El proyecto GoKey recauda más de un millón de dólares
Muchos son los proyectos que vemos cada día. Muchos son verdaderos ingenios y otros son sencillamente soluciones simples a problemas cotidianos. La diferencia entre lograr como financiar una producción o no radica en como lo explicas, que explicas y desde donde lo explicas. El caso de GoKey es la sublimación de los tres elementos y lo demuestra que en un tiempo limitado ha logrado a través del ‘crowdfunding’ más de un millón de dólares para su fabricación y comercialización. Os aconsejo que lo reviséis en la forma pues es una buena manera de plantear el interés sobre su startup. En concreto GoKey ha superado en 2,806% los 40.000 dólares que buscaban.
Normalmente cuando uno sale de casa lleva en el bolsillo al menos dos cosas: las llaves, y el móvil. Y como el primero de esos elementos no es especialmente tecnológico, hay unos emprendedores que han decidido aportar una solución a ese problema. La GoKey es un llavero, una batería auxiliar, una llave de memoria y un localizador en caso de pérdida. No hay más y precisamente eso lo hace perfecto.
Sus creadores han logrado multiplicar por varias decenas el objetivo de financiación colectiva que se habían propuesto logrando algo que me parece magnífico: desarrollar nuevas funcionalidades mientras estás en la fase de creación del producto todavía. Estas son la localización por GPS del llavero, el uso del estándar USB 3.0 en lugar de la idea inicial de optar por USB 2.0 y la de que el llavero actúe como un mando remoto para la cámara de fotos, la reproducción musical o las presentaciones de empresa. Una especie de sucedáneo domótico donde ni tan siquiera había un plan para ello.
GOkey ha tenido un éxito arrollador en Indiegogo, al precio de 59, 69 o 79 dólares para las versiones con 8, 16 o 32 GB respectivamente. La fecha estimada para el envío de las primeras unidades es a principios de 2015.
A veces hay ideas y proyectos que cuando te las presentan ya ves que van a romper todas las métricas o previsiones. El caso de GoKey fue uno de ellos. Un dispositivo que te permite solucionar en un solo punto varios temas cotidianos pero que, a diferencia de miles de ideas que se perdieron en plataformas de recaudación colectiva o en despachos de algún Business Angel, de esta propuesta hay mucho que aprender. Si tienes algo que crear, mostrar y desarrollar, puedes empezar por estudiar como lo lograron los de GoKey.
Uber se prepara para el transporte instantáneo
Uber está a punto de cerrar una ronda de financiación que valoraría la compañía en más de 35.000 millones de dólares. En concreto T. Rowe Price Group Inc. estaría a punto de ser el nuevo inversor que se sumaría a la todo poderosa Fidelity Investments según informa Bloomberg. Y la verdad es que si Uber completa este volumen de financiación y su valoración llegase a doblar la actual, remitida a la ronda que cerraron en junio, sería un nuevo récord mediante una ronda de inversión directa. El club de los once dígitos lo componen ‘maquinarias’ como la de Airbnb o Dropbox.
La idea de Uber es utilizar esta ingente liquidez para conquistar el mundo. La expansión internacional de esta empresa fundada hace cinco años ya ocupa 220 ciudades del planeta y su idea es llegar a un millar en breve. A pesar de los obstáculos regulatorios, sus políticas de privacidad y de los problemas sobre el método de comisionar a los conductores, Uber parece imparable debido a la lógica de los tiempos sobre los que ya hemos comentado alguna cosa aquí.
Sin embargo la amenaza a lo establecido no gira entorno a esa capacidad financiera o, ni tan siquiera, a su disruptiva manera de entender la expansión del negocio. El punto de inflexión está en manos de otras grandes compañías que tarde o temprano verán sinergias y de un modelo de transporte que ya han empezado a explorar.
Si Uber traslada personas de punto a punto bajo demanda concreta basada en una aplicación móvil, ¿por qué no puede también transportar cosas? La amenaza se extiende también a los transportistas y ésta ya no sólo viene por parte de Amazon, sino también de Uber.
Digamos que tenemos la cara del disco puesta al revés y algunos creen que es la canción seleccionada. Mientras unos se preocupan de cómo salvar su mundo y su negocio cimentado en modelos anteriores a la existencia de Internet, los teléfonos móviles o la gestión de datos compartida, otros van tomando posiciones. Al final, como en todo, la cosa dependerá de lo rápido que reacciones.
Los taxistas no deben temer a Uber, por lo menos no sólo a él. Deben asustarse, según su manera de ver esto del progreso, una asociación entre Uber y Google, entre Uber y Amazon, entre Uber y Robotics, entre cualquier empresa que aspire a modular el futuro inmediato mediante la tecnología a nuestro alcance y la reducción de fricción económica de los procesos.
Uber ya reparte comida y mercancías. Quien considere que Uber sólo está pensando en transportar personas y hacerlo mediante chóferes humanos es que no ve mucho más allá de lo inmediato. Con UberRush ya están entregando paquetes aprovechando el echo de que es lo mismo técnicamente llevar a una persona que a un objeto mediante la cita previa y automática que facilita su App.
¿Tienes algo que hacer enviar a alguien? En la aplicación de Uber puedes pulsar ‘rush’ y un conductor, incluso un ciclista, lo recogerá y lo entregará a su destino. Como siempre a un precio inferior al mercado tradicional que requiere de mil sedes, almacenes, papeleos, trabajadores contratados, un tiempo de entrega menor y una ‘user experience’ inmejorable para el cliente pues ordena y paga desde el propio dispositivo móvil.
En este punto, Uber ni piensa en los taxistas. De hecho creo que los utiliza y los valora positivamente, pues en ellos ve su futura flota comercial. A quien realmente le tiene ganas es a Amazon, que ya se la ve venir y por eso insiste en eso de poner el Amazon Prime como punta de lanza de su plan logístico y la apuesta por los taxis tradicionales como apoyo a su despliegue de entregas urgentes.
Y es ahí donde aparece Google. Si alguien le tiene ganas a Amazon es Google, porque el gigante de Mountain View sabe que su mayor rival es éste. Obviamente con el permiso de Alibaba.
El futuro más cercano será muy distinto al actual. Los actores del transporte, de la entrega y de los modelos de movilidad cambiarán para no volver a ser lo anterior nunca más. Es cuestión de tiempo que Uber, Google y alguna empresa robótica establezcan un protocolo de colaboración. No es más que eso, poner en común los avances que cada uno está llevando a cabo.
El futuro más o menos será así. Uber y Google llegarán a un acuerdo por el cual el primero proporcionará los datos necesarios para que Google interprete en su todopoderoso GoogleMaps donde es preciso y donde no tener más coches automáticos listos para un servicio. Es decir, Uber tendrá la capacidad para interpretar las zonas de mayor demanda de transporte humano o de objetos y a que horas del día. Así mismo, Google, proporcionará un vehículo automático sin chófer tremendamente próximo al demandante vía App. Tarifa precalculada, algoritmos decidiendo la vía más rápida y eficiente y seguimiento visual de la propia entrega desde tu sofá. El resultado será el transporte instantáneo visto a tiempo real y tremendamente económico al no precisar conductor. El servicio logístico perfecto.
Por cierto, en esto que acabo de describir nos hemos ventilado un buen número de puestos de trabajo y varias leyes restrictivas actuales. Pero bueno, ya sabemos que en eso del progreso la humanidad ha visto muros más altos y los saltó. Coches automáticos en pruebas vinculantes el año que viene circularán por Londres y algo que ahora nos recuerda a la ciencia ficción en diez años será tan normal como ver a la gente haciendo skype por la calle. Algo impensable hace doce años básicamente porque no existía.
Imagina otro escenario. Un Uber utilizando datos, mapas y criterios sofisticados para decidir incluir en un trayecto a un nuevo ocupante que puede incluirse en el anterior. ¿Resultado? Mayor eficiencia y menor coste para todos, incluido el cliente inicial. Un vehículo circulando en mundo virtuales que ya experimenta Google. Me refiero no a un coche basado en GPS e interpretación de mapas, sino un vehículo capaz de ‘dibujar’ un mundo tal y como es y rectificar el modelo tridimensional que existía en su base de datos si eso ha cambiado. Imagina cual es el papel de los miles de vehículos de Uber. Una flota de correctores tridimensionales en un mundo cada vez más representado en lo virtual y próximo a lo real.
Sobre estas sinergias y combates comerciales, la economía tradicional tiene todas las de perder se pongan como se pongan los gobiernos de turno. Pero también se ponga como se ponga cualquiera, lo mejor es identificar el color del cielo cuando nace un día y no cuando muere el anterior. Lo que se precisa es líderes capaces de preparar nuestra sociedad a un modelo tremendamente distinto y con una gran presión laboral que se va a ir reduciendo. No es sólo esto. Es mucho más, pero este ejemplo es significativo.
La inversión que recibirá Uber, no hace más que confirmarlo. ¿Alguien cree que esos fondos están pensando que Uber, Google, Amazon y otros no van a lograr liderar el futuro? Pues eso, ¿tú que estás pensando hacer? Transfórmate o te transformarán.
Empleo del futuro: Amazon busca conductores de 'drones'
Prime Air es el programa con el que Amazon advierte que ofrecerá entregas de pedidos en pocos minutos utilizando ‘drones’. Si crees que esto es algo más cercano a la ciencia ficción que a la realidad inminente deberías de saber que la cosa va tomando cuerpo y puede que esté más cerca de lo que piensas. De hecho el gigante americano, que incluso, como anunció Google, estaría en condiciones de ser la mayor amenaza del ‘buscador’, ya solicitó permiso a la FAA americana para poder iniciar pruebas vinculantes de sus drones ‘repartidores’ en sus instalaciones.
El uso de drones seguirá sufriendo de dificultades legales. Eso es evidente. De hecho en el primer número de la futura revista Westinghouse, en diciembre, habrá un brillante artículo que analiza el motivo ‘real’ por el que el uso de drones puede estar viviendo su particular freno legal. Me reservo los detalles de dicho artículo, pero será uno de esos imperdibles del mes.
Sin embargo la transformación de todos los procesos sigue su curso implacable. Continúa ejerciendo su lógica temporal donde la eficiencia, la economía y la automatización arrasarán con todo y contra lo único que podremos hacer es adaptarnos, entenderlo y disfrutarlo. Negando la evidencia sólo se retrasará lo inevitable.
En este caso, Amazon, ha vuelto a dar síntomas que tiene claro hacia donde va. Ahora mismo busca empleados, expertos futuros que puedan ‘conducir’ sus drones Amazon Prime Air. Las ofertas de trabajo al respecto han sido publicadas para puestos laborales del futuro en Cambridge (Reino Unido) y Seatle (EEUU). Yendo al detalle veremos que Amazon busca gente con cinco años de experiencia en la dirección de pruebas de vuelos, así como algunos adicionales en puestos de menor responsabilidad.
De momento, estas personas deberán tener, como requisito indispensable, una carrera en ingeniería aeronáutica, aunque Amazon ya ha dicho que admitirán otros ingenieros si cuentan con la experiencia requerida para las distintas posiciones. Todo evidencia que Amazon ha puesto la directa. Tiene el drone desarrollado, el software de control listo y ahora ya se ha dispuesto a la localización de este nuevo puesto laboral.
Como hemos dicho muchas veces, la mitad de los empleos del mundo sobrarán en breve. Deberemos asumir este problema técnico. Probablemente de esa grieta brotará un escenario nuevo. Para ello hay que creerselo y trabajar para ello. Los países que estimulen esos cambios, llegarán antes a un punto de competencia inédito hasta la fecha.
Esto no va sólo de pensar los puestos laborales, los empleos u oficios inminentes, va de crear el ecosistema para que se nutran unos a otros. Por ejemplo, está muy bien interpretar que el próximo lustro una generación de conductores de drones llenarán las delegaciones de Amazon y de otros logísticos. Pero lo que hay que interpretar es que el puesto relevante será el de aquellos que ‘concedan’ la licencia. Una especie de ‘autoescuelas’ de conductores de drones. El futuro es casi ya presente, vivirlo, disfrutarlo y tomar ventaja es únicamente un tema político, empresarial y, no lo olvidemos, de presión social. Mientras mantengamos el debate de todo un país en la atmosfera irrespirable que vive por ejemplo España y muchos países del entorno, los ciudadanos vivirán ajenos a las oportunidades que el futuro y la tecnología nos ofrece, y que, de hecho, otros países ya están disfrutando para conquistarlo.
En otros momentos de la historia, en cada revolución tecnológica que hemos vivido, unos fueron espectadores y otros protagonistas. Ahora va de lo mismo, de elegir, de exigir a quienes marcan las dinámicas socioeconómicas que se dejen de ‘recuperaciones’ y se pongan a liderar ‘conquistas’. Conquistar el futuro es más simple de lo que parece, sólo hay que interpretar el momento actual y ofrecer respuestas que lo conviertan en una oportunidad y no en una ruina.
Las amenazas al negocio de Google
En principio, Amazon y Google no tienen mucho que ver. Por lo menos es lo que aparentaban hasta hace bien poco. Pero esa percepción está cambiando y lo hace de manera rápida. Si como empresas tienen estructuras de negocio bien distintas, hay elementos de las mismas que convergen. En concreto Amazon Prime y Google Express podrían solaparse en algunos aspectos. No son el mismo servicio, cierto, pero sus similitudes aumentan y sus diferencias se reducen.
Es evidente que en esto de los negocios tecnológicos, la competencia es algo líquido, para nada estático y que, a pesar de que tu teórico competidor no hace nada que te afecte, en realidad si lo hace. No es diáfano el campo de batalla, es complejo, sofisticado y tremendamente permeable. Es la nueva economía y sus duras reglas.
Cuando pensamos en los competidores de Amazon nos viene a la cabeza un tipo de empresa donde no suele aparecer el gigante de Mountain View. Al pensar en Google, aparecen gigantes tecnológicos más vinculados tecnológicamente a desarrollos que a otra cosa. Google y Amazon no son rivales en esencia. Google está en el negocio de la venta de anuncios, Amazon en el negocio de la entrega de bienes.
Pero esto está cambiando últimamente. Ambas empresas se han tocado en la curva. Resulta que Google se está metiendo en el mercado de los bienes a la carta. De hecho puso en marcha un modelo de entrega que garantiza que un cliente de su Google Shopping Express pueda recibir su compra durante el mismo día en que la hizo. Esto sucede en el área de Manhattan y en el oeste de Los Ángeles. Además, Google ya garantizó que a estas áreas se sumarían en breve Chicago, Boston, y Washington. El naming elegido para este proyecto a partir de ahora ya es oficialmente Google Express.
A la vez que Google explora el mercado de la logística, Amazon, como vimos ayer, aprieta el acelerador en los beneficios del servicio tecnológico donde sólo había productos. Amazon Premium ya incluye música ilimitada y streaming de vídeo a partir de colecciones de Amazon Kindle.
Lo más interesante a mi modo de ver es como van a definir los espacios de competencia cada uno de ellos sin repetir al contrario. Es decir, si estamos hablando de dos de las empresas más destacadas del planeta en esta revolución sin precedentes, probablemente será apasionante ver como se adaptan, generan un mercado y solucionan expectativas.
Por ejemplo, Google no va a tener sus propios almacenes masivos como si tiene Amazon, pero en cambio trabaja ya con los comerciantes locales de un modo directo para recoger y entregar mercancías a los clientes. Ha convertido los comercios vinculados a Google Express en ‘hubs’ logísticos descentralizados gracias a una gestión tecnológica masiva. Recordemos que Amazon se está esforzando en crear una red de entrega y recogida similar. El propio Eric Schmidt dijo que ‘mucha gente piensa que nuestra principal competencia es Bing o Yahoo, pero en realidad, nuestro mayor competidor de búsqueda es Amazon’.
Es habitual pensar que Amazon no es un buscador, de hecho no lo es, pero si estás buscando algo ‘para comprar’ el flujo racional y tecnológicamente cada vez más habitual es irte a Amazon directamente. Es una búsqueda sin ruido y mucho más centrada en lo que deseas. Es como buscar en Twitter el impacto a tiempo real de una noticia que Google News aun no puede entregar. No hay imperios eternos que decía el emperador.
La vertiente comercial del algoritmo de Amazon lo convierte en si mismo en un buscador, pero, realmente eso lo hacen en algo muchísimo más peligroso para Google. Es un incalculable depósito de datos sobre gustos y búsquedas comerciales. Además, para Google, el problema picha especialmente en su ‘core business’. Cada vez que alguien busca un producto en Amazon en lugar de Google, el gigante de las búsquedas pierde la oportunidad de servir anuncios junto a los resultados de búsqueda. Algo que cada vez más pasa en otros escenarios. Te vas directamente a Kayak, para reservas de líneas aéreas, a Airbnb para alquileres a corto plazo, y a Yelp para obtener información de un restaurante. Cada una de estas búsquedas es un usuario, un cliente, menos que Google puede utilizar para servirle anuncios focalizados.
Google podría convertirse a medio plazo en el intermediario de todo o de nada. Una investigación realizada por el grupo Forrester explicaba que el año pasado casi un tercio de las personas que buscan comprar algo buscaron directamente en Amazon sin pasar por Google y esa cantidad era el doble que en el año anterior. Parece evidente que estamos en la antesala de una batalla muy interesante. Tal vez, el negocio de Amazon aun no ha sido detectado en su complejidad.
Amazon es el mayor competidor de búsqueda de Google, por lo tanto es su mayor competidor como decía Schmidt, puesto que Google vive de las búsquedas y estas se están traspasando al gigante del comercio electrónico. Un enorme desafío en el firmamento de la economía digital que va a trastocarlo todo. Si ademas a esto, Google, le suma que Facebook es sin duda su mayor competidor en términos de publicidad móvil, la cosa se va a poner muy interesante en eso de ganar dinero a base de clics.
'All you can eat data'
La compañía telefónica Three mobile utilizó el ‘claim’ que titula este post, ‘all you can eat data’, hace unos años para explicar que podías utilizar cuantos datos digitales fueras capaz de consumir en un tiempo a cambio de una cuota determinada fija a pesar de hablar de ser clientes en ‘prepago‘ y sin contrato. Pasaron a determinar que un producto digital no es más que un servicio y este debe venderse como tal.
No era novedad, de hecho ya hacía tiempo que la música abandonó el valor físico de lo tangible y se convirtió en datos, es decir, en algo intangible, y aunque lentamente, la ola fue devorando todo cuanto se ponía delante de ella. Del disco al archivo. De hecho a partir de un momento determinado comprar música para poseerla dejó de ser algo determinante. Por mucho que la industria discográfica mantenga su interés por el viejo modelo comercial de pagar por tener, todo se ha transformado hasta el punto que los nuevos ‘players’ de la música se han visto obligados a transformar su oferta, la cual ha pasado a ser de un producto a un servicio. El ejemplo más claro es Spotify por el cual pagas una cuota para escuchar cuanta música seas capaz en un mes desde cualquier dispositivo. Eso, digamos, es un servicio y deja de ser un producto.
En el mismo contexto se mueven otros sectores, otros servicios que derivan de productos previos. Hay más ejemplos. Acceder a un fondo editorial sin restricciones de cantidad y sólo de tiempo por un precio fijo mensual es otro de ellos. Desde hace unos días sabemos que esa transformación que Amazon puso en marcha hace un tiempo ya está también en España. La tarifa plana de lectura en Amazon llegó a Kindle. El servicio se llama La cosa se pone interesante. Cerca de un millón de títulos, 25.000 en lengua castellana, disponibles por algo menos de 10 euros al mes. No deja de ser servicio sustituyendo al producto cuando éste no tiene nada que aportar a la acción en si. No necesitamos soporte, no necesitamos intermediarios, no es lógico estructurar un negocio a partir de los modelos de una cadena de valor envejecida.
Este punto de encuentro entre el ‘longtail’ que proviene del producto digital y la oferta globalizada no es más que la respuesta a los tiempos que vivimos y a la percepción de un modelo de consumo más estructurado en la visión de ‘usuario’ que en la de ‘consumidor’. La facilidad para generar un espacio digital de conversión entre usuario, consumo, oferta y productos es un viaje ya sin retorno a pesar de todo.
Cierto que no todos lo hacen, pero lo harán. Digitalizarse no es una opción. Hubo quien ser resistió y la realidad plomiza los aplastó. Kodak insistió en producto y la digitalización del modelo se la llevó por delante. Ahora Instagram es a la fotografía lo que fuera la empresa del carrete.
Lo están probando muchos. ¿Tu empresa? ¿Tu sector? En la educación, en la medicina, en la abogacía, en muchos ámbitos. La sustitución digital del producto por el servicio susceptible de digitalizarse es pura ‘reconversión industrial’. No se trata sólo de ofrecer tu catálogo en un comercio electrónico, que también, sino que hay que explorar si tu modelo industrial entronca con lo que se está ya imponiendo por la lógica de los tiempos. Tiempos que buscan eficiencia, reducción de costes, adecuarse a la verdadera cadena de valor y a la eliminación de intermediarios que encarecen o ralentizan tus servicios, antes llamados productos.
Cuando tu jefe sea un algoritmo
Starbucks emplea un programa de software muy utilizado que analiza los patrones de ventas y otros datos para elaborar los horarios de sus empleados. La práctica salió a relucir en un reportaje de New York Times que documentaba las consecuencias de un horario dictado por un algoritmo para trabajadores de carne y hueso.
Eso de que un despacho de dirección esté ocupado por un robot, un autómata o un sistema digital cada vez está más cerca. Cada vez son más las funciones vinculadas a la gestión de personas que se están transfiriendo a la inteligencia artificial. Un futuro cada vez menos sorprendente y que, cuando llegue, se vivirá con la misma naturalidad con la que se ha digerido el uso de Internet, la telefonía móvil o la automatización de miles de procesos de nuestra vida cotidiana. Serán artilugios sin forma, fundamentalmente programas complejos, un software capaz de decidir por encima de las percepciones que la mente humana suele incorporar en la toma de decisiones.
Sepamos que se va normalizando. Un estudio reciente del Laboratorio de Interacción Ser Humano-Computador de la Universidad de Manitoba, en Winnipeg, mostró que los seres humanos están dispuestos a acatar órdenes del computador, pero en grado menor que las órdenes procedentes de otros seres humanos. Ya hubo gente que predijo la era digital cuando ni tan siquiera era una entelequia. Gente como Marshall Mcluhan habló de algoritmos sustituyendo acciones humanas. Ahora parece que la velocidad es exponencial y que aquellos sueños extraños de algún loco van tomando fuerza.
Su modelo de evaluación y de rendimiento se basará en aspectos de juicio sintéticos y ordenados por el análisis de datos masivos. No descansará ni perderá horas que tengan que ver con aconteceres humanos o familiares. Trabajará sin descanso y sin margen de error. Serán estos robots de la próxima generación los que se sumen a los que ya, ahora mismo, están dirigiendo departamentos de recursos humanos o de inversión. Vamos camino de la dirección general como plan final de esta conquista de la automatización.
No es ni bueno ni malo. Es sencillamente el tiempo que pasa y la búsqueda de la eficiencia. Puede dar miedo, incluso se puede sentir una especie de frialdad profesional, un vacío emocional que aleja el trabajo de las relaciones humanas, pero seguramente nos adaptaremos bien y recibiremos como natural todo ese conjunto de interacciones hombre-máquina. Ya lo hacemos cada día en estos momentos. Son ordenadores relativamente accesibles los que seleccionan los currículos de los demandantes de un puesto de trabajo.
Evalúan factores que antes no eran analizables o que podían afectarse desde un punto de vista subjetivo. Ellos determinan incluso la rentabilidad a la hora de contratar a un trabajado u otro, determinan con exactitud el tiempo que dicho candidato va a ser capaz de permanecer en el puesto que se le oferta. Es punzante pensarlo. Máquinas examinando humanos hasta el punto de desestimar a buenos trabajadores por el hecho de que no van a ser fáciles de retener. La búsqueda de la rentabilidad basada en factores egoístas. El egoísmo de un robot.
Actualmente existen prototipos de análisis de la gestión profesional en muchas empresas. Realizan seguimientos de correos (no de sus contenidos), llamadas en origen y destino, encuentros y el tiempo de los mismos en las oficinas, duración y resultado de reuniones, etc…, para determinar y recomendar modificaciones en todos los procesos, equipos o modelos de interacción. Son esos mismos algoritmos de análisis los que incorpora un nuevo factor que ningún jefe de recursos humanos podría efectuar con la precisión y velocidad que hace uno de estos sistemas en la actualidad: la afectación de todo ello en el consumidor. Este software utilizado en centenares de compañías del mundo en versiones ‘adhoc’ analiza todos los datos disponibles del cliente y los cruza con los de gestión de personal. Finalmente diagnostica, genera cambios, los propone y ejecuta.
Es habitual la defensa del director ‘humano’ por parte de aquellos que le conceden una facultad al mismo que depende de la intuición, la capacidad de cambiar de decisión a medio proceso, de generar decisiones cualitativas y no cuantitativas u otras que se aguantan en la imprevisión más que en la previsión. Durante varios años fui ‘interim manager’ y mi función era dirigir en diferentes puntos y escalas empresas que me contrataban para ello por unos meses. No recuerdo que se valorara algo más que la previsión por cierto.
Considerar que un software no es capaz de cambiar decisiones en base a un cambio imprevisto es no conocer como funcionan estos sistemas. Precisamente su rapidez para interpretar y tomar decisiones en un instante con el mayor cálculo de opciones existente es su ventaja y la cualidad a la que ningún humano será capaz jamás llegar.
Seguimos acumulando tipologías de empleos con fecha de caducidad. Ahora incluso la de los que decidirán que empleos sustituir por máquinas. Se puede dar el hecho de que en breve un consejo de administración, que ya sabemos que tendrá consejeros no humanos, determine que el nuevo director general sea un software inteligente capaz de llevar la empresa a destino mucho mejor que el anterior gerente.
Existe otro tópico muy extendido entre los que si aceptan esa intromisión del robot en la toma de la riendas de una empresa. Se suele decir que un jefe automatizado se ajustará a las funciones rutinarias de un jefe para dejar al humano las tareas de las decisiones más importantes. Esto no se aguanta mucho puesto que parece absurdo desestimar la capacidad precisamente de la toma de decisiones de una software basado en el big-data, la inteligencia artificial y la reducción de riesgos, en lugar de dejar tanta capacidad en simples tareas que cualquier software de segunda división fuera capaz de hacer.
Hay teóricos que asumen el futuro con mayor tranquilidad. Shawndra Hill, defiende que los problemas cuyas respuestas son más subjetivas y difíciles de evaluar son históricamente aquellos que las personas creían que no podrían ser bien resueltos por el computador, pero es totalmente contrario a la realidad, pues si existen datos que se pueden vincular a resultados, es posible construir modelos a resolver’. Cada vez más, las empresas están lidiando con esos problemas subjetivos de maneras que antes no imaginábamos.
Cuando se publicó el artículo sobre la gestión del horario en Starbucks, surgieron centenares de casos alrededor de los Estados Unidos. Grandes empresas, pero tambien de tamaño menor, bancos, hospitales e incluso un museo de arte, explicaron que sus vidas estaban supeditadas a una ecuación que media el tiempo trabajado y sus interacciones desde hacía meses y, en algunos casos, un par de años.
Tengo conocidos que son directores de recursos humanos. Y, permitidme la ironía, algunos son más fríos que algunas máquinas. Exigentes hasta la extenuación, con márgenes de análisis que dudo procedan de un ser humano y con un sentimiento de culpa nulo. Casi, a veces, puesto a ser despedido por algún motivo, uno preferiría un algoritmo que según que tipo.
Las funciones automáticas y las decisiones basadas en algoritmos forman parte cada vez más del lugar de trabajo. En prácticamente todas las categorías relacionadas con los Recursos Humanos, desde el reclutamiento a la gestión del rendimiento, que se desprende del estudio de Investigación de Sistemas Cedar Crestone 2013-2014 a partir de estudiar a casi 20 millones de empleados, la mayoría de ellos de EEUU. Vived Wadhwa dijo en el Washington Post que esto ya no es un capítulo más de una novela de ciencia ficción. Es sencillamente el futuro inminente. Cuando algo es irremediable hay que gestionarlo, no evitarlo.
Como hemos dicho poco a poco los empleos que desarrollan humanos van desapareciendo. La velocidad e intensidad aumentará como lo hará el abanico afectado. No es posible detenerlo. Se llama revolución digital, tecnológica, la tercera revolución industrial. Los que ‘mandan’, aquellos que lideran las políticas que deben acomodar estos cambios, deben aceptarlo, trabajar en hacer esta transición más llevadera y en permitir que todo ello acabe en algo mucho mejor. Como pasó en otros momentos de la humanidad, cuando parecía que el mundo se detenía, no fue así. Giró y lo hizo más rápido y mejor.
Recordemos que un estudio de la Universidad de Oxford de 2013 analizó 702 ocupaciones y calculó que la automatización del trabajo amenazaba ya en apenas una década a un 47% de la fuerza laboral del mundo occidental. Por poner un ejemplo claro y radical, diremos que los profesionales del área de financiera se verán sustituidos por un computador es del 98%. Otras funciones vulnerables: personas que trabajan en mostradores de informaciones y recepcionistas; asistentes y técnicos jurídicos, e incluso cocineros y camareros de locales de comida rápida. Cada vez más y de manera irremediable. La historia se repite, es apasionante. Escribe Susan Adams, en Forbes dijo que, tal vez en el futuro nadie trabajará.
La ciudad 'de las cosas'
En algún momento todo estará conectado. Personas y objetos. Todo. Los electrodomésticos conversarán entre ellos. La culpa la tendrá, la tiene ya, la llamada ‘Internet of Everything’, que se caracteriza por la conexión a la Red de personas, procesos, datos y objetos. La ropa que nos ponemos tendrá sensores que nos facilitará acciones cotidianas, nos dará a conocer el universo que nos rodea en cada momento e interactuará con las prendas inteligentes de otras personas. A través de la voz y los datos, relojes, zapatillas y gafas estableciendo rutas y advirtiendo de precios atractivos con solo dirigir nuestra mirada hacia la fachada de un restaurante.
Un restaurante que, si decidimos entrar, tendrá infinidad de sistemas conectados y que, con nuestra llegada, activarán una experiencia de usuario mucho más rica permitiendo acceder a menús, informaciones detalladas, contactos y sugerencias gastronómicas en base a criterios preseleccionados en base a la gestión de datos masiva. Todo eso, probablemente, sucederá sin apenas ofrecer demasiados aspectos sobre nosotros mismos. La Internet de las Cosas se encargará de encontrarte o, como mínimo, adecuarse a un perfil extremadamente exacto en base a criterios de ubicación, tiempo, usos y experiencia acumulada.
Es la unión entre dos grandes aspectos de la vida futura, la conexión total y la gestión exponencial de datos. La Internet de las Cosas eclosionando con el crecimiento del consumo de datos inteligente derivando en un espacio físico y real. La capacidad para gestionar datos en base a la geolocalización de un comprador, usuario o interesado es un elemento destacable si estás pensando un proyecto emprendedor o quieres poner tu empresa ‘consolidada’ en la vía que conduce directamente al futuro inmediato.
Lo destacable es que todo ello pasará en un lugar llamado ‘ciudad’. Cuando hablamos de ciudades inteligentes deberíamos hablar de ‘ciudades conectadas’, de algo así como ‘la ciudad de las cosas’, donde los intercambios económicos y sociales se fundirán en un solo elemento que difícilmente se podrán separar. Y es este, precisamente, el elemento que les proporciona cierta ‘inteligencia comercial’.
La comercialización de servicios basada en la ubicación crecerá en cuatro años un 100%. Como dice Jim Freeze, ‘una empresa ya puede predecir que un cliente necesita un medicamento contra la alergia basándose en la cantidad de polen en suspensión que los informe municipales a tiempo real ofrecen, y, por ejemplo, el número de días que han pasado desde la última aplicación de ese medicamento a una persona en concreto con ese problema’. A partir de ahí, la ‘ciudad inteligente’ conectando objetos, datos y ciudadanos, se convierte en ‘la ciudad de las cosas’ y dispensa a ese afectado el medicamento cerca de dónde esté. Eso ya está pasando.
Si estas pensando como ‘modernizar’ tu empresa, o en que puede basarse tu nuevo proyecto, piensa en que tus clientes habitan en ‘la ciudad de las cosas’, un lugar donde los datos comprometerán las necesidades con la oferta pero basándose exclusivamente en una respuesta inmediata y certera.
El futuro del comercio, electrónico o no, está en el modelo de anticipación, en adelantarse a las necesidades creando experiencias cada vez más inteligentes. Un futuro donde la economía social pasará a ser la economía de la experiencia mediante una realidad predictiva. El santo grial para un vendedor es saber que quiere exactamente un potencial cliente. Si lo sabes, se lo puedes ofrecer. Si sabes donde está y cuando lo va a querer, lo venderás. De eso va la ‘ciudad de las cosas’.
El metro automático de Londres
La red de Metro de Londres es enorme y eficiente. Por lo menos así la sentía cuando allí vivía. Tomaba la linea verde, la ‘District’ y me parecía un gran servicio. Sin embargo el futuro llega y precisa que todos nos tomemos en serio cuánto nos va a costar ajustarnos a él. Eso es lo que han pensado en la capital inglesa y por eso han decidido encender las luces de un futuro automático y adaptarse a cuanto viene.
Volvemos al punto ese en el que el modelo de gestión laboral del futuro inmediato entra en jaque y la adaptación de los procesos se hace imprescindible. Lo hemos visto en el transporte marítimo, en el futuro de los coches autopilotados y lo vemos en algunos medios por railes que nos llevan entre terminales en los aeropuertos. Cierto es que lo que Londres incorpora como ‘novedad’ hace tiempo que funciona en otros países como bien me han señalado en Twitter. Dinamarca por ejemplo, pero lo que viene a ser diferente y avanzado es que toda una red tan complicada y extensa como la de esta capital sea automatizada.
Lo que nadie se había planteado todavía era la sustitución de todos los vagones de una red de metro urbana por otros que funcionen totalmente autónomos. Eso es lo que ha presentado la Transport for London. Segun el plan diseñado por Priestman Goode, en 2020 empezarán a sustituirse todos los vagones y trenes subterráneos de la compleja y sofisticada red de metro de Londres.
Una flota de 250 vagones, a la que ya se les ha estimado una ‘obsolescencia programada’ de 30 años, funcionarán 24 horas al día gracias a esa ventaja de la automatización de sistemas que probablemente alcanzará también a otros departamentos del servicio en general, como la seguridad con cámaras, la limpieza con mecanismos automaticos, la información computerizada gracias a un servicio de wifi completo y disponible. Digamos que a partir del proximo lustro, habrá zonas en Londres donde encontrar un trabajador del ‘Underground’ será imposible si lo que buscas es un humano. Ya han advertido que, ante la previsible protesta sindical, el futuro requiere adaptarse.
Airbnb superando barreras legales en San Francisco
Publica hoy Techcrunch que después de seis años de operar en San Francisco, Airbnb finalmente pasará a ser una empresa con un producto totalmente legal en el lugar que lo vio nacer. Esto trastoca muchos mensajes en contra del modelo y de la viabilidad de esta disruptiva empresa que está revolucionando el sector hotelero del mundo.
Durante dos años la ciudad de San Francisco ha discutido este tema hasta llegar a la pieza argumental de ayer. La escasez de vivienda parece estar detrás de la evolución del tema, lo que, por otra parte, también podría estar dando las pistas de un mundo inminente en cuanto al formato inmobiliario que Airbnb plante de manera derivada.
La limitación de un alquiler ‘no organizado’ de hasta noventa días en un año intenta defender los intereses precisamente del sector de la vivienda y sus afectaciones en un mercado saturado de demandantes y escasez de oferta. Además los ‘anfitriones’ deberán inscribirse pagando una cuota de cincuenta dólares al Departamento de Planificación y comprometerse a pagar impuestos de tipo hotelero.
Tengo la impresión que poco a poco, cada una de las barreras que suponen un freno hacia algo irremediable, irán cayendo. Unas por su propio peso, otras por la vista inteligente de mandatarios que observarán el transcurso inevitable de la economía digital y distribuida y otras por los nuevos intereses económicos a los que se irán incorporando modelos y agentes más tradicionales e, inicialmente, reacios a dichos cambios.
Ya pasó con la música, pasará con los libros, pasó con los viajes y pasará con miles de millones de empleos, todo cambiará y lo hará rápido. Los intermediarios, la cadena de valor entre cliente-usuario y producto cada vez es menos curva, menos compleja y utiliza la tecnología para simplificarlo todo, hasta el punto que los intocables pueden estar también en fase de extinción.
Airbnb no deja de ser un exponente más, como tantos, de que los intermediarios, en todo, desaparecerán y lo harán rapidito. Ser el de en medio no tiene futuro. O eres cliente o eres productor. Lo único que se necesita ahora es un canal que los vincule y este ya no precisa de una cadena de sucesos, de procesos encadenados que encarecen. Ahora solo es preciso tecnologia. Uno de los proyectos en los que acabamos de consignar nuestra entrada societaria y que en breve comunicaremos, responde precisamente a este modelo social en una franja demográfica con un enorme potencial.
Recordemos que, en estos momentos, Airbnb vale 10.000 millones, Hyatt Hotels 8.000, y Wyndham 9.400. Escribí que si yo fuera taxista me daría de alta en Uber, ahora pienso que si tuviera un hotel encantador y pequeño mutaría el negocio a Airbnb. Si tuviera una idea de negocio nueva, la galvanizaría en una plataforma social capaz de integrar toda la filosofía de este tipo de modelos.
La revolución global depende de algo más que de un 'I like'
Ofrezco conferencias sobre un mundo inminente. En la mayoría de los casos explico lo que ya estamos viviendo, como se refleja en alguna de mis empresas o como afecta a la vida cotidiana. A veces, entre citas, imágenes, videos y explicaciones sobre la ‘transformación digital’ intento comparar aquello que vivimos en nuestro entorno moderno y sofisticado con lo que sucede en otros lugares del mundo y que, por supuesto nos deberían hacer reflexionar.
A través de esas charlas procuro inspirar a la audiencia, empleados, directivos o emprendedores a participar de forma activa e innovadora en cada aspecto de sus vidas laborales o personales y así demostrar el papel que jugamos todos en ese estímulo innovador que precisa nuestro mundo. Siempre lo planteo de manera optimista y procuro que el reflejo de donde esto no está pasando permanezca en nuestra manera de entender el desequilibrado término llamado progreso tecnológico.
He vivido en África, de hecho suelo explicar algunas anécdotas de ese tiempo que marcó mi vida definitivamente, y por eso tengo percepción de la desigualdad extrema que vive la humanidad en cuanto al acceso a la tecnología. Si bien es cierto que el desconocimiento acerca de esto es brutal en nuestro cómodo entorno y que las noticias que nos llegan del continente africano últimamente son relacionadas con sus problemas y amenazas, la realidad es compleja y para nada como la vemos desde ‘occidente’. Haber conocido todo aquello en el pasado y trabajar con ellos a diario da esa perspectiva actual y redonda que suponen las diferencias, por ejemplo, entre la zona más moderna de Lagos y el resto de Nigeria.
Cuando explico en esas ponencias todo cuanto nos rodea, de donde viene y lo que nos espera, el auditorio suele sentirse desconcertado, a veces abrumado, pero siempre deseoso de vivir cuanto allí planteo. La revolución digital no es más que la antesala de un mundo automático y mejor, un lugar donde las personas dispondrán de oportunidades fuera de las obligaciones actuales. Ya pasó antes y sigue pasando ahora.
Sin embargo nuestra revolución va más allá de la obsesión por smartphones, tablets o aplicaciones, es mucho más que hacer una ridícula espera durante horas o días frente a una Apple Store esperando la llegada de un producto icónico. Es mucho más intenso y profundo. De hecho no es ni el tiempo que gastamos en todo ello, ni en como los utilizamos, tampoco tiene que ver con las redes sociales o con la distribución de la información. Si tomamos distancia de todo ello descubriremos que lo que estamos fabricando es un mundo interactivo, líquido y cada vez más pequeño.
Pero esta revolución que anunciamos no estará completa hasta que sea en todas partes. Como una retorcida metáfora de todo cuanto precisa de la aceptación global, en este caso nos sucede lo mismo puesto que los retos por superar siguen siendo enormes. Un reciente estudio de los analistas de McKinsey & Company sobre las barreras de la adopción de Internet en el mundo asegura que todavía hay 4.400 millones de personas en el mundo sin conexión a Internet.
Obviamente si la tecnología y su socialización no llega a todas partes, el papel que se le reservaba para empoderar a las personas, ofrecerles oportunidades, equilibrar las desigualdades, no será una realidad nunca. Es peor, la tecnología y la revolución digital podría convertirse en un factor aún mayor de desequilibrio y de exclusión irremediable. Es tarea de todos ceder espacio en esta carrera, estoy seguro. Proyectos como Internet.org de Mark Zuckemberg podrían ir en esa línea.
Lugares vendidos como ‘La Meca’ tecnológica donde millones de personas trabajan por encargo en desarrollos informáticos avanzadas, en subcontratas digitales que son también el mayor agujero de exclusión tecnológica del mundo. En la India encuentra un cuarto de la población sin conexión a Internet del mundo, en China hay unos 736 millones de personas sin conexión a la red, en Indonesia unos 210 millones, en Brasil unos 97 millones de personas y en México otros 69 millones de personas. De hecho, en Estados Unidos alrededor de 50 millones de personas no se conectan a Internet aunque se desconoce cuántos son por decisión propia, y cuántos son porque residen en áreas demasiado remotas.
El informe citado de Mckinsey refleja que el gran reto de nuestro tiempo, de avanzar en el verdadero significado de este cambio de época es universalizar, generar un valor social y universal y construir con ello un mundo, completo, mucho mejor. Como si de un reflejo de la historia se tratara, como en un retorcido viaje en el tiempo, vivimos una especie de duotono entre las ciudades (tecnológicas) y el mundo rural (desconectado).
El 64% de la población sin Internet del mundo se encuentra en zonas rurales, por la falta de infraestructura, lo que a la vez conlleva falta de educación, empleo o salud. Si pensamos en todo ello nos daremos cuenta de que el espejo en el que reflejamos nuestra modernidad y nuestra vanguardia digital no es más que un espejismo si lo revisamos en su completo escenario. Si grave es que más de la mitad del mundo no tenga acceso a Internet, peor parece que, por ejemplo, en la India un 45% de su población no tenga ni electricidad. Nos queda mucho por hacer y no solo se trata de hacer un ‘I like‘ en nuestro muro, debe ser algo de mayor implicación.
Una teleoperadora 'robot' con sentimientos
Los teleoperadores suelen tranquilizarse cuando en su trabajo les dicen que deben tomar el control de una conversación con un cliente cuando éste ha seleccionado la opción ‘hablar con un humano’. Pero lo cierto es que eso tiene los días contados.
IPsoft presentó hace poco su plataforma de Inteligencia Artificial ‘Amelia’ pensada para trabajar ‘entre humanos’ y asumir trabajos que, hasta hace poco, solo podían desarrollar exclusivamente humanos. Este tipo de tecnología es capaz de entender una conversación compleja y atenderte con cierta empatía gracias a la diversidad de sus movimientos digitalizados en pantalla.
En el tiempo en el que las conversaciones se están convirtiendo en un proceso visual, que te atienda un ‘rostro’ parece una mejora y si este ‘robot’ te facilita la vida pasa a una escala superior. En el caso de este prototipo, de ‘Amelia’ lo importante no es tanto su adecuación visual a nuestros patrones, lo realmente impresionante es su ‘inteligencia’ y su capacidad para conversar y razonar. Ante una duda o necesidad, en una llamada a este sistema, ‘Amelia’ no busca las respuestas entre un listado y establece las respuestas predeterminadas, sino que atiende bajo la lógica y la localización de respuestas como cualquier humano.
A esto se le llama computación cognitiva, capaz de ir aprendiendo con la información que va logrando capturar. En mi último viaje a Israel conocí uno de estos proyectos. Muy similar pero algo menos evolucionado y todavía lejos de poder comercializarse, pero recuerdo como el ‘sistema inteligente’ se enfrentaba a cualquier falta de respuesta ante una consulta basándose primero en una búsqueda por la red y luego en la conclusión de los datos en una explicación lógica e interpretada. También recuerdo que cuando no lograba alcanzar una respuesta satisfactoria el ‘muerto’ se lo pasaba a un humano.
¿Qué hace un software como este realmente? ¿Cuánto nos va a afectar? ¿Puede escalar a otros modelos productivos? Las claves irán resolviéndose poco a poco pero está claro que la revolución que significa la suma de la IoT, la robótica de última generación, la gestión del Big Data Cloud y la Inteligencia Artificial es irreversible.
Algunas compañías de Fortune 100 ya están probando ‘Amelia’ en sus centros de atención telefónica. Aseguran que ningún humano logra superar su rendimiento. Alinea llamadas, las decodifica, atiende infinidad de problemas y los cruza, agiliza la localización de respuestas en cualquier idioma, empatiza con el cliente pues conoce cosas de él y puede usarlo durante la charla y solo se paga por los recursos que consume una computadora. Los fabricantes de ‘Amelia’ aseguran que puede sentir emociones humanas y dar la respuesta adecuada. El nuevo paso, que algunos ya han empezado a dar, es dotar de apariencia física a este software inteligente. No hablamos de ciencia ficción. Está pasando.
Aquí hemos hablado del periodismo robótico como una de las ‘amenazas’ más evidentes en las redacciones de los medios de comunicación más evidentes. La evasiva que muchos utilizan es la de que ningún software es capaz de localizar el cinismo o la broma, incluso será muy difícil establecer según que conversaciones y significados sin conocer el contexto. Parece que eso se ha superado y en este caso la clave no será tanto el contexto como la gestión del cruce de datos masivos. ‘Amelia’ es capaz de establecer la misma solución a dos cuestiones con enunciado muy distinto pero que significan lo mismo como ‘mi correo electrónico me bloqueado’ y “no tengo acceso a mi correo electrónico’.
Tradicionalmente esta distinción estaba reservada a los humanos. Ya no. Otro más. Mientras el mundo sigue luchando por entenderse, una generación de nuevos habitantes líquidos se van instalando. No vienen para quitar el trabajo a nadie. Esa lectura es tan escasa que no se aguanta. Vienen a liberarnos a pesar de que, probablemente, va a ser muy duro localizar donde debemos ejercer esa nueva libertad.
En pleno siglo XIX George Westinghouse aplicó sus inventos sobre el motor rotativo para generar electricidad con los descubrimientos acerca de la corriente alterna de Tesla. Estos dos avances proporcionaban la posibilidad de crear ‘objetos’ que facilitaban la vida a los seres humanos. Por ejemplo, se pasó de tener que mover grandes pesos sobre algo que se quería planchar a otra cosa que se regía por el calor gracias a una resistencia eléctrica controlada. Una especie de plancha doméstica prehistórica. El tiempo, energía y personas que se ahorraban era brutal. Nació el tiempo libre. El uso de un tiempo que serviría para acelerar el progreso humano. Todo esto es absolutamente similar, una reedición de aquellos tiempos únicos en los que algunos se quejaban del progreso, que otros aseguraban que las máquinas nos robaban el futuro y, unos pocos, lo miraban todo ello con admiración y deseos de explorar.
¿Por qué le llaman prensa cuando quieren decir negocio?
Es sorprendente, y lo digo con pena, la escasa imprevisibilidad que los medios escritos por la llegada de dispositivos digitales y redes sociales tuvieron en su momento. Sigue siendo curioso ver como del estupor y la desidia se ha pasado a un ‘cuando la tormenta pase’. Y no pasará, sencillamente el clima ha cambiado.
Como asegura Clay Shirky, los ingresos de la impresión de anuncios han caído un 70% en una década en los países más desarrollados, 2013 vio el índice más bajo jamás registrado, y 2014 será incluso peor. La revolución que vive el mundo, mucho más que una crisis, responde al posicionamiento de las piezas de un puzzle socioeconómico y vital entre hombres, tecnología y política. Una economía en funcionamiento que se ajuste a la nueva realidad precisa de compradores y de vendedores y si queremos vender deberemos de activar todos los mecanismos para que así sea. La empresa privada, la banca, los sindicatos, la política y, por supuesto, la prensa deberán poner de su parte. Todos están en condiciones de entenderlo pero no todos están dispuestos a hacerlo.
Todavía hay quien defiende la impresión en papel como se defiende el libro físico. Apelando a un romanticismo por el aroma de la tinta, del encuadernado o del café manchando las páginas durante el desayuno, algunos aseguran que el papel nunca desaparecerá. Si revisas todas las tablas acerca del uso del mismo y el crecimiento exponencial del consumo de revistas y periódicos en formatos digitales exclusivamente, parece absurdo mantener esa afirmación.
Coincido con el artículo de Clay Shirky en que el cierre de un periódico local no debería ser más destacable que el cierre de una agencia de viajes de barrio. La diferencia, notable, es que la primera la componen los que escriben noticias. Por eso nos parece como una especie de cataclismo, una catástrofe inaceptable que va en contra de la ‘libertad’ y el conocimiento. Pero la verdad es que no responde a nada más que la voraz y rápida adecuación de nuestros tiempos.
No obstante habrá quien querrá encontrar una dimensión moral en el colapso de los periódicos, como si la dependencia de empresas, modelos de pensamiento e intereses fuera algo que fuera imposible de manejar por más tiempo. Siglos nos observan y demuestran que debe ser algo más tecnológico, menos espiritual y mucho más evolutivo. En España hay medios profesionales convertidos en modelos disruptivos que estudian y exploran métodos digitales innovadores pero también mecanismos de financiación mucho más realistas con nuestro momento.
De explicaciones sobre la escasa objetividad de la prensa, el que las personas pueden informarse por otros medios ‘no manipulables’ o derivados quedaría bien en un ‘meeting’ pero no se ajustaría a la realidad completa. Hablamos de un asunto general, global, donde las fronteras no las marca la capacidad para ser objetivo del colectivo periodístico, sino el despliegue tecnológico asociado en una u otra sociedad. La caída en Uganda es más lenta que en Canadá por poner una comparación relativa.
Pero lo que ha pasado, sencillamente, es que los anunciantes se están yendo. Nada más. Lo que se debe averiguar es el motivo y debe estar en aquello de ‘business is business’. Siguen habiendo versiones de lo ocurrido que se alejan del problema real. Se asegura que en menos de un minuto algunas cosas volverán a su sitio. Parece que no se interpreta el momento adecuadamente y las llamadas a la ‘recuperación’ no son más que cantos de sirena. Que la economía mejorá es obvio, por comparación debe hacerlo, pero el territorio que deje no tiene porque ser el mismo que antes de la eclosión, digamos que seguramente será antitético.
La desaparición de cualquier medio es algo dramático, pero lo más grave no es eso, lo es la fuga de conocimiento y talento que se va por las cañerías cada vez que eso sucede. Si eres periodista o lo quieres ser, deberás estar preparado para serlo de otro modo. Tengo la impresión que el periodismo, la comunicación en general, será, de nuevo, quien en primera instancia sufrirá en su epidermis el frío de un nuevo paso hacia esa sociedad tecnológica y automatizada. Otra vez, me temo, habrá quien nos mostrará la crudeza de esos cambios, pero a la vez, tendrá la oportunidad de mostrarnos la puerta del futuro entreabierta. Un nuevo giro al molino de este ‘cambio de época’ está ya larvándose.
Tal vez nos toca a emprendedores y actores económicos entender que en los medios de comunicación hay un escenario donde se puede ver el futuro. Si queremos preservar las hectáreas de conocimiento, razonamiento, información, debate y distribución de la inteligencia que el periodismo supone, tal vez, deberíamos poner de nuestra parte. Menos subvenciones para soportar redacciones del siglo XIX y más implicación social y empresarial en la construcción de los canales por los que nos hacemos mejores ciudadanos gracias a la información. Si la prensa es solo periodismo seguramente no logrará encajar en un mundo que exige eficiencia y beneficio. Si quiere ser negocio no debería dejar de ser periodismo. El cruce es sencillo y sofisticado a la vez. Negocios adecuados a nuestro nuevo tiempo tecnológico, social, inmediato, robotizado y automático, pero garantizando el implacable factor humano que repercute en el análisis de nuestra realidad.
Y es que un periodista tienen la obligación moral de mostrarnos el mundo tal y como es y no como los poderosos quieren que nos digan que es, por eso el equilibrio es complejo. Además no podemos dejar en manos de las redes el formato informativo. Las redes sociales son un espacio, un territorio idóneo para que encuentren el equilibrio cierto entre la verdad oficial y la exacta. Creo que los periodistas deben convertir en un chorro asequible parecido al de un grifo, el tremendo caudal de una bomba antiincendios que supone la red. Si intentamos beber directamente en esa boca de incendios nos mojaremos completamente y seguiremos teniendo sed pues es imposible beber.
Prueba un 'analizador de sentimiento'
Normalmente en este blog comentamos que se está haciendo por el mundo tecnológicamente hablando. Cuando hablamos de coches autopilotados o robots nos parecen temas a los que solo acceden los implicados. La verdad es que la velocidad de implementación social de muchos de esos temas será rápida pero no inmediata. Sin embargo no es preciso ir a las complejas cavidades de la robótica para poder ‘jugar’, guardando las distancias, con el futuro.
La startup gallega Cilenis es una de nuestras empresas participadas. Tal vez, de todas, es la que con mayor intensidad trabaja cada día el espacio de la investigación y el desarrollo. Han sido finalistas en del Building Global Innovators del Massachussets Institut of Technology de Boston y han logrado finalizar un ‘road map‘ de creación de herramientas lingüísticas como establecimos hace unos meses.
Sin pretensiones inasumibles, el producto final, Linguakit ya ha logrado reconocimientos por parte de comunidades que estudian este tipo de productos y es una buena manera de acercarse a los automatismos de este tipo. Os propongo que hagáis uso de las funcionalidades de lo que poco a poco irá siendo la escritura robótica. En este caso todo cuanto se puede obtener está basado en las demandas de los profesionales de la escritura, el análisis de datos y la lingüística compleja. Parte del futuro de la comunicación pasa por ahí.
El portal ofrece tecnología útil para el día a día: un corrector ortográfico y gramatical, un metra traductor que elige el mejor traductor automática para hacer tu traducción y la gran novedad, un resumidor automático de textos. En la parte lingüística, un analizador morfológico, sintáctico y un buscador de palabras en contexto y palabras más frecuentes.
Ahora bien, la herramienta de este ‘pool‘ que ha obtenido un reconocimiento reciente es el ‘analizador de sentimiento’ que se sitúa en el top 3 en lengua española y el top 25 a nível mundial con la lengua inglesa. El gestor de palabras claves por interés semántico, el extractor de multipalabras y el de entidades como personas, lugares, organizaciones, cantidades y fechas, es impresionante. Pruébalo, está todo en una plataforma común que reúne alta tecnología para todos. Dispone de modelo freemium y también de integración via API para empresas. En los próximos meses vamos a procurar obtener la gasolina necesaria para que se lancen a ‘las grandes ligas’ y seguir avanzando en el campo de la ‘traducción en tiempo real’, la gestión del ‘big data lingüístico’ y lo que llamamos ‘periodismo robótico’.
Y permitidme una primicia y que tiene que ver con el uso de la tecnología de este tipo y algo en lo que estoy implicado con algunos de los lectores de este blog. Como dije hace unos días, voy a dirigir una revista económica y, entre otras innovaciones, ya podemos decir que tendrá una sección escrita y tratada por el software de periodismo robótico que aportará Cilenis. Es emocionante pensar que a nivel de analíticas textuales y extracción de información podamos componer parte de un medio de comunicación.
Cuando los robots nos pidan ayuda
Ayer estuve en un laboratorio de robots. Me costó dormir. Se acerca algo nuevo. Le llaman la nube robótica. La verdad es que es una suerte poder ver estas cosas de primera mano. En el conocido Sillicon Dock de Dublin hay varias empresas que tratan estos temas conectadas directamente con laboratorios científicos y empresariales de otros lugares como el MIT de Boston. El tema que les ocupa ahora mismo va más allá de la Internet de las Cosas, el Big data, el periodismo robótico o los coches sin conductor. Esto va de todo ello y mezclado. Sin anestesia. Hablan de memoria sin límites, de una nube robótica que lo enlazará todo, pero también de cómo nos relacionaremos los humanos y los robots, y como los robots se relacionarán con sus ‘semejantes’.
Digamos que en tiempos donde la memoria empieza a ser algo menos fácil de definir pues, independientemente de nuestras capacidades biológicas y de los límites que podamos tener como humanos, la memoria añadida y la gestión de la misma ya no está en nuestras manos, depende en gran medida de nuestras habilidades digitales. Pero ahora imaginemos que nuestra memoria se enlazara a la inteligencia artificial y a los objetos conectados. Imaginemos un mundo en el que, cuando perdemos la memoria, un robot, un software o el conjunto de objetos conectados en nuestra vida inminente nos proporcionaran todo cuanto es preciso para normalizar una vida sin recuerdos.
Muchos dicen que esto es ciencia ficción y que los robots nunca podrán descartar o reconocer cosas que ni tan siquiera han visto antes, aportar valor con datos que le son inéditos o tomar decisiones cuando se enfrenten a imprevistos. Los robots de tipo doméstico con los que ya se está experimentando tienen una conexión wifi que les permite acceder a tiempo real a cada vez más información y así proporcionar respuestas y soluciones a problemas que vayan surgiendo en el inmenso universo de lo imprevisto. El big-data tiene la respuesta y la gestión de todo ello desde la nube es el camino para que, lo que no sea posible almacenar, sea accesible a tiempo real.
Ayer y hoy he estado con unos jóvenes que están desarrollando un proyecto sobre la Internet de las Cosas y su vinculación con la nube. Me ofrecieron ser mentor durante esta fase inicial de definición del proyecto y, a pesar de que me siento como un niño y a años luz de lo que estos tipos saben hacer, he aceptado pero para aprender yo más de lo que pueda enseñarles yo mismo. Es una startup irlandesa muy interesante que ha logrado un fondo enorme para trabajar tranquilamente en este proyecto y darle viabilidad a través de un modelo de gestión robótico.
Resulta, y esto me lo han contado ellos, los robots están empezando a utilizar un enfoque estadístico conocido como ‘el espacio de creencias’. Hay películas que hablan de ello y que, guardando sus distancias podemos tomarlas como inspiración. Recuerdo las repercusiones de la película Her por aportar ese género de un mundo donde un sistema operativo casi humano te aportaba elementos gracias a la conexión constante a la nube.
Estamos, como he dicho antes, en la antesala, en pañales de todo cuanto va a pasar en apenas diez años. Ahora mismo sabemos que la búsqueda de soluciones por parte de una máquina requiere una enorme cantidad de potencia de cálculo. Algo que ya sabemos que no es un problema. Capacidad y velocidad quedan superados por la tecnología existente. Además, los humanos estamos cada vez más conectados y el intercambio de información no hace más que crecer de manera exponencial. Pero lo tremendamente disruptivo de verdad será cuando los robots se relacionen entre si.
Considera la posibilidad de que un market place como Amazon, que tiene que llenar rápidamente miles de pedidos y cajas de embalaje disponga de decenas de robots interactuando entre ellos. De hecho eso ya pasa. Una compañía llamada Kiva vende unos robots que hablan entre sí y se organizan de manera inteligente. Trabajan en equipo y se estructuran automáticamente. El hombre, el técnico que los dirige, sólo incorpora factores que modifican algún aspecto. Lo impresionante del tema es que los ‘equipos’ de robots llegan a aprender como un solo individuo y cuestionan algunas de las decisiones ‘directivas’ del humano en cuestión.
Me contaban estos desarrolladores que cuando un robot encuentra un inconveniente alerta inmediatamente a los otros para evitarlo. Digamos que el aprendizaje del software y los robots es la escala inminente. Diseñar y proponer aplicaciones para este tipo de proyectos es una apuesta segura aunque difícil. Imagino un programa a incluir en estos robots que permita que compartan datos de un modo sustancial y que permita que en la entrega de códigos entre ellos mejoren su rendimiento colectivo y a su vez el de cada artilugio en particular.
Es algo así a como será el mundo de los coches autopilotados. Cuando los robots determinen cómo y por donde se debe ir a un destino con nuestro automóvil y nosotros solo podamos observar y asumir que vamos por el mejor lugar posible, entonces, estaremos ingresando en la conducción socializada y compartida. Digamos que estaría bien diseñar un software capaz de comunicarse con todos los vehículos autopilotados en marcha o pendientes de salir. Una vez detectado la ruta y el tiempo el software (como un gran hermano universal) decidirá la ruta definitiva, incorporando variantes en base a factores como el tráfico, las obras, etc. Suena raro, puede que de respeto o moleste, pero es lo que viene. Mejor pensar que podemos hacer para mejorarlo, trabajar en ello o lo que sea, que mostrarse impasible y esperar que nos supere.
Finalmente podemos encontrarnos el modo error. El robot en modo ‘not found’. Estos de Kiva contaban que los robots a veces se ‘aturullan’, fallan, se quedan como en blanco. Buscan información y no la encuentran y deciden parar. Es una metáfora de la vida humana tremendamente simpática. Ahí, hay quien está trabajando en un modelo de respuesta, aplicaciones que permitan que ese robot acabe en brazos humanos. Si no encuentras la respuesta, si esta exige algo que los códigos y datos no te dan, tal vez, y digo solo talvez, debería hablar con un humano.
Aquí se están diseñando cosas como lo que podría ser el teléfono de la esperanza de los robots. Un software que incorpora la posibilidad de que un robot nos pregunte. Tremendo. Se abren mil dudas. El nivel de confianza del robot, el modelo de conversación, etc. De momento las pruebas se basan solamente en una conversación escrita y en lenguajes informáticos pero, como todo, la realidad futura está tras la puerta de entrada de lo que ya va llegando.
A estos chicos les pregunté ayer mismo como se combina esto con el comercio electrónico. Su respuesta la reservo para otro post, pero adelanto que es increible cuanto se está trabajando para que la compra ‘de la nevera’ no sea un hecho aislado y que el ‘personal shopper’ del futuro no es una ‘blogger de moda’ andando entre tiendas, sino más bien un artilugio conectado esperando un dron de un ecommerce cualquier, tal vez el tuyo.
Un mundo mejor (y tecnológico) en manos de todos
Cuando hablamos de robots pensamos en fábricas, grandes factorías o lugares donde unos brazos armados fortísimos sustituyen a grupos de humanos en una cadena de producción. Sin embargo eso no es exacto. Los robots sustituirán a los humanos en una infinidad de lugares aparentemente reservados para nuestra especie como despachos u oficinas. Las relaciones entre empleo y empleador, jubilación, organigramas y procesos de decisión cambiarán hasta el punto de que muchos de esos conceptos, en tan sólo un par de décadas, serán vocablos que se podrán escuchar en películas que se ambienten en nuestros días.
Sin embargo nada es lo que parece. Este es un momento histórico, único, inédito en el que los que se esfuerzan en llamarle crisis perecerán y los que lo acepten como una revolución absoluta podrán disfrutar de este cambio. Pero no estamos en la antesala de un mundo ocioso. Para nada. Se abre la puerta, robótica y automática, de un mundo exigente de trabajo y formación continua, donde lo importante no será lo que has estudiado sino lo que estudias, donde el conjunto de cuanto has aprendido en una universidad tendrá un valor relativo con respecto en lo que te estés formando y, por supuesto, donde lo destacable será estar en un estimulante aprendizaje permanente.
En otros momentos de la historia la humanidad tuvo que digerir la industrialización y los despidos masivos. La evidencia era cruel en primera instancia. Una máquina a vapor hacía en minutos cualquier cosa mejor, más rápido y sin agotarse que diez hombres durante horas. No obstante se adaptó y en lugar de crear un mundo más ocioso, se forjó otro donde la formación y el conocimiento ganó espacio. Tiempo para aprender, momentos para utilizar la tecnología de aquellos días.
Pero es ahora cuando todo esto toma una mayor intensidad. Es en nuestro tiempo cuando la educación y el conocimiento ganan el mayor grado de importancia pues transpira en cada paso que damos. Lo malo, lo difícil y el reto radica en que para que esto sea cada vez más efectivo y real, lo que debemos hacer con nuestro aprendizaje previo es borrarlo. Hay que aprender a desaprender para poder empezar desde el punto de partida idóneo. Tomar un camino nuevo como sociedad, mirando como niños cuanto nos queda por recorrer.
La tecnología no nos entrega el futuro, lo empaqueta en papel celofán y espera que nosotros mismos saquemos conclusiones. Si el resultado que obtenemos es lo mismo pero con nuevos ‘juguetes’ estaremos fracasando y repitiendo los mismos modelos inservibles de otros momentos pero mucho más ‘rápido’ y ‘cool’.
Con esto me refiero a la importancia de las empresas, emprendedores y organizaciones mucho más multidisciplinarios, digitales, colaborativos, capaces de horizontalizar la toma de decisiones, con la frontera entre cliente, consumidor, proveedor, usuario indistinguible. Todo nuevo pero desde el origen, no desde el arreglo de una fachada social.
Deberemos aceptarlo. Mejor dicho, deberán. Porque todo cambia y lo hace porque la tecnología nos hace más inteligentes. Se pongan como se pongan, los hoteles cambiaran, los taxis, los periodistas o lo que se os ocurra, cambiaran. Todos estamos afectados y es cuestión de alegrarse por ello. Saber más nos hace avanzar. Sobretodo porque cuando sabes más detectas lo que está mal, sabes que algo necesita de arreglo. Si no sabes nada nunca podrás saber que aquello ‘iba mal’.
Cuando esa percepción humana se desarrolla en el campo de la opinión, los deseos, las frustraciones o de la conciencia de grupo, entonces ya los cambios pueden ser de alto contenido y nos afecta como sociedad. Es difícil entender sin contemplar el papel de la tecnología cualquiera de los enormes cambios que está sufriendo el mundo desde el punto de vista político o social.
Incluso es bueno comprender que hay cambios que sin producirse, larvados en la conciencia de millones de personas, pueden generar eclosiones aparentemente ‘sorprendentes’ cuando la digitalización de la misma se transfiere sin descanso y aportando conocimiento entre tuit y tuit.
Ya no hace falta que nadie nos publique nada. Lo hacemos nosotros. Lo subimos a la nube con la facilidad pasmosa de mover un dedo. Escribes en un teclado táctil, replicas o derivas una opinión, un concepto o una frase estimulante. El conocimiento rueda, corre e impregna a miles, millones de personas. Muchos de ellos ni sabes quienes son, son amigos de los amigos de tus amigos y eso hace que cada vez sea mayor el grado de conocimiento, y a su vez, de raciocinio.
Ahora hablamos de robots en nuestras manos. De información inteligente, de automatismos para publicar, pero también para analizar, para diseccionar y para poder aprender más rápido y mejor. Cuando hablamos de Internet, de las redes y de cómo transmiten una opinión casi como un virus, deberíamos de observarlo como un aspecto más del aumento global del conocimiento, de la inteligencia colectiva.
Curiosamente, los que dicen que las redes nos idiotizan, suelen buscar como bloquearlas. Ya no hay exclusiva en la opinión, ya no son los editores los que deciden. Internet es la imprenta que acabó con la Edad Media. Fue esa máquina del demonio que replicaba textos la que permitió que las personas cada vez con menos recursos pudieran acceder al conocimiento, y con él, a ser más libres.
Parece que llevamos mucho tiempo en la Red. Pues no. Esto acaba de empezar. En unos años miraremos nuestra red de redes como una especie de arquetipo lejano, inservible y obsoleto como cuando ahora, muchos cuarentones, miramos nuestro viejo modem 9.600. Esto acaba de empezar. Queda mucho por ver, es tremendamente estimulante pensar cuanto se aproxima, cuanto vamos a saber. Es excitante saber que van a desaparecer millones de empleos para crearse nuevos modelos de vida aprisionados en el saber y en el conocimiento mientras administramos el tiempo y el concepto trabajo de un modo mejor.
Los robots no son malos. Ni buenos. Son el futuro como lo es tu hijo o el mío. De ellos es todo esto. Nosotros solo estamos con la puerta entreabierta, ellos la abrirán de par en par.
Siéntete importante. Has vivido, estás viviendo y seguiremos en el futuro disfrutando el hecho de ser parte esencial de todo cuanto va a cambiar el mundo. Espacios digitales capaces de permitir la deliberación, la participación y los mecanismos de voto o de aceptación de la realidad se irán imponiendo como lo hicieron otros temas.
Hubo modelos de negocio que cayeron por no aceptar el momento tal y como venía. Hay modelos de negocio que, por mucho que se esfuercen los que ‘acostumbran a bloquear’ el progreso asociada a la tecnología, retrocederá también. Habrá negocios donde el modelo aun no lo podemos ni intuir. ¿Quién iba predecir algunos de los más exitosos modelos actuales?
Robots, software, conocimiento, cambio. Tecnología a toda velocidad. Hay quienes dirán que esto de la tecnología, la digitalización de todo, no es más que superficie y que al final los cambios no serán tan radicales. Que en otras épocas de la humanidad la tecnología no fue tan horizontal y que al final el control quedó en manos de los poderosos.
Podría ser, pero no lo es. Ahora, por primera vez y a diferencia de otras revoluciones, la tecnología disponible está en las manos de cualquiera. La minoría poderosa ahora es la que se siente amenazada. Si antes podían establecer los criterios y las bases del uso de esa tecnología, ahora eso no es así.
Este es el principio de un mundo mejor en manos de todos, con mayor conocimiento, capacidad para decidir, para emprender nuestros propios proyectos, con la eliminación de intermediarios y con una conjunción casi imperceptible entre máquinas y humanos. Digitalizate, serás protagonista de este cambio. No esperes.
O te transformas (digitalmente) o te transformarán.
En el futuro inmediato sólo habrá empresas digitales. O mejor dicho, todo tendrá que ver con su gestión de lo digital. Digamos que digitalizarse o no, en el caso de las empresas, no será una opción y dependerá de cuando, como y con quien. De hecho sólo en el mecanismo que utilicen para transformarse estará la diferencia y la clave del éxito y, en muchos casos, la propia supervivencia. Transformarse digitalmente parte del proceso elegido y, en la mayoría de los casos, en manos de quien dejamos ese complejo tránsito. O te pones en eso de transformarte y hacerlo con tiempo y bien hecho o te verás obligado (o te obligarán) a hacerlo.
Hay muchos estudios que explican y esquematizan metodologías y estilos para afrontar eso de digitalizar una empresa. A mi parece muy interesante este del MIT que enumera nueve puntos que concretan el modelo de transformación digital y que van desde la comprensión del cliente, criterios de crecimiento, puntos de contacto con los compradores, la digitalización del proceso productivo, el aprendizaje de los trabajadores, emprendedores o directivos, los nuevos modos del Management, la transformación en los modelos de negocio, la globalización, etc.
El cambio que vive nuestra sociedad, la empresa y sus relaciones pertenecen al ámbito de lo que llamamos Nueva Economía, de aquello que estará protagonizando todo nuestro universo inmediato en el futuro inmediato. Lo sofisticado, por no decir dramático, es la velocidad a la que se está produciendo ya la irrupción de todo cuanto caracteriza la digitalización del ecosistema económico.
Lo principal en todo caso es la observación. Atender a esos cambios generales y transversales que vivimos desde la percepción de nuestro momento actual y no en la identificación, casi imposible, de lo que se nos viene encima. El futuro es una nebulosa llena de sorpresas. ¿Quién podía saber hace apenas un par de años que algunas plataformas sociales iban a poner en jaque modelos de negocio intocables? Otros elementos vinculados a decenas de estructuras inalterables hace una década ahora están absolutamente superadas por sus ‘colegas’ digitales.
Hace un tiempo escribí de cómo gracias a mi trabajo pude ayudar a transformar un cementerio de coches en un ‘chatarrero digital’ exitoso. Si te interesa la historia es interesante como ejemplo ‘muy básico’ de lo que estamos comentando hoy en este post.
¿Has pensado si tu empresa, tu pyme o tu proyecto está preparándose correctamente al oleaje que se ve a lo lejos? Ese mar en calma que supone una facturación y unos resultados razonablemente buenos no son garantía de estar en disposición de navegar cuando entremos en otro océano mucho más exigente.
En alguna conferencia he dicho que no vivimos una época de cambios sino un cambio de época y de que en esa metabolización es la entrada en un nuevo paradigma en todos los órdenes de la vida y la economía, pero que aún no es posible detectar nada más que las primeras fases de lo que todo esto va a suponer de revolucionario, de único, de inédito y de transformador.
Cuando hablamos de digitalizar lo hacemos de procesos y de herramientas. El uso de la tecnología no puede ser una anécdota o un complemento que nos enlaza con una red social. Hablar de transformación digital es hablar de implementar herramientas, software y procesos de ejecución que automaticen cada nivel de trabajo en una empresa a fin de producir más y mejor, generar la superficie ideal para que la compañía se haga inteligente y aprenda en cada momento de cada uno de los pasos dados, que no deba retroceder y si lo hiciera fuese para ganar un mayor impulso futuro.
El comercio analógico pasa a comercio electrónico, incluso puede dejar de ser algo con presencia física definitivamente. La gestión de clientes, envíos, ofertas, opciones, relaciones, redes, factores de incremento de ventas o lo que se nos ocurra, se hace inmensamente más nutritivo con el uso del ‘big data’ ya sea propio o adquirido por comparación de la competencia.
Las fronteras empresariales conocidas entre cliente, empresa, proveedor y competencia se diluyen en el universo digital hasta el punto que uno y otros dejan de ser claramente cada una de esas cosas y empiezan a asumir papeles que se mezclan en muchísimas ocasiones. Digitalizarse es entender y ser practicante de esa compleja amalgama de enlaces.
Los niveles de eficiencia en la producción al que han llegado algunas empresas digitales es de tal calibre que raro es el día que no vemos como ‘una pequeña startup’ ha pasado por delante de una gran compañía que ‘hacia lo mismo pero más lento y caro’. Eso también sucede con otro tipo de proceso. Hemos pasado de empresas lentas, grandes y pesadas que han visto como una mucho más pequeña les daba la vuelta y les superaba en su mismo campo de juego por haberse digitalizado a tiempo, mejor y con mayor inteligencia.
Ahora bien, si necesitas transformar tu empresa o tu modelo de negocio deberás de saber quien eres para identificar que modelo seguir. O bien el ADN de tu compañía ya es digital y eso significa que todo gira en torno a modulaciones de este tipo o por otro lado lo que te afecta directamente es el tiempo en el que te adaptes para poder ofrecer un buen catálogo de productos innovadores o de negocios digitales.
La diferencia entre un negocio digital y uno que está pendiente de transformarse radica en que mientras el primero gestiona el tiempo y sus recursos en clave de soluciones disruptivas, el segundo se esfuerza en retrasar los cambios inevitables.
Si eres empresario, directivo o alguien que está pensando que ha llegado el momento de transformar el modelo que te afecta, debes hacerlo en base a ese patrón que supone aceptar que el camino va a ser largo, pero que en algún momento debe empezar. Todo afecta e impacta, sucede como nunca antes había pasado, más rápido y con una cadena de valor e intermediarios totalmente distorsionada.
Del '¿te gusta conducir?' al '¿te gusta viajar?'
Ya hemos hablado aquí del futuro del coche sin conductor. De hecho estoy convencido de que el paisaje de nuestras ciudades cambiará en mucho menos de lo que pensamos. La revolución que va a repercutirse es de tal calibre que cuesta interpretarlo pero si hacemos un esfuerzo de lógica veremos que este hecho va a suponer algo tan trascendente como el propio invento del automóvil. Y no sólo por el motivo inmediato, por el hecho de que tengamos objetos que nos lleven de un lugar a otro casi sin intervención por nuestra parte, no, también porque el tiempo que pasaremos en el interior de esos artilugios que seguiremos llamando ‘coches‘ será a partir de ese momento la clave. No nos compraremos o alquilaremos un coche por su estética o por su potencia, lo haremos por las aplicaciones o elementos de gestión del viaje y sus derivados que tenga. Esa es la parte de desarrollo emprendedor que se debe atender si queremos participar de una nueva revolución latente.
Para los que piensen que es ciencia ficción, o que es cosa de un futuro muy lejano, ya hay elementos que los contradicen. En el Reino Unido el lobby automovilístico ha convencido al gobierno para que ‘abran’ sus mentes y disposiciones legales a que se puedan hacer pruebas reales con coches autopilotados por las ciudades y casco urbano especialmente de Londres. La garantía de que la industria que gane tiempo y tome ventaja en este punto será la que tendrá mayor cuota de mercado y más opciones en un futuro comercial de este tipo de aparatos, es la clave y así lo han visto en Inglaterra. El Reino Unido pues en 2015 será el primer país que permita la libre circulación de los coches sin conductor, después de los tres estados de EE.UU. California, Nevada y Arizona ya han empezado a permitir ciertas maniobras de este tipo de vehículos.
La ingeniería urbana, la arquitectura y la sociabilidad de este tipo de elementos no están todavía ni de lejos apunto, pero ya se trabaja. Conectando cosas, accediendo socialmente al movimiento y alcanzando algunos hechos impensables hace apenas un par de años. Así es, la velocidad de como avanza todo es inversamente proporcional a la reducción media de la velocidad de los autos del futuro. Hablamos de coches eléctricos, lentos, organizados grupalmente y ordenados por factores que ahora no importan nada. El publicista que deba vender coches en el futuro ya no hablará ‘¿te gusta conducir?‘ y pasará al ‘¿te gusta que te conduzcan?‘, o mejor, ‘¿te gusta hacer cosas mientras te conducen?’. Ya no hablaremos de ‘experiencia de conducción‘ sino de ’experiencia de viaje’. De hecho, el carnet de conducir será muy distinto.
Este pasado agosto supimos que el gobierno británico ‘llevará a cabo una revisión normativa para garantizar que el marco legislativo demuestre a las compañías de coches del mundo entero que el Reino Unido es el lugar adecuado para desarrollar y probar coches sin conductor’. Al parecer allí lo tienen claro. Se llama subirse al tren del futuro y hacerlo decididamente. Tienen previsto aprobar que los coches sin conductor inauguren 2015 desembarcando en algunas de las vías públicas como Londres. Es algo que está en las más altas instancias y no parece que sea ‘papel celofán’, todo indica que van en serio. De hecho fueron los ministros de Comercio y de Hacienda los que defienden una legislación para impulsar el papel del Reino Unido como lugar de desarrollo y prueba de los coches automáticos, y a principios de julio era el Consejo de Estrategia Tecnológica el que ponía encima de la mesa la creación de áreas definidas y controladas que permitan probar Robótica y Sistemas Autónomos. ¿Envidia?.
A mi la duda que me queda es si esto es sencillamente un plan de estímulo a un sector, el automovilístico, en retroceso y con un futuro poco claro, o es algo más sustancial, más intensamente transversal. De hecho, a otros países, les debería de picar donde pica a fin de que, copiando a los británicos, subiéramos la apuesta esforzándonos en un plan mucho más amplio capaz de desplegar la robótica en general con propuestas que en el futuro inmediato pudieran definirse en iniciativas reales.
Si hay algún político en la sala, que suele haberlos, les informo que la ley británica, de momento no es muy cara. Si la duda es si un asunto de estos es muy extensivo inicialmente, decir que es solo cuestión de voluntad y de saber de que va. El Gobierno británico aportará sólo 10 millones de libras, a repartir entre los tres ayuntamientos que postulen para realizar las primeras pruebas de conducción libre sin conductor. Las pruebas se alargarán entre 18 y 36 meses y tendrán su pistoletazo de salida el próximo mes de enero.
Como decía, si eres político y estás pensando en algo más que en tu reelección, en dorarle la píldora a tu jefe para que te incluya en alguna lista, deberías de tomar nota y pensar con quien puedes discutir este tema e impulsar que tu partido, grupo o tribu inicien un proceso similar. Te digo, por si no lo habías intuido, que esto va de juntar universidades, gobiernos y empresas. A modo de ejemplo te diré que en el caso británico la Universidad de Oxford es el núcleo duro del desarrollo de los coches autónomos en el Reino Unido, en parte gracias a la financiación del fabricante japonés Nissan, interesada en los desarrollos de la universidad.
La universidad es responsable, por ejemplo, del sistema de detección por láser y radar que incorporan los pods de Milton Keynes, ciudad británica que desplegará en 2017 un sistema de taxis sin conductor. Esto me hace pensar en que pronto, algunas protestas de ‘taxistas’ sobre Uber serán cosas del pasado, las manifestaciones de los taxistas en 2017 apuntarán a un chip.
Finalmente, para que nadie se lleve a engaño, decir que quien lleva ventaja en esto es, como no, Estados Unidos. Si la cosa va de contar horas de vuelo, mejor dicho kilómetros recorridos, Google ya lleva casi medio millón con coches autónomos. Con esa cantidad de datos ya se ha llegado a una conclusión clara: es factible y cuando las leyes se ‘abran’ la velocidad con el que todo esto evolucionará será similar a la velocidad con la que el teléfono móvil llegó a nuestras vidas. General Motors ya ha garantizado que en 2016 ellos estarán listos para conectar sus vehículos a esta experiencia. La carrera ha empezado. Estamos en el siglo XXI, el de la automatización de la vida humana. No hay vuelta atrás.
Niños del futuro en escuelas del pasado.
Si tienes hijos debes estar con eso de comprar ‘libros de texto’. Un momento que afecta considerablemente a la contabilidad familiar. Le llaman la ‘verdadera cuesta de enero’. Algo que me hace pensar en la cantidad de metáforas fuera de su tiempo que seguimos utilizando. ‘Cuesta de enero’ debería de pasar a ser la febrero pues hace mucho que la gente fracciona sus pagos navideños o los incorpora a la liquidación del segundo mes del año. Algo así como mantener un icono que representa un ‘disquette’ como símbolo de guardar archivos informáticos cuando hace mucho tiempo que hacerlo con ese objeto es imposible.
La ‘vuelta al cole’ en España, este año, supone un gasto más alto que nunca debido al cambio de los libros de texto ordenado por la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Un gasto que ascenderá a los 200 millones de euros para las familias de los alumnos de 1º, 3º y 5º de Primaria, los cursos a los que afecta ya la reforma. No voy a entrar en el tema de la reutilización, o de la justificación de esa revisión de los contenidos si es que es necesaria. De hecho es hasta doloroso ver como se organizan entidades diversas para ‘aprovechar’ libros viejos o usados, obviando el tiempo que nos ha tocado vivir.
Me produce una especie de impotencia y tristeza detectar en todo ese ejercicio curioso lo lejos que está el sistema educativo en su conjunto de la realidad y el tiempo que vivimos. O bien por intereses empresariales o bien por inutilidad manifiesta, no hay manera de que nadie en eso que llaman Ministerio de Educación, Consellería d’Ensenyament o lo que sea, vea que todo esto es un despropósito fuera de la lógica del siglo XXI, de la modernidad y de una sociedad digitalizada.
El asunto del libro de texto ‘en papel’ no es más que la evidencia del esfuerzo por detener el progreso, el conocimiento y el empoderamiento de una sociedad que tarde o temprano progresará, conocerá y se empoderará de verdad. Que sigan dirigiendo el tren, la carreta, que el mundo va en una nave espacial. La lástima es que cada segundo (curso) que pasa ese cohete se aleja y costará más de tomar.
No tengo ni idea, ni me importa, de lo que costaría digitalizar todo el momento educativo español. Seguro que mucho menos de lo que se gasta en cualquier paquete de medidas para ‘incentivar’ la economía del ladrillo puesta en marcha una y otra vez, sea a la vista o por detrás.
Es de aurora boreal mantener este desperdicio. Nos aleja de los tiempos que corren, nos empobrece moralmente y nos desprotege como sociedad. Que los libros de texto fueran en formato digital, descargables, actualizables cada año, incluso semanalmente, no es una quimera.
El problema es que seguramente, de golpe, eso es inviable. Existen barreras en el profesorado, en las empresas, en la administración, en algunos padres, en los propios alumnos y en la brisa del mar. La merienda que nos evitaríamos sería de valor calculable y el efecto educativo exponencial. Que no se puede comparar una lectura tradicional de un libro a la divertidamente e instructiva funcionalidad del hipertexto, es algo obvio. Además, nuestros hijos son nativos digitales que se mueven mejor entre ‘tablets’ que con lápiz y papel. Sin dejar de utilizar tan sagrados elementos, los dispositivos digitales no son simplemente anécdotas divertidas y ‘cool’ para que el aula quede más moderna. Son sencillamente la puerta natural del futuro educativo, la ventana por la que las generaciones del nuevo mundo entran en el conocimiento.
No es nada raro, es sencillamente una revolución que también debe llegar urgentemente a las aulas. Mientras los que mandan siguen discutiendo la lengua, la reforma y el objeto educativo, el tiempo pasa y con él las oportunidades. La educación es algo que debería de ser prioridad digital, un ultimátum de los tiempos futuros. Tenemos niños que siguen releyendo el pasado sin que sus profesores sepan que dominan el inglés de los videojuegos, que navegan con facilidad en entornos complejos y que cuando necesitan saber algo no van a sus libros ‘de texto’, ni a ninguna biblioteca, sencillamente tocan con un dedo una pantalla.
Es imprescindible tomarse esto en serio o se nos llevará por delante el pasado sin apenas haber visto el futuro. Dejen de discutir sobre como será la escuela de sus viejos sueños y empiecen a pensar en una escuela que no precisa de tanto gasto ridículo e insultante en libros de texto. Un libro que se puede descargar y actualizar puede ser perfectamente un ‘concepto educativo’ que no tiene ni principio ni final. Sencillamente es una especie de app que se adapta al alumno y no un alumno adaptándose al texto de un libro.
Esto que parece tan difícil ya funciona en un buen número de países, obviamente, avanzados. Lugares donde ya se están analizando como será la educación de los próximos años. Modelos educativos que forman al ciudadano de este siglo que deberán ser creativos, capaces de emprender, críticos con su entorno, muy digitales y preparados para un modelo laboral completamente distinto al que ahora vivimos y que ya se insinúa.
El liderazgo de las administraciones es algo más que redactar reformas una tras otra. La digitalización de la sociedad es un hecho y las escuelas no pueden permanecer más tiempo en un escenario analógico, lejos de los modelos de gestión basados en la inteligencia artificial, colectiva o social.
Los contenidos también pueden ser revisados pero sobre todo ‘actualizados’. Ahora ya no tiene sentido eso de ‘reutilizar’ libros, sino que lo que debemos hacer es ‘descargarnos la actualización’. Es imprescindible que se atienda a una verdad absoluta que nos dice que el analfabetismo inminente será el de los que no son capaces de establecer actos digitales complejos.
Esto no es solo un tema de contenidos, libros o formatos. Va de nuevos modos de evaluación y de nuevas materias o habilidades a examinar. No es tanto si se memoriza algo o se adquieren muchos contenidos, eso lo hace Google, se debe premiar la capacidad de trabajar esos contenidos en modelos colaborativos. Hoy en día la economía colaborativa está poniendo en jaque muchos modelos económicos. Algún día la educación socializada pondrá en la picota a la enseñanza tradicional.
Sin llegar a la ansiedad tecnológica, es obvio que la educación, hoy en día y según que lugares, ya no educa a tiempo real, lo hace con modelos y sistemas lejos de la vida que nuestros hijos conocen y disfrutan.
Las noticias que llegan del futuro
La enorme transformación socioeconómica que vivimos tiene que ver con que los puntos conexión entre sociedad y tecnología se han visto afectadas de manera irreversible. Desde la economía a la educación, pasando por la tecnología o el empleo, vamos asistiendo a un nuevo escenario de relaciones como colectivo. La pertenencia a un grupo, la identidad del mismo, la gestión colaborativa, el valor difuso de la propiedad, lo virtual, el conocimiento como producto, los servicios agregados, la digitalización de la existencia, el recuerdo colectivo o cualquier nuevo patrón que vincule lo digital y lo humano se ha sublimado como nunca antes.
¿Qué puede hacer una pyme, una startup o un emprendedor ante esta tormenta bíblica? Probablemente ir hacia ella y entenderla y, para comprender exactamente por donde va, es preciso destacar los elementos sobre los que se apoya. Cualquiera que defina su modelo de negocio en estos días, ya sea como fundador o como directivo que quiere transformar su empresa deberá vincularse a la mayoría de estos factores en los que se sujeta la composición genética de la propia red.
La eliminación de fronteras y la capacidad de llegar a cualquier lugar del mundo sin necesidad de una presencia física aprovechando los sistemas inteligentes y de los objetos que los representan, alcanzar el punto de venta global como factor determinante y la eliminación de muchos factores tradicionales de venta que hasta ahora significaban muros infranqueables. La publicidad segmentada relanza todo ese enfrentamiento de nicho contra el supermercado.
La inmediatez, la posibilidad de gestionar los negocios en tiempo real a partir de la automatización de procesos que permitan autogestionar diferentes fases de la producción, de la información y de las relaciones complejas comerciales o laborales.
El acceso a un número indeterminado e inmenso de clientes y segmentos de compra, en el mercado del ‘long tail’, con nichos minoritarios de productos y consumidores que antes no era rentable abordar comercialmente o que en cuya demanda de tipo escaso era difícil de localizarse.
El valor de mejora de la información disponible, asi como una mayor posibilidad de intercambio de dicha información en procesos productivos y comerciales.
La nueva composición estructural de la cadena de valor, con una reducción de intermediarios y con las ventajas competitivas que nos llegan de la eliminación de fases que hacian menos eficiente cualquier segmento empresarial.
Y la cooperación, esa la posibilidad de que los consumidores aporten y compartan sus conocimientos y que de algun modo se conviertan en participes de la creación empresarial. El adelgazamiento de la linea que separa empresa y consumidor, trabajador o ofertante de servicios, cuando una plataforma otorga ese punto de conexión entre lo que aun no es legal y lo que es inevitable, provoca el nacimiento de modelos de negocio incomprensibles para muchos todavía, pero claves para comprender el futuro inmediato.
Por primera vez en la historia cualquiera de nosotros puede crear un contenido y subirlo al espacio de consumo masivo sin necesidad de edición o control previo. La supervisión es opcional y la autorización una quimera. Internet ha hecho posible que todos tengamos al alcance de un dedo la tecnología suficiente para crear y publicar un contenido de cualquier tipo y enriquecido con imagen y sonido. Todo sin costes excesivos y casi sin dificultad. Sucede con el material de consumo, pero también con todos los aspectos que nos ocupan como individuos sociales. Desde crear tiendas y vender productos hasta ofrecernos para conceder cualquier servicio.
Es lógico que se esté molestando los del sillón hereditario. Tanta revolución no gusta a quienes puede remover sus cimientos. Pero es imparable. Todo está en constante transformación y cada vez es más profunda y más rápida, como cuando dejamos caer algo desde una altura considerable. Toma aceleración hasta que la caída es a velocidad constante. Nuestro mundo aun está lejos de alcanzar ese punto de crucero, de momento, sólo acelera.
Idéntico escenario y motivo, diferente seguimiento. Esperando la ‘fumata bianca’ en la Ciudad del Vaticano.
La suerte que supone vivir en un momento de la historia como este no todos lo valoran. No todos identifican lo extraordinario y único que es para el género humano asistir a tanta transformación, inventos, cambios y de manera tan gigantesca. No es una pena, es una suerte. Vivimos tiempos en los que todo cuanto conocemos está bajo una mutación rápida e inédita. Nada será igual. Pensar en términos del pasado es retrasar el desenlace. Ni pensiones, ni propiedades, ni modelos de protección social, ni el acceso al trabajo, a la información, al debate, o lo que sea, seré en apenas diez años como ahora creemos. Todo será sustituido por algo. De todos depende que esos cambios inevitables se aprovechen para mejor.
Los molestos son los de siempre. Los que ven peligrar sus privilegios. Sin embargo esta revolución está liquidando el viejo modo de generar información y de distribuirla para, a partir de la tecnología exclusivamente, cambiarlo definitivamente. Ya no hay directores de opinión. No hay quien define la línea editorial como monopolio de la opinión pública. Al igual que la Iglesia perdió el control del conocimiento, la red ha logrado que la información circule sin intermediarios que puedan retocarla a su gusto. La censura en Internet es un oximorón en la mayoría de los casos.
Y es que Internet está todavía muy en sus inicios. Solo vemos el primer capítulo de lo que significará. Conectar objetos será la segunda parte y luego vendrá una propiedad exponencial y de consecuencias imposibles de imaginar: una red que piense por si sola y que vincule cosas, datos y opiniones.
Las grandes compañías, empresas más pequeñas o lobbys económicos se debaten entre proteger sus negocios tradicionales o en acelerar la transformación. Cada noticia que nos llega del ‘futuro’ nos indica que ese debate en si mismo es viejo e innecesario. Miremos al pasado. Kodak tenía cuatro mil empleados y era el repositorio universal de imágenes cotidianas. Hoy, Instagram, con apenas cuarenta es lo mismo. Lo inmediato siempre gana. No esperes.
'Limitar' combina mal con 'Futuro'
Los estudios que relacionan tecnología y felicidad aseguran que el futuro dependerá en gran medida de cómo se interpreta el primero de estos conceptos en cada caso. Es un desafío social, económico y cultural. Si mantenemos el grado de mercantilización con respecto a la tecnología nos estaremos perdiendo algo gigantesco que está por encima de dispositivos o deseos de adquisición. Si hacemos una análisis justo y focalizado en lo trascendental veremos que ese futuro es independiente de tanta anécdota. Clarificar el papel de la tecnología, de la robótica, de la interconexión nos abre un mundo de felicidad cibernética que intuimos cuando, tras un twitt o un post en Facebook, un cúmulo de sensaciones exportables, exponenciales y colectivamente compartidas se desatan. Felicidad y tecnología van de la mano con futuro y libertad.
Hay países que se esfuerzan por localizar los espacios de felicidad futura tratando de entender como será y que inconvenientes deberemos superar. En lugar de prohibir o regular por exclusión, debaten el papel legal y casi ‘humano’ de algunos productos que ahora son simplemente prototipos. Hablamos de lugares donde, cuando se pone sobre la mesa una software capaz de escribir como cualquier humano pero sin errores, se lanzan a la definición de un nuevo ‘puesto laboral sintético’.
Hace unos días estuve en Londres en una cena donde estaban un miembro del grupo de estudio ‘Robolaw’. Con él comentamos de ‘las leyes del futuro’ con respecto a las máquinas, software inteligentes y autónomos y, posiblemente, de comportamiento para los robots. Es importante destacar que no hablamos de ‘regulación’ de tramos comerciales, hablamos de ‘leyes’ sobre límites de comportamiento para máquinas autónomas y casi ‘pensantes’.
¡Que ventaja nos llevan! En el Reino Unido, precisamente, estos mismos señores del Robolaw’ participaron en la exposición de la estrategia nacional de robótica. Hasta el momento no hay nada igual y, como siempre, el primero que lo ataca con valentía puede ser claramente el líder mundial. En este caso en algo tan nutritivo para el futuro como serlo en sistemas robóticos y autónomos.
Muchos países están a tiempo. De hecho hablamos de planificar para hacer. Invertir y creer. Apoyar empresas y startups que apuesten por estos modelos. No es mucho más que eso, pero para ello hay que tener lo que hay que tener: visión a largo plazo.
Los británicos han decidido que quieren ser una nación líder en la carrera para crear una nueva generación de herramientas y servicios más inteligentes que utilizaremos en nuestros hogares y lugares de trabajo en el futuro a medio plazo. No hablamos solo de maquinaria inteligente ‘sellando plantas nucleares’ o trabajando en condiciones ‘que un humano no podría soportar’, hablamos de cosas más complejas e, incluso, morales.
Precisamente ahora que el debate sobre el papel de los diferentes sistemas inteligentes, autónomos o derivados se pone sobre la mesa ‘legal’, los países que asuman los riesgos de legislar con visión a lo inevitable lograrán una ventaja trascendental. Quien acepte el uso de ‘drones’ autónomos antes para el transporte aventajará en el uso logístico y de eficiencia a otros. Quien regule antes el transporte autopilotado también.
La política vive a años luz de lo que los avances suponen y ya casi estamos acostumbrados. Aceptamos el retraso que suponen todos estos gestores públicos con deportividad y lo descontamos del propio presupuesto genérico. Recuerden como las Google Glass se han tenido que enfrentar a diversas prohibiciones, especialmente en los coches.
Los gestores se defienden diciendo que ‘es muy difícil para la ley mantenerse al día del ritmo del desarrollo tecnológico’. Yo creo que el error es ese, ‘que la ley espera’. En Londres han decidido no esperar y por eso la regulación ‘sobre robots’ se adelanta a la propia existencia cotidiana de ellos. El famoso ‘RoboLaw’ europeo va por ahí. ¿España tiene algo que decir? Lo digo porque mientras los grupos de presión y lobbys sigan actuando con el poder del modo que lo hacen, igual nos estamos perdiendo algo.
Hemos asistido a la discusión de leyes que nos envían directamente a otro siglo por incomprensión de lo que supone Internet, por ejemplo. Obviamente también por la evidente demanda de a quienes les importa un carajo el futuro si éste no les pone a ellos en una posición de privilegio y control.
Que difícil debe ser discutir de esto en según que despacho. Me lo imagino. ‘Oye, Ministro, que deberíamos de unirnos a eso de la Ley de los Robots, que parece muy importante’. La respuesta sería: ‘llama al Presidente (del grupo empresarial que sea) y dile que si le interesa que nos metamos en eso…’.
La regulación debería impulsar, no limitar. Adelantarse para ganar, no para detener. También para explicarle a algunos sectores económicos que su modelo de negocio está tocando a su fin. Imaginen las compañías de seguros de coches en un mundo de coches autónomos que no chocan nunca. Pues eso, ¿qué sería un robot en términos de debate legal? ¿Está preparada Europa para ver coches conducidos por sistemas inteligentes? ¿y para el primer accidente provocado por un fallo del sistema? ¿A quien se debería de condenar?
Al parecer se va a trabajar en dos sentidos. En regular y en concienciar. La ley deberá aceptar un nuevo mundo y la sociedad entenderlo. Se sabe que la Autoridad de Aviación Civil de Estados Unidos ya trabaja con la hipótesis de que prohibir el uso de drones será una guerra perdida e inaceptable en términos de progreso. Admiten que sería lo mismo que limitar ‘las mapas en Internet’ por decir algo. El mundo podría estar en la antesala de algo mucho mejor, pero dependerá de que unos lo lideren.
El futuro será de los países innovadores, eso está claro, pero sobretodo de los que legalmente acepten los compromisos y debates que se abren al respecto de la tecnología. Limitar es una palabra que combina mal con Futuro.