Drones que sustituyen inspectores. Un paso más.
La organización mundial líder en el campo de los seguros y que tiene clientes en más de un centenar de países, controla una de las redes más extensas de ‘Daños y Accidentes’ del mundo. AIG cotiza en la Bolsa de Nueva York y en la de Tokio. Por eso no es una anécdota más que la FAA, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, aprobará la semana pasada una solicitud para operar ‘drones’ no tripulados para realizar inspecciones cuando así lo exija una evaluación tras un evento catastrófico.
Es decir, la FAA permitirá a AIG que remplace a los inspectores humanos por drones. ¿A que parece de sentido común? Pues lo que parece y lo que hasta ahora era son dos cosas muy distintas pero que no dejan de dirigirse hacia el mismo lugar: lo inevitable. Esta petición había estado en la mesa de la FAA durante muchísimo tiempo y la negativa, cómo le sucedía al gigante del comercio electrónico Amazon, era reiterada. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ahora se empieza a aceptar que un ‘drone’, que en la mayoría de los casos funcionará de manera autónoma y no por control remoto, pueda ser un elemento aceptable para los estamentos de aviación?
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La respuesta es la misma que debieron tener en múltiples ocasiones aquellos que recibían el no a la teléfonos inalámbricos por no se que reglamento de ‘las ondas’ o cuando de repente un auto a motor irrumpía por las calles atestadas de carrozas y caballos. El mundo va de eso, de progresar y hacerlo de la mano de la tecnología, más rápida, más eficiente y, siempre, capaz de ser limitada a un uso adecuado.
Las negativas y las puertas al campo irán abriéndose. Ahora es un ‘drone’ para la mayor aseguradora del planeta con libertad de movimiento, el año que viene automóviles sin conductor circulando por el centro de Londres, en breve la aceptación que una plataforma determinada se lleva por delante modelos de negocio que ya no pueden mantener su mecanismo atrapado en lo tangible cuando hablamos de intangibles. Así pasó antes y así pasará ahora.
La noticia que hoy aporto no lo es tan solo como hecho comercial. No es sólo un ejemplo de cómo una empresa puede aprovechar una tecnología disponible para abaratar inspecciones, costes de revisión y minimizar riesgos personales. No, también es la derivada de que supone negarse a lo evidente o lo irremediable. Hablamos de empresas comprometidas en la mejora de sus sistemas y procesos, donde la tecnología de vanguardia como el ‘UAV’ es claramente un exponente de ello.
La importancia de la noticia radica en sus derivadas. AIG ya ha establecido un programa de investigación y desarrollo de UAV internacional para sus vuelos en Nueva Zelanda que ya está realizando. Estos vuelos han proporcionado información valiosa sobre tecnología, operaciones de vuelo y técnicas de recolección de imagen que se incorporarán en la estrategia UAV global de la compañía. La presencia global de AIG pone esta autorización en una de las más importantes hasta la fecha en materia de vuelos ‘no tripulados’ y autónomos.
En la sala de espera de esta revolución siguen sentados otros. Impresión tridimensional que se va a llevar por delante los procesos de producción y el cómo entendemos toda la cadena de valor que va desde la fabricación y el consumidor final, las plataformas sociales que se ventilaran las relaciones comerciales asumidas con normalidad hasta ahora, la automoción que dejará de ser como la visualizamos en nuestros días, la relación entre objetos y personas y el uso bíblico de los datos que suministramos cada vez que respiramos. Todo eso es parte de lo que viene y viene para mejorar el mundo.
La tarea será que seamos capaces de utilizar todos esos mecanismos para acomodar nuestra sociedad en un espacio mejor donde los sueños de cada uno tengan más opciones de alcanzarse y no lo contrario. Cada tiempo tiene sus grietas y la nuestra se está abriendo ya, sin demora, pero podemos verla, esa es la diferencia con otros momentos de la historia. Una crisis social y de valores que tendremos que confrontar para que cada uno de los avances que estamos viviendo no se conviertan en lo contrario de lo que deberían de ser.
¿Es esto la Cuarta Revolución Industrial?
Hubo un momento que la economía y el modelo productivo sufrió una de las mayores revoluciones de la historia. La cadena de montaje que ideó Henry Ford retorció las costuras en las industrias que iniciaron un proceso nuevo que buscaba la eficiencia por encima de la diferencia. Ahora parece que eso, se ha dado la vuelta. La economía digital ha logrado que aquella gestión centralizada pase a ser algo procesado a través de plataformas sin propietario o sin control. Ya no es importante como construimos desde la eficiencia y si como desarrollamos las conexiones que hace rica y diversa toda la ‘cadena’ de producción.
Ahora bien, seguimos con problemas sobre como todo eso puede adaptarse a un mundo en el que hay demasiados intereses creados. Algo que viene de lejos. Cuando Baran, Cerf y Kahn crearon la tecnología computacional empaquetada en protocolos TCP/IP, el esqueleto de Internet, no todo fueron elogios y alegría. Aquella vinculación entre computadoras desde un punto de vista académico pronto tuvo detractores que consideraban que su apertura podía ser un problema.
De hecho, el nombre de aquel invento del demonio se llamó ‘Arpanet’ y durante un tiempo, se convirtió en una especie de espacio cerrado para intelectuales. Pocos supieron de su existencia. Era una tecnología dispuesta y creada para revolucionar nuestra sociedad en la sala de espera de las revoluciones.
Desde la política en general, donde todo se estaba cociendo, se consideró que era una malísima idea eso de abrir un modelo de comunicación institucional al público en general. De ‘Arpanet’ a ‘Internet’ había poco camino que recorrer pero un muro enorme que saltar. Durante un tiempo las puertas puestas en el campo parecían efectivas, pero era eso, una ilusión de algo imposible de hacer. El tiempo que pasó entre la idea, el proyecto, el concepto y su apertura legal, retrasó no sabemos cuanto, el progreso de este mundo. Probablemente, mucho de cuanto ahora tenemos, hace años que debería haber existido y, también, muchos lugares de este planeta que ahora acceden a la red y les permite erosionar las diferencias con el primer mundo, ya no existirían. Les debemos mucho, mucho retraso a los que ‘se asustaron’, a los que consideraron que todo aquello podía poner en jaque las estructuras que controlaban el trabajo, su distribución y, por supuesto, la transmisión del conocimiento entre las personas.
Pero, pasó. El mundo tuvo Internet y con él todo se fracturó. Poco a poco, pero la grieta entre el control y lo incontrolable se fue forjando, agrandando hasta ceder. Sin embargo, la ‘revolución’ no se produjo hasta que la necesidad apareció. Berners-Lee, un administrador de sistemas del laboratorio de física europea CERN, quien se dio cuenta que sin el aumento de innovación abierta y capaz de gestionarla de manera correcta sería imposible tratar con todo cuanto allí se investigaba. Para relacionarlo todo, para abrir esa red de ‘clase’ que suponía la conexión entre centros de investigación, precisaba otra cosa: la World Wide Web.
Lo que ahora llamamos ‘www’ no era más que un formato, un modo de hacer visible desde cualquier computadora un documento. Eso fue el principio, en 1991, de lo que sería la plataforma universal y abierta que ahora tenemos. Al crear ese modelo de lectura y transcripción, el conocimiento de alto valor empezó a ser visible por el público en general, y así, nutrirse de manera radical de la inteligencia colectiva. Todo empezaba a cambiar y lo estaba haciendo para siempre.
Pero no había bastante. En 1994, Berners-Lee creó un consorcio que fue llamado W3C que logró convertir la red en un fenómeno universal. Se vieron desbordados rápidamente. Las compañías que identificaron su valor y el capital riesgo que decidió apostar por todo ello, estimularon rápidamente su crecimiento. Recuerdo mi primera empresa ‘de Internet’. Se llamaba Visornet, rondaba esos años. Poca gente entendía a que nos dedicábamos y de hecho cada día era nuevo, un descubrimiento, una nueva pieza a un puzzle rarísimo y espeluznantemente vibrante. Hace 21 años. La vendimos un año después a una consultora que empezó a hacer las primeras páginas Web dinámicas que podo después se convertiría en una gran empresa que más tarde también fue incorporada en otra y en otra y así en la locura de finales del siglo pasado. (Cómo suena eso…)
El mercado universal de ideas, era eso, un zoco donde se comunicaban personas a través de un lenguaje de máquinas. Pero, ¿cómo lograr que las máquinas se comunicaran entre ellas? Eso ha perseguido el desarrollo de la red hasta ahora. ¿Cómo podían vincularlas en cada proceso de análisis de la ingente cantidad de datos que se iban sumando de manera exponencial en los servidores? Nos ha llevado mucho tiempo lograrlo. Ahora las cosas hablan entre si, no sólo ordenadores con ordenadores, sino cafeteras con neveras y coches con señales de tráfico. Yo con mi otro yo digital y mi otro yo digital con mi sistema de iluminación doméstico. Así todo.
Podremos pararlo un tiempo. Podrán reducir la velocidad, pero Internet no es ningún invento superfluo, no es uno más. De hecho no tiene que ver con si un taxista se queda sin clientes en beneficio de un usuario de una plataforma social, ni tan siquiera es si los electrodomésticos dejan de necesitar ser arreglados pues será mejor cambiarlos con software nuevo que reparar cualquier pieza. No tiene que ver con nada de todo eso. Internet no es la imprenta. No es disruptivo como lo fue en su día el acceso al conocimiento por parte del pueblo en la parte final de la Edad Media para asombro y preocupación de la Santa Madre Iglesia que tenía el control absoluto de lo que se podía leer y quien podía hacerlo.
Internet no es eso. El mundo que vivimos no es sólo el mundo que ahora gestiona y se gestiona con un nuevo factor determinantemente digital. Es todo. No es tan solo una herramienta. No es el volante, ni las ruedas, ni el cambio de marchas, no es el motor, no es el asiento de atrás, no es el semáforo, no es el guardia que indica por donde pasar y cuando, no es el sistema de control de tráfico, no es el mecánico, no es el fabricante, no es nada de todo eso. No es el coche, no es el vendedor, no es el anunciante, no es el creativo, no es nada de todo eso. Internet es el espacio donde todo sucede y lo hará ya de manera incontrolable para siempre. Evolucionará hacia la cuarta revolución industrial pero esa ya no será ni tan siquiera industrial, será de otro modo que apenas podemos identificar.
No hará falta ser pacientes. Será pronto. La velocidad a la que todo ello se aproxima es espeluznante. Cada vez toma mayor velocidad y apenas nos adaptamos, pero lo hacemos y sucede en todas partes.
Hoy en día vivimos bajo la influencia de los ecosistemas. Apple y su App Store, Amazon u otros. Sus competidores ya no pueden sólo competir con ‘buenos productos’, necesitan ecosistemas, comunidades interconectadas. Ese ejemplo deja claro que el ‘mercado’ ya no es un mundo repleto de individuos, es un individuo capaz de ser clasificado como la parte fundamental de tu proceso comercial. Sin comunidad no hay nada.
No se trata sólo de redes sociales, que también, sino de entender la magnitud de la tragedia. Un mercado líquido pero atractivo, donde, pequeñas empresas, nacidas de una buena idea, o no tan buena, se convierten en un proyecto de comunidad capaz de integrar en su arquetipo, en su funcionamiento, los caracteres básicos de ese comportamiento que nos lleva a la Cuarta Revolución Industrial, llámala como quieras, pero habrá que llamarla.
Apple en su esfera, Marketo para el marketing, Xero para la contabilidad, Tidemark para el ERP, Kareo para la medicina, IBM para la inteligencia artificial. Todos construyen plataformas, todo son plataformas. Ya no existen webs. Ya no hay redes sociales. Todo se está transformando en algo genérico, profundamente conectado.
Mientras que en épocas anteriores, las empresas competían sobre la base de la eficiencia, la capacidad y el rendimiento, ahora deben pensar en términos de ampliar y profundizar sus conexiones. Hace relativamente poco Elon Musk abrió sus patentes de coches eléctricos en una decisión inédita en el sector. Toyota hizo lo mismo con el de hidrógeno. Es parecido a lo que IBM hizo con la aportación de mil millones de dólares y así contribuir a la comunidad Linux. Todo lo abierto y accesible ha ido sustituyendo, y cada vez será en mayor medida, a lo cerrado.
Por eso, las guerras entre quienes consideran que el comercio electrónico se llevará por delante las tiendas físicas, o que las plataformas sociales se ventilaran taxis, hoteles, agencias de viajes (ayer vi una), tiendas de música (¿que es eso?), o lo que sea, son agresiones que se deben evitar, no enfocan correctamente. Esto no va de si algo debe quedarse a costa de otro que quiere venir. No hay opciones de ese tipo. Como decía Heather O’Rourke en Poltergeist, ‘ya están aquí’.
Amazon y Uber y la llegada de todo.
En un artículo reciente, Dianne See Morrison, asegura que la economía socializada promete transformar la vida urbana de un modo irreversible y para mejor. De hecho asegura que el crecimiento urbano y la desigualdad logística en las ciudades se va a equilibrar gracias a la economía ‘del compartir y con la automatización de todo’. Será más eficiente, más amable y la solución a muchas de las quiebras que hoy en día definen nuestro núcleo cotidiano. Contrapone las opciones que una economía socializada representaría en la congestión de muchas de las operativas diarias en las que estamos sumidos.
En Londres, por ejemplo, existe un buen número de ejemplos. La congestión de tráfico cuesta más de cuatro mil millones de libras cada año y sus habitantes pierden 170 millones de horas sentados en un coche. La contaminación causa más de tres mil muertos atribuibles a la contaminación. La vivienda ha alcanzado un precio medio de medio millón de euros cuando el salario anual no supera los 35.000. Como hemos asegurado que sucede en muchas partes del planeta, apenas el 10% de los habitantes de la capital británica poseen el 60% del activo financiero total y el 80% más pobre de esa ciudad representa lo mismo que el 20% del capital total. Recuerdo que no hablamos de un país emergente, en todo caso, sumergido.
En ese escenario, replicable en muchos puntos del planeta, aparece la economía basada en compartir y en automatizar. De hecho muchos de los conceptos que representan algunos de los avances tecnológicos y de aplicación que la misma suponen, aunque sea por derivación, pueden suavizar esas desigualdades. No hablamos sólo, que también, de Uber, Airbnb u otros. Es sólo parte de lo que supone automatizar la logística o los elementos que retiran intermediarios.
Hace tiempo que existe una guerra subterránea, o no tanto, contra todo lo que representa un cambio notable en el modo en el que todo se ha hecho hasta la fecha a pesar de que, por ello, retrasemos lo inevitable. Sin embargo poco a poco, el peso del sentido común va imponiendo sus bases.
De momento el debate está en los derechos laborales, las licencias, la legalidad o cualquier aspecto que, siendo razonable, en muchos casos responde a principios y factores que gobernaban el mundo cuando aun no existía ni tan siquiera Internet. Ponerle puertas al campo es imposible y además imprudente. Suele retrasar cosas y cuando esas cosas pueden ser mejorar la manera de afrontar el futuro y vivir de un modo más sostenible es obvio que no aguantará mucho.
Tengo la sensación que mantener la legalidad y los rituales que todo lo retrasan desde despachos o intereses creados es como apuntalar una presa apunto de ceder por el peso del agua acumulada. Es como si se quisiera mantener el líquido a un lado y la sequía controlada al otro. Con el tiempo va aumentando la presión, las fisuras aparecen y se taponan con sacos de arena. Si no se toman decisiones inteligentes y se aprovecha el punto exacto de la historia, se quebrará del todo y se llevará por delante cuanto ahora tenemos montado y de manera radical. Lo que, por supuesto, cuando se hace así, no es del todo bueno. Suele causar bajas innecesarias de profesiones que desaparecerán de un plumazo cuando se podría haber ido transformando adecuadamente el entorno por el que circulará esa enorme masa de agua y progreso tecnológico, socializado y global.
Los taxis contra Uber, la industria hotelera contra Airbnb, el sector del transporte contra los envíos automatizados de Amazon. Los protagonistas de las batallas que componen la guerra se suceden y seguramente son meras excusas de otros a los que no les apetece que el mundo cambie tan deprisa. La pérdida de control que supone la Internet social, la Internet automática e, incluso, la Internet de las Cosas, para los que ahora deciden con que se avanza y por donde, significa el mayor de los desafíos. Veremos como se adaptan, pues no hay más remedio.
Poco a poco las noticias se suceden y van describiendo el camino por el que discurre todo. Leyes que hace unos meses eran impensables o autorizaciones que se aseguraba no se iban a dar, van llegando.
Dos ejemplos, Uber en New York y los drones de Amazon. El primer caso supone la evidencia de cómo evoluciona todo a pesar de los intentos de evitarlo. Tal y como ha publicado la Comisión de Taxis de NYC, por primera vez, los taxis amarillos de la capital americana son minoría frente a los vehículos registrados con el distintivo Uber. Estos últimos son 14.088 y los tradicionales 12.587. En cuatro años apenas han logrado eso. Cabe decir que el número de viajes y pasajeros todavía es abrumador por parte de los taxis ‘de siempre’ y eso podría ser parte de la solución. Tal vez, cada uno, tiene un papel determinado para transportar personas. De los casi medio millón de pasajeros transportados por los taxis, Uber sólo lo hizo en 5.887 ocasiones. Obviamente esto responde a que un conductor Uber no lo es todo el tiempo, lo es ‘en el uso de su tiempo y coche’ de manera complementaria a otras ocupaciones y eso tiene mucho que ver con la tecnología y su adaptación a una manera de vivir muy diferente el valor de lo propio.
Otro caso, la autorización por parte de la Administración Federal de Aviación de EE.UU. a la aeronavegación experimental por parte de Amazon y desarrollar e investigar con aparatos voladores no tripulados. Se trata del prototipo de drones del que hemos hablado ya y que podrán realizar vuelos siempre por debajo de 112 metros de altura, durante el día y en condiciones meteorológicas de visibilidad. Requerirán certificados de conductor y derivados que ya imaginábamos. Me imagino nuevas profesiones. Conductor de drones, profesor de conductor de drones y expendedor de certificados de conductor de drones, por ejemplo.
Ya el año pasado, Bezos anunció la intención de desarrollar Prime Air, que tenía como objetivo llevar paquetes a través de drones automatizados, de casa en casa. La negativa tajante de la administración americana ya va suavizándose ante lo absurdo que puede ser negarse a avanzar en algo que tecnológicamente es factible, más fácil, eficiente y sostenible. Pues eso, que la presa puede descargarse poco a poco, pero de manera continuada o dejar que reviente por la presión de la lógica y los tiempos.
¿Preparado para los últimos avances en Inteligencia Artificial?
Alan Turing creó un test que lleva su propio nombre a mediados del siglo pasado al escribir el artículo Computing Machinery and Intelligence. Consistía en determinar si una máquina era capaz de pensar. De hecho la prueba en si misma trataba de definir el punto exacto de conexión entre la inteligencia artificial y la conciencia humana. Durante más de veinte años ese test siempre condujo al mismo resultado negativo. Un grupo de jueces preguntaban a dos pantallas diferentes cuestiones y éstas respondían. Una estaba controlada por un ser humano y la otra por un software.
La idea de Turing era que si una máquina actuaba de manera inteligente se podía establecer que lo era y, por lo tanto, rozaba la conciencia, la humanidad. Finalmente a finales del año pasado, un tal Eugene, un hipotético niño de 13 años, lograba engañar al jurado. No era un crío ucraniano hijo de un ginecólogo como decía el ‘bicho’, sino un software capaz de hacerlo creer durante el evento que se realizó en la Royal Society de Londres.
Eugene no era otro que un software diseñado en San Petersburgo, un ‘chatbot’ (robot diseñado para conversar) desarrollado por los programadores ucranianos Veselov y Demchenk hace doce años. Curiosamente la clave estuvo en que se pensó simular a un niño y no a un adulto, pues aunque el robot hablara de todo como si supiera no parase de cometer errores. El error como clave para parecer humano me parece algo fascinante, una personalidad sintética que se muestra en fase de experimentación, aprendiendo, errando, explorando. Como un niño. ¿Qué hay más humano que un chaval de 13 años?
Sin embargo lo que me interesa mucho más es ver como Eugene logró mantener conversaciones creíbles, humanas, con interpelaciones, interrupciones y cómo buscaba la lógica de la conversación. Hace ya unos años invertimos en Cilenis, empresa especializada en este tipo de desarrollos y que, aun estando en otro nível, me ha permitido aprender mucho de todo ello y darme cuenta de que cerca está todo el modelo relacional entre máquinas y seres humanos.
Soy un apasionado desde niño de las novelas de ciencia ficción. La primera ‘paga’ que mis padres me dieron hace mil años la gasté en libros de una colección de Isaac Asimov y otra de Ray Bradbury. El resto fue para dos chicles de plátano. Por aquel entonces la ciencia ficción, en libros o en cine, trataba el efecto, los fuegos artificiales, buscaban crear una fantasía en torno a cosas que difícilmente pudiéramos entender. Viajes a otros mundos o un planeta habitado por humanoides. No aparecía Internet ni nada que se le pareciera. Se hablaba de ‘teletransportación’ pero no de comunicación global. Lo más parecido a un teléfono móvil era el golpe en pecho que se daban los protagonistas de Star Trek cuando querían hablar entre ellos a distancia.
Ahora el cine o la novela que habla del futuro suelen adaptarse al futuro inmediato. Algo cercano, como si fuera imposible relatar que sucederá más allá de lo que vemos en el horizonte. Estamos escarmentados. En apenas dos décadas este mundo no lo conoce nadie que lo habitaba entonces. Ahora es imposible predecir que supondrán todas estas aplicaciones inteligentes en nuestro día a día en ni tan siquiera medio lustro. Coches que van solos, ciudades organizadas inteligentemente por un software, datos aportados de nuestro comportamiento a una base de datos megalítica a fin de que nuestro ejercicio de vivir sea más fácil y requiera menos intervenciones o procesos. Nadie puede ver que viene como nadie pudo interpretar el escenario actual.
Y ahora está claro que en todo lo que comentamos aquí, de cuantos proyectos desarrollan muchos jóvenes y no tan jóvenes en sus startups que buscan aportar cosas nuevas o mejorar las existentes, van a tener mucho que ver con eso que llamamos Inteligencia Artificial. Mientras vivimos, la vida real se va preparando para algo que está mucho más cerca de lo que pensamos. Que Google y otras grandes corporaciones inviertan en empresas que desarrollan robots físicos, humanoides, que en Japón la industria de simular la humanidad esté realizando avances míticos o que un software ruso pudiera engañar a un jurado británico no son más que aspectos que se entrecruzan y que desembocan en un escenario ‘posthumano’ muy próximo.
https://www.youtube.com/watch?v=hlHrvQ7D5OU
Fijaros como las películas ya no sólo se esfuerzan en los ‘efectos especiales’. Ahora las tramas buscan explicar científicamente aquello que aportan. Unas lo logran mejor y otras no tanto. Her, trataba de algo que muchos pensamos que es factible. No sólo la toma de conciencia de un sistema operativo, sino la opción de llegar a confundir si con quien interactúas es real o no.
La AI todavía está considerada un mero asistente personal. De ahí que la inversión en esta industria no esté dando grandes pasos todavía de manera visible. La financiación en este tipo de proyectos es bajo demanda y hay poco de capital riesgo capaz de ‘acompañar’ a proyectos de este tipo que requieren mucha investigación e ideología si me apuras. Inversiones muy vinculadas a la universidad y sus laboratorios. El gobierno que apueste por ello, el ecosistema que se centre y ponga recursos ingentes para que los mejores en este campo se instalen y apliquen con empresas en paralelo, estará cambiando el ‘point of view’ de ese territorio. Estaría sentando las bases de un modelo productivo de futuro, de conocimiento y tremendamente versátil y eficiente.
Si alguien con capacidad para decidir me está escuchando, le diré que ya no es necesario invertir en superordenadores ni en nada que se le parezca. La velocidad de las infraestructuras necesarias, la disponibilidad y magnitud de todo ha permitido algoritmos más capaces para abordar los problemas más ambiciosos. No sólo es el hardware necesariamente más rápido, ahora son matrices especializadas disponibles en la propia nube. Lo que solía ser ejecutado en los laboratorios especializados ahora se puede implementar desde ‘cloud’ por coste mucho menor. No hace falta crear un parque ‘temático’, sólo las condiciones para que nazcan empresas vinculadas a este campo. Que no sean anécdotas sino genérico. Que se complementen, que trabajen en común, que perciban una apuesta firme.
Esa revolución de la que hablamos muchas veces está en su epicentro. Ahora más que nunca. Cuesta darse cuenta, tiene que ver con todo cuanto nos rodea y lo que se está haciendo ahora mismo en muchos lugares del planeta. ¿Por qué no subirse? Tiene que ver con el Big Data, un espacio de interés para las compañías que ven en la Inteligencia Artificial un campo claro de crecimiento. Almacenamiento en la nube, datos, digestión de todo ello y demanda de soluciones prácticas no harán más que hacer crecer ese sector y, por derivación, la capacidad de todo lo que tiene que ver con la inteligencia no humana.
El foco puesto en la AI ya es general. La inversión llega y va a ir definiendo en que empresas pueden utilizarla y como. No hablo de ‘un televisor en tu casa hablándote’, hablamos de algo menos ‘cool’ pero igualmente efectivo y disruptivo. Por ejemplo empresas vinculadas a plataformas, proporcionando APIs genéricas basadas en Inteligencia Artificial para profesionales como hace Nuance, PredictionIO, o Wise.io. También para empresas de nueva creación, combinando tecnologías básicas y servicios profesionales de personalización para otras empresas en general como hacen en Skymind o Predii. Otro campo serán las empresas de productos enfocados a aplicaciones verticales y específicas de la propia IA como ahora desarrollan Euclides Analytics o HoneyComb. Si tienes una empresa que gira en este entorno, me interesa.
En definitiva, ahora mismo de la Inteligencia Artificial ya podemos esperar muchas cosas, de su conciencia o no, veremos. Mi impresión es que su uso se encaminará a la detección de errores en múltiples campos y a aportar solución, al diagnóstico médico, a la gestión pública, a la asistencia personal, a la navegación sofisticada y al descubrimiento de clientes y productos para el comercio electrónico como elemento de interacción comercial o sencillamente como interpretador de necesidades en una tienda. Tal vez todavía es un buen guión cinematográfico, una buena novela de ciencia ficción, pero está claro que uno de los campos más interesantes del desarrollo económico que nos espera en apenas dos o tres años es ver como traspasamos la próxima frontera que supone todo ello, entre la innovación y su aplicación. Recordemos que ‘innovación existe si el mercado la acepta’. ¿La aceptará?
Mientras tanto, Internet se convierte en 'todo'.
Mientras lees esto. Durante el partido que viste el domingo. Cada vez que sales a correr o quedas con los amigos. Al revisar el trabajo escolar de tu hijo. Esperando el metro. En cualquier momento. En todos esos minutos en los que el planeta gira en un sentido concreto, alguien está ya acabando el arquetipo del mundo que lo hará girar en otro. Se trata de gente que ahora mismo están preguntando a un algoritmo cuestiones que precisan un razonamiento, generando dudas en una máquina, procurando que los procesos binarios se asemejen lo máximo a los neuronales o, sencillamente, creando empresas que lo van a cambiar todo definitivamente.
En un reciente artículo de Tom Goodwin, éste señalaba la tremenda paradoja que para muchos puede suponer que la mayor compañía de taxis del mundo no posea ni un solo vehículo, que el espacio mediático más importante no genere contenido propio, que el entorno minorista más valioso del planeta no tenga inventario o que el mayor proveedor de alojamiento hotelero que existe actualmente no tenga una sola propiedad. Hablaba de Uber, Facebook, Alibabá y Airbnb respectivamente.
En ese mismo artículo, Goodwin, señalaba aspectos que aquí hemos comentado en ocasiones. Desde la propia Revolución Industrial hemos ido desarrollando una cadena de valor basada en complejas fórmulas que incorporaban distribuidores, importadores, mayoristas y minoristas, lo que a su vez permitió, desde entonces, que cualquier producto se pueda vender y consumir en cualquier lugar.
Fue Internet. Internet es el culpable de todo. El mecanismo más poderoso que la humanidad ha podido establecer por su capacidad de modificarlo todo. Además, en cada nuevo avance que le afecta, el giro es absoluto. Recordemos ya todos los ‘internets’ que hemos vivido.
Todo empezó con un Internet Técnico. Los primeros años de un modo de comunicar que permitía trasladar información cifrada de un lugar a otro aprovechando la potencia de eliminar todas las barreras. Pero era dependiente de muchos aspectos.
Luego llegó un Internet Empresarial. Antes del año 2000 las empresas se lanzaron a la conquista de su ‘espacio web’. Avanzábamos hacia un mundo digital donde las compañías con mayor potencial determinaron el rumbo de para que podía ser útil económicamente la red de redes.
Más tarde, un Internet Social dónde el sistema que supuso modificar el lugar dónde pasaban las cosas generaba una libertad total al usuario. De las cadenas que suponía la instalación de software en tu computadora a sencillamente a ese nuevo escenario en el que tu ordenador es sencillamente la ‘pantalla’ de algo que pasa en el servidor remoto de alguien. Ya no teníamos que descargar nada, todo sucedía en otro lugar. Así nacieron las redes sociales.
Ahora, otra nueva tecnología modifica el escenario. Todo es automático. Internet automático. Va sólo. El 90% de cuanto sucede ya no tiene que ver con nuestra acción o deseo. El big-data y otros aspectos ejecutan de modo determinante sin consultar. Este nuevo avance, en Internet, lo está cambiando todo.
En breve, aterrizando, la Internet de las Cosas. Mucho más allá que automatizar. Sencillamente un nuevo campo tecnológico dentro del concepto Internet que ha decidido que conectar personas está muy bien, pero que si te pones a conectar objetos el universo se amplía y facilita la vida.
En nada, detrás de la esquina, la Internet posthumana, la llamada Internet del Todo. Un escenario donde quienes ‘entrarán’ en la red ya no seremos nosotros. Lo harán nuestros ‘robots’, nuestro software inteligente que se relacionará con ese mundo líquido y cambiante, que lo interpretará mejor que nadie y nos lo entregará a la carta, su carta.
Y, en apenas una década, lo que ahora llamamos Internet, sencillamente será ‘Todo’. A cada evolución, a cada cambio que simplifica un proceso, cada vez que una línea de código es eliminada de un programa para simplificar el mismo proceso, o cuando se sustituye ese comando por otro que es capaz de hacer algo por si solo y lo hace en coordinación con un objeto para completarlo en la globalidad del conjunto de nuestra existencia inmediata, nos acercamos a un nuevo y radical cambio.
No es sólo ya que las discográficas, las agencias de viajes o un nuevo negocio afectado por la modificación en la cadena de valor esté en riesgo cada vez que hay un nuevo ‘avance’ en lo la morfología de Internet. No, es algo más complejo. Tiene que ver con la adaptación al medio de algo vivo, con la propia evolución de algo nuevo que interpretábamos que era un ‘sistema’ y ha resultado ser un ‘ecosistema’ que muta, mejora y se adapta.
En apenas dos décadas Internet ha cambiado tanto que no la reconocemos quienes la vimos nacer. Somos una generación que vivía sin ella, sin teléfonos móviles, sin Google. Cuando querías saber algo debías ir a un lugar llamado ‘Biblioteca’ y no era para estar tranquilo o en silencio, era para consultar la sabiduría universal, algo que hoy cabe en un USB. Mientras todo transcurre, Internet crece y se convierte en Todo.
Invertir en una App contra el Párkinson
Hace unos meses llegó a mi oficina de Dublín una propuesta de inversión que desde el primer momento nos pareció a todos magnífica. Se trataba de una aplicación para smartphones que ayuda a recuperar la movilidad de los pacientes de Parkinson. Su autora, la joven irlandesa ganadora del Entrepreneur Dublin City al mejor proyecto tecnológico joven de 2014, Ciara Clancy, ha desarrollado un método que permite a los pacientes de esta enfermedad degenerativa a superar los problemas de movilidad que causa.
Se trata de Beats Medical. La emprendedora que la ha hecho posible apenas tiene 24 años y, una vez presentada en sociedad, se ha lanzado al mercado británico como primer paso para la explotación global. De hecho fue en ese instante que estuvimos en contacto con el proyecto, justo antes de que abriera una oficina en Londres. Hasta hace poco su zona de trabajo está en el conocido muelle de Dublín John Rogerson.
Invertir en aplicaciones es complicado, exige paciencia y requiere que la tracción se logré rápido por la enorme competencia que hay en todos los campos. En el caso de Beats Medical el hecho de ser pionera ha permitido a esta aplicación adquirir una ventaja de la que ya se vale de cara a lograr grandes acuerdos y el acercamiento de socios de alto valor en el sector médico.
La tecnología de Beats Medical suministra a las personas con Parkinson un tratamiento óptimo en el hogar a través de un teléfono inteligente. Terapias pensadas a partir del metrónomo es el vértice del que parte el concepto. Un tipo de terapia que hasta la fecha sólo se podía utilizar en el ámbito hospitalario.
El hecho de que Ciara Clancy ha trabajado de fisioterapeuta en el norte de Dublín durante un par de años le hizo pensar en diseñar una aplicación que permitiera enviar de forma remota sonidos a través de los auriculares del smartphone al igual que se realizan en el tratamiento tradicional que lucha contra la destrucción del sistema nervioso que provoca el Párkinson.
Ideas brillantes que con muy poco permiten mejorar la vida de muchas personas con la tecnología disponible en el uso cotidiano. En este caso los afectados pueden evaluar a diario, colocando en activo su teléfono durante dos minutos en un bolsillo del pantalón. Se recogen los datos y la aplicación prescribe un ritmo sonoro al paciene que debe escuchar durante diez minutos dos veces cada día. Lo va variando según lo que percibe en cada prueba.
Este tratamiento, cómo decía, llamado metrónomo, estimula de manera auditiva anulando la disfunción del cerebro de manera que evita movientos en el cuerpo que no se desean. Es un tratamiento que llevaba décadas investigándose y cuya puesta en práctica jamás antes se había trasladado a lo cotidiano.
Actualmente está en ronda de financiación de medio millón de euros. Por lo que nos han transmitido desde Enterprise Ireland está cerca de lograrlo con capital proveniente de diversos inversores privados, entre los que intentaremos aplicar, y que ya encabezan gente como el empresario Sean Melly de Etel, la doctora y vicepresidenta de la Confederación Mundial de Fisioterapia Emma Stokes y Graham Merriman, ex jefe de ventas globales online de Phillips
Cuando hablamos de aplicaciones, emprendedores, tecnología y futuro, no podemos dejar de lado una de las más apasionantes de sus vertientes: como lo digital elimina barreras y fricción entre lo que antes de su llegada era mucho más complicado de hacer, de como mejora la vida de las personas en aspectos impensables antes de la retirada de procesos e intermediarios de una hipotética cadena de valor. En el ámbito de la salud hay un mundo por recorrer y este ejemplo que nos toca de cerca a los que vivimos el ecosistema emprendedor irlandés, es uno de ellos.
Dicen que el 95% de las aplicaciones no serán rentables, algo parecido a decir que no serán visibles, en apenas un par o tres de años. Si estás pensando o trabajando en alguna, piensa en si tu trabajo responde a ‘mejorar la vida’ a eliminar problemas o a ofrecer respuestas. La clave, cada vez más y excepto alguna anécdota que sirva de elemento que rompe la norma, será de un modo determinante ser útil.
¿De qué hablan las maquinas?
Al despertar escuché un cuchicheo de lejos. Eran mi cafetera y la nevera charloteando. No le di importancia, suelen hacerlo siempre al empezar al jornada. La tostadora no entra en debates y más cuando el asunto es acerca de consumo de calorías o ir de compras. Café intenso pero con la justa tasa de fortaleza que a mi me gusta. Es lo que mi cafetera inteligente considera adecuado para empezar bien el día. Sin embargo mi nevera, también inteligente, suele tener consideraciones mucho menos aplicadas al sabor sino que se enfoca en aspectos más técnicos. Le gusta comprar lo justo, de alto valor nutritivo y se lee todos los indicadores orgánicos descartando siempre aquello que, su sistema operativo, considere aditivo, innecesario o que pudiera causarme algún inconveniente en el futuro.
La suerte es que ‘KubiRubiko’ siempre atempera los nervios en casa y se encarga de que la ‘sangre’ no llegue al río. Es el sistema central de control de mi hogar, mi gran aliado, el justo y equilibrado señor de mi casa. Controla el consumo, la emisión a la carta (su carta) de música, cine o noticias sobre cualquier superficie de mi apartamento que previamente ha filtrado, analizado, resumido, estructurado y presentado, sin perder tiempo ni hacérmelo perder a mi. Todos vivimos felices, nos comunicamos mucho. A veces, incluso, lo hacemos con personas.’
No es ciencia ficción. Que no lo veamos no quiere decir que no esté pasando. O, en el mejor de los casos, está a punto de pasar. La tecnología no nos entrega el futuro, lo empaqueta en papel celofán y espera que nosotros mismos saquemos conclusiones. Si el resultado que obtenemos es lo mismo pero con nuevos ‘juguetes’ estaremos fracasando. No se trata de ‘hablar entre objetos’, es un cambio esencial del comportamiento moral y social de toda nuestra especie lo que se está larvando.
Deberemos aceptarlo. Mejor dicho, deberán. Todo cambia y lo hace porque la tecnología nos hace más inteligentes. Se pongan como se pongan, los hoteles cambiarán, los taxis, los periodistas, los directores de revistas como esta, o lo que se os ocurra, cambiará. Todos estamos afectados y es cuestión de alegrarse por ello. Saber más nos hace avanzar. Sobretodo porque cuando sabes más detectas lo que está mal, sabes que algo necesita de arreglo. Si no sabes nada nunca podrás saber que aquello ‘iba mal’. Por eso nos dirán que todo eso de los robots, las cosas hablando entre si y la evolución natural de la tecnología puede ser muy malo. El infierno de silicio le llamarán. Pero eso no tiene porque ser así.
Los robots no son malos. Ni buenos. Son el futuro como lo es tu hijo o el mío. De ellos es todo esto. Nosotros solo estamos con la puerta entreabierta, ellos la abrirán de par en par. Siéntete importante. Has vivido, estás viviendo y seguiremos en el futuro disfrutando el hecho de ser parte esencial de todo cuanto va a cambiar el mundo. Algo parecido a la posthumanidad bien entendida. La evolución natural de nuestra especie ha empezado un nuevo paso, probablemente el estadio en el que tratemos directamente con objetos inteligentes, pero aceptemos que ellos, entre si, también dialoguen para servirnos un mundo más eficiente y mejor.
Robots, software, conocimiento, cambio. Tecnología a toda velocidad. Ahora, por primera vez y a diferencia de otras revoluciones, la tecnología disponible está en las manos de cualquiera. La minoría poderosa ahora es la que se siente amenazada. Si antes podían establecer los criterios y las bases del uso de esa tecnología, ahora eso no es así.
Obviando problemas que se han asentado y que pondrán en juego todo este bucólico escenario, ‘peak oil’, reservas, superpoblación y colapso entre divisas, este podría ser el principio de un mundo mejor en manos de todos, con mayor conocimiento, capacidad para decidir, para emprender nuestros propios proyectos, con la eliminación de intermediarios y con una conjunción casi imperceptible entre máquinas y humanos. En este tercer número de Westinghouse vas a poder adentrarte en este mundo inminente que da sus primeras muestras de cómo va a ser y no se olvida de cómo es ahora mismo. Volvemos a mostrar ‘la hoja de ruta aparente’.
¿De que hablarán las maquinas? Vete tu a saber, seguramente de lo mismo que nosotros. Lo único que podemos tener en cuenta sobre ese dialecto imperceptible es que ya es una lengua más, un escenario de comunicación entre los que ahora son sólo objetos adquiriendo conocimiento y aprendiendo artificialmente y un mundo que trastocará el nuestro donde las propias máquinas serán capaces de rebatir, dudar y opinar acerca de lo que nosotros les ordenemos.
El futuro puede ser mucho mejor, pero dependerá de los que lo estamos construyendo, los que de algún modo, tenemos la responsabilidad de convertirlo en un lugar habitable para nuestros nuevos inquilinos. Vienen, seguro, mejor aceptarlo y hacerlo cómodo. La mayoría de ellos ya están aquí y ni lo sabemos. Están por todas partes sólo que aún no han aprendido a comunicarse con nosotros o, sencillamente, no tienen nada que decirnos todavía. Todo llegará.
*Editorial del número 3 de la revista digital económica Westinghouse Future Economy. Actualmente disponible sólo para iPad pero durante este mes de marzo estarán ya disponibles las versiones en Android y Smartphone.
Tomar las riendas tecnológicas
Es uno de mis temas favoritos en mis conferencias. ¿Cómo vamos a digerir los avances tecnológicos desde el punto de vista social y económico ahora que sabemos que la velocidad empieza a aumentar de manera exponencial? Resulta que las cosas van en dirección contraria a lo que nos explican o nos dejan ver. Es algo tan evidente que ha dejado de preocupar. El reto de nuestra sociedad moderna y digitalizada consiste en hacerse cargo de sus propios límites en términos de gestión laboral y, por defecto, del talento asignado a los procesos de producción actual. Ya nada va a ser igual y no nos lo cuentan para no intranquilizarnos. Es mejor una sociedad adormecida pensando en el destino inexorable que en otra reactiva y protagonizando este cambio de época.
El momento más intenso se vivirá cuando la ‘Internet de las cosas’ entre en colisión o contacto con el concepto ‘big data’ y lo que supone de exponencial su uso compartido. En 2020 habrá más de 50.000 millones de dispositivos conectados entre si, lo que supondrá una digestión inteligente de datos como nunca antes ha vivido la humanidad. Todo ello combinará inteligencia artificial, natural y conversaciones comerciales a partir de lo que el marketing matemático solicite y lo que el comercio de información entregue.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Con el aumento de la automatización, como los robots en las fábricas, el trabajo humano será sustituido. En los próximos años, el problema sólo se hará más intenso a medida que las máquinas aprendan a asumir el control, incluso en lo que antes se consideraban tareas altamente humanas e imposibles de asignar a un software o a un brazo articulado.
Estamos en el principio de algo tremendamente extraordinario. La tecnología continuará acelerando y nadie estará a salvo de ser sustituido por ella. Esto va de aprender, de evolucionar como especie, de avanzar como sociedad y de mejorar nuestro entorno utilizando la ciencia tecnológica y digital. Permitirnos trabajar menos o trabajar por otras cosas. Que cada uno haga su elección. Yo contemplo el futuro tecnológico como un lugar de aprendizaje y de retos continuos.
La velocidad con la que circulamos por la historia cada vez es mayor. Hace una década no existían las empresas que ahora marcan nuestro día a día de manera irremediable. Compañías que no tan sólo son parte de todo lo que nos afecta sino que además son las más valoradas económicamente en algunos mercados de valores. Hace cinco años no existían tampoco una gran cantidad de ‘oficios’ que ahora son los más demandados. Curioso ver también como esos nuevos modelos laborales se basan en otros procesos profesionales que nada tienen que ver con el pasado.
Enumera cuantas cosas haces hoy en día de la mano de tecnología que no estaba en la mente de nadie apenas hace dos décadas. Enumera, si te atreves, cuantos objetos eran precisos y de que tamaño, para englobar lo que ahora está en tu único smartphone. Piensa en como va a afectar a médicos, profesores, abogados, periodistas, políticos, funcionarios, conductores, policías, etc.., cada una de las aparentes iniciativas innovadoras que se van explicando en las webs de tendencias tecnológicas cada día.
La velocidad es espantosa y los emprendedores lo sabemos. Lo vivo como si acabara de cumplir cinco años y cada día tuviera un bono entrada para disfrutar de Eurodisney veinte horas al día. Es inacabable. No permitamos que porque nos dijeran que la tecnología puede ser nociva, tóxica para el empleo, no veamos hacia donde nos lleva.
Nos va a empoderar, nos concede modelos de entendimiento y relación a todos y sin límite. La digitalización de nuestra vida no son cadenas, son llanuras por explorar. Pero hay una fábula que me hace pensar en cuanto podemos hacer y no hacemos por no saber que es factible sólo si nos diéramos cuenta. Hace muchos años me la explicaron, ignoro si es real, imagino que no, pero es la historia de un niño que fue al circo con su padre y quedó fascinado con la actuación de un enorme elefante de fuerza descomunal.
Al terminar la función, el pequeño vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, le sorprendió constatar que si bien la cadena era gruesa, la estaca era un minúsculo pedazo de madera. –Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?–, le preguntó. Y su padre le dijo: –Porque está amaestrado–. –Si está amaestrado–, insistió, –¿por qué lo encadenan?–. El padre no supo qué decirle. Antes de marcharse a casa, un anciano que había escuchado la conversación le reveló la respuesta que andaba buscando. –El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Posiblemente, al principio tratara de soltarse, empujando con todas sus fuerzas. Pero siendo un pequeño elefante, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Por eso ahora, siendo un elefante poderoso, sigue siendo preso de sus cadenas. Está convencido de que no puede liberarse de ellas. Lo que no sabe es que le bastaría con decir no…
Ahora hablamos de tomar las riendas tecnológicas sociales y económicas. No nos queda otra si queremos liderar, nosotros mismos, este tránsito a un nuevo modelo que se automatiza y que se llevará por delante todo cuanto conocemos. Si para ello seguimos esperando los dictados de gobiernos, estructuras y todo lo que supone intervención y control, el retraso nos dañará irreversiblemente.
Uber, taxis, coches autónomos y el peso de lo inevitable.
Había una vez dos taxistas hablando durante una de las manifestaciones contra la plataforma demoníaca Uber. Uno le ratificaba al otro que era inadmisible. Que había mil razones que soportaban el argumento de que un ‘taxi’ debía ser un binomio entre un ser humano con licencias de uso y una máquina. Y mientras hablaban pasó un artefacto sin conductor, sin nadie que lo condujera. Ambos dijeron: ‘ese es uno de esos coches que van solos‘. A lo que el otro taxista respondió, ‘ni caso, eso no llegará a ninguna parte, faltan mil años para que sea real‘. Al cabo de unos minutos el ‘auto sin volante’ volvió a pasar. Esta vez llevaba ‘un cliente’. El futuro lejano les pasó frente suyo.
Esta escena se producirá en otoño de 2016. Los primeros ‘taxis’ autónomos serán reales en algunas ciudades británicas. Llevarán volante, eso si, que permitirá tomar el control al ‘pasajero/cliente’ en caso de emergencia. Digamos que es un ‘Uber’ pero ya sin conductor. La plataforma que pondrá en contacto al ‘coche’ con el cliente ya no precisará de ‘conductor’. Al final se manifestarán todos juntos. Lo veo venir. Todo está preparado para la llegada del futuro en este sentido y nos adentra en otro análisis, el político y el social, el de cómo vamos a adoptar un modelo cotidiano de este tipo.
Que hay una guerra latente, una serie de batallas acerca de los vehículos autónomos, es evidente. Ya no es Google quien va detrás. Se habla del iCar de Apple, o los prototipos que ya recorren circuitos piloto de Nissan, Volvo, Renaul y Ford. Seguro que hay más, seguro que todos. El mercado del ‘coche’ está cambiando. Me comentaba el responsable de comunciación y marketing de Nissan hace un par de semanas que ‘la marca nipona está trasladando todo su plan de creación y desarrollo de negocio hacia una vertiente que jamás antes se habían planteado‘. Decía que a los jóvenes no les interesan los coches, no los compran, los comparten, se dejan llevar, no les gusta conducir. La caída de la adoración sobre este artefacto es brutal y que están pensando en dar respuesta a todo ello.
Compartidos, eléctricos y autónomos. Tres claves para entender lo que viene y ya no es cuestión de décadas. Esto va de pocos años. De hecho el primer auto sin conductor en llegar a las carreteras británicas ya fue lanzado la semana pasada y ya deambula por el barrio de Greenwich en Londres. Tal y como prometió el gobierno de aquella ciudad y aquí comentamos.
Se trata de un vehículo de tracción eléctrica LUTZ Pathfinder que puede viajar a 20 kilómetros por hora debido al gran número de sensores, radares y cámaras para evitar los obstáculos. Recordemos que el futuro de este tipo de vehículos no será tanto sus sensores como su memoria. El acuerdo entre Uber y Google giraba en torno a como ‘sintetizar en 3D y a tiempo real el mundo’.
Este Lutz es como una cápsula biplaza. Fue diseñada por Transport Systems Catapult y de momento está plantado para zonas peatonales y alguna urbana de escaso tráfico. Lo que realmente va a cambiar los planteamientos políticos, que no nos olvidemos siempre son los que frenan o aceleran el progreso, a finales de este mismo año se pondrá a prueba una flota de autos en las propias calles de Milton Keynes, al norte de Londres. Si todo sale según lo planeado, en dos años una flota de vehículos totalmente automatizados podría circular por toda la capital británica.
Si has estado en el Aeropuerto Internacional de Heathrow de Londres, desde hace un par de años ya habrás visto alguno de estos ‘engendros’ transportando pasajeros entre la terminal y el estacionamiento de ‘los coches que si necesitan conductor’.
Pero esta vez será la primera que se permitirá que autos automatizados participen del tráfico real. Vince Cable, secretario de negocios británico, dijo que el Reino Unido tenía la oportunidad de convertirse en líder de la industria de los autos sin conductor y que, según espera, todo ello tendrá un valor de 1,5 billones de euros en menos de una década. Ya está. Ya llegó. Google hace tiempo, como decíamos, Uber algo está tramando. Muchas marcas irán detrás. La mayoría no son ni fabricantes de autos ahora mismo.
Que cada país siga planteando su futuro como considere. Las pistas de donde se va a situar el escenario cada vez son más claras. Tener a las riendas de todo esto a quien no lo ve es tal vez la peor apuesta. Liderar el futuro no depende de esperar y verlas venir. El futuro es exclusivamente para los que exploran, gastan en innovación y adecuan sus leyes al futuro inminente y no lo contrario.
Hoteles, bancos y peluquerías atendidas sólo por robots
Fin de la ciencia ficción. Bienvenido al futuro. Un hotel en la ciudad de Nagasaki, el Henn-na Hotel, está haciendo una selección de personal un tanto curiosa. Entre los seleccionados no habrá un sólo humano. Todos serán una especie de C-3PO diseñados por Kokoro, empresa que lleva desarrollando desde hace 12 años el proyecto ‘Actroid’. Un robot de aspecto humano cada vez más eficiente y real. Son robots que parpadean, ‘respiran’, hablan japonés con fluidez, chapurrean el chino, el coreano y el inglés, tienen lenguaje corporal y atienden al tuyo.
En 2011 tuve la oportunidad de ‘conocer’ a un humanoide similar durante una feria. Recuerdo que lo más sorprendente no es que te hablen, te atiendan, su aspecto o que simulen respirar, lo que realmente les da ‘vida’ es que te miran. Saben distinguir el punto de mirada y eso te hace entrar en contacto directo con un objeto que, de algún modo, a medida que incorpora datos y aumenta su velocidad para procesarlos, casi piensa.
En julio este hotel de 72 habitaciones será atendido por una decena de robots humanoides capaces de saludar a los huéspedes, registrarlos, transportar el equipaje, limpiar las habitaciones y al final, vete tu a saber, dirigirlo. El proyecto no tiene como objetivo quedarse sólo en los servicios que pueden ofrecer estos robots, lo que esperan es ir aumentando el rendimiento, la capacidad cognitiva (si me lo permiten) y generar en generaciones posteriores de ‘personal’ la posibilidad de que la inteligencia artificial aflore y tome decisiones fuera de lo que una conducta digitalizada permite ahora.
El hotel Henn (que significa cambio o algo parecido en japonés) ha intentado que la impresión de que el hotel va a ser algo frío, o que con tanto robot andando por ahí va a faltar ‘calor humano’, se compense diciendo que a parte de recepcionistas, botones y servicio de habitaciones, se complementará con algún ser vivo ‘persona’. No obstante, el presidente de este grupo hotelero, Hideo Sawada, asegura que el 90% de las tareas y servicios del hotel las llevarán humanoides y software asociado.
Pero vamos a los temas sensibles y que en este blog interesan. Por un lado sepamos si esto es un aviso o una extravagancia. Cuando viajas a Japón o Corea te das cuenta de que hay un mundo aproximándose a toda velocidad y que tiene que ver con todo esto de automatizar a base de autómatas. Quien viajara o tuviera acceso a lo que pasaba en Tokio hace dos décadas vio parte del futuro que hoy vivimos todos con respecto a la dependencia de teléfonos móviles, máquinas que lo expenden todo, accesos a transportes sin humanos, trenes que van solos, etc.
Ahora pasa igual, miremos bien al llamado ‘hotel más eficiente del mundo’. Así será este hotel. No es una broma, es la pura realidad futura tocando a la puerta de todas las cadenas de hoteles del mundo y a todas las miserables oficinas de empleo temporal. Veremos robots en la cola del paro algún día.
La CNN explicó como será a partir de julio un día en este hotel. Llegas y podrás acceder a tu habitación sin llaves. Todo irá por reconocimiento facial y la temperatura ambiente se monitorizará en base al calor de tu cuerpo. No se deberá llamar a recepción, eso se hará por medio digital con tu teléfono que activará una aplicación al entrar en el hotel.
Lo mejor, el precio. Resulta que un país caro y en una ciudad cara este hotel ofrecerá habitaciones por menos de 50 Euros la noche. Podría ser esa la clave. Si logras hacer eficiente el uso del hotel, no sólo por salarios, estamos hablando de otros elementos con los que un humano no puede competir, tienes menos costes y al final se repercuten en la venta.
Henn-na no se limita solo a construir robots para hoteles. En Tokio, desde hace unos días, hay un robot que habla 19 idiomas y que te ayuda a utilizar a su primo, un cajero automático que hace de todo y que, hasta hace unos días, sin ‘Nao’ (asi se llama el autómata banquero), tenías que estudiar un MBA. Ahora con su apoyo y comprensión, de una tacada, se han quitado tres recepcionistas, una azafata y dos cajeros viejos.
A pocos metros de este banco, los japoneses de allí pueden ir a un bar espectáculo dónde sólo te sirven, actúan y atienden robots, o a una peluquería donde el lavado y corte de pelo te lo hace un robot de 24 dedos. Tal vez, después de tanto robot, en el banco, en el bar, en la peluquería, lo más lógico es ir a un hotel robot y así acabamos el día como Asimov manda.
Definitivamente vamos al paro todos. De aquí nada, de hecho ya hay alguno, los que damos conferencias seremos sustituidos por un bicho de estos más gracioso, mejor visto, que no se cansa, capaz de dar decenas de charlas al día, con una voz genial, proyectando el mismo y que no le molesten los teléfonos móviles en la sala, y si les molesta les enviará rayos gamma a su propietario en medio del aforo.
Habrá a quien todo esto o bien le asuste o lo vea lejano, incluso freak, que es posible pensar que los japoneses están ‘pallá’ o que es imposible que todo esto llegue a nuestros días de un modo tan real. Si hace diez años te dicen que en el supermercado de barrio al que vas siempre, no ibas a encontrarte un humano que te pase los productos por el lector de precios no te lo hubieras creído. Revisa exactamente tu manera de ver el mundo hace 20 años. Piensa. Yo lo hice, y un día publicaré aquella carta personal. Y os aseguro, yo era un visionario al que todos tachaban de decir cosas que ‘eran imposibles’, y me quedé corto.
Foto de Vincent West Reuters
El Big Data y la Internet del Todo.
¿Recuerdas cuando ser un ‘Community Manager’ era lo más ‘cool’? Ahora es un término que se utiliza lo menos posible por haber llegado al exceso y seguramente por haber sido mal definido en su día. Eso pasa mucho en tecnología, en las formas económicas cambiantes que nos toca vivir. Muchos vocablos aparecen para definir cosas nuevas, para intentar explicar en pocas palabras lo que representa una nueva actividad o un nuevo modelo de gestión. Además, se complica cuando el idioma que tiene que hacerlo es uno que de por si ya es suficientemente cáustico, el inglés.
Pues en eso estamos con lo de ‘Big Data’. Existe como una especie de tendencia a vincular dicho concepto exclusivamente a predecir que querrán los consumidores, a una especie de publicidad predictiva como si de una bola mágica se tratara y fuera capaz de decir donde y cuando va a haber un cliente de una empresa determinada y de proponerle el producto ‘que él ni sabe que quiere aún’.
Estoy seguro que en breve, apenas tres o cuatro años, decir que tienes una empresa de ‘Big Data’ será como raro, fuera de tiempo. De hecho lo que denominamos ‘Big Data’ no es más que una esquina de todo esto del análisis de toda la información generada.
Asistí hace un año a una charla de Arvind Narayanan, un tipo que investiga todo esto en Princeton y que fue el primero en analizar el valor de identificar las referencias cruzadas de los clientes ‘supuestamente anónimos’ en Netflix y cruzarlas con la Internet Database Movie. Recuerdo que explicaba que históricamente se capturaban los datos a través de procesos informáticos, como los sistemas de pago, pero ahora gracias a las redes sociales y a las tecnologías móviles combinadas con la ingesta masiva y analítica de datos, el foco está en las interacciones y experiencias de los consumidores. Todo ello proporciona datos de mucho más valor.
En esto del Big Data hay que diferenciar dos fases. Una primera que se basa en los datos procedentes de la secuencia de clicks en las páginas webs, que han permitido comprender las preferencias de los usuarios y su comportamiento. La segunda, la que me interesa más, es la que se deriva de que deja de lado las transacciones que realizan los usuarios y se centra en las interacciones de éstos. Es decir, no solo es un tema del ‘dato de lo qué compra el usuario’ sino todos los clicks que hace para alcanzar esa compra. Esa es la clave.
Decía que ‘los primeros datos son sencillos de analizar porque todo está bien especificado, pero los datos de las redes sociales necesitan mucha más interpretación, hay mucha más ambigüedad en cómo la gente se comunica y por eso la tecnología es más sofisticada’
Pero si estás pensando que esto del Big Data es muy complicado o que da algo de miedo, relájate, porque aun hay más. Una tercera generación en el análisis masivo y comprensión de datos se aproxima. Son los datos provenientes de sensores, de la Internet de las Cosas, del M2M. En el futuro, todo será capaz de sentir, de recibir un estímulo a través de un sensor.
Coches que no necesitaran conductor pero si datos, un cepillo de dientes enviándote un email con el estado de tus dientes, toda la logística de donde compras y como se te vende, las mascotas llevarán sensores, las autopistas, los bolígrafos, las lámparas, las persianas, las tostadoras, tu mujer, tu televisión, tu teléfono y tus zapatos. Todos esos datos también, ¿qué te pensabas? serán analizados, interpretados y recolocados donde sea preciso.
Justo en ese instante aparece una ecuación que sólo es capaz de identificarse en novelas de ciencia ficción pero con la diferencia de que en breve el adjetivo será innecesario. Internet de las Cosas (y sus sensores) más Big Data (con su analítica global) nos da la Internet del Todo. Ese es el destino.
Me temo que existe una especie de prejuicio sobre que todo esto del Big Data está planteado para ‘vender más’, para ‘interpretar intenciones de voto’ o para adelantarse al consumidor, borrego, ciudadano. Es como si, a partir de ahora, el control de nuestro destino estuviera escrito en un código binario y nosotros no lo supiéramos.
Lo dudo, tiene que ver con la Nueva Economía y sus interacciones sociales. Me atrae mucho más saber como esa ingesta masiva de datos y su interpretación lograrán afectar a la educación, en como esos datos permitirán hacer más eficiente el gasto sanitario o educativo, el transporte más eficiente, en como nos ofrecerán una mejor calidad de vida atendiendo a la transacción de datos. Me interesa más ver como eso del Big Data se integra como solución socioeconómica y cultural en lugar de ver como logra ofrecer anuncios personalizados. Lo segundo, que pasará y pasa, es lo de menos.
Startups como modelo de cambio económico
El discurso oficial dice que la recuperación económica de España es un hecho que ilumina tanto que deslumbra y por eso no lo vemos todos. Que siete años después de que la realidad nos explotará en las narices, el sector que se lo llevó todo por delante, ha vuelto a resurgir. Frases como ‘la construcción ha dejado de ser un lastre para el PIB y ya aporta de nuevo tasas positivas a la riqueza nacional’ son cada vez más recurrentes. Y, curiosamente, de algún modo es cierto. El ‘ladrillo’ generó el año pasado casi 100.000 puestos de trabajo nuevos, lo que obviamente es significativo.
Pero la ruta pasa por muchas esquinas y la explicación, de fondo, no es tan simple. La inversión institucional en activos inmobiliarios, por ejemplo, fue de casi 15.000 millones de euros, un volumen que solo se superó en los años ‘locos’ del decenio pasado, 2006 y 2007. Pues eso, que la pasta poco a poco, quienes disponen de ella, la vuelven a ir moviendo hacía el mismo lugar y quienes podrían impulsar que se distribuyera en sectores de alto valor y menos cíclicos no lo hacen.
Ese rejuvenecido sector inmobiliario convive con un paro descomunal no obstante en todos los ámbitos. A pesar de ese destello de ser la economía que vuelve a maravillar a todo el universo conocido, se sigue con un desempleo cercano a la cuarta parte de la población en edad de trabajar, y donde la mitad de los jóvenes no tienen idea de a que se van a dedicar en los próximos meses o años, cuando no es que se han ido a buscarse la vida. Parece que algunas ‘recuperaciones’ son puro celofán. De hecho la EPA, si se mira al detalle, te explica que, aunque estemos modificando el estadio, nada desde un tipo estructural está pasando de manera significativa y mucho menos está generándose ninguna metamorfosis en lo que sería el modelo de crecimiento.
La economía española creó el año pasado casi 450.000 empleos. Bien. Ya ‘sólo’ quedan 5 millones y medio de parados. La generación de ese empleo tampoco es que sea muy rápida, seamos realistas, pero lo peor es donde y como se crean. El sector tecnológico crea lo que crea, aporta lo que aporta, pero si no se le impulsa o se hace integral en el ámbito de que todo cuanto suceda tenga que ver de algun modo con ella, menos vamos a producir. Una economía tecnológica es la ideal, pero con tener una economía tecnificada ya me vale. Y eso tampoco es que sea de tirar cohetes.
La economía española no tiene mercado laboral para los jóvenes que acaban de terminar sus carreras o sus grados tecnológicos. No se ha creado, ni cuando había dinero o ahora que vuelve a fluir según nos dicen, empleo en la economía del conocimiento y digital que nos tocaría liderar a todas luces. ¿En que vamos a ser un país de interés? La respuesta siempre es el turismo, como si fuera un campo petrolífero sin límites.
Lo malo de este año 2015 es que quienes deben estimular se lo van a pasar dando mítines. Los que tienen que aportar claves, trabajar para que se cumplan e inspirar a una sociedad a la que le urge modernizarse, seguirán incluyendo una ‘@’ delante de su nombre como máximo signo de digitalización.
Y mira que este 2015 la recuperación esa de la que hablan y bajo los términos en los que la definen se producirá. Más como consecuencia de los procesos de ajuste que han situado a la demanda interna en condiciones de volver a crecer y por el impacto de shocks externos de carácter transitorio. Hablamos de la bajada de los tipos de interés a largo plazo, la caída del precio del petróleo, la bajada de impuestos en según que puntos y la depreciación del euro frente al dólar.
De nuevo, ante nosotros, oportunidades de generar un escenario de crecimiento. De nuevo, ante todos, la opción de aprovecharlo para amontonar ladrillos en cada esquina y especular con ellos o, por el contrario, la de construir futuro a partir de la tecnología, la sociedad del conocimiento y el crecimiento digitalizado como hacen e hicieron otros.
Convertir un país en líder en innovación no es algo que se pueda poner el programa electoral de los próximos cuatro años, es un pacto de estado, algo genérico y que debe desdoblarse en el tiempo e independiente a los gobiernos puntuales. A los que les está saliendo así lo hicieron y lo mantienen.
¿Dónde hay más innovación que genera riqueza? ¿dónde esa innovación genera empleo, liderazgo y competitividad tecnológica? Allí donde el modelo startup es un modelo creíble y defendido, no sólo una moda. Allí donde el ecosistema de creación de empresas tecnológicas con emprendedores de alto potencial de crecimiento, repito, startups, es algo consustancial con programas públicos y privados, donde equivocarse es un valor añadido y donde las trabas a la propia idea de innovar no existen.
El segundo escenario de startups más potente del mundo por detrás de Silicon es Israel. Un diminuto pais que también es el que cuenta con más compañías cotizadas en el NASDAQ, solo por detrás de los EEUU. Con apenas ocho millones de habitantes, geográficamente ubicada en una enredadera, lejos de todos los centros de negocio y finanzas del planeta, es sin embargo el referente en startups del planeta tras California.
Tel Aviv, Israel en su conjunto, convirtieron las dificultades, su propio momento complejo, su crisis de hace dos décadas en una oportunidad evidente. Desde legislar a favor del Venture Capital, hasta el trabajo de concienciación al inversor tradicional israelí que hacerlo en tecnología y startups era una apuesta de Estado. Eso sucedía en los años 90, cuando todo esto era una especie de discurso hipnótico que entendían pocos. Muchos países decidieron poner ladrillo sobre ladrillo y otros, el entorno de Tel Aviv, pusieron bits, sobre bits.
Fondos impulsados desde órganos públicos marcaron el camino que luego otros siguieron. Las startups necesitan de financiacion continua para crecer rápidamente y hacerlo a costa de pérdidas. Evangelizar sobre eso no es sencillo y en el caso israelí salió bien. The Yozma Group fue el primer fondo de Venture Capital impulsado por el Gobierno de Israel en Enero de 1993. Hace mucho pero fue pionero y público. Luego vinieron otros y ahora es un hervidero.
España tiene de todo, incubadoras, aceleradoras, capital riesgo, atractivos para inversión, talento, ideas, ambición entre los creadores, emprendedores, innovadores, empresas capaces de apostar por todo ello. Sin embargo sigue sin hoja de ruta. Una ruta que nos debe llevar a una estación parecida a la que otros ya rozan y que lo hacen gracias a estrategias claras, bien pensadas, fuera de tácticas electorales y, sobretodo, sacrificando la riqueza inmediata y de barro que suponen modelos de crecimiento de juguete y peligrosos y sacrificar esa velocidad inicial por una economía escalable, inteligente y de alto valor tecnológico.
Que ya no llegamos a la fiesta a tiempo es casi evidente, pero que más vale tarde que nunca, también.
Olvidense de replicar 'Silicon Valley', no les va a salir.
En un interesante artículo recientetitulado ‘Why Silicon Valley Shouldn’t Be the Model for Innovation’, Dan Breznitz critica el grado de desconocimiento de los responsables políticos y legisladores cuando hablan de ‘crear un Silicon Valley’ en cualquier esquina de sus países como si eso de replicar lo que sucede en California fuera tan sencillo como buscar un polígono industrial en sin usar.
Que los que dirigen el barco no tienen ni idea de por donde va todo es cada vez más evidente. Con el tema de los ‘siliconsvalleys clon’ es de traca. Haberlos los hay. De hecho en la revista que dirijo, Westinghouse Future Economy, hay una extraordinaria sección a cargo de Ricardo Moreno que cada mes se hace eco de algún ecosistema que, guardando las diferencias, si está trabajando y circulando dinero y talento tecnológico para que algún día no muy lejano se les pueda comparar con el ‘original’.
Sin embargo, lo dicho, eso de replicar cosas que llevan decenios siendo lo que son, donde el esfuerzo ha sido por todos lados y donde la manera de entender la vida, los negocios, la vinculación de universidad y emprendedores, la innovación, el riesgo y el sentido del fracaso es muy distinto al de otros lugares. Sería incluso una mala idea plantearlo como objetivo.
Se les llena la boca, con eso de ‘el Silicon Valley’ de ‘nosedonde’ del Sur, o el del ‘vetetuasaber’ del mediterráneo. Que no, que no es necesario, que se puede trabajar en otro sentido, pero que hay que trabajar y hacerlo con criterio, luces largas, creyéndotelo y no porque se acercan elecciones o viene tu primo comisario de alguna institución europea de turno.
Y es que replicar Silicon Valley en términos de innovación es imposible y además no puede ser. Y casi diría que eso es bueno. Cada ecosistema debe tener sus propias palancas. Pero debe tenerlas. Lo peor, como siempre, es saber quien las pone para impulsar y no en las ruedas como se suele ver, visto lo visto.
Normalmente, ni remota idea de lo que tienen entre manos o de lo que podrían hacer. Es tristísimo ver como a los ‘responsables’ de llevar un país hacía un modelo productivo tecnológico, que se debería prepararse para un mundo automatizado, robotizado y con un cambio notable en las cadenas de valor, todo les suena a ‘aurora boreal’.
Como dice Breznitz ‘el mundo ha cambiado drásticamente, pero nuestra comprensión de cómo funciona la innovación y quién se beneficia, no ha podido cambiar con él’. Por eso hay lugares que lo sufren más que otros. La producción y los servicios se han fragmentado. Las etapas de producción se coordinan y encajan de modo atemporal y aterritorial. Todo está en red y se especializa de manera regional con, cada vez, etapas de producción más definidas según el lugar. ¿Qué tal si nos vamos especializando en algo?
Para los que estén estos días pensando en esas políticas activas (a cinco meses de elecciones es difícil que estén pensando en algo que no sean ‘sus cosas’) deberían de saber que hoy en día ‘un país ya no puede sobresalir en todas las etapas de desarrollo de la producción, que hay que repensar lo que significa el crecimiento basado en la innovación y cuáles son las mejores estrategias para la inversión pública y cuales los estímulos privados que se deberían de tener en cuenta.
¿A que se dedica España por ejemplo? ¿Y Europa? Así de simple. Nos hacemos la pregunta y cuesta responder. En comunicación, los grandes te dicen que ‘si no eres capaz de definir tu empresa con una frase es que no la tienes clara ni tú’. Pues eso.
Silicon Valley creció en importancia a partir de los años sesenta y setenta por ser el lugar donde los empresarios desarrollaron nuevas ideas y los convirtieron en bienes y servicios producidos en masa. La innovación y la producción se sumaron gracias al impulso que se les dio por todos lados y por la creencia que lo mejor para que una empresa innove y crezca es ‘dejarla hacer y molestarla poco’.
Otra cosa es la filosofía empresarial y emprendedora. Allí durante mucho tiempo se trabajó en común, juntos, si no por la misma empresa, por lo menos dentro de aquel ecosistema (producción de chips de silicio dio a la región su nombre), donde empresas como Apple, Seagate, Hewlett-Packard e Intel crearon un número impresionante de nuevos empleos, bien remunerados, todo dentro de las fronteras de aquel país. El testigo omnipresente fue el sector educativo, pero no como ‘creador de becarios’ sino como agente activo. Una legislación facilitadora y la filosofía de todos ellos creó lo que ahora es aquel lugar, con sus cosas buenas y sus muchas cosas malas también.
Silicon Valley ya no es una fábrica de chips, en su lugar ahora es una fábrica de ideas, todas ellas innovadoras. Allí se piensa el futuro constantemente y se financia y facilita para que ello suceda siempre de la mano de las empresas de allí. Luego, como hace haría un Hollywood Tech, exportan sus innovaciones como fases de producción que se construyen por todo el planeta.
La innovación se transmite como un virus cuando afecta a todos los actores implicados. Las empresas taiwanesas necesitan innovar constantemente para mantener su posición en la cadena de fabricación de esos chips que precisan en las empresas del valle. Saben que en el momento que algo falle o envejezca, las empresas de Silicon Valley elegirán a sus competidores de otra parte del mundo. No es sólo un tema de hacerlo barato, que también habría que revisarlo todo.
Básicamente por eso, Taiwan por ejemplo, es como un Silicon Valley cara B que se dedica a innovar para que las ideas innovadoras importadas de las startups de Estados Unidos se hagan realidad física cada vez mejor y más eficientemente.
Casi apostaría más por ser Taiwan que por ser California en algunos casos. La mayoría de las nuevas empresas de Silicon Valley tienen relativamente poco personal, mucho ingenieros de élite, diseñadores, desarrolladores e inversores pero con la producción fragmentada a nivel mundial. Superchulo. Harvard defiende que la excelencia en la invención y descubrimiento, en las primeras etapas del proceso de innovación, no garantiza el crecimiento económico sostenido y generalizado.
Interesante pensarlo, no sea que estemos solo creando ‘ecosistemas’ de ideas que no va a haber quien las lleve a cabo y estemos dejando de lado algo más de tecnología ‘industrial’ que bien podría ser motivo de cambio de modelo de crecimiento.
La descomposición de la producción significa que hay múltiples maneras para que los países logren un crecimiento basado en la innovación sostenible. Esto no debería ser una noticia maravillosa para los responsables políticos, porque significa que ya no tienen que ser esclavos de un modelo económico en el extranjero que nunca va a funcionar en sus países. Seria trabajar en adaptar lo que tienes poco a poco para convertirse en un modelo innovador basado en la realidad.
Si alguien de los ‘supertacañones’ me lee, que sé que sí, decirles que hay mucha gente dispuesta a echar una mano y empujar para definir ese futuro inmediato y urgente. Si estás ahí, ¡manifiestate!
Oportunidad para pequeños inversores
A finales de noviembre Openshopen finalizó la ronda de inversión prevista con éxito tal y como se hizo eco la prensa. En gran medida la entrada de un socio de referencia tecnológica, que nos está impulsando en el gigantesco y complejo mercado africano, supuso la casi totalidad de la misma y dejó casi sin opciones a aquellos para la que estaba destinada, los pequeños inversores.
Por esa razón y debido al interés mostrado por un buen número de pequeños inversores a los que el ‘ticket’ mínimo de entrada dispuesto les era superior a sus expectativas, el Consejo de Administración ha decidido abrir la ronda prevista para 2015 con un tramo ‘puente’ inicial para este tipo de posibles interesados que difícilmente podrían atender su interés cuando la abramos completamente. La barrera de entrada ahora es muy asequible para quien quiera entrar en modelos de inversión tecnológica sin grandes cantidades en juego.
El equipo financiero ya se ha puesto en contacto con algunos de los que se mostraron dispuestos si volvíamos a abrir otra ronda, puesto que el volumen no será muy alto y la oportunidad ahora es muy buena. El consejo ha definiendo un número determinado de estos posibles inversores y de menor importe entre los que si quieres estar puedes ponerte en contacto conmigo aquí y nuestro equipo te informará de cuanto precises.
Si la ronda ‘seed’ que hicimos hace dos años sirvió para definir y poner en circulación un gran producto, si la segunda que finalizó el pasado año fue para desarrollar negocio y apuntalar la tecnología, esta tercera que empieza con este tramo inicial para pequeños inversores, se destinará a comunicación focalizada, conceder gasolina a los contratos firmados con diversas instituciones y corporaciones y para la implantación de acuerdos y equipos en cinco países más de los 10 en los que ya estamos.
La verdad es que Openshopen, tras la adquisición por TheEtailers, es ahora una gran familia. Me siento tremendamente agradecido a los inversores que desde el principio apostaron por nuestro proyecto y que día a día siguen ayudando y estimulando todo cuanto somos. Hacer una empresa grande se puede lograr de muchos modos y una es gracias a los socios que la sientan un poco suya. Este es el propósito.
En el día de hoy, aparte de los Partners locales en esa decena de países, también tenemos parte del equipo de Barcelona desplazado en Lagos, en Bogotá y en Rio de Janeiro. Todos ellos, lejos de casa, siguen aportando el valor principal de Openshopen: espíritu de sacrificio y amor por el comercio electrónico, pasión por cuanto se puede lograr en eso de acercar la tecnología a las personas, de facilitar su acceso. Nuestro patrón: que vender por Internet sea fácil.
Lo dicho, si te interesa ser parte de este gran proyecto, un sueño que se está haciendo realidad y que seguirá creciendo bajo la batuta de Santiago Sánchez, tienes ahora una oportunidad. Pídeme información, yo mismo o el equipo te la ofreceremos. Como te decía, el ticket de entrada es puntulamente bajo y asequible en esta ocasión puesto que el tramo del que hablamos no es muy grande.
Tecnología en un móvil para que vean los invidentes
Imagina una aplicación para smartphone que permitiera ver a una persona ciega. De algún modo ya existe. Al igual que hiciera en su día el francés Louis Braille ideando el sistema de lectura y escritura que lleva su nombre, Hans Jørgen Wiberg, un discapacitado visual sueco, presentó en el evento Startup Weekend en Dinamarca hace un par de años su propio ‘sistema Braille’ aprovechando la tecnología socializada que permite el uso compartido de datos, imágenes y la conexión entre personas.
La App ‘Be My Eyes’ busca facilitar la vida a las personas con ceguera, conectándolos con asistentes videntes a través del teléfono. El ciego pone su teléfono frente a lo que necesita ‘ver’. Un espacio desconocido, una información que no puede leer, un color o una persona. Lo que sea y otra persona se lo describe al detalle.
Elegir entre un número de objetos el que desea la persona invidente o saber fechas de caducidad son aspectos de la vida tremendamente sencillos para quienes tenemos visión pero son retos diarios que podrían ser mucho más sencillos bajo este punto de conexión socializada y solidaria. A través de una llamada de vídeo directo sin coste ya que utiliza canales de datos, la aplicación concede a las personas ciegas la oportunidad de conectar con un voluntario que esté disponible y le ayude, describiendo cuanto ve por la cámara de su teléfono aquello que tiene frente a él. De esta manera, mediante el trabajo en común ambos son capaces de resolver cualquier situación.
Y es que no hay límites para la tecnología social. Ya no se trata de poner en contacto conductores privados y pasajeros, ni de conectar propietarios de viviendas con potenciales inquilinos eliminando la cadena de intermediarios ya sean taxis, hoteles o lo que sea. Hablamos de tecnología que responde a un criterio y funcionamiento similar pero cuyo fin es otro. El modo es el mismo y el efecto, en este caso, espectacular. Sin embargo hablamos de que hay espacios digitales que ahora permiten interacciones que antes eran impensables. Ya lo vimos con las academias de idiomas que poco a poco irán socializándose.
Muchas personas con una necesidad. Miles de potenciales actores dispuestos a ofrecer el servicio. Una plataforma que conecta y une ambas realidades. Desaparicion de la cadena de valor. Por otro lado, una cadena que en este caso ni existía, o sencillamente era inasumible.
Ya hace tiempo que iPhone es de uso relativamente sencillo para las personas ciegas. Tiene una característica llamada VoiceOver que permite utilizarlo gracias a una voz sintética y una ‘interface’ basada en el contacto. La experiencia de uso es realmente prodigiosa y ha acercado correos electrónicos, redes sociales, y aplicaciones diversas a a todo el mundo independientemente de su estado de visión. En este caso, esta aplicación permite que via VoiceOver se disponga todo el proceso de ‘Be My Eyes’.
Por cierto, si alguien hace un mal uso de la plataforma o de lo que se espera de la misma, la propia red los excluye. También, a partir de septiembre de este mismo año, iniciaran el modelo de negocio que, aunque todavía no se ha lanzado, girará entorno a la suscripción de quien desea ‘ver’ y el pago comisionado de una parte de aquellos que describen.
Veo cien modelos de negocio más y, tal vez, muchos vinculados a cosas que me tienen tremendamente ocupado estos meses como el M2M, la IoT, el Big Data o el ‘negocio predictivo’.
Seguro que seguiremos hablando de esta derivada tecnológica que espero, nadie, encuentre que precisa de leyes, permisos o meriendas diversas. Que de todo hay.
Si nunca bajara el paro ¿que sucedería?
Sabemos que la mitad de los empleos que ahora existen serán automatizados en apenas quince años. El mismo tiempo en que únicamente apenas un centenar de personas acumularán el mismo dinero que la mitad más pobre del planeta. Diríamos que, si no lo remediamos, la automatización del mundo no hará más que amontonar la riqueza en manos de unos pocos.
Hay tres aspectos que podrían darnos las claves para amortiguar el cambio inminente y que lo haga menos dramático. Tenemos conocimiento de que las máquinas aprenden, se estructuran en red y, además, abaratan todo. Los robots son la sublimación de la eficiencia y, por ese motivo, serán capaces de apartar de un puesto laboral a cualquiera que realice una tarea susceptible de ser sustituida.
El ‘machine learning’ ya no solo es capaz de disponer de algoritmos para procesar en tiempos casi imperceptibles, sino que lo puede hacer con cantidades de datos totalmente descomunales hasta llegar a deducir. No hablamos de lógica sino de conceptos. No estoy hablando de un capítulo de alguna trilogía de Asimov, hablo de algo que ya es real, se está derramando por nuestra vida cotidiana y que representa la capacidad de una máquina para aprender de la experiencia.
Por otro lado las redes entre máquinas sustituirán las que ahora suponen el paisaje actual. Redes entre humanos y redes sociales darán paso a redes entre máquinas. El mundo de los sensores es la antesala. Apostar por empresas que ahora mismo están desarrollando aplicaciones que permiten el diálogo entre personas y máquinas o de máquinas entre si, es una buena apuesta. En breve los aviones, los hospitales, las compañías energéticas, el tráfico, las ciudades, algunos procesos administrativos, la enseñanza y mil campos más retirarán personas e incorporarán sensores. El salto se avecina y la fisonomía de nuestro mundo no se va a parecer en nada al actual.
La tercera arista de este cambio tiene que ver con las redes de robots. Ahora mismo todo esa evolución sigue detenida en el ámbito legal, político o administrativo. El miedo a perder el control instalado en las clases dominantes evita que sea real. Ya pasó con la imprenta. Se pensó que el conocimiento y los avances permitirían a todo el mundo leer y eso, por derivación, influiría en cultura. Cultura que empoderaba a los siervos. Sucedió con otras revoluciones. El ferrocarril permitía a la gente moverse con facilidad, los hacía conocedores del mundo, de su entorno más lejano. Aparecieron los exploradores cotidianos y con ellos el riesgo de comparar. A los que mandan no les gusta que los comparen.
Ahora, el salto está a pocos metros. Es un salto al vacío del que ya no podemos tirarnos atrás. En Estados Unidos hay robots que recogen lechugas por si solos en base a un pedido recibido por Internet. Un pedido que ha hecho una nevera inteligente. Son los Warehouse que empresas como Kiva ya tienen listos y preparados para comercializar. Su robot-nevera descubre que falta algo, selecciona el proveedor que no es más que un software, éste comprueba que no tiene en stock, lo solicita a otro software que a la vez ‘ordena’ a un robot que lo recoja y que en apenas unos segundos lo suba a un vehículo autopilotado. No es ciencia ficción, repito, verlo como tal es cerrar los ojos a un hecho que ya se está produciendo con prototipos. En algunas partes de este proceso hay eslabones que son ya cotidianos por cierto.
Al igual que ricos y pobres serán como siempre ha sido las dos partes de este pastel, la eficiencia y el ahorro económico mandará en la hoja de ruta global que vivirá este mundo en muy poco tiempo. Si algo es más barato, más rápido y más ecológico será.
La velocidad en la que nuestro mundo avanza es de tal magnitud que la década de los cincuenta del siglo pasado es el pleistoceno. Haced el esfuerzo, comparad. Pero no lo hagáis mirando Facebook o Google sólo. No lo hagáis pensando en lo accesorio. No tiene que ver con un ‘likes’, ni con smartphone, ni tan siquiera con la televisión interactiva, ni tampoco con los mapas y sus satélites. No tiene que ver con nada de todo eso o tiene que ver con todo. No es sólo tecnología, que también, es comportamiento social. Es la relación de todos nosotros con un mundo invisible que nos rodea por todas partes y nos atraviesa.
Cada vez son más los productos que pasan a ser servicios por el poder de la digitalización. El abismo se agrandará entre ambos escenarios laborales pues mucho de lo que hay que producir ya no es preciso hacerlo. La última etapa de la automatización va a llevarse por delante casi todos los empleos conocidos.
De todo esto sólo me preocupa una cosa. Como explica The Economist ‘la prosperidad desatada por la revolución digital ha ido mayoritariamente a los dueños del capital y los trabajadores de mayor cualificación. Durante las últimas tres décadas, la participación del trabajo de la producción se ha reducido a nivel mundial del 64% al 59%, a la vez que los ingresos acumulados por el 1% más rico ha aumentado de alrededor del 9% al 22%’
No va a bajar el paro. Es algo que ya no puede suceder. Se sucederán cifras de vez en cuando, altibajos provocados por diversos aspectos de la economía tradicional, estacional o política, pero serán simplemente pinceladas que no compondrán el cuadro real. El ‘big picture’ es de otro calibre.
Los países ‘de vanguardia’ a los que les pilla esto con más de una cuarta parte de su población activa en paro se les plantea un futuro inmediato de mierda. Hay tiempo para reaccionar, lo que no hay es clase dirigente para establecerlo.
El desempleo está en niveles alarmantes en casi todo el mundo rico, y coinciden muchos organismos e instituciones que ya no sólo es por razones cíclicas. En 2000, el 65% de los estadounidenses en edad de trabajar lo hacían; desde entonces, la proporción ha caído igual en años de bonanza que en años de crisis hasta el nivel actual de 59%.
Estas tendencias se producen en todas partes. Durante el Foro Económico Mundial de Davos se certificó una cifra elocuente. Ahora mismo, ya casi sin esperar esas dos décadas que comentaba al principio, los 85 tipos más ricos del planeta acumulan una riqueza combinada similar a las de los 3.500 millones de personas más pobres del mundo. Que la riqueza del 1% de la población rica equivale a 65 veces la de la mitad más pobre. Esto va en serio.
El efecto de la automatización debe ser bueno, pero debe ser capaz de repartir, de crear justicia social, de equiparar oportunidades. No es lógico que no sea así. Siempre fue así. Los avances tecnológicos ayudaron a reducirlo. ¿Por qué no ahora?
Aunque sea por un puro hecho egoísta, sino queremos atender a lo que pasa por el mundo y solo queremos mirarnos al ombligo, pensemos que el ritmo de destrucción de empleos automatizables es superior, muy superior, al que los que puedan ser reemplazados por las nuevas tecnologías. Normalmente en un ciclo lógico de modernidad, cuando las nuevas tecnologías desplazan a las antiguas, se reemplazan los trabajos antiguos por otros nuevos. Pero esta vez, ese ciclo es unilateral. Durante mucho tiempo, probablemente para siempre, habrá muchos menos puestos de trabajo que se crean en la nueva economía basada en la información que en la anterior basada en la fabricación.
La tecnología ayudará a distribuir mejor, automatizará para vivir más cómodamente. Que todo ello se produzca sin traumas ni fracturas depende más de ordenar el crecimiento que de prohibirlo. Cada vez que una administración prohíbe, complica o multa a una aplicación de economía social, cada vez que un gobierno retrasa la aprobación de leyes que permitan el avance en coches autopilotados, drones o lo que sea, lo que logran es estimular las diferencias y la quiebra de dos mundos. Dejen que los avances lleguen a todos, legislen en su tiempo y no en el de otros, haganlo pues el futuro ya llegó aunque ustedes no se dieron cuenta. Aun hay tiempo. Si lo hacen, un mundo robótico se desplegará adecuadamente entre todos. Si siguen empecinados en sus guerras de juguete y sus luces cortas, harán que mucha gente sufra.
Startups a tener en cuenta en 2015
El listado que acompaño representan algunas startups irlandesas que, al igual que Silicon Republic, considero que se deberán tener en cuenta durante 2015. Serán objetivo de inversión para muchos obviamente y por eso me interesan especialmente puesto que el próximo mes presentaremos el fondo de inversión especializado en startups que, o bien están ubicadas en Irlanda o bien tienen en su road map pasar por aquí. El objetivo es invertir en empresas que ya puedan estar en el punto de mira de los principales actores del mercado británico y norteamericano. Dublín es un foco clarísimo para los emprendedores tecnológicos que no oculten su plan de expansión en el mercado más grande y estimulante del mundo o bien dando el salto o, como en muchos casos sucede, atacándolo desde la capital de la isla esmeralda. Ahí van:
WholeWorldBand
Es una aplicación para iPhone e iPad. Permite que cualquiera pueda hacer fácilmente música o vídeos y compartirlos en todo el mundo. Su uso es como entrar en un estudio de grabación virtual donde los fans de un músico pueden unirse a una sesión de grabación existente y aportan una voz, una parte instrumental, visual, o cualquier cosa factible de ser sumada. Es como una versión en colaboración, multipista y para YouTube. Fueron los ganadores a la mejor App por el uso innovador de la tecnología en Marketing Digital 2014 de los Premios EirCom. Actualmente WholeWorldBand ya está siendo utilizada por pesos pesados de la industria musical como Ronnie Wood (Rolling Stones), Stewart Copeland (The Police), Phil Manzanera (Roxy Music), Dave Stewart (Eurythmics) y New Model Army, así como miles de principiantes y músicos que colaboran juntos de forma asíncrona.
NVMdurance
Una compañía de tecnología de optimización de flash basada en Dublín que tiene la intención de desbaratar todo el mercado de almacenamiento de que actualmente soporta 28 mil millones de dólares. La tecnología de la empresa extiende la vida útil de los discos de almacenamiento flash de estado sólido en más de 20 veces al extender la resistencia de la memoria flash en chips nm 1x. La memoria flash se está convirtiendo en el medio dominante para el almacenamiento no volátil, es decir, las cosas que mantiene sus datos cuando se apaga el equipo, pero después de un cierto número de lecturas y escrituras de memoria flash simplemente se desgasta. Este llamado problema de ‘resistencia’ castiga el negocio de memoria flash y está retrasando su crecimiento. NVMdurance fabrica memorias flash que duran hasta 20 veces más. Nadie hace esto en el mundo.
Restored Hearing
La startup de la salud auditiva. La misión de Restored Hearing es aliviar el sonido tinnitus que se produce en los oídos de muchas personas. El objetivo de reducir los ruidos en los oídos por 15% en un mes utilizando su tecnología cinco minutos diarios. Recuperar el silencio para algunas personas es la clave. Están señalando a los enfermos de tinnitus en todo el mundo, unos 300 millones, especialmente a los que están ubicados en los EE.UU., donde organizaciones como la American Tinnitus Association y otras asociaciones ya han mostrado interés.
Pocket Anatomy
Es una aplicación galardonada en varias ocasiones y que sería como la solución de software visual 3D de bolsillo en temas de anatomía. Algo así como el Google Earth de la asistencia sanitaria, facilitando la comunicación médico-paciente diagnósticos y promover la comprensión personal de la salud. Ya está siendo utilizada por 250 mil estudiantes y educadores, así como 50 instituciones educativas en los EE.UU. El objetivo de la compañía es llevar la tecnología subyacente y hacerla más relevante y significativa para el mercado del paciente, facultando a los mismos a entender y manejar su propia salud y bienestar. Están en la incubadora NUI de Galway.
Artomatix
Esta me encanta y conozco bien el proyecto. Se trata de un proyecto que nace del Trinity College de Dublín cuyo equipo ha construido un sistema de inteligencia artificial con la creatividad artística similar a la humana. La tecnología funciona de tal manera que una vez que se suministran datos de artistas, Artomatix Estudio genera entonces nuevas expresiones artísticas sobre la base de estas entradas. El mercado es muy amplio y, aunque parezca chocante, muy nutritivo. La industria del cine, los videojuegos y derivados suponen más de 500 millones de euros en el este entorno y donde crear ‘artísticamente’ de manera autónoma y automática también es muy necesario.
Aylien
Ubicados también en Dublín, está aplicación se centra en soluciones de inteligencia artificial para dar solución a los problemas de creación de noticias y medios de comunicación. Se parecen mucho a una de las empresas que ya hemos invertido, Cilenis, pero digamos que su potencialidad anglosajona los hace muy interesantes. Procesamiento del lenguaje natural, máquina de aprendizaje y herramientas de recuperación de información para extraer ideas y significado a partir de documentos con facilidad. Ya ha recibido 500.000 dólares de SOSventures.
Herdwatch
En un país donde a las vacas se las llama ‘happy cows’ cualquier tecnología que se aplique a la ganadería es algo a tener en cuenta. Esta startup tecnológica apuesta por un CRM móvil para vacas basado en la nube para evitar a los agricultores y ganaderos horas de papeleo permitiendo grabar eventos agrícolas y animales directamente en un smartphone, tablet o PC, en cualquier momento y en cualquier lugar. En Irlanda los agricultores son un gremio muy alfabetizado y técnicamente son un grupo muy potente. Herdwatch es la primera solución multiplataforma totalmente aprobada por el Departamento de Agricultura. Es capaz de gestionar datos y ofrecer predicciones de información requerida, de tipo legal o técnico.
ThankFrank
ThankFrank.com es una plataforma de búsqueda de compradores sociales inteligentes basada en una economía de la gratitud. Ofrece una manera fresca de decir gracias por un consejo. ThankFrank subasta varias oportunidades de patrocinio limitado y la comunidad activa ayudas a estas empresas patrocinadoras a cambio. ThankFrank.com recoge todos los ingresos recaudados en nombre de toda la comunidad y lo deposita en la ‘Comunidad Cache’ que paga por descuentos de los usuarios cada mes. Cualquier consejo que recibe un ‘Gracias!’ consigue un pequeño descuento comercial, totalmente gratis, por lo que vale la pena dar buenos consejos. Funciona con cualquier plataforma social.
Pubble
Esta startup es el prototipo de proyecto que se instala en Irlanda y tiene todas las de la ley para dar el salto sin moverse de aquí. Un servicio web que añade una capa social a cualquier web de empresa y las ayuda a desarrollar una fuerte participación de la comunidad de la compañía. Pubble ocupó los titulares cuando se convirtió en la única compañía de la isla incluida entre las 11 que de 1500 que se presentaron lograron presentar su proyecto en el London TechStars 2014.
DisplayNote
Esta empresa de tecnología la conocimos en Belfast y está planeando irrumpir en el mundo de la productividad y la colaboración con su nueva aplicación llamada Swoodle. DisplayNote desarrolla tecnología que está diseñada para hacer más fácil a las personas presentar, compartir, conectar y colaborar en tiempo real a través de pantallas de gran formato, de escritorio y dispositivos móviles. El pasado octubre recaudó 1,25 millones de euros Bank of Ireland Kernel Capital Venture Fund, uno de los más activos en rondas A. El cliente potencial son presentadores, profesores, fabricantes que precisen visualizar de manera interactiva. La compañía se ha asociado con algunos de los mayores fabricantes del mundo de la tecnología de visualización, incluyendo NEC, BenQ y el Sáhara. Los productos de DisplayNote ahora están disponibles en 22 idiomas, distribuidos a nivel mundial.
Sediccii
La compañía ubicada en el campus Waterford Institute of Technology ha desarrollado una tecnología que autentifica a los usuarios sin la necesidad de transmitir información privada a través de Internet o que tenga que almacenar esa información sensible en los servidores. Sedicci utiliza un protocolo llamado ‘zero knowledge proof‘. Al eliminar la necesidad de transmitir y almacenar información privada, Sedici aumenta la seguridad en la identidad y reduce el riesgo derivado. Están trabajando actualmente con las organizaciones que requieren solo la autenticación de inicio de sesión para múltiples aplicaciones internas o que almacenan actualmente grandes volúmenes de datos de usuario personales sensibles. Conozco como funciona este tipo de gestores de identificación en temas aeronáuticos y por eso me interesa mucho como podrían aplicarlo a esos mercados verticales como líneas aéreas, banda ancha de telecomunicaciones, servicios públicos, agencias de gobierno y banca minorista. De las más interesantes.
Del 'huevo' de Google al lujo de Mercedes-Benz
Al hablar de coches autónomos, que no precisan de conductor, siempre surgen ‘críticas’ acerca de la revolución que supondrá en el estatus concedido a esta máquina. Se suele decir que, a parte de los temas organizativos, los límites legales y la complejidad de interpretar la superficie comparativamente a lo que un satélite puede entregar, que en el futuro inminente deberemos enfrentarnos a una batalla sociológica acerca de lo que supone tener un modelo u otro, de mayor o menor potencia o lo que sea.
Vayan preparándose. Ya no es sólo un tema tecnológico. De hecho pronto dejará de tener relevancia el asunto del combustible que utilizan o derivados similares. El petróleo está en su guerra particular mientras la historia avanza por su propia vereda. El asunto de tener una extensión mecánica de cada uno de nosotros, limitada a una marca o modelo, con mayor o menor potencia, con mejores acabados y con aspectos de aurora boreal, también cabe y bien en el asunto de los coches autopilotados.
Miren este Mercedes Benz que se acaba de presentar en el Consumer Electronics Show de Las Vegas. Se trata del F015 Luxury in Motion. Un concepto de vehículo de lujo y de autoconducción elegante. Esto ya no va de ‘el huevo’ que Google ha puesto en la antesala del futuro, no es un juguete por ordenador, es algo más. Es el posicionamiento de uno de los grandes del lujo y el motor.
Lo que para mí es más importante de esta presentación es que Mercedes demostró que no hace falta ser una empresa de tecnología para producir un modelo de autoconducción ejemplar. De hecho, la marca alemana no plantea el coche éste como un medio de transporte que te lleva de un sitio a otro, sino que te lo plantea como un salón de lujo, una especie de ‘retiro’ de tipo privado.
Ya hemos dicho que Google está pensando más en convertirse en el sistema operativo global del movimiento automático que en producir coches que vayan solos. De hecho es fácil de ver que la inversión que hicieron en Uber va por esa vía. Millones de ojos verificando superficie y correspondiéndole con su Google Earth. Digamos que mientras prueban todo eso poco o nada les importa que otros estén desarrollando coches de este tipo, pues en realidad, lo que buscan es que todos vayan bajo sus ‘mapas’ reales.
Ahora ha sido Mercedes, también hay algo en Volvo, Audi y otros. En breve utilitarios baratos mostrarán sus modelos automatizados. Esto va a ir muy rápido. Algo así como cuando a mediados de los noventa veías un Motorola y te ponías cachondo. En dos años, leyes y usuarios se pusieron de acuerdo. Era normal y económico. Ahora, ¿quién recuerda el Pleistoceno del ‘moviline’?
La conducción autónoma cambiará nuestra sociedad de punta a punta. Preparen sus pupilas. El coche está creciendo más allá de su papel como un simple medio de transporte para convertirse en un espacio de vida móvil. La metáfora sobre el teléfono fijo y el ‘otro’, asusta o emociona, depende del rollo que lleves con todo esto del progreso robótico.
El cuatro plazas F015 Luxury in Motion cuenta con un aspecto elegante y futurista, pero lo mejor del interior es el diseño de la butaca del ‘no conductor’. Los cuatro sillones pueden mirar hacia delante por si el conductor quiere tomar el control, pero en general los dos asientos delanteros se girarán de cara a los asientos traseros, para crear un ambiente más íntimo y social. Otro puntazo son las seis pantallas que generan el verdadero ‘espacio de vida digital’, proporcionando a los pasajeros la posibilidad de interactuar con el coche a través de gestos o el tacto.
Fijaros en el video de arriba. Se intuyen cosas que, cuando los coches vayan solos, sucederán. Si ya sabemos que nadie irá ‘por donde quiera’ sino que un cerebro multiruta global nos obligará a ir por donde sea más rentable, rápido o eficiente medioambientalmente, también será interesante ver como el coche se relacionará con su entorno. Por ejemplo con los peatones. Si el vehículo ve un tipo que quiere cruzar, el Mercedes este proyecta con laser un paso zebra delante y se detiene. Le da el ritmo necesario al peatón y cuando ha pasado, apaga y vámonos.
Según Mercedes-Benz, el sistema híbrido eléctrico del coche permite que se puedan recorrer más de mil kilómetros con cero emisiones. Ojo con esto. Se dice que veremos este vehículo, o sus adaptaciones más comerciales, a mediados de la década que viene. Estarán circunscritos a territorios preparados y con leyes que entiendan el momento. Veremos que impulso toma todo. De momento pensemos, por comparar cosas impensables, en como imaginábamos el futuro en 1997. Al buscar algo en Internet no lo podías hacer tecleando ‘google’, todavía no salía nada.
Robots que prefieren libros de papel
En la Biblioteca Nacional de Noruega se encuentra el bibliotecario más rápido y eficiente del mundo. Una especie de entramado complejo y robotizado que a simple vista parece una película de ciencia ficción. Almacena y recupera todos los libros de manera automática. En menos de medio minuto una grúa mecanizada se mueve hasta localizar tu demanda o, al contrario, para retornarla a su punto de origen. Y no es el único lugar del mundo que utiliza este engendro. La Universidad de Missouri, la biblioteca robot de la Universidad Macquarie de Australia o la subterránea Biblioteca Joe and Rika de la Universidad de Chicago son otros ejemplos.
Gracias al sistema creado e implementado por Dematic se pueden almacenar más de tres millones de libros. Parece extraño que en el mundo de los datos, en la era digital donde el papel da paso a los bits, en la época donde se discute el papel como soporte, la robótica esté concediendo una nueva vida al libro tradicional.
Pero de eso se trata. De eficiencia. Se puede modificar la cadena de valor y sin embargo tener oportunidades en los propios procesos. Este híbrido entre un futuro automático que salvaguarda objetos tradicionales conjuga la metáfora de nuestro tiempo. Si evidente es que nuestro futuro explora todo lo que sea digital y eliminará aquello que no se pueda soportar bajo el criterio de la Nueva Economía, también es cierto que algunos procesos podrían salvarse si en ellos interviene la ‘mano’ de un robot.
Como si de una cadena de montaje de automóviles se tratase, esta trama de vías y carriles, verticales y horizontales, representan ese juego entre lo nuevo y lo viejo, entre lo que se queda atrás y lo que vendrá, pero lo hace con un sutil dato a tener en cuenta: el uso de la tecnología podría ser la clave de una convivencia entre un mundo en decadencia y uno nuevo que deberá inspirarse en él para ser mejor.
Estoy seguro que echaremos de menos vagabundear por las estanterías de una biblioteca. Revisar, ojear y chafardear entre libros y contraportadas. Pero a eso si que deberemos renunciar a cambio de una información detallada, previa y exacta, de lo que nos conviene leer, nos encantará leer y además sabremos perfectamente cuando y como hacerlo mejor. El big data nos ayudará, la robótica nos hará todo más sencillo, nuestros dispositivos se comunicarán con esa biblioteca y, si queremos, alguien o algo nos acercará ese libro donde estemos o estaremos.
El video no mató a la estrella de la radio, un ebook no matará al libro de siempre. Pero como hicieron las redes sociales y la digitalización de la vida cotidiana con la radio, haciéndola más social, distribuida y participativa, los robots y el software automatizado, crearán una nueva manera de vivir la propia lectura. Ya no se trata sólo de combinar productos por servicios, se trata de convivir con el futuro.
El futuro del comercio mundial en manos de un chaval de 19 años
¿Disponemos de tecnología para dejar de conducir? Sí, y Se evitarían accidentes, seríamos más eficientes medioambientalmente, más rápidos y más ordenados. Nos daríamos cuenta que no precisamos muchas de las cosas que ahora nos invaden el día a día. ¿Disponemos de tecnología para saber que necesitamos y cuando antes de que ni tan siquiera lo solicitemos? Si. La gestión de datos masiva ya lo ha demostrado en diversos aspectos de las ciudades inteligentes. ¿Disponemos de tecnología para construir a distancia sin intervención de nadie? Si, la impresión 3D lo permite. ¿Disponemos de tecnología que permita la toma de decisiones con un margen de error mínimo? Si y esta es seguramente la clave. Si la decisión se basa en el análisis de datos y en la velocidad en la que se analizan las gigantescas variables, ¿para que necesito un político? Ahí lo dejo.
¿Que pasa en el tema comercial? En eso de comprar. ¿Ya hemos llegado todo lo lejos posible con lo del comercio electrónico? Obviamente no. Resulta que seguimos transformando el mundo gracias a algunas startups (algún día se les reconocerá su valor) que están redefiniendo todo. Cuando digo todo, es todo. Uber redefine el transporte, Amazon las librerias, Skype la telefonia, Airbnb los hoteles y Spotify la música. Sin embargo, el mundo comercial no tiene su Spotify, ni su Uber, ni su Amazon. ¿O si?
En algún lugar del mundo, ahora mismo, un grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) están pariendo el cachivache que lo va a cambiar todo en menos de cinco años. Antes de que lleguemos al 2020 ir a un centro comercial será de todo menos lo que es ahora. Ya hay pistas. Aplicaciones, ideas, proyectos y propuestas, pero aún no ha surgido el modelo disruptivo que lo ponga todo patas arriba. Martin Lindstrom se pregunta en uno de sus libros ¿quien va a liderar este cambio? A este columnista del Time experto en tecnología y comercio, le preocupa quien se va a encargar de la transformación. ¿Los centros comerciales, los tenderos o un crío que no llega a la veintena afincado en Silicon Valley con nada que perder y mucho que inventar? Yo tengo, visto lo visto, una idea remota. De hecho, en ese sería en quien invertiría ahora mismo.
Cada vez son más las experiencias de tipo virtual que algunos comercios del mundo proponen a sus clientes. Desde los ‘antiguos‘ mostradores impresos que permiten a un viajero de metro en Tokio seleccionar la compra y que ésta le llegue luego a casa escaneando fotografías y QRs durante la espera de su próximo tren, hasta los espejos virtuales que permiten seleccionar un producto que no está en la tienda, ‘probarlo‘ y esperar que, si te gusta como queda, el comercio te lo envíe a casa. No comentamos como te lo lleva a casa, ya hemos hablado mucho de eso.
Seguimos en eso de ir perdiendo las fronteras entre lo físico y lo virtual. Está claro que siempre nos gustará eso ‘ir de compras’, pero es inminente que eso ya no sea como fue. La mezcla entre lo analógico y lo digital cada vez es más fuerte y no dejan de llegar ejemplos de hacia dónde se dirige todo. No hablamos Internet de las Cosas, o por lo menos, no sólo. Estamos destacando la interactividad, si, pero también como el comercio electrónico debe dejar de ser un canal que compite para pasar a ser uno que estimula al más tradicional.
Hoy es ‘cibermonday’, una curiosa reciente tradición que propone contrarrestar, o mejor dicho complementar, al famoso bate-records ‘blackfriday’ que representa un asalto a los comercios del mundo occidental. Este lunes consumista y digital supone ya un altísimo porcentaje de las ventas de un comercio que dispone de plataforma digital. Desde un punto de vista personal, cercano, hemos visto en apenas cinco días como las ventas de uno de las comercios digitales en los que teníamos puestos mayor interés para estudiar su reacción, supusieron el mismo volumen que en cuatro meses juntos. Entre el pasado jueves y a primera hora de la mañana, más de 200 pedidos basados en una oferta han supuesto la rotura de stocks que nos temíamos. A la vez, en los puntos de venta físicos, sucedía lo mismo.
Pero volvamos al plano conceptual. Imagina un centro comercial donde no hay tiendas. Apenas unas pantallas en las grandes superficies que antes ocupaban centenares de productos. La tienda sigue allí, los dependientes han pasado a ser unos asesores, o ni eso, no hay caja registradora ni nada que se le parezca, no hay horario, no hay estanterías ni nada. Todo es un enorme cubículo blanco decorado con televisores planos que emiten, según te acercas tú u otra persona, una cosa u otra. ¿El futuro?
No, el presente, guardando las distancias entre este robot y lo que estoy diciendo. De hecho hay lugares en el mundo que experimentan con ello de manera firme. Se trata de descubrir por dónde irá eso de convertir al cliente físico en un usuario de marca, algo así como pasa en el entorno digital, donde el consumidor se ha convertido en un prosumidor capaz de influir, con los datos que ofrece, en la evolución de un producto.
¿Porque diferenciar entre pasarse horas mirando prendas u objetos de la casa en Pinterest con lo que hacemos paseando sin intenciones previas por unos grandes almacenes? La necesidad surge cuando ves el producto, muchas veces no antes. Imagina que en tu centro comercial de referencia el paseo fuera en un Pinterest integral, focalizado en tus intereses (que desconoces) y que resumirá tu experiencia de compra en algo más rápido, barato y divertido.
Me da la impresión que los ‘malls’ del futuro serán menos comerciales y más experienciales. Lugares para convivir entre humanos y no tanto para comprarle a humanos. Puede que el futuro esté más cerca de lo que pensamos, pero tal vez no estemos preparados para que nos envuelve. De hecho es la cancioncilla de siempre. Existe tecnología para muchas cosas, podrían estar disponibles, pero social, política o culturalmente, quebraríamos.
Si tienes una tienda física, un comercio en una gran superficie, si eres directivo de algo que tenga que ver con todo ello, como dije hace unas semanas en el evento Comertia 2014, empieza por montarte una tienda online. El primer paso es ese, y luego vamos aprendiendo.