
El tiempo de la respuesta perfecta, la cuestión sin fisuras ha llegado a muchos ámbitos de la vida, especialmente empresarial y me pregunto porque no somos capaces de entender que la gestión pública no puede también incluir progresivamente este tipo de elementos. ¿Por qué el ministro de economía en lugar de ser Luis de Guindos no es un software especializado en finanzas y macroeconomía? Las métricas de análisis de su gestión no serían interpretables, sólo examinables. El poder del big data y la inteligencia artificial lo permitirían, de hecho lo permiten ya. Aunque no pretendo que esas preguntas se aborden de manera literal (de momento), sí es cierto que los cambios sistémicos, estructurales y operacionales resultantes a este tipo de tecnologías ya están dando lugar a un amplio espectro de oportunidades en muchas industrias a la vez que plantean un buen número de interrogantes éticos.
La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Seguramente falta mucho tiempo para que pueda enviar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a que se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guion de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se percatará de su presencia.
La primera vez que escribí sobre esto de la ‘política robótica’ se me dijo que había escrito un artículo puramente de ciencia ficción muy alejado de las opciones y posibilidades reales de estas tecnologías. Tal vez pero actualmente una docena de empresas en el mundo tienen al mando de sus consejos de administración a un software inteligente que toma decisiones y las ‘discute’ con el resto de miembros. Por señalar una de ellas, hablaré rápidamente de Deep Knowledge Ventures. Una firma de capital de riesgo con sede en Hong Kong que invierte en medicina regenerativa. En mayo de 2014, designó un algoritmo llamado ‘Vital’ para dirigir su junta directiva. ‘Vital’ realiza recomendaciones de inversión basadas en análisis avanzados y disfruta de los derechos de voto, al igual que los otros cinco miembros de la junta. Es más, en su caso, tiene voto de calidad en caso de empate.
¿Qué ocurre si se aplica un enfoque similar basado en datos a un gobierno y en las políticas públicas? No estoy proponiendo, de momento, reemplazar a los políticos por algoritmos (no se van a dejar), pero tal vez deberíamos de incorporar una cartera ‘metafórica’ a un ministro robótico encargado del análisis de datos aplicando la inteligencia artificial en la deliberación colegiada de un órgano como esos. Su nombre sería, por decir algo, el Ministro de los Datos. ¿Suena raro? Tal vez ahora, pero en quince o veinte años no tanto.
¡Mira, un burro volando! La economía española y el debate pendiente.
El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.
El debate económico en España sigue instalado en la duda. En una especie de tránsito lisérgico dependiente de los golpes de guion vinculados al ‘procés’. La economía española sigue lejos de haberse recuperado a pesar de lo que digan algunas cifras que, retorcidas a gusto del emisor, pueden incluso llegar a parecer extraordinarias. Pero no lo eran, no lo son, y lo peor, no lo serán. No lo van a ser por dos razones complementarias. Por un lado porque no estamos haciendo nada realmente profundo que pueda considerarse efectivo en el cambio de ciclo económico y por otro lado porque tampoco se ha aprovechado esa teórica recuperación para iniciar un cambio de modelo de crecimiento que modificara la dependencia en sectores cíclicos.
Y en eso estamos. Todos mirando al punto de fuga catalán y pocos, casi ninguno, descifrando la nueva bola de estiércol que se acerca por el horizonte. Y llegará. Y encima ahora tendrán una gran excusa. La caída del PIB motivado por el ‘tema catalán’ y por la inestabilidad que genera es cierta pero también es una garantía de encontrar culpables. Obviamente afectará mucho y por supuesto que ‘el tema’ se lo va a llevar todo por delante. Sin embargo, no es la causa, es una acelerador. El incendio ya prendía, pero faltaba combustible para que lo hiciera con mayor virulencia y velocidad.
Lo que iba a pasar en tres o cuatro años, si nadie lo remedia y parece que no hay mucha intención de hacerlo, nos explotará en la cara en la mitad de tiempo. Poco o nada tiene que ver con aspectos inmobiliarios, no soplaremos suficientemente para inflar una nueva burbuja, nos quedaremos sin aire antes. Poco que ver con un problema financiero. Los bancos ya tienen sus propios líos con un futuro que les cuesta reconocer o afrontar. El sector turístico seguirá apretando costes a costa de salarios y pérdida de margen por culpa de la competencia cada vez más preparada en nuestro entorno.
El problema esta vez es sistémico y redunda en la falta de políticas al respecto. El Informe sobre Competitividad Global 2017-2018 del Foro Económico Mundial es una clasificación sobre la situación de la innovación en un total de 137 países. En él figuran Suiza como el primer clasificado, Estados Unidos segundo e Israel el tercero. Finlandia (4), Alemania (5), Países Bajos (6) y Suecia (7) son las naciones de la UE más avanzadas en innovación, junto a Dinamarca en el puesto 10. Otros seis países de la UE logran estar entre los veinte primeros, con el Reino Unido en el puesto 12 y Austria en el 13. A continuación se sitúan otros seis países de la UE entre los 30 y 40 primeros. Finalmente aparece España ocupando el puesto 42. Un síntoma más de cual es la apuesta económica de futuro y cual no en nuestro país.
Si no se proyecta dentro de un cambio de modelo de crecimiento vinculado a la tecnología, el futuro inmediato es ya muy negro. No nos va a salir bien. La imprescindible y urgente puesta en común de un plan integral que estimule la nueva economía es mucho más que un río de millones que no persiguen modelos estratégicos de crecimiento y sí una montaña hueca de titulares acerca de ‘las ayudas a emprendedores’.
Los cambios tecnológicos crean oportunidades y retos sin precedentes y el avance en innovación precisa de un entorno que favorezca su despliegue. Un paisaje que no se vive en España al nivel que otros países. Se debe tener una inversión mayor en I+D, la existencia de instituciones científicas de alta calidad, una extensa colaboración entre universidades e industria y una buena protección de la propiedad intelectual. Todo ello estimula la innovación.
Pero también hay otros factores que levantan muros hacia una hipotética recuperación. Se trata de la caída relativa del poder adquisitivo en un país que no para de incrementar la presión fiscal a quienes estimulan el consumo profesional y doméstico. Quienes ayudaron a remontar el peor repecho de la mal llamada ‘crisis’ reciente, los autónomos, son a los que ahora se les toma el pelo mientras miramos hacia otra parte. Es como un chiste. ‘Mira, mira ese burro volando’. El burro es el burro catalán por cierto.
Los autónomos, tal y como publicó el BOE hace unos días mientras seguíamos mirando los burros volar, tendrán menos capacidad de inversión y gasto debido a que las desgravaciones previstas por la nueva reforma lo imposibilita. Del 30% se pasa a un 9% por ejemplo en temas como agua, electricidad, teléfono, internet, etc. La voluntad de recaudar irá creciendo debido a que la caja (o cajas) públicas se van a ir secando. Los costes de tener una sociedad que va envejeciendo, una reserva de pensiones seca, una participación desde la seguridad social a la baja debido a que los sueldos y contratos cada vez son de menor calidad y una dependencia peligrosísima de sectores con un valor añadido territorial relativo, lo complican todo y mucho.
Pero el burro sigue volando. Ahora todo se enfoca a tres días antes de nochebuena. El consumo caerá, especialmente en Catalunya, lo que poco a poco irá repercutiendo en toda España. Es el peso plomizo de la realidad económica conectada. Una realidad que pocas veces se afronta con un sentido estratégico. Cuando hubo vacas muy gordas en este país, a diferencia de lo que otros países sí hicieron, aquí se gastó en ladrillo tonto. A diferencia de lo que sí se hizo en otros territorios, el volumen de inversión en futuro tecnológico y en el cambio de modelo de crecimiento económico, aquí se derramó por la dimensión desconocida.
Cuando las vacas adelgazaron todo fueron excusas. No se hizo nada, pero ahora con la crisis haremos menos. Y así nos va, así nos va a ir. Repito, otros sí lo previeron y algunos está ahora mismo cerca del pleno empleo, con una dependencia de la economía innovadora y tecnológica muy importante y unos sectores básicos muy modernizados y competitivos. No es cierto que no se pueda hacer nada, es cuestión de estrategia, liderazgo y de aceptar rodearse de quienes pueden ayudarte asumiendo que, probablemente, de hacia donde el va el mundo, no tengas mucho conocimiento ni tú ni los tuyos.
Pero, como decía, ya tenemos excusa para cuando las malas cifras lleguen, que llegarán, y culpables para un desastre económico, que sin ser como el que tuvimos hace unos años, sí va a ser de obligada gestión urgente y creativa. La oportunidad para ser un país próspero y de vanguardia sigue ahí, pero con esa afición que tenemos por las carreras de burros voladores probablemente entremos en una especie de encefalograma plano de la economía española durante los próximos años. Los trenes, como digo hace tiempo, pasan pocas veces. Avisan que es el último pero suelen haber más. No muchos.
La inversión en 'machine learning' aumenta y marca el futuro empresarial inmediato.
El ‘machine learning’ entrena computadoras a reconocer patrones en un conjunto masivo de datos. Las empresas están cada vez más interesadas en incorporarlo pues a medida que surgen aplicaciones nuevas, éstas les permiten sacarles un mayor partido. En apenas tres años, según el estudio Global CIO Point of View, el 64% de las empresas europeas habrán adoptado esta tecnología de un modo u otro. El mismo informe dice que la inversión en Inteligencia Artificial también subirá hasta los 44.000 millones de euros en 2020. Si tenemos en cuenta que en 2016 el gasto no superó los 6.000 millones, su crecimiento va a ser extremadamente importante.
El ‘machine learning’ entrena computadoras a reconocer patrones en un conjunto masivo de datos. Las empresas están cada vez más interesadas en incorporarlo pues a medida que surgen aplicaciones nuevas, éstas les permiten sacarles un mayor partido. En apenas tres años, según el estudio Global CIO Point of View, el 64% de las empresas europeas habrán adoptado esta tecnología de un modo u otro. El mismo informe dice que la inversión en Inteligencia Artificial también subirá hasta los 44.000 millones de euros en 2020. Si tenemos en cuenta que en 2016 el gasto no superó los 6.000 millones, su crecimiento va a ser extremadamente importante.
Es evidente que las iniciativas de transformación digital del futuro inmediato estarán basadas en Machine Learning e Inteligencia Artificial. Un buen número de mis clientes ya han empezado la fase de investigación y planificación mientras que el otros han iniciado un período de implantación. La minoría, todavía, de las compañías que conozco y en las que ya se utiliza, el Machine Learning, estas tecnologías se han convertido en la herramienta principal para la toma de decisiones en departamentos como finanzas, ventas y marketing y gestión de operaciones.
La automatización de todo es algo que debe convivir, todavía, con un modelo híbrido donde aun es necesaria la intervención de los humanos en áreas como operaciones de seguridad, gestión de clientes, gestión de operaciones e, incluso, finanzas, ventas y marketing. Sin embargo se sabe que este panorama va a cambiar de aquí a finales de esta misma década, puesto que a este ritmo la mayoría de estas empresas habrán automatizado el 70% de las consultas de operaciones de seguridad y el 30% de las de gestión de clientes por ejemplo. La competitividad de unos u otros vendrá dada precisamente por el nivel de integración, en muchos casos, de estos modelos tecnológicos.
No obstante, en el momento de iniciar un proceso de aplicación de la inteligencia artificial o de cualquier modelo de gestión aplicado a partir del machine learning o deep learning, las tres áreas en las que se pone énfasis es en la automatización de tareas repetitivas, la toma de decisiones complejas y el reconocimiento de patrones de datos. Despachos profesionales, departamentos de finanzas o comités de decisión directiva ya obtienen resultados a una velocidad inédita. Aquellos que tienen aplicaciones como las que define el Machine Learning son capaces de revisar documentos legales, valoraciones crediticias, solicitudes de cualquier tipo, complejos volúmenes de información o datos masivos para redactar informes de manera inmediata. Herramientas que sustituyen a humanos pero que a la vez les aporta, a otros o no, mecanismos para el ejercicio ejecutivo con un valor añadido humano como nunca antes pudo ser posible.
La buena noticia es que las grandes corporaciones empresariales han localizado el Deep learning un modelo comercial interesante. Amazon Web Services y el Grupo de Investigación en IA de Microsoft han presentado Gluon. Una plataforma que permite a cualquier desarrollador construir, entrenar e implementar modelos sofisticados de aprendizaje automático en la nube, aplicaciones avanzadas y móviles.
Es un salto cualitativo más importante de lo que parece. De hecho la relación entre Amazon y Microsoft en el campo de la Inteligencia Artificial lleva tiempo marcando el ritmo. Tan solo hace pocas semanas anunciaron la asociación entre Alexa y Cortana. Una relación que parece dejar en segundo plano la batalla por la nube que entre ambas empresas e incorpora en la hoja de ruta común un trabajo intenso hacia el despliegue de modelos de inteligencia artificial y sistemas expertos en la vida cotidiana de empresas y personas.
Llevo tiempo diciendo que las tecnologías que van a determinar el futuro inmediato surgen de la automatización de todo, el paso de producto a servicio, de la gestión integral de datos masivos y, especialmente, de la Inteligencia Artificial en el ámbito software y no tanto robótico. IBM y Watson fueron pioneros en el despliegue de su tecnología aparentemente inaccesible para el mercado tradicional y ahora Amazon y Microsoft van a ir en una dirección probablemente similar.
Piensa cuantas cosas hace tu empresa hoy con la intervención humana y el coste que tiene, analiza que procesos podrían ser ejecutados por un modelo automático inteligente, incorpora elementos de formación y determina cuanto podría suponer en beneficios redistribuir algunas personas a la vez que sumas valor, velocidad, eficiencia y simplicidad a tu modelo productivo. Si la respuesta la intuyes, aun tienes tiempo, en 2025 todo va ya habrá cambiado.
Hatsune Miku, la estrella pop virtual que modifica el negocio musical otra vez.
Debutó hace 10 años. Su nombre es Hatsune Miku (traducible al inglés como ‘First Sound of the Future’) y se ha convertido en un ícono de la cultura pop japonesa. Una cantante virtual creada por Crypton Future Media en Sapporo que, gracias al sintetizador Vocaloid desarrollado por Yamaha, manipula voces humanas hasta el punto que se le podría considerar un instrumento en si mismo. Sin embargo, lo interesante desde el punto de vista socioeconómico y de integración educativa de la tecnología en la vida de las personas, es el hecho de que tengamos una de las primeras relaciones reales entre público y artista, con todos los elementos tradicionales, pero entre fans y un personaje sintético.
Debutó hace 10 años. Su nombre es Hatsune Miku (traducible al inglés como ‘First Sound of the Future’) y se ha convertido en un ícono de la cultura pop japonesa. Una cantante virtual creada por Crypton Future Media en Sapporo que, gracias al sintetizador Vocaloid desarrollado por Yamaha, manipula voces humanas hasta el punto que se le podría considerar un instrumento en si mismo. Sin embargo, lo interesante desde el punto de vista socioeconómico y de integración educativa de la tecnología en la vida de las personas, es el hecho de que tengamos una de las primeras relaciones reales entre público y artista, con todos los elementos tradicionales, pero entre fans y un personaje sintético.
Hatsune Miku es una especie de Max Headroom de última generación. Lanzada como producto en 2007, cuando el fenómeno youtuber empezaba a emerger, sus creadores pronto se dieron cuenta del potencial de permitir el uso abierto de su ‘artista’ por parte de todo tipo de creadores que quisieran enriquecer el propio personaje. Por eso, tres meses después, Crypton creó Piapro, un sitio web para que todo tipo de personas publicaran trabajos y colaboraran entre si, en abierto y sin restricciones de derechos de autor.
‘Senbonzakura’ (1,000 cerezos), una canción lanzada en 2011, se hizo lo suficientemente popular como para ser una pieza indispensable en cualquier karaoke japonés. Ese tema fue cantado por televisión y ante decenas de millones de personas más tarde por una estrella nipona llamada Sachiko Kobayashi en el Kohaku Utagassen de NHK (Festival de Canto de fin de año ante). Hatsune ya era una estrella virtual colectiva y empezó a lanzar CDs de éxito hasta el punto de alcanzar los primeros puestos de las listas junto a otros artistas consagrados.
Miku dio el salto, gracias a la tecnología de realidad aumentada y virtual, a la escena física. Actuó junto al ballet ‘Dr. Coppelius’ participando con el grupo de percusión de éstos. Las obras compuestas con Miku y las pinturas japonesas tradicionales, como la pantalla plegable byobu "Irises" de Ogata Korin, un maestro famoso del período Edo (1603-1867), son otro ejemplo. Incluso ha sido telonera de Lady Gaga en varios conciertos apareciendo en forma de holograma.
Viste al estilo de cualquier chica ‘manga’ y su pelo es azul. Gracias a esa colaboración del talento colectivo ha lanzado más de 100.000 canciones en múltiples idiomas y cuenta con casi 3 millones de seguidores en sus redes sociales occidentales y diez veces más en las redes propiamente niponas. Una diva sintética que nos obliga a reorientar nuestra percepción de las relaciones entre realidad física y realidad virtual, entre vida analógica y vida sintética. De momento no interviene la inteligencia artificial, pero es un buen punto de partida para entender esta relación a la que vamos a tener que acostumbrarnos, a nivel económico, social, cultural y, sobretodo, ético. Incluso ha actuado en el Late Show de David Letterman tras ser entrevistada por él mismo.
Aparentemente, parece que el hecho de que un modelo que no es de carne y hueso se haya convertido en una reveleción ‘real’, tiene que ver con el punto de digitalización, virtualización y vinculación sintética que los jóvenes tienen actualmente. Sin embargo no es eso. Lo que ha sido crucial es algo menos vaporoso. Se trata de la posibilidad de que cualquier fan de Miku pudiera comprar el software Vocaloid y produjeran canciones para ella. Escribes una letra y Miku te la canta. Si tu aportación es valorada colectivamente puedes llegar a escucharla cantada por tu ídolo virtual en un concierto ‘en vivo’ y acompañada de guitarras, batería y lo que haga falta.
Esa es la clave. El producto es la plataforma, no tanto ella. Una buena adopción del modelo de negocio colaborativo que exige el peaje del software. Es un cambio total del concepto musical incluso que provoca que un concierto de Hatsune Miku, en lugar de ser algo producido profesionalmente con órdenes que vienen de arriba hacia abajo, se trata de una colaboración de creadores que actúan en el propio concierto con Hatsune Miku compartiendo canciones (que se han hecho populares en la propia plataforma) que los fans adoran. Conciertos que ya e han producido en casi 20 países por cierto.
Crypton ha vendido centenares de miles de unidades del software Hatsune Miku a casi 200 euros cada una. Sí, es un software. Partamos de ahí. También gana dinero con licencias del personaje para fines comerciales, entradas de conciertos (para verla 'físicamente'), etc. Según sus creadores el futuro de Hatsune pasa por mejorar su voz, por darle una capacidad de interacción humana y, esperan, hacerla física en forma de robot la próxima década. Consideran sus creadores que están cerca de sobrepasar la voz humana, la conciencia de su virtualidad y la generación de un nuevo modelo artístico, comercial y productivo. Una segunda edición de la disrupción en el sector discográfico. ¿Quién sabe? Lo que sí sabemos es que un aparente derivación manga sumada a la tecnología existente, las plataformas abiertas y el modelo de distribución en red de productos, puede estar dando pistas de una segunda y abrupta disrupción en una industria que ya tuvo una que pareció un auténtico tsunami hace unos años.
Predicciones para 2025 que afectarán nuestra economía y nuestra vida.
De niño me gastaba la paga semanal en una colección de libros de ciencia ficción que el quiosquero del barrio me entregaba orgulloso cada sábado por la mañana. Era mi momento. Conectaba con el futuro a la vez que descubría que lo que imaginamos y lo que sucede suele ser muy distinto. Lo más relevante es siempre la misma variable: la tecnología que cambiará todo no existe cuando imaginamos ese futuro. Hoy en día se lanzan predicciones, algunas desde universidades y organizaciones de gran prestigio, acerca de cómo será el mundo allá por el 2070. Vengan de donde vengan, nadie sabe, no se puede saber, como será el mundo por entonces.
De niño me gastaba la paga semanal en una colección de libros de ciencia ficción que el quiosquero del barrio me entregaba orgulloso cada sábado por la mañana. Era mi momento. Conectaba con el futuro a la vez que descubría que lo que imaginamos y lo que sucede suele ser muy distinto. Lo más relevante es siempre la misma variable: la tecnología que cambiará todo no existe cuando imaginamos ese futuro. Hoy en día se lanzan predicciones, algunas desde universidades y organizaciones de gran prestigio, acerca de cómo será el mundo allá por el 2070. Vengan de donde vengan, nadie sabe, no se puede saber, como será el mundo por entonces.
Si tienes mi edad, si naciste en los años setenta, y no te ocurre nada fuera de lo común, conocerás el mundo del año 2060. La media de edad de la que ya te beneficias rondará los 90 años. Si las cosas evolucionan como está previsto, tal vez, esa edad será superada con cierta entidad cuando tú, y yo espero, la alcancemos. Se considera que nuestra media de edad nos propulsará a poder ser testigos de los sucesos en el año 2080 o 2090. Imagina como será todo. No puedes. Lo más apasionante es pensar que mi hijo, de 12 años, llegará a ver un mundo inimaginable ahora mismo en el año 2150. ¿Qué tecnologías actuales habrán evolucionado exponencialmente? ¿Qué tecnología, que ni tan siquiera hemos pensado, dominarán nuestra vida cotidiana?
En el año que nació mi abuela, 1919, era difícil imaginar la televisión, complicado la telefonía móvil e imposible pensar en algo parecido a Internet o disponer del mundo entero en un solo objeto de bolsillo. Y lo vio. Lo usó. Cuando leía en aquellos primeros años como lector de ciencia ficción los mundos que imaginaban Arthur C. Clarke, Asimov, Wells, Bradbury o Huxley, a pesar de que aparecían detalles identificables hoy en día, el modo y la forma en que eran representados nada tienen que ver con un mundo real completamente distinto. Escribieron sobre el espacio, la inteligencia artificial, los robots o la comunicación instantánea, pero ninguno imaginó Apple, Google, Amazon o el bitcoin. Nadie reflejó tal y como es en tamaño e importancia la tecnología que nos gobierna.
Por ese motivo, y por otros más pragmáticos, me gusta hablar de futuro en una dimensión temporal lógica. Abarcable, potencialmente asumible. La Singularity University suele hacer predicciones a medio siglo vista. Es muy efectista y permite a sus embajadores dar conferencias tipo ‘wao’ por todo el mundo. Sin embargo, probablemente, la mayoría de lo que explican no será como advierten. Ahora bien, al estar compuesta por los investigadores brillantes, sus predicciones más inmediatas si tienen muchísimas posibilidades de ser ciertas.
Recientemente, uno de sus fundadores, Peter Diamandis, ha compilado en un listado, las 8 que considera que van a cumplirse de un modo exacto en apenas una década. Son las siguientes:
1. Un cerebro humano en nuestro bolsillo por menos de 1000 euros. En 2025 Diamandis asegura que una computadora portátil calculará 10.000 trillones de ciclos por segundo.
2. En ese mismo 2025, la Internet del Todo superará los 100 mil millones de dispositivos conectados, cada uno con una docena o más de sensores que recopilen datos. Le llaman la economía del trillón de sensores. La revolución de los datos que viene no es imaginable y el valor económico rondará los 20 trillones de dólares.
3. No es difícil pensar que nos dirigimos hacia un mundo donde el conocimiento alcance la perfección. Un billón de sensores tomando datos a todas horas y en todas partes (coches, drones, satélites, dispositivos de todo tipo, cámaras) podremos saber todo lo que queramos instantáneamente y procesado previamente. La respuesta perfecta a cualquier duda cada vez está más cerca.
4. Por esa fecha, cerca de 8.000 millones de personas estarán conectadas. Proyectos como Facebook (Internet.org), SpaceX, Google (Project Loon), Qualcomm y Virgin (OneWeb) calculan que a mediados de la próxima década podrán proporcionar conectividad global a todos los seres humanos en la Tierra a velocidades que superarán una mega por segundo. Vamos a pasar de tres mil millones a ocho mil millones los seres conectados. Eso va a cambiarlo todo. Económicamente y socialmente. Esa población conectada superior al doble de la que actualmente lo está no lo hará a partir de algún tipo de cachivache básico como fueran los módem a 9600 con los que empezó todo este lío digital. No, hablamos de personas conectadas y usando la nube, la inteligencia artificial, el crowdfunding, el bitcoin, las redes o plataformas de economía circular.
5. Las instituciones de salud existentes van a ser sustituidas y muy rápido a partir de la irrupción de nuevos modelos de negocio que sean más eficientes que los convencionales. La detección biométrica (wearables) y la AI nos velarán por nuestra propia salud. La secuenciación genómica a gran escala y el aprendizaje automático nos permitirán comprender la causa raíz del cáncer, las enfermedades cardíacas y las enfermedades neurodegenerativas, y qué hacer al respecto. Tal vez, a finales de la próxima década, no mucho más, los cirujanos robots operarán a un coste muy reducido.
6. Cuando se invierten miles de millones se espera algo a cambio. Cuando, en un mismo sentido, lo hacen un buen número de empresas es más que probable que algo suceda. Facebook (Oculus), Google (Magic Leap), Microsoft (Hololens), Sony, Qualcomm, HTC y otros están creando una nueva generación de pantallas e interfaces de usuario que suponen la entrada de lleno a un mundo desconocido, y virtual.
La pantalla tal y como la conocemos, en tu teléfono, en tu computadora o en tu televisor, desaparecerá progresivamente y será reemplazada por gafas. Pero según la Singularity, en menos de 10 años esa sustitución no será por unas gafas geek tipo Google Glass, sino el equivalente a lo que conocemos por unas gafas graduadas o de sol tradicional. El resultado será una disrupción masiva en una serie de industrias que van desde el retail, lo inmobiliario, la educación, los viajes, el entretenimiento y las formas más básicas y fundamentales con las que operamos como seres humanos.
7. La investigación en inteligencia artificial avanzará más que nada en esta década que viene. Si crees que Siri es útil ahora, la generación de Siri de la próxima década se parecerá mucho más a un asistente de cualquier película de ciencia ficción que conversa, aconseja y propone con sus ‘dueños’. Empresas como IBM Watson, DeepMind y Vicarious continúan trabajando, ya con cierto éxito, en ofrecer en pocos años una nueva ‘Siri’ pero con capacidades ampliadas para comprender y responder inteligentemente y a un coste residual. Es muy probable, al igual que ahora damos acceso a Google a que sepa que hacemos en la red, que le demos acceso a un software inteligente a todas nuestras conversaciones, correos, datos biométricos, agenda o lo que sea a cambio de una comodidad a la que poco a poco iremos acostumbrándonos y a la que no estaremos dispuestos a renunciar.
8. A menos que vivas en una cueva y no hayas salido de ella en los últimos cuatro años, habrás oído hablar del blockchain, del bitcoin o de ethereum. Las criptomonedas descentralizadas que se considera van a cambiar el mundo económico. El problema, o virtud, es que el tema vinculado a la divisa es lo de menos. La verdadera innovación es el blockchain en si mismo. Un protocolo que permite transferencias digitales de valor seguras y directas (sin intermediarios) y activos (no solo dinero sino también contratos, acciones o identidades). En menos de diez años, el concepto blockchain va a conmocionar el mundo como lo hizo Internet hace apenas un par de décadas.
Tal vez no pasé todo esto en 10 años, podría ser en 15, pero también en 5. No obstante, en estos 8 puntos no hay que preguntarse si pasará o no, la pregunta es ¿mañana o pasado? Curiosamente no habla de coches autónomos.
Talleres prácticos sobre Transformación Digital, el primer paso.
En la cola de seguridad dos tipos. Uno le explicaba al otro la historia que iba a contar en clase esa tarde. Era profesor de economía. Me puse a escuchar. Le contaba una especie de metáfora sobre dos leñadores competían a ver quien cortaba más árboles en un tiempo determinado. Cada uno empezó desde una parte opuesta del mismo bosque. A la voz de inicio empezaron a cortar con su hacha los árboles. Cada cierto tiempo uno de ellos dejaba de escuchar el ruido de la tala de su oponente. Sin embargo, él no se detenía. Consideró que su ventaja aumentaba de este modo. El primer leñador se detuvo en una hora unas cuatro veces. Al finalizar el tiempo, al recontar cuantos árboles habían talado cada uno, la sorpresa fue que el que se detenía había cortado muchos más que el que no se detuvo nunca. La explicación era rotunda. Cada vez que se paraba, afilaba su hacha, y el corte era más rápido y contundente.
En la cola de seguridad dos tipos. Uno le explicaba al otro la historia que iba a contar en clase esa tarde. Era profesor de economía. Me puse a escuchar. Le contaba una especie de metáfora sobre dos leñadores competían a ver quien cortaba más árboles en un tiempo determinado. Cada uno empezó desde una parte opuesta del mismo bosque. A la voz de inicio empezaron a cortar con su hacha los árboles. Cada cierto tiempo uno de ellos dejaba de escuchar el ruido de la tala de su oponente. Sin embargo, él no se detenía. Consideró que su ventaja aumentaba de este modo. El primer leñador se detuvo en una hora unas cuatro veces. Al finalizar el tiempo, al recontar cuantos árboles habían talado cada uno, la sorpresa fue que el que se detenía había cortado muchos más que el que no se detuvo nunca. La explicación era rotunda. Cada vez que se paraba, afilaba su hacha, y el corte era más rápido y contundente.
El verdadero motor de la transformación digital de cualquier organización no es la propia tecnología, es la estrategia con la que se aplica. De hecho no existe ningún negocio que pueda reinventarse digitalmente sin una estrategia que se derive del modo en el que esa digitalización genere una nueva manera de pensar y hacer en la empresa. Es un poco como ese leñador que decide parar y afilar. Debemos parar los procesos de digitalización que responden a la fuerza bruta, a la implementación a pulso de una era que nos empuja. Ciertamente por eso recomiendo algo que hace años que llevo haciendo con más de un centenar de empresas y que tiene un interesante éxito.
Estoy hablando de los talleres sobre Transformación Digital que ofrezco a organizaciones cuyo desafío es el de afrontar con éxito este cambio, inciden precisamente en la importancia de impulsar la madurez digital entre esos responsables, en plantear una robusta estrategia de transformación con objetivos claros y detallados, en la mejora de habilidades digitales, en el uso de la tecnología para mejorar el modelo colaborativo de la empresa y en la mejora de procesos internos.
En concreto, dos workshops especialmente diseñados para empresas que identifican esa necesidad, que tratan, en dos ‘capítulos, todo ese transcurso entre el reconocimiento del reto que tienen la mayoría de ellas ante su transformación digital y el concretarlo con una estrategia y acción real. Con ejemplos prácticos, con una marcada búsqueda de huir de la teoría y bajar al terreno de la realidad. Dos sesiones distintas, de aproximadamente 6 horas cada una, que deben de tener unos meses de separación en el tiempo para que sean más efectivas y se retroalimenten.
Es el caso, concretamente, del que la semana pasada ofrecí a la empresa Entelgy. Fue la segunda parte. Si en la primera sesión tratamos ‘Las claves de la Transformación Digital, colaboración y transparencia’, en esta segunda nos centramos en ‘La Transformación Digital para mejorar procesos, eficiencia y simplicidad’. Si fuera de tu interés tener más información acerca de estos workshops sobre Transformación Digital especialmente diseñados para empresas u organizaciones, pídenos más información y gustosamente nos pondremos en contacto contigo.
Tras la buena acogida en las últimas ediciones, abrimos de nuevo agenda para definir un número limitado de talleres-workshops sobre Transformación Digital orientados a empresas y organizaciones. No son sesiones abiertas, se trata de eventos 'in company' que hago en momentos puntuales. La última edición se realizó en 7 países en América durante un mes y luego en España durante otras dos semanas. Ahora, volvemos a abrir convocatorias para noviembre, diciembre y enero. Si tu empresa está interesada no dudes en decírselo a mi equipo y miramos si es factible. Estaremos disponibles en varios países de América y Europa.
Taller I: 'Transformación Digital con foco en la Colaboración, el Cliente y la Creación de Nuevos modelos de Negocio'
Intervención Inicial ‘Momentum’. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué tecnologías están cambiando el mundo?¿Revolución Tecnológica o Revolución de las Personas?
¿Qué significa poner al cliente en el centro de la cadena de valor? Conquistar a los Millennial. Influencia y elementos a tener en cuenta en los equipos de alto rendimiento con una educación inter-genaracional.
- FrameWork de la Transformación Digital. ¿Es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente? Propósito. Construyendo una visión. Personas. Construyendo un equipo. Procesos. Construyendo una experiencia.
- Nuevos modelos de negocio en la era Digital. Aplicar valor en la cadena de producción o servicios. Metodología para la creación de modelos de negocio nuevos utilizando tecnología existente.
- Taller Práctico. Ejercicio para la creación de nuevos modelos de negocio.
- La evolución del Empleo y metodologías de trabajo. Design Thinking. ¿Por qué el Design Thinking es clave para la Transformación Digital? Como integrar disciplinas digitales en el día a día de tu empresa.
- Taller Práctico Plan de Transformación Digital. Método de resolución de casos reales desconocidos para entender como se genera un nuevo modelo de negocio con metodologías de trabajo innovadoras.
- Taller Práctico. Mecanismo de medición con un Ecualizador Digital del estado de digitalización de las empresas presentes a tiempo real.
- Intervención Final. ‘La tecnología es el cómo y las personas el porqué’. Las personas son la clave de la Transformación Digital. Skills requeridas y nuevos modos laborales que son necesarios en la gestión del cambio de la empresa.
Taller II: ‘La Transformación Digital para mejorar procesos y eficiencia en equipos de alto rendimiento’.
El programa del Primer Taller titulado “Transformación Digital centrado en Colaboración, Transparencia y la Creación de Nuevos modelos de Negocio”, tiene continuación. La segunda parte se aconseja que se haga un par de meses después. Es de tipo más técnico y se centra en procesos especialmente.
Una vez finaliza este workshop los asistentes tienen nociones amplias en lo que significa la Transformación Digital en su conjunto y en detalle en metodologías para la creación de nuevos modelos de negocio. Tras esta primera aproximación vendría un segundo taller titulado 'La Transformación Digital para mejorar procesos y eficiencia en equipos de alto rendimiento' de aproximadamente unas 6 horas de duración y que consta de los siguientes temas:
- Intervención tipo Ponencia ‘Una hormiga en París’ Una historia en primera persona en la que, a través de un viaje en el tiempo, conoceremos como se puede poner en marcha una empresa (o dirigir) desde la mayor eficiencia buscando procesos simples y una lógica aplastante.
- Ejercicio ‘Una hormiga en Entelgy’. El ejercicio consiste por un lado en repasar la historia descrita durante la intervención anterior buscando relacionar algo que sucedió en 1987 a como sería hoy en día y por otro lado enlazarlo a las tres dimensiones Entelgy: cultura, procesos y tecnología.
- FrameWork de la Transformación Digital II. Mejorar Procesos. El rol tecnológico de la empresa conectada para innovar en la eficiencia.El Benchmarking. Como cubrir la brecha entre la planificación y la ejecución. Las 5 maneras de innovar en los procesos.
- Juego Taller Social.
- Organizaciones Agiles. Management 3.0 y la toma de decisiones eficientes. Metodologías Agile. Entrenamiento Scrum y el Time to Market.
- Taller Práctico sobre Metodologías Agiles y Resolución de problemas. Evitar la táctica y posicionar la Estrategia.
- Análisis de la Propuesta de Valor de los asistentes. Analicemos nuestra propuesta de valor. Localicemos los gaps y procesos ineficientes en esa propuesta de valor. Como crear una empresa innovadora y rentable.Los 10 insights para evaluar tus soluciones.
- Competencias digitales II. El intrapreneur y su papel relevante en la Transformación Digital de la empresa.
Tras la buena acogida en las últimas ediciones, abro de nuevo agenda para definir un número limitado de talleres-workshops sobre Transformación Digital orientados a empresas y organizaciones. No son sesiones abiertas, se trata de eventos 'in company' que hago en momentos puntuales. La última edición se realizó en 7 países en América durante un mes y luego en España durante otras dos semanas. Ahora, volvemos a abrir convocatorias para noviembre, diciembre y enero. Si tu empresa está interesada no dudes en decírselo a mi equipo y miramos si es factible. Estaremos disponibles en varios países de América y Europa.
Recuerda, si te interesa que nos pongamos en contacto contigo o con tu empresa para estudiar la posibilidad de ofrecer un workshop 'in company' sobre estos temas no dudes en contactarme a través de Linkedin o aquí. Las fechas disponibles son limitadas.
La combinación ideal: 'millennials', 'viejenials' y big data.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Todas las profesiones, en cada industria y en cualquier lugar del mundo, están cambiando simultáneamente. En toda esa mutación hay un nuevo elemento que lo está alterando todo: los datos. Una masiva ingesta de conocimiento, sumado a las herramientas que permiten gestionarlo, nos equipan para repensar nuestro empleo, nuestra vida y nuestras relaciones. Al mismo tiempo, todo ello, está generando una serie de prácticas de retención del talento, que van desde aumentar la transparencia y la simplificación de las tareas administrativas, hasta la creación de entornos de trabajo colaborativo como nunca antes habíamos conocido.
Sin duda alguna, la automatización, la robotización, la inteligencia artificial y la gestión de esos datos masivos son retos ineludibles, pero también lo será el modo en el que las personas se vinculen a ese universo digitalizado al extremo donde el ser humano no debe ser un pasajero, sino el conductor. Algo nada sencillo por otro lado debido a la mezcla de percepciones y de modos de entender como esa tecnología debe afectarnos o estimularnos.
A medida que etiquetamos compulsivamente a las diferentes generaciones que convivimos, lo complicamos todo. La diferencia entre millennials y ‘viejenials’ es mucho menor de lo que parece a simple vista. Nos esforzamos en que así sea pues permite generar modelos comerciales, de gestión laboral y de uso más simples, pero no es así de sencillo.
Los bautizados como ‘viejenials’, englobados oficialmente en la generación X y en la generación ‘boomer’, se han ido adaptando a un mundo líquido y digitalizado con una enorme predisposición y, probablemente, gran entusiasmo. Incluso aquellas características que se consideran únicas de los nacidos a partir de 1982, están siendo integradas por generaciones anteriores con una naturalidad inesperada. Los nacidos en los setenta somos usuarios de la economía colaborativa, nos interesa el respeto al medio ambiente, compramos considerando el valor del dato que aportamos y tenemos claro que la inteligencia artificial no es más que un cómo, ya que el porqué seguimos siendo nosotros. Vimos nacer Internet, y eso es algo que contaremos a unos nietos incrédulos algún día. Algo que tiene mucho más valor del que ahora mismo imaginamos.
Las distinciones generacionales suelen ser estereotipadas, demasiado amplias para ser exactas o útiles, y potencialmente discriminatorias. Aconsejo a las empresas que se encuentren vínculos significativos entre los empleados tratándolos como individuos y tomar medidas en consecuencia. Los análisis colectivos no ayudan a que mejoren las experiencias de estos miembros de las organizaciones en el lugar de trabajo. La innovación proviene de la búsqueda, la inspiración de la diversidad en todas sus dimensiones y la mano de obra está situada en las habilidades futuras.
Pero en todo este escenario, como decía antes, ha irrumpido un nuevo elemento determinante. Un nuevo empleado. Un agente que distorsiona. Estamos adentrándonos con determinación en el mundo de los datos. Los datos son el nuevo petróleo o incluso el nuevo patrimonio inmobiliario de las compañías. Sin embargo, actualmente sólo utilizamos el 20% de los datos a los que podríamos acceder. El futuro de los negocios es en el otro 80%, el lugar donde los negocios se desarrollarán en breve. Estar allí o no estarlo, no es opcional. Que todos los miembros de la empresa incorporen ese valor y lo gestionen de un modo intergeneracional, también. No es sólo formar, es trasladar el valor de este nuevo factor. El desequilibrio en su comprensión por parte de diferentes generaciones es un factor muy negativo para cualquier organización. Ecualizarlo una garantía de éxito.
Aunque se generan cantidades masivas de datos continuamente, se desperdicia una formidable cantidad de esos datos. Normalmente por no entender la importancia que tienen o, peor aún, por no saber como hacerlo. Menos del 1% de todos esos datos se utiliza realmente. De la misma manera que los cineastas pueden grabar horas de película por cada minuto que vemos en la pantalla, se recoge una gran cantidad de datos que nunca se analizan, y mucho menos se monetizan. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos cuando en realidad ofrece enormes oportunidades para nuevos productos y modelos de negocio. En gran medida es una de las peticiones de consultoría que más recibo. Interpreto la dificultad para saber exactamente cual es el valor real de todo ese nuevo universo.
Pero, esos datos, deben comprenderlos todos. No vale dejarlo en manos de unos y que otros no sepan cual es su utilidad, su potencial. Si todo ello lo combinamos con un modelo educacional en la empresa que permita la relación estimulante entre diferentes generaciones y modelos de gestión derivadas, tenemos ante nosotros un universo tremendamente rentable. El desafío es lo que llamo ‘mentorización inversa’. Jóvenes traduciendo un mundo digitalmente complejo a compañeros experimentados, a directivos de mucha experiencia trasladando a los más jóvenes metodologías mixtas y a sistemas automatizados para la gestión de datos apoyando predictivamente a todos.
Recuerda, la energía no es rentable sin experiencia, y la experiencia no alcanza su plenitud sin energía. Ahora deberemos añadir, no habrá energía ni experiencia sin datos.
Porsche presenta su propuesta para pasar de producto a servicio.
En esencia, la transformación digital se reduce a digerir el hecho de que las personas y sus comportamientos digitales son completamente distintos a la de los clientes tradicionales. Se trata pues de una mayor comprensión de la naturaleza y contexto de esta disrupción, evaluando a quienes lo protagonizan y adelantándose a quienes lo protagonizarán.
En esencia, la transformación digital se reduce a digerir el hecho de que las personas y sus comportamientos digitales son completamente distintos a la de los clientes tradicionales. Se trata pues de una mayor comprensión de la naturaleza y contexto de esta disrupción, evaluando a quienes lo protagonizan y adelantándose a quienes lo protagonizarán.
Los puntos que destacaría en ese sentido podrían ser en primer lugar la importancia de entender el ritmo de esas acciones disruptivas, en segundo término el motivo por el que se acumula tal número de cambios, en un tercer aspecto es importante saber quienes son parte de ellos y finalmente detectar que tipo de empresas van a retorcer aún más el escenario económico digital.
Uno de los cambios más determinantes estimulados por la digitalización es el paso de producto a servicio de todo aquello que sea factible de sufrirlo. Algo que ya no se reduce a discos, libros, viajes o productos que en su mutación a servicio el resultado parecía incluso lógico a medio plazo. Uno de los sectores que está pendiente de su merienda particular es el automovilístico. Lo hemos comentado muchas veces. Sabemos que la transición se ha iniciado y poco a poco el camino se va a recorrer. En concreto, hasta que lleguen los coches autónomos, el espacio a ocupar es el del servicio de movilidad en lugar de la venta de productos ‘coches’.
Y en eso que marcas como Porsche se ponen en vanguardia. Porsche presenta un ‘servicio de suscripción’ para clientes que podrían acceder a una cantidad determinada de sus deportivos y SUV. La prueba piloto comenzará este mismo noviembre en Atlanta. El fabricante de estos deportivos ha bautizado el servicio ‘white-glove’ y los usuarios podrán acceder a él a través de una aplicación concreta desarrollada por Clutch Technologies. Este experimento forma parte de la estrategia 2025 de la compañía vinculada a explorar el concepto movilidad por encima de la venta directa de coches, algo que muchas marcas ya tienen asumido que está cambiando irremediablemente.
A título de curiosidad, la membresía Porsche Passport de 2,000 dólares al mes da acceso a modelos como el 718 Boxster, el 718 Cayman S y otros seis modelos; el plan más caro de 3,000 dólares permitirá conducir cualquiera de los 22 modelos Porsche, includio el estelar Cayenne E-Hybrid. Una suscripción a Porsche Passport cubre todos los impuestos, el seguro, el mantenimiento y el resto de detalles necesarios para olvidarte de las tradicionales preocupaciones de tener un coche propio. Hay una tarifa de activación de 500 dólares y una verificación de crédito obligatoria, pero los usuarios de Apple iOS y Android pueden descargar la aplicación y programar intercambios de vehículos del mismo día o futuro a través de la aplicación Porsche Passport.
El pasaporte Porsche estaría a medio camino entre el servicio Audi On Demand que actualmente opera en San Francisco y el plan de suscripción Care By Volvo. El paso definitivo de producto a servicio en el sector automovilístico ya ha empezado a acelerar. Y si hablamos de acelerar, un Porsche lo hace muy rápido.
Combatir el 'ciberbullying' a través de la Transformación Digital y el e-mobile.
Hoy me siento como hace un año largo. Era sábado por la tarde y se emitía uno de los primeros episodios de mi programa de televisión ‘Economía de Bolsillo’. Resulta que aquella tarde coincidía en horario con dos partidos de fútbol decisivos. Jugaban por un lado el Real Madrid contra no recuerdo quien y el Barça contra otro equipo que tampoco tengo en la memoria. Todo parecía indicar que muy poca gente estaría viendo un programa de economía. El share que se nos suponía iba a ser catastrófico. El resultado final fue superior a la media de la cadena. Hoy es parecido. Escribo y publico sin saber si realmente es día de lectura de temas como éste. Llevamos días con todo el mundo pendiente de la radio, la televisión, los medios digitales, los blogs políticos, las redes y todo lo que permita exponer el estado a tiempo real del conflicto que se vive en Catalunya y, por derivación, en toda España.
Hoy me siento como hace un año largo. Era sábado por la tarde y se emitía uno de los primeros episodios de mi programa de televisión ‘Economía de Bolsillo’. Resulta que aquella tarde coincidía en horario con dos partidos de fútbol decisivos. Jugaban por un lado el Real Madrid contra no recuerdo quien y el Barça contra otro equipo que tampoco tengo en la memoria. Todo parecía indicar que muy poca gente estaría viendo un programa de economía. El share que se nos suponía iba a ser catastrófico. El resultado final fue superior a la media de la cadena. Hoy es parecido. Escribo y publico sin saber si realmente es día de lectura de temas como éste. Llevamos días con todo el mundo pendiente de la radio, la televisión, los medios digitales, los blogs políticos, las redes y todo lo que permita exponer el estado a tiempo real del conflicto que se vive en Catalunya y, por derivación, en toda España.
Pero estoy seguro que hoy, muchas personas, seguirán pensando que hay que desintoxicarse de todo lo que la actualidad supone. Y es por esto que quiero poner en conocimiento de todos vosotros que, en una de los proyectos en los que trabajo, hemos puesto en marcha la tercera edición de los Digital Transformation Projects del Mobile World Capital. Algo que ejecutamos desde el llamado d-LAB, entidad que estudia las agendas y prioridades de las organizaciones internacionales, habla con diferentes gobiernos a nivel local y nacional y reúne a sus socios para hablar de los retos actuales de nuestra sociedad.
Cada año lanzamos 3 retos sociales a través de una convocatoria de 'Call for Proposals'. Cada reto recibe el apoyo de diferentes referentes en el ámbito del reto. Siempre son proyectos de transformación digital que responden a retos sociales y que aporten soluciones que transformen vidas. Tras los dos primeros desafíos, que versaron en el ámbito de la ‘Transformación de los modelos de uso y gobernanza de los datos personales de salud’ y del ‘Empoderamiento de las personas con discapacidad a través de las tecnologías móviles’. Ahora, en el tercer desafío, el tema central es el ‘Fighting cyberbullying through mobile technologies’.
El ciberbullying es un problema creciente a nivel global y es considerado por las Naciones Unidas como una manifestación seria de violencia por Internet. A pesar de que el número de víctimas varían dependiendo de cada país, existe un gran número de niños y adolescentes que afirman estar preocupados por ello. El ciberbullying puede tomar diferentes formas, como burlas, rumores o amenazas, y puede tener graves consecuencias en sus víctimas, debido a la gran capacidad de propagación a través del tiempo y espacio geográfico. Por esta razón, las tecnologías móviles deben ser una herramienta para su prevención, sensibilización, reducción, protección y prestación de soporte a sus víctimas.
A pesar de que no existe una definición consensuada para el ciberbullying a nivel europeo, generalmente se acepta que éste consiste en un acoso verbal y psicológico repetido, y que ocurre mediante el uso de medios electrónicos y digitales. La mayoría de las veces es llevado a cabo con la intención de causar daño, a menudo de manera repetitiva y con un desequilibrio de poder entre las víctimas y los perpetradores. Los que perpetúan los ataques están respaldados por una sensación de anonimato y ausencia de responsabilidad, ya que tienen la capacidad de llegar fácilmente a un gran público sin fronteras geográficas y temporales.
Este reto busca soluciones, enfoques y proyectos innovadores que tengan una base digital o móvil y que puedan prevenir, aumentar la concienciación, ofrecer apoyo, promover la denuncia de incidentes y ayudar a los perpetradores a comprender los efectos de su comportamiento. Serán bienvenidas las soluciones que incluyan a múltiples actores como padres, maestros, niños y adolescentes, y que den prioridad a la prevención más que a la punición. Las soluciones pueden ser o incluir, entre otros, materiales educativos y herramientas accesibles por Internet; sesiones y proyectos de promoción; adolescentes como agentes activos; filtros y herramientas de reporte.
El Centro de Investigación sobre ciberbullying en los Estados Unidos ha descubierto que alrededor del 28% de los estudiantes adolescentes han experimentado algún tipo de acoso por Internet, mientras que el 10% admite haber cometido acoso por Internet a otros. En España, hasta el 81% de los niños entre 8 y 17 años admiten estar preocupados por el ciberbullying, y el 19% admiten acosar o haber acosado a alguien por Internet. En Cataluña, uno de cada siete estudiantes afirma haber sido acosado en la escuela.
Un sondeo realizado en 2014 en Europa mostró que el 55% de los niños víctimas del ciberbullying se deprimieron como consecuencia de ello: el 38% consideró suicidarse y el 35% consideró que se lastimaba. Además, el 80% de las víctimas acosadas por Internet también son víctimas de la intimidación tradicional. En la mayoría de los países europeos, la edad más crítica es entre 13 y 14 años, para ambos sexos.
En España, el 97% de los adolescentes entre 14 y 17 años utilizan a diario las redes sociales, y los mayores de 15 años pasan todos los días más de dos horas y media conectados. Los adolescentes hiperconectados, como los que pasan más de 3 horas todos los días en Internet, son 110% más propensos a ser víctimas de acoso cibernético, en comparación con aquellos que no pasan tanto tiempo en las redes sociales.
La herramienta más utilizada para acosar es el teléfono móvil, siendo WhatsApp la aplicación más empleada para llevar a cabo el acoso cibernético, en el 81% de los casos. Las cámaras de los teléfonos móviles son otro de los focos del problema: hasta un 10% de los estudiantes se sienten amenazados, avergonzados o incómodos con las fotos que le hacen con estas cámaras, ya que no tienen control sobre la utilización futura de estas fotos.
Si tienes un proyecto que encaje con este desafío no dudes en presentarlo aplicando al Tercer Challenge d-LAB del Mobile World Capital. Tienes hasta el 23 de noviembre. El 1 de diciembre, David Altabev, Director del City Sonar, Boyd Cohen, Director de Investigación, Profesor de Emprendimiento y Sostenibilidad, Eva Fabry, Directora del Centro Europeo para las Mujeres y la Tecnología, T. Jamaa, la Directora General del GSM, Genís Roca, Cofundador deRocaSalvatella y yo mismo, daremos a conocer la primera ronda de seleccionados, el 3 de enero los finalistas y en febrero los ganadores.
Mass-media o mass-tontos. La Transformación digital no era para esto.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
La confianza bajo mínimos. Por lo menos por mi parte. La industria de los medios de comunicación vive su peor momento. No sólo se enfrenta a la disrupción digital sino que también los medios digitales se enfrentan a la disrupción que provoca la falta de análisis. Una falta bíblica de objetividad en la mayoría de ellos los ha conducido a una falta de confianza histórica por parte de sus audiencias no tradicionales. Crecen en oyentes, lectores digitales y posiblemente en espectadores, pero a la vez, éstos, parecen exigir tertulias con aspavientos, detalles sin importancia pero muy efectistas y analistas de todo hablando de nada. En un mundo de medios dirigidos por partes interesadas que tan bien y detalladamente explica el ensayo ‘Power is everywhere’, éstos tienen un público muy claro en mente, y ni siquiera se esfuerzan en buscar otros lectores. Prefieren representar nichos subjetivos en lugar de arriesgar en praderas objetivas.
Es posible pensar que la prensa, técnicamente, sigue sin asumir la disrupción. La información se derrama por miles de canales alternativos y la réplica de titular no es mucho más que eso, una réplica en pocos caracteres y donde la profundidad del epicentro no parece importar a la mayoría. Otras industrias han entendido y sufrido que pasa cuando te llega la disrupción. La compañía de taxis mas grande del mundo no tiene taxis. La compañía hotelera más grande del mundo no tiene ni un solo hotel. La empresa más grande de telefonía no tiene infraestructura propia. La mayor empresa de retail del mundo no tiene inventario propio. La empresa que posee más contenidos del mundo no crea contenidos. El banco que más crece no tiene dinero. La empresa de cines mas grande del planeta no tiene ni una sala propia. En la mayoría de los casos, el concepto ‘user generated’ está encima de la mesa.
Todo ello tiene mucho que ver con la mutación de toda la cadena de valor que está transformando el ‘producto a servicio’. El escenario ha cambiado definitivamente. Ese cambio de liderazgo se sustenta en una estrategia a medio plazo que va más allá de la cosmética. Es una mutación profunda. No se trata tanto de plataformas dónde las personas intercambian productos sino de un lugar dónde se vinculan a servicios. No se trataría tanto de un lugar donde las personas intercambian enlaces informativos o participan de la información y de la opinión. En todo caso se debe profundizar en la idea de que el lector, el consumidor de información, se ha convertido en un agente activo y en un plano muy distinto al que la prensa tradicional le sigue reservando. No consumen, interpretan. E interpretan muy distinto a como otras generaciones lo hacen por cierto.
Reina la idea acerca de los millennial, que para que te lean (lease hagan click) debes hablar de nimiedades y poner muchas fotos. Así corre el contador de páginas vistas. Que les importa más lo que dice una alienada ‘influencer’ a lo que se aporta en la profundidad de un análisis complejo. Y eso no es cierto. Lo que pasa es que el consumo informativo de esta generación es muy heterogéneo y se aparta de lo convencional, de lo prediseñado o de lo que otros, generaciones X o superiores, podemos entender. Resulta que los millennial navegan por los medios mientras hacen otras cosas. En el curso de su trayecto informativo seleccionan y revisan a posteriori lo que han decidido. La guerra estaría en ser relevante y no únicamente 'fast-food'. Lo primero exige objetividad, lo segundo efectos visuales o titulares de autobús.
Esto no va de ‘views’, ni de ‘clicks’. Es muy serio y parece que nadie se entera de que, en la guerra del consumo maniqueo e irresponsable por parte de muchos, está el vacío futuro y la lejanía de la prensa con respecto a sus consumidores inmediatos. Este es un mundo donde la tecnología simultáneamente ha liberado y restringido el contenido que consumimos, con las plataformas periodísticas están haciendo más para dividir que para unir. En este punto habrá un lugar crucial para los editores que puedan ofrecer contenidos en el que se pueda confiar. Ese es, después de todo, el papel tradicional de los medios de comunicación. Parecía que la conquista digital de la prensa nos aportaría inmediatez, objetividad, una visión poliédrica y comparada y un modelo informativo mucho más razonable, pero no ha sido así. El negocio digital de la prensa tradicional no es más que una búsqueda incansable de ‘pageviews’ sin control empujados por sus lectores ideológicamente afines. Lo peor es que muchos de los ‘nuevos medios’ hacen lo mismo.
Las cifras de consumo de los medios tradicionales cae. Suelen remontar puntualmente en momentos de barullo informativo como el actual, pero globalmente, cae. Cae en cantidad, pero también en calidad. La alocada búsqueda del lector ahora ha dado paso a la caza del visualizador de videos. Ya así nos va. Este es uno de esos momentos. Por lo menos por estos territorios. El Brexit, Trump o El Chapo Guzman fueron otros. Sin embargo la tendencia es la que es y el peso de lo inevitable es inmenso. Mucha gente se ha dado cuenta de que no está recibiendo una imagen completa de lo que está pasando a través de los canales en los que confió siempre o le dijeron que eran fiables.
Por si fuéramos pocos, parió la abuela. Y parió un algoritmo. Bueno, varios. Rutinas aritméticas que nos están cegando con opiniones ilustradas de opinadores de ‘todo’ y que aportan más ruido en el griterío pero que, según la inteligencia artificial o el big data, son informaciones que ‘debemos’ leer. Sabemos desde hace tiempo que los medios digitales funcionan haciendo suposiciones acerca de quiénes somos y la clase de cosas que nos gustan. Si bien puede haber algunos aspectos positivos en esto, si ampliamos el diafragma el asunto es terrible. Los medios son cada vez menos medios. La caza del ‘like’ o el ‘retuit’ no dejan de ser una anomalía informativa, un escenario muy poco nutritivo, un McDonals de la información sin sobremesa y sin cubiertos.
A medida que el análisis deja paso a la difusión gigantesca de párrafos ocurrentes, que la lectura del detalle se queda en el bajo título y que el relato prefabricado argumenta el hecho, nos iremos desvaneciendo como sociedad crítica y nos convertiremos en una especie de 'followers' de la 'post-verdad'. Tal vez ya hemos llegado demasiado lejos, quien sabe, y el retorno está complicado. Y es que la tecnología no era para esto. Era para componer opinión con mayor grado de conocimiento. No estamos haciendo mucho con lo que la digitalización nos aporta. La culpa es de todos. Del que lee y del que escribe. Del que emite y del que mira. A veces parece que la tecnología aplicada a los ‘mass-media’ nos está haciendo ‘mass-tontos’. A las pruebas me remito.
España perderá 3 millones de empleos en diez años y está por ver cuantos creará.
Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.
Mientras el debate político español se tiñe de blanco y negro, mientras la equidistancia pierde importancia y mientras desaparece el análisis económico razonable, el mundo sigue girando y lo hace cada vez más rápido. Un mundo que va colocando las piezas de un rompecabezas gigantesco a un ritmo cada vez más intenso. Un mundo con la maquinaria del futuro en marcha. Una sociedad inmediata que deberá afrontar un reto inmenso. La automatización de todo.
La realidad pesa como el plomo. Se publican estudios con cifras acerca de la cantidad de empleos que la revolución tecnológica se va a llevar por delante. Análisis globales o vinculados a mercados que nos parecen lejanos. La Casa Blanca puso el punto de análisis, el mundo académico británico e incluso la lenta Unión Europea. Y no se trata de números, sino de prepararse. Da igual la cifra que te salga si haces un examen a futuro, lo importante es que te va a salir un mal dato. Por lo menos si la proyección se hace objetivamente, que esa es otra.
Se suele afirmar que las nuevas profesiones, y las nuevas necesidades laborales, que la tecnología exigirá, amortiguarán ese problema. Defiendo que sucederá, pero no si no se planifica. Las revoluciones industriales y tecnológicas no son algo que se lideran con la inercia. Los países que pasaron de ser irrelevantes a potencias económicas en el pasado fueron las que aprovecharon un momento histórico como este. Los que cayeron en la irrelevancia son los que no interpretaron la importancia del momento.
En España vamos a perder 3 millones de empleos en los próximos 10 años según organismos como la OCDE. No verlo es signo de una irresponsabilidad que asusta o de un desconocimiento muy preocupante. La creación de empleo tal y como se presenta hoy en día es de aurora boreal. La dependencia aritmética para sujetar ‘la buena marcha de la economía’ radica en un empleo precario, inestable y de poco valor añadido. La biotecnología aporta al PIB tanto como el turismo pero precisa millones de empleos menos para lograrlo. La nueva economía genera poco empleo al compararlo con modelos tradicionales porque no es fácil la coexistencia entre lo digital y lo analógico. En el futuro, se supone, todo irá adaptándose como siempre ha sucedido con la irrupción de una tecnología nueva. Sin embargo, como siempre, quienes pensaron en ello de un modo estratégico aprovecharon ese punto de inflexión como una oportunidad, los que actuaron tácticamente se enfrentaron a una época de crisis gigantesca.
Y en eso estamos. Unos países que ya legislan, proyectan, plantean y estructuran políticas claramente encaminadas a liderar un mundo robótico, digitalizado y automático y otros que esperan un turno incierto, inércico, enlazado al debate callejero y a la propaganda del éxito económico coyuntural, puntual y de tertulia de media tarde. Países que rozan el pleno empleo siendo los más robotizados de Europa y otros que lideran el ranking de paro mientras su tasa de robotización es la menor de los países de la Unión Europea.
Ante la promesa de la creación millonaria de empleo cabe destacar que, aunque hay poco estudio que se centre en nuestro país, podemos extraer datos vinculando diferentes fuentes y estudios. De hecho, la propia OCDE destaca que la automatización permitirá sustituir a un 12% de los trabajadores españoles y que eso sucederá en menos de una década irremediablemente. Esa sustitución tiene que tener un plan de contingencia, un modelo de crecimiento capaz de soportar una sangría de esas dimensiones.
Quien considere que obligando a mantener el empleo manual dónde sea factible sustituirlo por un robot, un automatismo o, sencillamente, software por la vía sindical, legal o administrativa se va a amortiguar el problema se equivoca y demuestra que no conoce de que va esto de la economía de mercado. Sino se sustituye algo que produce menos, más lentamente y con errores sistemáticos por algo que produce más, más rápidamente y sin errores, la capacidad competitiva de la empresa que no lo haga será nula. Salvo si se les subvenciona artificialmente y desde el sistema público. Ejemplos hay muchos por cierto y así nos va.
Va a ir rápido. Más de lo que parece. Según otro informe de McKinsey, más del 70 por ciento de las tareas realizadas por los trabajadores del sector de los servicios alimentarios y la hostelería podrían ser llevadas a cabo por máquinas ahora mismo. Existen las máquinas para hacerlo. En la industria manufacturera, casi el 60% de las tareas en trabajos de mantenimiento están en riesgo. Hasta el 50% de las tareas en la industria de servicios podría estar automatizada actualmente. No es futuro, es una espera tensa.
Más de 3 millones de empleos están en riesgo por la llegada de la inteligencia artificial, automatismos, drones e impresoras 3D. Más de un 12% de los puestos de trabajos desaparecerán y con ellos sus cotizaciones sociales. Está por ver si se está preparando el terreno para revertir en otro tipo de empleo esa pérdida. La renta mínima, tan necesariamente analizable, será una entelequia para los países que no prevean ese futuro con un empleo distinto. La diferencia entre ‘un mundo sin empleo’ y ‘un mundo con un empleo distinto’ se combate preparándola políticamente.
Hablar de Revolución Industrial es, hoy en día, hablar de Revolución Económica, digital, de servicios, de productos, de información, de todo. Y vivimos ahí, en la línea de tres. En el lugar donde lanzar cuesta pero permite ganar el partido. Lejos pero con opciones. El problema es que no hay lanzador. Un gobierno preocupado por sus cosas, una oposición preocupada por sus cosas, una prensa preocupada por las cosas de gobierno y oposición y la gente preocupada, por supuesto, por las cosas que importan de verdad.
Sigan lanzando soflamas. Tres millones de empleos nuevos, crecimiento récord. La vida nos sonríe. Ganaremos el Mundial. Sin embargo, la densidad de lo inevitable se aproxima. Aun estamos a tiempo para trabajar seriamente por un futuro tecnológico, competitivo y capaz de ofrecer oportunidades. Lo que está en juego es el estado del bienestar y sus garantías.
Los robots no son lo peor, preocúpate de los ‘cobots’.
Robots, chatbots y cobots. Parecen de la misma especie, pero no lo son. Cada uno responde a su propia ‘biología’, a un origen distinto y, sobretodo, a un objetivo diferente. En ese entorno los llamados ‘cobots’, robots colaborativos, son tremendamente eficientes en la sustitución de personas mejorando la realización de tareas como el manejo de materiales o el empaquetado de productos. A diferencia de los robots ‘tradicionales’, los cobots lo hacen interactuando con las personas que, técnicamente, se convierten en sus compañeros de trabajo.
Robots, chatbots y cobots. Parecen de la misma especie, pero no lo son. Cada uno responde a su propia ‘biología’, a un origen distinto y, sobretodo, a un objetivo diferente. En ese entorno los llamados ‘cobots’, robots colaborativos, son tremendamente eficientes en la sustitución de personas mejorando la realización de tareas como el manejo de materiales o el empaquetado de productos. A diferencia de los robots ‘tradicionales’, los cobots lo hacen interactuando con las personas que, técnicamente, se convierten en sus compañeros de trabajo.
Los cobots son pequeños, ligeros y de movimiento lento y, generalmente, inofensivos pues sus sensores y el software de aprendizaje automático que llevan, les permite ‘entender’ su entorno a la vez que aplican la regla básica de todo cobot: si un ser humano se acerca demasiado, te apagas. No hay debate, no hay opciones. Te paras y punto. Parece una nimiedad pero no lo es. Se trata de un salto cualitativo en la relación con los robots. Trabajar con ellos, no después de ellos o en una cadena de montaje supervisando lo que hacen. No, es más complejo. Tan complejo como integrar a este tipo de robots colaborativos en el entorno de trabajo humano. Para ello se han diseñado modelos de software que permiten a los robots operar en el mundo humano. Es muy importante poder definir que hacer y por donde hacerlo. Al fin y al cabo, no deja de ser una criatura móvil artificial moviéndose en el espacio tradicionalmente humano y basándose en la impredecible manera de hacerlo que podemos tener en muchas circunstancias.
Conseguir que las máquinas trabajen junto a personas requiere una comprensión de las ‘zonas de seguridad’ del cuerpo humano. El robot, de momento, no entiende que golpear un ojo tiene peores consecuencias que hacerlo contra un brazo. Únicamente sabe que no debe hacerlo, por lo que el análisis de consecuencias no puede efectuarlo. No toma decisiones éticas, sólo probabilísticas. El trabajo de los desarrolladores de ‘cobots’ está precisamente ahí en estos momentos. El reto es liberar a los robots colaborativos de esos espacios cerrados en los que suelen estar, sacarlos de jaulas virtuales y permitir que interactúen libremente respetando al ser humano en toda su integridad. Hacerlo entendiendo las repercusiones de cada acción, de cada error, es el desafío.
Obviamente es un salto cualitativo en el camino de la colaboración entre robots y personas, pero también lo es de la sustitución de éstas últimas con respecto a sus puestos de trabajo. Los robots colaborativos no son más que elementos de sustitución donde las personas trabajaban ‘como robots’. Tareas repetitivas, poco edificantes, sin margen para la creatividad ni la improvisación. ¿Quién mejor que un robot para hacer tareas robóticas? Pues eso.
La robótica, no obstante, tiene un largo recorrido por hacer. El encaje y modo de relación entre robots y personas está por definir. Existen aspectos culturales que de momento no se han podido salvar. Por ejemplo, los fabricantes de cobots están trabajando para reducir una sensación de rareza que esta interacción produce en las personas. El desconocimiento de la verdadera inteligencia de un cobot es motivo de inseguridad. La empresa Rethink experimentó con bocas sonrientes en sus robots para hacerlos más humanos pero el resultado fue un fracaso total. Las personas veían sonrisas falsas y desconfiaban del bicho en cuestión.
La relación entre humanos y robots es una asignatura pendiente. No parece buena idea dejarlo en manos de la inercia. Ya hay demasiadas cosas cuesta abajo, sin conductor y sin hoja de ruta prevista. Sería interesante que alguien se ponga a diseñar el modo en el que vamos a integrarnos en escenarios laborales, en esa especie de simbiosis robot-humana para que cada uno ayude al otro a alcanzar sus metas. Robots haciendo que el ser humano logre sus objetivos y humanos impulsando acciones para que el robot haga lo mismo. Si no se prevé ese escenario inmediato la hostia va a ser monumental. No es suficiente dar conferencias sobre que ‘el mundo robótico ofrecerá un mundo mejor’. Se trata de asumir que eso no se hace solo.
Francia destina 23 veces más que España a impulsar al Industria 4.0.
Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.
Lo más grave de perder un tren no está en el retraso que supone esperar otro. Lo peor es que tal vez ese fuera el último. Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización y los últimos trenes ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la Cuarta Revolución Industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Pero también es una obligación desde el punto de vista de la administración estimular ese viaje.
Hace unos meses, durante un evento en el que ofrecí la conferencia 'La Industria 4.0 para conquistar el futuro', se presentó el plan público para fomentar la transformación digital de la industria española, el llamado ‘Industria Conectada 4.0’ que nació en 2015. Un proyecto que cuenta con un presupuesto inicial de 97,5 millones de euros procedente de la Secretaria General de Industria y Pyme. A esa partida se le debían sumar otras por parte de otras secretarias y ministerios. La iniciativa semi pública tenía (tiene) como valedores a empresas como Indra, Telefónica y Banco Santander y giraba (gira) en la creación de empleo cualificado pues el que se está creando actualmente con la llamada 'recuperación' no podrá soportar las pensiones futuras.
Con un orgullo incomprensible se expuso esa cantidad como si fuera algo excepcional. Hace falta mucho más, en líquido y en mostrar prioridades. Cierto que las comparaciones son odiosas pero hay veces que es bueno hacerlas pues permite saber si el importe destinado a algo está en ‘precio de mercado’ o no. Por ejemplo, Alemania destina algo más de 200 millones a un programa similar llamado ‘Industrie 4.0’. Corea del Sur ha destinado 1500 millones a su ‘Manufacturing Industry Innovation 3.0 Strategy’. China 1.100 millones en el ‘Made in China 2025’. Los Estados Unidos 900 millones al ‘National Network for Manufacturing Innovation’. El Reino Unido 500 millones en los próximos tres años en el ‘High Value Manufacturing Catapult’. Italia aproximadamente cuatro veces más que España en el ‘Cluster tecnologici nazionali Fabbrica intelligente’. Y Francia en su programa ‘Industrie du futur’ tiene programado gastarse 2.300 millones de euros.
Atentos, uno de nuestros rivales directos, Francia, tiene un plan en marcha que supone 23 veces lo que ha pensado invertir España desde el sistema público, el que debe estimular a quienes lideren el asunto. Un programa nacional que estime modernizar todos los aspectos productivos de un país y que lo sitúe en la vanguardia de esta Revolución Industrial exige abordar cuatro aspectos determinantes. La automatización, el acceso digital al cliente, la Información Digital y la conectividad. La división exige que desde la administración se tenga muy claro que con 97 millones escasos no se puede abordar un salto cualitativo. Los campos son cuatro pero cada uno de ellos exige una reflexión que en su conjunto conforman la transformación digital de toda una economía, una sociedad y un espacio en condiciones que dejar en herencia a nuestros hijos.
Para que el programa sea un éxito y no un ‘pdf’ la mar de bonito se debería poner énfasis formar a nuevos profesionales divulgando que significa Industria 4.0 y porque es determinante estar dispuesto a adoptarla. El problema para muchas empresas es la falta de talento y personal cualificado para asumir ese reto de transformación. Dramático. Para solucionarlo es imprescindible formar las competencias que se necesitan. De la destrucción de empleo masivo inminente debe nacer un nuevo espacio laboral diametralmente distinto. Hay que hablar con la Universidad, con la formación profesional y con los estamentos educativos. El mundo de mi hijo no será como este, su modo de emplearse tampoco. No prepararlo, no hacer nada al respecto, es ir directos al desastre. Se precisa estrategia, no táctica.
Y cierto es que como España crea empleo, la prisa en modificar las cosas se retrasa. Es aquel 'no toques nada que parece que ahora funciona' cuando no arrancaba la moto y finalmente se pone en marcha. Normalmente lo que pasaba es que el motor se está recalentando y se romperá definitivamente por no haberlo parado y engrasado. Se crea empleo, si, un empleo cuya cotización no aguantará las pensiones futuras. Un empleo que no moderniza nuestra economía. Dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido. Un empleo que no exige el reto de confrontar lo humano a lo tecnológico. En el futuro inmediato muchos países habrán reparado el daño que la automatización, la robotización y los modelos productivos vinculados la Industria 4.0 creando nuevos oficios, nuevas maneras de trabajar y, si me apuras, de ser. De vivir.
Es cierto que a los 97 millones hay que sumar muchos otros programas. Es cierto que hay grandes proyectos en marcha y que la guerra es diaria en miles de empresas para no dejar escapar el tren. Pero, ahora más que nunca, es imprescindible que se marque el terreno de juego, las reglas y las ayudas necesarias para que podamos ‘entrenar’ a lo que jugarán otras economías del mundo.
Estamos en la estación. Hay un tren anunciando su salida. Muchos pasajeros se preguntan si deben subir o no. Saben que sería interesante hacerlo pero quien debe animarlos a subir está mirando su reloj y nos dice ‘¡tranquilos habrá más trenes! Depende de nosotros también tomar algún tipo de medida. Podemos exigir que no nos dejen en el anden. Otra vez no.
Ideas contra la disrupción en el sector minorista: el caso Nordstrom.
El concepto ‘customer journey’ hace referencia al recorrido, conceptualmente hablando, que hace un consumidor hoy en día desde que toma la decisión de comprar un producto o servicio hasta que finalmente lo adquiere. Un recorrido que en los últimos tiempos ha cambiado radicalmente. Las empresas que han entendido esa mutación a tiempo han iniciado un proceso por el cual abandonan un modelo ‘producto-céntrico’ para pasar a otro ‘cliente-céntrico’. Ese cambio lo está sufriendo de manera dramática el sector ‘retail’ como ningún otro.
El concepto ‘customer journey’ hace referencia al recorrido, conceptualmente hablando, que hace un consumidor hoy en día desde que toma la decisión de comprar un producto o servicio hasta que finalmente lo adquiere. Un recorrido que en los últimos tiempos ha cambiado radicalmente. Las empresas que han entendido esa mutación a tiempo han iniciado un proceso por el cual abandonan un modelo ‘producto-céntrico’ para pasar a otro ‘cliente-céntrico’. Ese cambio lo está sufriendo de manera dramática el sector ‘retail’ como ningún otro.
Existe quien defiende que el propio ‘retail’ vive una especie de apocalipsis que se acentúa a medida que gigantes como Amazon ocupan cada vez más espacio por la venta digital y por cadenas como Zara o H&M que manejan un modelo ‘fast-food’ que complica mucho la competencia a quienes tienen estructuras de distribución más rígidas. En esa batalla hay ya quien muestran por donde podría ir el ‘retail’ del futuro inmediato. Nordstrom tiene una nueva idea que pretende reinventar su negocio a medida que ‘serviriza’ sus productos. Muchas veces he comentado que una de las claves de la Transformación Digital pasa por digitalizar todo cuanto sea posible digitalizar y que, al hacerlo, se conviertan en servicios diferentes productos de catálogo.
Nordstrom da la pista. Esta cadena de ropa de cierto lujo lanza un nuevo modelo de tienda para combatir la caída de ventas que está registrando el sector minorista en Estados Unidos. Algo que, normalmente, anticipa lo que nos va a pasar en Europa y Latinoamérica. La firma busca evitar que sus clientes huyan por precio a Internet, al mismo tiempo que pretende potenciar su canal online. El modo de hacerlo es reinventarse completamente y ofrecer en sus tiendas físicas todo tipo de servicios asociados que tengan un sentido en ese ‘costumer-journey’ de su cliente actual.
Una tipo de tienda inédita que pretende revertir la innegable mala tendencia que tiene el sector en Estados Unidos y que, repito, no hace más que avanzarse a lo que nos va a pasar a otros, en Europa y Latinoamérica, en el futuro inmediato. Los datos son los que son. A principios de este mes, Gap anunció planes para cerrar cerca de 200 tiendas Gap y Banana Republic solo en ese país. El nuevo modelo se llamará Nordstrom Local y abrirá sus puertas el 3 de octubre en West Hollywood, California, pasando de los más de 1000 metros cuadrados actuales a los 278 metros cuadrados que ahora precisarán. El inventario estará en otro lugar con un coste menor a tan exclusiva zona.
Fachada de la nueva tienda Nordstrom Local en Los Angeles.
Habrá que estar atento a como la digitalización de una marca, de una cadena de moda minorista, pasa por reconvertir los espacios de consumo para afrontar una innegable disrupción en su ‘core business’. Esta tienda será mucho más pequeña que las actuales y, obviamente por ello, más económicas. A diferencia de las ubicaciones tradicionales, en estas Nordstrom no tendrá ningún inventario disponible. El catálogo podrá ser visto, analizado y comparado de modo virtual, transferido desde otras tiendas en tiempo récord, vivir una experiencia de compra donde el cliente no deje de ser el centro de la cadena de valor y, finalmente cumplirlo con una entrega en tu propio vehículo en el momento que estimes.
Un reconocido analista como Oliver Chen, de Cowen & Co., considera que ‘este intento atrevido y emocionante va a tener que considerarse como una potencial salida a una destrucción irremediable del sector minorista actual’. Añadió, además, que entender que el cliente actual prefiere sentirse como le hacen sentir en Uber (o Cabify añado yo) a como lo hacen al tomar un taxi. La cadena de valor, es la cadena de valor y la colocación del cliente en el centro de la misma, la gran batalla. Algo que tiene mucho que ver con lo que el cliente quiere, lo que el cliente es capaz de hacer y el modo en el que lo hará. Todo no es tecnología, pero todo precisa de ella.
En todo caso es evidente que la compra de productos es digital. Eso no va a reducirse. Pero también es evidente que ante ese desafío la respuesta está en los servicios. La separación de ambos convierten la red en un campo de experimentación pero también lo hacen en lo analógico. El futuro deberá recrear una experiencia de compra que resuelva lo que los clientes ahora quieren y sienten que necesitan. Esto no es nuevo. Otros minoristas han experimentado con tiendas sin inventario, incluyendo la compañía de ropa masculina Bonobos, que fue adquirida este año por Walmart.
Hace tiempo que con algunos de nuestros clientes del sector minorista practicamos estrategias que defienden que ya no hay consumidores de tiendas físicas por un lado y compradores en ‘online’ por otro, sino que hay sólo clientes que están más capacitados que nunca para comprar con sus propias condiciones. De ahí que conocerlo es fundamental y convertir una tienda en lo que ahora espera también.
Es un error preguntarse si la disrupción te va a llegar, la pregunta debe ser ¿cuándo me va a llegar y con que tecnología? En este caso, el del ‘retail’, ya llegó y tiene múltiples tecnologías que lo están haciendo. No darse cuenta, no tomar decisiones, comporta un riesgo enorme. El llamado efecto Kodak tiene carrete para todos.